Amor Prohibido - Capítulo 3

—Recuerda que tienes que igualar los denominadores para poder sumar las fracciones.

Jacob se encontraba junto a Yuri estudiando en el comedor de su casa. Era un lugar que fácilmente recibía buena iluminación natural proveniente desde afuera. Los muebles del lugar eran de caoba y había varios maceteros con plantas de hojas lustrosas. Las paredes blancas ayudaban a extender la sensación de iluminación del lugar.

Desde la explosión de parte del St. George, suspendieron las clases durante todo un mes. Esto, lamentablemente no libró a los estudiantes de sus estudios, y de la tarea. Es así como Jacob, se instaló desparramando un montón de libros y cuadernos sobre la mesa, junto a un computador portátil desde donde recibía todas las notificaciones y tareas. Más tarde se sumó su hermana Yuri, quien terminó por interrumpirlo completamente debido a su dificultad para realizar su tarea de matemáticas.

La pequeña observó detenidamente el primer ejercicio mientras intentaba meditar en las palabras de su hermano. El resultado, desastroso.

—¿Qué es un denominador? —preguntó rendida.

—Es el número de abajo. El de arriba se llama numerador.

—Pero… ¿por qué se llaman así?

—Eso no importa, ¿quieres sumarlos o no?

Antes de responder, se escuchó el talán de una campana proveniente del computador. Ambos voltearon su vista hacia la pantalla, observando la llegada de un nuevo mensaje.

—¡Es para mí! —exclamó Yuri contenta mientras acercaba el equipo hacia ella. Literalmente, había sido salvada por la campana de sus deberes matemáticos—. «Tarea: realizar un árbol genealógico de tu familia y enviarlo antes del viernes». ¿Un árbol genealógico?

—Es una representación gráfica de todos los miembros de tu familia para ver cuál es tu relación con ellos —respondió Jacob.

Al ver su rostro de incomprensión, Jacob prosiguió:

—Es el dibujo de un árbol en el cual colocas tu foto en el tronco, hacia las ramas están tus antepasados y hacia los costados tus hermanos.

—¿Así cómo? —preguntó ella extrañada—. ¿Puedo ver uno?

—Espera un poco —Jacob se bajó de su silla y se alejó de la habitación. Yuri pudo escuchar cómo subía las escaleras.

Tras veinte minutos, Jacob regresó al comedor sosteniendo una hoja de cartulina. Observó que Yuri se encontraba concentrada usando su computador.

—¡Oye! ¿Qué haces? —se acercó Jacob con aprensión, para encontrarse que su hermana estaba jugando en línea. Era un juego en flash en donde debía realizar una cirugía cerebral— ¿Qué rayos es eso? —preguntó consternado.

Yuri se encontraba absorta en su operación, como si se tratara de lo más divertido jamás hecho, mientras que para su hermano era lo más bizarro jamás presenciado.

—¿Qué traes ahí? —tras el Game Over, Yuri se volteó y vio la hoja que su hermano traía entre manos.

—Este es el árbol genealógico que me tocó hacer hace dos años —le explicó mostrándole el contenido.

De fondo se podía ver el dibujo de un árbol mal pintado con crayones. Encima se podía ver distribuidas las fotografías de todos los miembros de su familia. En el tronco se podía apreciar una fotografía de frente de Jacob, con su uniforme escolar y una sonrisa dispareja. A diferencia de la actualidad, traía unos anteojos de marco negro y rectangular de plástico. En la frondosidad verde se encontraba una fotografía de cada uno de sus padres. Su madre aparecía en una fotografía con una blusa azul rey con encajes, una sonrisa improvisada y una mirada de sorpresa. Su padre aparecía en una selfie con una camiseta sin mangas celeste cielo, y una sonrisa amplia. A la izquierda del tronco aparecían los dos hermanos menores de Jacob y a la derecha sus dos hermanos mayores. Jimmy se veía temeroso mientras usaba una jardinera y un jockey color café crema. Yuri se encontraba envuelta en un sweater color rosa mientras devoraba fervientemente unos chocolates desde un pote transparente. Jack aparecía con unos guantes sin dedos tocando su guitarra mientras usaba una chaqueta de mezclilla sobre una polera blanca con un estampado que no se notaba claramente. Yenny observaba con nerviosismo mientras mostraba una tímida sonrisa con frenillos.

—¿B menos? —cuestionó Yuri al observar aquel adorno en la esquina superior derecha de la cartulina. Era la nota de la maestra.

—El objetivo del trabajo era presentar a tus antepasados —explicó Jacob con decepción—, pero por más que insistí, nunca pude sacarle información a nuestros padres sobre nuestros abuelos.

—Vaya… ¿entonces tenemos abuelos? —volvió a preguntar Yuri sin despegar la vista de la cartulina.

—Es lo más obvio —contestó Jacob—. Aunque estén muertos, deben estar en alguna parte.

—¡Me encantaría conocerlos! —exclamó su hermana.

—Pues ¡buenas noticias! —exclamó Jacob con alarde—. Ahora que tienes que hacer tu propio árbol genealógico, tendrás la oportunidad de investigar quiénes son nuestros abuelos.

—Pero, ¿por qué papá y mamá no quieren decir nada de nuestros abuelos? —cuestionó Yuri alzando la vista desde la hoja.

—No lo sé —respondió encogiéndose de hombros—. Siempre han cambiado de tema y lo han eludido. También le pasó a Jack y a Yenny cuando también les tocó hacer su propio árbol genealógico.

—¿Ellos también hicieron uno? —cuestionó la pequeña.

—Sí. De hecho yo les copié el árbol a ellos.

Yuri repartía su mirada entre el árbol y su hermano. Estaba concentrada en cada una de las fotos. Eran los miembros de su familia. Eran la única familia que conocía. Saber que existían más miembros ocultos tras el telón del misterio la llenaba de emoción.

—¿Entonces puedo copiarlo? —preguntó finalmente.

—Adelante —aceptó Jacob mientras se sentaba y le quitaba la computadora—, total tenemos la misma familia. Solo dos cosas.

—¿Qué cosas?

—Primero, ahora es tu foto la que va en el tronco —respondió apuntando a su imagen en el tronco.

—Okey.

—Y no uses esa foto de Yenny —agregó Jacob apuntando a la imagen de su hermana.

—¿En serio? ¿Y por qué?

—No querrás saberlo —sentenció.

Más tarde ese día, Jack entraba a la casa con sumo cuidado. Eran ya las siete de la tarde y se había atrasado en una hora. Sabía que su madre ya debería haber llegado y estaría furiosa si se percataba de su tardanza. Aunque el retraso era de una hora, esperaba el milagro divino que a pesar de ello no notaran su ausencia.

—¿Dónde estabas? —una pregunta lo congeló a milímetros de cerrar su puerta. Lentamente se volteó, solo para encontrarse con Yenny, quien estaba saliendo de la cocina ubicada al fondo del pasillo.

—¿Mamá llegó? —preguntó Jack con rapidez mientras terminaba de cerrar la puerta.

—No. Mamá y papá llegarán tarde. Yo estoy a cargo —respondió la coneja.

—Menos mal —se alivió—. Supongo que no le dirás nada de que llegué tarde.

—Depende —inquirió ella—, solo si me dices dónde estabas.

—Bueno, me atrasé un poco —explicó Jack mientras se acercaba—. Es que en la tarde vi que estaban inaugurando un nuevo gimnasio Woo Foo frente a la plaza y me inscribí. En eso me demoré.

—¿Woo Foo? Espera, ¿hablas de artes marciales? —preguntó extrañada.

—Sí, siempre he querido aprender artes marciales —exclamó dando un par de golpes en el aire—, y la inscripción solo costó cinco dólares.

—Me imagino. El Woo Foo es lo más aburrido —respondió su hermana cruzándose de brazos.

—Bueno, artes marciales son artes marciales —contestó Jack encogiéndose de hombros—. Pero me hicieron esperar más de una hora para entrevistarme con el maestro Jobeaux.

—¿Quién? —cuestionó la coneja con extrañeza.

—Es un tipo simpático —respondió Jack—. Me hizo muchas preguntas acerca de mi familia.

—¿Acaso le contaste de nosotros a un desconocido? —lo increpó molesta.

—No es un desconocido —se defendió el joven—. Ahora es mi maestro Jobeaux —agregó con una reverencia oriental—. Además dijo que conocía a nuestros padres.

—Sí, cómo no —respondió Yenny cruzándose de brazos. En eso se escuchó el estruendo de un plato roto—. Por lo menos ahora que llegaste, podrías ayudarme con los niños…

Yenny se volteó un instante tras el ruido del estruendo, pero al regresar la vista a Jack, este había desaparecido.

—¡¿Jack?! ¿Puedes venir a ayudarme?

—¡Lo siento! ¡Estoy muy ocupado! —se oyó el grito de su hermano desde el segundo piso.

Tras un bufido de parte de la chica, regresó finalmente a la cocina.

Durante la noche, Yin y Yang se encontraban en su habitación tras un largo día. Yang la escuchaba mientras se colocaba los pantalones de su pijama a rayas azules. Aún le preocupaba aquel encuentro con Lina. No había querido decirle nada a Yin porque ella estaba preocupada por el bienestar de sus hijos, y con justa razón. Pero, también entendía que la aparición de al menos una persona de su pasado ponía en peligro dieciséis años de esfuerzo en construir una familia.

—Hoy llevé al doctor a Jimmy —comentaba Yin—, él me dijo que a pesar de todas sus enfermedades, él se encontraba bien. Tuvo mucha suerte de caer sobre una cama elástica y luego sobre unas colchonetas. Al menos está en casa, en donde puede estar tranquilo. Lo que me preocupa es cómo podré cuidarlos mientras estoy en el trabajo….

Yin se encontraba acostada con un camisón rosa palo con encajes en los hombros. Estaba tapada con todo el ropaje que podía ofrecerle la cama. Mientras presentaba su monólogo seguía con la mirada a su pareja hasta que él terminó acostado a su lado.

—¿Yang? —lo interrogó.

—¿Ah? ¿Qué? —preguntó de improviso. Estaba tan concentrado en aquel encuentro con Lina que había olvidado todo lo demás.

—Te pregunté si podrías quedarte a cuidar a los niños esta semana —repitió Yin—. Intentaré buscar algún permiso para quedarme durante el mes, pero me tomará tiempo.

Al no ver una respuesta por parte del conejo, prosiguió:

—¿Ocurre algo? Te he visto algo distraído últimamente.

Tras un suspiro, Yang contestó con una palma de su mano en la frente.

—Yin, Lina nos encontró.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Yin arqueando una ceja.

—A eso, Lina, la que conocimos cuando estábamos con el Maestro Yo, hoy trabaja en la escuela de los niños —respondió Yang con una mirada suplicante—. Es la orientadora del St. George.

La aprehensión de Yang fue transmitida hacia su hermana, cuyo rostro se desfiguró apremiado por el terror.

—¿Estás seguro? —preguntó con una pizca de esperanza de que todo esto se tratara solo de un mal sueño.

—Hablé con ella cuando fui a buscar a los niños el día de la explosión —respondió.

La mente de Yin comenzó a trabajar a mil por hora. Huir de su pasado ha sido la tónica de su vida desde que aceptó la propuesta de Yang de forjar juntos una familia lejos de su pueblo natal. No había sido fácil. Armar una mentira suficientemente coherente para convencer a todo el mundo ha sido un desgaste de media vida. Incluir a sus hijos en la mentira simplemente aumentó la dificultad de esta proeza. Ahora, la vida les presentaba un nuevo nivel de dificultad.

—Bien, bien —contestó intentando tranquilizarse—, ¿qué le dijiste?

—Pues no mucho —contestó Yang en un tono meditabundo —, estaba el director Dankworth en el lugar.

—¿Y sabe que tú y yo…?

—No lo creo —respondió Yang—. Evité hablar de ti.

—Bien —contestó Yin un tanto más esperanzada—, podemos decirle que son tus hijos, su madre los abandonó hace algunos años y yo soy la tía que está viviendo en tu casa y ayudándote con los niños.

—¿Y cuánto tiempo crees que vaya a durar esa mentira? —alegó Yang—. ¡Lina trabaja como orientadora! Ya debe haber encontrado nuestra acta de matrimonio entre los registros del colegio.

—Pues —la mente de Yin volvió a volar en busca de alguna respuesta. Tenía que existir algo, cualquier cosa. Tapar el sol con un dedo era una misión imposible—… ¿y qué tal si —comenzó a hablar sobre la marcha—… conseguimos una prueba de ADN que demuestre que no somos hermanos? Así cualquier acusación quedará infundada.

La propuesta de Yin tomó por sorpresa a Yang.

—¿Un ADN? —balbuceó.

—Si logramos conseguir un certificado de matrimonio falso, certificados de nacimientos falsos y documentos de identidad falsos, será fácil conseguir una prueba de ADN falsa —explicó Yin—. Solo es cosa de hablar con Lucio.

—Sabes que no me gusta que te relaciones con ese tipo —comentó Yang—, además, ¡es Lina! Ella nos conoce desde niños. ¿Cómo vamos a ir y decirles que no somos hermanos?

—Ella no puede cuestionar una evidencia científica —replicó Yin—. Podemos decirle que sí, creíamos que éramos hermanos cuando éramos niños, pero eventualmente descubrimos que no lo éramos, así que nuestro matrimonio no tiene nada de malo.

Yang se quedó sin palabras. Por un lado, le costaba creer que era posible una solución de esa naturaleza. Por otro lado, le costaba creer que esta solución no pudiera ocasionar problemas futuros.

—¿Estás segura que esto va a funcionar? —preguntó.

—Confía en mí —respondió ella.

Luego de eso, selló su promesa con un beso en los labios.

A la mañana siguiente el ajetreo volvió a la casa de los Chad. Todos recorriendo los distintos rincones de la casa en busca de todo lo necesario para terminar sus rutinas matutinas antes de comenzar con sus clases virtuales.

—¡El desayuno está listo! —anunció Yang desde la cocina.

Poco a poco fueron llegando los comensales. En eso aprovechó Yuri para colarse en el cuarto de sus padres. Se encontraba ubicado en el primer piso al otro lado del comedor. Era un dormitorio amplio con paredes de madera y con una ventana pequeña que impedía en gran medida el acceso de la luz natural. Yuri se encaramó debajo de la cama y recogió un chicle masticado de menta que había dejado allí la tarde anterior.

—Ahora voy a descubrir qué ocultan —susurró mientras extraía desde dentro del chicle una pequeña pelota ovalada negra. Era un micrófono espía.