- Eres un maldito enfermo - exclamó Hephaistión tratando en vano de soltarse pero Phillotas lo tenía sujeto con firmeza del cuello y Cassander estaba prácticamente encima de él.

Dentro de la tienda Alexander trataba en vano de serenar a Roxana, no iba a mentirle acerca de Hephaistión ni a aceptar que algo que significaba tanto para él se fuera por el drenaje.

- Hay muchas clases de amor, Roxana - le dijo mientras se acercaba, ella lo miró furiosa y acercándose lo golpeó en el rostro con fuerza, lo amaba y lo odiaba desde que él se fijó en ella y ese deseo la llenó de satisfacción y luego de desolación al verlo junto a Hephaistión.

- Es la noche...es la noche de mi boda - jadeó enardecida -¡Y él te da eso! - gritó señalando el anillo.

Alexander se miró la mano y negó con la cabeza, Roxana se acercó y arrancándoselo lo lanzó lejos.

- No quiero nada suyo aquí, no quiero sentir su presencia tú eres mi esposo y me casé contigo, no con él.

Phillotas alzó ambas cejas y reprimió una exclamación y dándole un codazo a Cassander exclamó:

- Eso estará salvaje...creo que también me buscaré una mujer persa como Alexander.

Cassander no le respondió y tampoco Hephaistión.

- Sabes, no deberíamos estar aquí...estoy ebrio pero si Alexander se entera o alguien nos ve nos mandará a azotar.

Hephaistión estaba lívido, había escuchado todo y esa bofetada la había sentido como propia, veía las siluetas a través de la tienda y oía los jadeos de la mujer, cada movimiento eran para él como un golpe y apretaba los dientes...aquello lo estaba destrozando. Por su parte el hijo de Antípater no lo estaba pasando mejor, sus ojos color pedernal estaban fijos en Roxana y no era precisamente deseo lo que se leía en ellos.

Phillotas los observó y encogiéndose de hombros, soltó el cuello de Hephaistión y mirando a su compañero se alejó de allí en busca de alguna prostituta.

- Te ha salido el tiro por la culata, Cassander - el mejor amigo de Alexander se incorporó frotándose el cuello.

No obtuvo respuesta y sin mirarlo se alejó también sin querer pensar ni recordar nunca más lo que había oído.

Cassander si se quedó, necesitaba una razón para odiar a Alexander y ahora era su chance de tenerla, tenía que sacarlo de sí, desterrarlo y olvidarlo y no caer mas en sus brazos...porque desde esa humillación que pensaba en el creyendo que éste alguna vez lo llamaría nuevamente a su lado y resistiéndose a creer que fuera un juego.

Una vez en su tienda, Hephaistión se dejó caer como un fardo y lloró como no lo hacia desde que su madre había muerto, había logrado mantenerse firme pero el hijo de Antípater sabía como asestar un golpe y ni siquiera su propia desolación le había aliviado.

Phillotas meditaba mientras la mujer lo besaba y sólo sentía asco ¿cómo era posible que Alexander se acostara con una persa y la nombrara reina? Eso era llegar muy bajo y relegarlos a ellos a una categoría muy inferior, no había sido suficiente el mandar a su padre fuera como si fuese un estorbo...eso era algo que no le perdonaría.

- Déjame - exclamó apartando a la muchacha - Ustedes no son buenos ni siquiera para esto.

Con impaciencia se levantó y tirándole unas monedas miró a su alrededor, en algunas tiendas se oían risas y cantos, sin dudas todos celebraban el enlace pero si Alexander lo había hecho esperando una unión persa y macedonia esta no se apreciaba por ningún lado. Phillotas estaba molesto y caminaba bastante bien para estar borracho, recordaba el rostro de Cassander mirando las siluetas tras los matorrales y sus ojos le decían lo que sus labios no querian contarle: amaba a Alexander y eso le causaba aparte de celos mucha ira porque sentía que perdía a su aliado mas importante.

No necesitó caminar mucho para hallarlo y poniéndose frente a él lo observó bajando el mentón, sus mechones rubios le cayeron sobre el rostro y se quedó ahí rumiando en silencio sin decirle nada, lo conocía desde que era un niño y siempre le había parecido atractivo.

- ¿Me dirás o tendré que seguir adivinando? - miró a su alrededor - ¿Dónde dejaste a Hephaistión? Imagino que debes haberte divertido con él.

Cassander alzó las cejas, se le veía demacrado y triste.

- Me dio lástima...- exclamó mirando el broche de su capa con aire indiferente.

El malhumor del hijo de Parmenión se acrecentó y poniéndole una mano en el hombro le dijo:

- Alégrate he encontrado la forma de acabar con Alexander y nadie sospechará de nosotros.

Su amigo no respondió y hundiendo más su brazo en el hombro de éste añadió:

- ¿Desde cuando que te acuestas con él? Hephaistión te llamó ramera, vi tus ojos hace un rato y Alexander te duele ¡tú también acabaste cayendo ante él como todos! - gritó enfurecido.

- No sabes nada! Estás borracho como siempre, será tu bocota lo que nos hunda antes de cualquier cosa, Phillotas. - se defendió Cassander quitándose el brazo de encima - Parece que estuvieras celoso, ¡soy yo el que se folla a Alexander y no es al revés! Lo conozco demasiado como para caer ante él así que no digas sandeces.

Phillotas se sentó al borde de la cama.

- Lo envenenaremos, he hablado con dos pajes y están dispuestos a hacerlo.

- ¿Unos pajes? Pensé que ésta vez si te meterías al río...- musitó Cassander con arrogancia, lo que terminó por acabar con la paciencia de su interlocutor el que poniéndose de pie lo increpó duramente.

- ¿De parte de quién estás? No he olvidado cuando querías verlo muerto, cuando decías que tú lo harías mejor...hemos pensado en esto desde hace años.

Tomándolo del rostro lo miró con ira y dolor, el rostro de Cassander se mantuvo imperturbable y sólo su mano derecha evidenció un ligero temblor, Phillotas nunca había actuado así con él y lo desconocía.

- No estabas borracho...vi como mirabas a Hephaistión, querías...- Balbuceó el hijo de Antípater pero su compañero se acercó con violencia y lo hizo callar besándolo torpemente, Cassander recordó un beso similar en medio de un pasillo iluminado con teas, discutía con Alexander sobre sus creencias y le gritaba que con su comportamiento estaba deshonrando a Macedonia y a Aristóteles, de improviso él se volteó y Cassander pensó lo peor, casi sintió el golpe de antemano y pensó que lo merecía por acabar con su paciencia pero en lugar de eso unos labios cálidos rozaron los suyos con lentitud, impresionado se quedó mirándolo con la boca abierta y sin dudarlo se lo devolvió con pasión y lo empujó hasta el rellano, asió su capa y tirando del broche con el león dorado de Macedonia buscó su boca como un poseso.

Abrió los ojos, ahora era Phillotas el que le acariciaba pero no sentía nada, no había amor ni siquiera deseo en la forma como éste lo tocaba y fue esa falta de cualquier afecto o simpatía lo que le repugnó más que el hecho de que su amigo quisiera acostarse con él. Cassander, al igual que Alexander sabía como inspirar a los demás y ningún arrebato como este le causaba sorpresa.

Lentamente alejó al otro hetairoi.

-No...lo haces sólo porque lo odias y sabes que el me tuvo.

-¿Qué dices? ¡Míranos, ve a tu alrededor y ve en dónde estamos! Rodeados de persas y relegados como perros que nadie quiere. Creí que eras mi amigo y que estarías conmigo siempre pero hueles a él, tus ojos han cambiado y ahora me rechazas.

Sin mirarlo caminó hasta la salida de la tienda, que lucía mucho mas ordenada y austera que la suya y con acento dolido murmuró:

- Lo haré solo, ya no puedo contar contigo...lo que mas me enoja es que tú sabias lo que él era y ahora eres una más de sus almas.

El sirviente se apresuró a ocultarse, lo había sospechado desde antes y ahora tenia la ocasiónn perfecta para desenmascararlos a ambos y contarle a su superior, se ganaría su aprecio lo cual no era poco. Siguió a Phillotas y lo vio hablando con unos jóvenes pajes y otros oficiales, tras sonreir se dirigió a la tienda de su superior y comenzó:

- Señor...tengo algo importante que deciros, es sobre unos hetairos de nuestro rey...creo, señor, que están conspirando para envenenarle - Acto seguido le relató la extraña conversación entre los dos hijos de los mayores colaboradores del difunto rey Phillipo y, ahora, de Alexander.

Hephaistión lo escuchó atentamente, sentía la cabeza mas despejada y tras prometerle que sería recompensado se envolvió en una manta, el aire frío se colaba por el campamento y extrañaba por primera vez su hogar, comprendió que tenía que proceder con mano firme y discreción. Llamó a dos miembros de su confianza y les ordenó seguir cada uno de los movimientos de ambos generales, al salir el aire gélido le golpeó como un cuchillo y distinguió la grácil silueta de Bagoas junto a la de otro paje y sonriendo se abrió paso entre los caballos somnolientos, todos parecían estar muertos muy pocos estaban en sus puestos, con un nudo en la garganta recordó la escena vista hace unas horas.

Amanecía y con paso firme entró a la tienda de Alexander, Roxana dormía abrazada a éste, sus cabellos negros y rizados estaban desparramados sobre el pecho del rey y se veia feliz como una bestia deliciosamente saciada, contempló la cama desordenada y apretó los dientes al distinguir unos rasguños finos en el cuello de Alexander.

"No eres más que una mujerzuela salvaje...no sabes cuanto siento que el heredero de Alexander vaya a gestarse en tu vientre...hubiera preferido a una macedonia en lugar de verte a ti ahí con él".

Serenándose se acercó tranquilamente y tocó con suavidad la frente de su amigo, al menos estaba dormido.

Alexander abrió los ojos y sonrió, lo que le recordó cuando dormían juntos en Pella y lo despertaba así, se reconoció en su mirada brillante de un tono entre celeste y gris y también sonrió.

- Tenemos un problema serio, ven conmigo. - susurró Hephaistión antes de salir.

El aire olía a humedad y supo que no era de mañana todavía, con cuidado se levantó del lecho, se sentí agotado y al inclinarse para ponerse la túnica el cuello le escoció, aspiró hondo y tomando el anillo volvió a ponerlo en su dedo y caminó hasta una tinaja con agua, se lavó el rostro, el torso y se sintió mas vivo.

- Ponte esto, todos duermen - Sin decirle más le tendió una capa gruesa e iba a avanzar cuando Alexander lo tomó por un hombro y lo miró al rostro.- ¿ Qué sucede...? - trató de reir - No tengo un monstruo en la cara ¿o sí?.

Éste negó con la cabeza y sin decirle nada lo abrazó con fuerza hundiendo el rostro en su hombro, Hephaistión movió los labios y su barbilla tembló pero se contuvo y besó las marcas en su cuello mientras sus manos acariciaban instintivamente su cintura.

- Pensé que te había perdido - sollozó sin querer decirle de la broma de Cassander y Phillotas.

- Nunca me perderás ni siquiera si Hades nos lleva un día, después de este mundo hay otro y si no: lo inventaremos,Hephaistión.

Caminaron por el campamento, parecían dos espíritus que vagaban por los lugares que habían conocido, el frío arreciaba y unas diminutas partículas blancas comenzaron a caer del cielo, Alexander apretó la cintura de su amigo y lo interrogó en silencio.

- No te gustará lo que voy a decirte Alexander - acarició su rostro y continuó - Una vez te advertí que Phillotas quería traicionarte, en Egipto ¿lo recuerdas? Pues bien anoche uno de mis soldados lo oyó hablando con Cassander en la tienda de éste y planeaban envenenarte.

El rostro de Alexander se tornó pálido y sin apartar los ojos de su amante exclamó:

- ¿ Fue por lo de Parmenión? ¿Lo de Roxana? Si otro me lo hubiera dicho no lo habría creido...él nunca ha estado conforme con mi forma de ser y para mí es casi un hermano ¿tienes pruebas? Las necesitaremos.

- Las obtendré, no te apenes más de lo necesario ninguno de ellos lo vale.

- Mi padre tenia razón cuando mas alto llegan los hombres, mas quieren los dioses derribarlos.

Alexander miró al cielo y lloró en silencio.

- Trae a Cassander lo haremos confesar aunque tenga que partirle la cara yo mismo.

- Como digas...- Hephaistión se llevó el puño al corazón y le dio la espalda, sus labios se curvaron en una sonrisa, todo el mundo creía que él era un arrastrado, una sombra y un imbécil con bonita apariencia...nada podía estar mas alejado de la realidad y se vengaría de ambos por hacerle ver al único hombre que amaba en su vida revolcándose con una mujer de baja estofa.

"Me subestimaste Cassander y me encargaré de que ambos cuelguen y sean alimento para los cuervos aquí mismo." pensó sin sentir los copos de nieve que caían sobre todo su ser.