" Querido Señor Tenebroso:

Es una buena pregunta, ya me extrañaba que no la hubiera hecho en todo este tiempo. Me agrada la confianza que ha decidido colocar en mis hombros, le prometo no defraudarlo.

Contestando: Me informé bien.

Leí libro, periódico, textos y escuché comentarios. Ayudó mucho que estuviera rodeado de la orden del Fénix, con eso pude darme cuenta de las cosas que no decían o, mejor escrito, que Albus Dumbledore no decía.

Me cuestioné también si no era mejor irme al lado político, pero encontré la corrupción en ese lugar que se autodenominaba "justo". Miles de artículos pasaron por mis manos contando el cómo algún activista había desaparecido y, curiosamente, también comencé a sacar pequeños cabos sueltos.

No es del conocimiento público porque quisieron ocultarlo (y lo hacen bien, si me permite decírselo), pero miles de personas que hablaban del Ministro o alguna persona de un gran cargo terminan muertas o desaparecidas.

Albert Johnson fue encontrado muerto en su casa por un supuesto ataque al corazón, mas no mencionan que era un herbólogo que estaba en contra del uso de algunas plantas para pociones o hasta los experimentos alimenticios hacia muchas criaturas mágicas.

Ross Stirling sigue estando desaparecida después de tres años, todavía no encuentran su cuerpo. Estoy seguro que está en algún tipo de laboratorio, siendo algún tipo de sujeto para la prueba de pociones. Ella era una inefable, escribía un libro sobre el uso de sangre de dragón, sus experimentos y rituales. Ese libro era su diario, donde contaba cómo se hacía pruebas en su propio cuerpo y revelaba los secretos más crueles del ministerio.

Debo decir que ellos dos no son los únicos y que nunca pudieron contar su propia historia. Los callaron antes de que eso pasara.

En otro contexto, la Orden es igual, pero los propios miembros desconocen el porqué sus aliados se van o no vuelven. Dumbledore asegura que tuvieron algún trabajo a escondidas para él o que simplemente se tuvieron que mudar a otro lugar por cuestiones familiares.

Mentiras.

Logré contactarme con un exmiembro. Agust Collins, para ser certeros. El pobre vive como muggle, no recuerda nada desde los once años después de un accidente. Ni siquiera sabe qué tipo de accidente, no está dentro de sus memorias.

Sólo comento de Agust porque es el único socio contactable. Los otros simplemente han desaparecido del mapa.

Me llego a cuestionar si Dumbledore abusa del uso de las pociones para poder lograr la ignorancia en sus "socios" y evitar algún tipo de rebelión.

Por otra parte, analicé los posibles tres bandos de la guerra. Dos totalmente descartados y el último tachado de malvado. Incomprendido, diría yo.

Podría hacer una lista de las ventajas que encontré, aunque sería demasiado larga, por lo cual la resumiré:

Mientras el Ministerio discrimina criaturas y las maltrata, usted tiene de su lado a algunas de éstas, proveyendo alimentos o apoyo cuando se encuentran en peligro.

Todos los bandos matan, pero el suyo nunca ha tocado el cabello de un niño (exceptuando a Harry Potter, que será un tema de conversación para más adelante). Sí, ni Dumbledore ni el Ministerio mata a muggles, ustedes sí, pero sólo aquellos que han maltratado a un niño mágico o realmente se lo merezcan.

Las mentiras. Punto clave. Usted nunca les ha mentido, siempre ha dicho las cosas de una forma algo... atemorizante, pero realista. Todos los que están en su bando saben y conocen el panorama de una forma real y certera.

Ésas son, posiblemente, las razones por las que me dispuse a estar a sus órdenes de alguna forma indirecta.

No crea que no he investigado todo lo investigable, ya lo he hecho y, lo que me falta, estoy consiguiendo la información. No es necesario que quiera borrar evidencias de algo, sólo tenga la firmeza de que ya lo sé y no expondré sus debilidades.

Su banco de secretos:
NB. "

Lord Voldemort sonrió. Le agradaba ese sujeto, no podía decir más. Si bien podría dar argumentos desfavorables por cómo se dirigía a él en algunas ocasiones, el Señor Tenebroso no podía negar que tenía su encanto.

Nadie, en toda su trayectoria, se había atrevido a decirle que era un mocoso Gryffindor o que sus planes podrían llegar a fallar.

Nadie, desde su llegada al mundo mágico, se había atrevido a alzar su voz y decirle las cosas como realmente eran.

Y le gustó.

Realmente le gustó.