----------------------------------------------------

DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.

AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.

----------------------------------------------------

Título: Propiedad Privada

Autora: GaBo0

Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise

Rating: M

Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?

----------------------------------------------------

Propiedad Privada

By GaBo0

CAPITULO 15: Paseo Familiar

La mansión estaba a oscuras. A pesar de ser de día, había que prender las lámparas de los pasillos. Las piedras evitaban que la luz llenara completamente las estancias. Sólo aquellos salones con cristales, que eran varios, recibían la luz solar durante el día.

Y esto era extraño.

Qué clase de arquitecto construiría una mansión así. Es decir, estaba casi planeada para no dejar a la luz atravesar los cuartos. Casi se podía oír a las paredes gritando 'Escóndeme del sol'. Pero muchas veces, era solo su imaginación.

Caminar por aquellos pasillos siempre le erizaba los vellos del antebrazo. Los pasos detrás de él eran acompasados pero aun así, sentía otra presencia cerca. Muy distinta a la que iba detrás.

Un peso de algo extraño se cernía sobre él y le estimulaba a voltear para contemplar a Draco. No lo hacia porque podía causar problemas, y problemas era lo que menos quería. Al menos, en ese momento.

Se detuvo frente a la chimenea, la misma por la cual Snape había aparecido hacia un par de días. Aquella donde había llevado a Draco luego de su fallido intento de fuga. Recordó a Minny y se preguntó dónde estaría la elfina. Hacia tiempo que no la veía, y antes no podía sacársela de encima. También se sorprendió al darse cuenta que Draco ya no estaba enfermo.

Tan acostumbrado estaba a verlo perfectamente bien que no había notado el cambio, a pesar de haber estado angustiado por su enfermedad. No se atrevía a preguntar qué había ocurrido, sobre todo porque no esperaba respuesta. Y no era para menos.

No tenia idea de cómo el rubio aún lo miraba, cómo podía soportarlo bajo su techo. Que ahora era su techo técnicamente. De haber sido el Slytherin, Harry estaba seguro que hacia tiempo ya se hubiera matado.

Pero recordó que era imposible. Al menos, no por ahora. No antes de un año. Suerte. Aun lo perseguía. La suerte aun lo acompañaba. No se había detenido a leer el contrato, lo había ojeado leyendo lo más importante. Lo que le interesaba.

Pero después de la agresión de su antiguo profesor aquel día, regresando con Damon a la mansión, había decidido revisar bien los papeles. Por eso se había ausentado un momento, dejando a Damon aquella mañana. Ese lapso fue el único momento que le dio tiempo de revisar algunos artículos más pequeños. Y lo había encontrado, aquello que tenía clavado como un gran signo de interrogación en su cerebro.

Una conexión, un lazo entre él y el rubio.

Cómo se había alegrado. Según las letras del contrato, una conexión profunda se había forjado, o se estaba forjando, entre él y Draco. Era por eso que a veces se sentía deprimido, o como, súbitamente, Snape había comenzado a intimidarlo. Podía sentir vagos indicios de las emociones de Draco. Aunque esto último, no supo bien el porqué. Draco no se sentía intimidado por Snape, nunca lo había estado.

Pero tal vez no fuera Draco el que estaba intimidado con el hombre. Y esto fue lo que más le extrañó. Y comenzó a cuestionarse sobre Damon.

¿Qué era realmente¿Un niño¿Acaso la suerte, el destino o lo que sea lo había llevado, por casualidad, a esa mansión? Era simple, demasiado simple, para ser real. En la complejidad están siempre las respuestas, y aquella simple y tonta explicación era subestimar el verdadero destino del niño. Pero por más que trataba, no lograba encontrar explicación alguna.

En momentos así, Hermione siempre lo ayudaba. Parecía tener siempre las respuestas.

Pero ya no estaba. Ni ella, ni Ron, ni nadie. Sólo él y sus interrogantes. Maldijo nuevamente, observando como dos pares de ojos grises lo miraban, y se dio cuenta que había estado pensando. Extraño que se hubiera quedado varado en sus pensamientos.

- ¿Vas a quedarte ahí parado o vamos a ir al callejón? – preguntó Draco, en un tono que a Harry le pareció insolente.

Entornó los ojos, acercándose peligrosamente al Slytherin. Pudo apreciar como sus ojos se abrieron ligeramente, y se inclinaba ligeramente hacia atrás, tratando de no ceder ante el impulso de retroceder.

Inesperado.

Sonrió cínicamente, observando a Draco con toda la lujuria que aún tenia acumulada en su cuerpo. No había querido, pero tampoco pudo ocultarlo. Estaba actuando sin pensar, estaba ocasionando que el Slytherin se retrajera aun más. Y no quería hacerlo, pero era su instinto de preservación.

Tenía que dañar, para no ser dañado.

- ¿Asustado? – dijo inocente, una mueca de burla en su rostro y sus ojos vagando por el rostro del otro.

Dios, era hermoso. La piel ahora estaba inmaculada de nuevo, sin rastros de ojeras o alguna otra marca temporal de la enfermedad. Pálida, lisa, suave. Draco, frente a él. En ese momento.

Avanzó un paso hacia el rubio, esta vez logrando que retrocediera. Lamentablemente, para el rubio, había estado demasiado cerca de la puerta, y el marco de madera obstaculizaba su camino para alejarse del Gryffindor.

Y de repente, todo acabó. Harry parpadeó un par de veces, frunciendo el ceño y mirando a Draco como si observara la pared fría detrás de él. La expresión del rubio no cambió, la esencia de su terror e indignación aún brillaban como dagas plateadas. Y el Gryffindor retrocedió, negando con la cabeza y mirando ahora al niño.

No había recordado que Damon estaba ahí.

Le sonrió, o al menos trató. Luego, elevó el rostro hacia Draco sólo por unos segundos. No pudo sostener aquella mirada acusadora, esa forma de ser tan aprensivo con él. El desprecio dibujado en cada línea del otro rostro.

- Vamos… ya casi es mediodía – comentó, volteando hacia Damon.

El niño lo miraba imperturbable. Parecía como si no se hubiera dado cuenta de nada, inocente en el abrazo de rubio. Sus ojos grises no estaban abiertos como los del mayor, y tenían una expresión infantil y dulce. Harry se preguntó porqué, de pronto, su mirada no se veía tan fría hacia él. No parecía estar maquinando algo terrible en su contra, que era la impresión que casi siempre le regalaba al moreno.

Caminó hacia la chimenea, confiando que los otros lo siguieran. Draco avanzó, lentamente, hasta su lado. Tenia la mirada fija al frente, con el cabeza tan firme que parecía como si la piel de su cuello fuera estirarse demasiado y romperse. Sus labios formaban una fina línea, y pequeñas arruguitas dejaban al descubierto su disgusto.

Harry sacó una bolsita con polvos flu y se la pasó a Damon.

- ¿Sabes como usarlos?

El niño tomó un poco luego de lanzarle una mirada sarcástica. Harry se preguntó nuevamente como habrían sido sus padres. Una nube de humo se esparció sobre el lugar donde el pequeño había estado parado.

Se volteó hacia Draco. En ese momento, le llevaba unos pocos centímetros al otro. Uno o dos, no importaba. El hecho es que era más alto. Sonrió mentalmente, felicitándose por aquel hecho tan superficial que casi al instante tuvo que reprimirlo.

Los ojos grises de Draco se fijaron en él. Otra vez pudo ver dentro de las irises grises. Dolor, humillación, cólera. Indignación, tristeza… Cada vez que lo miraba era como si atravesaran una lanza a todo lo ancho de su pecho. Casi podía sentir la punta clavarse y salir por su espalda, viendo su propia mano hundiendo el arma.

- No me irás a preguntar lo mismo – dijo Draco extendiendo la mano.

Harry le extendió la bolsita y sin pensarlo, Draco desapareció al igual que el niño. Harry los siguió lo más rápido que pudo. La sensación de viajar así jamás había desaparecido, por mas que Molly le había dicho que se acostumbraría. Le revolvía el estómago y siempre terminaba sucio. Lleno de polvo y hollín. Siempre era lo mismo, y jamás terminaba de limpiarse.

Muchas veces se preguntó porqué parecía ocurrirle sólo a él, cuando todo el mundo estaba tan conforme con ese sistema. Los Weasley jamás terminaban tan sucios, aunque había que aceptar que Ron siempre terminaba con algo de polvo encima. Había visto a otros alumnos inmaculados después de un viaje por la red.

Y ahora, Draco, inmaculado frente a él, con su túnica negra de corte elegante. Sencilla e impactante. Demasiado oscura para la fecha, pero no podría decir si era un material pesado o no. Parecía que no tuviera textura, y simplemente no pudo decir de qué estaba hecha.

En cambio, al lado del Slytherin, el pequeño estaba con unos pantalones claros y un ligero polo azul oscuro. Este hacia resaltar la palidez de sus brazos, pero en conjunto, parecía verdaderamente una miniatura de su Slytherin.

Suspirando se dirigió directamente al mayor de los rubios. La mirada indiferente de éste se posó un segundo sobre él antes de seguir observando el lugar, rompiéndose en algún momento. Elevó una ceja cuando vio a un hombre sentado en la barra de aquel restaurante, discutiendo con el dueño por dinero. Seguramente no tenía como pagar.

Draco no se ubicaba. Habían dicho Callejón Diagon, pero no sabia donde habían salido. Era un bar, pero no lo reconocía dentro de los locales que visitaba. Parecía un establecimiento pobre, y algunas personas voltearon a mirarlos. Qué extraño trío formaban.

Sin ponerse de acuerdo, ambos muchachos avanzaron hacia la puerta, Draco sosteniendo la mano de Damon. El niño tenía los ojos abiertos, mirando todo, y a la vez nada, como si fuera la primera vez que visitaba ese lugar. Y técnicamente, era la primera vez que Draco visitaba ese lugar también.

La calle estaba abarrotada de personas. Como siempre. Los extraños carteles estaban colocados sobre las puertas, y jaulas llenas de especias y animales se amontonaban a ambos lados del callejón. Diferentes tonalidades de túnicas se mezclaban en aquel remolino de gente.

Draco apretó más la mano de Damon.

Harry volteo a mirarlos, sin saber qué hacer ahora. Volteó, leyendo el cartel del local. 'Abracadabra'. Su rostro no pudo ocultar sus pensamientos. Aquel era el nombre mas patético que hubieran podido ponerle a un local. Prácticamente gritaba 'amante de muggles' a todos los transeúntes. Y tal vez eso mismo pensaba Draco pues ahora miraba desdeñosamente la puerta detrás de él.

- ¿A donde vamos? – preguntó Damon, tirando de la manga del Slytherin y mirando a ambos con sus grandes ojos grises.

Harry se volteó hacia Draco, como preguntándole. El rubio había hecho lo mismo, arqueando una ceja y con una media sonrisa en los labios. Había amargura en su rostro. Lo sabía. Lo sentía.

- No conozco muchas tiendas de ropa en el callejón – admitió Harry sinceramente, sin bajar la mirada ni romper el contacto con los ojos grises.

Casi pudo ver la plata dentro de esa mirada temblar. Verla titilar como siempre pasa, moverse ligeramente debajo del párpado. Se percató de cómo parecían nublados. Los puntos celestes se mezclaban con el gris, difuminados sobre la superficie.

Parpadeó un par de veces, percatándose que se había quedado examinándolo. Al parecer, Draco también lo sintió. Entrecerró los ojos y volteó la mirada. A Harry le pareció ver un poco de vergüenza en su rostro, pero fue solo una visión. Alucinaciones de su parte. Ni bien lo vio ya no estaba allí, sólo un creciente disgusto que crecía en él mismo.

- Por aquí – exclamó Draco, sorprendiéndose a sí mismo.

Quería moverse. Había que terminar aquella escena lo más rápido posible. No quería toparse con ningún conocido y tener que explicar de alguna forma el hecho de encontrarse ahí con ese niño y con Potter.

Conocía una boutique de ropa infantil no muy lejos de Gringotts. Supuso que el Gryffindor no necesitaría visitar el banco, podía escuchar algunas monedas en sus bolsillos.

Y no quería alargar ese paseo.

Iban contra la corriente. Odiaba estar así, tan rodeado de gente. Cogía con más fuerza la pequeña manito que se deslizaba de la suya, bajando la mirada de vez en cuando para ver si aún continuaba ahí. Varios hombros chocaron contra su cuerpo, y casi podía asegurar que alguien le había tocado la 'espalda'.

Un poco irritado por aquella invasión a su espacio personal, apuró el paso y avanzó hacia una tienda que se extendía a lo largo del lado derecho. Esperaba que Potter lo estuviera siguiendo puesto que no pensaba ir a buscarlo.

Para su mala suerte, el moreno se detuvo a su lado cuando se colocó con Damon frente a la puerta. Con una mirada de disgusto se volteó hacia las vitrinas. Vio como el niño pegaba las manos al cristal, observando unos muñecos que había dentro y llevaban ropa de niños puesta.

- No te apoyes – le dijo separándolo del vidrio y mirándolo con un poco de reproche -. No es correcto y da la impresión de que no puedes comprar lo que hay detrás – añadió, mirando a Damon como si el pequeño entendiera.

Harry quiso decirle que el niño tenía cuatro años y no sabía a lo que se refería. Había estado a punto de abrir la boca y comentar algo sarcástico pero decidió callarse. Las cosas estaban tranquilas.

Luego, cruzando la puerta, se preguntó si Lucius le diría aquello a Draco de pequeño. Si era así, explicaría muchas cosas. No solo eso, sino que te daba una idea de la clase de persona que era, y porqué su hijo era como era. Tal vez era por eso que Draco parecía amarlo sobre todo. Era el único que comprendía aquellos extraños y superficiales códigos de conducta.

Tal vez, no.

Draco se había alejado unos pasos de él. El lugar estaba tapizado de mármol. La iluminación dorada le daba un aspecto amplio y lujoso. La ropa estaba colgada en ganchos, conformando un intrincado sistema de vitrinas y colgadores. Un marco blanco se encontraba al fondo a la izquierda, con un cartel sobre el que decía 'Probadores'.

Se acercó al rubio, deteniéndose justo detrás de su espalda. Iba a hablar cuando una mujer se acercó al Slytherin. Sonreía mostrando una dentadura blanca de dientes grandes. Tenía la piel aceitunada y llevaba el cabello rojizo sostenido en un moño. Unos mechones rizados escapaban del recogido, pero por lo demás estaba impecable. Llevaba un uniforme gris, una falda y un saco tipo sastre con una blusa blanca debajo.

A Harry le pareció más una secretaria que una vendedora.

- Sr. Malfoy, que gusto verlo por aquí de nuevo – comentó la chica en una voz juvenil que contrastaba con las arrugas que se formaban en su rostro

Tal vez no era tan chica. Harry se concentró mejor y vio como pequeñas arrugas se formaban en determinados puntos, delatando su verdadera edad. No pudo evitar sonreír afectadamente por esto.

Los ojos negros de la mujer se volvieron hacia él, mirándolo con una ceja arqueada y la sonrisa disminuyendo un poco en su rostro.

- ¿Puedo ayudarlo? – le preguntó, demostrando sus buenos modales pero haciendo obvio su fastidio por la intromisión.

- Viene conmigo – explicó Draco mirándolo de reojo y haciendo un gesto despreocupado en su dirección -. Busco ropa para él – agregó jalando a Damon y señalándolo con la vista a la chica.

- ¡Qué hermosa criatura¿Es su hijo? – preguntó la mujer, examinando a Damon y luego mirando a Draco.

El rubio ladeó la cabeza. Parecía que iba a hablar, pero se quedo mudo. Frunció el ceño y bajo la mirada hacia Damon.

- No, es mi hijo – respondió Harry adelantándose y sonriéndole desde el costado de Draco.

La mujer hizo un gesto de comprensión, aunque era obvio que estaba confundida. El niño era la viva imagen de Draco, no entendía como podía ser hijo del muchacho de cabellos negros y ojos verdes. Sacando esos pensamientos de su cabeza, y tal vez obedeciendo a su sentido común, volvió a sonreír y tomó la mano de Damon.

- Lo llevaré a probarse algunas prendas. No se preocupen. Mas o menos, cuánto…

- Lo que sea necesario. Queremos todo un guardarropa nuevo – contestó Draco, dándole poca importancia al dinero y volteando a revisar un chaleco que estaba colgado cerca.

Harry vio como la sonrisa de la mujer se agrandó y desapareció con Damon entre los pasillos. Seguramente escogería la ropa más cara de toda la tienda. Estas vendedoras recibían su sueldo de las ventas que realizaban. Resoplando por la falta de preocupación del rubio, se dio la vuelta y comenzó a vagar por entre los pasillos.

Pensó en quedarse al lado de Draco pero lo consideró inútil. El Slytherin lo ignoraba, y aunque eso era mejor a que le dirigiera miradas coléricas, no tenía ganas de sentirse invisible.

Caminó observando los saquitos en miniatura, aquellas bermudas tan pequeñas que le entrarían a un muñeco. No llegaban ni a la mitad de su pierna. Sonrió pensando en como haría para meter su cabeza por alguno de aquellos polos.

Se detuvo frente a una chompa. Era casi igual a una de las que él tenía. Era verde oscuro, media acanalada y con cuello redondo. La tocó, el material era cómodo. Agradable. No como el resto de chompas que picaban o eran ásperas.

Cogió la prenda y la colocó en su brazo.

Más o menos pasaron veinte minutos. Aburrido y habiendo recorrido toda la tienda sin encontrar alguna otra cosa interesante, regresó al lugar donde había dejado a Draco. No necesito llegar ahí puesto que en el camino se topó con él y la chompa que llevaba en la mano se le cayó.

Draco se volteó un poco consternado, pero al ver de quien se trataba solo resopló. Había planeado disculparse. Estaba a mitad del estrecho pasillo y la tienda se había llenado, volviéndolo el causante del choque. Los ojos verdes de Potter lo miraron desde atrás y no pudo hacer otra cosa que fruncir el ceño.

Estaba llegando al momento en el que la presencia del Gryffindor parecía haber desaparecido. Se percató que se le había caído una prenda de la mano. Una chompa verde. Con una mirada extrañada sacó la prenda que tenía entre las manos. Luego miró la que tenía Harry entre las manos.

Bufando molesto, tiró la chompa y se dio la vuelta avanzando hacia el otro lado de la tienda.

Luego, Harry se dio cuenta que esa era igual a la que él había escogido.

-----

- Aquí esta el pequeñín – se escuchó la voz de la mujer llamándolos desde un pequeño salón con espejos. Draco y Harry se levantaron simultáneamente, uno con las piernas entumecidas. Ya era la una de la tarde, y habían estado casi una hora esperando a que acabara.

Con los diez primeros conjuntos había estado interesado. Hasta se podría decir que entusiasmado, examinando cada detalle y la forma como la ropa le quedaba al pequeño. Ahora, después de miles de prendas, estaba cansado. Quería pagar e irse.

Oyó a Draco suspirar a su lado y pasarse una mano por el pelo. Volteó a mirarlo. Después de que el rubio hubiera salido corriendo al darse cuenta de que habían coincidido en gustos, no le había dirigido la palabra. No lo había mirado, para nada. Inclusive, ahora se notaba que lo estaba evitando.

La naturalidad estaba perdida.

Regresó la vista al niño, con un traje deportivo. La ligera casaca que tenía encima se veía cómoda, y los pantalones le quedaban un poco largos, pero podrían arreglarlos. Una vez que la mujer y el niño desaparecieron detrás de la puerta de nuevo, se recostó en el respaldar con un suspiro y cerró los ojos.

A su lado, sintió como Draco hizo lo mismo y el sonido de hojas siendo cambiadas. Respiró hondo, tratando de recordar algún momento en el que se había demorado tanto comprando. La única imagen que venia a su mente era de Ron con su primer sueldo y comprando ropa entusiasmado. Tenia que decidirse por unas cuantas prendas, y habían estado horas de horas en los probadores.

Recordó que ese día, Hermione no los había acompañado. Tal vez demasiado ocupada con sus libros. No sabía porqué la chica no había ido aquella tarde, cuando no se les podía ver despegados.

Desviándose del curso que tomaban sus pensamientos, regresó a aquel día. Ese paseo supuestamente amistoso. Se preguntó qué estaría haciendo Snape en la mansión. Tal vez colocando guardias prohibiéndole el paso. Conociéndolo, podía estar envenenando la comida luego de haber separado la de ellos.

O tal vez, poniendo veneno sobre sus sábanas.

Aunque no podía decir que le gustaría estar en la mansión en esos momentos. A pesar de la frialdad de Draco, cosa completamente normal entre ambos, la había pasado relativamente bien. Estar dentro de la mansión lo enfermaba, aunque estar fuera también. Le había entretenido ver al niño salir y entrar con diferentes atuendos, como si se tratar de un muñeco y estuvieran jugando mientras le cambiaban la ropa.

Pero lo mejor había sido cuando Damon abandonó los probadores con unos pantalones rojos y un polo de colores indescriptibles. Draco había negado con la cabeza y los ojos abiertos, mientras él mismo miraba extrañado a la mujer. El propio niño parecía avergonzado, y apenas negaron con la cabeza se metió corriendo al cuarto donde se estaba cambiando.

No pudo menos que sonreír, y a su lado Draco parecía consternado por las prendas. Luego de un momento, el rubio volteó a verlo y le sonrió imperceptiblemente. Harry se sorprendió, quedándose rígido en su sitio. El rubio, dándose cuenta de su desliz, regresó la mirada a su periódico con el ceño fruncido fieramente.

- Ya está – canturreó la mujer abandonando el pequeño cuarto con el niño del brazo.

Damon llevaba puesta una expresión de aburrimiento y fastidio que sólo la había visto en su espejo los días lunes. Draco se puso de pie, cogiendo el papel que la vendedora le tendía y mirando a Damon.

- ¿Está todo bien? – le preguntó

El niño asintió y se volteó al espejo. Llevaba puestos la misma ropa con la que había llegado al callejón, ahora olvidando los otros conjuntos que pronto estarían llenando su cuarto.

Draco le indicó a la señora que le dijera donde pagar, a lo que ella respondió amablemente y lo guió hasta la caja registradora. Harry lo seguía de cerca, caminando con Damon al lado. El niño levantó el rostro y lo miró antes de sonreírle. Harry no pudo sino sonreírle en respuesta.

Después, se preguntó qué estaba pasando ahí. Hasta ahora, Draco y Damon habían traicionado sus prejuicios, dirigiéndole una sonrisa por cabeza. Extrañado, se detuvo detrás del rubio mirando sobre su hombro.

- Aléjate, me fastidia que estés tan cerca – oyó murmurar al rubio cuando este lo miró sobre su hombro.

Harry entornó los ojos, sintiéndose ofendido con el tono que el rubio había usado. Vio las monedas que el Slytherin depositó sobre el mostrador y a la mujer cobrar las cosas, diciéndoles que esperaran un momento por las bolsas.

Con una sonrisa malvada, se acercó mas a Draco, pegando su cuerpo al otro y hablándole a la cajera naturalmente.

- ¿Hay algún lugar donde se puedan comer helados por aquí cerca? – preguntó, apoyando una mano sobre el mostrador, atrapando a Draco ante la mesa y su brazo.

Se alegró al sentir el nerviosismo del otro, la mirada fugaz pero molesta que le lanzó. Casi pudo ver los espasmos de cólera que lo recorrieron. Y los saboreó, cada uno de ellos. Disfrutando del contacto entre sus dos cuerpos, a pesar de la repulsión del otro.

Casi no sabía lo que le hablaba la muchacha, ni lo que él mismo le respondía. Estaba concentrado en la forma como el cuerpo de Draco se movía incómodo, sabiendo que no podía alejarlo y poner al descubierto su repulsión por el moreno. Sabía del escándalo que la mente del otro temía. Y él también había notado a algunas cuantas personas mirándolos detenidamente y grabando las escenas en sus morbosas mentes observadoras.

Casualmente, colocó una de sus manos en la cadera del otro, como para no perder el equilibrio. Un delicioso escalofrío recorrió la espalda del rubio, sintiéndolo él mismo. Los ojos grises se posaron en los suyos y lo hicieron retroceder.

Draco lo miraba con la misma intensidad de aquel día. Llevaba impregnados en sus ojos el mismo odio y la misma humillación que portaba luego de haberlo dejado en la habitación, solo y frío en el suelo. La impotencia se reflejaba en su piel, pequeñas arruguitas que decoraban sus hermosas facciones.

Harry bajó la mirada avergonzado. Oyó como la muchacha les pasaba los paquetes y tuvo que acelerar el paso para alcanzar al otro rubio fuera de la tienda. Ni bien había dado dos pasos, recordó al niño. Se volvió y lo buscó brevemente con la mirada, ubicándolo no muy lejos de donde habían estado.

Caminó hacia él y lo alzó sobre sus brazos. El pequeño seguía mirando las cosas a su alrededor, ignorando quién lo había levantado, y Harry se preguntó si hubiera ocurrido lo mismo de haber sido un extraño.

Como pudo, llegó a la puerta principal, buscando a Draco con la mirada.

- Aquí estoy – exclamó una voz detrás.

Giró sobre sus talones, con Damon en sus brazos mirando sobre sus hombros. El Slytherin lo miraba indiferente, con el semblante impasible y bloqueando cualquier emoción que pudiera colarse en sus ojos. Para Harry, aquello fue peor que tener que enfrentar la intensidad de sus sentimientos.

Sin mediar palabra, Draco se dio la vuelta y comenzó a caminar. Harry lo siguió, preguntándose brevemente dónde estaban los paquetes. Luego, vio el bolso que colgaba a un lado de la cadera del rubio y supuso que había encogido las compras, algo muy común entre los magos

- ¿Dónde vamos? – preguntó la vocecita de Damon al lado suyo.

- No sé – contestó con un encogimiento de hombros, volteando a ver las tiendas que quedaban a sus espaldas, y dándose cuenta que el bar a donde habían llegado estaba en la otra dirección.

- ¿No quieren helados?

Y Harry fue empujado por detrás para no detenerse en seco. Captó brevemente la respuesta animada del niño a su lado, confundido como estaba dentro de sus propios pensamientos. Seguramente, Draco le había prometido al pequeño que comerían helados y era sólo una coincidencia que él lo hubiera mencionado en la tienda.

Seguramente

Continuó avanzando, chocando una cuantas veces contra otros transeúntes. Un hombre especialmente corpulento se atravesó en su campo de visión y lo hizo replegarse hacia un lado, perdiendo a Draco de vista.

Maldijo bajo su aliento, sabiendo que no lo encontraría en ese mar de gente. Damon continuaba indiferente a todo, observando los carteles y cogiendo las puntas de algunos sombreros que pasaban frente a el.

De improviso, alguien los jaló hacia atrás, sacándolos de la multitud y colocándolos debajo de un pequeño tejado rustico.

- Tan perdido como siempre – exclamó una voz conocida detrás de él.

Se dio la vuelta, algo emocionado sin saber porqué. Se topó con dos ojos grises que lo miraban sonriendo y con una ceja arqueada.

- David, no pensé…

- Encontrarme por aquí. Lo sé. Se supone que debería de estar trabajando. Pero la pregunta es ¿qué haces TÚ aquí? – le contestó el otro adulto, aun mirándolo con una sonrisa

- Nada, vine a comprar ropa para… - respondió Harry quedándose a la mitad de la oración. Miró a Damon y frunció ligeramente el ceño -. Ya sabes, no tengo ropa de niño en mi casa.

- Sí, supongo… ¿y que tal te va con Damon? – preguntó, recordando lo huraño que había sido el niño mientras estaba en la carpa y como no habían podido sacarle ni una palabra antes de que Harry llegara.

El moreno iba a responder, pero se detuvo al ver sobre el hombro de David. A pesar de que era ligeramente más alto que él, podía observar detrás de él, y por lo tanto podía ver a Draco con el ceño fruncido aproximarse a ellos. Iba a volver a hablar cuando el rubio apareció a su lado y se situó al lado de David.

Su compañero se sorprendió ligeramente, frunciéndole el ceño en desconcierto al extraño que se había acercado de esa forma.

- Potter¿vas a ordenar algo o no? – exclamó Draco con su característico siseo de palabras arrastradas.

- ¡Yo quiero! – chilló Damon y trató de bajarse de los brazos de Harry, haciendo al moreno soltarlo.

Draco se alejó de ambos, así como había aparecido, de la mano del niño, hacia el mostrador.

El Gryffindor se hizo ligeramente hacia atrás y contempló el cartel que colgaba del tejado: 'Gelateria'. Alzando una ceja volvió hacia David, quien lo miraba desconcertado.

- Bueno¿me vas a contar o no? – le reclamó el otro con una media sonrisa y mirando a Draco fugazmente

Harry casi pudo ver su razonamiento debajo de su cráneo. Y quiso reírse por lo equivocado que estaba David. O sea, era obvio que pensaba que Draco era su pareja o algo así. Y por él no había ningún problema en que David creyera eso. Después de todo, no tenia porqué hablar con Draco.

- Lindo¿no? – le preguntó señalando a su vez hacia los dos rubios.

- Bastante – contestó David volteando algo reticente hacia Harry -. ¿De dónde lo sacaste? Parece bastante a gusto con el niño.

- Es un compañero de colegio… y se lleva mejor con Damon que yo – admitió Harry, contento por no haber mentido en la descripción.

- ¿No es Draco Malfoy? – preguntó David ahora con un nuevo tono, examinando mejor al rubio que cargaba al niño sobre el mostrador de sabores.

Acababa de recordar donde lo había visto, estaba seguro que en algún lugar había observado una foto de aquel joven. Aquel rostro no era muy difícil de olvidar. Aquella familia no era muy difícil de olvidar realmente. Trató de recordar, forzando su cerebro.

Lo encontró.

Había aparecido en El Profeta una descripción de los mortífagos que habían escapado de Azkaban. Uno de ellos, Zabini si no estaba equivocado, aparecía por ahí, y la única foto que habían podido recuperar de él la compartía con este muchacho. Ahora, recordaba que decía que ese mortífago y el chico Malfoy habían estado juntos sentimentalmente por bastante tiempo. Claro que esto lo sabía por los testimonios del juicio.

Se volteó hacia Harry, ahora con el rostro sombrío.

- Ten cuidado con él, Harry. Su familia ha estado metida mucho tiempo con las artes oscuras, y sus amigos no están menos dentro que ellos.

- Lo sé – dijo la voz cortante de Harry, ahora ligeramente molesto por el semblante de su amigo -. No te preocupes, no pasará nada – agregó con un tono tranquilizador.

David asintió y luego de una pequeña explicación, le dijo que tenía que irse. Despidiéndose brevemente, se separaron.

- No te pierdas, la búsqueda se ha retrasado, pero no anulado – oyó decir a su amigo antes de desaparecer entre las túnicas que pasaban por la calle.

Se dio la vuelta suspirando, pensando en las palabras del otro. Obviamente, eran sinceras, pero ignorantes. No era que los Malfoy no estuvieran metidos en nada oscuro (pues lo estaban, y bastante) pero no sabia que Draco no podía hacerle nada.

No por ahora.

Caminó hacia la parte interna del local, pasando el umbral de madera con ventanales a los lados. Dentro, un aire acogedor bañaba la estancia, con mesas pequeñas de madera envejecida. Pequeños grupos de tres o cuatro personas se acomodaban en las sillas, conversando y disfrutando de los postres que servían en el lugar.

Captó la imagen de dos cabezas rubias unas mesas un poco más allá, algo cerca del mostrador y se acercó algo cohibido. Llegó al lado de Damon, suspirando cuando la conversación se detuvo inmediatamente.

Draco levantó la mirada y sus ojos indiferentes se fijaron en él. Obviamente, el Gryffindor no esperaba alguna clase de invitación para sentarse así que rodeó la mesa y tomó asiento en la otra silla. Damon continuaba comiendo su helado como si nada.

Un silencio tenso se formó en la mesa. Los ojos verdes se desviaban de vez en cuando hacia el Slytherin, examinándolo. Mantenía el ceño fruncido y el cono en una mano. La forma como el helado era barrido de la cuchara lo cautivó. Aquellos labios suaves que acariciaban la cuchara con cada bocado…

- ¿No vas a pedir nada? – le preguntó abruptamente, sacándolo de sus pensamientos.

Harry se dio cuenta de que se había quedado mirándolo y se sonrojó ligeramente. El fruncido en el rostro pálido era amenazador, y sintió como se tiró hacia el otro lado ligeramente.

El moreno se puso de pie y se acercó al mostrador. Luego de un minuto, regresó a la mesa con un cono de chocolate con chispas. Había pensado en ordenar otro pero tenía una obsesión por el chocolate. Su resolución de probar cosas nuevas acababa de irse por un tubo.

Tomó asiento de nuevo mientras daba otra lamida a su helado. Las bolas que servían eran grandes, por lo tanto, casi la mitad chorreaba del cono. Luchando porque no se cayera el dulce, lamía todo el cono divertido.

Hasta que sintió dos miradas sobre él.

Se detuvo, sacando una servilleta y limpiándose la mano. Vio a los dos rubios que lo miraban con diferentes expresiones y cuestionó qué era lo que pasaba.

- Lo que pasa es que eres un salvaje, Potter

- ¿Salvaje! – le contestó airado al rubio, que ahora lo veía con desagrado e indicándole el mentón sutilmente -. ¡Yo no llevo mi nariz tan parada como para no disfrutar de un helado como se debe! – le dijo limpiándose el mentón y sacando un poco de helado de chocolate algo avergonzado

La expresión de indignación en el rubio fue deliciosa.

- ¿Cómo?

Ambos adultos voltearon hacia el niño, que había dejado la cucharita al lado y sostenía el cono con una mirada inquisitiva. Harry sonrió y arrimó su silla hacia Damon.

- Sólo tienes que lamerlo por donde se está chorreando el helado. Aquí… mira.

- ¡Potter! – se oyó la voz indignada del rubio -. ¡No voy a permitir que le enseñes esas salvajadas! – le recriminó airado Draco, separándolo del niño y pasándole la cuchara a Damon -. Toma, no aprendas esas cosas.

El pequeño cogió la cuchara un poco triste y con un leve puchero.

- ¡No puedo creerlo¡Tiene cuatro años, por dios!

- ¡Si no le enseñas desde ahora toda su vida se va a quedar con ese hábito!

- No sabía que comer helados como LA GENTE NORMAL era malo

- ¿Me estas llamando anormal!

- ¡Claro! Si vas a comer con cuchara pídete una copa de helado, no un cono.

- ¡En el cono viene más!

Harry no supo que responder a eso. Sin poder evitarlo, comenzó a reírse de la cara ligeramente ruborizada del rubio, que lo miraba con expresión asesina.

- Cállate

- 'En el cono viene mas' – repetía Harry burlándose de Draco.

- ¡Cállate! – le gritó Draco, dando un golpe en la mesa. Tal vez más fuerte de lo que pretendía pues a Damon, apoyado en la mesa, le temblaron las manos y el cono rodó por la mesa.

Los tres se separaron cuando el dulce de vainilla se regó sobre la madera. Harry, aun sonriendo, cogió una servilleta y limpió el borde de la mesa antes de que embarrara su pantalón también. Draco, con una mueca de asco, llamó al mesero que paseaba con un pañito entre las mesas.

- Limpie esto, por favor – le indicó, señalando la mesa.

Damon, por su lado, miraba su helado tirado en la mesa con ojos grandes y vidriosos. Luego, pasaba sus ojos hacia el cono vacío y la volvía a Harry. Y el Gryffindor no tuvo otra opción que comprarle otro helado.

Ahora, feliz con su segundo helado, regresaron a la mesa, donde Draco seguía comiendo el suyo con toda la paciencia que uno se pudiera imaginar. Su cono estaba perfectamente esculpido en una bola que no sobresalía del cono, con los surcos mascados por la cucharita de plástico que daban para degustar los helados.

- Lo estas malcriando – murmuró apenas se sentó.

- Tú botaste su helado – le contestó Harry, mirándolo brevemente y mordiendo su cono, ya que el helado de encima estaba completamente hundido y ya se lo iba a terminar.

- Pero tiene que aprender que con un berrinche no va a conseguir todo – se quejó el rubio, ahora mirándolo con el ceño fruncido y regresando a su helado.

Harry miraba al niño, ahora feliz comiendo su helado. Se le veía completamente diferente, risueño y nada huraño, como había estado antes. Inclusive, se podía decir que ya no rechazaba tanto a Harry. Cuando habían estado comprando los helado, le había jalado la manga y preguntado si le parecían bien los sabores.

El Gryffindor se volteó hacia Draco.

- ¿De qué es? – le preguntó

- ¿Qué?

- El helado… ¿qué sabores son? – volvió a preguntar, mirando al rubio como si fuera alguna clase de retardado.

El rubio se desconcertó un momento, haciendo una mueca bastante tierna.

- Fresa y chocolate – contestó luego de un segundo para seguir comiendo.

- ¿Fresa y chocolate?

- ¿Algún problema?

- No… no necesitas estar tan agresivo – contestó sarcástico regresando a su helado.

Y el Slytherin le lanzó una mirada que le indicaba que se callara, pero Harry esbozó una sonrisa cuando vio a Damon lamer su helado.

-----

Los tres caminaban juntos de regreso al Caldero Chorreante. Habían tenido un pequeño intercambio de palabras sobre usar los polvos flu desde ahí o desde el bar al que habían ido primeramente. Según Draco, se podía entrar a la mansión desde cualquier chimenea. Los guardias se abrían dependiendo de la persona, no del lugar de donde viniera.

Entonces, Harry lo siguió hasta el Caldero Chorreante preguntándose porqué Lucius le había dicho que sólo podía entrar desde la hacienda donde habían hecho el trato. Y peor aun, porqué le había creído.

El camino de regreso se había hecho ligeramente más largo. Damon ahora, mucho más desenvuelto con ambos, había parado en varias tiendas a observar por las vitrinas. Luego de dos recriminaciones por parte del Slytherin sobre apoyarse en los vidrios, sólo señalaba desde afuera.

Para Harry, el rubio estaba casi tan emocionado como el pequeño al observar todas esas cosas. Lo había encontrado contemplando un peluche morado mientras la cajera pasaba los juguetes que Damon había escogido. Prefirió ignorarlo.

Ahora, cargados de ropa y juguetes, se abrían paso entre las personas sombrías del Caldero Chorreante. Oyó debajo una pequeña queja y a Draco diciéndole a Damon que se comportara. Harry suspiró con ese comentario, ya había perdido la cuenta sobre los comentarios de conducta que el rubio había hecho toda la tarde.

Pero era cierto, el aire dentro de la estancia estaba mucho más cargado que el resto de veces. Las luces eran más sombrías, las personas lucían aspectos extravagantes. Mucho más de lo normal.

Mientras Harry observaba, sintió como Draco apuró el paso a su lado, jalándolo del brazo y casi haciendo volar a Damon. No pudo evitar verse arrastrado hacia un lugar más oscuro.

- ¿Qué demonios te pasa, Malfoy? – le reclamó irritado.

- Lenguaje, Potter – fue la respuesta que recibió.

- ¿Qué…?

- Slytherins – respondió el rubio, cargando a Damon -. Flint y otros mayores – fue su breve explicaron mientras le tendía al niño -. Adelántense a las chimeneas, estoy con ustedes en un segundo.

No tuvo tiempo de reclamar cuando el rubio ya se había dado la vuelta haciendo ondear ligeramente el borde de su túnica. Harry sonrió recordando cuantas veces había visto esa típica vuelta de villano.

Avanzó hacia las chimeneas y se sentó en un sillón que había cerca, con Damon al costado. Suspiró.

-----

Draco avanzó hacia el grupo de ex compañeros de casa que se ubicaba en una de las mesas más sombrías del local. No se alegraba de hacerlo, pero hacia tiempo que no hablaba con nadie. A parte, ellos lo habían reconocido.

Sólo esperaba que lo hubieran visto solo.

- Malfoy – lo saludó Marcus Flint, poniéndose de pie y realizando un ligero asentimiento.

El rubio respondió el saludo, y lo mismo se repitió con los demás. Si no estaba mal, esos dos hombres eran dos años mayores que él y no recordaba sus nombres. Se maldijo a sí mimo puesto que no recordar los nombres de otros Slytherins era un sacrilegio.

- Hace tiempo que no te vemos por aquí – le dijo Marcus, algo arisco, a su lado.

- No tenia tiempo para estas reuniones de ex alumnos

Uno de los hombres sonrió burlón hacia Marcus. Draco miró detenidamente sus rostros. Uno casi tan pálido como él mismo lo observaba por debajo de una capucha. Con la oscuridad del lugar no lograba distinguir bien sus facciones. Un mentón fino, sin barba, y sus manos largas de finos dedos que se enredaban debajo de su mentón.

El otro, más corpulento, también se sentaba en las sombras de frente a él. Draco arqueó una ceja y se volvió hacia Flint.

- ¿Por qué las capuchas?

- Seguridad – contestó el jugador de Quidditch, sonriéndole tras su vaso de cerveza -. Soy el único que no tiene un archivo en el ministerio.

Draco resopló imperceptiblemente y miró hacia las chimeneas. Podía ubicar a sus dos acompañantes en una esquina, sentados sobre un sofá de cuero. Regresó hacia las personas en la mesa, decidido a irse pues el silencio era muy incómodo.

- Me van a disculpar pero tengo una reunión en la mansión. La familia espera.

- Y ahora tu eres la cabeza de la familia – continuó el hombre corpulento, mirándolo desde debajo de su capucha.

- ¿Disculpa?

- Lucius… sabemos que no se encuentra en tu mansión – le respondió, logrando que las otras dos miradas se posaran en él.

Draco lo observó extrañado y se hundió nuevamente en el asiento, colocando sus codos sobre la mesa.

- ¿Y piensas hacer algo al respecto? – preguntó con un tono amenazante que no había planeado

- Sabemos que está en uno de los refugios. Hay gente en el ministerio buscándolo, dicen que pruebas que podían meterlo a Azkaban han desaparecido – le explicó el desconocido.

- ¿Trabajas en el ministerio? – volvió a preguntar con una ceja arqueada

- Draco, es McFair. ¡Claro que trabaja en el ministerio! – susurró Marcus a su lado, acercándose más de lo que Draco necesitaba para sentirse cómodo.

Ahora lo recordaba. Arthur McFair, dos años mayor que él, había salido con honores de Hogwarts y un puesto en el ministerio que había sido comentado en la sala común mucho tiempo. Un tipo solitario y prepotente, fuerte pero bastante manipulable.

Sintiendo la mano de Marcus demasiado cerca de su pierna, prefirió regresar al tema.

- ¿Qué dicen en el ministerio?

- Que Lucius Malfoy desapareció todos sus archivos y se echó a la fuga. Nadie lo ha visto por ahí. Seguramente durante esta semana irán a tu mansión – le explicó, casualmente como si no trataran nada importante, como para no llamar la atención.

- Demonios…

Draco se recostó en su silla, suspirando y frunciendo el entrecejo. Marcus lo miraba, con un brazo sobre la mesa y el otro colgando al lado de la silla. McFair los observaba desde su capucha y el otro individuo aún estaba sentado e inmóvil.

Estamos viendo como postergar la redada, pero lo más probable es que se haga mañana o pasado mañana. Las cosas están feas, y con los mortífagos afuera, esos incompetentes están nerviosos.

Marcus y el otro soltaron unos resoplidos de burla. Draco podría decir que había una sonrisa debajo de cada capucha. McFair sonrió con complicidad y clavó los ojos en él nuevamente.

Luego de un momento en silencio, el rubio recordó a los otros dos. Miró a Marcus y luego a McFair. Se detuvo un momento en el otro individuo. Quería preguntar quien era pero habría sido inútil. Si no le habían dicho su nombre, esperaban que lo reconociera o no podían decirlo en voz alta.

- Debo irme- anunció Draco, mirando a todos con una expresión seria y algo preocupada.

Los cuatro hombres se pusieron de pie y el rubio asintió como despedida. Se dio la vuelta pero Marcus lo tomó del hombro, dándole la vuelta.

- Espera… mira esto – le dijo mientras sacaba un paquete de su túnica -. Casi me olvidaba. Necesito dinero y tengo esto para vender – le explicó, con un toque de vergüenza en el rostro.

Draco arqueó una ceja y McFair lo miró divertido. El rubio se preguntó qué había pasado esos últimos días para que Flint estuviera vendiendo sus pertenencias Aunque conociéndolo, seguramente necesitaba dinero para alcohol o drogas. El banco registraba todos sus retiros que eran controlados por el resto de parientes. Ese sistema era una porquería, según él. Por suerte, Draco no tenía parientes.

- Esta daga… era de mi abuelo – le explicó, desenvolviendo un cuchillo con hoja reluciente. Se veía afilada, con las runas adornando el mango y algunas piedras verdes sobre una cresta plateada.

- Ahórrate el cuento – le dijo mientras cogía el arma.

Casi al instante, soltó un quejido, pasando la daga hacia su otra mano. El extraño de atrás la cogió, también cortándose con la hoja y cogiéndola inmediatamente por el mango. Draco miró a Marcus un poco irritado con un pañuelo sobre el corte.

- Avisa cuando tenga demasiado filo – susurró ante su rostro burlón.

- Deberías de saber que la dagas se cogen por el mango

- ¡La estaba examinando! – le reclamó indignado antes de girarse.

Draco se volvió hacia el individuo y pidió el arma. Pudo ver le herida en la palma, no tan grande como la suya pero también sangraba. Era un corte diagonal en la palma. Marcus recibió su cuchillo y miró a Draco.

- ¿Lo quieres?

- No, Marcus… en este momento no tengo dinero

- ¡Un Malfoy no tiene dinero! – se burlo McFair detrás de Marcus

- No puedo andar por ahí comprando todo lo que me ofrecen – siseo Draco, callándolo casi al instante con una mirada.

- Son solo 30 galeones – ofreció el Slytherin

- No, gracias – le dijo, observando el arma un momento mas y volviéndose hacia los hombres -. Buenas tardes.

El rubio se dio la vuelta y oyó las sillas nuevamente cerrarse detrás de él. Atravesó las mesas y llegó hasta las chimeneas, indicándoles que se metieran los otros primero.

- Pero…

- Entra y llévate a Damon. No me pueden ver contigo – murmuró Draco cuando el Gryffindor parecía a punto de quejarse.

No tenia ni idea de porqué iba a quejarse pero pensó que fue por el pañuelo manchado que llevaba en la mano. Vio como el Gryffindor cogía a Damon y desaparecía en la chimenea.

Él cogió el saquito de cuero y tomó un poco de polvo. Lo lanzó a la chimenea y vio como las llamas se volvieron azules, danzando frente a él. Dudó un momento antes de entrar cuando fue lanzado hacia adentro, abrazado por otra persona.

Se dio la vuelta dispuesto a soltarse, un ataque de histeria amenazando por aparecer. Vio un par de ojos negros en la oscuridad bañados por las llamas azules. En las llamas, el cabello ocultaba aquel rostro que creía conocer.

- Hola, Draco

La sorpresa hizo que perdiera las palabras en el rugido de las llamas y el color de los ojos que lo miraban, abrazado a él, mientras daban vueltas dentro de la chimenea.

----------------------------------------------------

Chapter Summary: (19 de Marzo) Donde Harry divaga, Draco los guía a una tienda para niños, ambos coinciden en gustos, Draco los lleva a comer helados, se encuentran con otros Slytherins, y alguien se mete a la chimenea con Draco.

GaB

Modificado el Viernes 04 de Enero, 2006

----------------------------------------------------