UN REFLEJO EN EL ESPEJO

"Las sombras del pasado volverán, y en su aparición una vida llevarán..."

CAPÍTULO 10

Típica mañana japonesa: fría. Las nubes rondaban el cielo, en tanto que el aire se hacía sentir cada vez más fresco. Una joven de piel de marfil, sonrisa malévola y con múltiples facetas paseaba silenciosa por los suburbios de Tokio. Sus largos cabellos rubios se mecían a la voluntad del viento, desprendiendo un perfume tentador que llegaba a las narices de todo hombre que cruzase por su camino. Ella sólo reía animosa, mientras su ego traspasaba las barreras del límite permitido.

¡¡Le encantaba ser la mayor atracción para ellos!!

Sus zapatos de tacón dejaron de rechinar apenas se detuvo al ingresar a un local, o mejor dicho, la cafetería menos visitada del centro. Escrutó el lugar en busca de algo, y con su andar lento y soberbio tomó asiento en una mesa apartada en una esquina, mientras mostraba una sonrisa inescrupulosa en su bella faz.

- Creí que no llegarías - fue toda respuesta que se escuchó de la boca de su acompañante.

- Tuve un inconveniente que me retrasó, nada más - sacó de su abrigo un cigarrillo, que prendió casi con desesperación. Luego de la primera bocanada, exhaló profundamente, antes de comenzar a jugar con las líneas del mantel.

Los perdidos y fríos ojos azules de su acompañante, inspeccionaron lenta y vigorosamente la nada de una pared blanca. Finalmente, ofuscada por el silencio, comenzó a hablar cabizbaja.

- Deseo saber... ¿cómo van las cosas?

- Oh... perfectas - resumió sonriendo perversamente - Lo mantengo vigilado, Maru está más débil cada día, y su amo, bajo mi control - rió confiada, sin el menor remordimiento y ni importándole la gente que la viese.

- Eres una excelente manipuladora... - susurró la voz.

- Me halagas - contestó deleitada.

- Lo único que te encargo, es que lo retengas como lo hiciste hasta ahora. El día se acerca, y necesitamos que esté de nuestro lado, o por lo menos sin energía.

- Ajá - apagó el cigarrillo con aburrimiento, parándose y alistándose para salir - ...y dile al jefe que Yoh Asakura caerá antes de que finalice el mes de Octubre.

- Que así sea - musitó sin mucho aliento aquella persona, aún sentada en su lugar.

La rubia de escultural cuerpo estaba a un paso de la puerta de salida, cuando giró sobre su eje y agitó su mano en forma de despedida.

- Adiós, primita - traspasó la puerta de cristal en un abrir y cerrar de ojos, y su figura se perdió entre la multitud de gente.

Dentro del local, una joven rubia, pálida y de ojos azules sonrió casi mecánicamente, pero débil.

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Septiembre, mes encantador; donde los días son nublados y ventosos, tal vez esperando de esa manera la llegada del invierno.

- ¡Vamos a hacer galletas de chocolate! - exclamaba emocionada la ainu, atándose el cabello en una media cola, ya que el pelo ahora le llegaba hasta la mitad de la espalda.

- ¡Gayeta, gayeta! - decía una y otra vez el pequeño de melena rubia, agitando las manos con frenesí mientras una sonrisa surcaba en sus labios.

- ¡Y con tía Pili, Hana!

- ¡Tía, tía, tía! - repetía con su voz chillona y fina, observando a la joven buscar los ingredientes.

Pilika asió un paquete de harina de la lacena, tarareando una canción.

- Y lo mejor de todo es...

- ¡Que no tá mami!

Rió por lo bajo, para no llegar a las carcajadas. Ese chico, definitivamente, era lo opuesto a su madre.

- Tía - sintiendo toda la atención de ella en él - Cuéntame una hitohia.

La joven iba a protestar, ¿pero cómo hacerlo, si los ojos de él estaban clavados en los suyos? Esperaba una respuesta, y era más que seguro afirmativa.

- Pero si no le dices nada a tu mamá - suspiró resignada, comenzando a mezclar los ingredientes mientras pensaba en algo que atrajera la atención del niño.

- A ver... pensemos.... ¿te conté sobre Koloro?

- ¿Bicho natulaleza de tío Hoho? - preguntó inocente y curioso el pequeño.

- Ehhh... no exactamente. Pero si - el rostro de Pilika se iluminó al pensar en su hermano - ¿La historia del samurai legendario?

- Tía cotó - objetó disgustado.

- ¿El Torneo de Shamanes?

- Cotó.

- ¿Los espíritus del bosque?

- ¡Cotó!

- ¿La Sacerdotisa de la Luna?

- ¡¡¡COTÓ!!! - gritó enfadado, lágrimas destellaban en sus ojos.

- Bueno, bueno... - trató de calmarlo con una chispa de chocolate - ¿Sabes?, sos muy histérico.

- ¿Hi-té-ico? - imitó el niño.

- His-té-ri-co - reprendió sonriendo, y antes de que el pequeño comenzara a preguntar, se le adelantó con una propuesta por demás interesante para el infante - ¿Por qué no dibujas algo Hana?

El chico asintió felizmente, corriendo hacia su cuarto, y buscando hojas y colores. Apareció nuevamente, y comenzó a pintar sentado en el suelo.

Entre tanto se hacían las galletas, él no paraba de pintar y buscar otra hoja para comenzar a colorear. Una vez terminado los quehaceres de Pilika, la joven ainu se agachó a la altura del pequeño, tomando uno de los dibujos recientes. Primero vio a Hana, pero cuando volteó su faz hacia el dibujo, sus ojos se abrieron en tanto su piel palidecía.

- ¿E-esto? - sus ojos se humedecieron ante el funesto recuerdo, mientras sus labios entreabiertos no daban palabra.

Observó al niño con espanto, mientras una mueca de miedo se formaba en su rostro. Alzó su barbilla al escuchar el abrir y cerrar de la puerta principal, en tanto tornaba su mueca a una molesta.

La rubia apareció en el umbral de la cocina, atraída por el suculento olor que emanaban las galletas.

- ¿En el piso como un niño, Pilika? - saludó sin cambiar su gesto sereno, con el ánimo que la caracterizaba.

Se puso de pie en un gesto incómodo y tenso, Hana seguía coloreando sin prestar atención a las mujeres.

- Tenemos que hablar, Erika - rió sarcástica, mientras una sonrisa torcida aparecía en su rostro - ... si ese es tu nombre.

En el rostro inflexible de la mujer, se apreció un nerviosismo irónico que hizo notar a la joven.

Las cosas empeoraban, y el momento de la verdad se acercaba...

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La oscuridad era tan grande, que se tornaba imposible el poder observar algo más allá del negro. Sus ojos, del mismo color que lo oscuro, parecían estar tapados por un pañuelo invisible; y ese sentimiento, no le agradaba en lo más mínimo. Levantó una mano, pero no vio nada al frente suyo. El ceño que aparecía en su rostro hacía contraste con el miedo que sentía.

Trató de recordar algo, algún indicio que le diera la respuesta al por qué de ese lugar. Y más allá de su mente conmemoró todo lo ocurrido hacía, por lo menos, uno o dos días.

El levantar de la letal arma le había dado tal impresión, que al bajarla y tomar camino hacia su cuerpo quedó vencido por el desmayo.

¡Y que impresión le había dado! Más sabiendo que quien te asesinaba fue un gran amigo.

- Entonces... - pensó en medio de la nada - ¿Esto es estar muerto?

Las palabras se hicieron eco, inundando el lugar de un sonido tétrico. Sonido al que se acostumbraría, porque a cada pensamiento, la nada tomaba sus ideas para convertirlas en destrozos.

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- ¿Eso fue lo que te dijo? - resonó por el lugar la voz grave, varonil y soberbia de un hombre que se ocultaba tras su escritorio.

- No hay grandes novedades, pero el plan da exitosos resultados - acotó su sierva, mientras la voz daba estridentes carcajadas.

- Esta vez cuidaremos mucho los detalles - fijó con precisión, algo calculador - Pieza por pieza de este juego - se veía una de sus manos alzarse en el aire - ... hasta que llegue el momento de destruir a todos - cerró la mano con fuerza, formando un amenazante puño - ... y quedarme con el poder.

Una minúscula sonrisa apareció en el rostro impecable de la rubia; lo inevitable se acercaba, y ella sería parte del nuevo reino de shamanes.

Mientras las ideas de la victoria inundaban ese apacible lugar, Hao Asakura no dejaba de reír con fría maldad.

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Sus ojos se abrieron estrepitosamente, la agitada respiración no lo dejaba pensar y el sudor bajaba sin parar de su rostro a su cuerpo. Se sentó con el silencio mayor que pudo hacer, enfocó a media una sombra negra que se acercaba a otra con cautela. La primera llevaba algo mediano y brillante en la mano, mientras la segunda permanecía inmóvil, recostado en una camilla. Poco a poco las cosas se aclaraban, y un rayo de luz que entraba por una pequeña ventaba inundaba la faz del joven recostado.

Un momento, algo era muy familiar en aquella persona.

¿Su peinado era... puntiagudo?

Sus ojos se dilataron de tan sólo reconocerlo.

- ¡¡¡¡¡NOOO!!!!! - gritó con la garganta seca, quebrándosele la voz en medio del grito.

El pequeño saltó de donde estaba para tomar el brazo de Len y forcejear por unos instantes. La adrenalina corría por su cuerpo como nunca lo hubiera pensado, pero tal y como estaba parado, ahora se encontraba tirado en el suelo.

Tao lo miró despectivo, con sus ojos amarillos como se observaba a su presa incauta. Manta saltó hacia su brazo con astucia, pero nuevamente se vio enfrentado al suelo por una nueva derrota.

El heredero de la dinastía china movió el objeto brillante y fino, causando que Manta se cubriera el rostro con sus brazos en forma de equis.

- Adelante Len, ¡¡mátame!! - gritaba con desesperación - ¡¡Pero no le hagas daño al cuerpo de Horo Horo!! - tal era su miedo, que ya sentía las primeras lágrimas surcar su rostro.

El joven alto no respondió a sus palabras, se detuvo y luego murmuró con hostilidad.

- ¿Daño? - rió sarcástico, con la ironía como su fiel amiga - No vengas con esas, pequeño... sólo que si hacer un acto caritativo, se vea mal en éste país - finalizó irritado.

Ahí Manta se fijó con más interés lo que llevaba en la mano. Y en efecto, era un termómetro; lástima que la oscuridad le hubiera dado una mala pasada.

- Pero... ¿por qué? - preguntó confundido, Len sonrió.

- Verás... - suspiró con desagrado - hubo un mal entendido - viendo que sus palabras eran escuchadas, posó su mirada en los ojos de él - Como siempre con el puercoespín... Porque en primer lugar, mi intención no era matarlos.

Pasaron los segundos, y el rubio no entendía.

- ¿C-Cómo? - tartamudeó. La escena seguía viva en su cabeza.

- Fácil - rió Len, tomando asiento en una de las camillas - Yo nunca los he "traicionado" - enfatizó con las manos - Al contrario: si me he quedado en la casa de Yoh, ha sido para obtener mayor información.

- ¡¿QUEQUÉ?! - gritó dejando sordo al joven muchacho.

- No lo hagas más difícil, Manta - lo miró entre una confusión de serio y malhumorado - Algo extraño está pasando, y doy fe que uno de los involucrados es Yoh - meneó su cabeza en señal de desaprobación.

- Entonces... ¿nunca estuviste peleado con nosotros?

- Eso - lo miró profundamente, mientras sus ojos amielados emitían una sensación rara - Tenía la intención de confesarles mi plan, la tarde en que luché con Horo Horo.

- ¿Y... por qué peleaste con él? - preguntó Manta desconfiado.

Emitió un hondo suspiro, antes de hablar - Un desafío es un desafío... y nadie gana a Len Tao por miedoso.

El sudor comenzaba a expandirse en Manta.

- Bu-bueno, entonces - pero antes de terminar su frase, Len ya lo había cortado sin importancia.

- Lo primero que debemos hacer, es cuidar del puercoespín - suspiró con algo de culpa - ... y no dejar ver algún cambio en nuestras actitudes. Por eso, no creo que lo mejor sea avisarle a Horo del plan. - suspiró - Tengo que mantener vigilado a Yoh - comentó viendo la nada - ... porque pronto, muy pronto, alguien va a volver.

Manta lo miró extrañado.

- ¿Hablas de Anna? - preguntó con asombro, mientras que Tao lo observaba con una nítida sonrisa triste.

- No - respondió seco - Me refiero a Hao.

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- Cuídate mucho, hijo.

El ambiente era alumbrado por una pequeña lámpara, que con su luz esparcida en el lugar, iluminaba los rostros de la mujer y el niño en ese cuarto. Él, acostado, observaba la tez blanca de su madre con dulzura, mientras una de sus pequeñas manos acariciaba aquel rostro pulido e intacto. Era suave, y se sentía bien.

- Hana quiele sabel... - bostezó cerrando sus ojos negros. A fin de cuentas, el sueño lo estaba venciendo - cuanto falta pa' cumpeanios.

La rubia dio una pequeña sonrisa, ya sabiendo por qué le preguntaba.

- Si lo dices por tu regalo, ya te conseguí la foca - sonrió malévola, recordando aquella foca de plástico que había conseguido en un mercado de pulgas.

Pero el pequeño, no pareció tan feliz por su regalo.

- Ah - respondió desalentado, entretanto un aire taciturno dominaba el ambiente.

- Pero ya que lo preguntas... tu cumpleaños cae un martes, dentro de dos semanas - dándole un pequeño beso en la frente, se dispuso a salir del cuarto de su hijo - Duerme bien, Hana - fueron sus palabras de despedida, ya cerrando la puerta de la habitación.

La sombra de un hombre pareció estar vigilando al niño entre la penumbra, mientras una voz grave susurraba su nombre en la oscuridad.

El rubio se durmió contento. Y esa noche soñó que era libre, volando a encontrarse con un hombre que lo abrazaba y cuidaba; un hombre de gabardina larga y negra, que hacía juego con sus ojos oscuros y sus largos cabellos.

- Muy pronto nos veremos, Hana. Falta poco para que se active tu poder, y ahí estaré yo… mi pequeño trofeo.

--Fin del chap, pero no la historia XD--

Wenis, qué les ha parecido??... la trama se complica, y llegamos al nudo de la historia (por fin �). Y apareció Hao!!! wiii, prepárense fanáticas del bad shaman, porque tomará importancia en todo esto.

Me olvidé de decir, en el chap. anterior, que la canción utilizada es de Sin Bandera, y se titula (valga la redundancia) "Mientes tan bien". Es muy linda, y aconsejo escucharla para el que tenga la oportunidad

Falta poco para el final así que a dejar comentarios!!

Gracias a Aiko-Lizeth (pus yo que vos me quedo con la duda), Makita (te vas a llevar una sorpresa XD), Anne M Riddle (siempre me pones de buen humor, chica), Solcito, Nan, megumi (falta poco), Deby y Black Clow.