Amor Prohibido - Capítulo 5

—¡Jack! ¡Necesito mil dólares!

Yuri abrió de golpe la puerta de su hermano mayor. Tras dar vueltas en su propia habitación junto con Jacob, no encontraron ni rastro del micrófono prestado. Esto no terminó bien. Jacob terminó furioso y Yuri desesperada. Solo le advirtió del monto que costaría su descuido.

Tras abrir la puerta, no encontró a Jack. A ella le extrañó esta situación. De todos sus hermanos mayores que podían ayudarla, Jack era el único que se encontraba en casa. Al menos era lo que ella creía.

Recorrió la habitación con la mirada. Era un lugar amplio, con suficiente espacio como para recorrerla sin chocar con algún mueble. Tenía un escritorio con un computador en un rincón, un estante, un armario, y un rincón en donde acumulaba algunos instrumentos como guitarras y una batería, esto sin contar con la cama. A pesar del espacio, casi todas las cosas estaban en desorden. La puerta del armario se encontraba abierta con ropa que se repartía desde allí hasta la cama. También había ropa repartida por el suelo y la cama. Sobre el escritorio nada se salvaba de no estar en su lugar, ocupando un espacio aleatorio. Lo único que tenía cierto orden eran sus instrumentos, pero no seguía regla metódica alguna.

La pequeña se adentró en la habitación en busca de alguna pista.

—¿Jack? —cuestionó.

Al acercarse a la ventana, pudo notar que en una de las patas del armario que se encontraba a un costado había una sábana atada. Por lo menos eran unas cinco sábanas atadas en sus extremos formando una larga cuerda.

—¿Jack? —volvió a preguntar infiriendo lo que había ocurrido.

La cuerda hecha de sábanas se encontraba atada en un extremo en la pata del armario, mientras que el otro caía por la ventana abierta hacia el exterior. Yuri se asomó por la ventana y vio que las sábanas llegaban justo al suelo.

Yuri, impulsivamente, decidió bajar por la cuerda improvisada. Esperaba que Jack no estuviera tan lejos y lograra alcanzarlo.

Una vez abajo corrió hacia la vereda. Miró hacia todas partes, pero no encontró rastro de su hermano. Intentaba imaginar a dónde podría haber ido, pero no tenía la menor idea de dónde estaba. Pensando con sus pies, comenzó a caminar sin rumbo fijo. Mientras, miraba por todas partes esperando toparse con Jack. Vio un perrito marcando su territorio en un árbol. Vio a un hombre sin mirar hacia adelante mientras caminaba por estar atento en su celular. Vio un camión de mudanzas. Vio un aparador lleno de televisores de los años noventa. Vio a una señora empujando un coche.

—Lo siento, no puedo concentrarme —una voz la desconcentró de su observación aleatoria—. No puedo dejar de pensar en lo que le pasa a mi padre.

Yuri se encontraba en un callejón oscuro, al costado de una puerta metálica. Concentrada en el entorno, olvidó fijarse en el camino. De no ser porque esa voz era de Jack, a quien podría pedirle ayuda, no tendría forma de regresar a casa. Una sincera alegría invadió su ser. Había encontrado la aguja en el pajar.

Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada. Mientras intentaba buscar la manera de entrar, seguía atenta la conversación en su interior.

—Hace muchos años que no he visto a tu padre —respondió una segunda voz—. Me gustaría hablar con él.

—¿En serio lo hará? —se escuchó a Jack con emoción.

Yuri encontró en un costado una escalera metálica que daba a una ventana. Cogió una piedra y con ella subió hasta la ventana. Con la protección de su sweater, se encargó de romper el vidrio e ingresar a su interior. Se encontraba en un segundo piso. Ya no podía oír las voces. No podría asegurar si la oyeron.

Recorrió los pasillos de lo que parecía ser un lugar abandonado. Las paredes sucias, desteñidas, enmohecidas y descascaradas. Puertas en mal estado. Olor a polvo. Parecía que no habían ocupado ese sitio desde antes de que ella naciera. Esperaba encontrar una escalera que le permitiera acceder al primer piso y encontrar a su hermano.

Bajo Yuri se encontraba una enorme habitación. En su orilla se encontraban repartidos distintos implementos de entrenamiento: burros, sacos de box, bastones, pesas, cuerdas, aros, entre otras cosas. En medio de la soledad de la habitación, en posición de loto y los ojos cerrados, se encontraba Jack con su maestro.

—Es muy difícil —se quejó Jack.

Su maestro abrió los ojos y lo observó con comprensión. Era un goblin bastante joven como para ser considerado un «maestro», pues parecía recién haber llegado a los treinta años. Tenía la piel verde y un cabello largo y castaño. Usaba un karategi completamente blanco con un cinturón lila.

—Es normal sentirse así el primer día, más aún con esa preocupación —respondió su maestro mientras era iluminado con un aura verde limón y comenzaba a levitar unos cinco centímetros sobre el suelo.

Cuando Jack aceptó interiorizarse en el mundo del Woo Foo, no se esperaba que su primera lección fuera de levitación. Cuándo se lo propuso su maestro le pareció una locura. Luego de una hora intentándolo todavía le parecía una locura. Pensaba en renunciar, pero la cordialidad de su maestro al desear conversar con su padre para reducir su castigo en caso de ser descubierto lo retenía. No temía que su padre lo castigara, sino descubrir por qué estaba molesto con el maestro Jobeaux.

—¿Cómo hace eso? —Jack de súbito volteó a ver el origen de esa voz. Su cuerpo reaccionó de forma involuntaria, dando un salto de sorpresa por la repentina aparición de Yuri.

—¡¿Qué rayos haces aquí?! —exclamó Jack molesto al sentirse asustado por su hermanita. Sus primeras ideas le advertían que no había hecho el más mínimo ruido, o al menos no uno que haya escuchado.

—Necesito mil dólares —le pidió derechamente. Jobeaux estiró sus piernas y se colocó de pie terminando con su levitación.

—¿Qué? —la petición descolocó a Jack. En su mente se agolpaban las preguntas que intentaban dilucidar por qué Yuri se encontraba frente a él en ese lugar. ¿Acaso su padre la envió?

—Lo que pasa es que perdí algo importante de Jacob y que vale mil dólares —explicó—. Tengo que recuperarlo si quiero que él deje de estar enojado conmigo.

—¿Y qué rayos tiene él que pueda costar mil dólares? —exclamó sin poder expulsar su enojo por la sorpresa.

—¡Por favor! ¡Tienes que ayudarme! —Yuri lo sujetó del cuello de su traje, arrastrándolo con desesperación. Jack cada vez estaba más perdido sobre lo que estaba pasando.

—¿Estás segura que el precio del amor de tu hermano se transa en mil dólares? —intervino Jobeaux.

La coneja dejó a Jack y su mirada se centró en aquel sujeto. Lo observó como queriendo ver dentro de él como si sus ojos fueran rayos X. Cuando parecía que tanta meditación por fin daba fruto, Yuri dijo:

—¿Qué es una transa?

—Yo creo que el perdón de tu hermano no vale mil dólares —prosiguió el maestro con las manos en su espalda—. Solo dale tiempo y verás que todo se solucionará.

—No lo creo —respondió la pequeña bajando la mirada—, nunca había visto a Jacob tan enojado.

—Quizás nunca antes hayan tenido una pelea de ese calibre —prosiguió el maestro Jobeaux—, pero no hay nada que el amor pueda superar. Si realmente él te quiere, él te perdonará.

La sonrisa del goblin terminó por convencer a la coneja, quien entró en confianza tras su mirada apaciguadora.

—Además no creo que hable en serio con eso de los mil dólares —agregó Jack—. Digo, ¿de dónde él cree que los vas a sacar?

—Creo… que tiene razón —concluyó Yuri—. ¡Gracias señor!

—Por favor, llámame maestro Jobeaux —se presentó el goblin tras una suave risa.

—¿Ese es el maestro del que hablabas ayer en la cena? —le preguntó Yuri a su hermano mientras lo ayudaba a colocarse de pie.

—Sip, es él —respondió mientras se limpiaba el polvo de su traje.

—Tú debes ser entonces una de las hermanas de Jack, ¿verdad? —inquirió el maestro Jobeaux.

—Sip, ella es Yuri —la presentó Jack.

—Un placer conocerla —respondió Jobeaux extendiendo su mano hacia la pequeña. Yuri lo observó con curiosidad—. Veo que te pareces mucho a tu madre.

—¿Usted conoce a mamá? —preguntó la pequeña.

—Oh por supuesto. De eso he estado hablando con Jack últimamente.

—¿Y conoció a nuestros abuelos? —la pequeña aprovechó de inmediato para resolver el dilema tras el árbol genealógico.

—Pues bien… veamos —Jack recorrió sus recuerdos con su mano estirada bajo el mentón—, si lo desean puedo contarles la historia.

De inmediato ambos hermanos se sentaron en posición de loto, atentos a la historia del maestro.

Por otro lado, en la casa de los Chad, nadie se había percatado de la desaparición de Yuri ni de Jack. Yang se encontraba viendo la televisión en el living. Se encontraba mirándola inconsciente, cambiando de canal de forma aleatoria. A sus oídos llegó el sonido de la puerta de entrada abriéndose y cerrándose, más no la tomó en cuenta.

—Hola papá —se oyó una voz.

Desde la entrada se pudo ver a Yenny, quien venía con su cartera colgada del hombro y unas cuantas bolsas de supermercado.

—¿Está todo bien? —volvió a preguntar con cierta preocupación.

Ese tono alarmó a Yang, quien pudo salir de su meditación.

—¿Eh? Sí, está todo bien —la observó—. ¿Por qué la pregunta?

—Pues porque estabas viendo la carta de ajustes —respondió apuntando a la pantalla.

Yang se volteó y efectivamente, los colores de la carta de ajustes eran los protagonistas de la pantalla. Avergonzado, el conejo se destinó a apagar la televisión.

—¿Ocurre algo? —se aproximó Yenny dejando las bolsas en la entrada de la habitación.

—No, no, nada —negó torpemente—. Solo estaba matando el tiempo mientras esperaba una llamada.

—¿Qué fue de los demás? —Yenny comenzó el sutil interrogatorio—. No oigo más ruido en la casa.

—Pues no lo sé —contestó—. Sé que castigué a Jack, y el resto debe estar haciendo su tarea arriba.

—Espera —aclaró su hija—… ¿Castigaste a Jack?

La mirada con que Yang le respondió le indicó con claridad que ese punto era la causa de su inadvertencia.

Su padre en tanto nuevamente se sentía entre la espada y la pared. No era por el cuestionamiento de su hija. No quería tratar el tema. Era la culpa de un pasado que amenazaba con destruir todo su presente el que lo estaba amenazando. Hubiera sido fácil inventar algo. Pero él no era como su hermana. Huir de la verdad era como escapar del cazador cuando ya habías caído en su trampa.

Yenny en cambio intentaba contener su risa. Toda la familia sabía que su madre era la policía mala, quien dictaba las reglas e imponía los castigos, mientras que su padre era el policía bueno, quien incluso les ayudaba a romper algunas reglas en secreto, por lo que era más cercano y confiable. Le resultaba llamativo que los papeles comenzaran a invertirse. O era eso o Jack había hecho algo demasiado grave como para ser castigado por su padre. Intentaba contener la risa por las propuestas que su propia imaginación le daba al respecto.

—¿En serio castigaste a Jack? —insistió su hija.

Yang no respondió. Pensaba responder hasta tener una historia creíble frente a ella.

—Sí —contestó finalmente—. Está castigado en su cuarto ahora.

—Pero —insistió Yenny—… ¿Qué fue lo que hizo?

—Pues pensaba escaparse sin pedirme permiso —Yang se cruzó de brazos intentando infundir un aire de seriedad.

—¿Ah? —Yenny encontraba extraño ese motivo. En general sus padres eran muy permisivos como para tener que esconderles algo—. ¿A dónde quería ir?

—A sus clases de artes marciales o algo así —Yang intentó esconderse volviendo a encender la televisión.

—Pero papá, Jack si te pidió permiso —le recordó su hija—. Yo misma lo escuché anoche en la cena.

La trampa había sido activada.

Una llamada lo había salvado.

Yang se abalanzó a su teléfono.

Yenny lo observaba confundida. Era cierto que sus padres durante la cena se veían algo distraídos. Aunque a su madre se le entendía. Estaba concentrada en la salud de Jimmy, mientras que Yuri la acompañaba con sus historias. Yang en cambio parecía simplemente en la luna, mientras que Jack le comentaba de sus clases de Woo Foo. Seguramente no escuchó ninguna palabra de lo que le dijo. Es por eso que quizás no se dio por enterado para la mañana siguiente. Pero, ¿era como para castigarlo?

—Tengo que irme —Yang estaba colocándose su chaqueta mientras sujetaba a duras penas un maletín—, me llamaron para una oferta de trabajo.

—Pero papá… —Yenny intentó detenerlo.

—¡Cuida a tus hermanos! ¡Y recuerda que te quiero mucho!

Yenny no pudo intervenir más. Su padre se fue de la casa demasiado rápido.

—Ahora que lo pienso bien… el maestro Jobeaux no nos dijo nada sobre nuestros abuelos —comentó Yuri.

El último sol se estaba ocultando, y por la acera venían de regreso Jack junto con Yuri. Se habían quedado bastante tiempo conversando con el maestro Jobeaux. Habían aprendido más de sus padres que conviviendo con ellos durante todas sus vidas. Descubrieron que se habían conocido en el domo del maestro Yo, el último gran maestro Woo Foo. Habían convivido juntos desde prácticamente la infancia. Seguramente mientras iban creciendo en madurez y en poder, también iban creciendo en amor.

—¿Sigues con eso del árbol genealógico? —inquirió Jack. El joven se sentía como cerdo camino al matadero. Nadie había desobedecido a su padre porque nadie nunca antes había sido castigado de esa manera. No sabía lo que le esperaba en casa.

—¡Por supuesto! —insistió Yuri con decisión—. Podré finalmente completarlo más allá de lo que cualquiera en esta familia pudo lograr completarlo.

—Yo no me preocupé tanto del tema —comentó Jack—. Pero Yenny me contó que mamá se molestó ante su insistencia por querer saber de nuestros abuelos. Concluimos que ella no se lleva bien con ellos.

—¿En serio? —los ojos de Yuri brillaban ante la nueva información.

—Bueno, son solo suposiciones —agregó Jack—. Sé que Jacob intentó sacarle información a papá. Incluso revisó algunos papeles en su cuarto, pero no consiguió nada.

—¿Por qué será que nuestros padres quieren ocultarnos quienes son nuestros abuelos? —Yuri comenzó a reflexionar mientras llegaban a casa.

—Todo esto es muy raro —Jack, sin comprenderlo realmente, comenzó a asociar su pelea con su padre con la pregunta de Yuri. Había algo en el pasado de sus padres que no quería que se supiera, y se notaba el esfuerzo en ocultarlo.

Llegaron a la casa al mismo tiempo que la van plateada se estacionaba en el frontis, para que descendiera su madre.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Yin al ver a los chicos aproximarse a la entrada.

—Pues…—Jack comenzó a ponerse nervioso. No quería revelar de buenas a primeras sobre su actividad, pues temía que reaccionara igual que su padre.

—Estábamos con el maestro Jobeaux —Yuri, con su espontaneidad lo terminó echando al agua—. Realmente es un sujeto agradable. ¡Sabe flotar en el aire! Y nos contó muchas historias sobre el Woo Foo ¿Sabías que él dice conocerte desde niños? Y que de ahí puede que tú hayas conocido a papá.

Yin estaba acostumbrada a la verborrea de su hija, así que estaba acostumbrada a solo tomar menos de la mitad de lo que decía. Aun así muchas de las cosas la habían alarmado de lo que decía Yuri, pero confiaba en su carta maestra negociada aquella mañana. Además se sentía cansada, y lo que fuera que fuera, podía esperar a entrar a la casa.

—Está bien Yuri —contestó su madre mientras abría la puerta—, me contarás todo durante la cena, ¿de acuerdo?

Los tres conejos ingresaron a la casa, para notar que se encontraba totalmente vacía.

—¿Dónde se fueron todos? —interrogó Yin.

Tanto Jack como Yuri se sentían igual de extrañados tras tal escenario. Por lo menos sabían que papá debía estar en casa junto con Jacob y Jimmy. Registraron el segundo piso, el comedor, el living, la cocina, el patio. No había rastro de moradores.

—En serio, ¿dónde se fueron todos? —interrogó Yin a sus hijos.

—No lo sé —respondió Jack igual de preocupado —cuando me fui, papá estaba en casa con Jacob y Jimmy.

De repente sonó el celular de Yin.

—Es Yenny —anunció tras ver la pantalla.

—¿Aló? —contestó la llamada—. Espera, ¿qué? —su voz se llenó de alarmismo—. Sí, sí, estoy con ellos, no, aquí no está Jacob. ¿Cómo que lo perdiste? ¿Qué él qué? Sí, sí, voy para allá. Nos vemos.

—Mamá, ¿qué ocurre? —Jack preguntó apenas ella colgó la llamada.

—Jimmy está en el hospital —anunció—. Yenny está con él, pero no hay rastro de tu padre ni de Jacob.

—¡Jacob no! —exclamó Yuri.

—Iré al hospital —informó Yin.

—Te acompaño —se ofreció Jack.

—No —respondió Yin—. Tú te quedas y buscas a Jacob. Yo iré al hospital con Yuri.

De inmediato tomó a la pequeña de un brazo y ambas se dirigieron rumbo a la salida.

—Apenas todo se calme, dejaré a Yuri con Yenny e iré a por tu padre —agregó Yin a la salida—. Cualquier cosa que sepas de ambos me llamas, ¿de acuerdo?

—Sí —afirmó Jack.

El verdadero terror había llegado.