Aquella mañana fue de despedidas, Parmenión partió a Ecbatana apenas despuntó el sol tal como Alexander se lo había ordenado, a su despedida asistieron sólo sus compañeros, los jóvenes estaban demasiado ebrios para asistir y algunos hasta se sentían aliviados de que se fuera, le temían por su vasta experiencia en combate y su sabiduría.
El último en hablar con él fue Phillotas, Nicanor uno de sus hermanos menores había muerto en batalla, Alexander les observó a ambos ,padre e hijo, conversando en lo alto de una colina y sintió una sensación extraña dentro de él, hace mucho que el viejo estratega no compartía sus decisiones y se alejaban más y mas el uno del otro creando una distancia que era sabida por todos, la vieja generación de macedonios leales, la nueva y el imperio que iba creándose bajo sus pies con extranjeros era como un inmenso mar que amenazaba con desbordarse, cerca de allí Cassander miraba con sentimientos encontrados a su amigo de la infancia sin saber que pensar acerca de la escena de la noche anterior.
- Es un buen hombre y te ama por serlo tu también - murmuró Cleitos apretando su hombro y rascándose la cabeza se alejó rumbo al lugar donde estaban las hetairas.
- Siento que termina una etapa de nuestras vidas, hermano, eso no tiene por que ser malo - Ptolomeo sonrió y también le dejo solo.
Alexander asintió y pensó en Hephaistión, lo conocía tan bien como la palma de su mano y confiaba en su discreción y prudencia, Cassander no debía sospechar nada ni tampoco Phillotas hasta que las pruebas estuviesen en su mano, aunque enviaba lejos a Parmenión el ejército seguía dependiendo de él y la jugada debía ser certera y no dejar motivo para objeciones.
Un golpe fuerte como el acto de quemar Persépolis era lo que necesitaba para que sus hombres recuperaran la fe, su casamiento contrario a lo que esperaba no fue de mucha ayuda y Roxana resultó ser mas fogosa y posesiva de lo que esperaba, tal vez si hubiese tenido tiempo habría hecho caso a su madre pero ahora necesitaba un heredero como fuera.
- Que extraño es verte sin tu sombra.
- No le llames así - El hijo de Filipo se giró y observó detenidamente a Cassander ocultando lo que sentía para que el otro no lo viera reflejado en sus ojos. Desde hacia mucho que no se veían a solas ni intercambiaban mas que las palabras de rigor, para él verlo le recordaba el incidente en Babilonia y su debilidad.
Cassander esbozó una sonrisa de maldad y mirando sus labios sintió ganas de besarlo, deseaba borrar el sabor de su amigo de su boca y ansiaba el de Alexander, ninguna noche había sido tranquila para él desde lo de Babilonia y no había momento en que no deseara la muerte de la sombra.
Alexander bajó la mirada, en los ojos de Cassander se advertía el deseo como una llamarada, su ánimo flaqueó y exclamó:
- Espero que Phillotas no sienta la partida de su padre, tú ¿no extrañas al tuyo?.
- ¿Ya me quieres lejos? De no conocerte diría que planeaste seducirme y hacer que Hephaistión me humillara pero al verlo después comprendí que no fue así.
- ¿Yo seducirte? - jadeó y alzó una ceja incrédulo.
Cassander rió en voz alta y se encaminó a encontrarse con Phillotas dejándole absolutamente desconcertado.
Hephaistión esbozó una sonrisa y caminó hasta dónde estaba su amigo, Phillotas y Cassander veían alejarse la comitiva de Parmenión.
- He averiguado algo con unos mozos al servicio de Phillotas, la conjura está bien estructurada y en todos se advierte el odio hacia los persas y medos que conforman tu servicio personal, introduje a un espía entre ellos y pronto lo sabremos todo - poniendo una mano en su hombro agregó: - No te aflijas por ello, quiero solicitar tu permiso para hacerlos hablar.
La sangre del hijo de Filipo se heló, su amigo nunca había solicitado esa dispensa antes y mirándolo exclamó:
- Sabes que lo tienes...¿Por qué me lo pides, los demás entenderán cuando presentemos pruebas, si el consejo lo sabe podríamos tener problemas.
- Alexander ¿Crees que aún con las pruebas en mi mano y tu testimonio bastarán para hacer confesar o inculpar a Cassander? A mi juicio es tan culpable como el otro.Ah no ser que no deseas que lo inculpe por esto que pone en peligro...- Hephaistión fue acallado por un súbito beso de su amante, cada fibra de su cuerpo se erizó, estaban a la vista de todos allí solos en lo alto de la colina.
- Aun crees que lo amo...no te tortures más, tienes mi permiso y mi corazón siempre.
La barbilla del hijo de Amyntor tembló y apretando los puños trató de evitar que las lagrimas rodasen por su rostro en el que se advertía una pequeña cicatriz en el pómulo izquierdo. Los ojos grises de Alexander estaban fijos en los suyos y en su rostro había ternura y dolor.
- Durante las campañas, Aquiles, he tratado de serte útil y cumplir a cabalidad para no deshonrarte ni dar motivos a que se hable que mi lugar es sólo por ser quién soy, he soportado tu ausencia y me dueles Alexander...te necesito, tu voz, tus ojos...yo...acepte tu matrimonio, acepto a ese muchacho sirviéndote aún sin poder dormir tranquilo pero Cassander...Nunca he olvidado lo de Babilonia.
- Hephaistión, siempre me he arrepentido de eso y nunca ni cuando mi demonio lo gritaba lo amé más que a ti, ni lo deseé más que a ti...Tú eres mi vida, Patroclo a ti te he dado mi corazón y todo lo que ninguno de mis hombres tendrá jamás. - Alexander lo abrazó y besando sus mejillas secó sus lágrimas.
Ambos se abrazaron llenos de emoción y fuerza, Phillotas que observaba la escena se volvió hasta Cassander que veía alejarse la comitiva y pegándole un codazo exclamó con la voz llena de veneno:
- No mantienen la compostura ni ahora, nunca ha merecido ser rey ¿ese es el hombre que turba tus sueños?-.
El hijo de Antípater se volteó y sus ojos se entrecerraron, su amigo lo empujó obligándole a descender con una risa sarcástica.
- Alexander... Esto - Comenzó Hephaistión aún conmovido.
- Esto...no es nada, entiéndelo, Cassander no significó ni significa nada.
Phillotas abrió la boca, eso sobrepasaba sus sueños más descabellados y rió fuerte, ambos se sobresaltaron y los ojos de Alexander se encontraron con otros que destellaban perfidia, celos y algo más.
- No queríamos interrumpir, Alexander - se excusó patéticamente Phillotas asumiendo el tono paternal que siempre adoptaba con él. - Tus amores son como hojas llevadas por el viento y todos en el campamento lo saben.
Furioso por la intromisión y consciente del odio de Cassander hacia ambos, Alexander alzó un brazo y haciendo un gesto a Cráteros que bebía sentado junto a Ptolomeo los llamó y les ordenó:
- Detengan a Phillotas por conspiración en mi contra, quiero saber de su boca los nombres de los involucrados y ustedes serán los encargados de sacárselo usando lo que consideren necesario.
- ¡No puedes hacer esto, maldito chiquillo! - gritó Phillotas debatiéndose entre los dos generales.
Alexander no se inmutó y mirando a Cassander pasó junto a él y susurró:
- Si sabes algo habla ahora o correrás la misma suerte que él.
- Hijo de puta...haces esto por Hephaistión - jadeó Cassander ronco de rabia.
Mientras Ptolomeo arrastraba a Phillotas, Hephaistión mirando a Cassander musitó:
- Agradece la oportunidad que el rey te está dando, yo lo se todo hijo de Antípater
Cassander rió y tomándolo del cuello lo arrojó al suelo y gritó:
- No lo voy a delatar, podrás matarme pero de mí no oirás nada, ¿tomar lo que él me da? Las sobras ¿eso dices? Que acuda a mí cada vez que tú no estés como si yo fuera la puta oficial de tu rey - escupió.
- Retráctate - Hephaistión se incorporó y sacando su espada volvió a exclamar: - Retráctate, estás insultando al Rey delante de todo el campamento y no te lo voy a permitir.
- Jajaja ¿me degollarás aquí frente a todo el mundo? Oh, noble Hephaistión.
Los soldados se habían acercado y hasta Bagoas atisbaba mirando con temor cómo los dos amantes de Alexander, ambos apuestos, de noble cuna y conocedores suyos desde la niñez se peleaban a gritos frente a todo el mundo, cerca de él Roxana miraba asustada y complacida porque ese escándalo no podía terminar en otra cosa que no fuera la ejecución.
Ambos habían sacado sus espadas y se estudiaban listos para atacarse, Alexander jadeaba de la impresión mientras el espectro de su padre le decía al oído:
- Siembra vientos y esto es lo que cosecharás, en mis tiempos los generales y los amantes respetaban a su rey, mira como todos presencian la tormenta que has ayudado a construir. Mira tu ruina hijo mío ¿esto es lo que Aquiles puede hacer?.
Alexander apoyó la mano en la frente y contempló a sus tropas, desde el primer hasta el último hombre sintió el hálito de la insurrección, el descontento y la escena de los dos hombres que amaba enfrentándose con el poder y la furia de un ciclón.
- Tu no lo hiciste mejor que yo ¿olvidaste tu boda? ¿olvidaste que entrabas a violar a mi madre llamándola perra epirota? Bastardo... Así me llamaste antes de desterrarme ¿Quién eres ahora? Regresa al Hades, yo soy hijo de Zeus - exclamó respondiéndole al espectro de su padre, sin querer había elevado el tono de voz y éste era el mismo que usaba en las batallas arengando a sus hombres y el miedo se apoderó de éstos.
Cassander bajó la espada, en sus noches u encuentros íntimos con él había aprendido a conocer el demonio de su amante, a temerle, a amarlo y odiarlo pero ahora lo veía al igual que todo el mundo.
Hephaistión contemplaba a Alexander de pie frente a todos con la túnica ondeando, las heridas de guerra en su pecho, el cabello revuelto y los ojos destellando terror, de todos era el quién mas conocía y sufría su influjo ¿podía ser de otra forma, no la había ya que, compartían el lecho.
- ¿A quién le habla, ¿Se volvió loco, Miren sus ojos, su rostro es la furia de los dioses y que alguien nos apiade - balbuceaban los macedonios, los persas hablaban en su lenguaje conocedores de entes malignos pero nadie ni sus mas allegados osaban mirarlo a los ojos.
Alexander avanzó hacia todos y mirando a sus hombres, sus amantes, a Roxana y sus seguidores gritó:
- Si, ¡Yo soy hijo de Zeus! Y les digo a todos que seguiré hasta que no quede ni un centímetro de tierra por conquistar, he sangrado, he llorado, he sufrido junto a todos ustedes ¿y es así como me pagan? Cada uno tiene derecho a apoyarse en mi hombro, a contarme sus pesares y no hay arma destinada a herirme que no haya cumplido su objetivo...¡Yo voy adelante siempre! ¿Y es así como me pagan? Con descontento, avaricia, celos - su mirada se clavó en los dos generales - He sangrado por cada uno, es su turno de hacerlo por mí.
Al callar, el silencio se extendió como un sudario y se escuchó el grito de una poderosa voz pidiendo clemencia, Alexander sonrió y señalando el lugar en donde Ptolomeo y Cráteros sonsacaban la verdad a Phillotas susurró:
- Así gritan los que no me siguen.- acto seguido cayó al suelo inconsciente.
Al abrir los ojos se llevo una sorpresa mayúscula al encontrar allí a Cassander el que evidenciaba grandes ojeras y se veía tan pálido como el mismo rey. Mirando alrededor buscó a Hephaistión pero Cassander exclamó:
- Tu sombra se halla deteniendo a los pajes acusados de querer envenenarte, Rey - susurró con los ojos fijos en él.
Alexander no se inmutó, estaba exhausto y apenas recordaba momentos fugaces del día anterior.
- ¿Sólo a esto...viniste?.
- No he venido sólo a esto...- Éste sentía los labios resecos y se los mordió al ver las marcas en la piel de Alexander, frutos de tantas batallas, aún estaba impresionado y asustado por la violencia de su demonio.
Éste alzó las cejas y sus ojos palidecieron, las sienes le palpitaban y aguardaba el resto conteniendo la respiración. abrió la boca y la cerró de inmediato confundido y sin saber bien como reaccionar.
-¿A que has venido, realmente? - inquirió con la voz un poco forzada.
El hijo de Antípater apretó los puños y miró a lo lejos, más allá del rey y mas allá del campamento...llegó hasta su juventud, hasta los prostíbulos que recorría junto a Phillotas admirándolo por su cinismo y por su valor en la batalla.
"No se por qué lo hago " pensó encontrándose con los ojos de Alexander.
- Han encontrado culpable al hijo de Parmenión - Pasó por su lado y se contuvo de acariciarle, todo le lastimaba, las marcas, sus ojos, su belleza y su autoridad.
Alexander había cerrado los ojos y los abrió rápidamente, al sentirlo pasar por su lado hizo ademán de detenerlo pero se arrepintió, Notando eso, Cassander susurró:
- Nunca quise ni intenté quitarte la vida.
- Eres un...- susurró Alexander pero Cassander lo silenció e inclinándose le dio un profundo beso.
- No quiero oírlo ni estar aquí cuando le atraviesen los venablos- exclamó y salió en silencio.
Hephaistión silbaba una vieja tonada que acostumbraba hacer cuando niño y salía a cazar con su padre por los bosques de Eordea, todos los generales, incluido Cassander, habían aceptado la culpabilidad de Phillotas y no le extrañó que su ex amigo saliese del salón, sólo él y Alexander sabían que era tan cómplice y merecedor de un juicio similar pero decidió callar para evitar una guerra civil en Macedonia.
- Buen trabajo muchacho - La sonrisa irónica de Cleitos decía mucho más que él mismo.
Ptolomeo alzó las cejas y le sonrió con complicidad, a causa de esto, la mayoría le odiaba y lo culpaban por el deterioro mental de Alexander y sus malas decisiones. Pero no le interesaba y guardando el grueso rollo de acusaciones se dirigió hacia la tienda de su amante y amigo para informarle, para su sorpresa lo encontró repuesto y preparado.
- Ya está hecho...- susurró observando su tez pálida.
Alexander asintió y pasó por su lado sin mirarle, recordaba pocas cosas del día anterior pero su discusión con Cassander estaba patente en su cabeza.
- ¿Quiénes irán? - preguntó con aire ausente.
Hephaistión suspiró y apoyándose en uno de los pilares contestó lentamente:
- Cleitos y Antígono.
-Buena decisión, bien hecho. - su voz se quebró pero reponiéndose salió de la tienda.
Fue en el ocaso cuando los venablos atravesaron a Phillotas, en vida fue un excelente general de caballería y no ha habido ninguno que haya podido igualarle, al igual que con Parmenión sus muertes eran necesarias. Alexander decidió continuar hacia la India pero nada era igual, su cordura y actos eran puestos en duda por los mismos hetairoi y tras el asesinato de Cleitos no volvió a cruzar palabra con el hijo de Antípater.
