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DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.

AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.

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Título: Propiedad Privada

Autora: GaBo0

Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise

Rating: M

Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?

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Propiedad Privada

By GaBo0

CAPITULO 12: Nuevos Miembros

Casi tan rápido como comenzó, la ola de colores frente a sus ojos desapareció junto a la sensación de vacío bajo sus pies. En un parpadeo, sus pies tocaron algo sólido mientras todo su cuerpo sentía como si se fuera hacia adelante, el tirón debajo de su ombligo aflojándose. Cerró los ojos un momento para recuperarse del viaje mientras se acomodaba torpemente la ropa y los lentes, que habían resbalado casi hasta la punta de su nariz.

Abrió los ojos y se pasó una mano por el cabello inconscientemente, tratando de acostumbrar sus ojos a la semi oscuridad de la tarde. Frente a él, se extendía una calle apacible, con autos limpios y costosos a los lados. Las casas eran perfectamente iguales, con sus jardines verdes y sus paredes blancas. Le recordaba a Privet Drive, a la casa donde vivían sus tíos cuando era un niño.

Antes de entrar a Hogwarts.

Hubiera sido igual si aquella calle estuviera vacía, pero cabezas curiosas se asomaban por las ventanas y uno que otro vecino había salido a su patio. Un niño jalaba insistentemente la manga de una señora, señalando hacia algo detrás de él. La dama negaba con la cabeza mientras sacaba una varita y abría la puerta, haciendo entrar al pequeño.

Un barrio mágico.

Perfecto.

Se dio la vuelta, sintiendo como el barullo crecía al darse cuenta del escenario, rodeándolo de sonidos cada vez más fuertes. Detrás, parecía haber sido el terreno de unas cinco casas más, exactamente iguales al resto de la zona. Trozos de madera blanca se encontraban regados por el suelo, y de pequeños montones de escombros aún salían hilos de humo, e incluso, había lugares que aun permanecían en llamas.

Los techos caídos con las tejas desbaratadas y las vigas colgando de una que otra columna que se mantenía en pie. Muebles quemados y mucho polvo. El lugar estaba hecho un desastre.

Agregándole los grupos de magos vestidos de blanco con una pequeña cruz escarlata en el pecho que caminaban sobre los escombros, elevando piezas y buscando sobrevivientes.

Un grupo de magos vestidos de negro tenían las varitas levantadas y movilizaban lo que parecía ser una camilla. Mas allá, una bruja lloraba mientras un mago mayor le sobaba la espalda.

Alguien lo golpeó en el hombro, dándose la vuelta para encontrarse con una bruja anciana que gemía mientras un brujo menor trataba de consolarla. Con la sensación de querer vomitar, se dirigió a una carpa naranja cerca del desastre.

Los brujos continuaban buscando cosas mientras un mago joven corría entre los escombros gritando desesperado un nombre que no alcanzo a entender. Apartó sus ojos de la imagen para posarla sobre el suelo. Lo único que su vista encontró fueron charcos de liquido escarlata y pedazos de lo que parecían haber sido un cuerpo humano.

- ¡Harry!

Se dio la vuelta al oír su nombre y se topó con una bruja de unos 40 años que comenzó a preguntarle desesperadamente sobre algún otro lugar donde pudiera hallar sobrevivientes. Harry comenzó a negar con la cabeza pero la bruja gritaba más desesperada mientras él sólo veía como su boca se movía frente a él, sin llegar a entender ni una palabra.

- Señora… señora… tranquilícese. Robinson, Manzini, llévenla y denle un calmante por favor – ordenó un mago adulto mientras separaba a la señora de Harry y se acercaba al muchacho -. Hijo, deberías de haber llegado hace mucho tiempo. ¿No ves las condiciones en las que estamos? Necesitamos encontrar al culpable rápido, antes de que se formen especulaciones que no le harían nada bien al ministerio…

Paró de hablar mientras le daba un vistazo al lugar, ignorando completamente el rostro de Harry, con una marcada mueca de disgusto y malestar. Harry suspiró y volteó a observar el lugar, como si la respuesta estuviera escrita en alguna madera entre los escombros.

- Ve a la carpa. Creo que David te esta esperando.

Harry asintió y el mago desapareció de la misma forma como había aparecido. Frunció el ceño y comenzó a caminar. A dos pasos una mano en su hombro lo detuvo y volteó nuevamente encontrándose esta vez con su amiga, Alejandra. Llevaba el cabello recogido desordenadamente y un lápiz en los dedos. También una tablilla de madera sostenida en sus manos donde tamborileaba con los dedos nerviosa. Tenía una mancha de polvo en un lado de la nariz, mientras que una expresión de preocupación nublaba su rostro.

- Fue hace 20 minutos aproximadamente – comenzó a hablar sin preámbulo mientras le indicaba que la siguiera -, nos avisaron de la casa de la esquina – explicó señalando el lugar donde había visto Harry al pequeño con la bruja -. La señora se encontraba en estado de shock cuando llegamos. Las casas estaban mucho peor, parecía una fogata inmensa. Las personas que ves frente a los escombros son todos los sobrevivientes, más unos niños que se encontraban en la casa del centro con una niñera. La muchacha murió, pero afortunadamente los pequeños no.

Se detuvo para lanzarle una mirada significativa a Harry mientras se detenía un momento y le indicaba unas cuantas cosas a un subalterno.

- No sabemos lo que fue. Parece haber sido un artefacto muggle. Te habrás dado cuenta que es un barrio mágico bastante acomodado, por lo tanto, tiene protección ante cualquier clase de maldición que pueda causar algo así.

La chica suspiró mientras el moreno detrás de ella caminaba rápido para no perderla y pasaba sin mirar por las filas de medimagos que estaban curando a algunos sobrevivientes.

- No hay ninguna pista de quien lo hizo. Nadie vio nada sospechoso. Creemos que fue lo que los muggles llaman 'coche-bomba' pero nadie vio ningún coche que no perteneciera a los residentes esta mañana. No sabemos que otra cosa haya podido ser. No conocemos ninguna maldición con estos efectos.

Llegaron a la puerta de la carpa y Alejandra bajo la mirada al suelo resoplando mientras algunos mechones castaños caían sobre su cara.

- Creo que fue un ataque de mortífagos – terminó por decir extendiéndole la tablilla con una mirada seria. Luego, abrió la tienda y le indicó que pasara -. Ahí se encuentran los nombres de los 3 niños. Como verás, los sobrevivientes en estado crítico fueron llevados a San Mungo. Ian cree que deberíamos de borrar este incidente de la memoria de los testigos, pero no estoy de acuerdo. En este momento se encuentra en una reunión con el ministro, aunque dudo que ese zoquete coincida con el resto del equipo en que esto tiene algo que ver con fuerzas oscuras.

Harry se giró a verla extrañado. Alejandra, aunque todos sabían la mala opinión que tenia del ministro, nunca lo había hecho publico. Y en este momento prácticamente lo había gritado. Sus mejillas se encontraban encendidas y parecía estar cansada por todo lo que había hablado, tomando largos tragos de aire.

- ¿Tú qué crees? – le preguntó mientras tomaba de un vaso de agua.

Harry leyó los apuntes. Muchas cosas coincidían con la forma de atacar de los mortífagos. Sin contar el hecho de que los testigos decían haber visto un humo verde disolviéndose sobre las casas, lo que podría haber sido una Marca Tenebrosa al desaparecer. De repente los mortífagos no querían llamar la atención. O de repente no eran mortífagos.

Aunque, seria tonto considerar mucho esa opción. Apenas ayer un buen grupo de mortífagos había escapado de Azkaban. Había que ser ciego, o muy tonto, para no darse cuenta de la conexión.

Se mordió el labio sin darse cuenta mientras repasaba los nombres con el dedo. Había habido dos muertos identificados y tres personas que aun no aparecían. Habría que avisar a las familias. También a las familias de los niños.

- ¿Ya ubicaron a los padres? – pregunto olvidándose de la pregunta que Alejandra le había hecho.

- A dos de ellos – contestó lentamente, ignorando a la vez que su pregunta no fuera contestada -. El tercero parece haber aparecido de la nada. Los vecinos reconocieron a dos, pero, como te digo, nadie había visto al tercero nunca. De repente era pariente de la niñera. Pondremos avisos en el ministerio. Por ahora, lo llevaran a un orfanato hasta encontrar a su familia.

Harry asintió mecánicamente mientras comenzaba a caminar sin prestar mucha atención a la explicación de la chica. Pasó a un par de medimagos que estaban haciendo una trasfusión de sangre. Otro ponía un vendaje mientras una bruja apretaba la mano del joven. Se dio cuenta que la carpa era mucho más grande de lo que parecía por fuera.

Atravesaron otra cortina y se encontraron en un espacio completamente naranja con una camilla al costado. Alejandra se encontraba a su lado y parecía más relajada que hacía unos momentos. De repente, haberlo dicho todo le había quitado un peso de encima. Casi sonrió al recordar como había hablado su amiga, la muchacha ignorada casi siempre, pero que parecía estar al tanto de todos los detalles del incidente.

Se dirigieron a la camilla sobre la cual otro muchacho estaba sentado y miraba al suelo. La espalda arqueada y la pose graciosa les hizo reconocer a David inmediatamente. Harry le tocó el hombro y los ojos plomos de su compañero lo miraron extrañado, transformándose al instante en una mirada de alegría.

- Al fin llegaste, hombre, he estado cuidando a estos niños desde hace rato – le saludó mientras le daba una palmada en el brazo a Harry - . No sé lo que vamos a hacer con aquel – le dijo mientras miraba a los pequeños y señalaba al que parecía estar hablando con un muñeco.

Dos de los niños estaban jugando con unas pelotas de colores que seguramente había traído David. No parecían tener más de 4 años. Ambos tenían el cabello marrón, aunque uno mas claro que el otro. Sus rostros trigueños eran redondos, con vivos ojos negros. Eran pequeños y sus voces parecían ser más agudas de lo normal. Después de un rato mirándolos se dio cuenta que uno de ellos era una niña. Llevaba el mismo corte que el otro, pero dos pequeñas bolitas doradas se distinguían en sus orejas.

Su mirada pronto se vio lejos de esa escena. El otro niño se encontraba recostado contra la pared, y movía las manos de un peluche junto a sus labios haciendo como que conversaba con el muñeco. Pero había algo respecto al pequeño que hizo que no pudiera despegarle los ojos de encima.

La piel completamente pálida estaba casi escondida bajo una túnica azul acero que llevaba puesta. No parecía pasar tampoco los 4 años. Llevaba el cabello suelto, un poco largo, como hasta las orejas. Detrás de los mechones de cabello distinguía los rasgos delicados de todo niño mezclados con el efecto que realizaba la palidez de su piel.

Pero tampoco fue esto lo que le llamo la atención a Harry.

Fue el tono de su cabello. Casi o mas rubio que el de Draco. Mechones de cabello rubio, platinado, casi blanco. No podía distinguir donde terminaba su frente y comenzaban las raíces de su cabello. Lo mismo que le ocurría con Draco en ciertas ocasiones.

- Chicos, vengan… los llevaré afuera – oyó que decía Alejandra mientras jalaba a los dos niños castaños entre risas y tropiezos. Luego, miró a ambos jóvenes -. Los llevaré con el Dr. Blockhurst. Él me mando por ellos para tenerlos listos cuando sus padres lleguen – explicó antes de desaparecer tras la cortina con los dos pequeños.

El niño pálido no se había inmutado cuando los otros se levantaron, y había ignorado completamente la voz de Alejandra al llamar a los niños. Continuaba jugando con su muñeco, sin detener ni un solo momento su 'charla'.

- Parece que tiene una enfermedad – explicó David mientras miraba al niño con algo que parecía compasión -. Ha estado ahí sentado desde que lo sacamos de los escombros. Cuando le dimos el muñeco comenzó a hablar con él y no ha parado. Creen que es alguna clase de post-trauma, pero no estoy seguro.

Luego, el rostro del muchacho se volvió al moreno y lo miró con una pequeña sonrisa. Harry le devolvió la mirada mientras se acercaba y se sentaba en la camilla. Continuaba mirando al pequeño como si jamás hubiera visto un niño. Le parecía que la semejanza llegaba al grado de la exageración, alguna clase de fantasía o truco visual.

- ¿Qué pasa?

- ¿Ah? – contesto Harry distraído y mirando a David con una mueca graciosa

- Es que te quedaste mirándolo como hipnotizado sin decir nada – explicó el mago, ocultando la diversión en su voz

- No, nada… es solo que se parece bastante a un compañero de la escuela

- De repente es familiar suyo – contestó animado el joven, mientras una extraña chispa plateada saltaba a su mirada.

- No, no lo creo. Sus parientes son contados – explicó Harry, sabiendo que aquel niño, si fuera pariente de Malfoy, no se encontraría en aquel barrio donde vivían familias de sangre mezclada.

David suspiró con decepción. Luego, sus ojos se volvieron a posar en el niño. Luego pasaron a Harry.

- ¿Por qué no lo llamas?

- Dijiste que no hacia caso – explico Harry mirándolo extrañado

- De repente a ti te hace caso – dijo simplemente David mientras se estiraba. Parecía haber estado en esa posición bastante rato.

Harry lo observó antes de volverse hacia el pequeño de nuevo. De verdad que tenía algo. Continuaba hablando mientras cogía las patas del muñeco y las movía, imitando los movimientos que un muñeco así podría hacer de estar vivo. Se acercó a él y se puso de cuclillas. Con la mejor voz que pudo sacar le dijo:

- Hola, soy Harry

El niño siguió hablando, ignorando el rostro del moreno a escasos centímetros del suyo. Harry miró a David y este le indicó que siguiera insistiendo. Con un gesto de resignación volvió a intentar.

- ¿Me escuchas? Soy Harry… H-A-R-R-Y. ¡Oye! – dijo un poco irritado, alargando su mano y quitándole el muñeco.

El rostro del niño se elevó hasta el de Harry y pudo contemplar sus ojos. No pudo evitar que su mandíbula inferior se abriera un poco. Gris plateado. Exactamente igual a los de Draco, solo que estos tenían algo diferente. Algo que no se encontraba ahí, pero que se sentía. El muchacho tenía una expresión de fastidio y frialdad en el rostro que Harry dudaba podría poner él mismo.

Sin decir nada, el niño se puso de pie. Pasaba por pocos centímetros a Harry, estando éste de cuclillas. Tenia los labios fruncidos, y a esa distancia, Harry noto unas pequitas casi invisibles sobre su nariz. El pequeño caminó hacia la camilla y se subió, sentándose al lado de David. Luego, cruzó sus brazos y se volvió a quedar inmóvil, con una mueca de niño caprichoso en el pequeño rostro.

David miró a Harry animado. Al menos, el niño parecía reaccionar ante otras personas. Se acercó; pero, nuevamente, no pasó nada. Harry caminó hasta la camilla y se paró frente a ambos, agachándose hasta estar a la altura del pequeño.

- Soy Harry…

- Ya sé - contestó una voz aguda y pequeña, que parecía salida de ningún lado debido a que el niño apenas había movido los labios -. ¿Qué quieres? – añadió luego de haberlo mirado con sus ojos grises, en un tono bastante encantador y con el obvio temblor que usan los niños cuando hablan con un grande tratando de decir las palabras propiamente.

- Sabes mi nombre, quiero saber el tuyo – declaró Harry, más dulce de lo que pretendía, ganándose una sonrisa de parte de su amigo.

El niño dudo un momento. Luego alzó la mirada y observó a David un rato. De la nada, sus rasgos se suavizaron, volviendo su rostro más infantil de lo que ya era. Dudó otra vez, apretando los labios y finalmente bajó la mirada, haciendo puños sus pequeñas manitos.

- Damon – murmuró con lo que parecía ser vergüenza.

David y Harry intercambiaron miradas de emoción. Tal ves el niño les dijera su apellido y podrían encontrar a sus padres.

- Yo soy Harry Potter… tú eres Damon… - exclamo Harry sosteniendo el mentón del pequeño con los dedos y ladeando la cabeza.

Damon volteó el rostro, soltándose de las manos de Harry, y sus facciones nuevamente se endurecieron.

- Damon – repitió antes de hacerse hacia atrás, sentándose como indio sobre el colchón y señalando a su muñeco -. Mi oso – pidió mirando a Harry y al oso alternativamente.

Harry se mordió el labio, viendo que no podrían hacer mas avances por ahora. Se agachó con un suspiro y recogió el muñeco, devolviéndoselo al niño. Damon abrazó al muñeco y se quedó ahí, inmóvil con el objeto entre sus pequeños brazos.

- Es un niño extraño¿verdad? – comentó David al irse hacia el otro lado del cuarto, quedando frente a la camilla donde el niño se encontraba sentado.

- Sí – contestó Harry -. Pero ya sabemos su nombre

- Tienes razón – dijo más contento David mientras cogía la tablilla de las manos de Harry -. Ahora, pondré eso en su ficha y la mandaré al orfanato. Ahí podrán tenerlo mientras hacemos los afiches y…

- ¿Orfanato? – preguntó Harry con tono alterado, reaccionando casi violentamente al salir de sus meditaciones

- Claro, – respondió David extrañado ante el tono de Harry. Sonaba casi asustado -. Alejandra te lo dijo seguramente. ¿Dónde más lo tendríamos?

Pero Harry ya no escuchaba. Se pasaba la mano nerviosamente por el cabello, como si algo terrible le fuera a pasar. Miraba al niño de volada y luego regresaba a sus movimientos nerviosos y torpes.

- Harry¿qué pasa? No va a ser el primer niño que va ahí mientras le buscamos una familia – explico tratando de sonar tranquilizador mientras le colocaba una mano en el hombro al moreno.

- ¡No! No lo entiendes. No puede ir a un orfanato – contesto dirigiéndole una mirada molesta mientras se sacudía la mano del hombro.

David lo miró sin entender. Pequeñas arrugas se formaban en el centro de su frente, dándole el aire pensativo de siempre mientras se quedaba inmóvil detrás de Harry. El moreno tenía las manos en las caderas y observaba el piso con el entrecejo fuertemente fruncido.

- Me lo llevaré

- ¡Pero estás loco! – dijo alterado el otro, más fuerte de lo que quería, ahora siendo él el que ponía cara de desconcierto y tiraba los brazos hacia arriba completamente atónito -. Harry, es un niño. De repente un huérfano. No te lo puedes llevar así como si nada… - exclamaba mientras seguía a Harry, quien se dirigía ahora a la camilla.

- Al igual que yo, no tiene familia, David – y con esto, el otro se calló incómodo ante la mirada penetrante de su compañero -. Me lo llevo y se acabó. Habla con Ian y explícale la situación. Si encuentran a sus padres, llámenme, pero no voy a permitir que lo lleven a un maldito orfanato – explicó molesto, levantando la voz y mirando a su amigo fuera de sí.

David resopló fuertemente mientras fruncía el ceño. Estaba haciendo sonar su pie contra el suelo. En el silencio en el que habían quedado podían escuchar los gritos dolorosos de alguien afuera, y una pelea no muy lejos de ahí. Los pasos apresurados de la gente zumbaba en sus oídos mientras cada uno estaba perdido en sus pensamientos.

David respiró largamente, relajándose un poco y tratando de drenar su enojo. Miró a Harry e hizo un gesto de derrota. Harry le sonrió como dándole a entender que hacia lo correcto, recibiendo una mirada entre divertida y molesta del otro.

Luego, Harry se volteó hacia el niño, pero antes de poder hablar el otro lo interrumpió.

- ¿Sabes lo que haces, verdad? Si no encontramos a sus padres, se quedará a vivir contigo.

Harry suspiró y miró sus manos antes de observar a David, nuevamente tranquilo y con una mirada firme en sus ojos verdes.

- Claro que lo sé, sino no lo haría – contestó el gryffindor.

Ambos adultos se voltearon al niño, que seguía inmóvil con su muñeco. Harry se dio cuenta en lo que se había metido, pero extrañamente no le molestó en absoluto.

- Damon, hasta que ubiquemos a tus padres, irás conmigo a mi casa¿está bien? – le preguntó antes de darse cuenta que David lo iba a parar.

David le echó una mirada de incredulidad. Había veces en que Harry podía tener tan poco tacto que le llamaba la atención cómo cuando era niño los periódicos lo describían como el héroe sensible de la guerra.

Damon miró hacia arriba con ojos indiferentes antes de separarse del peluche.

- Lo sé – murmuró y luego miró al oso. Sin decir más, lo tiró al suelo bruscamente, con asco y repulsión en su rostro.

Harry y David solo se miraron.

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- Estoy bien, Severus – insistía el rubio mientras el otro lo ayudaba a levantarse del suelo, un poco exageradamente para su gusto -. Ya basta

Severus lo soltó, dejándolo recostarse contra el poste, mirándolo de reojo aun con el ceño fruncido y las manos temblando disimuladamente a los lados de su cuerpo. Descargas de sentimientos, de los más fuertes que jamás hubiera sentido, se agolpaban dentro de su cuerpo al observar como el otro muchacho se encontraba. Y peor aun sabiendo la causa de todo aquello.

Palabras que sonaban ilógicas, amenazas al aire, que rondaban por su cabeza. Ojos grises que lo observaban anhelante, como esperando una frase que lo tranquilizara. El silencio del profesor era latente, pero aun peor era la expresión en su rostro. Hacia mucho que no la llevaba… hacia mucho que no parecía querer matar a nadie.

- Severus – murmuró el menor, adelantando un brazo

El mayor volteó a verlo más detenidamente. La mirada triste del slytherin lo sobrecogió. Los ojos grises parecían haber perdido su llama plateada, mientras el rostro parecía más cansado de cómo lo había encontrado.

- ¿Por qué no me lo dijiste? – preguntó, conociendo la respuesta de antemano, con una voz que no parecía la suya.

Draco bajó la cabeza y se mordió el labio inferior como solía hacerlo cuando estaba nervioso. Aun apoyado en el poste, se sentó sobre el colchón sin hacer ningún ruido. Apoyó sus codos en las rodillas, mientras descansaba su cabeza en las manos, entrelazando sus dedos en los cabellos rubios que ahora ocultaban su rostro.

Snape trató de hablar al ver el comportamiento del rubio. Frunció el ceño preocupado. Aun no conocía toda la situación, pero creía que sabía suficiente como para estar furioso con ambos.

Se adelantó hacia la cama y tomó asiento al lado del rubio, sin mirarlo de frente, aunque este no percibió aquello al tener la mirada oculta entre las manos.

- ¿No confías en mí? – preguntó, sin lograr ocultar la incertidumbre en su tono, dejando entrever el dolor que invadía su cuerpo

Draco negó de una forma que sólo Severus hubiera podido ver debido a la cercanía de ambos. Un sonido ahogado salió de la garganta del muchacho al levantar el rostro pero sin estar a la altura del profesor.

- No es eso… - susurró antes de quedarse inmóvil, sin cortar la conexión que habían hecho ambas miradas.

Severus observó el rostro del chico. Hacía mucho tiempo que no lo veía de esa forma. La última vez que se habían visto, antes de la llegada de Anna, Draco apenas lo había saludado mientras atendía a los invitados en la mansión. Aquella vez, Lucius había sido su anfitrión toda la noche.

Acarició una de las mejillas del rubio y colocó una mano en su cuello. No pudo evitar que su semblante se suavizara cuando el otro elevó ligeramente las comisuras de los labios. Frunciendo los labios lo abrazó, apretándolo como si creyera que en cualquier momento pudiera evaporarse. Como esperando que nuevamente desapareciera o algo le sucediera si lo soltaba.

- Draco… - repetía en un monólogo sin sentido, mientras sobaba la espalda y la sensación de dejavú que se hacia común esos días volvía a inundarlo.

- Lo siento… - sollozaba el otro, mientras se agarraba fuertemente de la ropa de Snape, hundiendo su rostro entre la tela.

- Draco – exclamó separándose de su ex alumno y mirándolo a los ojos -. Draco, debes saber que puedes contarme todo… pensé que ya lo sabías – le reprochó, con tono amable pero firme, dejando pausa entre las palabras

El rubio asintió, mientras se desembarazaba del mayor y apartaba su vista del otro. Se quedaron un rato en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos. El leve silbido del viento que entraba por la ventana hizo temblar a ambos slytherins.

- No me quedaré de brazos cruzados – murmuró Severus, recibiendo el silencio como respuesta junto a una mirada de soslayo que luego se perdió en otro lado de la habitación.

Draco repetía los hechos una y otra vez en su cabeza. Severus se había enterado de una forma tan inesperada que, si antes odiaba a Potter, ahora no había palabras para describir lo que sentía.

La forma como Severus sabía de su debilidad, de la causa por la que se encontraba en ese estado, era tan humillante que podía sentirla como dolor físico. Agradeció a su cuerpo el no haber sido capaz de volver a llorar, habiéndose vaciado completamente los días anteriores, para no perder la imagen que Severus tenia de él… o hundirla más de lo que ya estaba. Bastante era haberla perdido consigo mismo. Ahora, no solo Severus conocía lo que había ocurrido, sino que creía que Draco no confiaba en él.

- Ven

Draco elevó el rostro, sobresaltándose un poco ante las palabras. Severus se había puesto de pie, y le tendía la mano. Su rostro era una mascara inexpresiva, colocada perfectamente sin dejar ningún rastro de alma dentro de ella. Compuso su propio semblante, dándose cuenta de cómo había tirado a la basura años de autocontrol, y se puso de pie.

El dolor era mucho menor al de antes. Seguramente debido a la poción de su profesor. Ahora creía poder caminar por su cuenta, sin hacer ninguna escena en los pasadizos. El mayor caminó a su lado hasta la puerta, y luego, ambos abandonaron la habitación.

La semi oscuridad en el recibidor era escalofriante. La puerta de enfrente estaba entreabierta, y podía distinguir baúles toscos regados en el suelo. Sintió una punzada en el pecho, al mismo tiempo que Severus le ponía una mano en el hombro y le indicaba las escaleras. Lo miró un momento y luego siguió caminando.

El descenso fue un poco más difícil. El profesor tuvo que ayudarle un par de veces cuando parecía perder el equilibrio. El mármol se opacaba a su paso, haciéndoles parecer dos fantasmas oscuros vagando por los pasillos.

Pasaron salones que estaban abandonados desde hacia tiempo, exactamente desde que su padre había dejado la mansión. Un cuadro con el vidrio roto, una mota de polvo sobre algún cojín e incluso, un pedazo de pintura rayado conformaban pequeños detalles que llamaban la atención de Draco. Habían sido tres días desde el incidente con Potter, y desde aquello sólo se había asomado al pasillo, salvo el día en que había intentado huir ridículamente.

Cuando pensó que sus piernas no lo ayudarían más llegaron ante el retrato que cubría la entrada a las cocinas. Draco se giró a ver a Severus, casi perdido con la oscuridad de aquel pasillo. Un umbral de piedra frente a un ventanal se extendía a sus espaldas, proyectando la sombra de ambos contra el cuadro. Los colores anaranjados y rojos se mezclaban, volviendo hermoso e insoportable el atardecer.

- ¿Las cocinas? – pregunto sorprendido y algo burlón al ver su destino.

Severus no lo miraba. Sus ojos estaban enfocados en el pasillo que se extendía a su derecha. Un hilo de luz se dibujaba desde el techo hasta el suelo. La alfombra de un rojo oscuro se encontraba como raída, más clara en ese pedazo del pasillo. A la izquierda, un marco de madera daba la impresión de pertenecer a una habitación.

Draco, aún sin entender las intenciones de Severus, se adelantó y tocó su brazo haciéndolo saltar ligeramente.

- ¿Qué hacemos aquí? – murmuró, como si hubiera alguien más escuchándolos.

El profesor suspiró y tomó la mano de Draco, apretándola un poco. Luego, comenzó a caminar hacia la puerta, jalando a Draco consigo.

El mayor podía sentir un poco de aprensión en el chico al seguirlo reluctantemente hacía la habitación. Un par de tablas crujieron bajo ellos, haciéndole preguntarse si esa zona de la mansión era tan vieja como para tener el piso de tablas.

El hilo de luz se reflejó en su túnica al mismo tiempo que Draco se colocaba a su lado, ambos mirando el interior del cuarto. Las velas, ahora más pequeñas que durante la tarde, se encontraban aun encendidas dándole una especie de luz amarilla al cuarto. Las sombras de los candelabros se reflejaban contra las paredes.

En el suelo, charcos de cera, liquida o seca, se formaban sobre la piedra tomando colores blancuzcos. La temperatura parecía ser mas alta ahí, y sin embargo, los vellos de la nuca y los brazos de les erizaron al sentir una corriente helada.

Draco miraba el interior, con los ojos fijos en la mesa del centro donde reposaba el ataúd. Miró a Severus, viendo el rostro de éste inmóvil hacia el interior. Luego, dos ojos negros lo miraron, sin decir una palabra ni dejar escapar ningún sentimiento.

El rubio se lamió los labios para después morder uno por el interior, y tomar aire. Avanzó, deteniéndose un momento, dudando de si debía seguir o no. Se encontraba a dos pasos de la tapa cuando sintió que la túnica del profesor rozaba con la suya, y una mano se posaba en su hombro.

En dos pasos se encontraba frente al ataúd, contemplando el rostro apacible de su amiga. Abrió los ojos al notar como la muerte parecía no haber querido tocar su cuerpo. Su respiración se agitó mientras se apoyaba en el borde del cajón, una expresión de dolor transformando su rostro. Dos lágrimas solitarias se resbalaron por su rostro mientras un nudo de náuseas subía por su garganta.

Comenzó a temblar, buscando la mano de Severus a su lado. Con la otra, se adelantó a tocar el rostro de Anna. La desesperación en su cuerpo crecía, queriendo despertar a la muchacha. Sus dedos blancos tocaron una de las mejillas de la chica, alejando un mechón castaño que se había salido del orden en que sus cabellos se encontraban.

Juntó los dedos, formando un puño y apretándose más contra el cuerpo que se encontraba parado a su lado, con un brazo rodeando su cintura. Se dio la vuelta y se acomodó contra el pecho de Severus, sintiendo más desesperación llenar su cuerpo y la tristeza formarse detrás de sus ojos. Ni una lágrima fue derramada, ni un sonido fue escuchado.

Severus abrazaba a Draco, sin poder apartar la mirada del ataúd tampoco. Su ahijado convulsionaba algo bruscamente entre sus brazos, mientras un puño golpeaba de forma ligera contra su túnica. No hablaba, más parecía necesitarlo.

Las lágrimas le faltaban al rubio, y él lo sabia. Cuando el rostro del otro se levantó y lo miró con los ojos vidriosos lo supo más que nunca. No sabía que las lágrimas podían agotarse en el cuerpo de alguien. Tal vez, Draco estuviera seco realmente… de repente, sí había llorado bastante ya. Lo tomó por la cintura y comenzó a caminar hacia la salida.

- Prometí que vendrías – explicó en un susurro.

Draco asintió, aun agarrando fuertemente a Severus y calmando su respiración. Ya en el pasillo, se dio la vuelta con una mirada firme en el rostro sin lograr desaparecer la angustia en él.

- Adiós, Anna – exclamó antes de elevar una mano.

La habitación se fundió en llamas, desapareciendo el cuerpo entre colores rojos y amarillos, fundiéndose con los últimos rayos del atardecer.

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Draco y Severus caminaban juntos escaleras arriba. Ambos estaban callados, más tranquilos de lo que deberían de estar. El rubio iba delante, con las manos en los bolsillos y aire pensativo en el rostro, mientras Snape estaba detrás examinándolo profundamente.

Delante de sus ojos apareció el segundo piso, ahora con las antorchas prendidas. Voces resonaban en las paredes. El profesor se adelantó hasta quedar al lado de Draco, mirándolo extrañado, recibiendo una mirada igual en respuesta.

Avanzaron un poco, casi a la altura de su cuarto, cuando la puerta de la otra habitación se abrió dando paso a un desconocido. Un desconocido bastante pequeño.

El niño se paró frente a ambos hasta que un muchacho moreno se puso detrás de él, con un suspiro de alivio y una mano en la cadera. Se encontraba agitado, con la ropa un poco revuelta y sin zapatos.

Draco lo miró inquisitivo, mientras Severus controló sus impulsos de estrangularlo hasta que les explicara el porqué del pequeño en la casa.

- Podrías explicarte, Potter – ordenó Severus, con tono frío mientras crispaba sus dedos en los bolsillos de su túnica.

Harry abrió la boca pero no pudo decir nada, distraído por el repentino comportamiento del pequeño. El niño había avanzado hacia los otros dos, y había elevado el rostro mirando a Draco con expresión insistente. Demasiado profunda para ser de un niño de cuatro años, y conteniendo una inocencia extraña en tan hermosos ojos.

Draco miró a ambos adultos primero, haciendo una mueca de disgusto a Harry antes de ponerse de cuclillas.

- Hola¿cómo te llamas? – le preguntó al niño, quedando casi a su altura al agacharse

- ¿Cómo te llamas? – contestó con su voz aguda, estirando el brazo para tocar el cabello de Draco

- Draco – contesto mientras extendía su mano hacia el pequeño en forma de saludo, aún esperando saber su nombre.

Los ojos grises del menor miraron la mano ofrecida y regresaron al rostro pálido. Unos segundos después, los brazos del niño estaban alrededor del cuello de Draco, abrazándolo fuertemente, casi haciéndole perder el equilibrio.

Snape observaba la escena casi asqueado. Se podría decir que no le gustaban los niños, mucho menos uno así de pegajoso. Pero no podía quitar su mirada de encima tampoco. Aquel niño le recordaba a Draco. Al Draco de hacia unos 16 años. Volteó a ver a Harry, exigiendo una explicación en ese mismo momento.

Harry miraba a los dos rubios con una sonrisa que no pudo ser ocultada en su rostro. Ahora, él también se encontraba confundido. El pequeño, tan arisco como se había mostrado con David y consigo mismo, parecía dispuesto a entablar una interacción moderada con Draco. Inmediatamente, se le vino a la mente el hecho de que se parecían bastante físicamente como primera razón por la cual Damon fuera de esa forma con Draco

El niño se soltó de Draco, dejándolo sorprendido. Al ver el pequeño rostro, Draco no pudo evitar sonreír. Parecía como si una de sus fotografías hubiera sido arrancada y llevada a la vida. Elevó el rostro hacia Harry, lentamente poniéndose de pie.

- Es un huérfano. Hubo un ataque y no sabemos quienes son sus padres – explicó Harry a ambos adultos, sin perder de vista al pequeño, que se encontraba agarrado del pantalón de Draco y mirándolo con desconfianza -. Se llama Damon – añadió después, regresando su mirada a Draco y a Snape.

- Damon… - repitió pensativo Snape, por primera vez interesándose en el pequeño y examinándolo al igual como había estado mirando a Draco al subir las escaleras.

El niño asintió. Luego, ladeó su rostro y caminó hacia Snape. Lo miró de arriba abajo, con una mirada escrutadora. Luego, regresó a Draco y elevó lo brazos.

El rubio frunció el ceño y se agachó, tomando al niño en brazos, sintiendo lo ligero que estaba. Miró a Harry enojado, mientras Snape detrás de él se alejaba un paso al ver la cabeza de Damon tan cerca de él.

Damon jugaba con el cabello de Draco, mientras éste lo observaba divertido.

- ¿Qué hace aquí? – preguntó Draco, mirando a Harry y hablando desde que llegaron

- Es huérfano, y decidí traerlo. ¿Acaso no hay espacio aquí para un niño? – añadió algo molesto ante la insistencia de los dos slytherins.

- Mira, Potter, ésta no es tu casa¿entiendes? – le amenazó Severus, acercándose peligrosamente a Harry.

Harry sintió la mirada de Snape demasiado cerca, los ojos entornados con odio y sus brazos tensos dentro de los bolsillos. De repente, el profesor giro el rostro hacia Draco. Damon ahora jugaba con un mechón de cabello negro, mirándolo extrañado y enredándolo en sus deditos.

Draco sonrió ligeramente, mirando a Snape, aún con el niño en brazos. Harry suspiró aliviado cuando Snape se alejó y, algo brusco, alejó la mano del niño de su cabeza. Jamás le habían gustado los niños. Aquello estaba claro.

- Severus, no seas tan tosco – le reprochó Draco, burlándose de su actitud. Luego se volteó hacia Harry, cambiando la expresión de su rostro con una rapidez impresionante -. ¿Se quedara aquí por mucho tiempo?

- Si no encuentran a sus padres, vivirá conmigo – exclamó Harry, sorprendiéndose que Draco le dirigiera la palabra y, más aún, al sentir cómo una emoción embriagadora crecía dentro de su él.

Draco asintió y miró a Severus, quien le devolvió una mirada de disgusto hacia el niño.

- Nunca me gustaron los niños, Draco – explicó cuando Draco le frunció el ceño

- Nunca me gustaron los grandes – murmuró el niño en los brazos de Draco, llamando la atención de todos.

Severus y Harry miraron al pequeño asombrados, pero Draco soltó una risa breve que fue respondida por una sonrisa del pequeño. Le susurró algo en el oído y lo depositó en el suelo.

Luego, el rubio tomó la mano de Severus y miró a Harry, con los sentimientos de los últimos días construyéndose nuevamente dentro de sus ojos plateados.

- Vamos a mi habitación – y luego dirigiéndose al pequeño -. Te veo en la cena.

Damon asintió, pegándose a las piernas de Harry al ver que Severus se daba la vuelta y jalaba a Draco hacia el cuarto de enfrente. Ambos slytherins desaparecieron tras la madera, dejando a Harry nuevamente solo en el pasillo con el niño.

Damon se giró y miró a Harry, tirando toda su cabeza hacia tras para poder observarlo bien. Cuando Harry se dio cuenta, bajó le mirada y le preguntó

- ¿Qué te dijo Draco?

- A él tampoco le gustan los grandes – contestó el niño, llenando las piedras con su pequeña vocecita.

Luego, entró al cuarto. Un par de ojos verdes se quedaron observando la puerta que se había cerrado frente a ellos un rato más, antes de seguir a Damon y cerrar la puerta tras él. Tal vez el mocoso arreglara las cosas…

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Chapter Summary: (18 de Marzo) Donde Harry llega al atentado y conoce a Damon, Draco se siente culpable, Snape lo lleva a ver a Anna, el cadáver es incinerado, y los Slytherins conocen a Damon.

GaB

Modificado el Viernes 30 de Diciembre, 2005

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