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DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.
AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.
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Título: Propiedad Privada
Autora: GaBo0
Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise
Rating: M
Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?
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Propiedad Privada
By GaBo0
CAPITULO 10: Querido Profesor
El dolor de cabeza era insoportable pero un así no hacia el más mínimo sonido de incomodidad mientras subían las escaleras. Casi podía ver el rostro incrédulo y furioso de Potter en el cuarto que acababan de abandonar. La sensación de pesadumbre ya casi lo había abandonado, y algo extraño lo reconfortaba por dentro.
Severus lo tenía bien cogido de la cintura, de otra forma ya habría caído al suelo desmayado. Parecía andar flotando en sueños, y estaba seguro que luego recordaría aquello por pedazos, si llegaba a recordar esos minutos.
El profesor observaba el semblante de su alumno, y no podía evitar que miles de preguntas se le acumularan en la cabeza. La principal de todas era saber algo de Lucius. No creía que aquel hombre hubiera sido capaz de 'vender' a su propio hijo. Simplemente era imposible. No había renunciado a Voldemort por la seguridad de su hijo y ahora, desaparecido, le había entregado su custodia, por así decirlo, a su peor enemigo.
No le cabía en la cabeza.
Llegaron a la salita fuera del cuarto de Draco cuando Severus se percató de la ausencia de Anna en la mansión. Antes de llegar no se había percatado de que la muchacha no daba signos de vida, y una nube de preocupación le nublo la cabeza. Conociendo a la muchacha hacia tiempo debería de haber aparecido gritando como una histérica.
Entró dificultosamente a la habitación, agarrando a Draco cuando casi cae al suelo, y llevándolo hasta su cama. Ahí, lo acomodó bajo las sábanas y se sentó a su lado. Tomando una de las pálidas manos entre las suyas, trato de hablarle para que reaccionara.
- Draco, estoy aquí. ¿Puedes oírme?
Una sonrisa ilumino las facciones delicadas de su alumno mientras los ojos grises se posaban en los suyos ligeramente empañados.
- Claro que sí, Severus. No estoy sordo, solo un poco enfermo
- 'Poco' es lo menos que se podría decir, Draco – respondió el adulto como cuando se regaña a un niño de cinco años, aunque el alivio en su voz no se pudo disimular muy bien -. Te preparare una poción revitalizante. Apenas puedes caminar.
El rubio suspiró y se enderezó en la cama. Ladeó un poco la cabeza dejando algunos mechones caer sobre su rostro. El cabello platinado le había crecido hasta los hombros y los trozos más cortos llegaban a su mentón. La piel pálida aun tenía un tono verdoso pero ya no era tan notorio. En el cuello de la ropa se podía ver claramente como las clavículas sobresalían, dándole un aspecto frágil y delgado.
- ¿No has estado comiendo bien, no?
Un gesto de incredulidad se dibujo acompañado de un resoplido en el rostro del menor. Draco le sonreía divertido aun sin articular palabra, mientras observaba como su profesor desplegaba las escaleras al lado de la puerta.
- ¿Aun no desentierras tus fotografías, Severus?
Aquello arrancó una sonrisa del mayor antes de que desapareciera por la trampilla que llevaba a su biblioteca. Draco se dejo caer pesadamente en el colchón. Cuando Severus bajara de ahí, iba a ser difícil explicarle la situación. Al menos omitiendo los detalles humillantes.
Draco cerró los ojos, apretó las sábanas, y se dio una vuelta sobre su cama.
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Harry paseaba impaciente por el cuarto, subiendo y bajando escaleras, indeciso sobre lo que debía de hacer. ¿Y si Snape iba a contar todo en el Ministerio¿O si se llevaba a Draco¿O si lo mataba después que se enterara?
El moreno no podía deshacerse de la nube negra que se cernía sobre él en ese momento. La incertidumbre lo aplastaba, combinándose con tristeza y un poco de curiosidad. ¿Cómo lo trataría el adulto cuando Draco le contara todo? De seguro no muy bien.
Podía apostar a que trataría de matarlo, después de todo, siempre había querido hacerlo…
Aun durante la guerra, jamás habían confiado el uno en el otro. Los ojos negros de su profesor seguían todos sus movimientos, como esperando que en cualquier momento decidiera que quería pertenecer al Lado Oscuro. Por supuesto que Harry jamás le dio el gusto, aunque estuvo tentado de hacerlo muchas veces.
Un día se preguntó si no había sido para contradecir a Snape que no se había vuelto aliado de Voldemort…
Pero aquellos discernimientos ya no servían de nada. El 'Señor Oscuro' estaba muerto y sus cenizas esparcidas por el espacio. De eso no cabía duda, Voldemort nunca regresaría.
Cierta vez Snape le había recomendado que vigilara mejor a sus amigos, el día anterior a la masacre en la casa de los Weasley. Harry no le había hecho caso, y era por eso que sentía tanta culpa por la muerte de la familia de su mejor amigo. Al menos, su mejor amigo oficialmente.
Mucho tiempo antes de su muerte, Ron había dejado de ser indispensable en la vida de Harry. Hasta podría decir que se habían convertido en 'mejores conocidos', si tal cosa existía.
Pero no le gustaba hablar de Ron, ni pensar en él. El pasado es pasado, y no existe nada que lo pueda evitar.
El problema era Snape. Ahora. El Snape que se encontraba con su Draco en el cuarto de enfrente. Era aquel hombre alto y sombrío que había llevado a Draco a su habitación en hombros. Era aquel Snape al que consideraba su enemigo potencial en ese momento. No Voldemort, ni Ron, ni nadie que estuviera cinco metros bajo tierra en ese momento.
Levantó su muñeca, observando las manecillas de su reloj moverse unas mas lentas que otras. La corta señalaba hacia el 10, y la más larga apuntaba al número frente al 12. Parecía que hubiera pasado más tiempo desde que salió hacia el ministerio.
Caminó hacia su cama y se sentó pesadamente en ella, aún pensando en el otro muchacho. ¿Desde cuando era que se preocupaba tanto por él? Sabía que desde Hogwarts una extraña sensación de lujuria cada vez que lo veía se apoderaba de él, pero nunca le había importado si estaba o no molesto con él. Ahora, era imposible no pensar en el odio que el Slytherin irradiaba en su dirección cada vez que lo veía. Solo en el momento de alzarlo en brazos para entrar a la casa pudo sentir la tensión del otro y la obvia aprensión del chico.
Y ahora, una presión profunda bullía en su pecho. Se sentía indefenso, sin poder hacer nada con ella. Era una de esas veces cuando uno quiere llorar, o gritar, o cortarse las venas y luego saltar por la ventana. Una de esas veces donde sientes que tu cuerpo se vacía y queda lleno de sentimientos negativos y autodestructivos, cuando no puedes hacer nada para evitarlos. Ni deshacerte de ellos.
Una de esas veces donde Harry buscaba un objeto metálico dentro de su túnica y lo hundía donde nadie más pudiera ver.
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La biblioteca estaba exactamente igual a como la recordaba. Las escaleras corredizas a mitad de los estantes, con libros en el suelo y sobre el escritorio. La funda del telescopio a medio poner y un caldero con pequeñas muestras de pociones al lado adornaban el mueble frente a la ventana. Parecía como si los libros jamás hubieran sido tocados, pero él sabía que Draco los había leído todos y cada uno. De no ser así, ya no estarían en aquel cuarto.
No pudo reprimir una sonrisa burlona al recordar los apuntes que Draco llevaba sobre su biblioteca. Podía recordar claramente el rostro indignado del Slytherin cuando vio su lista de resúmenes, enumerada en orden alfabético, de todos los libros de su biblioteca con otra lista adjunta que tenia los detalles de los autores, editoriales, etc. Draco jamás se mostraba tan organizado para el resto de cosas que hacía. Extraño pues el rubio, a pesar de leer mucho, no tenia la apariencia ni la voluntad para convertirse en un erudito o algo por el estilo. Sus ganas de aprender cosas nuevas eran sorprendentes, pero los libros siempre eran una historia aparte.
Muchas veces les había escuchado aconsejar a sus amigos que guardasen sus libros pues sus padres (y el dinero de estos) no les duraría toda la vida. Solo dos habían escuchado. Parkinson y Zabini.
La chica Parkinson siempre había pasado como una rubia tonta, sin mas de dos neuronas dentro de su cráneo, que solo servia para adornar las fiestas y reuniones de la casa verde. El típico estereotipo de muchacha millonaria, bonita y con la cabeza llena he aire. Pero aquella chica había sorprendido a todos, al menos a los que no la conocían bien, cuando decidió deshacerse de su mascara superficial y tonta para mostrarse tal y como era. Por supuesto que Draco no se sorprendió en absoluto.
Pansy había sido la que logró que Draco conociera a Anna. La rubia había conocido a la otra durante una de las fiestas en su casa, y aunque era difícil recordar cual era ya que los Malfoy parecían no haber asistido, sabía que había sido un gran desastre. Luego de que sus padres las presentaran buscando formar 'nuevos vínculos entre familias que merecen la amistad mutua', ambas habían sentido aversión por la otra. Luego de un par de malas miradas, un amigo de Ana se había aparecido. O algo parecido. No estaba muy seguro pues Crabbe, quien se lo había contado, no era muy bueno con las palabras.
El hecho era de que habían terminado montando una escena en el salón, gritándose insultos y maldiciones. Sus padres las habían tenido que arrastrar a cada una a salones diferentes. Después de eso, no volvieron a verse.
Severus recordaba como se había disgustado de tal comportamiento por parte de una Slytherin. Nadie de su casa podía rebajarse a realizar tal espectáculo en una reunión importante.
Lo más sorprendente fue que cuando habló con Pansy, ésta le había contado como ahora era amiga de Anna. Le contó como luego se habían encontrado en el callejón Diagon y la otra muchacha se acerco a disculparse. La rubia también le comentó como hicieron las pases, omitiendo las frases orgullosas que Snape estaba seguro no habían faltado.
Luego de tres meses, Draco conoció a Anna y desde ese momento Pansy perdió toda esperanza de comprometerse sentimentalmente con su compañero de curso. La atracción que sentía el rubio por la otra muchacha era demasiado obvia, y peor aun el hecho de que la chica le correspondía. Aunque ambos se cerraron en un lazo de amistad, al punto de convertirse en mejores amigos negando cualquier otra clase de sentimiento entre ellos. Quien se imaginaria que un Slytherin y una Durmstrang pudieran ser tan ingenuos.
Ahora, eso era lo que sabía Snape por los rumores y cuchicheos que alcanzaba a oír en la sala común, a excepción de lo que Pansy y Vincent le habían contado. Y claro, lo que el mismo Draco le había confesado entre líneas.
Dejando a Pansy de lado, también estaba Blaise. Aquel chico siempre había sido muy astuto. Al menos hasta que engañó a Draco con un Gryffindor. Nunca se enteró con cual de todos. Al fin y al cabo, todos eran iguales, y seguían siéndolo.
Zabini había abandonado su hogar apenas salió de Hogwarts para irse a vivir en uno de los cuarteles de Voldemort. Aun conservaba su fortuna familiar, pues seria un escándalo terrible si su padre lo desheredase. Sin embargo, eso era poco probable debido a que su madre había sido una mortífaga antes de su muerte.
Blaise demostró habilidad e inteligencia. Uno de los mejores Slytherins que había conocido, y uno de los mas tontos también. Tal vez, en unos cinco o seis años más se encontraran, cuando terminara de cumplir su condena en Azkaban.
Caminó hacia el caldero y preparo la poción. El olor nauseabundo de las hierbas penetraba sus sentidos, pero acostumbrado a éste no se volvió un inconveniente. Que para Draco no lo fuera tampoco, era algo muy diferente.
Miró alrededor, notando los libros perfectamente apilados y limpios otra vez. Coloco un poco de poción en un frasco y caminó hacia la trampilla con la botellita firmemente sujeta en su mano. La puerta fue levantada y al poner un pie sobre el primer escalón levantó nuevamente la vista y saco su varita. Murmuró unas palabras y los libros cayeron de lado hacia la izquierda. Luego, continuó su camino hacia el piso inferior con el leve crujido de la entrada tras de sí.
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- Aquí tienes – oyó Draco decir a su profesor, distinguiendo como la figura del adulto se dibujaba contra la pared.
La mirada plateada se elevó, soltando un poco la fuerza que ejercían sus puños sobre las sabanas. La baja iluminación del cuarto oscurecía una parte del pálido rostro, y agregando los mechones negros que caían sobre la cara de su profesor, lo único que distinguía era la prominente nariz asomándose entre sus cabellos.
Draco lo miro inexpresivamente para luego bajar la mirada mordiéndose el labio suavemente, inconsciente de ello. El colchón se movió un poco cuando el otro hombre se sentó a su lado sobre las sabanas oscuras.
- Tómatelo todo antes de que se enfríe. Así hará efecto más rápido – ordenó Severus -. Hazlo ahora, Draco.
Lanzando una mirada resignada a su antiguo profesor tomo el frasco y lo vació dentro de su garganta. Un escozor que murió en su estomago comenzó a extenderse por su pecho. Casi de inmediato sintió como su cuerpo no estaba tan pesado, y los músculos no estaban tan tiesos. Las ganas de dormir habían disminuido considerablemente y el hecho de estar sentad en la cama era irritante.
Volteo el rostro a su profesor y vio la incertidumbre estampada en su rostro. Arqueó una ceja elegante mientras lo miraba directo a los ojos negros.
- Ya hizo efecto, no estoy muriendo – exclamo tratando de sonar tranquilo
- Claro que funcionaria. No es eso lo que quiero saber y lo sabes muy bien, Draco – contestó casi molesto haciendo brillar un poco sus ojos negros.
El rubio exhaló largamente sin poder retirar su mirada de la de su profesor. La humillación volvía a llenar su mente, el dolor y la angustia lo inundaban de nuevo. Un nudo que se expandía por su estómago, causándole molestia, le hacia revolverse y llevarse una mano al vientre sin poder evitarlo. Sentía náuseas y por un momento, vio como la chimenea corría unos centímetros a la derecha.
- Creo que esta bastante claro – logró murmurar mientras se reclinaba hacia atrás cerrando los ojos brevemente.
Severus frunció las cejas, esperando una respuesta mas detallada. Un porqué a los acontecimientos más recientes en la vida de los habitantes de aquella mansión. El porqué de la presencia de Potter en ESA mansión.
- No lo hay
- Disculpa – exclamó el mayor claramente confundido ante la inesperada respuesta
- No hay razón, no hay ningún porqué. No sé que es lo que ha ocurrido aquí. No sé cómo es que mi vida dejó de pertenecerme – contesto Draco, conteniendo el dolor que aquellas palabras llevaban y tratando de sonar neutral.
Severus se quedó de piedra. El rubio había intentado sin éxito esconder sus sentimientos aunque para su padrino eran muy claros. En un gesto protector se acerco temeroso y extendió un brazo. Luego de mirar un momento a los ojos grises cerró sus brazos sobre el cuerpo más pequeño, que temblaba imperceptiblemente.
Draco estaba tenso al sentir el abrazo de Snape cerrarse sobre él. Hacia mucho que su profesor no lo abrazaba de aquella forma. Siempre era Lucius el que estaba ahí para apoyarle en lo que fuera, y muy pocas veces había sentido la necesidad de aquella clase de contacto con alguien. Y Snape estaba en el momento exacto en que sólo algo así podría reconfortarlo.
Se relajó en el abrazo, hundiendo su rostro en el hueco del hombro de Severus, pasando sus brazos por la espalda del mayor, y dejando que el otro aumentara la presión entre ambo cuerpos. Severus acariciaba tiernamente la nuca de cabellos platinados mientras plantaba pequeños besos en la cabeza del rubio.
- Draco… ¿qué ha pasado? – murmuraba mientras no dejaba de arrastrar sus labios sobre los cabellos rubios.
El Malfoy negó con la cabeza y emitió un sonido extraño, mientras toda su espalda se tensaba. Sintió como el rostro del rubio era refregado contra su túnica, y las manos del Slytherin presionaban más su espalda.
- No le contaré a nadie – explicó lo más sincero que pudo sonar, mientras trataba de reconfortar al otro muchacho.
Apenas terminó aquella oración, Draco comenzó a sollozar lentamente en su hombro. El cuerpo más pequeño se convulsionaba, haciendo sus hombros temblar y la cabeza platinada desaparecer bajo los cabellos negros. Las palmas de las manos pálidas se habían cerrado en puños, mientras los antebrazos presionaban fuertemente contra su espalda. Severus alzó la mirada y una mueca de odio apareció en su rostro.
- Pero tu lo sabrás – oyó murmurar al rubio en un hilo de voz, sin detener el sollozo.
- Tranquilo, Draco… todos tenemos derecho a llorar alguna vez – murmuró paternalmente mientras continuaba con sus caricias
Para esto, el muchacho se separó de él rápidamente y dirigió su mirada plateada hacia él. Los ojos se encontraban rojos y delgados surcos húmedos se delineaban sobre sus mejillas, sonrojadas por el llanto. El labio inferior le temblaba y su cabello estaba revuelto por donde Snape había pasado su mano.
- Ya he llorado demasiado, Severus – dijo en una voz dolorosa -, pero no puedo dejar de hacerlo. No quiero seguir… no… - decía Draco rápidamente con voz aguda
El rubio movía las manos nerviosamente, mirando lo que sea menos a Severus al decirlo. Las manos del mayor se cerraron sobre los brazos del rubio, inmovilizándolo en sus movimientos histéricos. Estaba agitado y respiraba entrecortadamente.
- Draco, cálmate primero…
El rubio estuvo a punto de replicar otra vez pero la mirada del profesor lo hizo callarse. Respiro un par de veces y cerro los ojos, logrando que dos lágrimas corrieran por su mejilla y desaparecieran en su cuello. Una vez tranquilo, miro a Severus.
- Bien. Ahora, me podrías decir cómo es que aquel documento llego a manos de Potter.
- ¡No tengo la más puta idea! – gritó Draco, soltándose del agarre de Severus y tirando los brazos al aire -. Simplemente se apareció una noche, y tomo posesión de todo.
Draco sintió como los ojos negros lo analizaban, tratando de buscar la verdad bajo su mascara pero sin mucho éxito. Unos dedos largos se posaron en su mejilla y borraron el camino de las lágrimas.
- Ya no te podrá hacer nada, me quedare aquí contigo – respondió el profesor, de una forma dulce y comprensiva, algo demasiado extraño en él.
El Slytherin estuvo a punto de señalar aquello pero Severus había sacado otro frasco de su túnica. El líquido verdoso dejaba ver el otro lado de la botella gracias a la luz, dándole unos tonos más amarillos que verdes.
- Tómate esto, necesitas descansar… - indicó Severus volviendo a su tono imperativo pero sin perder la familiaridad.
- Pero no quiero dormir. Solo trae pesadillas – protesto el rubio
- Si fueras aún mi estudiante, te desaprobaría. Es una poción para dormir sin soñar, no una simple poción de sueño, Draco. Conocimiento básico, conocimiento con el cual estas bastante familiarizado – contestó mientras abría el frasco con una mirada fugaz de reproche -. Siempre fuiste bueno en pociones.
Un pequeño tinte rosa cubrió las mejillas del rubio antes de oler el frasco y beber todo su contenido. Luego, el sueño lo venció cuando sentía como unas manos delicadas los acomodaban sobre sus almohadas y unos labios suaves rozaban su mejilla.
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Draco dormía apaciblemente. Habrían pasado unos quince minutos desde que había tomado la poción y parecía un ángel en esos momentos. La cortina ahora estaba cerrada, evitando que la luz del día fuera a molestarle.
Su túnica negra ahora yacía en la silla del escritorio, arrugada y medio en el suelo. Las túnicas resultaban insoportables dentro de la mansión, a pesar de que estaba fresco en todas las habitaciones. Después de tomarle la temperatura había comenzado a preparar una poción para la fiebre, pues estaba con calentura.
No era medimago, pero claramente Draco sufría de alguna clase de enfermedad sicológica. Según lo que había podido apreciar, cada vez que mencionaba a Potter se ponía mal. ¿De qué otra forma podría explicar el hecho de que al bajar de la biblioteca estaba normal y cuando comenzaron a hablar del documento casi se desmaya? Bueno, no tanto, pero claramente comenzaron las molestias.
Suspirando giro su rostro hacia la mesa de noche mientras se remangaba la camisa negra que llevaba puesta. Los pantalones negros ocultaban casi todas sus medias, sin zapatos que las cubrieran.
En la mesita se encontraba la lámpara de siempre junto a un libro de tapa crema con letras negras y delineadas. El titulo era todo lo que se veía, y lo abrió para ojear las páginas interiores. Letras pequeñas e idénticas llenaban las 220 páginas del libro.
Luego, otra cosa llamó su atención. Dentro del cajón medio abierto encontró algo que pensó perdido desde hacia mucho. Estiró el brazo hacia el mueble y lo abrió, dejando al descubierto todo lo que había dentro. Pociones, saquitos, llaves, mas cajas y lo que había llamado su atención. Una bola de cristal con runas antiguas dejaba ver una cruz plateada en su interior, de la cual colgaba una cadena de plata delgada.
Retiró la esfera con cuidado, abriéndola con un encantamiento. Aquel había sido el regalo de su abuela para Draco. Verónica Malfoy siempre fue muy religiosa, y aunque muchos pensaban que las familias de sangre pura hacia mucho habían abandonado la religión, los Malfoy eran una de las pocas que aun conservaban su fe intacta. Al contrario de Snape, ellos asistían a las ceremonias, al menos.
Se preguntó si la pequeña capilla en el ala oeste aun existiría.
Al sacar la cruz, el brillo de esta dejó ver un pequeño grabado sobre toda la superficie de la joya. La cruz no era muy grande, poco más de 5 centímetros de largo. Parecía lisa a la vista, pues el grabado era mínimo, dándole un acabado fino y casi mágico.
Dentro de la esfera había una plaquita con la fecha de nacimiento de Draco y una dedicatoria de su abuela: "Siempre estará ahí"
Ladeó un poco su cabeza, observando la placa con cuidado, maravillándose de la belleza del metal plateado con la zona quemada de las letras. Luego desvió su mirada nuevamente hacia Draco y se acercó a él. Desabrochó la cadena y la pasó por el cuello del rubio, colocándola bajo su ropa una vez puesta.
Satisfecho, cerró la pequeña esfera con la placa adentro y la guardo en el cajón nuevamente. En ese momento oyó algo extraño fuera del cuarto. Parecía ser una discusión, pero sin embargo no distinguía dos timbres distintos de voz.
Levantándose de la cama se acercó a la puerta y giró la cerradura. La figura de Harry Potter gesticulando sólo en el pasillo y con las manos en la frente lo recibió. Los ojos verdes lo miraron y detuvieron su anterior actividad.
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- ¿Qué haces, Potter? – preguntó despectivamente contrayendo su rostro en una expresión de asco mucho tiempo practicada.
- Quiero ver a Draco – exclamó tranquilo, más tranquilo de lo que se sentía.
Una risa sin humor escapó los labios del profesor, y Harry tembló imperceptiblemente. Las heridas en sus piernas le estaban fastidiando, y sentía que el vendaje se lo había puesto demasiado fuerte, cortándole la circulación, pero no le importaba en ese momento.
Había pasado un poco menos de 30 minutos desde que Snape había subido a Draco hasta que se había decidido a intentar ver al rubio. En un momento había resultado fácil pensarlo, pero todo su valor desapareció cuando la imponente puerta de madera se plantó en su camino, y luego silueta del adulto se delineó contra el marco ésta.
La mirada despectiva que recibía no se compraba con las del colegio, pero por el hecho de que aun estaba vivo suponía que Draco no le había contado aún. O había omitido lo detalles mas 'sordidos'.
- ¿Qué le has hecho a Draco?
'Es obvio que no le ha contado', pensó el moreno mientras intentaba buscar una respuesta que no dijera más de lo que quería.
- Sólo tome posesión de lo que me pertenecía
'Bien Harry, acabas de condenarte', se recriminó el chico mientras observaba como los colores de la cara del maestro cambiaban.
- Espero, por tu bien, que no lo hayas dicho en todos los sentidos – espetó con cólera antes de darse la vuelta y regresar al cuarto.
- ¿Y qué si lo he hecho? – pregunto Harry incapaz de mantener su boca cerrada, mirando al adulto con superioridad y tal ves un poco de burla, recobrando el valor que hacia un tiempo había estado escondido en su armario.
- Cumpliré lo que te dije. Te haré pagar por cada lágrima que ha derramado – siseó en forma amenazadora que dejaba bien en claro que estaba dispuesto a cumplir su amenaza.
Luego de eso, sus miradas se mantuvieron conectadas. El vínculo de rabia casi podía cortarse con unas tijeras. Los dedos de Harry se crispaban y se cerraban al lado de su ropa, delatando su impotencia. A la vez, Snape tenía el cuerpo relajado, ocultando su ira y ansiedad.
- ¿Qué haces aquí? – pregunto Harry, sonando amenazador aun sin la intención de hacerlo.
- Vine solo porque Draco me llamó. Como debes saber, hay gente que se preocupa por sus seres queridos y acude a cualquier señal de peligro.
Harry frunció lo labios, la cólera bullendo en su interior. Ron estaba fuera de conversación, no tenia porqué hacer comentarios sobre él en ese momento.
- Aunque dudo que sirva explicarte esto. Ya probaste que no te interesa seguir los consejos de alguien aunque sean los mejores para ti o tus conocidos – respondió en un tono cínico y burlón mientras abría los ojos de forma casi demente y la voz se arrastraba colándose en el ambiente.
El muchacho exhaló el aire abruptamente para luego adelantarse hacia su profesor. El otro hombre era solo un poco mas alto que él, pero seguramente que él seria mucho mas fuerte. A solo unos pocos centímetros entre ellos explotó
- ¡No tienes porqué meter a los Weasley en esto¡Un error lo comete cualquier, maldita sea¡Nunca fuiste alguien de quien confiar, y no podía hacer nada, no iba a mandar guardias solo porque un ex mortífago me lo decía! – grito furioso en la cara del otro,
Ahora fue el turno de Snape para molestarse. El hecho de que aquel muchacho arrogante y engreído no le hubiera creído era una cosa muy diferente a que nadie le creyera. A parte, no tenia porqué recordarle que había servido a Voldemort. Pasado en el pasado.
- ¡Yo no he mencionado al clan de pelirrojos! Si la conciencia te mata es tu culpa, no la mía. A parte, un error sólo se comete una vez – gritó a su vez, exaltado y con una vena en la sien palpitándole, queriendo arrancar la mirada brillante de los ojos verdes.
Cuando Harry iba a replicar un sonido vino desde el interior del cuarto. Sus miradas se desconectaron para mirar hacia el lugar de donde provenía. El silencio era imperturbable, sólo interrumpido por el latido de ambos corazones. Luego, un segundo grito salió de la habitación.
Severus se giró violentamente e ingresó al cuarto, seguido de Harry. Draco se retorcía y arqueaba su espalda sobre el colchón mientras que cogía con fuerza las sábanas. Gotitas aperladas llenaban su rostro, mientras los cabellos caían libres sobre la almohada. Su cabeza se movía de forma violenta, respirando fuertemente en jadeos y murmurando cosas inteligibles para los otros dos hombres.
- No… por favor… ¡no¡Aléjate! – murmuro un poco mas alto, retorciéndose mas y golpeando el colchón con uno de sus puños.
Severus, al ver la expresión de sufrimiento en el rostro de su ex alumno, se acercó y le tomó por los hombros.
- ¡Draco! – exclamó sacudiéndolo fuertemente -, Draco¡despierta¡Es un sueño¡Despierta!
Dos ojos grises se abrieron de golpe, un poco desorientados mientras el resto del cuerpo temblaba. Miro aterrado alrededor, apartándose de Severus asustado.
- Soy yo, Draco. Tranquilo – exclamó Snape, olvidando la presencia del asombrado Gryffindor.
- Dijiste que no soñaría, lo dijiste… – sollozó el rubio, completamente perdido en sus palabras
- Lo sé, lo siento… no sé que pasó – se disculpaba Snape mientras cogía los brazos de Draco y los alejaba de su pecho y su cara, tratando de que pare con sus movimientos compulsivos.
El rubio se tranquilizó un poco y se lanzó a los brazos de su profesor. Ahí, Severus trataba de tranquilizarlo, sintiendo los espasmos que recorrían el cuerpo pálido entre sus brazos. Llegaron a la misma posición sin proponérselo, con una faceta de Draco casi olvidada entre sus brazos.
Hacía mucho tiempo que no trataba con este Draco, y no estaba seguro de poder soportarlo.
El Draco arrogante, 'engreído', frío, imponente, era mucho más fácil de sobrellevar que este Draco. Apenas supiera lo que Potter la había hecho, su venganza seria el triple de dolorosa.
Lanzó una mirada furiosa hacia el moreno, quien se hizo hacia atrás inconscientemente, atemorizado de los sentimientos que el profesor volcaba hacia él.
- Vete de aquí, Potter – siseó amenazante -. Vete antes de que haga algo que pueda lamentar después
Draco elevó el rostro y se encontró con Harry. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y una expresión de terror se dibujó nuevamente. La respiración ya calmada se volvía errática otra vez mientras sus manos se cerraban sobre los brazos de Severus clavando sus uñas en la piel del mayor.
- Vete¡AHORA! – grito Severus tomando nuevamente a Draco en sus brazos y meciéndolo de atrás hacia adelante.
Harry alargó el brazo para tocar los cabellos rubios pero Snape lo frenó con otra mirada. La impotencia que sentía en ese momento era sofocante. Draco no había mostrado tal terror e ira hacia él. La mirada aterrorizada del rubio sería algo inolvidable, difícil de borrar de su mente
Sin otro comentario se dio a vuelta, luchando contra sus propias lágrimas. Pensó que ahora, con Snape, al menos Draco no volvería a mostrase de esa forma. Lo destruía verlo así de indefenso. Tan pequeño, completamente vulnerable. Tan diferente del Draco que conocía, y aunque aterrador, le parecía inocente y encantador. Tierno dentro de su odio.
Ya en la puerta, echó un último vistazo hacia la cama, y vio a ambos cuerpos envueltos en túnicas negras meciéndose adelante y atrás. Una mano larga acariciaba los cabellos rubios mientras la otra se paseaba por la espalda delgada, reconfortando al menor y tratando de calmarlo.
La puerta se cerró tras él nuevamente.
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Ya era la una de la tarde. Al haberse acostado tarde debido a una inoportuna noche de insomnio, no había sido el primero en levantarse aquel día (aunque no podía asegurarlo porque no oía ruido en la mansión la mayor parte del tiempo). La idea de llevar el desayuno a Draco y Snape se le había cruzado cuando pensaba cómo conseguir algo de come. No podía dejar que ambos hombres se murieran de hambre en aquel cuarto, y era una hora oportuna para tomar como excusa e ir a ver a Draco.
Salió de las cocinas luego de explicarle a Minny que él llevaría la comida y se dirigió al segundo piso con la mirada sospechosa de la elfina en su espalda. Al llegar a la habitación de Draco tocó la puerta tímidamente y la voz del profesor desde adentro le llegó.
- Vete
Suspiró y giró el pomo de la puerta. Adentro, Draco estaba recostado contra las almohadas, con los ojos cerrados y tranquilidad plantada en su rostro. Las sabanas le cubrían casi todo el cuerpo, dejando a la vista sus hombros. El adulto había volteado al oír la puerta abrirse y ahora lo miraba molesto.
- ¿Qué quieres, Potter¿De nuevo vienes a molestar?
- Les estaba trayendo el almuerzo – contestó de mala gana a su profesor para luego voltearse hacia Draco -. ¿Cómo esta él?
- Como ves, logró dormirse. Y ahora, espero que cuando despierte estés lo suficientemente lejos. – admitió con maldad el mayor, haciendo a sus ojos negros penetrantes brillar con algo contenido.
Harry miró a Snape entrecerrando sus ojos mientras depositaba la bandeja sobre el escritorio. Un libro llamó su atención.
- ¿El Retrato de Dorian Gray? No sabia que leyeras esas cosas – comento como si en la mañana no hubieran estado a punto de sacarse los ojos.
- No es mío – respondió el adulto simplemente mientras señalaba la puerta.
Harry caminó hacia la puerta, indignado por el trato del otro. Los celos comenzaban a presentarse. La forma como Snape tenía una mano de Draco entre las suyas, como miraba el rostro durmiente del chico, e incluso el hecho de estar a su lado mientras dormía, lo estaban poniendo nervioso.
Luego de un momento, Severus se levantó y tomó la bandeja, ignorando como siempre la presencia de Harry en ese cuarto, aunque el moreno no sabía si era fingida o realmente no estaba consciente de que estaba ahí.
Snape cogió el plato de comida y despertó a Draco. El rubio, confundido, se estiró un poco y bostezó lentamente. Se acomodó las sábanas sobre su cuerpo, sonriendo un poco al ver a la persona a su lado. Una sonrisa que sólo llegó a sus ojos.
Harry frunció el ceño y se colocó detrás de la puerta. Severus estaba dándole la comida a Draco con su propia mano, esperando mientras el rubio hubiera pasado la comida. Hacia tiempo que no hacia eso, casi desde que Draco tenia 4 ó 5 años. Y el rubio tenía un puchero de indignación en el rostro, con el ceño ligeramente fruncido pero sin luchar contra la atención del adulto.
Con un último vistazo a la habitación, vio como Draco sonreía cuando Snape le permitió coger el tenedor con un resoplido y un murmullo de reproche
- Serás mío, Draco Malfoy. Te lo aseguro
Murmuró para luego desaparecer cerrando la puerta. No se percató de la mirada victoriosa que venía desde el lado de la cama.
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Chapter Summary: (17 de Marzo) Donde Harry no puede con la angustia, Snape recuerda preparando la poción, Draco no quiere contar, Snape le coloca la cruz, Harry trata de ver a Draco, y este despierta de una pesadilla.
GaB
Modificado el Viernes 30 de Diciembre, 2005
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