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DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.
AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.
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Título: Propiedad Privada
Autora: GaBo0
Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise
Rating: M
Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?
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Propiedad Privada
By GaBo0
CAPITULO 09: Alterno
Había sentido coraje saliendo de la casa y el odio que lo invadió cuando regresó había sido casi insoportable. Había temblado cuando el carruaje explotó, y el dolor lo había vencido en el bosque. Había esperado, con todas sus fuerzas, que la llegada de Severus le trajera algo de paz… y sólo le había enturbiado aún más sus pensamientos.
Tenía que aceptar que su 'huida' no había salido muy bien. No era como si realmente pensara que funcionaría. No tenía ni los elementos, ni las fuerzas necesarias para lograr salir de la mansión. Había sido bastante tonta pues cuando hubiera llegado a las puertas habría necesitado una varita, cosa con la que no contaba.
Lo único que había valido la pena era el hecho de que Syth logró entregar la carta, aunque no le sorprendía pues siempre lograba hacerlo. Su ex maestro de pociones, y una de las personas más cercanas a él estaba aquí, pero entonces por qué sentía que los problemas recién iban a empezar…
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El día no había podido ser peor. Desde su ventana lo único que veía era la baranda de su balcón, mas nada de los árboles que rodeaban el terreno. La Mansión de su familia nunca había sido, ni llamativa ni grande, pero era suficiente para él. Las frías paredes de piedra de donde colgaban las antorchas le daban un aspecto lúgubre, que a diferencia de otras mansiones, la convertía en un edificio aterrador. Muchas veces había paseado por la mansión de Lucius, una de las pocas que conocía, y ésta jamás le había dado la impresión de que una de las armaduras fuera a sacar el hacha y rebanarle el cuello.
Sería porque toda su vida había estado encerrado en esas paredes que su personalidad se había asemejado tanto a estas. Tan solo los que lo conocían muy bien podrían decir que tenía un alma bajo sus paredes, al igual que pocos encontraban belleza en esa fortaleza de piedra. Dentro de estos pocos estaban, infaltables, los Malfoy.
Suspiró largamente, con el cuerpo medio adormecido sobre el asiento de terciopelo con acabados recargados. Aquella silla había estado en ese lugar desde que podía recordar, y estaba seguro que ya no se podía mover. En aquella silla su padre le había contado historias, y su abuelo le había hablado de Voldemort. En esa silla, también, había estado sentada su madre cuando le presentaron a Verónica Malfoy, madre de su mejor amigo, luego de estar dos horas tratando de que invitaran a esa familia a su mansión.
El hombre frunció sus negras cejas al darse cuenta que aunque quisiera no podía sacarse a esa familia de la cabeza, y con razón pues aquel linaje de rubios había estado relacionado con su familia desde que tenía memoria. Tan diferentes en un principio, habían llegado a entenderse y a compartir su 'deseo de conocimiento y superación' en las Artes Oscuras. Lástima que esa curiosidad finalmente haya llevado a su generación a unirse a Voldemort.
Severus se puso de pie y acomodó sus viejas túnicas negras. Eran sus preferidas, y las más cómodas de su guardarropa. Pero no era la comodidad lo que le gustaba de aquellas túnicas. Su padre se las había comprado como parte de su regalo cuando cumplió 16. Claro que no era por eso que las quería tanto tampoco. Estas túnicas lo habían acompañado en casi todas sus visitas a la mansión más grande de Inglaterra y presenciando sus reuniones personales con la cabeza de aquella familia desde un rincón en el suelo.
El paisaje era deprimente, así que decidió cerrar las cortinas. Verdes telas aterciopeladas cayeron y bloquearon la luz, cubriéndolo de una casi completa oscuridad. La gran cama parecía un enorme revoltijo de sábanas oscuras en el rincón. Era bastante rústica, lo único rústico en toda la habitación.
Esa suite le había pertenecido a sus padres, y antes a sus abuelos, y así sucesivamente. Severus estaba casi segura de que aquella cadena se acabaría con él. La mayoría de los muebles que se encontraban allí habían sido traídos desde Austria junto a su familia. A pesar de su antigüedad y el desgaste de algunos, le parecía un sacrilegio siquiera considerar la idea de cambiarlos o moverlos.
Caminó hasta la cómoda llena de cajones y sacó una túnica, negra por supuesto, junto a un par de medias nuevas. Jazz siempre malograba su ropa, por más hechizos disciplinarios que le lanzara. Era un pequeño diablo. Si hubiera podido, habría estado en Slytherin definitivamente.
La varita dio unas cuantas vueltas y pronto el cuarto estuvo ligeramente iluminado, haciendo brillar los metales de un color dorado algo pasado de moda. La habitación era bastante grande, y aun así le faltaba espacio para todas sus cosas. A un lado estaba la cama, con sus enormes edredones oscuros. Al lado, el velador. Luego la ventana.
Frente a la ventana se encontraba la puerta de madera, y junto a esta la cómoda con la ropa. Al lado derecho una chimenea parecida a las de su sala común en Hogwarts, y al otro lado una escalera de caracol que lo llevaba al baño.
No entendía porque el baño se encontraba en un nivel superior al cuarto, pero bueno…
Detrás de las escaleras de caracol se escondía una puerta muy bien disimulada en forma de ovalo. Al otro lado de esta estaba su laboratorio. Lo más preciado para él yacía en aquel cuarto, y la puerta estaba sellada con hechizos protectores que ni siquiera Dumbledore podría burlar, a pesar que el mismo Dumbledore los había creado. Severus los había corregido y arreglado, a parte que el antiguo director ya no se paseaba por los corredores de su mansión.
De hecho, ya no se paseaba por ningún corredor sobre la tierra.
Snape sabía que no debería de pensar tan cruelmente sobre la muerte de Dumbledore, pues este lo había ayudado mucho cuando decidió dejar a Voldemort. ¿Pero no fue acaso por su culpa que se unió a las filas oscuras? Albus fue un Gryffindor, así que parte de la culpa también recaía sobre él.
Con otro largo suspiro terminó de ponerse la túnica, pero en el acto botó torpemente un objeto que estaba sobre la cómoda. La madera plana golpeó el suelo y pequeños pedazos que brillaban con la luz se esparcieron a sus pies.
Severus maldijo en un susurro mientras se agachaba a recoger el portarretrato. Se hizo un par de cortes en los dedos gracias a los cristales rotos, pero ignoró el dolor que le causaban. Eran cosquillas a comparación de lo que había soportado en otros tiempos.
Volteó el marco e inmediatamente reconoció a las personas en la foto. Dos pálidas cabezas le sonreían, abrazados el uno al otro, saludándole. Las sonrisas eran tan reales que parecían creadas mediante un encantamiento, si eso era posible. Dos pares de ojos grises chispeaban detrás del papel, tan exactamente iguales. Pero aún así, Snape podría haber diferenciado cuales eran del padre y cuales del hijo.
Una sonrisa trepó por su rostro hasta que estuvo plantada en él sin intenciones de irse. Severus recordaba perfectamente aquel día. Habían organizado una excursión a Egipto, y aquella foto la tomó él mismo minutos antes de partir. Estaba seguro que tenía más… por algún lado.
Al recordar el cuarto de su ahijado no pudo reprimir una carcajada. Draco siempre le reprochaba que tuviera todas sus fotografías guardadas. Severus le reprochaba que Draco hubiera prácticamente cubierto su habitación de fotografías.
Lo peor de todo, era que en la mayoría de ellas aparecía con ellos. Y de repente por eso no quería colgarlas. No era porque no los quisiera, pues los amaba con todo el corazón que podía llegar a tener, pero lo único que lograban esas fotografías era recordarle que estaba solo, y si no fuera por los Malfoy viviría en un mundo donde era el único habitante.
Severus abrió y cerró cajones hasta que encontró una pequeña cajita negra. Dentro de esta había un círculo plateado. Con un tercer suspiro se dirigió a un baúl enterrado bajo la alfombra y rápidamente lo removió. El círculo plateado encajó perfectamente en la cerradura de madera oscura que cerraba la caja.
Un chirrido quebró el silencio de la habitación cuando la tapa se levanto. Dentro se observaban papeles y pergaminos desordenados. Hojas amarillentas escritas con una letra muy pequeña para ser legible. Severus la reconoció como suya.
Revolvió un poco hasta que toco el fondo del baúl. Con una emoción extraña dentro de su cuerpo jalo dos grandes álbumes llenos de polvo. Sopló sobre la cubierta y las partículas grises volaron sobre el suelo, cubriéndolo de suciedad, pero no le importó en ese momento. Llevó los dos grandes álbumes a su cama y regreso al baúl. Se aseguro de arreglarlo y al cerrarlo, un fajo más pequeño, completamente sellado y con las letras MS al frente, llamó su atención. Extrañado regreso a la cama, con un nudo en la garganta al saber lo que aquel fajo podría contener.
Una vez sentado sobre el colchón, cogió una cuchilla y abrió el sobre con cuidado. Nuevamente una sonrisa apareció en sus labios mientras sacaba los papeles, cosa muy rara en él que no era una persona ni emotiva ni sentimental. Eran todas y cada una de las cartas que se habían mandado Lucius y él durante la Primera Guerra. Todas y cada una, con sus respectivas fechas y uno que otro recorte de periódico. Se imaginaba cómo lucía, un hombre de mediana edad sentado en el colchón recordando. Hubiera pagado por ver las expresiones de horror de sus alumnos. Cogió una carta al azar y comenzó a leer:
"Querido Severus:
Cada día esto se vuelve más peligroso. Ojalá que el ave no caiga en la red pronto o sino nos veremos en problemas. Draco ya patea el vientre de su madre, espero que no se tarde mucho en salir. Narcissa cada día está más y más insoportable. La única esperanza que tengo es que con el nacimiento de mi pequeño dragón se largue de mi casa.
Bueno, no escribo esto para contarte de Draco (por mucho que quiera hacerlo) sino para prevenirte. Tu trabajo es peligroso y lo sabes, a ese viejo no se le pasa ni una sola. Sé que te tiene vigilado, y sus mascotas también te siguen los pasos. Severus, sabes que…"
La carta seguía y seguía, pero Severus no necesitó más para saber de qué se trataba. Dejó cuidadosamente el resto de pergamino sobre el fajo de cartas y se perdió en un punto negro en la pared. Los recuerdos le llegaron volando, viajando a través de sus nervios hasta su cerebro, que proyectaba imágenes y recuerdos en su cabeza. Aquella carta se la había enviado Lucius cuando Severus comenzaba a considerar el hecho de volverse espía para Dumbledore. Para su amigo, Dumbledore lo espiaba cuando era él quien buscaba al director y trataba de ganarse su confianza.
Lo que sí era cierto era el pedazo sobre las mascotas de Albus. Aquellos realmente le seguían lo pasos. Nunca se habían llevado bien, y en plena guerra mucho menos, considerando que había sido alumno de Slytherin, la 'casa de los magos oscuros'.
Pero bueno, aquellos eran malos recuerdos y no estaba de humor como para revivirlos. Prefería acordarse de las reuniones, las fiestas, las misiones y los reencuentros con Lucius durante aquella guerra. Si no hubiera sido por ellos, jamás hubiera logrado sobrevivir ese tiempo, al igual que el rubio no lo hubiera logrado sin la alegría del nacimiento de Draco. Aún ahora se le hacía difícil imaginarse porqué se había marchado sin siquiera despedirse de su adorado hijo.
Para el resto de gente, Lucius era un arrogante, engreído y frío desgraciado que obtenía todo lo que quería y poseía una de las cuentas más grandes en Gringotts. También, Draco, heredero de la familia Malfoy, era poseedor de una fama similar. Rico, arrogante, frívolo, discriminador, engreído y cosas por el estilo. Pero a pesar de todo esto que se rumoreaba y comentaba a espaldas de la familia, nunca faltaba la gente que se desvivía por complacerlos. Nunca les había faltado gente a su lado, aunque sólo fuera por sacar su pedazo del pastel.
A diferencia de Snape, ellos no conocían la verdadera soledad. Y, a la vez, la conocían en un nivel más profundo que el suyo.
Después de conocerse, se podría decir que jamás volvieron a estar solos. Durante su tiempo en Hogwarts, Severus no había sido muy amigo de nadie. En sus tiempos de estudiante, como siempre, habían existidos alumnos que toda la escuela conocía, respetaba o martirizaba. Él era de los últimos, y por supuesto, Potter y su grupo eran los héroes del momento.
Su sangre comenzó a palpitar furiosamente contra su piel al recordar todas las trastadas que aquellos le habían hecho, y todas las veces que se había desquitado. Jamás había habido un trato justo, pues siempre salían librados del castigo. Muchas veces debieron de haber sido expulsados, sobre todo después de traer Bichleats al castillo, más siempre conseguían una excusa para salirse con la suya. Parecía como si las reglas no les afectaran.
Recordaba claramente como James Potter andaba tras una muchacha de Gryffindor, Lily Evans, quien luego se convertiría en su esposa, y ésta siempre lo dejaba plantado. Cómo disfrutaba aquellas escenas. Lo malo era que luego, siempre tenía que venir y sacar su frustración en alguna maldición contra Severus.
Otra cosa que recordaba de Hogwarts era el sistema injusto en el puntaje de las casas. Casi siempre, en las clases, los profesores trataban de ignorar o daban menos puntos a los alumnos de su casa argumentando 'que las respuestas no merecían más puntos' o simplemente restándolos luego por alguna tontería. Durante ese tiempo, cuando el lado Oscuro comenzaba a tomar forma, todos se volvían aprensivos o desconfiados de cualquiera que fuera o había pasado por Slytherin. Tuviera o no algún interés en las Artes Oscuras.
Slytherin era y es conocido por su preferencia por esta ciencia, pero eso no significaba el alistamiento de Slytherins en las filas que luego destruirían al mundo mágico. Al menos, no hasta que no se les aceptó en el otro bando, el bando de 'La Luz' como se hacía llamar.
No había mayor hipocresía en el mundo.
Un día en particular le vino a la mente. Durante sexto curso, en una clase de Quidditch, unos compañeros habían fallado en algunos tiros pero su equipo no había perdido la esperanza de ganar. Milagrosamente, el buscador de su casa cogió primero la snitch, bajo los abucheos y gritos del otro equipo. Potter no se lo podía creer, al igual que nadie de esa casa. En presencia del profesor no ocurrió nada, mas la pelea estalló en los vestidores.
Los Slytherins se estaban duchando mientras comentaban el partido, en el cual habían obtenido altas notas gracias al puntaje obtenido. Esa vez no tendrían razón para bajarles puntaje, como siempre lo hacían. De pronto, un olor extraño les llegó desde las bancas.
La mayoría de ellos, al percatarse de un breve hilillo de humo saliendo por un lado de los casilleros, cogieron su toalla y corrieron hacia donde se guardaban las cosas. Al centro, había un muñeco de tamaño natural que había comenzado a quemarse con un gran letrero donde decía: "Regresen a su hueco, serpientes. Que sus maldiciones reboten contra ustedes"
Para él hubiera pasado como otra de las bromas pesadas que el orgullo de los Gryffindors les había llegado a realizar, pero no estaba dispuesto a aceptar una indirecta de esa clase en esos momentos. Cualquier mención de relación con el Lado Oscuro en esos tiempos era la llave en las puertas de Azkaban.
Encolerizados, salieron tal y como se encontraban e ingresaron al vestidor escarlata. Los Gryffindors de su curso ya estaban preparados, con varitas en mano y aun con sus uniformes sudados de Quidditch. La pelea fue desastrosa para ellos, pues no tenían más que dos varitas. El resto había combatido de forma muggle, olvidando sus prejuicios en esos momentos.
Finalmente, alumnos de ambas casas habían tenido que ser conducidos a la enfermería, y a otro grupo se lo llevaron a la oficina del director. Hubo huelga de ausencia durante toda la semana. No se vio ni un solo escudo verde en los pasillos durante aquellos siete días, y hubiera seguido así si el ministro no hubiera acudido y los hubiera amenazado con expulsar a los 'revolucionarios'.
Pero su razón era justa
Se les había dado un mes de detención a todos los Slytherin de sexto año, junto a 50 puntos menos por cabeza. Era un castigo casi justo si hubiera sido el mismo para los Gryffindors, pero a ellos sólo se les dio un mes de detención y 30 puntos menos por cabeza, debido a que 'ellos no habían iniciado ninguna clase de agresión física'.
Al volver a clases, y lograr una igualdad en los puntos restados, los profesores se habían ensañado en hacerles perder los puntos que habían sido restaurados. Si sacaban cuentas posteriores, les habría convenido aceptar los 50 puntos menos. Después de todo, que se podía esperar. Por siglos se había creído que Slytherin era sinónimo de Artes Oscuras, lo cual no era cierto. El hecho de que Slytherin no buscara gente valiente sino inteligente no lo convertía en alguien 'oscuro'. Lo malo es que este prejuicio jamás se cambió, no sólo porque era casi imposible, sino porque ningún Slytherin se rebajaría a dar explicaciones o pedir que se le acepte en una sociedad formada por magos sin sus ideas y que tenían una alarma que decía 'Cuidado, cuidado' cada vez que un Slytherin se acercaba.
Pero no todo había sido horrible durante esa época, pues había conocido a Lucius Malfoy. Su mejor amigo y primera relación seria. En una de las fiestas que el padre de Lucius había dado, se había topado con el rubio y su grupo de amigos. Lo había visto un par de veces en Hogwarts, y a pesar de siempre verlo rodeado de gente, aquellos ojos grises se detenían en él y le lanzaban una mirada extraña. No podía llamarse de superioridad, pero tampoco de simpatía. No era sexy, ni inocente. Luego de conocerlo, Severus se dio cuenta que era la esencia pura de Lucius, pero hasta entonces no lo sabía.
Sólo sabía que aquel rubio había comenzado una conversación inocente en el salón que había terminado con los dos interactuando de la forma más sublime que existía. Después de esa fiesta, ambos hicieron lo máximo para que sus familias se conocieran y de esa forma poder pasar más tiempo juntos.
Luego de que la comunidad de sangre pura se dio cuenta que jamás formaría parte del bando de la Luz, decidió no quedarse neutra. No sólo porque tenía todas las de ganar, lo cual le convenía, sino que Voldemort les ofrecía todo lo que siempre habían buscado por sobre el dinero y las amistades. Aceptación.
"Sin el mal no habría el bien. Pero si alguien sólo sigue sus ideales¿cómo saber que es malo?", le dijo una vez Lucius, al lado de la cuna de su hijo mientras el pequeño y pálido bebe cerraba sus ojos apretando el dedo del maestro de pociones.
Eso había sido 5 meses antes de que Voldemort fuera reducido, y de que Potter muriera junto a su esposa. Luego de quedarse sin líder dentro de la orden, los mortífagos se desbandaron, dejando a cada uno unirse al lado que quería. Seguir luchando por lo que creía, realizando actos desesperados, o mentir frente a un tribunal. Afortunadamente, Severus nunca tuvo que elegir. Su presencia en el juicio de Lucius fue decisiva, y gracias al cielo que los Malfoy poseían dinero.
Snape siempre le había lanzado indirectas a su amigo sobre las desventajas de pertenecer al lado de Voldemort y la forma como aquello afectaría su vida y la de su familia más adelante. A Severus jamás se le ocurrió que Lucius sabía que era un espía sin habérselo contado al Señor Oscuro.
"Severus, sé que trabajas para Dumbledore, así que deja de lanzarme indirectas. Al abandonar a Voldemort, si decidiera hacerlo, mi familia estaría perdida. Tú más que nadie debería de saber cómo otros pagan la traición. No quiero que pongan un dedo sobre Draco"
Nunca más había insistido
Una foto cayó del álbum, desviando el curso de sus pensamientos, y se dio cuenta de que había estado apretando a carta en su puño con todas sus fuerzas. Los nudillos estaban rojos y el pergamino arrugado bajo sus dedos crujió al dejarlo caer. Levantó la foto y se vio a si mismo parado junto a un árbol de navidad enorme. Su primera navidad en Hogwarts.
Eliminando pensamientos sobre Voldemort y traición de su mente cogió uno de los álbumes que tenía frente suyo y lo abrió. Cuatro fotografías de tres hombres lo esperaban dentro de la pasta de cuero. En la primera, había una copia de la imagen que se encontraba sobre la chimenea de Draco la última vez que visitó su habitación, mucho antes de la desaparición de Lucius.
Acarició el borde, pasando las yemas sobre los rostros sonrientes que rasgaban papeles bajo el árbol. Draco estaba sentado como indio con una enorme caja plateada sobre las piernas y detrás de él se encontraba Severus con un brazo alrededor de la cintura de Lucius. Recordaba muy bien aquella navidad. La primera que pasaron sin Narcisa cerca, para su completo gozo. Aquella mujer siempre había sido una piedra en el zapato.
Nunca se había llevado bien con Severus, ni en el colegio ni cuando visitaba a los Malfoy en su mansión. Lucius estaba lejos de aguantarla, y cada vez que recordaba cómo Lucius le había contado sobre la primera vez que tuvo relaciones con la mujer, no podía reprimir una carcajada. La expresión constante de asco en el rostro del otro hombre era inolvidable.
Pero ninguno de los dos podía negar que sus genes y los de Lucius habían creado un ser tan cerca de la perfección como no habían conocido.
Y es que Draco siempre había estado muy por encima de la mayoría de la gente de su edad. Desde pequeño ya sabía los tres idiomas con los que debería de aprender a convivir. Ruso, francés y alemán. La historia Malfoy era bastante extensa, sin grandes apariciones, simplemente con el característico rasgo de poder y dinero en cada generación. Debido a que su abuelo había sido ruso y su padre era alemán, se había visto obligado a aprender ambos idiomas desde pequeño. Otra historia había sido el francés. Su madre, de ascendencia francesa, casi nunca paraba en casa pero en todas las reuniones familiares se reunía la rama materna casi completa. Y la mayoría de ellos no sabía ingles.
A la edad de 10 años, dominaba aquellos tres idiomas, pero teniendo predilección sobre el alemán. El francés no lo usaba mucho, salvo para maldecir algo. Severus observó aquello después de un tiempo, cuando se dio cuenta en el colegio que cada vez que Draco estaba irritado comenzaba a susurrar maldiciones en francés. Podía imaginarse el significado indirecto que existía en aquella coincidencia. La relación madre-hijo que existía entre Draco y Narcisa era, por no decir menos, distante.
Lucius y Severus había llegado a la conclusión que Draco no podía haber sido de otra forma, gracias al poder que la magia de Narcisa y de Lucius le daba a su propia sangre. La combinación había sido perfecta gracias a años de coordinación entre ambas familias. Y sin embargo, Draco muchas veces parecía decidido a probar su poder.
También estaba el hecho de que desde pequeño hubiera sido fanático de los deportes de aventura. Cada vez que podía conducía a su padre y a él hacia algún nuevo lugar donde practicar algo peligroso. Siguiendo aquella costumbre, habían recorrido casi toda Europa y parte de América. Habían realizado casi todos los deportes conocidos sobre tierra, en agua o aire. Y obviamente, el Quidditch era su favorito, y era muy bueno para jugar.
Severus siempre aguardaba cuando llegaba de visita y Draco se encontraba en medio de una sesión de entrenamiento con su padre. Verlos a ambos volando con sus escobas último modelo por su inmenso campo de Quidditch era encantador. Dos flechas plateadas que rasgaban el cielo con sus túnicas negras. Nunca se cansaría de observar la elegancia con la que volaban, y de la cual no tenían la menor idea que poseían.
Pero al llegar a Hogwarts, todo lo que él y Lucius habían construido durante 11 años se quebró y fue recogido en pedacitos para ser tirado por la basura. Por mas que Draco se esforzara, Granger y Potter lo sobrepasaban en todo, sin contar las veces en las que Draco había servido detención por culpa de algún Gryffindor. Durante los partidos, los alumnos no admiraban el estilo que tenia Draco al volar, cautivados por los movimientos bruscos de Potter, y aunque eso le consiguió la copa de Quidditch dos veces, no evito que Slytherin se llevara tan preciado premio los dos últimos años de sus estudios escolares.
Él, siendo jefe de casa y debiendo de repartir equitativamente los puntos, no podía evitar notar que las mismas diferencias estaban implantadas pero ahora más disimuladamente. Se habían creado algunas normas, no exageradamente, pero suficientes para reducir muchos puntos a su casa. Con suerte, logro que al menos las últimas generaciones no sintieran la angustia de ser separados y corrieran a unirse, junto a sus padres, a Voldemort.
Con suerte, logró hacer lo que nadie hizo por él.
Y aquí estaba de nuevo, pensando en donde estaría Lucius ahora. Le parecía extraño que el otro hombre no le escribiera aun con una explicación de sus acciones más recientes. Aunque esa carta también le daba un poco de miedo. Si quería noticias recientes, tenia que dar algunas también, y no creía que al padre de Draco le fueran a hacer gracia.
¿Cómo reaccionaria Lucius si supiera que había tenido relaciones con su precioso hijo? Esperaba que no se apareciera durante la noche y le lanzara la maldición asesina.
Pero es que no había podido resistirse. Sus pensamientos habían estado clavados en la inocencia y confianza del muchacho en ese momento, y en el hecho de que un Malfoy, una vez hecha una promesa, no la rompe.
Y así había sido. Por unos maravilloso 15 minutos, el muchacho había sido solo de él, y él había tenido poder absoluto sobre el chico. Parecía como si la vida le quisiera jugar una pasada al tentarlo con el cuerpo del hijo de su mejor amigo, y amante por un buen tiempo. Ahora, no sabia si aun podía considerar a Lucius su amante, pues hacia mucho tiempo que no compartían una de 'esas' conversaciones.
Toc toc toc
Sus ojos se desviaron hacia la ventana. Se levantó de la cama, ocasionando que los álbumes se cayeran al suelo y algunas fotos se despegaran de su sitio en las páginas amarillentas. Maldijo entre dientes y los arrimó colocándolos en un montoncito cerca de la cama mientras el toqueteo en la ventana se volvía más insistente.
Finalmente, se incorporó y frunciendo el ceño tiro de la cortina para un lado. La presencia de una bellísima ave, de plumaje gris y con unos ojos negros penetrantes lo saludo desde el otro lado. Abrió con rapidez la ventana dándole paso hacia el interior, y luego de darle unas palmaditas y un poco de agua, desató la carta de su pata. Como se lo imaginaba, era de Draco.
Lo que no se esperaba era aquella clase de nota: "Ayuda, DM"
Draco jamás mandaba aquella clase de mensajes, aunque se tratase de alguien de confianza como Severus. Siempre era muy meticuloso con todo lo que hacia, y una nota de ese tipo era para preocuparse.
Casi sin pensarlo, salio echo un torbellino de su cuarto y corrió al piso inferior. Tomo un poco de polvos flu de un pote al lado de la chimenea y en menos de cinco minutos se encontraba detrás de una nube de polvo en medio del Salón Rojo, delante de la chimenea. Cuando el polvo se asentó y dejó de alisarse las ropas, sus ojos se encontraron con algo menos esperado. Draco estaba echado en el sillón cubierto de lodo y con el cabello desarreglado y a su lado se encontraba Harry Potter.
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- ¿Qué es esto? – exigió saber el adulto.
Sus ojos grises pasearon por la figura echada y sucia de Draco para luego dirigirse a la otra, de pie cerca de la ventana que lo miraba sorprendido. Potter estaba vestido como si acabara de llegar de algún otro lugar mientras que Draco llevaba unas túnicas similares a las que usaba cada vez que salía de paseo. La diferencia era que en las túnicas del rubio, motas de polvo y lodo manchaban el negro inmaculado. El cabello rubio estaba desparramado sobre el brazo del sillón donde descansaba su cabeza, y tenía una expresión cansada en el rostro. Debajo de sus ojos, dos grandes bolsas moradas se delineaban, y un tinte extraño en el gris de sus ojos le llamó la atención.
Dirigiendo una última mirada a la silenciosa figura del Gryffindor, caminó sin importarle nada hacia Draco. Tomó su muñeca entre dos dedos y se dio cuenta que el pulso del muchacho no era muy estable. Con una mirada más de cerca, cualquiera podía concluir que se encontraba sumamente enfermo. Su rostro no guardaba la palidez común, sino que tenía un tinte verdoso enfermizo en las mejillas alguna vez sonrosadas.
Al parecer, aquel mal aspecto acababa de aparecer pues sintió a Harry acercarse rápido y maldecir en voz baja, haciéndose preguntas en murmullos y tratando de tocar al rubio.
- Primero me encargará de que está bien – informó con la misma voz que usaba durante sus clases en Hogwarts, dejando en claro que se trataba de una orden.
El Gryffindor se hizo a un lado y fue hacia una esquina del cuarto. Se acomodó con gesto preocupado contra la pared, mientras retorcía sus manos debajo de sus ropas en signo de nerviosismo.
Snape estaba revisando a Draco, mientras murmuraba frases reconfortantes. Era extraño que el rubio, sin haber estado mal hace unos instantes, hubiera cobrado de repente aquella apariencia tan enferma. Tal vez fuera debido a la caminata que se había dado pero Harry lo dudaba mucho. Draco había estado perfectamente bien hasta la llegada del otro hombre.
Severus miraba tenso a su ex alumno. No estaba inconsciente pero no respondía a ninguna de sus preguntas ni hacia la menor protesta. Ni siquiera lo había saludado ni le había echo alguna señal de alivio al verlo ahí. La presencia de Potter lo incomodaba, pero no tanto como el silencio del joven Malfoy. En ese momento, estaba seguro que debería de estar gritando y exigiendo saber la razón de la presencia de Potter, pero el estado del rubio era más delicado.
Finalmente, comenzó a desabrochar la túnica pero una mano pálida y delgada lo detuvo. Cuando elevó la mirada, un par de ojos grises le sonreían. Una sonrisa que no alcanzaba sus labios, pero una sonrisa después de todo.
Exhaló todo el aire que había retenido sin saberlo y enderezó la espalda. Luego, comenzó a hablar en voz muy baja, como si no quisiera que nadie más le escuchara pero consciente de que en el fondo, no le importaba.
- Todo está bien. No sé lo que ha pasado aquí, pero voy a averiguarlo. Y lo que sea que te haya hecho ese Gryffindor va a pagarlo. Te lo prometo.
Una pequeña elevación de la comisura de los labios de Draco le devolvió un poco de los ánimos perdidos y se incorporó completamente. Aun tenía la mano del rubio firmemente agarrada de su antebrazo, y sintió como un ligero temblor recorría el cuerpo del otro.
Con los labios apretados en una línea y el ceño tranquilo, habló en una voz clamada. Quizá demasiado calmada.
- Quiero que me expliques que haces en esta Mansión, Potter. Y el porqué del estado de Draco.
El moreno tomó aire largamente y luego revolvió dentro de sus túnicas. Estaba esperando aquella pregunta de parte de su antiguo maestro y no se le ocurrió mejor forma de responder que mostrándole el documento con el cual había convencido a Draco en la misma situación. No exactamente la misma pero bueno…
Finalmente, sacó el pergamino de uno de sus largos bolsillos y lo extendió hacia el maestro. El papel amarillento resaltaba en contraste con la oscuridad del lugar a pesar de estar de mañana. Desconfiado, Snape tomó el pergamino y lo desdobló. No fueron necesarias ni dos primeras líneas para saber de qué se trataba.
No pudo evitar que su boca se abriera ligeramente de sorpresa. Levanto los ojos hacia el moreno y contempló con ira la forma como parecía guardar cierta mofa detrás de sus ojos verdes. Luego, desvió su mirada hacia Draco, quien apretaba más su antebrazo y observaba tercamente otro lugar en la pared con un leve, casi imperceptible, tinte rosa en sus mejillas.
Después de varios intentos fallidos de decir algo, resopló bruscamente con el ceño fruncido. Una cólera intensa fluía a través de todas sus venas, y era expulsada a través de cada poro. Sentía como los labios estaban tensos, y las yemas de sus dedos se habían sensibilizado contra el pergamino. Por un momento, la estancia pareció desaparecer y sólo fue consciente del sentimiento de odio dentro de él… y la mano que apretaba una de sus extremidades.
Pero no sólo era odio lo que sentía en ese momento…
Snape nunca se había llevado bien con Potter, y eso no era ningún secreto, pero ahora no era el simple desagrado o desprecio que sentía durante su estancia en Hogwarts. Esta vez era algo diferente. Sentía un deseo casi mortal de sacar su varita y rebanarle el cuello al muchacho ahí mismo. No solo tenía poder absoluto sobre su ahijado, sino que podía apostar su laboratorio a que era el causante del estado del rubio.
Separando su mirada de los ojos verdes, miró hacia la figura delgada de Draco en sillón. La expresión del Slytherin parecía la de una estatua. Ni un solo movimiento se podía captar en su rostro tallado en mármol. Sólo un leve brillo en los ojos grises daba a conocer que dentro de aquel cuerpo, habitaba un alma.
Sin soltar la mano que le aprisionaba la muñeca, Severus se volteó y murmuró algo haciendo que Draco volteara completamente la cabeza con gesto de incredulidad, aun sin volver a pronunciar palabra. Harry se alarmó.
- ¿Qué haces?
La cabeza del mayor volteó a mirarlo con rabia marcada en cada línea de su rostro.
- Llevo a Draco a su habitación. No sé si te has percatado, Potter, pero no tiene muy buen semblante y no pienso dejarlo aquí abajo agonizando.
Harry se sintió un poco avergonzado y no volvió a cuestionar ningún movimiento del adulto. No sabía porqué, pero su presencia lo intimidaba tanto o más que cuando estaban en la escuela. En eso, Minny apareció en el umbral de la puerta pero al ver al adulto, salió nuevamente disparada hacia fuera, dejando solo el susurro de sus pasito por el corredor.
Snape había ayudado a Draco a incorporarse y ahora lo llevaba hacia la puerta. Harry observaba la escena como desde el otro lado del cristal. Como si perteneciera a otro mundo y no tuviera ningún personaje dentro del cuento. Irónico, ya que había sido él el causante de toda aquella escena.
- Estará arriba conmigo, si te interesa. Y ni siquiera consideres la idea de que me vaya, pues me pienso quedar con él todo el tiempo que sea necesario.
Con esto, Severus abandonó el lugar, teniendo que ponerse de costado para poder pasar por el umbral con Draco firmemente asido. Una de las manos del profesor pasaba por la cintura del chico, mientras un brazo pálido se extendía por los hombros del adulto.
Y Harry no pudo hacer nada para detenerlos.
Hubiera podido protestar, o echar al profesor de su mansión. Después de todo, podía hacerlo. Pero no pudo. La mirada que Draco le había dirigido a su padrino al salir del cuarto había estado tan llena de admiración y alivio que le hubiera partido el corazón quitarle eso también a Draco. Pero aún así no podía evitar que otro sentimiento se estuviera formando dentro de él.
Snape y Draco se veían tan cercanos. Había una extraña conexión entre ellos, algo extraño que los hacía casi compartir ciertos aspectos, como conectados inconscientemente. Un vínculo más fuerte que el que lo unía a él con el rubio los mantenía juntos, y Harry sabía que sería difícil encajar ahí o crear uno parecido. También sabía que nunca podría romperlo.
Damas y caballeros, Harry Potter estaba celoso de Severus Snape…
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Chapter Summary: (17 de Marzo) Donde Severus tiene un mal día de recuerdos, llega a la mansión, ve a Draco enfermo, y Harry siente celos de Snape.
GaB
Modificado el Viernes 30 de Diciembre, 2005
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