CAPÍTULO 34:AMNESIA

Lily estaba junto al lago, nerviosa. Notaba que había perdido algo, que el calamar gigante se lo había llevado al fondo y que no podía recuperarlo. En ese instante, algo le rozó el pelo y sintió como todo se solucionaría y no tendría que sentido nada de aquello, pero de pronto lo tentáculos del calamar rompieron la superficie del lago y la elevaban del suelo, zarandeándola con fuerza, mientras susurraban su nombre…"Lily…Lily…"
-Vamos, Lily, despierta…
Lily entreabrió los ojos y notó un fuerte dolor de cuello. Kirsten la cogía por los hombros frente a ella y tenía la cara roja.
-¿Qué pasa?
-Te has quedado dormida, vamos a la cama.
-Pero Blancoso…Espera, ¿Y Sirius?
A Kirsten se le enrojeció más la cara y apretó la mandíbula.
-Mañana buscaremos a tu gato. Y Sirius…el muy idiota no ha venido al lago. Me he quedado helada esperándole ahí fuera, mañana se va a enterar…
Lily y Kirsten subieron a la habitación y se acostaron a dormir. Mientras Lily pasaba los doseles de su cama, oía a Kirsten refunfuñar e insultar a Sirius, y se durmió con aquel murmullo de fondo.

El mes de marzo iba pasando, y cada día el calor se notaba más aunque ello no significara que hubiera un frío típico del clima. El techo del Gran Comedor reflejaba el temporal a la mañana siguiente, y Lily no estaba más emocionada que otros días. Anne tampoco estaba para muchas risas, era la época de luna llena del mes y tardaría algunos días en volver a Remus. Cada vez que eso ocurría, Anne acababa llorando por que Remus nunca dejaba que le acompañaran, ya que suponía un peligro para ella. Pensando en ello, Lily se dio cuenta de varias cosas y cuando iba a comentarlo con Kirsten, apareció Sirius por detrás de la chica y le dio una abrazo.
-¿Qué te crees que haces?-le rehusó Kirsten quitando los brazos de Sirius de sus hombros con brusquedad.
- ¡Darte los buenos días!-contestó animado Sirius y abrazándola de nuevo.
-¿Los buenos días?-dijo ella con incredulidad-¡No será por la noche que me diste ayer!
-¿Ayer?-preguntó Sirius con gesto interrogativo- ¡Ayer no estuve contigo!
-¿¡DE VERDAD!- gritó Kirsten riéndose con cinismo.
- Kirsten, ¿Has desayunado bien?
-¡¡ Deja mi desayuno y contéstame! ¿Dónde estuviste anoche?
Sirius volvió a mirar a Kirsten, pero esta vez parecía que la veía como si necesitara una camisa de fuerza alrededor de su cuerpo.
-Kirsten, ya lo sabes…
- Estoy empezando a cansarme, Sirius, ¡¡CONTÉSTAME!
Kirsten dio tal chillido que Sirius se echó hacia atrás sorprendido, y casi perdió el equilibrio. Como era habitual, toda la mesa de Gryffindor volvía a mirarles.
-¡Cállate, Kirsten, o se va a acabar enterando todos por tu culpa!-interrumpió Anne- Además, ¿estás tonta? ¡Debió estar son Remus!
-¿Con Remus?-dijo Kirsten perpleja- ¿Es luna llena?
-¡Claro!-dijo Sirius sonriendo, esperando a que Kirsten le pidiera perdón.
-¡¡Eres un imbécil!-le reprochó Kirsten dándole con la cartera.
Sirius dio un gemido de dolor y se contuvo en chillar. Miró a Kirsten con toda la paciencia de la que fue capaz y le preguntó:
-¿Qué he hecho ahora?
-Quedaste conmigo en el lago sabiendo que luego era luna llena y te fuiste luego con Remus dejándome plantada, insensible…

La cara de Sirius ahora era puro desconcierto. Él no recordaba en absoluto haber quedado con Kirsten en el lago, jamás haría eso sabiendo el calendario lunar. Además, le envió una lechuza a mitad tarde diciéndole que aquella noche no la vería, y que por favor le puliera la escoba para el entrenamiento del día siguiente.
-¡Si te envié una lechuza diciéndote que no te vería hasta hoy por la mañana!
-Encima te atreves a mentirme, ¡desgraciado! -le dijo Kirsten mientras empezaba a golpearle con los puños y Sirius intentaba quitarse de en medio.
-¿Quieres no pegarme?-le pedía mientras la sujetaba por los puños- ¡Es verdad!
-Sirius, nosotras vimos la carta con tu letra diciendo que la verías en el lago…-dijo Lily serenamente mientras Kirsten terminaba de calmarse.
-Y yo vi cómo escribía en esa lechuza que no la vería hasta el día siguiente- dijo James, que acababa de aparecer sentándose junto a Kirsten- Y cómo la enviaba a mitad de la tarde.
Lily miró a James por primera vez desde que hablaron en los terrenos del castillo y sintió cómo se ruborizaba. James podía haber hecho muchas cosas, pero nunca le había mentido, y si él decía que Sirius escribió eso, sería cierto, aunque ella hubiera leído otra cosa.
-Bueno, quizás Kirsten lo entendiera mal, o Sirius no se explicara bien- intentó excusarse Lily ante James.
-Eso es más posible, sí.-dijo Sirius controlando a Kirsten todavía, que aún intentaba darle algún puñetazo.
Kirsten al oír eso se tranquilizó y Sirius la soltó.
-Entonces fuiste tú el que te equivocaste, ¿verdad?-le dijo Kirsten escéptica- Y no recuerdas que pusiste algo del lago…
Sirius accedió con la cabeza, y ella se arregló la túnica mirándole de reojo.
-Lo siento-dijo Sirius rascándosela cabeza- Ya sabes que no soy muy atento…
-Está bien. Pero como vuelvas a hacer que pase el frío que pasé ayer, no habrá perdón que valga.
Sirius sonrió y Kirsten se abrazó a él. James se carcajeó por lo bajo, y Lily sintió que el estómago le daba otro vuelco.
-Algún día quedará consigo mismo en la peluquería y a la mañana siguiente se sorprenderá de llevar todavía las puntas abiertas.-dijo James ladeando la cabeza.
Lily miró a James mientras se reía y, de improvisto, James levantó la cabeza y le devolvió la mirada. En ese momento, una sonrisa refleja se le escapó a Lily, y desapareció la cara de alegría de James, sin expresar emoción ninguna. El nudo del estómago de Lily se apretó aún más fuerte y no supo qué decirle.
-Yo...
James subió la cabeza para escuchar a hablar a Lily. Se le dilataron las pupilas, y entreabrió la boca, expectante. Pero no era la expresión que Lily esperaba. No era aquella arrogancia, aquel orgullo que ella sabia que iba a demostrarle. No era aquella risa de odio que ella esperaba. James no estaba enfadado, James estaba triste.
-Será mejor que nos vayamos a clase-dijo James sonriéndole- O McGonagall nos hará transformar todas nuestras túnicas en faldas escocesas.

Durante el camino hacia la clase de Transformaciones Lily no dejó de pensar en la expresión de la cara de James. Intentaba reírse con las gracias de Kirsten- ahora ya más animada- pero no lo conseguía. Aquella mirada de desasosiego fue muy inesperada, y la tenía grabada en la memoria. Pero, al parecer, no era la única persona pensativa aquel día. Lily observó cómo Sirius miraba el suelo fijamente mientras avanzaban, ajeno a las risas de sus amigos.
-¿Dónde has dejado la sonrisa de anuncio de dentífrico, Black?- preguntó con sorna cuando nadie parecía oírles.
- En el mismo lugar donde tú dejaste los estúpidos regaños.- le contestó riéndose forzadamente.
Lily le preguntó en voz baja qué le ocurría, y el chico puso talante de incertidumbre.
-Nada grave, sólo que… no importa.
-¡Vamos, dímelo!
Black estiró de Lil hacia atrás para que nadie más pudiera escuchar de qué hablaban, y dijo en voz baja:
-No consigo entender cómo pudo olvidar que había quedado con Kirsten.
-Ah, bueno- dijo Lily recordando la carta- Quizás tenías demasiadas cosas en la cabeza. No se puede hacer todo, puede que no lo recordaras porque lo pensaste a última hora.
-Verás, es que- dijo bajando todavía más la voz- no creo que yo le dijera eso a Kirsten. Creo que alguien…
-¿Qué?
-¡Que alguien está desmemorizándome!
Lily rió divertida la absurda ocurrencia de Sirius. Pero el chico no parecía bromear sobre el asunto, así que Lily calmó la risa y le miró lo más seriamente que pudo.
-¡No es una broma, Evans! Olvido los deberes, no sé cuándo quedo o no con Kirsten… ¿tú que crees?
Lily no lo pudo evitar y se carcajeó sonoramente. Sirius la miró un segundo antes de reírse un poco y soltar al fin una gran risotada .Lo cierto es que le vino bien reír para animarse un poco, pero también estaba claro que Sirius estaba tomándole el pelo.

-Anda ya, Sirius- dijo ella revolviéndole el pelo.- Siempre olvidas los deberes.
Lily avanzó y entró primero a clase, seguida de Kirsten y Anne. McGonagall ya estaba esperándoles, y sobre las mesas había cuencos con agua y tinteros vacíos.
-McGonagall, ¿También piensa hacernos pagar la tinta?- preguntó Sirius con fingida tristeza.
-No, eso es porque piensa pincharnos y hacer tinta con nuestra sangre…- dijo James con voz temblorosa.
-O piensa hacer plumas de castigo-dijo una vocecilla a sus espaldas.
Cuando se giraron, se encontraron frente a Peter, algo más desmejorado que de costumbre. El chico reía nerviosamente y les miraba con inquietud, a la espera de algún comentario con su aprobación. Pero Sirius se giró con una ignorancia completa, y James hizo lo mismo, sólo que miró antes de hito en hito a su antiguo amigo y se giró después.
-Sentaos- ordenó McGonagall con severidad, y en menos de tres segundos todos estaban en sus pupitres- Hoy vamos a transformar agua en tinta. Depende de los componentes químicos del agua y el nivel de transformación que le apliquéis, la tinta tendrá una calidad u otra, así que espero que unos alumnos que van a presentarse al ÉXTASIS sepan realizar un ejercicio de transformación líquida a la perfección.
McGonagall hizo las explicaciones oportunas, y la clase comenzó a realizar el ejercicio en el habitual silencio que reinaba en el aula de McGonagall. Al cabo de diez minutos, Remus ya había conseguido transformar su cuenco de agua al completo en tinta negra, mientras que James agitaba la varita y a tinta era grisácea. Sirius, por el contrario, tenía la tinta tan acuosa que habría parecido antes colorante que tinta de escribir, así que se entretenía escribiendo con la tinta de Remus en un trozo de pergamino de James, y riendo por lo bajo.
-Sirius-le regañó Remus mientras rellenaba su cuarto tintero- Deberías practicar más y dejarte de hacer dibujos

-¿Qué dibujas, Hocicos?- dijo James curioseando y agachando la nariz junto a Sirius. Al ver el dibujo, James explotó en risas, y Sirius se contagió. En el pergamino había una mujer muy desproporcionada, con una cabeza inmensa y un terrible bulto sobre ella. La cara estaba completamente apretada, y la sonrisa era una línea recta demasiado corta. De la cabeza de la mujer salía un bocadillo, en el que estaba escrito: "¡Si me vuelve a tocar el moño, le quito 15 puntos a su casa!
-¿Qué es eso, Black?-preguntó un alumno desde la mesa contigua-¡Déjame verlo!
Sirius le pasó la caricatura de McGonagall a su compañero, y pronto las risas se extendieron por toda la clase. Cuando el pergamino hubo llegado al último pupitre, McGonagall advirtió el leve murmullo y avanzó a paso severo hacia el alumno que lo estaba leyendo.
-Señor Petegrew, déme eso inmediatamente.
Peter alzó la cabeza del pupitre, cesando inmediatamente de reír, y le entregó el pergamino temblando.
-No hace falta que tenga tanto miedo al castigo.- dijo McGonagall avanzando de nuevo entre las mesas de alumnos asustados.- Sé perfectamente quien ha sido, porque este tipo de acciones siempre los hace el mismo individuo, un personaje que siempre molesta en mis clases y que nunca llegará a sacarse los títulos de magia porque no tiene capacidad suficiente. Además, como siempre es el mismo alumno no tengo problema…
-¡Eh!- exclamó Sirius molesto- ¡No siempre soy yo, podría haber sido James!

James le dio un puñetazo en la pierna a Sirius por bocazas, mientras que Remus se intentaba esconder, avergonzado.
-Gracias señor Black, no sabía del todo quién era, pero después de que se delatara a usted mismo y de repasar el dibujo, y su letra, estoy segura que ha sido usted.
-¡Mi letra podría estar copiada!
-La letra, señor Black- dijo McGonagall dejando el dibujo sobre la mesa- Es algo tan sumamente personal que para copiarla hace falta un hechizo muy complicado que sólo está en algunos libros complicados. Así que, como dudo que ningún prefecto haya sacado el libro de la Sección Prohibida de la biblioteca y haya copiado su letra en este preciso instante, queda usted castigado.
-Sirius se desplomó lánguidamente sobre su asiento, resbalando hasta el suelo y soltando su gran bufido de desacuerdo.
-Sirius, ¿vas a practicar ahora la transformación? Porque no creo que después de el castigo de McGonagall debas de…
Pero Remus e calló de inmediato ante la visión de un moco volador que amenazaba desde la mirada de Sirius, así que cejó en el intento y siguió llenado y llenado botes de tinta mientras James terminaba de reírse de la mala suerte de Hocicos.