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DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.
AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.
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Título: Propiedad Privada
Autora: GaBo0
Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise
Rating: M
Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?
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Propiedad Privada
By GaBo0
CAPITULO 18: Amargas Conexiones
Nuevamente, un aura de misterio los envolvió al sentarse en los mullidos sofás de ese salón. El ventanal hacía ondular las cortinas de seda verde dejando que la fría brisa de la noche ingresara en la habitación.
Blaise arregló su túnica antes de sentarse y miró directamente a los ojos del que había sido su maestro de pociones hacia más o menos cuatro años. Se dio cuenta que los años parecían no haber transcurrido en él, como si una burbuja de tiempo se inflara a su alrededor y no pudiera derrotar el gesto estoico en su rostro o su porte de villano clásico. Éste, perdiendo su frialdad por un segundo, parecía no decidir la forma de comenzar.
- Blaise – dijo antes de fruncir el ceño y quedarse en silencio nuevamente.
Se dio cuenta que el mayor no tenía intenciones de continuar, así que se reclinó hacia delante y apoyó los codos en sus rodillas, arqueando una ceja elegantemente antes de decir con una ligera sonrisa.
- Snape… no me sacó de la cama, donde me encontraba felizmente dormido al lado de Draco, para recordarme cómo me llamo.
Severus entrecerró los ojos amenazadoramente y adoptó la misma posición del pelirrojo.
- La vida de Draco ha cambiado drásticamente, Zabini. Dudo que noches como la de ayer se repitan.
El rostro de Blaise se deformó en una pregunta silenciosa. Snape tomó aire largamente, sin dejar de mirarlo o relajar su semblante.
- Como sabrás – inició con el frío tono que solía usar en sus lecciones -, los primogénitos de todas las familias de sangre pura le pertenecen a la familia hasta cumplir los 21 años
Se detuvo a observar a Blaise, con la expresión que usa un maestro cuando espera la respuesta correcta de un alumno.
- Sí, sí, - asintió Blaise, entornando los ojos casi tiernamente -, papá obligó a Elena a casarse gracias a ese contrato – añadió con un poco de tristeza.
Severus asintió pesadamente, aligerando la tensión en sus hombros, y fijó los ojos en las esferas castañas que lo miraban con intensidad.
- Por lo general, este poder lo ostenta el padre de familia… y en la mayoría de casos, todo sigue su curso normal, ignorando la existencia del contrato.
Blaise asintió de nuevo con impaciencia, temeroso del rumbo que podía tomar la conversación.
- Como también debes saber, este poder puede ser transferido…
Torció los labios desconcertado y frunció el ceño. El cerebro del menor trabajaba desgastando su último gramo de imaginación, pensando las posibilidades que aquella indirecta acarreaba. Se le hacía imposible pensar que lo que sospechaba era cierto… que las absurdas ideas en su mente no sólo pasaban por SU mente.
Snape resopló y se tumbó contra el respaldar del sillón, llevándose las manos al rostro. Tal vez lo mejor sería decirlo sin rodeos, pero corría el riesgo de tener que contener a un Slytherin enfurecido con ganas de matar a cierto Gryffindor.
Por otro lado, el chico no era ningún tonto y ya debía de tener una idea del punto al que quería llegar.
- Es por eso que Potter está aquí…
Lo dejó atar cabos un segundo y es probable que el asombro fuera lo que mantuvo a Blaise en el sofá antes de lanzarse violentamente contra la puerta.
- ¡Zabini, no! – gritó, sellando las puertas e impidiéndole la salida -. Cálmate primero, no podemos hacerle nada por ahora – añadió sin mirarlo y con una calma extraña en la voz y el semblante.
- Pero… ¿por qué no! Debería estar muerto ya… deberías de haberlo matado desde el principio… ¡apenas lo viste! – le espetó furioso, ocasionando que el profesor se pusiera de pie y lo enfrentara con la misma furia.
- ¡Date cuenta Zabini! No soy un mortífago ahora… ¡no mataré a ese Gryffindor por mucho que lo odie, pues no soy más un asesino!
La tensión podía sentirse pulsando en sus oídos, casi se podía cortar el hilo que pendía entre ambas miradas.
- ¡Traicionas al grupo y nos traicionas a Draco y a mí!
- ¿Por qué crees que no existen magos de sangre pura menores de edad sin padres! – le gritó traspasándolo con la mirada -. ¡Piensa Zabini! Ese contrato implica una vida compartida… ¿ahora tienes una idea de lo que pasaría? – respiró un par de veces antes de agregar con tono venenoso -. Y no me vengas con sermones de lealtad en este momento.
Blaise frunció los labios, tragándose agrias palabras que luchaban por abandonarlo, y fue a sentarse en el sofá.
- Es solo teoría – murmuró, como aquel ciego que tantea una pared oscura en busca de apoyo.
- No lo es.
- ¡Pero Draco ya tiene 21 años!
- No los tiene…
El menor lanzó una mirada fugaz a Snape, con la mirada perdida que usaba cuando no entendía algo, y la bajó nuevamente para observar al piso.
- No podemos hacer nada - suspiró
- No antes de dos meses…
Snape se sentó frente a Blaise y fijó su mirada penetrante en él.
- Su cumpleaños es a fines de mayo. Me sorprende que no lo recuerdes…
Blaise se mordió el labio inferior, pero un brillo mortecino iluminó en sus pupilas.
- Potter ya tiene 21 así que no habrá problema por ese lado
- ¿Y por qué habría de haberlo?
- Si Potter no tuviera 21 tampoco podríamos hacer nada. Si ambos son mayores de 21, el vínculo se rompe… - explicó Snape con toda la paciencia que podía reunir, la cual no era mucha y la explicación fue cortante y rápida.
El pelirrojo asintió lentamente y posó sus ojos en algún punto por encima del hombro del profesor con algo de locura en su mirar.
- Hay que preparar un funeral para junio… - murmuró, esbozando una sonrisa demente en el rostro pálido.
Ambos rostros semiocultos se transformaron por un segundo en dos estatuas de mármol abandonadas en la oscuridad. La luz de la vela titilaba deformando las formas sobre ambos semblante, formando ángulos y sombras fantasmagóricas que amenazaban desde su pacifico lugar en la alucinación del momento. Ambos, un par de vampiros reunidos en una ceremonia de sangre. Ambos, contradiciendo la expresión del otro con la misma lúgubre advertencia en la mirada.
Snape sonrió afectadamente y se dirigió al bar. Sacó una botella con un líquido color sangre y sirvió un poco en dos copas. Se acercó a Blaise, dándole la bebida y mirándolo con una media sonrisa.
- Tenemos que ser muy cuidadosos… A pesar de todo, aún es el Niño-que-vivió.
- ¿No somos siempre cuidadosos? Somos Slytherins, Snape – exclamó con una sonrisa audaz en los labios, urdiendo un plan mientras se servía otra copa de licor, arqueando una ceja elegantemente sobre su frente.
- ¿Le diremos a Draco? – añadió luego de un momento.
- No lo sé – aceptó Snape, jugando con la copa entre los dedos -. Draco anda muy sensible con respecto de Potter.
- ¿Pero no se alegraría de deshacerse de él? – preguntó Blaise algo sorprendido, bebiendo el final de su copa y sirviéndose más.
- No lo sé – repitió Severus, avanzando hacia Blaise y quitándole la botella -, pero no podré planear nada si estás ebrio.
El menor tuvo la decencia de sonrojarse.
- Es sólo vino…
- Y estaba en el bar de Lucius… no sabes con qué lo puede haber mezclado o si es siquiera vino. Saqué la botella porque tenía sed y no hay otra cosa aquí – exclamó con un poco de irritación -. No lo hice por ser un buen anfitrión, créeme.
Blaise resopló indignado examinando la copa mientras Severus guardaba la botella. Luego, fue hacia los sofás y se sentó despreocupadamente en ellos.
- Lo primero que debemos hacer…
- ¡No! Espera… hay cosas que no entiendo – lo cortó Blaise al instante en que comenzó a hablar.
Snape puso los ojos en blanco y se preparó para las preguntas.
- ¿Qué pasó?
Y supo que frente a la determinación que ostentaba el otro no podría hacer nada.
- Yo mismo no sé mucho sobre eso – admitió con pesar -. Sólo sé que Lucius, por alguna razón, hizo un acuerdo con Potter.
- Pensé que Draco le importaba… – exclamó Blaise indignado
- Yo también… es por eso que necesito encontrarlo.
- ¿Para qué?
- Este contrato no solo crea poder sobre Draco sino otro vínculo entre ambos, que para mí es ridículo – pero me preocupa -. En la mente de Draco, Potter irá ocupando el lugar de Lucius… y para tener tan poco tiempo ligados, ese lazo se ha forjado muy rápidamente.
La expresión horrorizada de Blaise le permitió continuar.
- Tengo que encontrar alguna forma de evitar que se solidifique. Lucius jamás saldrá de la cabeza de Draco pues esta casi fusionado con él. Es por esto que tal vez tenga una solución, a pesar de ser el causante de todo – se detuvo un momento y suspiró -. Por eso voy a buscarlo – finalizó recibiendo un asentimiento. Luego añadió -. A parte, quiero que él mismo sea quien le diga a Draco por qué hizo lo que hizo…
Blaise asentía pensativo.
- ¿Entonces me quedaré a cargo de todo?
Snape asintió divertido.
- Todo mientras Draco te lo permita…
- Siempre ha sido muy autosuficiente – agregó Blaise sonriendo ligeramente.
Después de unos instantes en silencio, Snape posó su copa vacía y exclamó con mordacidad.
- Tendrás que mantener a Potter alejado. No sabe controlar sus hormonas hasta ahora.
La risa del Slytherin sonó como campanillas en un pasillo de piedras subterráneo, con una triste alegría que hacía tiempo no oía Snape. En ese momento, le suavizó el corazón.
- Después de todo este tiempo… pensé que se le habría pasado.
- ¿A ti se te pasó? – preguntó con cautela, algo de lo que el otro no se percató por tener la mirada perdida en las llamas de la chimenea, dejándole al profesor examinar su rostro en la semioscuridad sin tener que avergonzarse de ello.
Después de unos minutos en los que Snape pensó que no respondería, su semblante se agravó y bajó la mirada. El cabello pelirrojo ocultó su rostro un segundo antes de que elevara una mano pálida y lo retirara de él.
- Es diferente…
Se quedaron en silencio nuevamente, sólo el viento rompía la burbuja insonora en la que se encontraban.
- Mataría a Potter antes de permitir que le toque.
El rostro de Snape se ensombreció un poco con la amenaza susurrante de Blaise. Sabía de la determinación encerrada en la amenaza. Por un momento, pensó que debía contarle todo lo que sabía al otro. Por otro lado, conocía perfectamente a Malfoy y a Zabini como para saber que debía de mantenerse en secreto. Y fue en ese momento en que sintió que un fardo de arena era colocado sobre su ya atrofiada columna. La oscuridad no pudo disimular la pesadumbre de su alma.
- ¿Qué pasa? – preguntó Blaise tomando la mano derecha del mayor entre las suyas.
Severus reaccionó en ese momento, dándose cuenta de que el otro le estaba hablando, y sacudió la cabeza tratando de enfocar al joven que se delineaba frente a él. Se preguntó si realmente esa figura etérea había estado en Azkaban; si era cierto que ese lugar se lo había tragado todo ese tiempo. Él mismo había enfrentado a muchos prisioneros, Black entre ellos, poco tiempo después de fugarse, y el dolor en sus miradas contradecía la limpidez de los ojos castaños de Blaise.
Por otro lado, el chico mantenía la misma figura de siempre. El mismo porte altivo y la forma en la que parecía volar al moverse que le caracterizaba. No existía pesadez en su andar, o amargura permanente en su semblante, si bien por momentos su rostro expresaba una tristeza honda que calaba en su interlocutor y congelaba el aire que le rodeaba.
Severus negó con la cabeza y emitió lo que podría considerarse una sonrisa. Una de las cosas que siempre le sorprenderían del muchacho era la capacidad que tenia para responder una sonrisa con otra igual. Incluso después de tanto tiempo.
- Ahora… tenemos que pensar cómo nos desharemos de él…
El mayor asintió y se acomodó en el sillón, viendo a Blaise estirarse sobre el otro sofá sin perder el contacto visual.
- Maldito Gryffindor… - exclamó el menor
Severus le lanzó una mirada burlona algo irritada y resumió su meditación. Potter era un mago poderoso, y no se le podía tocar hasta que Draco cumpliera 21 años. Eso les daba dos meses aproximadamente.
Primero, había que ser cautelosos y conseguir buenos hechizos de defensa. Lo malo era que ningún Slytherin se arriesgaría a un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Sería muy tonto de su parte usar las manos cuando tenían el cerebro.
- Le quitaremos la varita
Blaise alzó la mirada fijándose en el perfil ensimismado del profesor.
- Y luego lo matamos con armas muggles y lo echamos a un río… - se burló Blaise alzando la ceja.
Snape asintió ausente antes de voltear rápidamente y examinar las facciones de su alumno.
- Es nuestra mejor opción – siseó con ojos entornados, desafiando la ironía en las palabras del otro.
- Pero el-que-no-debe-ser-nombrado nunca pudo tocarlo…
- Voldemort nunca tuvo suficientes razones, y Potter jamás confió en Voldemort. Se encuentra confiado en estos momentos – murmuró Snape antes de girar hacia Blaise -. Y si usas tu cerebro, Zabini, tenemos la ventaja de que ahora Potter no tiene nadie que muera por él.
Blaise sonrió paulatinamente, sumiéndose en sus reflexiones con una peligrosa mueca en los labios.
- Celebramos el cumpleaños de Draco, y que un elfo busque su varita – explicó con una mirada demente en los ojos negros.
Unos segundos después, Blaise se echó en el sofá y lo miró de nuevo.
- ¿Y si lleva la varita en los pantalones?
Snape abrió la boca para contestar, pero fue cortado por el sonido inconfundible de pasos. Una persecución que cobraba intensidad, algo frágil haciéndose añicos contra el suelo, el sonido sordo de un cuerpo contra la piedra…
Silencio
Blaise y Snape intercambiaron miradas antes de salir disparados hacia el lugar de donde había venido el ruido. Snape corría detrás de Blaise, quien abría y cerraba puertas sin éxito.
El sonido de la madera chocando violentamente con la pared intensificó el salto que dieron al abrir una sencilla puerta de roble.
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Un suspiro escapó nuevamente de sus labios. Hacía cinco minutos que trataba de bloquear la voz del otro hombre, distraído como estaba con la cadena de plata entre sus manos. Rodó una vez más los ojos al reconocer la misma palabra en la perorata que Blaise le estaba dando. Se acomodó mejor sobre los almohadones y, recostándose en ellos, alzó la mirada con indiferencia hacia el otro chico.
- De repente deberías mantenerte en tu cuarto. No es seguro que salgas …
Ante esto, la indiferencia que sentía se transformó en irritación, y Draco entornó los ojos perforándolo con la mirada. Apretó la cruz en sus manos y se puso de pie. Pasó a Blaise de largo dirigiéndose al baño. Quería mojarse la cara. Se sentía cansado, tenía sueño, y estaba aburrido sobremanera gracias al Slytherin.
- ¿No lo entiendes? Enfrentarlo es lo peor que puedes hacer y estaba pensando que mejor te quedas aquí por un tiempo… lo que falta para tu cumple… - pero antes de terminar, el rubio volteó intempestivamente, ocasionando que el pelirrojo casi perdiera el equilibrio.
- ¡No voy a encerrarme en mi propia casa! – le dijo con ira en los ojos -. ¡Tú no eres nadie para andar pensando o decidiendo lo que debo o no hacer¡¿Crees que porque apareces de repente y te dejo entrar en mi cama eres importante en mi vida! No lo eres, Blaise, y deberías saberlo… No eres nadie – le dijo, apretando los puños y mirándolo con rencor -. ¡No lo serás nunca!
Draco se dio cuenta que había estado gritando. Tragó de saliva en un vano intento por calmarse. Vio como Blaise lo miraba detrás de sus ojos oscuros que se habían llenado de una emoción que prefirió ignorar. Suspiró resignado, sintiéndose helado, dándose la vuelta.
- Dejaste de existir en nuestra graduación – susurró Draco retomando su camino al baño.
Blaise, paralizado por las emociones que descifró en los ojos del rubio, sacudió aquella sensación incómoda que trataba de colarse en su sistema y se adelantó hacia Draco, dejando de lado el dolor que le habían causado sus palabras.
Jaló su brazo y logró voltearlo, chocándolo contra la pared, sellando los labios del rubio con los suyos. Al segundo, éste respondía al beso con tanto fervor como él mismo.
Aunque era lo más alejado de un beso que podía haber…
Sus labios chocaban, lastimando al otro. Al parecer, buscando hacer el mayor daño posible al enemigo. Podían sentir el sabor metálico de su propia sangre jugar entre ambas bocas, los dientes rompiendo la piel de sus labios. Se separaron, mirándose fijamente a los ojos, un hilillo de sangre corría de la boca de Draco mientras que Blaise tenía una herida en la parte interna del labio.
Y ninguno parecía darse cuenta.
La mirada castaña se conectó con la gris, esperando casi con desesperación que una sonrisa apareciera en ella. Esperando algo más que aquella expresión que Draco le regalaba, algo que no le partiera el alma de nuevo.
- ¿Crees que ahora te diré que te amo? – se burló -. ¿Que saltaré a tus brazos y te pediré que me saques de aquí? – le preguntó despectivo, con una risa amarga y cruel -. Eso creías… ¿Zabini?
Blaise entreabrió los labios, dispuesto a soltar un comentario igual de cruel que devolviera aquella ceja arqueada a su lugar, pero no encontró las palabras. Sólo se detuvo a examinar al hombre frente a él, al mismo que conoció en Hogwarts. Al mismo con el que había compartido sus cosas, con el que había descansado por las noches, con el que había llorado cuando su madre se mató…
Le sorprendió cómo las cejas eran de por sí arqueadas, y cuando Draco las alzaba le daban un toque sarcástico y amenazador a su mirada que no había notado antes. Tal vez porque nunca había estado del otro lado.
Un mechón platinado cayó sobre el rostro que tenia en frente y no se detuvo a pensar antes de estirar su mano y posarlo detrás de la oreja del Slytherin.
Draco no se inmutó.
Regresó su mano a su lugar y se mordió el labio inferior bajo la mirada escrutadora del otro. Entonces, éste lo abordó tan violentamente como lo había abordado él mismo hacia unos instantes. Sintió su mano bajo su cabello, un susurro de piel sobre su nuca. La voz sedosa de Draco hablándole al oído, amenazadora y seductora.
- ¿Qué buscabas viniendo aquí, Blaise? – susurró con repulsión delineada en sus palabras -. No hay nada para ti aquí… Tu lugar ya no existe, ni en esta mansión ni aquí – exclamó tocándole el pecho, al lado izquierdo. Se alejó de él, sin retirar su mano, mirándolo con asco y burla, ahondando el sentimiento de culpa que solía crepitar en su interior.
Sin poder evitarlo, o tratar de hacerlo, preguntó aquello que rondaba su mente desde que llegó a esa casa.
- ¿Potter?
Draco apretó los labios y frunció la nariz. Abrió la boca, pero no dijo nada. Un rayo de reconocimiento cruzó su rostro antes de que sonriera malévolamente elevando sus cejas otra vez. Luego, con una media sonrisa se dio la vuelta y la pared de piedra apareció detrás de él.
Pero Blaise no vio como del otro lado, la espalda del rubio chocaba contra la pared en medio de un suspiro frustrado. Su sonrisa completamente borrada, su mirada perdida sobre el espejo…
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Mientras que Blaise caía sentado al suelo, Draco no podía quitarse de la cabeza la forma en la que había reaccionado cuando éste sugirió que se refugiara en su dormitorio. Cualquiera concordaría en que era lo mejor para todos si se mantenía alejado del Gryffindor. Pero, de repente, era eso mismo lo que lo había irritado. La idea de no estar cerca de…
Bufó frustrado y se lanzó contra el lavabo. El agua comenzó a caer contra el mármol, sin hacer sonido. Se echó un poco en el rostro, las gotas frías cayendo sobre su piel, antes de elevar su cabeza hacia el espejo. El muchacho de ojos cansados que le devolvía la mirada le pareció un completo desconocido.
En un arranque de ira elevó un puño hacia el reflejo. Toda la impotencia que reprimía parecía dirigida hacia su brazo ahora, empujándolo hacia adelante, lanzándolo de frente hacia el rostro que lo miraba. La imagen se deformó frente a sus ojos y vio el rostro distorsionado de cada una de las personas que habían invadido su vida en los pedazos que caían… y se vio a sí mismo, roto en miles de pedazos transparentes.
Respiraba agitado. Los cristales cayeron contra el mármol y salpicaron un poco de agua en su ropa. Dobló el brazo hacia su pecho y tapó con sus dedos el lugar donde creía salía la sangre.
Maldijo entre dientes, la desesperación trepando por su columna al ver tanta sangre cubrir ambas manos. Tropezó al tratar de alcanzar la ducha. Alargó el brazo y falló dos veces antes de coger la toalla blanca que colgaba de la cortina. Envolvió su mano con la toalla, sentándose sobre el inodoro. Suspiró, apoyando la cabeza en la pared. Con la cabeza hacia atrás, cerró los ojos.
No se dio cuenta que estaba dormido hasta que abrió los ojos y sintió cada parte de su cuerpo agarrotada. El inodoro estaba clavado en su espalda, y sabía que tendría una marca roja por la tarde. Se enderezó antes de que una punzada en la mano derecha le hiciera torcer el gesto. Se fijó en ella, y vio como la toalla estaba casi cubierta por una oscura mancha roja. El olor le golpeó, y tiró la toalla hacia la ducha, raspando la herida e incrementando el dolor.
- Maldición – murmuró antes de tratar de ponerse de pie, apoyándose en el lavatorio de piedra. Nuevamente, se dirigió al lavabo y abrió el agua tibia, colocando su mano debajo del chorro cristalino.
Una vez limpia, observó que la herida no era tan grande como había pensado. Inconscientemente, suspiró. Conjuró unas vendas y rodeó su puño con ellas. Se recostó en la pared nuevamente y bajó la mirada, cubriendo protectoramente su brazo derecho contra su vientre.
Ante sus párpados cerrados cruzó la imagen de Blaise. Trató de sentirse mal por él, pero no pudo. Sólo sentía la misma cólera que lo había invadido el día de su graduación. El día en que decidió no volver a confiar como lo había hecho hasta ese entonces.
Por otro lado, había disfrutado la noche anterior. Se había sentido bien (más que bien) descansar al lado del pelirrojo. El verlo después de tanto tiempo, una calma cálida lo había embargado… y, ahora, solo deseaba que se marchara.
A Azkaban, si era posible.
Le repugnaba su sola presencia y le gustaría tener la voluntad para meterse a la tina y sacarse de encima el aroma de Blaise que sentía impregnado en su piel.
Después de un rato de tener aquellos pensamientos en su cabeza, se enderezó y giró hacia la puerta. Dudó un momento, parado frente a la pared unos instantes. Se mordió el labio para controlar el sabor agrio en su garganta y lanzó la cabeza hacia tras, ocultando las pruebas de su debilidad. Tomó aire antes de borrar toda expresión de sus ojos y salió del baño.
La luz intensa de éste logró que sea más difícil acostumbrarse a la penumbra de su habitación. Miró hacia la ventana y vio como la luz mortecina de la mañana parecía quedarse fuera de ella. Sólo neblina se dibujaba contra el cristal, ocultando el exterior de la mansión. La chimenea estaba prendida, oscureciendo su cama y deformando las sombras que se entrecruzaban entre ellas.
A los pies de la cama, frente al rubio, la sombra de un muchacho sentado se oscurecía. Percibió su respiración al bajar el escalón hacia el suelo, un paso más cerca de él. Los ojos castaños giraron hacia su cuerpo, asustándolo ligeramente. Brillaban más que de costumbre, sus rasgos felinos más marcados que antes.
Blaise no dijo nada. Se puso de pie y se dirigió a la puerta con pasos cansados. Era como si cargara una enorme carga en su espalda. Se detuvo frente a la manija de la puerta. Giró ligeramente el rostro, sin llegar a mirar a Draco directamente. Un nudo se formó en la garganta del rubio y abrió la boca.
Pero la puerta se cerró antes de que pudiera decir algo.
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- ¡Ya entendí! – gritó el muchacho exasperado, levantándose del sofá y avanzando hacia la puerta
- ¡No pareces haber entendido¡Deja un momento de ser tan arrogante y engreído!
- ¿Disculpa! – exclamó Harry con burla chorreando de sus palabras llenas de ira -. ¡No pensé que te importara mi forma de ser! – añadió cruzando la puerta y azotándola contra la pared.
Snape se contrajo de furia y golpeó la madera con la palma de su mano.
- Maldito Gryffindor – murmuró
Se dejó caer en el sofá y posó una mano en su frente. Se llevó los dedos a la altura de la sien, tratando de detener el bombeo exagerado de sangre que fluía por ellas. El palpitar de su cabeza le hacia pensar que en cualquier momento explotaría. No recordaba ningún momento cercano en el que se hubiera sentido tan furioso.
Últimamente, se había dado cuenta del cambio en la personalidad de Draco. Parecía como si cada vez que Potter estaba cerca de él, su personalidad quedaba casi anulada por su presencia. Eso lo irritaba bastante, pero no más que las veces en que el Gryffindor sacaba ventaja de ello.
Aunque, ahora, sabía por qué se daban esos cambios de personalidad. La actitud del Gryffindor podía volver loco a cualquiera. Y si tomábamos en cuenta los efectos secundarios del hechizo…
Resopló con fuerza y dejó caer su cabeza contra el respaldar del sillón. Se sentía enfermo. Pero no enfermo 'tengo-náuseas-quiero-vomitar', sino… como si en cualquier momento pudiera cerrar los ojos y quedarse ahí, así. Era una sensación extraña. Un vacío que no sabía lo que le hacía falta, como si de alguna forma necesitara algo adentro para continuar sobrellevando esas cosas.
Y ahora no tenía ni idea de cómo se sentía Draco. El rubio siempre había sido muy independiente y estaba orgulloso de decir que (a parte de Lucius) era el único que lo conocía realmente. Ni siquiera Blaise había podido descifrarlo.
Y aquí venia lo tenebroso.
No tenía ni idea de lo que le pasaba a Draco en esos momentos. Se había levantado una muralla a su alrededor que le impedía leerlo como siempre lo había hecho. Se sentía aislado de su mundo, incapaz de ayudarlo, impotente ante la influencia del otro muchacho sobre él.
Y no podía explicar cómo se sentía cuando veía los ojos grises, opacos y vacíos, mirarlo como si no les estuviera hablando. O como veía a Draco salirse de control, gritar y golpear en un ataque de histeria. O, aún peor, cuando le veía llorar, después de tanto tiempo sin hacerlo. Aunque, a pesar de todo, verlo llorar era increíble. Era en esos momentos, con lágrimas en las mejillas y la nariz enrojecida, que su muralla perpetua se desvanecía y uno podía leer a través de sus ojos su alma completa.
Y era hermoso…
Por muy sádico que sonara.
Malfoy era hermoso mientras lloraba. El dolor que se reflejaba en su rostro volvía cada detalle más frágil de lo que ya era. Las pupilas grises brillaban con mayor intensidad, su rostro adquiría un poco de color. Y por esos instantes, se volvía irresistible no contemplar el remolino de emociones en la tormenta gris.
Cerró los ojos, golpeándose a sí mismo al salir de sus divagaciones. Se preguntó qué diría Draco si se enteraba que a Snape le gustaba verlo llorar, a pesar no ser algo muy común. Seguramente se reiría… o lo miraría con la misma expresión que usaba cuando veía a alguna sangre sucia cerca. Inconsciente, Snape curvó los labios ligeramente.
Abandonó la habitación, sintiendo el ambiente tan abrumadoramente cargado que lo mareaba. Paseó un momento por el comedor, deteniéndose en las mamparas de vidrio, observando la piscina un buen rato. Parecía haberse congelado. El agua de la superficie estaba completamente quieta, reflejando las nubes grisáceas que se erguían sobre el jardín. Más allá, las ramas de los árboles se mecían ligeramente, susurrando un mensaje en la lengua desconocida que solían usar.
Giró, sin un rumbo definido. Avanzó hacia la sala de estar. La atravesó sin preámbulos y cruzó un pasillo antes de llegar al corredor que llevaba a la cocina. Pensó en que tal vez podría pasar por algo para comer. No tenía hambre, pero algo en la boca siempre ayuda. Últimamente, había desarrollado esa manía de morder algo las 24 horas del día.
La luz que cruzaba la puerta de cristal quedó detrás de él, pero ni bien hubo dado dos pasos se detuvo. El silencio presionaba contra sus oídos como dos abejas gigantes a punto de atacar. Y en medio de esa parálisis del ambiente, el susurro del polvo cayendo contra el mármol era inconfundible. Una sombra difuminada se acercaba frente a él, con andar lento y pesado. La oscuridad lo cubría por completo, a pesar de ser muy de mañana.
Distinguió un reflejo rojizo.
- ¿Zabini? – preguntó, pegándose a la pared de la derecha y entornando los ojos, tratando de cortar la oscuridad.
El muchacho penetró en su campo de vista y Snape soltó una exclamación de sorpresa.
- ¿Qué pasó? – musitó con las cejas elevadas, acercando una mano al rostro del chico.
El pelirrojo se lamió el labio inferior y bajó la mirada. Aún sentía la sangre corriendo por el borde de su rostro. El corte en la sien izquierda aún sangraba, y se manchó los dedos al tocarla instintivamente. Cerró los ojos un momento y se encogió de hombros, dejando su cabello oscuro caer sobre su rostro, ocultando la sangre que se secaba sobre su piel.
- ¿Qué te ocurrió, Blaise? – le exigió el maestro al otro
Blaise alzó la mirada con los párpados caídos, varios mechones de cabello cubriendo su rostro parcialmente. Snape distinguió varios caminos secos de líquido cristalino. Vio los cortes en los brazos del Slytherin y abrió los ojos desmesuradamente. Lo tomó por los hombros y prácticamente lo arrastró hasta el recibidor, acomodándolo en uno de los primeros escalones amplios de mármol.
- ¿Qué fue lo que ocurrió, Blaise? – preguntó de nuevo, esta vez más calmado, pero sin poder disimular el tono de urgencia que guardaba en su voz.
Observó cómo el chico entreabrió los labios para hablar, pero no dijo nada. El chico suspiró, dejó caer los hombros y volteó la mirada. Su rostro estaba cubierto, su expresión fuera del alcance de la mirada del profesor. Su cuerpo comenzó a temblar débilmente.
- Me odia… - murmuró Blaise
- Blaise… tranquilízate y mírame
- ¡Él me odia, Snape! – le gritó Blaise girando su rostro al instante.
Severus casi cae contra la pared de la impresión. El rencor se marcaba furiosamente en cada línea del otro rostro. Las lágrimas brotaban de sus ojos. Pudo ver como no parecía tener otra herida en el rostro aparte del corte en la sien. La sangre seca venia de otro lado, los surcos húmedos ya abandonados.
Bajó el rostro y examinó sus brazos, tomándolos delicadamente entre sus manos.
- ¿Desde hace cuánto que haces esto? – le preguntó sombrío, más serio de lo que planeaba, y algo amenazador.
Blaise trató de retirar su brazo pero Snape lo cogió y le lanzó una mirada amenazante.
- Al salir de Hogwarts… - contestó con voz ronca y oscura, desenfocando su mirada.
Ante la insistente pregunta en los ojos de su profesor prosiguió, desviando su rostro, evitando la intensidad que había en los ojos negros, el reproche y decepción que podía adivinar en el rostro del otro.
- Cuando Draco me dejó… no tuve a nadie que me apoyara. No podía hablar con Dumbledore, no tenía la garantía de nadie. Mi padre me puso a prueba – añadió en algo más que un suspiro -. Fueron tantas las veces que sentía que el dolor era demasiado que explotaba en ataques histéricos. Fue uno de... los amigos de mi padre quien me enseñó a hacerlo, luego de una sesión de… entrenamiento – siguió contando con lágrimas formándose en sus ojos y vergüenza trepando por su rostro-. Él me dio el cuchillo. Me enseño a hacerlo… y fue tanto que me olvide de lo que sentía por dentro. Jamás he sido como Draco… siempre he sido muy débil… – terminó con un llanto estrangulado en su garganta.
Severus lo envolvió en un abrazo, acariciando suavemente su cabeza, frunciendo el ceño al verse a sí mismo tratando de consolar al muchacho.
- Y luego en Azkaban… - lo oyó murmurar – los prisioneros tienden a sentirse solos… tienden a molestar a los nuevos… a los jóvenes… a los débiles - y tras una pausa -… como yo – susurró contra el cuello de su profesor, sin preocuparse de las lágrimas que mojaban el cuello de la túnica del otro, agradeciendo que no lo hiciera a un lado horrorizado de su estado.
- Blaise… tranquilo… - musitó el profesor, elevando la mirada preocupada hacia el techo, inseguro de lo que debería de hacer.
Era la primera vez que le tocaba ser el lado fuerte en una situación de este tipo que no se daba con un Malfoy. Y nunca había sido muy cercano a Blaise. Lo había tratado únicamente porque salía con Draco, a pesar de ser consciente de que era un chico brillante y atractivo. Pero tal vez, se sentía intimidado por la nube oscura de misterio que lo rodeaba siempre, mucho más densa que la del resto de Slytherins.
También, Snape sabía que muchos Slytherins que habían salido de Azkaban eran propensos a ataques de depresión como este. Era consciente de cómo eran tratados dentro. Mucho peor que el resto de prisioneros.
Y más aun si se trataba de un mortífago en entrenamiento… como Blaise.
Le había sorprendido al saber que había escapado caminando y no en un ataúd.
Snape sintió al muchacho separarse de él y luego, sin poder detenerlo, éste se puso de pie y lo miró un momento.
- Iré a descansar…
Severus asintió y lo vio desaparecer escaleras arriba.
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Estaba sentado pensativo cuando la pequeña criatura ingresó al salón. Ni siquiera la miró mientras acomodaba las cosas. El tintineo de metal contra la porcelana aumentaba su dolor de cabeza. Oyó el susurro de pasos abandonando el salón antes de sumirse de nuevo en un silencio sepulcral. La mansión se oía desierta, parecía estar completamente deshabitada. El sentimiento de abandono y soledad crecía en su interior sin darse cuenta, y acrecentaba el deseo de estar rodeado de gente en ese momento. Sin embargo, eso aumentaría su malestar.
Cerró los ojos al sentirlos pesados, y el hecho de haber dormido menos de cuatro horas la noche anterior recién fue captado por su cerebro. Con una mano se frotó la frente, resoplando ligeramente apoyado en la mesa. Al levantar la mirada percibió los pasos que se acercaban por el pasillo a su izquierda. La luz que entraba por los ventanales le permitió observar la figura oscura antes de que entrara al comedor. Lo saludó con una inclinación y rodeó la mesa antes de sentarse frente a él.
Severus lo miró un segundo antes de regresar a la anterior posición.
- ¿Cansado, Severus? – le preguntó Draco en un tono peligrosamente indiferente y frío. Casi molesto.
El profesor regresó la mirada al chico e imitó la ceja arqueada del otro en una expresión sarcástica. No le respondió. En vez de eso, sus dedos comenzaron a tamborilear sobre la madera un ritmo que no recordaba haber escuchado nunca.
- ¿Qué tienes, Snape? – exclamó Draco con fastidio mal disimulado en la voz.
- Nada… - respondió tranquilo el profesor antes de callarse completamente
Draco resopló dejando que la ira se drenara de su cuerpo antes de que hiciera algo de lo que más tarde se arrepentiría. Molesto consigo mismo logró tranquilizarse con la idea de que Snape no le había hecho nada realmente.
Apoyó un brazo sobre la mesa, jugando con el borde de una servilleta sin darse cuenta de ellos. Su mirada estaba posada en algún punto detrás de la cabeza del profesor.
- ¿Qué? – fue el mayor quien ahora preguntó, irritado con la anterior actitud del rubio, y por sentirse observado sin ser propiamente visto.
El chico pareció despertar y parpadeó un par de veces antes de volverse y mirar al profesor, soltando un suspiro cansado.
- Nada – murmuró, y por un instante apareció un atisbo de sonrisa en su rostro.
Snape frunció el ceño y se mordió el labio inferior, consternado con la reacción del chico. Se removió en el asiento, ladeando la cabeza, cuando el rubio se puso de pie y caminó ausentemente hacia los cristales transparentes que separaban de forma elegante el jardín de aquel lado de la primera planta.
- ¿Qué pasa? – exclamó ahora intrigado el profesor mientras tomaba un poco del café que Minny le había traído.
Draco suspiró y se acercó ligeramente hacia el cristal, tratando de cruzarlo sin decidirse a dar el paso definitivo.
- No lo sé – aceptó con pesadez, y una carga visible se soltó sobre su figura ya de por si opacada -, es sólo que… desde la muerte de Anna han pasado tantas cosas… - exclamó girando hacia el profesor fugazmente, todo rastro de su fastidio anterior desaparecido.
Severus asintió levemente y cambió la mirada hacia el líquido humeante que salía de su taza. Las formas que el humo tomaba lo hipnotizaron un momento, viendo como aquella larga cinta gris se meneaba dócilmente al abandonar el borde cerámico.
Elevó la mirada y contempló la figura del rubio bañada en la omnipresente luz de la mañana. Su perfil se dibujaba perfectamente desde donde estaba sentado, y la expresión confundida en su rostro no pasó desapercibida.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado?
- No lo sé – suspiró, y por un momento su semblante se oscureció a pesar de la claridad que inundaba el salón -. Pero se siente como una eternidad... – hizo una pausa muy breve bajando un poco la mirada -. Y sin embargo, pareciera como si en cualquier momento fuera a entrar con su vestido plateado – murmuró apoyando la palma de su mano sobre el cristal, ignorando las motas blancas que se formaban alrededor de ésta.
Un silencio tenso se posó sobre sus labios y Severus esperó a que completara la oración, mirándolo desconcertado por primera vez.
- ¿Sabes que no he tenido cabeza para llorarla? – confesó el menor con algo de amargura, pero sin cambiar la expresión fría e indiferente de su rostro.
'Mejor', pudo oír al otro exclamar, y aunque le hubiera preguntado porqué lo decía, no parecía poder hallar las ganas de hacerlo… o en todo caso, de oír la respuesta.
- Tal vez no la amaba tanto… - susurró, enfatizando su tono derrotado antes de recostar la frente cerca del lugar donde su mano descansaba.
El contacto de hielo gélido mandó escalofríos a sus hombros, pero se quedó quieto, incapaz de abrir los ojos. Y aun así, no podía pensar en Anna como algo más que un recuerdo lejano, sentirla como una mancha borrosa en otra vida.
Una mancha de ojos verdes y cabellos oscuros que se iba difuminando, sin querer, en su mente, transformándose en otra imagen radicalmente diferente con semejanzas demasiado peligrosas.
Severus enarcó una ceja, reconociendo la postura de Draco. El chico estaba frustrado, enteramente confundido. Después de haber odiado al Gryffindor por tanto tiempo, no estaba seguro que sabía porqué necesitaba su cercanía ahora. Y eso era lo que Severus temía.
Durante su estancia en Hogwarts, la pasión que ambos habían compartido en sus altercados infantiles fue suficiente para adivinar lo que el Gryffindor sentía, o sentiría, por el Slytherin. Pero, maldita máscara, Malfoy jamás había dejado traslucir ninguna clase de sentimiento diferente a la aversión hacia el otro.
Siempre había sido imposible de leer.
Hasta ahora.
El profesor miró con repulsión la comida sobre la mesa y rebuscó en sus bolsillos. Sacó un pequeño cuadradito, más parecido a una caja de fósforos muggle que a otra cosa, antes de deshacer el hechizo reductor.
- ¿Te importa? – le preguntó casualmente a Draco elevando unos centímetros la cajetilla de cigarrillos muggles en la mano.
Draco casi saltó cuando la voz del profesor resonó en el salón, interrumpiendo el silencio sepulcral que los había rodeado. Fijó su vista en el profesor y esbozó una media sonrisa que no alcanzó a diseminar la amargura de su mirada.
- Pensé que ya no fumabas…
- ¿Y qué te inclinó a pensar eso? – dijo el mayor burlonamente mientras encendía en cigarrillo con la varita -. A parte, no me provoca otra cosa en este momento – añadió encogiéndose de hombros indiferentemente luego de que la sonrisa cayó de sus labios.
El humo rodeó su cabeza un momento al exhalar la primera pitada. Sintió un ardor en la garganta antes de que la sensación de sus miembros encogiéndose se apoderara de su cuerpo y una fina capa fría cubriera su piel por completo.
- Casa de vicios… - susurró Draco con una sonrisa, regresando a su contemplación del ahora grisáceo jardín.
- ¿Cómo?
- Nada – exclamó Draco lanzándole un vistazo de fingida inocencia, delatada por una ligera sonrisa en su rostro.
Luego de un momento, el rubio frunció el ceño y miró hacia la puerta.
- ¿Dónde está Blaise? – le preguntó sin llegar a girarse completamente.
- Mmm… debe estar en tu habitación cortándose las venas – respondió el profesor, inhalando el humo del cigarrillo con expresión indiferente
Draco lo fulminó con la mirada, recibiendo aquella irritante mueca elevada de su jefe de casa. Le torció el gesto y regresó su vista al patio trasero, siguiendo el hilo del agua en la piscina.
- Es la verdad… No sé qué habrá ocurrido pero lo encontré al borde del suicidio en la puerta – cosa que no era cierta, pero no podía controlar las ganas de ver a Draco tan mal como había visto a Blaise hacía menos de una hora.
El rubio agravó su semblante con una mueca de disgusto. Frunció más profundamente el ceño antes de formar un puño y golpear el cristal con él. Toda la mampara tembló, chocando contra los soportes con un ruido metálico y vibrando varios segundos después del golpe.
- Si tan solo entendiera…
- ¿Quién? – preguntó Snape prendiendo otro cigarro -. ¿Él?
Draco negó con la cabeza y la rabia se derritió volviendo a la frustración que sentía al inicio.
- Yo – susurró empañando el cristal frente a sus labios.
Severus iba a hablar cuando la puerta se abrió de un solo golpe y una miniatura pálida entró corriendo intempestivamente al salón.
- ¡Hola! – saludó Damon una vez que alcanzó las piernas de Snape
Draco reconoció la voz y volteó hacia donde se encontraba sentado el profesor, distinguiendo una cabeza platinada detrás de la mesa. Severus trataba de eliminar el humo del cigarro antes de que Damon se diera cuenta y preguntara de donde venía. El rubio se desprendió del mayor y corrió hacia Malfoy, aferrándose a una de sus piernas y sonriendo cuando Draco lo saludó con una sonrisa calmada.
Harry observó toda la escena con una media sonrisa apoyado en el marco de la puerta.
Al alzar la vista, los ojos grises se posaron en la figura del Gryffindor y la sonrisa desapareció por completo.
Y Severus no supo descifrar lo que vio reemplazarla.
En vez de eso, se fijó en la silueta que avanzó hacia el otro lado de la mesa y se posó en el asiento que había ocupado su sobrino, bajo la atenta mirada de ambos Slytherins.
Draco se puso en cuclillas y le indicó a Damon que fuera a sentarse. Se puso de pie viendo al niño trepar en la silla al lado de Severus, arrodillándose en ella y cogiendo una de las cucharitas en la mano.
Iba a decirle que se sentara decentemente cuando Severus tomó con amabilidad el cubierto de su pequeña mano. Los ojos negros del profesor viraron hacia el rostro sonriente del rubio antes de reconocer la burla en la sonrisa de Harry. No pudo evitar que la aversión que sentía hacia él se delineara en su expresión.
El semblante pálido del Gryffindor deformaba su atractivo, si tenía, en una mueca de superioridad que no le sentaba muy bien en ese momento, con el cabello despeinado y su aspecto de trasnochado delatado por los círculos oscuros debajo de sus ojos. Su posición, de brazos cruzados en forma intimidante, lo llevó a pensar que la arrogancia le había sido heredada junto al cabello azabache y los ojos verdes.
- ¿Disfrutando tu estadía? – le preguntó con sarcasmo
Harry captó la nota de rencor que le era regalada y sonrió malévolamente.
- Mucho – exclamó con la misma repulsión del rostro de Snape.
Draco parpadeó un par de veces.
Una sombra pequeña caminaba deformando las sombras naturales de las estatuas que se formaban sobre el suelo. De vez en cuando, se sobresaltaba con alguna de ellas. Con las que se retorcían al querer saltar de su sitio y jalarlo a aquel lejano mundo de sombras que se ocultaba detrás de las columnas.
Se ajustó la capa y apuró el paso. Su estómago le pedía desesperadamente algo de comer. Había salido corriendo del comedor apenas sus padres comenzaron a discutir durante la cena.
Por consiguiente, no había cenado.
Se sonrió a sí mismo, felicitándose por su gran acto de rebeldía. Aun mejor, se alegró que después hubiera resistido abrir la puerta cuando su padre fue por él. Hacía dos horas que el carruaje de Narcisa se había marchado, y su padre debía estar dormido o sumergido en su estudio.
Iba a sentirse triste por otra, de las ahora comunes, peleas de sus padres cuando su estomago gruñó y su tristeza quedó olvidada por completo. A parte, prefería la mansión cuando su madre no estaba. El aire se sentía menos denso sin su presencia.
A veces se preguntaba porqué no podía ser como cualquiera de sus amigos que se sentían mal cuando sus padres peleaban. O, por último, como Blaise, quien se desahogaba, sentado frente a la chimenea y agitando los puños. Y aunque conocía la respuesta, resultaba un poco frustrante saber que dentro de tu familia la figura materna estaba de sobra.
Su estomago gruñó de nuevo y apuró más el paso, sin lograr avanzar mucho pues ante él se abrió un trecho de piedra completamente en oscuridad. Juntando las manos nervioso, recordó que en el comedor había un túnel que usaban los sirvientes hacía años y en el que cabía perfectamente. No era un camino tan largo, ni tan oscuro, para llegar a la cocina.
Contento de no tener que penetrar en la oscuridad de ese lado de la mansión, avanzó por los fríos corredores que llevaban al comedor, hasta llegar al pasillo de los retratos. Bajó la mirada para no toparse con ninguna de las terroríficas miradas grises colgadas en las paredes.
Se detuvo en seco cuando oyó voces saliendo del salón. Frunció su pequeña nariz y pensó en regresar, pero la idea del pasillo en tinieblas le hizo descartar esa posibilidad. Finalmente, la curiosidad le ganó. Pensó que Lucius y algunos de sus socios podrían estar en la sala contigua al comedor, y tal vez podría pasar desapercibido. Se emocionó con la idea de poder oír, aunque sea un poco, sobre los negocios secretos de su padre.
Se pegó a la pared y cautelosamente avanzó hacia el umbral de la puerta. Posó una mano suavemente y avanzó hasta que pudo ver el interior. Sí, Lucius estaba ahí, como pensó, pero no era una junta de negocios como había pensado.
El rubio estaba recostado en el hombro de otro hombre de tez pálida y cabello negro, de porte intimidante y nariz prominente que hacía reír al heredero de los Malfoy hasta hacía unos meses. Draco se confundió al reconocer a su tío Severus con una sonrisa extraña en su rostro mientras le servía de apoyo a su padre.
Y más aún cuando su padre tomó una de las fresas de la fuente frente a él y la posó en los labios de Severus. El profesor le sonrió seductoramente y capturó los largos mechones platinados de Lucius entre sus dedos.
- ¿Disfrutando tu estadía? – le preguntó Lucius con una voz ronca extraña para Draco
- Mucho – contestó el profesor antes de tomar los labios del rubio en un beso apasionado.
Draco observó con ojos desorbitados cómo la figura de Severus se erguía sobre la sumisa posición de su padre, y luego lo cabellos oscuros cubrían gran parte de ambos.
Se puso en puntas de pie y trató de irse sin que lo notaran, cuando sintió algo raro en la mano. Al descubrir una araña paseando sobre su piel, tropezó y empujó la puerta fuertemente. Abrió los ojos temerosos de un golpe frente a la mirada atónita de os adultos.
Unos instantes después, salió corriendo.
Podía oír los pasos apresurados que corrían detrás de él, pero no le importaba. Alcanzó su puerta y la abrió tan rápido como la cerró. Se recostó en ella, cerrando con llave por dentro. Oyó los pasos detenerse en seco en el pasillo y tocar la puerta imperativamente.
- ¿Draco! – era su padre -. Draco… abre la puerta – le gritaba desde afuera
- Lucius, tranquilízate…
- ¡No¡¿Qué hacía despierto y rondando por la mansión¡Draco sabe las reglas, sabe que luego de la hora de dormir nadie sale de sus habitaciones!
- ¡Lucius!... ¡Lucius, detente! – gritó más fuerte el profesor, y el silencio reinó detrás de la puerta.
Luego de unos minutos, Lucius volvió a hablar ya más calmado.
- Draco… por favor – y Draco habría jurado que estaba apretando los dientes -, abre la puerta.
El niño apretó los puños y se giró hacia la madera, chocando su pecho contra esta. Noto que estaba llorando, y por primera vez odió a su padre. Y odió al profesor por tratar de suplantar a su madre. Y odió el sentimiento que se extendía como lava caliente por su cabeza, sobre todo al saber que su cambio de personalidad nada tenia que ver con que su madre estuviera siendo reemplazada.
- ¡Draco!… ¡Abre!... ¡AHORA!
- ¡Vete! – le gritó con una ira jamás experimentada -. ¡Te odio! – volvió a gritar golpeando la puerta y lanzando su frente contra la madera, haciéndose daño sin importarle.
Oyó susurros del otro lado que poco a poco subieron de tono hasta poder oír perfectamente a ambos hombres.
- Lucius… ¡déjalo que se calme¡Luego podrán hablar!
- ¡No es ningún adulto, Severus¡Apenas tiene siete años, es un mocoso!
- ¡Y es tu hijo¡Y sabes que le debes una explicación!
- Pero…
- ¡Lucius! – hubo una pausa antes de que el profesor retomara la palabra acompañado del susurro de las túnicas -. Vamos…
Nuevamente, el silencio sólo interrumpido por las lágrimas de Draco se posó en el pasillo. Sintió a su padre apoyarse contra su puerta.
- Hablemos mañana, Draco…
El niño se quedó inmóvil, sollozando mientras oía los pasos alejarse muy lentamente. Corrió hasta su escritorio, tomo una estatuilla de porcelana y la lanzó contra la puerta con todas sus fuerzas.
- ¡TE ODIO! – gritó hasta que su garganta comenzó a arder y cayó rendido al suelo.
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Chapter Summary: (20 de Marzo) Donde Draco se irrita con Blaise y rompe un espejo, Snape se encuentra con Blaise en estado depresivo, Draco y Snape tratan de desayunar, y Harry le recuerda una escena de su infancia al Slytherin.
GaB
Modificado el Miércoles 30 de Agosto, 2006
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