Amor Prohibido - Capítulo 16

—¡Papá! ¡Jimmy fue expulsado de la escuela! ¡Todo por culpa de un profesor con cara de perro rabioso que solo sabe gritar y patalear!

Así fue la bienvenida que Yuri le daba a su padre a nombre de la comitiva que provenía de la escuela aquella tarde. Ella venía junto con Jimmy, Jacob, y una tortuga con una mochila sobre su caparazón que todos conocían como George, el amigo de Jacob.

—¿Qué? —Yang recibió aquella inesperada oración sin entender nada. Se encontraba sentado en el sofá del living con su bastón a un costado y una lata de bebida en la mano.

—Papá, ¿qué te pasó? —Jacob fue el primero en percatarse en el yeso de su padre.

—Nada, fue un accidente en el trabajo —respondió el conejo—. Ahora, ¿qué me están diciendo sobre Jimmy?

—¡Anda Jimmy! ¡Muéstrales! —Yuri empujó a su hermanito, instándolo a presentar la libreta de comunicaciones. El pequeño, de forma cohibida, simplemente extendió el documento. Yang observó la comunicación larguísima y escrita con una letra apenas inteligible. Mientras intentaba descifrar el texto, Yuri logró ponerlo al día.

—Resulta que hubo un griterío enorme afuera de la sala, y yo con la excusa de ir al baño salí a ver qué pasaba. Vi a mucha gente en la entrada de la sala de Jimmy, y eso me asustó. Luego lo tomé y no lo dejé solo jamás. Por lo que logré entender, Jimmy atacó a ese profesor con cara de perros y lo dejó tirado en el suelo. Igual lo entiendo. ¡Con todo lo que se puso a alegar hasta a mí me dio rabia! Lo que no entiendo es cómo alguien como Jimmy pudo siquiera tocar a ese tipo sin que le hicieran daño. Pero a pesar de todo el director dijo que lo iba a suspender o algo así. ¡Ah! Y que te citen lo antes posible para ver eso.

Yang aún no lograba cuadrar las piezas de tal forma de entender todo lo que le presentaban. Volteó hacia Jacob en busca de alguna aclaración.

—No tengo idea de qué fue lo que pasó —sentenció como respuesta.

Luego, se volteó al pequeño Jimmy, quien lo observaba con ojos suplicantes y llorosos.

Yang habría ido de inmediato a la escuela si no fuera porque su yeso y su bastón le daban una movilidad reducida a cambio de volver a sentir dolor. Además, normalmente era Yin quien se hacía cargo de este tipo de cosas, pero últimamente se encontraba más ocupada que de costumbre. No sabía siquiera qué responder en un caso así.

—Déjenme ver si entendí —intentó recapitular—. ¿Jimmy fue expulsado porque atacó a un maestro?

—Ajá —afirmó Yuri.

—¿Atacó?

—Sí.

—A un maestro.

—Como diez veces más grande que él.

—¿Más grande?

—¡Enorme!

—¿Solo por defenderse?

—¡Lo más seguro! ¡Ese tipo era un monstruo horrible! Le dijo cosas muy feas a Jimmy mientras estábamos en la oficina del director.

—¿Lo dejó inconsciente?

—Yo misma lo vi tirado en el suelo.

—¿Jimmy?

—Él mismo.

—¿Nuestro Jimmy?

—¡Ya te dije que sí! —comenzó la exasperación de Yuri.

Yang nuevamente le dio una repasada al grupo con la mirada. Jacob se encogió de hombros en busca de desentenderse de la situación. Jimmy en tanto sentía el peso de una culpa que no entendía cómo llegó a cargar en primer lugar.

—Ven aquí —le dijo su padre para darle al pequeño un gran abrazo consolador—. Tranquilo, todo estará bien, ¿sí?

El pequeño le regaló una sonrisa de vuelta una vez finalizado el abrazo.

—Papá, iré con George a mi cuarto, tenemos que hacer un trabajo —anunció Jacob.

—Por cierto, ¿qué fue de tus hermanos mayores? —lo retuvo su padre.

—Sé que Yenny se iba a quedar en casa de Susan, o algo así —respondió a medio camino—, de Jack no sé nada.

El chico se fue con su amigo por las escaleras.

—Vamos Jimmy a la cocina por algo de comer —la pequeña tomó de la mano a su hermanito y lo llevó rumbo a la salida.

Yang quedó nuevamente solo, pero no tan solo como antes de la llegada de los chicos. La sospecha de que Jack se encontrara nuevamente donde el maestro Jobeaux ocupó su mente. Jamás había querido que se fuera para allá. Jamás quiso que se topara con un antiguo conocido. No quería poner en peligro el oscuro secreto que ocultaba a la familia.

De forma automática tomó su teléfono y marcó el número de su hijo. Tras varios intentos, ninguna llamada fue respondida por él, cosa que lo molestó aún más.

—¡No puede ser! —se quejaba Susan mientras ocultaba su rostro entre sus brazos.

Ella y Yenny se encontraban al interior de una de las salas de estudio que disponía la escuela. El semestre había comenzado bastante duro y ambas se encontraban perdidas en la materia. Es por eso que habían decidido quedarse a estudiar después de clases. Yenny sabía de antemano que aquella reunión sería de cualquier cosa menos de estudio. Susan siempre tenía un tema para plantear sobre la mesa con tal de no estudiar. El tema de hoy era la vergüenza pasada por no saber cómo iniciar una conversación con Jack. Yenny le había regalado la oportunidad de oro para estar a solas con su hermano. Oportunidad desperdiciada por los nervios de la osa. Al final se pasaron gran parte de la jornada en silencio viendo televisión en el living del conejo.

—¡Ahora él piensa que yo soy una aburrida! ¡Así nunca se fijará en mí! —lloriqueaba.

—Ya, tranquila, todo estará bien —le decía su amiga. La verdad solo el tiempo le daría consuelo, para seguir aferrada a una esperanza un tanto distante.

—¿Por qué no le dices que me gusta? —propuso Susan—. ¡Ay no! ¡No mejor no! ¿Qué diría Jack? ¡Qué no soy valiente! ¡Que no puedo enfrentar mis problemas! ¡¿Pero cómo se lo diré?!

A veces Susan llegaba a incomodarla demasiado con su afán por Jack. Por fortuna, una llamada telefónica la ayudó a escapar de aquel momento.

—¿Papá? —preguntó tras ver en su pantalla de quién se trataba.

—Hola Yenny, ¿Jack está contigo? —Yang se apresuró en preguntar.

—No —respondió extrañada la chica ante la repentina pregunta.

—¿Sabes dónde está? —volvió a preguntar Yang.

Yenny logró detenerse a tiempo. Por poco y revelaba que su hermano había vuelto a su entrenamiento Woo Foo con el maestro Jobeaux. Había quedado en mantener oculta sus citas a cambio de averiguar por qué sus padres no estaban de acuerdo con su nuevo pasatiempo.

—No lo sé, debe estar con los chicos de la banda —respondió en su lugar.

—¿Y por qué no responde? —insistió su padre.

—Ya sabes, por el ruido y la música, no debe haber oído el teléfono —contestó su hija.

—Resulta que lo necesito con urgencia en la casa, y no me contesta el teléfono —Yang sospechaba que no era cierta la excusa de su hija.

—¿Pasó algo? —el tono preocupado se apoderó de la voz de Yenny.

—No, solo necesito que me haga un favor —respondió. Yang tenía un plan entre manos.

—¿Un favor? —la confusión por parte de la coneja no se hizo esperar.

—Sí, mira, ¿puedes ir a buscarlo y pedirle que venga a la casa lo antes posible? —pidió Yang—. Aquí podré contarle más detalles del favor.

—Está bien, veré qué puedo hacer.

Tras despedirse y cortar la llamada, Yenny quedó estática viendo la pantalla de su teléfono. Temía haber delatado finalmente a su hermano, a pesar que nada de la conversación parecía haberlo hecho. Además, aquel extraño favor le traía curiosidad e intriga.

—¿Sucede algo? —Susan la arrancó de su meditación con la pregunta.

—Papá quiere que vaya a por Jack para que vaya a casa por un favor —explicó la coneja mientras comenzaba a ordenar sus cosas.

Esto iluminó el rostro y la mente de la osa.

—¿Puedo acompañarte? —se ofreció.

Yenny la miró. Podía notar los intereses de su amiga. Era la oportunidad perfecta para nuevamente acercarse a su hermano.

—Está bien, pero esta vez no vuelvas a arruinarlo —le pidió.

La osa afirmó enérgicamente con la cabeza, y rápidamente ordenaron sus cosas y se retiraron del lugar.

Continuaron en silencio por las calles de la ciudad. Susan se dejaba guiar por Yenny, total ella era la única que conocía la ubicación de Jack. Se mentalizaba para un nuevo encuentro, esperando evitar volver a quedar en blanco. Yenny por su parte nuevamente meditaba sobre el por qué sus padres no querían que su hermano practicara Woo Foo. Con lo poco que sabía, solo podía concluir que sus padres se habían conocido en algún taller de Woo Foo, y luego pasó algo que los obligó a alejarse. Aunque todo era pura especulación, era el único resultado posible de unir las pocas piezas que tenía Jack no le había informado nada como lo prometió. Era el momento de averiguar si de verdad estaba haciendo su tarea.

Se detuvieron frente a un local como cualquiera que se podía encontrar en el centro. En la parte superior de la entrada había un letrero que decía «Academia Woo Foo del maestro Jobeaux». Habían llegado.

—¿Este es el lugar? —preguntó Susan. Su amiga le había hablado acerca del nuevo hobby de Jack y de sus problemas con sus padres producto de su elección. A pesar de eso, no le había tomado el peso real hasta encontrarse frente a frente al lugar. Estaba a instantes de volver a toparse con Jack, y los nervios la volvieron a controlar.

Ambas chicas entraron por la puerta de vidrio del lugar, siendo bienvenidas por un lugar amplio. Era una habitación enorme y vacía. Apenas tenía algunos adornos orientales, como un Gong y algunos carteles bordados con un mensaje en algún idioma oriental. Ambas continuaron caminando hacia adelante, en donde les esperaba otra puerta. Su ventana cubierta por una cortina dejaba pasar la iluminación interior, dando a entender que las luces estaban encendidas, y que había alguien allí.

Apenas entraron, fueron testigos del espectáculo. Se podía ver una habitación aún más amplia que la anterior, llena de un montón de objetos que parecían armar una peligrosa carrera de obstáculos. Desde una barra de equilibrio, aros, cuerdas colgando desde el techo, paredes y obstáculos altísimos, hasta un aro de fuego, mallas con púas filosas y hasta unos pilares sobre los cuales se debía equilibrar mientras esquivaba unas flechas que se disparaban desde la izquierda hasta una pared ubicada estratégicamente a la derecha. Entre tanto había un montón de sacos de boxeo colgando con un blanco de puntería en el medio. Varios de estos sacos ya tenían alguna clase de arma enterrada justo en el medio. Otras estaban en proceso de ser agujereadas por el guerrero que se encontraba pasando por estos obstáculos. Con una agilidad sobrehumana, Jack pasaba por cada obstáculo cada vez más peligroso con una maestría envidiada por los acróbatas de circo. Lo que más llamó la atención de Yenny es que las armas usadas sobre los sacos no eran filosas. Todas eran hechas a base de madera y bambú, pero no era impedimento para quedar profundamente incrustados en los sacos.

En tan solo un par de minutos y luego de demostrar su increíble destreza, Jack terminó con un salto final digno de un gimnasta olímpico. Traía su traje de artes marciales, pulcramente blanco con una cinturón amarillo completando el atuendo.

—Bien hecho Jack —Jobeaux apareció desde un costado de la habitación junto a su alumno—. Has progresado bastante en este último tiempo.

—Gracias maestro —Jack hizo una reverencia frente a su maestro.

—Y además parece que tenemos compañía —agregó su maestro.

Esto alertó a Jack, quien rápidamente se volteó por todos lados en busca de algún extraño, hasta que su vista se topó con las dos chicas en su entrada. El pudor cayó de golpe al ser descubierto por alguien más en su entrenamiento. Nunca había pasado eso antes y no sabía qué sentir o cómo reaccionar.

—Adelante, pasen, son bienvenidas —con amabilidad, el goblin le daba la bienvenida a las chicas a la habitación.

Ambas aún se encontraban perplejas por lo que acababan de ver. Se acercaron lentamente mientras que maestro y pupilo hacían lo mismo para acortar distancia.

—Soy el Maestro Jobeaux. ¿Qué se les ofrece, señoritas? —el maestro hizo una reverencia de bienvenida.

Nadie reaccionó. En ese segundo, la mirada de Yenny se topó con la del goblin. Una extraña sensación sacudió su cuerpo tras ese primer contacto. Se veía más joven de lo que imaginaba. Parecía sólo tener veintitantos. Tenía un pelaje y cabellos que encontraba lustrosos y de una tonalidad viva. Su figura se veía bien cuidada gracias a su trabajo, y a su vez le era atractiva. Sus latidos se incrementaron tras esa primera vista. Fue un remezón interno que no podía explicarse. ¿Esto era amor a primera vista? Si era eso, pues era lo más intenso jamás sentido en su vida.

—¡Jack! ¡Eso fue increíble! —la primera en lograr reaccionar fue Susan, quien de inmediato se acercó a Jack y lo sostuvo de las manos mientras lo alababa—. ¡Esos saltos! ¡Esas vueltas! ¡Esa agilidad! ¡¿Cómo lo hiciste?! ¡Eres la persona más increíble que jamás haya visto!

—Eeeehmm muchas gracias —respondió Jack denotando toda su incomodidad por la situación. Susan no le quitaba los ojos de encima y no le soltaba sus manos. Yenny en tanto, quedó congelada observando atónita al goblin.

—Y bien, ¿podría decirme cuál es su nombre? —el maestro le preguntó a la chica.

—Mi-mi nombre es Yenny —respondió torpemente—, soy la hermana de Jack.

—¡Oh! Un gusto conocerla —respondió estrechando su mano—. Jack me ha hablado mucho de su familia, y no esperaba que hubiera alguien tan encantadora como usted en ella.

El cumplido terminó por derretir el corazón de Yenny. Si en ese instante le hubiera pedido que se fugaran juntos para vivir con él el resto de su vida, hubiera aceptado inmediatamente.

—Gr-gracias —balbuceó. Le parecía tan perfecto como los príncipes de los cuentos de hadas.

—¿Y qué las trae por este lugar? —el goblin colocó sus manos tras su espalda, con una sonrisa amable.

Yenny tenía la vocería de la visita, pero la extraña sensación que la absorbió le impedía siquiera acordarse de las palabras a decir. Susan por su parte seguía embobada con Jack; aún más atraída gracias a aquel acto recién presenciado. Jack por su parte no podía evitar la incomodidad tanto de la reacción de Susan como de la presencia de su hermana. Quería que fuera cual fuera el motivo por el cual estaban allí, lo dijeran lo antes posible. Ojala la tierra se lo pudiera tragar.

Un pellizco en las costillas obligó a Yenny a bajarse de sus ilusiones.

—¡Yenny! ¡Tu teléfono! —le advirtió Susan.

Recién en ese instante se percató que el teléfono que traía en su mochila se encontraba sonado. Rápidamente y para no llamar la atención más de lo que lo habría hecho, hurgueteó en su mochila en busca del aparato mientras se alejaba del grupo. La pantalla indicando el emisor de la llamada le trajo los pies a la tierra.

—¿Qué ocurre papá? —preguntó casi en un susurro.

—¿Ya encontraste a Jack? —preguntó Yang desde el otro lado de la línea.

—Sí, justo nos disponíamos a ir para la casa.

—Por favor que sea pronto.

—Sí, sí, ya vamos.

Tras el corte, Yang tenía en sus manos cien dólares. Podría haber salido a comprar por su cuenta si no fuera por su pierna. Esperaba que sus hijos mayores regresaran pronto a casa para que fueran a comprar por él.

Solo tras la partida desde la academia, Yenny pudo volver a ser dueña de sí misma. Jack y Susan la acompañaban en el trayecto de regreso a casa. Durante su estadía en la academia, Susan terminó explicando lo que Yenny le contó antes de la partida. Lo que sí ambos se percataron fue del extraño comportamiento de la chica en el lugar. Se quedaba estática y en silencio gran parte del tiempo, y cuando respondía, lo hacía con dificultad, presa de una emoción fuerte que sospechaban que se trataba de miedo. En un par de ocasiones Susan intentó preguntarle qué le pasaba, solo recibiendo un «Estoy bien» de parte de su amiga.

—¿Puedes decirme qué rayos le pasa? —le preguntó Jack a Susan casi en un susurro. A diferencia de la academia, el conejo ahora vestía su uniforme escolar.

—No tengo idea —respondió la osa en el mismo tono olvidando todos sus nervios—. A mí también me sorprendió.

—¿Es por lo que quiere mi papá? —insistió Jack con sus preguntas.

—No lo sé —confesó Susan. Deseaba tener una mejor respuesta, pero simplemente no la tenía.

—Rayos —Jack comenzaba a sentir que se venía encima otra pelea con su padre.

Al llegar a casa, Yenny no alcanzó a abrir la puerta cuando esta fue abierta por Yang.

—Ya era hora —los increpó—, ¿dónde estaban?

—Yo estaba en casa de Susan cuando me llamaste —respondió Yenny con rapidez—. Tuve que ir a la escuela a buscar a Jack porque no me contestaba el teléfono, y en todo el trayecto demoramos.

—¿Y demoraron dos horas? —los increpó Yang.

—Pero ya estamos aquí —respondió Yenny con firmeza—. ¿Ahora puedes decirnos qué quieres?

—Estuvieron en la academia Woo Foo, ¿verdad? —bajo el mismo tono de firmeza, Yang los encaró.

—Ehmm no —fue una de las tantas respuestas recibida por los tres jóvenes, incluyendo Yenny, a quien le desinfló los ánimos de confrontación con una sola oración.

—Miren, se los dejaré pasar por esta vez, pero ahora necesito un favor urgente —respondió mientras le entregaba a su hija el fajo de billetes—. Necesito que vayan a una florería y traigan el ramo de rosas más grande y bonito que encuentren.

—¿Qué? —exclamaron los chicos al unísono.

—Papá, ¡estos son cien dólares! —exclamó la chica tras contar el dinero.

—Sí sé —respondió Yang—, iría yo, pero justo tuve un accidente en el trabajo y…

Tras dejar en vilo su última frase, extendió su pie enyesado. La sorpresa se apoderó del rostro de los chicos.

—¡Pero papá! ¿Qué te pasó? —Yenny fue la primera en reaccionar.

—Fue un accidente en el trabajo —respondió—. Ahora vayan por las flores, ¡y regresen antes de que su madre vuelva del trabajo!

—Espera, ¿son para mamá? —inquirió Yenny.

—¡Por supuesto! ¿Para quién más van a ser? —contestó su padre.

—¿Y ahora qué hiciste? —intervino Jack.

—Ja, ja, muy gracioso —respondió Yang con sarcasmo—. ¡Ahora vayan!

Los chicos estaban dando la media vuelta cuando Yang los retuvo.

—¡Esperen! —les dijo—. Yenny, necesito que te quedes.

—¿Yo? —preguntó la coneja.

—Necesito que alguien me ayude con la cena —le pidió.

Yenny se volteó hacia sus acompañantes. Susan no pudo evitar contener la respiración mientras los colores se le subían al rostro. Esto implicaba poder tener un paseo a solas con Jack hacia una florería. ¿Qué más romance se le podía pedir al asunto?

—Está bien —aceptó entregándole el dinero a Jack.

Ambos se alejaron de la casa, y Yenny pudo darles una última mirada antes de cerrar la puerta.