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DISCLAIMER: Los personajes conocidos son de Rowling, los que no son conocidos y la trama son míos.
AVISO: slash (relaciones homosexuales) y temas para adultos (violación, sexo, violencia, lenguaje cuestionable, auto mutilación, asesinato, depresión. La mayoría tratados en capítulos anteriores, así que ya deben de saber). Si no puedes manejarlo, presiona atrás porque no me gusta recibir comentarios destructivos. Gracias.
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Título: Propiedad Privada
Autora: GaBo0
Parejas: HarryDraco, Snape, Blaise
Rating: M
Summary: Slash. Han pasado tres años desde que Harry salio de Hogwarts y ahora ha atrapado a la mano derecha de Voldemort... ¿qué pasa cuando esta le hace una propuesta que no podrá rechazar?
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Propiedad Privada
By GaBo0
CAPITULO 20: Reacción y Recuerdo
Era extraño entrar de esa forma a la mansión. A pesar de haberse encontrado varias veces dentro de esas paredes, era la primera vez que cruzaba las puertas de roble que cercaban el terreno. Por primera vez, se sintió como un invasor en un lugar vulnerable, como un gigante caminando sobre las pequeñas casitas de los enanitos de una aldea.
Trataba de no concentrarse en la persona que iba a su lado. David tuvo que quedarse organizando los papeles y guardando evidencias en la villa, así que Ian no encontró mejor solución que mandarlo con Thomas. No hubiera sido un problema si el otro supiera manejar su lengua, pero la delicadeza al abordar un tema no había sido un tema importante en su niñez. Esto lo convertía, a la fecha, en una de las personas más impertinentes con las que Harry había tratado. Justamente por esa razón había logrado mover algunas fichas en la Oficina de Personal del Ministerio hasta que lo colocaron como compañero de David.
Estaba pensando cómo pedirle a Thomas que se quedara callado cuando se dio cuenta de que sería inútil. Cuando lo conoció por primera vez y este le preguntó directamente sobre la muerte de la familia Weasley, supo que tacto no era una palabra dentro de su vocabulario. Por otro lado, se hubiera visto extraño que ahora Harry quiera ser cordial y decente con Malfoy cuando todos en la oficina conocían el estado de su relación en Hogwarts. Muchos empleados eran ex alumnos que lo conocieron en el colegio, o padres de ex compañeros de aula.
Sus ojos se dedicaron a observar el camino. No habían estado mucho tiempo en el automóvil. Probablemente no más de 10 minutos, pues la villa quedaba bastante cerca, y acababan de pasar las puertas de la mansión. Sin embargo, el Gryffindor rogaba porque llegaran de una vez porque sentía una pesadez en el estómago insoportable. Distinguió los pedazos de madera chamuscada a un lado del camino, y una mancha sutil de ceniza alrededor que parecía difuminarse conforme el sol movía su sombra.
Sus cuerpos se adelantaron ligeramente cuando el vehículo se detuvo. Harry abrió los labios y respiró; Thomas abrió la puerta y salió del auto lo más rápido que pudo, dándole una mirada fugaz y seria. El moreno abrió la puerta con un gesto de malestar y avanzó detrás del otro adulto, renegando en su mente por su presencia.
Llamaron a la puerta, y la madera resonó profunda bajo sus nudillos. Harry observó el portafolio que Thomas sostenía en sus manos y pudo imaginarse que eran los documentos que Malfoy necesitaría llenar y firmar. Le inspiraba cierta lástima que el Slytherin se enterara de la muerte de su compañero de esa forma, y le daba cierto temor la reacción que podía generar aquella noticia.
La puerta sonó al abrirse, y la luz del día vaciló sobre el gran cristal, ocultando los delgados filos de madera. La mansión se veía extremadamente oscura, y la sala de la entrada estaba en penumbras. Un elfo, al cual Harry jamás había visto, les abrió la puerta con la cabeza inclinada y una voz grave y cortada.
- ¿Qué desean los visitantes? – exclamó alzando la vista, logrando que un reflejo de asco recorriera la espalda de Harry al ver una cicatriz que corría desde la sien hasta el mentón de la criatura. Su rostro no era infantil y gracioso como el de Minny; sino desagradable y huraño, como el de un animal enfermizo.
- Quisiéramos hablar con el Sr. Malfoy. Somos del Ministerio de Magia, Departamento de Defensa Contra las Artes Oscuras.
El elfo doméstico parpadeó ante esto y dejó la puerta ligeramente abierta, desapareciendo en una nube de polvo que se desvaneció casi al instante. Harry giró hacia Thomas, pero el otro parecía muy ocupado tratando de ver más allá de lo que la pequeña ranura permitía. Harry podía imaginarse el adorno sobre la mesa auxiliar al centro del recibidor, la estancia cubierta de mármol con las escaleras ascendiendo al lado derecho, la puerta que permanecía escondida hasta que Snape apareció y guió a Draco dentro de aquel estudio.
Sacudió su cabeza de los pensamientos que la atravesaban y se apoyó sobre el marco de la puerta, de espaldas hacia la casa. Pensaba en Malfoy y lo que podría estar haciendo. Cuando los dejó, durante el desayuno, había oído un par de cosas que Snape le había dicho a Draco y no eran las más oportunas en este momento. No sería nada bueno que alguna clase de sentimiento de culpa creciera en el rubio a estas alturas. Su carácter estaba demasiado cambiante, aún demasiado vulnerable como para recibir una noticia de esta naturaleza.
- ¿Dónde está Blaise? – oyó a Draco preguntar dentro de la habitación
- Mmm… debe estar en tu habitación cortándose las venas – respondió la voz indiferente del profesor
- Es la verdad… - continuó Snape después de una pausa -. No sé qué habrá ocurrido, pero lo encontré al borde del suicidio en la puerta – y Harry recordó que él había visto al pelirrojo en una habitación abandonada, probablemente antes que Snape.
Oyó el cristal de la mampara ser golpeado. Draco debía de encontrarse muy frustrado en ese momento, aunque Harry no entendía porqué exactamente.
- Si tan solo entendiera…
- ¿Quién? – preguntó Snape -. ¿Él?
Una pausa fue seguida de una voz llena de frustración y amargura
- Yo.
En ese momento, Damon había aparecido y abierto la puerta intempestivamente, generando conmoción en el comedor, y dejando a Harry apoyado contra el marco de la puerta con el permiso tácito de observar la escena que se desarrolló sin sentirse culpable. Obviamente los Slytherins no continuaron su charla, pero un vistazo a la postura corporal de ambos le indicó bastante tensión entre ellos. No pudo evitar irritar al profesor, pero una vez que se quedó solo había disfrutado del momento de paz y alcohol.
Después de eso, había vagado con su sombra por la mansión antes de revisar el cuerpo inerte de Blaise Zabini sobre la plazoleta de la villa. Ya no sentía nauseas al pensar en su rostro pálido, sino una especie de culpa y tristeza que no tenían nada que ver con aquella persona en sí.
- Vous m'embêtez
Harry elevó la mirada y se dio la vuelta al oír aquellas palabras que, sin saber el significado, sonaban amargas e irritadas. Se paró erguido al lado de Thomas y encaró al hombre que acababa de abrir la puerta.
Draco tenía la apariencia de haber estado durmiendo. Su cabello caía a ambos lados de su rostro antes de que lo acomodara detrás de sus hombros con una de sus manos. En su rostro había dos delgadas y casi invisible marcas de lo que podría ser la manga de su ropa. Traía una bata negra puesta; la bata negra de seda que llevaba la primera noche que Harry había ingresado a la mansión.
- Me molestan – repitió el rubio agarrándose del borde de la puerta, marcando el cristal con sus huellas digitales, y observando a ambos con una mirada tan penetrante que obligó a Thomas a inclinar la cabeza y abrir el fólder con el que había estado jugando.
- Malfoy...
- Sr. Malfoy, contamos con el permiso necesario para realizar un interrogatorio personal por su presunta vinculación con las recientes acciones mortífagas en la villa de Stellytown. También se sospecha que Blaise Zabini estuvo albergado en su mansión horas antes de su muerte.
Harry cerró los ojos y apretó los puños, tratando de disimular su irritación por haber sido interrumpido con el discurso de Thomas. Tenía ganas de golpearle en la cabeza y colocarlo exactamente delante de las llantas del vehículo en el que habían venido. Sin embargo, colocó las manos en sus caderas y su mirada sobre Draco.
El rubio estaba inmóvil. Si Harry no supiera que sus labios levemente entreabiertos y sus pupilas imperceptiblemente dilatadas denotaban el terrible choque que aquellas palabras habían tenido, habría pensado que el tema no le importaba al rubio. Sin embargo, la frialdad no duró mucho.
Draco frunció el ceño y abrió los ojos. Se apoyó más en el marco de la puerta mientras sentía cómo el aire abandonaba sus pulmones y sus piernas comenzaban a temblar. Sentía que se desvanecía y, a la vez, estaba más consciente del mundo que lo rodeaba en esos momentos. La voz grave y repugnante de aquel hombre se había incrustado en su cerebro, y la mirada del Gryffindor parecía recorrerle por los hombros.
Se soltó de la puerta cuando el cristal comenzó a quemarle la palma de la mano y sus piernas comenzaron a retroceder. Sus talones casi resbalan en el mármol, pero chocaron antes con el primer escaño de la escalera. Su cuerpo se tambaleó y cayó sentado en el escalón, acercando sus piernas y juntando sus codos y rodillas en un escudo frente a él.
Thomas le dirigió una mirada larga y confundida a Harry que albergaba algo así como un 'Te lo dije' en ella. Siempre había creído que la posibilidad de que ambos Slytherins regresen era la más factible, y la forma de actuar de Malfoy lo comprobaba sin espacio para dudas. Él había estado en Hogwarts tres años antes que la promoción de Harry, pero conocía a la familia Zabini por antiguos tratos que esta tenía con su abuelo. Aunque su propia familia no era conocida ni rica, el tráfico de artefactos oscuros habían unido al padre de Blaise y su abuelo.
Y Thomas siempre supo que Blaise y Draco terminarían juntos, y que estarían juntos hasta que alguno de los dos muera con los mortífagos. No estaba tan equivocado, solo que el que murió no fue con los mortífagos, sino por ellos. Una cómica ironía.
- Sr. Malfoy, sabemos que probablemente no es el mejor momento, pero tenemos que revisar la mansión mientras realizamos el interrogatorio...
Harry se lamió los labios al ver los hombros de Draco temblar ligeramente. El rubio no se movía y no hacía caso de la presencia irritante de Thomas a su lado hablando rápidamente, como si tratara que el rubio entendiera lo que decía en ese momento.
Draco cerró los ojos y volteó a mirar al hombre que hablaba a su lado. Se sentía asqueado por su presencia y su voz no hacía más que martillar en su cerebro como la de un cuervo en un día sin ruido. Se puso de pie con dificultad, sintiendo un peso enorme en su estómago, aún sin poder procesar la información y creyendo que lo que acababan de decir era alguna clase de broma.
Alguna especie de discurso retorcido ideado por Potter.
Centró su mirada en los ojos verdes del Gryffindor y ellos le dijeron lo que necesitaba saber. Aquello no era mentira. La muerte de Blaise había ocurrido, de alguna forma, en algún momento luego de que él lo había despreciado.
Luego de decirle que lo preferiría muerto.
- No puedo – murmuró
Harry aspiró una buena bocanada de aire, cortando la conexión con la mirada apesadumbrada de Draco. Supo que aquello fue únicamente dirigido a él, que el hecho de que Thomas estuviera jalando el hombro de Draco en ese momento no lo volvía el receptor de esa negativa.
Levantó el brazo y tomó la muñeca del otro adulto, separándolo del rubio y llevándolo a un lado, lo suficientemente lejos del Slytherin como para que no lo escuchara. Detuvo a Thomas con la mirada, pidiéndole que posterguen el interrogatorio para después.
- No podemos, sabes perfectamente los procedimientos – contestaba el otro acalorado, entornando los ojos en una amenaza silenciosa.
- Thomas, sabes que no lograremos nada. Míralo – le dijo Harry molesto, virando hacia Draco y observando la pálida figura apoyada en el mármol.
- Lo siento, Harry – exclamó, y se acercó a Draco antes de que lo pudiera detener -. Sr. Malfoy, me veo obligado a...
Pero no pudo terminar puesto que el rubio comenzó a temblar más fuerte y le lanzó una mirada furiosa enmarcada de lágrimas. Sus ojos estaban cristalinos, y sus puños cerrados hasta hacerse daño. Empujó a Thomas lejos de él, y Harry tuvo que cogerlo antes de que cayera sobre la mesa del centro. El rubio comenzó a subir las escaleras, pero el auror parecía decidido a hacer el interrogatorio. Harry trató de detenerlo, pero con otro empujón el Gryffindor terminó en el suelo. Mientras se ponía de pie, Thomas tomó a Draco de la manga y lo hizo bajar de un salto los dos escalones que había subido.
- ¡No puede irse!
- Arrêtez!
- ¡Tenemos que hacerle el interrogatorio, Sr. Malfoy! – casi gritó tomándolo de los hombros.
- Ça suffit! – gritó Draco a su vez.
- ¡Thomas! – llamó Harry, acercándose a ellos para separarlos.
El rubio continuaba gritando, mientras Thomas trataba de soltarse de Harry.
- ¿Qué está sucediendo!
Los tres se quedaron inmóviles. Draco se separó de ambos aurores y se acercó a la persona que acababa de ingresar al salón. El profesor lo observó con el ceño fruncido y mirada congelada, revisando su rostro y la bata que colgaba de uno de sus hombros. Luego, se dirigió a los dos hombres que se encontraban parados al lado de la escalera, uno de ellos empujando la mano del Gryffindor de su hombro y caminando decididamente hacia él.
Profesor Snape, necesitamos realizar un interrogatorio a los ocupantes de la mansión al verse involucrados con Blaise Zabini, recientemente asesinado por mortífagos.
Severus juntó sus cejas y volteó hacia Draco, notando como cada palabra parecía hacer saltar a Draco levemente. Se giró alterado hacia el hombre y pudo ver a Potter clavando su mirada furiosa de la misma manera como él lo hacía.
- ¿Sr. Lightuid, no se da cuenta que no es el momento ni la forma? – siseó encolerizado, tomando al auror del antebrazo y guiándolo a la puerta -. ¡Vuelvan en otro momento!
- ¡No puede expulsarnos así! – exclamó el otro indignado.
- Creo que tienen todo el derecho – dijo Harry en tono de reproche con un tinte de ira en la voz -. Vendremos en otro momento. Claramente, no han sido buenas noticias – terminó entornando los ojos antes de abrir la puerta e indicarle a Thomas que saliera de la residencia.
- Pero...
- Ahora – marcó Harry con tono amenazador, mirándolo fijamente.
Thomas esquivó la mirada del profesor y atravesó la puerta. Lanzó una mirada llena de rencor y humillación a Harry y caminó hacia el vehículo sintiendo los pasos del otro detrás. En ese momento, mientras abría la puerta, juró encontrar algo con qué hundir al Gryffindor
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Severus cerró a la puerta en el momento en el que Potter giró el rostro para despedirse. Oyó al automóvil alejarse de la entrada y suspiró con resignación. Tal vez se había tomado demasiado tiempo escribiendo la carta y ayudando a Bellatrix a abandonar la villa por otro lugar. O quizá fue su pequeña caminata lo que lo demoró más de lo debido, pero no pudo evitar que Draco se enterara de la muerte de Zabini de una forma que claramente lo había afectado.
Volteó a verlo cuando oyó un ruido sordo a sus espaldas. El rubio se había sentado en las escaleras, exactamente en el mismo lugar donde había hablado con Blaise hacía no más de medio día. En el mismo lugar donde el pelirrojo había tratado de esconder los cortes en sus brazos y las lágrimas en sus mejillas. En ese mismo lugar, Draco lloraba silenciosamente y temblaba de un sentimiento más hondo que el frío.
Se acercó a él, primero colocando una mano en su hombro. El rubio saltó levemente, pero luego continuó inmóvil. Se agarraba fuertemente los codos que rodeaban sus rodillas, y sus ojos parecían no poder desviarse de la línea imaginaria que había trazado hasta la otra pared.
El profesor se sentó a su lado y bajó el rostro. Pasó su brazo derecho sobre los hombros del rubio y este se reclinó ligeramente sobre su costado. Ahora podía sentir cada una de las pequeñas convulsiones en el cuerpo del rubio, y podría asegurar que este hacia todo lo que podía para controlar la urgencia de desquitarse.
- Es mi culpa... – susurró Draco.
Abrazó con más fuerza sus piernas, tratando de que se convirtieran en un escudo contra lo que se formaba dentro de su estómago. En un momento agradeció la presencia de los aurores; por lo menos había podido pensar en lo desagradables que eran y no en la verdad aterradora que estaba enfrentando ahora.
- Eso no tiene sentido
Se rió amargamente del profesor y bajó el rostro. Al cerrar los ojos, la imagen de Blaise a los pies de su cama apareció tras sus párpados. Debió haberle dicho algo...
Debió haberlo detenido.
- Yo deseaba que se fuera. Yo deseé su muerte
Odiaba su voz. La oía detrás de una muralla de piedra, distorsionada y entrecortada. Su garganta le dolía, y la sentía contraerse cada vez que las ganas de llorar y gritar se volvían irresistibles. Sonó su nariz y movió la cabeza, de modo que su cabello escondiera su rostro.
- ¿Qué buscabas viniendo aquí, Blaise? – susurró con repulsión delineada en sus palabras -. No hay nada para ti aquí… Tu lugar ya no existe, ni en esta mansión ni aquí – exclamó tocándole el pecho, al lado derecho.
Las últimas palabras que le había dicho a Blaise resonaban en su cabeza, cazándolo en su propio cerebro con lanzas cargadas de veneno y culpa. Lo había desechado; lo había lanzado fuera de su vida nuevamente. Había perdido a una de las pocas personas que parecía quererlo sinceramente, y solo por aquel tenue sentimiento que comenzaba a crecer dentro de él.
Las lágrimas corrieron más fuerte por su rostro cuando se dio cuenta que Blaise había salido de la mansión por lo que le dijo. Se odió en ese momento, apretando los dientes y logrando acallar un grito que trataba de abandonar su garganta. Apretó su frente contra sus rodillas y pudo sentir cómo el abrazo del profesor se volvía más fuerte. Le gustaría que fuera Blaise el que lo abrazara, que su amigo entrara en ese momento y le dijera que todo era una escena montada para infundir miedo en la comunidad mágica.
Pero sabía que no era posible. Sabía que Blaise era un traidor. Sabía que lo habían matado realmente.
- Mmm… debe estar en tu habitación cortándose las venas – respondió el profesor, inhalando el humo del cigarrillo con expresión indiferente
Pero Severus sabía...
- Es la verdad… No sé qué habrá ocurrido pero lo encontré al borde del suicidio en la puerta.
Y no hizo nada
Se desembarazó bruscamente del brazo que rodeaba sus hombros y fijó su mirada en los ojos del profesor. El mayor tenía ahora una expresión extrañada ante la mirada de furia que su alumno le dirigía y el dedo acusador que se levantaba frente a él. Draco sentía el calor subir por sus mejillas y su cabeza nublada con ideas. Las sienes le dolían y los ojos estaban tan entornados que sentía que su piel se rasgaría en cualquier momento.
- ¡Tú lo sabías! – le gritó -. ¡Lo sabías y no hiciste NADA!
El profesor se recuperó de la sorpresa en un segundo, pero era muy tarde porque Draco lo empujó hacia un lado de las escaleras y se paró frente a él.
- ¡Por tu culpa esta muerto! Sabías que Blaise iba a morir... ¡que estaba en peligro¡Y querías que me sintiera culpable! – le recriminó, cogiendo el cuello de su túnica y elevándolo contra la pared -. Vous êtes dégoûtant!
- Draco, estás delirando – siseó el adulto al tener el rostro de Draco cerca al suyo y sentir el calor irradiar de su piel. Un tinte rojo enfermizo cubrió sus mejillas y su cuello, y un temblor perceptible lo obligó a soltar la túnica del mayor.
- Estas maldito... salaud – negó Draco con la cabeza apoyándose en el barandal.
- Draco, tranquilízate – exclamó el profesor tratando de acercarse antes de que Draco bloqueara su brazo y le diera un golpe en el rostro.
El tiempo se congeló por un momento. El profesor se cogía la mejilla, su piel escociéndole levemente por el golpe. Draco respiraba agitadamente, se apoyaba en el barandal. Luego, el menor se enderezó y caminó hacia el profesor. Severus giró levemente el rostro, las cejas fruncidas y los ojos llenos de cólera.
- Su muerte está en tus hombros – murmuró el rubio antes de correr escaleras arriba.
Severus se quedó inmóvil. Oía en cámara lenta los pasos de Malfoy sobre cada uno de los escalones. Veía en su mente la ropa negra que llevaba puesta prender fuego y al rubio consumirse en cenizas, pero eso era solo producto de su rabia. Elevó el rostro, lleno de furia e indignación, con lágrimas de cólera y pérdida en los ojos, y le gritó al Slytherin.
- Sabes que esa carga es compartida.
Vio cómo Draco se detuvo por un segundo antes de desaparecer en el segundo piso.
Aquel día había perdido a sus dos mejores alumnos.
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Draco tiró la puerta de su cuarto. Las ventanas temblaron y las fotos le lanzaron una mirada reprobatoria. Caminó hacia su cama y se sentó en ella. En menos de un segundo, las lágrimas corrieron libremente por su rostro, más fuertes de lo que había pensado, e imposibles de controlar. Los sonidos que abandonaban su garganta hacían recordar a aquel mar embravecido bajo una luna pálida y triste que necesita desfogar su tristeza en los caminantes nocturnos. Sus puños golpeaban la cama bajo su peso, y sus ojos se cerraban como si tratara de mantener las visiones fuera de su mente.
Sin quererlo, cayó arrodillado al suelo, pero el dolor de la caída no se registró en su cerebro. Dobló el cuerpo hacia delante y con un gemido apoyó los codos en el piso. Sus dedos se perdieron en su cabello, tirando de él para tratar de eliminar el dolor en su cerebro.
Sentía que se ahogaba. El aire parecía no querer entrar en su sistema; y, sin embargo, las gotas cristalinas que abandonaban sus ojos no veían un final cercano. Gritó todo lo que pudo. Gritó para drenarse de la cólera que la culpa forjaba como un castillo de metal dentro de su cuerpo.
Un castillo de metal rodeado de púas y dagas.
El rostro de Blaise regresó a él, pero como todos los rostros de las personas que mueren regresan. Estaba ahí, sonriéndole, en los tiempos en que estaban en el colegio y compartían muchas cosas. Mucho antes de tratar de olvidarse de Blaise enamorándose de Anna. Mucho antes de sacarlo de su vida.
Inclusive, antes de volver su relación de amigos a una de pareja.
Regresaba Blaise el día en que lo conoció. El día en que fueron cómplices antes que amigos. El día que Blaise lloró por la muerte de su madre. El día en que Blaise le regaló dulces porque su madre se había olvidado de él en Navidad.
El dolor se intensificó al ver lo que había despreciado. Sus adentros se retorcían sobre el suelo y sintió que necesitaba vomitar. Seguía llorando de cara contra el suelo, sus rodillas flexionadas contra su estomago, la bata hace mucho tiempo mal puesta sobre su cuerpo.
Lloró hasta que ya no pudo exhalar una sola gota más de furia. Lloró por haberle echado la culpa de la muerte de Blaise a Severus, y por no haber pensado en Blaise todo el día a pesar de no haberlo visto. Lloró porque le guardaba rencor a aquella parte del Slytherin que no le llegaba ni a los talones a todo lo bueno que Blaise poseía.
Y cuando ya no pudo más, elevó el torso. Ahora, arrodillado en el piso, sus rodillas le pedían ayuda. Sentía su rostro lleno de surcos secos de lágrimas que bien podrían haber sido de sangre y no le hubiera importado.
Se puso de pie lentamente ayudándose con el borde de la cama. El estomago le dolía, de hambre y de cólera. La cabeza le dolía, como a todas las personas luego de llorar demasiado. Se mordió el labio inferior mientras cruzaba la puerta hacia el baño. Se apoyó en el lavatorio y hundió el rostro en el agua. Se mantuvo ahí hasta que no pudo contener más la respiración y se vio obligado a salir. El agua parecía calmar un poco la sensación que el llanto produce después de haberse hecho presente, pero su cerebro aún tenía muy presentes las imágenes que habían salido a flote durante su momento de crisis.
Regresó a su cama y se tendió en ella. Observó el techo, oscuro. Completamente oscuro. Pensó en sus cuartos en Hogwarts. Muchas noches se sintió solo en ese lugar, sobre todo aquella navidad de 2° año en la que tuvo que quedarse en Hogwarts y Blaise no consiguió convencer a sus padres de dejarlo.
Dejó caer su rostro hacia la izquierda y prendió la luz de su mesa de noche. El primer cajón estaba ligeramente abierto. Tragando saliva y respirando hondo, introdujo su mano hasta el fondo y tocó un paquete de papel. Lo jaló hacia fuera y se tendió nuevamente en la cama. Abrió cuidadosamente el papel hasta que quedó una hoja extendida con una cadena en el medio.
En la cadena, una hoja muerta.
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El día no era el mejor para salir a pasear, al menos para la mayoría de turistas, pero los Slytherins no eran conocidos exactamente por ser convencionales. De todos modos, el día estaba perfecto para Draco. Las nubes se habían sentado en el cielo, como cansadas de volar demasiado alto y decididas a tomar un descanso, aunque los guías turísticos las maldijeran mil veces.
Ese verano, sus padres habían decidido mandarlo a Francia. Había una celebración de la familia de su madre y alguien tenía que hacer acto de presencia. Lo más lógico sería que su madre fuera, pero tenía ciertos compromisos que atender en Inglaterra. Por su lado, Lucius no podía darse tiempo en ese momento porque había problemas dentro del ministerio y Voldemort, ya resucitado, lo necesitaba en el campo. Así, Draco se vio obligado a aparecer en casa de su tía aquel verano.
Lo bueno fue que no tuvo que viajar solo. Luego de conversar con Blaise, el pelirrojo había logrado convencer a su padre de dejarlo ir con Draco. Lucius los ayudó bastante en esta tarea pues su padre no era una de las personas más amables y comprensivas sobre la tierra.
Y aquí estaban, caminando por el Jardín de las Tullerías.
Blaise estaba de cuclillas al lado de una fuente a la mitad de un gran camino que atravesaba todo el jardín. Unas palomas se habían congregado cerca, y no se iban a pesar del agua que Blaise les estaba lanzando.
Draco se acercó y le tomó de la mano. Este le sonrió y siguieron avanzando. Era la primera vez de Blaise en Francia, y aún no dominaba muy bien el idioma. Se había memorizado algunas frases durante las 'clases' que Draco le había dado, pero llegaron a la conclusión de que jamás podría hacerse pasar por francés.
- Me gustan las estatuas – comentó el pelirrojo señalando a una alta señora de piedra.
- Lo sé. Por eso mañana vamos al Louvre...
- ¿Draco?
- Mmm...
Como su amigo se quedó callado, Draco volteó a verlo. Blaise miraba con ojos soñadores hacia atrás, observando todo el Jardín a sus espaldas. El rubio sonrió y se acercó a él. El otro pareció despertar, y con un beso, siguió avanzando.
Caminaron por todo el borde del museo hasta que llegaron a las pirámides. El patio entre las paredes de lo que fue un palacio se encontraba lleno de personas que, así como ellos, caminaban deleitándose en la belleza de la ciudad. Atravesaron los arcos y, luego de caminar un poco, llegaron al borde del Sena.
Blaise se sorprendió cuando Draco le tomó de la mano.
- ¿Puedo, verdad? – le preguntó con una sonrisa burlona
El pelirrojo asintió y apretó su mano, volteando el rostro hacia el río.
- Estás muy callado... – se quejó con un pequeño puchero el rubio al detenerse, tomando el mentón de Blaise en sus manos -. ¿Te pasa algo?
El otro respiró lentamente con la mirada gacha, pero pronto miró a Draco a los ojos y, sonriendo, le contestó con un beso.
- No es nada
Draco trató de volver a hablar, pero Blaise negó con la cabeza y señaló la catedral de Notre Dame, que se escondía al otro lado del río, muy lejos de ellos.
- ¿Recuerdas la historia de Cuasimodo?
- Sí – contestó el rubio escéptico, mirando extrañado a Blaise.
El pelirrojo lo jaló y se apoyó con los codos en el muro que había al lado de la vereda. Draco se quedó de pie a su lado mirando el rostro de Blaise perdido en los tejados de Paris.
- A veces me siento como Cuasimodo, pero al revés. Nadie lo quería porque era deforme y una sola persona pudo ver su lado atractivo y quererlo. Tú me quieres por mi lado atractivo – y con esto volteó y se abrazó a Draco -, pero tal vez no te guste mi lado deforme.
Blaise se quedó mirando a Draco con sus grandes ojos castaños. El viento que corría esa tarde despeinó un poco sus cabellos. Los ojos grises del Slytherin acariciaron el momento en que la brisa levantó el cabello de Blaise y estos acariciaron levemente sus mejillas. Sí, era cierto que la coraza de Blaise lo había cautivado...
...Pero...
- Tal vez tu deformidad no sea más que una belleza escondida. Sabes que en la época de Cuasimodo no había maquillaje... de repente con un poco de ayuda, el pobre hombre hubiera resultado atractivo.
Blaise se rió y Draco no pudo evitar pensar en lo hermoso que se veía, y que tal vez era cierto que la deformidad de Blaise no fuera externa y yaciera muy dentro de él. En ese momento, no se le ocurrió ninguna manera de decirle que todas las personas tienen un pedazo dentro de ellas que no es bello para todos, que entendía lo que era sentirse un monstruo por dentro.
Pero no pudo hacerlo porque el otro chico lo miró con otros ojos y le susurró al oído palabras que se perdieron muy rápido en el viento.
- Me estoy enamorando...
Cuando se separó de él, los ojos del otro lo miraban asustados. Con un rubor que crecía en sus mejillas, Blaise se separó de Draco y comenzó a caminar rápidamente. Y, a pesar de haberse quedado atónito un momento, Draco se recompuso muy rápido y salió detrás de Blaise. Casi al instante, lo tenía cogido del brazo contra el muro.
- ¿Por qué te vas? – le preguntó agitado
- Obviamente porque estoy avergonzado – le contestó el otro en tono de burla, pero con un poco de irritación y vergüenza en la voz -. Draco... ¿puedes soltarme?
- Oh... lo siento.
Draco se alejó avergonzado y Blaise pudo sobar la parte de su espalda que había tenido el borde del muro incrustado en ella. El rubio le tomó de la mano y, ante la mirada escéptica del otro, le dijo con el mismo tono que hacia unos segundos el pelirrojo había usado.
- Puede que me esté pasando lo mismo...
Blaise lo miró un momento y luego, ante los ojos extrañados de Draco, se arrodilló en el suelo y bajó la cabeza.
- ¿Qué haces? – le preguntó ligeramente alarmado el rubio cuando un señor pasó por su lado y los miró con expresión reprobatoria.
Su incomodidad no duró mucho, pues Blaise se puso de pie casi inmediatamente. En sus manos sostenía dos hojas, una verde y una amarilla. Ambas estaban frescas, pues las había arrancado del arbusto que luchaba por crecer al pie del muro. El chico miró con una ceja elevada a Draco y le señaló ambas hojas.
- Elige
- Esto es estúpido...
- ¡Elige!
Con un gesto de resignación, Draco tomó la hoja verde. Blaise, completamente serio, jaló la cadena que tenía en su cuello. El rubio iba a recriminarle, pero vio que hizo lo mismo con la cadena que él mismo tenía. El Slytherin sacó su varita, y colocó ambas hojas con las respectivas cadenas sobre el muro.
- Blaise... te puede ver cualquier muggle – le advirtió alarmado el otro, mirando a ambos lados del Sena.
- No seas aguafiestas. Arriésgate un poco – respondió Blaise, con una media sonrisa, antes de recitar un encantamiento que fusionó las hojas con las cadenas. Ahora, las membranas de estas, antes naturales, estaban formadas por la misma plata que entretejía las joyas.
- No sé dónde aprendes estas cosas... – exclamó Draco cogiendo su cadena antes de mirar a Blaise.
- Tienes que guardarla... como un recuerdo – le dijo, serio -. Así sabré que no has olvidado lo que te dije hoy.
Draco lo besó y Blaise lo jaló hacia el muro nuevamente. Las aguas del Sena no parecían contaminadas bajo el cielo gris, sino una nube que se había tumbado a dormir en ese sendero mientras las otras descansaban sentadas sobre la ciudad.
Y, sin darse cuenta de la lluvia que comenzaba a caer y los empapaba completamente, se quedaron viendo el río apoyados en el muro, hombro con hombro, los dedos de sus manos opuestas enlazados.
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Con un pinchazo en el lado izquierdo de su pecho apretó el pendiente entre sus dedos. Aquella escena parecía tan irreal ahora, como todos los recuerdos que son reproducidos en la mente de una persona bajo el efecto de la pena.
Draco sabía que Blaise no había sido tan enigmático o tan romántico como lo recordaba, ni él había sido la mitad de cariñoso de lo que cruzaba por su mente, pero aquel recuerdo tomaba pedazos de historias que no habían ocurrido en ese tiempo o espacio. Tal vez, ni siquiera les había ocurrido a ellos. Tal vez, los diálogos no eran los mismos... tal vez era solo su imaginación jugándole una broma pesada.
No obstante, lo que jamás olvidaría sería el sentimiento que lo había abordado aquella tarde. El miedo a que se esfumara lo que apareció al lado del río y que compartía con Blaise.
Y ahora, hubiera derramado una última lágrima, pero sabía que Blaise no lo haría. Sabía que lo único que Blaise le pidió no supo dárselo, y por eso no tenía derecho a sufrir por su muerte.
Y, por eso, la hoja que sostenía en sus manos se hizo polvo.
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Chapter Summary: (20 de Marzo) Donde Harry pertenece a una comisión interrogatoria inoportuna, Draco hace acusaciones bizarras, y una escena del pasado en Paris gana romanticismo en el subconsciente.
GaB
Modificado el Domingo 04 de Diciembre, 2005
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