Disclaimer: Los personajes y escenarios de este fan fiction son totalmente propiedad de J.K Rowling y las empresas aprovechadas de su trabajo. Sólo algunos de ellos (y creo que en este fict en concreto, ninguno) son de creación propia. Lo que quiero venir a decir es que yo no gano nada con esto salvo divertirme un poco e intentar divertir a otros, nada más.
NOTA DEL AUTOR: Hola! ¿Qué tal queridos lectores/as? ¿O debería decir qué tal Carla? Porque ha sido de ella de la única persona que he recibido review del capi anterior… (Muchas gracias Carla!) Bueno, dejando este tema de lado y pasando a la historia en sí, aquí está el capítulo 2 de la susodicha. El título lo dice todo, espero que lo disfrutéis y si es así que por pocas líneas que sean me informéis de ello; los que seáis escritores entenderéis muy bien el sentimiento de felicidad que embarga a uno cuando recibe un review, aunque sea cortito. Por cierto, antes de comenzar os quiero avisar que este capi puede resultar un poco desagradable, traumático y violento, y ni que decir tiene que sangriento. Avisados estáis. Nos vemos al final del capi, ok? Aunque claro, primero responderé al review de Carla:
Carla Gray: Muchas gracias querida emperatriz por mandarme este maravilloso review, sobretodo teniendo en cuenta lo abandonada que te tengo en cuanto a reviews… Bueno, yendo al grano, te agradezco que estrenaras la lista de reivews, porque sino se hubiera quedado vacía. Lo siento mucho, pero tu ojo interior está nublado y tu predicción ha fallado de pleno ya que el único review que he recibido es el tuyo. ¡Pero no pasa nada! Si al menos sé que a ti te gusta, me hace feliz. Por cierto, el chantaje es algo genial sólo cuando eres una gran escritora que tiene a cientos de personas enganchadas a su historia, vamos, como tú. En cuanto a los personajes, como creo ya te comenté, me encanta que te encante (plagio total) el nuevo Ron, menos estúpido y ligeramente más sangriento y no te preocupes, puedes llamarle atractivo sin reparos ya que, al menos para mí, cada fict lo conforman personajes distintos aunque los nombres sean iguales o sino compara este Ron con el de "El veneno más mortífero"… Me alegro también por la evolución de Harry y su reacción en ti, mi intención era esa: que pareciera más maduro y menos niñato, y al parecer lo conseguí. Por Draco, no tengo palabras, me queda bastante clara tu opinión y no tengo nada que objetar o comentar. Pues nada más, si lees este capi (espero que sí), deseo que lo disfrutes. Hablamos ok? Adeu!
Sin más preámbulos, la historia continúa…
EL GUARDIÁN DE LA LUNA LLENA
CAPÍTULO 2: LA ÚLTIMA BATALLA POR LA LUZ
Remus, Harry, Ron, Hermione y Draco atravesaron los ruinosos pasillos de los cascotes del Castillo de Hogwarts en dirección a lo que un día fueron las grandes puertas del mismo. Los muros semiderrumbados, los cuadros calcinados, el suelo lleno de polvo, las cristaleras rotas, manchas de sangre seca por las paredes… Los últimos rayos de sol de aquel día, tal vez el último crepúsculo de sus vidas, iluminaban esos tétricos recodos, esos últimos recuerdos de un pasado que se podría llamar feliz y que, sin embargo, recordaban a su vez un tiempo triste. Los antiguos, antaño imponentes, ventanales los bañaban en aquella luz anaranjada del atardecer.
Remus iba en cabeza del grupo, varita en mano, con paso cauteloso y con todos sus lobunos y agudizados sentidos puestos en cualquier ruido extraño que pudiera suponer un peligro. Inmediatamente detrás se encontraba Harry con una máscara de impecable seriedad sólo marcada por unos ojos repletos de odio hacia el Señor Oscuro. Detrás iba Ron estrangulando la varita de con tanta fuerza que la apretaba, con un rostro que mostraba sin un ápice de duda su sed de sangre y una furia contenida a punto de ser liberada. Hermione, a su lado, poseía su mirada inteligente puesta en todos los lugares, buscando cualquier anormalidad, cualquier indicio enemigo. Tras ellos, a una cierta distancia, se encontraba Draco con su habitual expresión impasible pero sin poder evitar en su mirada la lujuria de la sangre. Todos preparados para la batalla, todos preparados para el enfrentamiento contra la oscuridad, todos preparados para la muerte.
Conforme avanzaban por aquel pasillo veían de reojo a través de los ventanales como las tropas de Voldemort se agrupaban en los verdes terrenos de Hogwarts. Los mortífagos se multiplicaban a cada paso que realizaban pero lo peor era que no estaban solos. Los acompañaban huestes de dementores de Azkaban, algunos de los pocos gigantes que quedaban, vampiros que adoraban al Lord sólo para obtener sangre fresca, licántropos en su mayoría controlados por mortífagos, dragones de temibles envergaduras,… una lista de un largo etcétera, múltiples y casi impensables criaturas, penetrando a través del sol anaranjado. Todas las fuerzas del Señor Inmortal, todos allí reunidos para observar su victoria frente a la última y patética resistencia a su dominación total.
Sin embargo, por muchas criaturas maléficas o muchos magos oscuros que allí se congregaran por segundos, ninguno de los cinco titubeó un solo instante. Su fuerza, origen de sus distintos, iguales y mezclados sentimientos, no decaería nunca. Si Voldemort creía que les desmoralizaría mostrando todo su potencial estaba profundamente equivocado. Aquello les daba todavía más ganas de luchar, la dificultad de la misión aportaba el valor para realizarla.
Aunque no les habían dejado salir todavía, el grupo sabía que ellos estaban allí. Los espíritus de los muertos estaban allí, entre los árboles del Bosque Prohibido, ocultos, como sombras entre las propias sombras, esperando su momento para salir y masacrar, si el Señor Oscuro lo requería. Mientras tanto, su gélido toque iba consumiendo la poca vida que quedaba en aquel lugar, matando con su sola presencia, dejando los grandes árboles mustios de repente y los putrefactos cadáveres de las criaturas del bosque a su paso.
El grupo llegó al vestíbulo del colegio, donde partían las destruidas escaleras en pos de las ahora inexistentes plantas superiores. Se podía ver la cristalera gigante con el escudo de Hogwarts cuyos últimos trozos se mantenían en su lugar a duras penas y los trozos de vidrio que faltaban desperdigados por la habitación. El lugar donde debería encontrarse el Gran Comedor era un cráter oscuro que todos ellos intentaban no ver. En aquellos momentos, Harry se detuvo y dijo con una voz silenciosa pero cargada de odio:
-Esperad un momento – dijo -. Voy a destruirlo – y sacó de entre su túnica el libro que contenía el hechizo que suponía su última esperanza. Lo extendió sobre su mano y de un rápido movimiento de varita el libro prendió y comenzó a arder a gran velocidad entre sus dedos, consumiéndose en pocos segundos-. Nuestro enemigo no debe conocer de su existencia – añadió en voz baja.
Ninguno de ellos dijo nada pero todos sabían que tenía razón. Si el hechizo llegaba a manos de Voldemort éste sería capaz de impedir su realización y todo estaría perdido. Aquella era una medida peligrosa y, sin embargo, necesaria. Ahora era la mente de Harry la única que guardaba el arma definitiva contra la oscuridad, el único que podía derrotar a Lord Voldemort y evitar su reinado de muerte.
Tras esta pequeña pausa, continuaron su paso hacia las ennegrecidas puertas de Hogwarts, destrozada la madera, invisibles sus grabados del león, la serpiente, el águila y el tejón. Semiabiertas, la luz del crepúsculo penetraba por ellas iluminando las ruinas del vestíbulo. Paso a paso se fueron acercando hacia ellas, a cada uno de ellos sintiéndose más y más valientes. ¿Morirían? Casi seguro. Pero aquella sería una batalla que Voldemort jamás podría olvidar y debería acabar reconociendo que no le fue tan sencillo hacerse con el poder. Ya habían llegado a la puerta y pudieron observar un espectáculo que ya esperaban ansiosos.
Todos los siervos del mal estaban allí reunidos, en los Terrenos de Hogwarts, a una distancia prudencial de las puertas. Al frente, centenares de mortífagos ataviados con sus túnicas negras, sus máscaras que ocultaban sus ojos sedientos de poder y su sonrisa burlona dedicada a los últimos defensores ante el poder de Voldemort. Detrás de ellos se encontraban algunos gigantes, cuyos rostros que parecían tallados en la roca mostraban una expresión asesina. A la izquierda estaban las hordas de dementores que parecían no poder contener las ganas de ir a por sus presas y su retaguardia la protegían multitud de dragones manejados por la oscuridad. En el otro flanco se encontraban los licántropos manejados por la maldición imperius y los vampiros sedientos de sangre mágica. Todos allí reunidos para darles muerte. Sin embargo faltaba alguien que no tardó en aparecer.
En aquellos momentos, los mortífagos se abrieron dejando un camino central por el que reptó el gran basilisco que un día viviera en la Cámara Secreta de Hogwarts. Harry creyó que le había dado muerte cuando luchó contra él en segundo curso pero se equivocó. Es cierto que estaba prácticamente moribundo, además de ciego, y que debiera haber muerto al poco tiempo. Pero el poder de Voldemort, aunque débil por entonces, fue suficiente para ayudar a la bestia a recuperarse poco a poco. Ya recuperada, salió de la Cámara por orden de su señor y se reunió con él para ser su cabalgadura a la hora de dirigir sus ejércitos. Como en aquel momento.
Lord Voldemort se encontraba sentado sobre un asiento instalado para ello en lo que sería el cuello del basilisco y miraba con una sonrisa malvada a las cinco personas que estaban frente a él una vez el basilisco terminó el recorrido y se detuvo. Pero no venía sólo. Junto con él se encontraban los mortífagos que constituían su guardia personal. A pesar de estar sus rostros ocultos tras las máscaras supieron al instante quienes eran: Lucius Malfoy, Bellatrix Lestrange y Peter Pettigrew. Sus más fieles servidores, aquellos que jamás le abandonaron ni titubearon un segundo por cumplir sus órdenes. Los tres parecían no dar ni el más mínimo signo de vida, ya que estaban rígidos y serios como estatuas. Pero bajo las máscaras había miradas vengativas y sangrientas. No dijeron nada, aunque tampoco podían hacerlo a menos que Voldemort les diera permiso.
Los ojos rojos del Lord relampagueaban mientras pasaba la mirada de uno a otro de los últimos integrantes de la Orden del Fénix, sonriendo. Durante unos segundos los estuvo observando y amplió su sonrisa al comprobar en las miradas de todos que no le tenían el más mínimo miedo. Fue en ese momento cuando les habló.
-Parece que esto acaba ya, ¿no? - empezó como si de lo que hablara no tuviera importancia alguna – Es una pena que tanto esfuerzo no os haya servido para nada. Lord Voldemort siempre consigue lo que quiere, aunque sea un poco más tarde de lo previsto. Vuestra huida sólo ha servido para postergar este momento: vuestro fin.
-En realidad queríamos darte la oportunidad de que pudieras intentar vencernos, Voldemort-dijo Ron con insolencia pero sin disminuir un ápice su mirada deseosa de matar-. Sabía que necesitabas reunir a unas cuantas tropas para atreverte a atacarnos pero… ¿a todos tus siervos? ¡Vaya! Si que nos tienes miedo.
Voldemort no pudo menos que cambiar su sonrisa por una expresión de furia dirigida al Weasley. Tras unos segundos en que Ron le aguantó la mirada divertido, el Señor Oscuro se pronunció:
-¡Insolente mago de tercera! Sabes que puedo hacer con tus amiguitos lo mismo que hice con tu queridísima familia aquí y ahora mismo. ¡Ay! Fue una pena no poder torturarlos personalmente pero no podía perder el tiempo con magos inútiles que lo único que hacían era interponerse entre mi destino y yo. Eran moscas que había que eliminar pero no iba a ensuciarme las manos para ello.
La furia de Ron aumentaba por segundos y la varita, la cual seguía estrujando, parecía a punto de partirse. Sin embargo, fue Hermione la que intervino en defensa de su amado, manteniendo la expresión inteligente y astuta de su rostro.
-Pues para ser un mago de tercera y su familia de magos inútiles, una veintena de tus magníficos mortífagos cayeron sin poder acabar la misión con éxito. Además, no creo que consideres que es un mago de tercera porque la presencia de todos tus sirvientes pone de manifiesto lo contrario, Voldemort.
-Asquerosamente inteligente, Sangre sucia - repuso el Lord Oscuro con una sonrisa macabra dirigida a ella -. Sin embargo, se te ha olvidado mi arma secreta ¿no es así?
-Si te refieres a las almas de los muertos, estás equivocado en que puedan ayudarte a destruirnos - repuso indiferentemente Draco, siempre un poco apartado del resto -. Además, el resto de tu ejército es sinceramente decepcionante. ¿Y pretendías que me uniera a esa pandilla de patanes que tienes por subordinados?
-Debí asesinarte personalmente cuando tuve oportunidad – le espetó a Draco con maldad y haciendo oídos sordos al comentario del rubio, continuó hablando -. Podría derrotaros de un solo golpe pero he preferido divertirme un poco a vuestra costa. Además, quisiera que en el futuro se hablara del final de mi ascensión a todo poder como de algo extraordinario. Si os matara rápido perdería emoción.
-¿No crees que habiendo matado a todos nadie podrá contar "el final de tu ascensión a todo poder", Voldemort? – dijo Remus entonces, sonriendo y añadió con sorna– Me temo que es un ligero error en tu magnífico plan.
-¿Y tú no crees que es un error que esta noche sea luna llena? - dijo el Lord con malicia -. Sería una pena que perdieras el control y matases accidentalmente a tus amigos durante la batalla.
-Si eres tan inteligente, Voldemort, deberías ser tú el que estuviera preocupado – repuso el licántropo sonriendo más ampliamente -. No subestimes mi forma de lobo o lo lamentarás.
El Señor Oscuro le miró con desdén durante unos segundos. Entonces dirigió su mirada a Harry que le observaba con una mezcla de odio, furia y también lástima. Volemort dirigió en aquellos instantes sus palabras al último del grupo mientras sonreía con maldad y sus ojos rojos relampagueaban más que antes.
-¿Tienes algo que decir, Potter? ¿Dispuesto a unirte a tu asquerosa madre Sangre Sucia y al incompetente de tu padre en mis ejércitos de muertos? Seguro que se alegrarán de verte - y comenzó a reírse a mandíbula batiente.
Por su parte, Harry no dijo nada y siguió manteniendo la misma expresión que tuviera antes de que Voldemort hablara. Cuando éste se dio cuenta de que sus palabras no habían tenido efecto alguno en Harry, paró de reírse y le observó con rabia. Tras unos segundos más de silencio, Harry habló por fin.
-De verdad que nunca dejará de sorprenderme cuán patético puedes llegar a ser, Voldemort- dijo tranquila y relajadamente mirando alrededor como si Voldemort fuera una lacra del paisaje -. Mira que venir aquí a intentar atacarnos moralmente… ¿Es que no aprendes o qué? Cualquier otro se habría dado cuenta ya de que cuanto más intentas desmoralizarnos- y entonces levantó la mirada y la clavó en los ojos rojos del Señor Oscuro – más ganas tenemos de acabar contigo – entonces hizo una pausa mientras contemplaba como el odio de Voldemort crecía ante sus palabras para luego proseguir -. Escóndete donde quieras, Voldemort, pero tienes que saber que allá donde te metas te encontraré y acabaré contigo – y entonces sonrió como si perdonara a un niño una travesura - Hasta la vista, Voldemort.
A las últimas palabras de Harry siguieron unos momentos de tensión en el ambiente. La luz anaranjada del crepúsculo se había ocultado casi completamente y la noche estaba por llegar para envolver la última batalla en un manto de estrellas acompañados de la luna llena. Al final, Voldemort decidió retirarse en silencio a la retaguardia de sus ejércitos para observar el fin de aquellos insolentes que se interponían en su destino. Aunque él nunca llegara a aceptarlo, acababan de derrotarle con la palabra.
Sin embargo, cuando el basilisco comenzaba a darse la vuelta para llevar a su señor a donde éste le mandaba, un sonido sibilante lo detuvo. Draco, sin variar un segundo su expresión indiferente y a la vez asesina, emitía por su boca sonidos sibilantes que parecían reptar hasta los oídos del inmenso basilisco. Una vez terminó, hubo un pequeño silencio, y entonces el basilisco se giró y dándole la cara pareció sonreír mientras respondía también con sonidos de serpiente. Una vez terminó, se giró convencido de haber amedrentado a Draco pero éste finalizó la conversación con unos sonidos llenos de insolencia y una sonrisa irónica en el rostro. Sólo Harry y Voldemort habían comprendido íntegramente la conversación, pero al resto de compañeros no les hizo falta entenderlo literalmente, ya que la intención era obvia. Draco había retado al basilisco.
Finalmente Voldemort y su comité se marcharon por el camino por el que vinieron mientras los mortífagos cerraban filas a su paso. Los cinco vieron alejarse al basilisco mientras las últimas luces del día se proyectaban en el oeste. Había llegado el momento. La batalla comenzaría en el mismísimo instante en que la noche diera comienzo, una noche sangrienta, la última noche. Un bando y otro aguardaban, sobraban las palabras. Las miradas fijas en el enemigo, las varitas listas… la calma que precede a la tempestad. El crepúsculo llegaba a su fin, el sol no podía resistir más el embate de la noche y se dejaba caer rendido. El último rayo iluminó a los cinco magos frente a los ejércitos de la oscuridad… y la batalla dio comienzo.
Al principio todo fue muy rápido. En apenas unos segundos, los mortífagos se abalanzaron sobre ellos seguidos de los dementores, los licántropos y los vampiros. Los muertos comenzaron a salir del Bosque Prohibido como un río azul pálido en dirección al grupo. Pero al mismo tiempo los últimos integrantes de la Orden del Fénix también comenzaron su ataque.
Hermione cerró sus ojos y extendió sus brazos y pronunció las palabras que generarían la barrera de protección ante los muertos. Ante la atónita mirada de los mortífagos, una especie de burbuja plateada surgió de la varita de la chica y se extendió abarcando todo el campo de batalla. Cuando los muertos llegaron hasta el límite de la barrera, se vieron incapaces de atravesarla e, impotentes, observaban las almas que su señor les había prometido que devorarían. Debía mantener aquella barrera durante toda la noche, permitiendo que ésta consumiera su poder mágico e impedir el paso de los muertos hasta la supuesta llegada del nuevo día. Si lo conseguía, la luz del sol se encargaría de alejar a las almas atrapadas, incapaces de soportar aquel fulgor maldito.
Al mismo tiempo, Ron se lanzó en picado sobre los mortífagos y comenzó a asesinarlos uno por uno y sin descanso, lanzando la maldición de la muerte sobre todo aquel que se cruzara en su camino. Ninguno de ellos era capaz de hacerle el mínimo daño, siquiera acercarse, la expresión asesina de su rostro aterrorizó a los magos oscuros y, paralizados, caían ante la varita de Ron. Una vez que se le pasó el éxtasis de las primeras muertes, Ron decidió divertirse más aún y con ojos ávidos de sangre utilizó maldiciones menos mortíferas, pero sí más crueles. Su deseo de hacer sufrir a los mortífagos todo lo posible se veía cumplido proporcionando muertes lentas y dolorosas en un mar de sangre. Llevado por ese desenfreno asesino, nadie era capaz siquiera de rozarle y los cadáveres se amontonaban a su paso. Pronto, todo el cuerpo de Ron estuvo cubierto en la sangre de sus enemigos, sus labios tenían una sonrisa demente, sus ojos cegados por la muerte.
Los dementores se abalanzaron con rapidez sobre ellos, hambrientos de la poca felicidad que les quedara a sus enemigos, deseando absorber sus almas para calmar esa sed de muerte. Sin embargo, se encontraron con un pequeño problema. Harry, desobedeciendo el plan inicial, exclamó con una mirada de profundo odio "¡¡¡EXPECTO PATRONUM!" y un inmenso ciervo plateado surgió de su varita. Los dementores se detuvieron en seco ante la visión del imponente ciervo que los observaba con el mismo odio que Harry. Entonces, el ciervo se tumbó en el suelo para permitir al chico subir en su grupa y en el mismo momento en que lo hizo, se alzó del suelo y con un grito de guerra que profirieron ambos al mismo tiempo, melodioso y al mismo tiempo terrible, embistieron contra los dementores. Éstos comenzaron a huir despavoridos, pero no tuvieron oportunidad. Siquiera rozaron al ciervo plateado y perecieron, desapareciendo en volutas de humo negro, abandonando el mundo al que tanto sufrimiento habían traído.
La luna llena hizo su aparición en aquellos instantes lanzando sus destellos plateados sobre el campo de batalla y excitando a los licántropos controlados por el enemigo. Pero no fueron los únicos a los que la luna llena excitó. Remus lanzó un grito desgarrador al cielo nocturno y sufrió entonces grandes convulsiones en su cuerpo mientras se iba transformando poco a poco en su demonio interior. Sus manos se transformaron en garras inmensas con las que desgarró y arrancó la túnica que antes llevaba. Sus facciones lobunas aparecieron en el rostro y sus ojos cambiaron de su expresión de aparente tranquilidad, a una furia y un odio palpables. Su sonrisa, antes divertida ante Voldemort, se convirtió en un grupo de incisivos asesinos que clamaban sangre. Una vez terminó su transformación, el gigantesco licántropo emitió un aullido tal, que todos los licántropos enemigos se amedrentaron y supieron quién era el amo allí.
Los mortífagos que controlaban a los licántropos se dieron a la fuga en cuanto la inmensa figura lobuna de Remus, mucho mayor que la de cualquier otro licántropo, corrió hacia ellos con los ojos inyectados en sangre, apartando a empujones a los licántropos enemigos que los mortífagos ponían en su camino para evitar su avance. Sus garras y sus dientes se llenaron de la sangre oscura de los mortífagos y los licántropos fueron poco a poco despertando de la maldición imperius. Así, Remus aulló más fuerte que nunca a la plateada luna llena y los otros licántropos le reconocieron como líder de la manada. Todos ellos, bajo el mando del nuevo líder, se lanzaron a destrozar a los vampiros que observaban el espectáculo, ya no tan convencidos de resultar victoriosos y de obtener la sangre prometida. Los licántropos son los únicos seres que no necesitan atacar el corazón de los vampiros para destruirlos y allí había un solo licántropo cuya furia podría destruirlos a todos.
Entonces, los dragones oscuros alzaron sus alas negras en dirección a ellos. En sus ojos podían verse que habían sido corrompidos por la oscuridad de Lord Voldemort y que ansiaban también la sangre del enemigo para sus propios placeres mortíferos. Los gigantes les seguían, aplastando con sus inmensos pies a los estúpidos mortífagos que no eran capaces de apartarse de su camino, con sus rostros tallados mostrando una única intención: matar. Pero al aproximarse a lo que un día fue el umbral del Castillo de Hogwarts se encontraron con algo inesperado. Draco fue cambiando su cuerpo poco a poco, encogiendo sus extremidades, alargándose y engrosándose su cuerpo. Inmensas escamas lo recubrían, sus ojos grises de chulería indiferente pasaron a un amarillo vivo con ansias de muerte y, ante dragones y gigantes, Draco mostró su forma animaga. Y cuando sus enemigos posaron su mirada en aquellos terribles ojos amarillos sintieron que les faltaba el aire y murieron. La mirada del basilisco mata, pero ellos no lo sabían.
Los dragones comenzaron a caer en picado como aviones derribados al ver los ojos del inmenso basilisco en que Draco se había convertido, matando a su vez a los mortífagos sobre los que caían, lo mismo que ocurrió con los inmensos cadáveres de los gigantes que observaron los ojos incisivos de la serpiente gigante; los aliados del Señor Tenebroso estaban resultando ser muy buenas armas en contra de sí mismos. La serpiente emitió un grito de victoria y se encargó de desgarrar con sus grandísimos dientes a aquellas de sus víctimas que todavía no habían muerto, sólo por el placer de destruirlas con sus propios dientes venenosos. Una vez que terminó con los dragones y los gigantes, reptó en dirección a los mortífagos. Le apetecía chasquear a unos cuantos entre sus dientes y comprobar el sabor de su sangre maldita.
Hermione, una vez realizó la barrera protectora de las almas de los muertos, comenzó a abrirse paso entre las hordas de mortífagos en dirección a Harry. Su misión tras la realización de la barrera era protegerle, pero él se había marchado en el ciervo plateado para destruir a los dementores contradiciendo así el plan inicial. Sin embargo, nadie hubiera sido capaz de eliminar a las bestias de Azkaban de forma más rápida y eficiente que él con su poderosísimo patronus. Cuando le encontró, estaba acabando con los últimos dementores y corrió a ayudarle. Una vez que éstos fueron aniquilados por completo, Harry se despidió con una sonrisa y una caricia al hocico del ciervo, que desapareció en una niebla plateada. Entonces, sin decirse una sola palabra, ambos dirigieron su vista hacia el horizonte y la sonrisa que segundos antes Harry tuviera en el rostro se convirtió en una expresión de seriedad ocultando un odio inmenso. Allí estaba el lugar desde donde Voldemort observaba la batalla y Harry se encaminó, seguido de Hermione, hacia allí con paso decidido, cruzando el mar sangriento de cadáveres de mortífagos que Ron había dejado a su paso, sin mirar atrás, sin apartar la mirada de Voldemort.
Remus acabó con un aullido con el último de los vampiros que no se habían dado a la fuga y los otros licántropos que quedaban se unieron a él en aquella salva a la luna llena. A pesar de no tener su conciencia humana, el lobo sabía exactamente qué debía hacer ahora: exterminar a los mortífagos, allanar el camino al Lord. Así que, aullando sin detenerse un segundo impulsado por su fuerza de lobo, se dirigió hacia ellos, iluminados por la luz de aquella maldita luna llena y los aterrorizó más de lo que ya estaban al ver que todos los ejércitos del Señor Oscuro estaban sucumbiendo ante el poder de únicamente cinco magos, aunque no cinco magos normales.
A pesar de todo, era Ron sin duda el que más mortífagos había asesinado. Su ansia de sangre no parecía tener límites y todavía nadie había sido capaz de hacerle frente, siquiera un mísero rasguño rozaba su rostro bañado en la sangre de sus enemigos. Seguía abriéndose camino entre ellos dejando un rastro de cadáveres, el mismo que Hermione y Harry seguían en dirección a Voldemort. Draco por el flanco izquierdo atacaba también a los mortífagos que intentaban sin éxito alguno cegar al inmenso basilisco para acabar o bien muertos por su mirada, o bien hechos masas informes de huesos, carne, veneno y sangre en la boca de la bestia. Por el flanco derecho atacaba Remus, mostrando una ferocidad infinita y acompañado por el resto de licántropos, no dejaba a uno sólo de los magos oscuros escapar de sus garras y colmillos lupinos mientras aullaba sin parar a la luna plateada. El desenlace de la batalla, aunque inesperado, estaba decidido.
Voldemort lo veía y era incapaz de creerlo. A pesar de la oscuridad, sus ojos rojos de serpiente le permitían observar todo lo que ocurría en el campo de batalla y sin embargo, era incapaz de comprender cómo podían ir las cosas así. Los licántropos sublevados…, los vampiros arrasados…, los dragones y gigantes fulminados…, los dementores exterminados… y lo único que le quedaba ahora era un grupo de mortífagos aterrorizados atacados por un temible basilisco, un mago asesino demente y un pequeño grupo de licántropos liderado por el que él suponía sería la perdición de sus compañeros. Todos ellos le separaban de Potter. Sabía que sus ojos estaban fijos en él, a pesar de la oscuridad de la noche. Potter le observaba tranquilo, en su búsqueda. Recordó las palabras que anteriormente le dijo y su furia aumentó. "Está bien" pensó "Acepto tu reto, Potter. Será un duelo entre tú y yo". Mandó al basilisco que le dejara bajar y a los tres mortífagos de su guardia personal a que le quitaran el asiento a la bestia. "Es tu fin, Potter".
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NOTA DEL AUTOR: Hasta aquí por hoy. ¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado, no me refiero a la sangre y eso, sino a la historia en sí. Lo siento por la gente que pueda haberlo pasado relativamente mal leyéndolo, por el tema ya dicho, les pido disculpas, se me fue la mano con la sangre… Por otra parte, si habéis disfrutado a pesar de todo, o no, también, escribidme algún review ok? Como ya dije antes, alegran y motivan muchísimo. Pues nada más, os dejo hasta la próxima vez que nos veamos, aproximadamente dentro de un mes. ¡Hasta entonces!
Alonning.
