Amor Prohibido - Capítulo 40
—Yang, tengo un mal presentimiento de todo esto.
Carl se había quedado en modo automático acomodando su almohada. Del otro lado de la cama, Yin se había acostado estirando perfectamente toda la ropa de cama sobre ella. La voz de la coneja le ayudó a regresar al momento. Le era difícil tan siquiera pensar en algo. Se había metido en el problema más grave de su vida. Sentía como poco a poco el presente lo tragaba como arenas movedizas, sin ser siquiera capaz de salir de allí. Aturdido, se dejaba tragar por la historia, hasta perder por completo su propia identidad.
Él se detuvo en seco, y la miró. Su rostro de aflicción lo decía todo.
—Temo que Jacob se haya enterado de la verdad.
—¿Por qué dices eso? —se apresuró en preguntar mientras se acostaba a su lado.
—No lo sé —respondió la coneja—, tal vez por sus palabras. Se nota que está lleno de rabia, de ira. ¡Nos está echando la culpa de sus enfermedades! Y considerando que tú y yo somos, bueno, ya sabes, él tiene toda la razón.
—¿Qué? —balbuceó Carl viendo como Yin agachaba la mirada.
—Cuando me enamoré de ti había decidido que no tuviéramos hijos, ya sabes, por los genes y todo eso, pero nació Yenny. Luego de ella pensaba en no tener más, pero de repente tuvimos cuatro más, y ahora con este…
—Yin —intentó consolarla tomándola de una mano.
—Jacob tiene razón, Yang —continuó—. Si el bebé nace con algún problema, es todo por nuestra culpa.
—Yin —insistió Carl levantando el rostro de ella del mentón—, si eso fuera cierto, todos nuestros hijos hubieran nacido enfermos, pero hay al menos tres que nacieron completamente sanos. ¿Qué pasaría si nuestro hijo también nace sano? ¡Te estarías ahogando en un vaso de agua!
—No creo que nazca sano —desvió la mirada—. Cuando nacieron Yenny, Jack y Yuri no tuve problemas con mi embarazo. Fue precisamente en el caso de Jacob, Jimmy y Yanette es que tuve problemas, al igual que ahora con este bebé…
—Siempre hay una excepción a la regla —se adelantó Carl—. Solo hay que darle tiempo al tiempo y estar muy atentos a los exámenes médicos.
Yin miró a los ojos a su esposo luego de notar que apretaba sus manos con fuerzas. Tras aquellos pulcros ojos violetas se ocultaba muy bien un impostor. Un impostor que aun en contra de su consciencia le regalaba un apoyo y cariño sincero.
—Recuerda que pase lo que pase, voy a estar a tu lado —le prometió el usurpador.
El momento fue sellado con un apretado abrazo entre ambos.
Aquella noche estaba volviéndose cada vez más oscura para la familia Chad. Jacob se encontraba sumergido en aquella oscuridad. En la oscuridad de la noche. En la oscuridad de su habitación. La luz filtrada de la calle le era invisible ante sus ojos que se negaban a regalarle un sueño conciliador. Se sorprendió al notar que pudo encarar de esa forma a sus padres sin terminar nuevamente en el hospital. Se había vuelto fuerte. El precio de todo esto fue haber perdido a sus padres. Aquel resultado lo empujaba aún más a la soledad. Independiente de su eventual arrepentimiento, el tiempo ya no podía correr hacia atrás. La soledad dolía más que la verdad. La soledad le estaba enseñando que podía vivir con la verdad a cuestas. En este mundo existen cosas aún peores. Él tuvo la desgracia de su enfermedad, pero sus hermanos no. Su desgracia recaía más por la mala suerte que por el incesto. Incluso personas no descendientes del incesto podían nacer con enfermedades genéticas. La radiación había causado estragos en la historia. Sus padres jamás habrían deseado que él terminara así. Justificaciones. Excusas. Pensamientos que lo atormentaban. Ya no había marcha atrás. Estaba solo, perdido, enfermo, odiado.
—Dime qué tienes —pidió Jack.
Yenny se había logrado calmar. Ambos eran iluminados por la débil luz de la lámpara de noche de la chica. Era más que suficiente como para verse mutuamente. Yenny intentó tranquilizarse, por lo que pidió tiempo. Con respiraciones cada vez más lentas, ella intentó pacificar su alma y apagar sus sollozos. Se convenció de que jamás podría estar tranquila sin antes enfrentar aquello que la apesadumbraba, y la mejor forma de hacerlo era hablando.
—Jack, para mí esto es muy difícil —rompió finalmente aquel largo silencio—. Es algo que… me cuesta decirlo.
—¿Por qué no partes por el principio? —le propuso.
Cada segundo asustaba más al muchacho, sumergido en la incertidumbre. Si no fuera por el entrenamiento del maestro Jobeaux, sus nervios ya lo habrían dominado. En la medida en que avanzaba el tiempo, el muchacho era atormentado por mil y un escenarios que hubieran dejado en ese estado a su hermana. Cada uno más terrible que el anterior. ¿Desde cuándo estaba así? Antes del accidente ella estaba bien, y desde el accidente siempre ha estado protegida tanto por el hospital, por su familia o sus amigos. ¿Cuándo pasó? ¿Quién le hizo eso? Nada era obstáculo para la imaginación cuando era activada por el miedo. En su interior, se juraba a sí mismo que haría papilla a quien la había dejado en ese estado. El miedo y la rabia se alimentaban en un círculo vicioso por sus nervios, su imaginación y el tiempo.
Tras un suspiro, Yenny optó por hablar:
—Bueno, todo esto fue un… un sueño, que tuve mientras estaba en coma tras el accidente —sus palabras la animaron a seguir hablando, convenciéndola de la excesiva importancia que le estaba dando al asunto—, pero fue algo tan real y doloroso.
—¿Un sueño? —preguntó su hermano sin poder evitar sentir su contrariedad.
Yenny afirmó con la cabeza.
—Bueno, pero ¿de qué se trataba ese sueño que te dejó tan mal?
—Es algo bastante fantasioso —respondió la chica—. Iba en un bosque muy bonito, y un tal Pablo me guió por aquel bosque hasta llegar a una flor muy colorida.
—¿Y eso te hizo sentir tan mal? —preguntó Jack intentando controlar torpemente una sonrisa.
El corazón apretujado del chico se detuvo de pronto, dejando escapar un suspiro. Su pesar se esfumó tan repentinamente que le dio vértigo. Le costaba ocultar su sonrisa. A pesar de todo, ninguno de sus malos presagios fue verdad. ¡Solo era un sueño! A pesar de lo que ella pensara, un mal sueño era mejor que cualquier escenario que su traicionera creatividad aprovechó de presentarle.
—No, eso no —se apresuró en contestar Yenny—, sino lo que me mostró la flor.
—¿Y qué te mostró la flor?
El silencio nuevamente se había estacionado entre ambos. La parte hilarante de la historia había terminado. Era el momento de ponerse serio y enfrentar lo que era realmente importante. Lo bonito fue bonito mientras duró.
—Viajé al pasado —respondió—. Conocí la vieja academia en donde nuestros padres entrenaron, y conocí al famoso Maestro Yo.
—¿En serio? —Jack quedó descolocado ante el repentino cambio de tema.
—Jack, escúchame —Yenny se apresuró a hablar—. Lo que se me reveló en aquel viaje al pasado es lo que me tiene tan mal. Yo no…
—Tranquilízate —le respondió—. Recuerda que sea lo que sea que hayas visto, es solo un sueño. ¡Tú misma lo dijiste! Sabiendo eso ya no debiera sonar tan terrible.
—¡Pero fue tan real! —insistió Yenny.
—¡Pero no lo fue! —respondió Jack—. Todo fue un sueño, y lo que uno sueña no es real.
La sonrisa de confianza que el conejo le regaló le infundió confianza.
—Ahora dime, ¿qué fue lo que supiste?
—Jack, yo… —al parecer aquella revelación parecía ser más fuerte que toda confianza infundida por su hermano.
—Iré a hablar con Jacob —sentenció Yin con decisión.
Tras perder el temor de una eventual enfermedad sobre el hijo que estaba esperando, cayó en el miedo de que su hijo intuyera la verdad. Un peligro que estaba dando por superado tras dieciséis años ocultándoles la verdad. Ya se estaba dando por superada, que había ganado. El exceso de confianza le estaba dando una mala pasada. Temía que el manto de la verdad finalmente hubiera alcanzado a sus hijos.
—Espera Yin, ¿a dónde vas? —cuestionó Carl al ser tomado por sorpresa ante la repentina decisión de la coneja.
—Necesito asegurarme de que él no sospecha nada de lo nuestro —respondió colocándose su bata.
—Pero Yin… —alcanzó a responder antes que la puerta de la habitación fuera cerrada.
Jacob se había puesto de pie en medio de su habitación. No se había dado cuenta tan siquiera de haberlo hecho. Frente a él se encontraba la puerta de su habitación. Por la orilla de ella podía ver claramente la luz del pasillo colándose hacia el interior. Aquella luz incluso llegó a percibirla como la salvadora, la luz que lo venía a rescatar de la oscuridad. Paso a paso, sobre sus silenciosos pies cubiertos con calcetines de lana, se acercó a la luz. Ya no quería estar encerrado. No quería estar solo. Aunque fuera por piedad, quería reparar lo que había dañado durante tanto tiempo. No importaba ser hijo del incesto. Importaba ser parte de una familia que lo amaba tanto.
—¡Vamos! ¡Adelante! —la motivó Jack con una sonrisa—. Nada de lo que hayas podido soñar puede ser tan malo. Recuerda que solo es un sueño, no es real.
Yenny le sonrió de vuelta. Comenzaba a creer en las palabras de Jack. Al convencerse de que todo había sido un simple sueño, podía mirar hacia atrás y reconocer lo ridículo de la situación. Eso le facilitaba bastante las cosas.
—En ese sueño me enteré que papá y mamá son hermanos, y que en realidad fue papá quién envenenó a nuestro abuelo para poder ser libre con mamá.
—¡¿Qué?! —Jack no pudo evitar abrir la boca de la impresión mientras arqueaba una ceja. Realmente era un giro inesperado para el conejo.
—Pues… eso —Yenny finalmente lo había soltado. Un enorme peso se había esfumado de su consciencia. Sentía que podía respirar con más facilidad. Al ver el rostro de impresión de su hermano, hubiera deseado tener una cámara a mano para retratarlo en las redes sociales. Al final de cuentas no parecía ser tan grave el asunto.
Cuando el silencio comenzaba a ser incómodo, Jack intentó verbalizar algo. Cambiaba la palabra con la que quería comenzar, sin iniciar discurso alguno. La revelación rompía con cualquier barrera creativa.
—¿Hablas en serio? —preguntó finalmente aguantándose la risa. No quería terminar despertando a toda la casa, pero unos nervios que amenazaban con controlarlo le hacían bastante pelea.
Yenny afirmó con la cabeza mientras también evitaba largarse a reír. Se había quitado uno de los pesos más grandes jamás sentido. Se sentía tonta por pasar tanto tiempo mal por algo que no lo ameritaba. Solo sentía ganas de reír para sellar aquella anécdota y dejar lo malo atrás.
—Pero Yenny —Jack aprovechó el primer instante en que se sentía dueño de sí mismo—. ¡Es lo más absurdo que he escuchado en mi vida!
—No lo sé —respondió Yenny—. ¡Se veía todo tan real! En serio me sentí súper asustada y mal por todo eso.
—¡Pero todo fue un sueño! —insistió Jack—. ¡Nada de eso es real!
No quería mencionar el hecho o se terminaría por largar a reír.
—Creo que tienes razón —aceptó Yenny con una sonrisa—. Es ridículo pensar que nuestros padres son hermanos.
Había soltado la risa de Jack. Mezcla de nervios con la situación hilarante fueron detonantes de una risa que a duras penas podía controlar. Risa que terminó por contagiar a Yenny. La liberación de un enorme pesar había terminado en final feliz.
—O sea… ¡Simplemente es imposible! —agregó la chica entre risas—. No serían capaces de hacer algo como eso.
—¡Ni que lo digas! —le respondió su hermano.
Cuando las gargantas ya les dolían de tanta risa, esta se fue apagando hasta terminar mirándose burlonamente el uno al otro.
—Gracias por todo Jack —le dijo Yenny con una sonrisa—. Por un momento pensé que esto te iba a terminar haciendo tanto daño como a mí. No sé por qué no tomé en cuenta que todo fue un sueño. Quizás porque se sintió muy real, o algo así.
—¿Ves? —contestó Jack—, por eso es importante no guardarse las cosas. Siempre habrá alguien que te ayudará a ver las cosas tal como son.
—No creí que ese alguien pudieras ser tú —le dijo su hermana—. Has madurado mucho. Ya no eres ese niño que lanzaba leche por la nariz.
—¡Oye! ¡Eso fue culpa de Yuri! —exclamó falsamente ofendido.
Ante esta reacción, un nuevo ataque de risa comenzó en ambos.
Fue la oportunidad perfecta para la retirada de Yin. Cuando subió para hablar con Jacob, se detuvo frente a la puerta entreabierta del cuarto de Yenny. La había oído llorar, cosa que atrajo su atención. Notó que estaba junto a Jack, y decidió escuchar tras la puerta. Nunca había pasado por un momento de tensión tan grande como aquel. El corazón subió hasta su garganta tras la descripción del sueño que tuvo Yenny. No podía creer la inmensa suerte que había tenido mientras Jack le restaba importancia a aquel sueño. Aún creía que la terminarían encarando en cualquier segundo mientras disfrutaban de sus ataques de risas. Con manos temblorosas, emprendió la retirada cuando se percató que habían cambiado de tema. ¿Qué rayos fue eso? La verdad rodeaba peligrosamente a su familia, amenazando con destruirla.
—Yang, necesito contarte algo —entró de improviso a su cuarto, encontrándose al conejo dormido y volteado hacia su lado de la cama. Se acercó y lo remeció nerviosamente.
—¿Qué ocurre? —respondió perezosamente mientras poco a poco se volteaba.
—Yang, Yenny casi lo sabe todo —respondió mientras saltaba a su lado de la cama.
—¿A qué te refieres? —respondió el conejo intentando reincorporarse.
—O sea, la oí hablando con Jack —respondió atropellando sus palabras—. ¡Ella lo vio todo en un sueño! ¡El hecho de que somos hermanos! ¡Todo!
—¿Qué? —aunque Carl aún se encontraba bastante aturdido, la palabra «hermanos» lo despertó como un balde de agua fría en pleno invierno.
—Pero al final Jack la convenció de que todo fue un sueño y que no era verdad —prosiguió Yin con desesperación—. ¡No sabes lo cerca que estuvieron los niños de esa verdad! ¡Tan demasiado cerca!
Carl la recibió en un abrazo. Notaba que temblaba como si estuviera congelada. La oía sollozar sobre su regazo mientras intentaba armar el puzle. La historia que le acababa de contar era rarísima. Por sus estudios y experiencia no podía tomar a la ligera un sueño revelador. Sospechaba que era un plan B del bogart para apoderarse esta vez de Yenny. No tenía pruebas, pero tampoco dudas.
—Aquí el único culpable es Carl —de pronto se reincorporó la chica y lo miró—. Él es el único capaz de perturbar así a nuestra hija.
—¿Por qué lo dices? —preguntó extrañado.
—¡Ese infeliz no va a descansar hasta ver a mi familia destruida! —respondió molesta.
«Yin, nos conocemos desde la infancia. Sé que el esposo que hoy tienes es tu hermano. No entiendo cómo lo lograron, pero la verdad es lo que menos me importa».
Aquel recuerdo vino de golpe a su memoria. Nadie en toda su vida se había atrevido a encararla de esa forma. O al menos nadie que hubiera vivido para contarlo. Mientras más detalles ella recordaba, más rabia le daba. Yin se reincorporó con una mirada fulminante que espantó a la cucaracha que estaba detrás del conejo.
—Pero te lo juro Yang, si se atreve a acercarse nuevamente a uno de mis hijos, al que sea, lo mato.
—Tranquilízate Yin —le respondió nervioso volviendo a abrazarla para evitar seguir viendo su mirada amenazante—. No manches tu conciencia con alguien que no vale la pena. Con encerrarlo en la cárcel es más que suficiente.
—¡Parece como si ya no lo conocieras! —Yin se volvió a reincorporar viendo a los ojos a su esposo—. Él ya era un brujo cucaracha cuando éramos niños. ¿Y no recuerdas la presentación que le hizo su novia? ¡Tiene estudios y habilidades de sobra en magia! Para él la cárcel es un juego de niños. A tipos como él solo la muerte los puede detener. Y a veces ni siquiera eso. Pero no voy a dejar que siga dañando a mi familia.
—Sí, pero ¿por qué piensas que Carl está detrás de los sueños de Yenny? —intentó defenderse Carl.
—Él es el único con ese tipo de habilidades que está obsesionado con destruir a nuestra familia —Yin ya había regresado al lado de su cama. Se notaba intranquila—. Parece que aún sigue pegado con su papel de villano. ¿Acaso todavía quiere ganarse el amor de mami o algo así?
El conejo tragó saliva. La actitud de la coneja lo comenzaba a ofuscar, pero no quería escapar de la trinchera que había creado con el disfraz de Yang. Si tan solo supiera la verdad. De hecho se la había dicho en algún momento. Tal parece que era buena en entender lo que ella quería entender, no necesariamente la verdad. Al menos aquel momento le sirvió para aterrizar. Ella lo odiaba. Cualquier sentimiento que naciera hacia ella estaba destinado a morir. Ella prefería matarlo a asumir que se había equivocado. Nadie más podía ser más orgulloso que ella.
Luego de un rato y unos cuantos improperios que pusieron a prueba la paciencia de Carl, Yin terminó por tranquilizarse. No podía matar a Carl en ese momento, no lo tenía frente a ella. Era mejor no gastar energías de más e irse a dormir. Ambos apagaron sus respectivas luces. Para ninguno sería fácil conciliar el sueño, especialmente para Jacob.
El pequeño bajó hasta el cuarto de sus padres. Estaba dispuesto a pedirles perdón y buscar la forma de comenzar de nuevo. Se topó detrás de la puerta con el discurso de Yin. Oyó con sus propios oídos la frase de Yin afirmando que era hermana de su padre. Frase que terminó por congelarlo. Las amenazas contra Carl pasaron a segundo plano. Simplemente quedó congelado.
Yenny pasó rozando la verdad, pero por culpa de Jack no la atrapó. Jacob se había enterado de la hazaña. ¡Par de tontos! ¡Sigan riéndose de la verdad! Ahora él tenía una nueva misión: demostrar la verdad. Era cierto, su familia era lo más importante, pero eso no significa que debían seguir viviendo en la mentira.
Legalmente acaban de leer el último capítulo publicado en 2020. El título nos informa que estamos en el capítulo 40, un número impresionante para alguien que se lanzó a escribir un domingo de marzo. Con este fic he estado siguiendo una idea que nació en mi tierna infancia mientras disfrutaba de esta serie por Jetix. Mientras el mundo se ponía de cabeza allá afuera, entre mis cuatro paredes cada domingo reunía unas cuantas palabras para expresar mi creatividad a través de un nuevo capítulo de este fic. En ese sentido este ha sido un gran año para mí. Pude darme una segunda oportunidad en la vida. Pude tomar una idea que amaba e irla moldeando hasta convertirla en el fic que están leyendo. Ha sido un año increíble para esta cuenta. Ha sido un increíble año para este fic. Solo puedo agradecerle a la vida por este bello momento de llegar a 40 capítulos con esta historia.
Sé que en otros aspectos no ha sido un buen año. Muchos planes se vieron truncados a lo largo del mundo por culpa de la pandemia. En particular, iba a comenzar unos estudios de doctorado, lo que implicaba cambiarme de ciudad e independizarme. Al final me pase el año entero en casa de mis padres teniendo clases online. Quizás a ustedes le pasó algo parecido, o algo peor. Pero aquí estamos. Seguimos vivos, listos para enfrentar este 2021.
Solo resta desearles a todos un Feliz 2021, que el próximo año sea mejor que este, y que todos nuestros planes postergados si puedan cumplirse este año. Y el próximo domingo estaremos de vuelta con un nuevo episodio de este fic.
Un abrazo patotástico.
Patito.
