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DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.

AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.

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Título: Propiedad Privada

Autora: GaBo0

Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise

Rating: M

Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?

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Propiedad Privada

By GaBo0

CAPITULO 13: Adaptaciones

- Ese niño me agrada – exclamó Draco después de unos minutos de haber ingresado con Snape a su habitación.

Ambos habían estado deambulando en sus propios pensamientos, por lo cual la voz del rubio cortó la concentración y los devolvió a la realidad. El mayor volteó a mirarlo desde su posición en la cama, observándolo con un poco de burla.

- ¿De veras? – le preguntó

- Sí – asintió Draco distraídamente, con una pluma jugueteando entre sus dedos mientras que con la parte opuesta acariciaba su mejilla

- Nadie pensaría en Draco Malfoy como un amante de los niños… - dijo Snape, apoyándose en sus brazos y aun con esa pizca de burla en la mirada.

- ¡Oye! – le dijo Draco casi escandalizado y dándose la vuelta en la silla para mirarlo de frente -¡yo sí me llevo bien con los niños!

- ¡Claro! – contestó Snape luego de una carcajada breve y burlona -, habló el muchacho que arrastró a su sobrina fuera de su cuarto por tocar sus pergaminos…

- Eran pergaminos importantes – murmuró Draco sintiéndose ligeramente avergonzado al recordar el incidente con la niña -, a parte, había que disciplinarla en algún momento – añadió un poco más seguro y enderezándose en su asiento.

- Así como lo hiciste

- Exacto

- Ilústrame por favor – le pidió Snape, obviamente de forma burlona mientras lo observaba con una sonrisa.

Draco le devolvió una mirada, ligeramente irritada, volteándose completamente y apoyando sus codos en las rodillas luego de acomodarse el cabello.

- Mira – comenzó con el tono que usaría un profesor en una clase de 2º año -, la gente no puede hacer lo que quiere porque de una forma u otra, termina dañando alguien. A estas personas hay que disciplinarlas, tengan la edad que tengan.

- Entonces… ¿estás de acuerdo con esas reglas inflexibles donde, a veces, torturan para enseñarte 'una lección'?

Draco pareció dudar un poco su respuesta, pero luego le respondió sin titubear.

- Sí… Los países subdesarrollados necesitan esa clase de leyes para avanzar.

- ¿A costa de vidas?

- Si es necesario

- ¿Y estas de acuerdo con la idea de que los militares tengan que usar ese poder contra cualquiera que sospechen ha cometido una falta?

- Eso es discriminación – exclamó Draco rápidamente apenas Snape terminó su oración.

- ¿Qué? – preguntó el mayor, mirándolo con una ceja levantada y una expresión interrogante.

- De todas las personas¿por qué militares¿Acaso al ser militar te vuelves una maquina asesina? – preguntó Draco un poco ofuscado y frunciendo el ceño -. Ese es otro de esos prejuicios antiguos, como los que existen contra los Slytherins.

- Pero no puedes negar que muchos desastres ocurrieron por su culpa. Tenemos a Napoleón.

- No digo que sean unos santos… sino serían sacerdotes. Sólo digo que no deberían de meter a todos en un mismo saco. Aparte, los militares no tienen porque respetar a la sociedad tampoco.

- ¿Por qué? – preguntó Snape ante la explicación casual que Draco le dio, sorprendiéndose con su ultima declaración.

- Hace poco leí que en algunos países, los militares no pueden elegir a sus gobiernos. En muchos no cuentan con el mismo documento de identidad que la mayoría de muggles usa. Que la mayoría de ciudadanos muggles utiliza…

- ¿Y? – volvió a preguntar Snape, no entendiendo muy bien a donde quería llegar Draco, y dejando de lado la sorpresa de saber que el rubio había leído sobre temas muggles. Sobre todo temas tan pesados como política.

- ¡El voto es un derecho ciudadano! Si no cuentan con ese derecho, tampoco tienen que cumplir los deberes que imponen a los civiles.

- Draco Malfoy hablando de justicia muggle… - se burló sin saber que responderle, y cambiando la mirada con una sonrisa.

- ¡Es en serio! – le dijo Draco, entre avergonzado e irritado, como si estuviera impaciente por fundamentar su punto -. No hay derechos, no hay deberes. Esa discriminación debería de desaparecer. Crea conflictos en la población.

- Exactamente como la de los purebloods y muggleborns – exclamó Snape, volteando a verlo con una mirada triunfante al tenerlo atrapado entre sus propios razonamientos.

- Eso es diferente – respondió instantáneamente Draco, desechando la idea con un movimiento de su mano.

- ¿Ah si? – insistió Severus, queriendo demostrarle a Draco que sus ideas de discriminación también se aplicaban a las ideas que familias, como la suya, aun conservaban.

- Claro. Nosotros tenemos razones para odiar a los muggles. Hechos concretos, diferencias obvias – le dijo Draco, mirándolo extrañado, y pensando que no había razón para cuestionar aquello.

- ¿Y los civiles contra los militares no?

- Nuestras razones son mas fuertes… más palpables – añadió Draco, pasando por alto como Snape insistía en hacerlo perder un punto en la conversación

- Para ti – le refutó, mirándolo con una sonrisa malvada

- Para todos – le dijo Draco volteando con casi furia en los ojos que se deshizo rápidamente -. El hecho es que tal separación de la población muggle no debería de existir. Los hace más débiles en su debilidad. – concluyó Draco, no queriendo ser presionado por el otro lado de la historia al sentir que tenía todas las de perder, aunque sus ideas fueran correctas.

Tal vez nunca le ganaría a Snape en estos debates.

- Pero nosotros hacemos eso también¿no? – 'Ahí viene de nuevo…' -. Separamos la población mágica y no mágica, así como separamos a los purebloods de los muggleborns y halfbloods.

- Nuestras diferencias son más grandes. – insistió Draco sin saber a que argumento aferrarse.

- ¿Y por eso podemos ir matando y lastimando a los que no son como nosotros? – le preguntó el profesor, refiriéndose a lo que muchas familias de sangre pura hacían, o apoyaban -. ¿Por eso debemos seguir a cualquier mago que pretenda 'limpiar la sangre'?

El rubio abrió la boca para hablar, pero la cerró casi al instante. Miró a Severus, pensativo, para luego dejar a una sombra descender sobre su mirada. Nuevamente, había sido derrotado y no tenía argumentos para regresar al debate.

- Cada uno tiene sus ideas… - comentó con un tono bajo, donde la derrota se podía sentir ligeramente

- Entonces – comenzó Snape, adelantándose, y formulando las conclusiones de su conversación mientras saboreaba la victoria -, los muggles no deben discriminarse entre ellos, pero nosotros podemos discriminarlos… e incluso, discriminarnos entre nosotros.

- Los muggles siempre nos rechazaron – le dijo Draco, un poco más alto de lo que pretendía, tratando de recuperarse y mirándolo como si le estuviera diciendo algo obvio -. No es algo nuevo. Nos temen, y eso crea los problemas entre ambos mundos.

- Y no tienen porqué rechazarnos¿verdad¡Todos esos magos matando a cualquiera en busca de la unión de ambos mundos! – bromeó Snape mirándolo divertido al ver como Draco se quedaba sin palabras por un momento luego de un intento de recuperación.

Y pasos se oyeron afuera.

- No a cualquiera – susurró Draco, ignorando como Snape había volteado instintivamente hacia la puerta -. Mi padre no asesinaba a cualquiera.

- Oh… – fue lo único que pudo decir Snape sorprendido de que Lucius fuera traído al tema y olvidándose de lo que había escuchado -¿era selectivo?

- No mataba a quien no se lo mereciera…

- ¿Entonces era una clase de conciencia?

- ¡Nunca dije que era un santo! – casi gritó Draco mirándolo nuevamente alterado antes de calmarse de nuevo y sonreírle brevemente.

- Yo tampoco – contestó Severus, un poco culpable de haber exasperado al rubio y sintiendo un placer extraño al verlo enfadarse de esa forma luego de haber estado tanto tiempo en un estado de retracción total.

Y luego, ambos quedaron en silencio, con las miradas perdidas y sumidos en sus propios pensamientos de nuevo. El silencio en la habitación se había vuelto casi sepulcral, sintiendo el viento de la noche acariciarles el rostro al entrar por la rendija en la ventana. Draco suspiró.

- Olvidas que Lucius preparaba las víctimas. Nunca levantó su varita contra un inocente.

- Me di cuenta

Nuevamente se quedaron en silencio, esta vez el profesor observando al que fuera su alumno, con una expresión de preocupación en el propio. Draco llevaba el semblante sombrío, completamente triste y con un poco del dolor en su alma reflejado en sus ojos.

- No puedo evitarlo – susurró Draco, colocando su rostro entre sus manos.

- ¿Qué?

- Amarlo – respondió con un hilo de voz -, a pesar de lo que me hizo.

El mayor se quedó en silencio un momento asimilando la declaración tan bruscamente tirada en su cara. Si bien sabía que eso era cierto, jamás había oído a Draco decirlo de esa forma. Siempre alardeaba de su padre, o hablaba sobre él con un brillo en los ojos de admiración y respeto. Pero...

Era la primera vez que oía esas palabras de su boca

- Es tu padre

- Lo sé… - contestó el menor con tono derrotado -. Desearía odiarlo

- No digas eso. Lucius te ama – exclamó Snape mirando a Draco más preocupado y poniéndose de pie para acomodarse detrás de la silla donde el rubio estaba sentado.

- ¿Lo suficiente como para venderme? – le preguntó con un humor amargo acompañado de una pequeña risa sin humor en sus palabras.

- Todos cometen errores – trató de ayudar Snape, pero se dio cuenta que no ayudaba mucho en esos momentos realmente cuando Draco levantó la mirada con fastidio que iba injustamente dirigido a él.

- Por su culpa Anna esta muerta – dijo Draco casi exasperado, con una pizca de cólera hacia el mayor en esos momentos.

- Draco…

- Lo sé. No tienes que decirlo

Se quedaron en silencio unos segundos en los que la mano de Severus en la rodilla del rubio se sentía extraña y no lograba calmar al menor de la forma en que pretendía hacerlo. El mayor se dio cuenta que tenía que romper el silencio.

- Lucius volverá

- Espero que no – murmuró Draco entre sus manos.

- Y saldara cuentas con Potter.

El rubio miró extrañado al adulto, tratando de descifrar su expresión, pero era imposible. Antes de lograr algún avance, el sonido de la puerta les llamó la atención y voltearon sus rostros hacia ellas.

Los grandes ojos ambarinos de Minny los observaban, dirigiéndole una ligera sonrisa a Draco, antes de hablar con su pequeña y aguda voz.

- Amo, la cena está servida, señor. Minny fue enviada a avisarle, señor.

- Ya vamos – exclamó Snape firmemente, recibiendo un asentimiento de la elfina que desapareció luego tras la puerta.

Draco se volteó con la mirada llena de pesar. La sensación de peligro al volver a estar en el mismo cuarto que Snape y Potter era terrible, aunque el miedo a lo que pudiera pasar era mucho peor. Casi se había sentido normal otra vez debatiendo con su profesor. Los ánimos que había sentido mientras hablaba habían desaparecido al observar el rostro de Snape al contestar.

Habría que poner barreras entre Potter y Severus.

No quería otro asesinato en su mansión.

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Harry correteaba por todo el cuarto. Hacia tiempo que no hacia algo como esto. Ir detrás de una persona no era su fuerte, sobre todo si se trataba de un espacio tan reducido y lleno de cosas. Y eso no quería decir que el cuarto fuera pequeño, simplemente que estaba lleno de sus maletas desordenadas y abiertas en el suelo.

Cuando se subió a la cama para escapar de las manos de Harry, éste pensó que seria buena idea realizar una jugada de Quidditch para atraparlo.

Lo malo era que no tenía una escoba.

Ni era Quidditch.

Y se fue de frente contra el suelo alfombrado de la habitación, observando como unos pies pequeños pasaban delante de sus ojos y se metían de nuevo al baño.

Con un suspiro de frustración se acercó a la puerta y tocó tres veces. Se pasó una mano nerviosamente por su cabello mojado observando las manchas húmedas en el tapiz de la habitación. Pequeñas huellitas marcadas sobre la alfombra.

- Damon… sal del baño. AHORA – le exigió, parado frente a la puerta y completamente molesto.

Para su sorpresa, la puerta fue abierta lentamente y una cabecita plateada se asomó, viéndolo con la misma mirada indiferente que había usado en la carpa donde lo había visto por primera vez. Y nuevamente se sintió atraído por aquella mirada plateada.

El niño volteó hacia la cama y caminó hacia ella, despertando a Harry de su trance y haciendo que el muchacho lo siguiera con la mirada. A veces, el Gryffindor se preguntaba como habían sido los padres de aquel niño, pues a pesar de parecer engreído y frívolo, no parecía tener maldad en su semblante. Mucho menos, algún otro sentimiento negativo más fuerte.

La inocencia infantil aún plagaba sus facciones

Se acercó a la cama, donde Damon se había quedado sentado observando el suelo, y lo examinó por unos instantes. De no haber sido porque sabía que Draco era hijo único, y porque el rubio no lo había reconocido al verlo, hubiera dicho que era su hermano. O su hijo, aunque prefería no considerar aquella opción.

Tampoco había podido dejar de pensar en el nombre del niño. Mientras Damon se entretenía con un juego de cubos que había traído un elfo, había tratado de entender el porqué, pues no sabia como una criatura tan parecida a un ángel pudiera tener tal nombre.

Luego comprobó que no era ninguna clase de ángel, al igual que Draco. Aunque con Draco se podría decir que fue a la inversa. Primero había pensado que era un demonio, y luego comprobó que tenía un lado angelical.

El hecho es que había tenido que terminar sus reflexiones desde el suelo, cuando el pequeño había dicho que no podía estar en una cama ocupada por un adulto tan grande como él. También había dicho que se sentía 'sofocado'

Gran palabra para tan pequeño niño.

Pero aun así no logró convencerlo de dejarlo permanecer sentado con él en la cama, teniendo que acomodarse en un asiento improvisado en el suelo.

Y aún le dolía la espalda.

- ¿Qué me pongo? – preguntó Damon

Harry se sorprendió al darse cuenta que no tenia la mas mínima idea. Frunció el ceño cuando vio que no había nada que le pudiera quedar, y por ser tan tonto de olvidarse de aquel pequeño detalle. Tal vez podría salir a comprar algo de ropa.

Y de repente necesitaría ayuda pues no tenia buenos gustos…

- ¿Qué me pongo? – insistió Damon, ahora mirándolo con su pequeña frente fruncida con fastidio.

Harry miró alrededor, posando sus ojos sobre un pantalón y una chompa que tenia sobre la silla al lado del ropero. Se acercó, tomando su varita en el camino, y murmuró un hechizo. Pronto, dos miniaturas de lo que habían sido prendas para adultos se hallaban en sus manos.

Obviamente, la ropa no era para alguien de cuatro años, pero podrían servir mientras le conseguían su propio guardarropa. La que había estado usando estaba sucia, y aunque la lavaran rápidamente, no iba a tener a ningún hijo suyo con la misma ropa todo el tiempo.

Hijo…

- ¿Esto?

Oyó la vocecita de Damon y bajó la mirada. El niño tenía cogida la ropa con una mano y los ojos clavados en él. Luego, volteó a mirar las prendas y frunció la nariz ligeramente.

Harry recordó que Draco solía hacer eso también.

- Sí. Ponte esto para la cena – contestó, guiándolo a la cama.

Pero Damon cogió la ropa y corrió hacia el baño, cerrando la puerta. Al instante, se oyó el sonido del cerrojo desde el otro lado. Harry solo pudo reír ante esta muestra de inocente pudor, y sentarse en la cama.

Ni bien lo hizo, sintió una punzada de irritación en él. Tuvo unas ganas, demasiado nítidas para ignorarlas, de lanzar un comentario mordaz a alguien. Y así como aparecieron, ya no estaban ahí.

Desaparecidas.

Un vago sentimiento de vacío las había reemplazado. Una extraña sensación de haber olvidado algo importante, o haber recordado un hecho irrelevante. Y lo único que pudo hacer, fue resoplar al no identificar el origen de esos sentimientos.

Habían sido muy reales y fuertes durante el segundo que habían durado. Vitales en ese momento, calando dentro de él. Pero no pasó más. La sensación fue despareciendo y ahora volvía la misma apatía de un comienzo.

Se puso de pie, suspirando resignado, y caminó hacia el ventanal. Afuera, el día había estado nublado y gris, pero una pequeña resolana que se resistía a desaparecer a pesar de la hora hacia brillar la superficie de la piscina y los cristales del invernadero a la derecha. Los huertos parecían abandonados, mientras algunas plantas de la muralla del borde verde estaban de un tono marrón decolorado. El pequeño bosquecillo era cubierto por una sombra cobriza, bañando las hojas de color dorado.

Y los últimos rayos del día se ocultaban.

Y la oscuridad cayó sobre el patio sumamente rápido.

Y cuando Harry se dio cuenta era de noche, a pesar de no necesitar lámparas para ver hacia el reloj en la pared.

Y sin embargo, no habían transcurrido más de cinco minutos.

Giró sobre sus talones y se encontró con Damon. El niño lo miraba pensativo, sosteniendo una cadenita en la mano. La elevó hacia Harry, con los ojos grises brillando de curiosidad.

- ¿Tuyo? – le dijo con un tono que no había usado antes con él.

Harry lo miró extrañado por un momento sin reconocer el colgante. Luego, se dio cuenta que la cadena plateada que sostenía en la mano era el collar plateado que había encontrado cuando sacaba las pertenencias de Anna. En el ropero.

Negó con la cabeza.

Damon sólo dirigió su mirada al collar un segundo antes de soltarlo donde estaba y darse la vuelta. Se detuvo en la puerta y volteó a mirar a Harry.

- Ven

Y Harry lo siguió hacia fuera del cuarto.

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- ¿A qué hora bajan?

- Minny acaba de avisarles, ya no deben tardar – repitió Harry por cuarta vez con el mismo tono monótono que usaba desde que habían entrado al comedor.

Damon parecía estar emocionado, casi parado sobre su silla y con ambas manos apoyadas sobre la mesa. En un principio, esto le había llamado la atención a Harry pero ahora, después de un rato viéndolo en la misma posición, decidió que podía dejar de estar sorprendido. Podía oler la comida y, para ser franco, tenía hambre. Sólo esperaba que Draco y Snape bajaran a cenar. Pronto.

En algún momento el rubio se lo había prometido a Damon.

Pero Draco era un Slytherin. Una promesa a un niño de cuatro años no tendría repercusiones graves en su honor.

Y no quería cruzarse con Snape.

El salto de Damon al suelo lo hizo sobresaltarse y voltear a mirar hacia donde se dirigía. El pequeño corrió hacia uno de los hombres y extendió las manos para que lo cargara, cosa que el mayor hizo casi automáticamente saludándolo.

- Se demoraron – les reprochó Damon con toda la confianza del mundo, sorprendiendo a dos de los presentes.

- Es su culpa – contestó Draco, mirando a su profesor divertido y pasando a sentarse en la mesa, acomodando a Damon al lado de Harry sin mirar a éste.

Severus observó la escena, pero no dijo nada. A veces los niños podían fastidiarlo demasiado. Lo ponían nervioso. Y sobre todo, este niño… No estaba seguro el porqué, sólo sabía que no quería quedarse con él más tiempo.

Luego, sus pensamientos pasaron a segundo plano al ver al Gryffindor, y lanzó una mirada envenenada que fue recibida con otro igualmente letal. Tomó asiento al lado de Draco, al frente del niño mientras este parecía no poder dejar de sonreír a Draco.

Estuvieron un momento sentados en silencio, hasta que Draco comenzó a reírse bajito. Snape lo miró, haciéndolo callar. La tranquilidad no duró mucho tiempo pues ambos rubios comenzaron a reírse entre dientes casi al instante.

- ¿Qué les pasa? – preguntó Severus a Draco, pasando la fría voz de su pregunta hacia el niño.

Damon se encogió de hombros, ganándose una sonrisa de Draco.

- Nada, Severus… - contestó Draco mirándolo con las cejas ligeramente alzadas y una expresión divertida en el rostro.

Harry había estado examinando la rara afinidad que compartían Damon y Draco a pesar de no conocerse. El Slytherin parecía bastante encariñado con el niño, a pesar de haberlo visto sólo una vez. El afecto que Damon le tenía a Draco era increíble, contando lo huraño que se mostraba con el resto del mundo.

Eso podía usarlo a su favor. Después de todo, Damon era su hijo.

Pronto, la comida apareció en los platos, y la cena comenzó. La tensión se podía sentir en el aire, con ambos morenos lanzándose miradas asesinas entre ellos, y otras exasperadas hacia los otros dos ocupantes que parecían estar conversando de alguna forma que no los escuchaban.

Harry volteo a ver a Damon y observó como el niño luchaba contra el pedazo de carne en su plato sin poder pincharlo con el tenedor. Él jamás había cuidado de un niño pero sabía que Damon nunca podría comer todo el pedazo de un solo bocado, así que tendría que cortarlo.

- Dámelo… Te corto la carne – le ofreció haciendo un ademán de atraer el plato.

- ¡No! – contestó Damon fuertemente, casi gritando, y jalando su plato hacia su lado, mirando a Harry con ojos entornados.

- Dámelo, nunca vas a terminar – exclamó Harry un poco exasperado.

- ¡No! Es mi carne… ¡es mío! – y Snape sonrió al pequeño sin poder evitarlo.

- Damon, dam…

- Está bien, yo lo corto – lo interrumpió Draco estirando un brazo hacia el niño y callándolos a ambos, borrando la sonrisa de su profesor con una expresión asombrada.

El niño le sonrió tímidamente, pasándole el plato y mirando a Harry con una sonrisa triunfante. El moreno fulminaba a Damon con su mirada, molesto por la forma como había hecho el ridículo frente a ambos Slytherins.

Severus no había despegado los ojos de su plato más que una par de veces, pero no pudo con la curiosidad y volteó a mirar al rubio. Primero lo miró asombrado. Y asustado. Draco era la persona mas engreída que conocía, y aunque no era malo, no hacia favores muy frecuentemente como consecuencia del increíble numero de niñeras que habían cuidado de él mientras era chico, antes de que Lucius decidiera que era tiempo de educarlo. Se podría decir que su límite de favores era de uno cada seis meses.

Y ahí estaba, cortándole la carne a un mocoso de cuatro años que acababa de conocer.

- Ya está – comentó el rubio como quien acaba de terminar una gran hazaña, levantando la mirada hacia Damon -. Toma – le dijo pasándole el plato.

Damon, con el plato ahora frente a él, tomó su tenedor pero no cogió la comida. Ladeó la boca, jugueteando con los cubiertos en la mano y ojeando la comida. Un poco del arroz se desparramó en el mantel blanco que los elfos habían puesto esa noche.

Pero, al parecer, no fue suficiente.

Rápidamente, la comida del plato de Damon terminó casi toda sobre el mantel. Harry lo miró alarmado cuando un trozo de lechuga cayó sobre su propio plato. A pesar de que Damon no parecía estar jugando a propósito en un principio, miraba bastante divertido los pesados cubiertos de plata que su minúscula mano no podía sostener bien.

- Espera, espera… - le decía mientras trataba de coger el tenedor y el chico, mas tercamente, lo alejaba de él tirando más comida sobre el mantel, ahora con el ceño fruncido.

- ¡Potter! – gritó Draco cuando Harry casi bota a Damon de la silla pero sin muchos resultados -. Detente ¡Detente! – le dijo poniéndose de pie y caminando hacia Harry antes de separarlo del niño -. ¿Estas demente! – le preguntó molesto, acomodando a Damon sobre su silla antes de que se cayera.

El Gryffindor se acomodó en su asiento con un rubor de vergüenza tiñendo sus mejillas y un aspecto abochornado impresionante. Severus le estaba mirando con burla amarga, a lo que él respondió con algo de dignidad. Toda la dignidad que podía tener luego de enfrascarse en una 'pelea' con un niño de cuatro años.

Draco cogió la silla de la cabecera y la colocó al lado de Damon, tomando el tenedor entre sus manos y dándole su cena. De vez en cuando, breves conversaciones se desarrollaban, pero muriendo cuando otra cucharada llegaba a la boca del menor.

Y ante esta imagen, ambos hombres quedaron cautivados. Y diferentes reacciones se observaron en sus rostros. Mientras Harry solo lo observaba con una mezcla de desconcierto y cierto tinte de esperanza, el profesor miraba a su alumno con terror. Estaba atónito por la ternura y delicadeza que Draco derrochaba con el niño, y a pesar de eso no pudo evitar sentir el impulso de enternecerse ligeramente.

Sintiéndose asombrado con su propia reacción volteó a mirar a Potter, quien tenía una cara de confusión única en su rostro. Y en otro momento hubiera sido graciosa, si no tuviera ganas de asesinarlo.

Al parecer, el Gryffindor sintió la mirada negra sobre él y se volteó, encarándolo con las cejas fruncidas.

- Aun me la debes, Potter – le amenazó en un siseo, no queriendo llamar la atención de los dos rubios que ahora reían por alguna cosa que había volado del tenedor.

- No es contigo, Snape… es con Draco – le respondió Harry casi tan calmado que parecía estarlo realmente.

- Es Malfoy – le dijo con tono amenazante mientras lo miraba de forma superior y apretaba el cuchillo en su mano.

El otro no le respondió, quedándose molesto en su lugar y con un escalofrío en la espina cuando la mirada penetrante de Snape examinó su rostro, traspasándolo con la intensidad del odio reflejado en ellos.

Una capa de sudor frío cubrió su espalda, asombrándole la forma como el otro influía en él. Se removió incómodo, bajando la mirada y cambiándola varias veces sin poder encontrar un punto que no le molestara.

Y de momento, todo pareció más oscuro en el salón.

Y las luces de las velas titilaron, ignorando completamente la falta de viento. Pero él fue el único en notarlo.

Tratando de quitarse el sentimiento de incomodidad que tenía encima, abrió la boca al darse cuenta que lo que perforaba su cabeza era el silencio que reinaba en aquel lugar. El ruido de la tensión estaba haciendo añicos sus oídos.

- Mañana iré de compras con Damon… - comentó sin mirar a nadie, recibiendo dos miradas extrañadas.

Snape lo observó, primero extrañado y luego indiferente. Por otro lado, Draco miró a Damon y comprendió el porqué de la idea. Las prendas que ahora vestía el niño eran, obviamente, de Potter. Eran demasiado serias para ser de niño, y bastante gastadas para ser nuevas.

No eran muy bonitas tampoco.

Snape y Draco intercambiaron una mirada que contenía un poco de alivio. Ambos tenían un solo pensamiento: ausencia de Gryffindor, aunque a Draco le daba pena que el niño tuviera que comprar ropas con un muchacho tan falto de gustos como Potter.

Aún así, no podía estar más contento de que se fuera. Estaba harto del Gryffindor, harto de tenerlo al frente y harto de gastar tanta energía pensando en cuanto lo odiaba. El 90 de su tiempo de meditación se la pasaba pensando cómo había llegado a odiarlo tanto. Aunque no era difícil saberlo, pero encontraba algo curioso en recapitular cada evento.

Una extraña sensación de pasión dentro de sí, como si los sentimientos de aquellos momentos volvieran con la misma intensidad y el fuego que había sentido se encendiera nuevamente en él. Ese fuego que no lo dejaba hundirse, el que quemaba la maleza que se formaba sobre su propio cuerpo.

- Quiero que vaya Draco

Y esta vez, fue Damon el que rompió el silencio antes que una copa se estrellara contra la mesa.

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Chapter Summary: (18 de Marzo) Donde Draco y Snape debaten sobre discriminación mágica y muggle, el tema de Lucius es abordado, Harry persigue a Damon, Draco ayuda a Damon a comer, y Harry quiere que Draco le acompañe a comprar ropa para el niño.

GaB

Modificado el Viernes 30 de Diciembre, 2005

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