Dr. Stone no me pertenece es propiedad de Inagaki y Boichi, yo sólo tomo prestado a los personajes para fines de esta historia.

~Almas Rotas.~

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"¿Cuál es el precio de una mentira si se hace por amor?"

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Ellos vendrían por él.

Senku detuvo su andar y miró más allá, todo lo que su campo de visión pudo permitirle apreciar, encontrando solamente una fría y desolada calle.

Tan deprimente y sombría.

El escenario perfecto para un crimen.

Esa fue la impresión que tuvo del lugar, sin embargo no era el momento adecuado de sacar conjeturas innecesarias cuando debía continuar y alejarse lo más que pudiera antes de que la noche cayera sobre la congestionada ciudad.

El tiempo estaba jugando en contra suya y al menos debía intentar ganarle esta partida.

Sus pies nuevamente se movieron. Estaba agotado, pero ignorar el cansancio era la mejor opción que tenía; se repitió un millón de veces que encontraría ese preciado descanso cuando pusiera su trasero a salvo y se librara de su castigo. Un castigo, que al menos para terceras personas se lo tenía bien merecido.

Él supo que de nada serviría pedir clemencia, y honestamente no lo haría.

Durante mucho tiempo Senku vivió su vida a su manera, sin preocupaciones o culpa alguna, siguiendo el camino que él mismo se había forjado. Su trabajo en el laboratorio le brindó toda la satisfacción que alguna vez necesitó.

O al menos así fue hasta que Xeno decidió realizar la alianza con el departamento de policía para las investigaciones y entonces asignó a Senku como el compañero provisional de ella.

Y fue casi irónico que llegara a encajar con alguien tan opuesto a él.

Senku llegó directamente a un viejo y tétrico edificio, tomó aliento y mirando repetidamente a ambos lados con paranoia, ingresó sigilosamente al lugar.

Subió al viejo ascensor y presionó el botón que lo llevaría al piso destinado, un chirrido casi insoportable le hizo saber que estaba en movimiento y reconoció que el aparato necesitaba mantenimiento, al igual que el resto del lugar.

Una vez que el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, Senku miró el largo y desgastado pasillo, observando cómo las luces titilaban y resintiendo el aire frío que se colaba por las grietas de las paredes. El lugar era bastante decadente pero avanzó a paso decidido a través del pasillo, buscando con la mirada una puerta en específico.

Se detuvo frente a la puerta 220 e ingresó a la habitación y el panorama no distó demasiado del exterior.

—Huye y te perseguiré hasta encontrarte. —Una voz habló desde la profunda oscuridad del lugar.

La habitación apenas estaba iluminada por las luces del pasillo, pero Senku pudo reconocer a la perfección de quién se trataba. No le sorprendió en absoluto y mantuvo su impecable actuación hasta el final con el semblante casi inescrutable e impávido.

— ¿Qué haces aquí? —indagó, ignorando olímpicamente el comentario.

Sin apartar la mirada de la silueta escondida en la oscuridad, palpó el interruptor junto a la puerta para encender las luces de la habitación. Y fue entonces que su mirada carmín se centró en la delicada figura que yacía de pie junto a la cama.

Alborotados mechones de cabello dorado atados en una salvaje cola de caballo, hermosos ojos aguamarina que lo miraban con cierta aprehensión, y una delicada figura que lo volvía loco.

Pudo jurar que en ese momento la hermosa mujer era la personificación misma de lo justo y lo correcto.

—Lo repetiré una vez más, Leona ¿Qué haces aquí? —era la última persona a la quería ver, ella no respondió y eso simplemente sacó un poco de quicio a Senku—. Kohaku. —su voz se elevó una octava de lo normal, adquiriendo así un tono más severo y casi exigente.

Ella suspiró pesadamente.

—En verdad pensabas huir. —Kohaku afirmó con cierto tinte de aflicción en su voz.

La pequeña maleta con las pertenencias de Senku junto a la cama fue el indicativo de sus intenciones.

Por un momento Senku sostuvo su mirada con la de ella, revelando más de lo que podía decir.

Pero aún así, él no pudo exteriorizar sus aflicciones o preocupaciones.

—No es asunto tuyo Kohaku. —fue tajante al respecto, y fue mejor así. No tenía por qué inmiscuir a Kohaku en este problema.

Su problema.

Pero esa respuesta no era la que ella estaba esperando y tampoco la aceptaría. Senku estaba poniendo una barrera entre ambos, lo conocía lo suficiente para saber esa máscara de hostilidad e indiferencia solo era una fachada.

Una que ella se encargaría de resquebrajar a como diera lugar. Vio a Senku hacerle una señal como indicación de que quería que se marchara.

—Sé por qué lo hiciste y no te juzgo por eso. —comenzó, haciéndose la desentendida sobre la petición implícita en el gesto anterior, no se marcharía sin una buena explicación.

—Bien me alegro que al menos alguien entienda eso —soltó sarcásticamente asumiendo un fingido aire de altanería—. Ahora vete.

El hecho de que Kohaku estuviera al tanto de su problema y su aparente comprensión, no cambió absolutamente nada, él de igual manera huiría de ahí apenas ella se marchara.

Nada de lo que ella dijera le haría cambiar de parecer.

Senku cambió su mirada burlona por una más estricta y casi hostil, esperando que ella se intimidara y lo dejara en paz. No obstante, Kohaku permaneció ahí de pie sin dar señales de querer dejarlo solo; como pudo, apartó la mirada de ella totalmente exasperado y enfocó la vista hacia ningún lugar en particular en dirección a la vieja y rasgada pared.

¿Qué tenía que hacer para echarla? ¿Cargarla hasta la puerta y tirarla sobre el frío suelo de madera del pasillo? Bueno, era una buena opción, pero en todo caso Kohaku no cedería tan fácilmente y Senku ni de chiste podía cargarla sobre su hombro.

—Estoy segura de que los demás entenderán —Kohaku intentó de nuevo, depositando todas sus esperanzas en esas palabras—. Si te vas, si huyes como un delincuente, entonces no habrá marcha atrás ¿lo entiendes? Mi padre moverá cielo, mar y tierra hasta dar contigo, no dejará ningún lugar sin revisar en la ciudad y quizá también en el país.

En efecto, Kokuyo no dejaría lugar sin revisar y levantaría hasta la última piedra para dar con él. Cualquier sentimiento de estima por parte del padre de Kohaku hacia Senku carecía de relevancia en esta situación, al igual que ella, el anciano era un hombre apegado a su sentido del deber.

—No me importa. —fue su respuesta definitiva. Estaba arriesgando todo al quedarse, el ultimátum fue entregado y Senku tomó la decisión más sensata para ambos.

—No te vayas —Prácticamente se estaba condenando ¿por qué lo hacía? ¿Qué motivos se escondían detrás de sus acciones?— ¿Por qué haces esto Senku, por qué nos abandonas?

"" caviló Ishigami.

No estaba haciéndolo por él, era ella quien estaba en peligro. Pero no podía decirle absolutamente nada, guardaría recelosamente esa verdad solo para él.

Se marcharía y salvaría la vida de su esposa y del hijo que estaban esperando, ellos lo valían después de todo y sólo esperaba que Kohaku comprendiera algún día aquella decisión.

Se marcharía y dejaría atrás todo; su casa, el trabajo y su pequeña Familia.

Y de todo lo anterior fue a Kohaku y a su hijo lo que más le dolió perder, el dolor punzante que amenazó con invadir su pecho y remover algo en su interior fue la prueba.

— ¿Qué esperabas, Leona? ¿Que después de asesinar a Ibara me pudriera en una maldita prisión por el resto de mi vida? —Senku ocultó lo mejor que pudo aquel sentimiento, incluso sus ojos se tiñeron de un brillo que resultó inescrutable para Kohaku—. Por esa estúpida mirada en tu rostro puedo decir que sí, lo creíste. Sabía que eras una ingenua. —fingió mirarla de manera casi despectiva.

Kohaku se quedó parcialmente congelada al oír a Senku soltar semejantes palabras y el silencio inundó la habitación cuando él terminó de hablar; un aplastante silencio que le apretujó el corazón.

Si antes su corazón estaba desbocado ante la expectativa, ahora lentamente comenzó a detenerse debido a la decepción de escuchar cada palabra del que hasta ese momento consideraba su marido… el hombre del que quizá nunca debió enamorarse.

Con la cabeza en alto y respirando profundamente para darse valor, Senku continuó:

—Fuiste tú la que me involucró en todo esto aún cuando yo te dije que no quería ser parte de nada, eras tan molesta e insistente que al final terminaste por lavarme el cerebro con tus palabras, basura verbal si me lo preguntas —una mueca parecida a una sonrisa tiró de los labios de Senku—. Tú y yo somos una mentira, no eres más que alguien que en su momento me fue de utilidad ¿Kohaku acaso pensaste que en verdad llegué a amarte?

—¿Quieres dejar de decir estupideces? No entiendo qué demonios está sucediendo pero sé que estás mintiendo.

—No hay mentira. La verdad duele Leona, pero es mejor así —Senku dio un paso al frente, acercándose a ella y sólo cuando estuvo lo suficientemente cerca, le susurró—. Entiéndelo, esto ha terminado y te quiero a tí y a ese niño fuera de mi camino y mis asuntos, así que lárgate ahora mismo.

El cálido aliento de Senku impactó de lleno justo a un lado de su mejilla, llevando un leve escalofrío a lo largo de su columna y crispando su piel casi de inmediato.

Kohaku entonces reconoció que su reacción no se debía del todo a las palabras de su esposo, sino a la presión que la mano de él ejercía sobre uno de sus brazos. Ella miró hacia el punto de presión ¿Acaso él se atrevería a lastimarla?

Senku estaba debatiéndose internamente, la brusquedad de su agarre fue totalmente inexplicable para él, atribuyó aquello a la desesperación del momento. Otra parte de él sin embargo, le dijo que era la rabia contenida hacia sí mismo desplazándose inconscientemente hacia Kohaku por estar ahí, siendo una completa entrometida y poniendo en riesgo sus planes.

La liberó, notando la manera en la que Kohaku lo miró; con decepción y quizá también con una pizca de dolor.

Senku se inclinó a un lado de la cama para recoger algo, una pequeña maleta marrón que yacía hasta ese momento abandonada.

Rebuscó en uno de sus bolsillos, palpando en el fondo hasta encontrar su billetera y una vez la encontró, fijó su mirada en la puerta que aún permanecía abierta. Afianzando su agarre en la maleta, Ishigami pasó de Kohaku sin siquiera dirigirle una mirada más, ya que si lo hacía tal vez mandaría todo al demonio y se quedaría con ellos.

No podía, los hombres de Ibara se encargaría de vengar la muerte de su líder a como diera lugar. Kohaku y su bebé estaban en peligro si permanecía ahí más tiempo.

Se detuvo antes de cruzar el umbral.

—No te entrometas Leona, es mejor de esta manera. —no le dijo nada más.

Y sin perder más tiempo salió de la habitación sin mirar en ningún momento hacia atrás. Algo en la mente de Senku gritó con la aguda agonía que pulsaba con cada latido de su corazón.

Fue lo más difícil que hizo alguna vez y sabía que jamás se perdonaría el tratar así a Kohaku. La había lastimado y defraudado, la hermosa mirada aguamarina gritó con desesperación sobre su decepción.

Pero era mejor romper su corazón que verla muerta. Podría cargar con el desprecio de Kohaku pero no con su muerte ni la de su hijo.

Eso jamás.

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Fin.

Un pequeño reciclado angst pues porque la Yoari anda medio rara y quería escribir algo Sad… perdón u.u

Lo compensaré luego con algo más alegre y con mucho amors de la OTP :3

En fin, no sé si esto les gustó o no, pero ya saben que siempre son bienvenidos los comentarios y tomatazos por igual :)

Nos vemos en la próxima! n.n