Amor Prohibido - Capítulo 49
—¡Yo voy!
Los hermanos Chad estaban instalándose para cenar en la cocina cuando oyeron el timbre de la casa. Los soles se habían despedido, y tan solo quedaba un poco de claridad en el cielo, obligando a nuestros protagonistas a encender la luz. Esperaban que en cualquier momento llegaran sus padres. Todos apostaban a que papá llegaría primero.
Antes de que cualquiera alcanzara a procesar el significado del sonido del timbre, Yuri se ofreció a revisar poniéndose de pie. A más de alguno se le pasó por la cabeza que podría tratarse de alguno de sus padres. Pronto, lograrían concluir que sus padres traían llaves, por lo que no tendría sentido que tocaran el timbre.
—¿Quién es usted?
Tras abrir la puerta, Yuri se encontró con alguien a quien no había visto en su vida. Era una anciana coneja, alta y de pelaje morado, similar al de Yenny. Sus arrugas surcaban sobre su pelaje, y sus canas sobre sus gruesas cejas delataban su edad. Salvo por su mirada azul, para Yuri sería la versión del futuro de Yenny. Traía vendas en su antebrazo izquierdo y que no alcanzaba a cubrir su vestido de tela color pastel.
—Mi nombre es Yanette Swart, y vengo a hablar con ustedes —se presentó con autoridad.
Yuri la inspeccionó de arriba a abajo con una ceja arqueada. Intentaba escanear cada detalle de su ser con solo su mirada. La anciana frunció el ceño ante la actitud de la pequeña.
—¿Esta es la casa de la familia Chad? —preguntó con un tono serio.
—¡Yuri! ¿Quién es? —se escuchó la voz de Yenny desde el interior.
Yuri continuaba con su inspección a pesar de la molestia de la anciana, cuando Myriam apareció desde detrás de Yanette.
—Yuri, querida —le dijo con suavidad—, necesitamos hablar contigo y tus hermanos. ¿Podemos pasar?
—¡Señorita Myriam! ¡Qué sorpresa poder encontrarla aquí! —exclamó la pequeña con una sonrisa mientras se hacía a un lado dejando pasar a las invitadas.
Mientras la anciana y la ratona ingresaban al hogar, pudieron ver asomarse a Yenny y Jacob desde la entrada de la cocina.
—¿Señorita Myriam? —preguntó Yenny al verla. Aquella pregunta llamó la atención del resto de sus hermanos.
—Yenny —respondió la ratona acercándose a la chica—, tenemos que hablar con ustedes. ¿Podemos reunirnos en el living?
La coneja le dio una mirada a la anciana. Yanette se encontraba observando cada rincón de la casa expuesto a su vista. Su mirada despectiva le regaló una primera impresión de desconfianza.
—¿Quién es ella? —le preguntó Yenny a Myriam.
—Se llama Yanette Swart —respondió Yuri apuntando con su índice derecho a la anciana—. ¿No es curioso?
—¿Qué pasó con mamá? —se adelantó Jack. Él se había acercado a Yenny seguido por Jacob y Jimmy.
—Necesitamos hablar sobre eso —respondió Myriam—. ¿Podemos ir al living? —le pidió a los conejos.
La curiosidad, la incertidumbre y el temor atraparon a los hermanos Chad. Myriam invitó a la anciana al living, seguida por el resto de la familia. Le pidió a los chicos que tomaran asiento en dicha habitación. Ella, junto con Yanette, quedó al frente de ellos, preparadas para exponer su causa. Los cinco se acomodaron en el sofá frente a ellas. Se miraban entre ellos, a las invitadas, al entorno. Las ideas sobre nuevas malas noticias hicieron eco en sus mentes. No sería la primera vez, ni mucho menos la última vez, que la vida les regalaba un nuevo coletazo. Por lo menos, estaban los cinco juntos. Lo que fuera, debían enfrentarlo juntos.
Yanette ingresó al living sin perder detalle de vista. Pudo observar los retratos familiares, que le regalaron un adelanto a lo que llegaba a intuir. Observó a los cinco conejos instalarse frente a ellas, y no pudo dejar de sorprenderse. Un aire de familiaridad los envolvía. Al menos todos eran conejos coloridos de orejas flotantes. Una herencia que se había esparcido desde su madre, doña Dorotea Swart, hasta sus propios… ¿nietos? ¿Esos chicos eran sus… nietos? Había estado perdida por treinta y cuatro años. El tiempo pasa. El tiempo vuela. Lo que más le sorprendió fue que todos compartían la mirada de Yo. Una herencia particular que los cinco habían recibido. Sentía como el panda la observaba a través de ellos, desde donde quisiera que estuviera. Era un espectáculo estrambótico y bizarro.
—Bien, muchas gracias por estar aquí —comenzó a hablar Myriam juntando sus manos. Se le notaba el nerviosismo en su mirada que intercambiaba entre su acompañante y los chicos—. Señora Yanette, ellos son los hijos de Yin y Yang: Jack, Yuri, Jacob, Jimmy y Yenny —continuó presentando a los chicos de izquierda a derecha—. Chicos, ella es Yanette Swart, ella es…
La ratona se detuvo y se volteó a ver a la anciana. No fue capaz de continuar. Aún no se convencía de las palabras que estaba a punto de pronunciar. Sentía que pronunciarlas sin convencerse era mentirles. Yanette le regresó la mirada. Se molestó al percatarse que su discurso quedó cortado de esa manera. Regresó su mirada a los chicos, dispuesta a proseguir. Cinco pares de ojos lilas le devolvieron la mirada.
—Disculpe señora —intervino Yuri poco menos que al lado de ella. Su repentino movimiento logró sacarle un susto—. ¿Usted conoce a Lina Swart?
—¿Qué? —balbuceó retrocediendo.
—Que si conoce a Lina Swart —repitió Yuri—. ¿Ustedes son parientes o solo es una coincidencia de apellido?
—No sé quién es ella —contestó regresando a su postura original—. ¡Ahora regresa a tu asiento! —le ordenó apuntando al sofá. El tono arisco alertó a los hermanos mayores.
—Era la psicóloga escolar —respondió Yuri ignorando su orden con una sonrisa ingenua—. Era una persona muy amable, pero desde hace mucho que no la vemos…
—No me interesa quién es ella —la interrumpió Yanette molesta—. ¡Ahora vuelve a tu sitio! —repitió con firmeza.
Yuri estaba a punto de replicar cuando Jacob la interrumpió.
—¿Y quién es usted? —le preguntó a la anciana.
Yanette miró al conejo rubio y suspiró. Su mirada penetrante empujó al conejo a arrepentirse de formular aquella pregunta.
—Mi nombre es Yanette Swart, y al parecer, soy la abuela de ustedes —contestó.
—¡¿Qué?! —se adelantó Jack en contestar.
Las miradas sorpresivas no se hicieron esperar. El mutismo acompañó al resto de los hermanos. Yenny quedó pasmada con la boca abierta, similar a Jack. Jacob arqueó ambas cejas, quedando enterrado en su asiento. Los ojos de Jimmy se abrieron más que nunca. Yuri abrió sus ojos y boca exageradamente ante la sorpresa, mirando hacia arriba al nuevo miembro de su familia.
—¿Cómo es eso? —preguntó Yenny intentando destrabar su impresión.
Myriam intercambiaba su mirada entre Yenny y Yanette, esperando a que algo ocurriera e intervenir si el resultado apuntaba a no ser satisfactorio.
—Según Myriam, ustedes son hijos de Yin y Yang Chad, ¿es eso cierto? —preguntó Yanette con dureza en su voz.
—Sí, lo somos —contestó Yenny adoptando el mismo tono. La postura de aquella anciana no le causaba una buena espina.
—¿Están seguros? —insistió la anciana.
—Totalmente —contestó Yenny.
—¿Los cinco?
—¡A ver! No entiendo —intervino Jack con impaciencia—. ¿Cómo es eso de que usted es nuestra abuela? ¿De dónde salió usted en primer lugar?
El silencio se hizo presente en la habitación. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Yanette se sentía obligada a dar el siguiente paso. Sentía el peso, la dureza de darlo. Era como patear una pared de cemento, con la real intención de romperla. De tan solo pensar en el origen de esos chicos, de tener que responder la pregunta de aquel chico, no… no podía avanzar. La perturbación le regalaba un temblor que recorría su cuerpo entero. No alcanzó a tener a sus pequeños conejos más de diez minutos entre sus brazos. Era en rosa y azul. Dos conejitos con un pelaje lustroso a pesar de llevar minutos en este mundo. Nunca imaginó que de ahí surgirían esos cinco pares de ojos que la observaban con interés.
—¿Realmente quieres saber la respuesta? —encaró a Jack—. ¿Realmente quieres saber de dónde saliste tú y tus hermanos?
A Jack no le quedaron dudas de aquella respuesta. Su mirada iracunda y su voz envuelta en la rabia le regalaban una imagen idéntica a su madre cuando se enojaba. Tampoco pudo evitar recordar a Yenny cuando también se molestaba. Recién en aquel minuto se percató del parecido familiar entre todos. Definitivamente era algo de familia.
El silencio de Jack le sirvió a Yanette a reordenar sus ideas. Estaba ahí, frente a ella, el fruto que alguna vez generó hace treinta y cuatro años. No podía creer el camino que había tomado el destino para construir el resultado que tenía frente a ella. Si quería dar el siguiente paso, debía aceptarlo. Tenía que aceptar que, aquellos pequeños que una vez ella engendró, decidieron unirse y engendrar cinco hijos. Debía aceptar que el fruto de su vientre cruzó la línea del incesto. De tan solo pensarlo, el asco y la rabia se apoderaban de ella. No, no podía sentir más que asco por ellos. No podía sentir más que rabia por ellos. Esos conejos frente a ella no son más que un error en la existencia. No debían estar ahí, frente a ella. No debían seguir robándole el oxígeno a este mundo. No debían seguir ocupando un espacio en el universo. ¿Qué rayos pasó? ¿Qué tuvieron que pasar sus hijos para llegar a tamaño sacrilegio? Ti y Chai, ellos eran los culpables. Si no fuera por ellos, esos errores con forma de conejos no la estarían mirando.
—¿Usted es nuestra abuela? —Yuri interrumpió su meditación con emoción.
Ella la miró. La pequeña conejita le regaló una brillante mirada. Su sonrisa de oreja a oreja amenaza con lanzarse a sus brazos. Era tanta ternura… que simplemente no le llegaba. Era idéntica a su hija, con la mirada de su hijo. Era bizarro, era aterrador. Era como oír una pista musical al revés.
—Vuelve a tu lugar —le ordenó con voz temblorosa, intentando controlarse para evitar alejarla de una patada.
Aquel tono llamó la atención de Jimmy. Él intentó pasar desapercibido a lo largo de toda la escena. Observaba detenidamente a aquella anciana, y no le agradaba. Sentía el odio que salía de su ser. Era una repulsión que le advertía que no debía molestarla. El tono de ella en aquella última frase era una advertencia de una paciencia agotada.
—Yuri, ven aquí —le ordenó Jacob. Aunque no había percibido la actitud de Yanette con el detalle de Jimmy, si había notado la última advertencia en aquella frase. Le extrañaba que la anciana fuera así, pero por lo pronto lo atribuía a su carácter.
—¡Increíble! —Yuri dio un salto de alegría, ignorante del peligro—. ¡No puedo creer que tengamos una abuelita! ¡Siempre he querido saber si tenemos más familia además de mamá y papá! Ellos decían que no, ¡pero yo sabía! Algo dentro de mí me decía que teníamos que tener algún abuelo en alguna parte del mudo, ¡y por fin viene a visitarnos! ¡Est…!
Yuri no alcanzó a terminar la oración cuando fue detenida por Jacob. El chico atravesó la habitación por sobre la mesita de centro y le tapó la boca con su mano, mientras que con su otro brazo la abrazaba dispuesto a arrastrarla a su sitio.
—Disculpe a mi hermana —dijo dirigiéndose a la anciana con una sonrisa nerviosa—. Ella es un poco… inquieta a veces.
Mientras la pequeña replicaba con sonidos inteligibles, Jacob la trajo de regresó al sofá. Apenas le soltó la boca, se percató que su mano estaba completamente babeada. Como respuesta, le regaló una mirada asesina con la que finalmente pudo callarla. Mientras, se dedicó a secarse la mano con la funda del sofá.
El silencio regresó al lugar. Yanette se aclaró la garganta, y prosiguió:
—Estoy aquí por órdenes de sus padres. Ellos no podrán venir durante un tiempo, y consideraron que era la única persona que podía cuidarlos mientras se encuentran hospitalizados.
El silencio cambió radicalmente de intención. El rostro desencajado de los chicos, sumado a sus pupilas encogidas y bocas abiertas emitiendo un grito silencioso, lo decía todo.
—¡¿Pero qué tienen?! —se adelantó Yenny.
—¿Qué les pasó? —secundó Jacob.
—¿E-ellos están bien? —balbuceó Jack.
Jimmy se mantuvo en un silencio expectante mientras que Yuri se aferró al brazo de Jack mientras observaba a la anciana con sorpresa y temor.
—Ellos están bien —intervino Myriam con una voz suave mientras seguía moviendo sus manos juntas—. Su padre tuvo un extraño incidente que los médicos están analizando, pero al menos cuando nos fuimos supimos que él está despierto y consciente.
—¿Y mamá? —preguntó Jack. No podía evitar recordar todos aquellos momentos de la infancia destapados por un simple comercial de mermelada.
—Ella está bien —contestó Myriam regalándole una sonrisa—. Tuvo un pequeño malestar por su embarazo, pero está casi totalmente recuperada. Se quedó en el hospital por insistencia médica, ya que quieren estar seguros de que todo esté bien.
—¡¿Está embarazada?! —estalló repentinamente Yanette.
Myriam la observó asustada ante el repentino grito. Entrelazaba sus dedos con nerviosismo.
—Pues, la verdad… —intentaba buscar en su mente la manera de decirle que sí, sin tener que decirle explícitamente que sí.
—Sí —Yenny se adelantó ante la respuesta cruzando los brazos—. ¿Hay algún problema al respecto? —a la chica le estaba empezando a mosquear la actitud de la anciana.
—¿Sí? —cuestionó la anciana en un tono molesto. Las miradas de ambas chocaron como dos truenos en el aire—. ¡Válgame! —agregó intentando contenerse mientras se cubría la cara con sus manos.
Era una montaña rusa de emociones. Yuri aún seguía pegada con la noticia de sus padres. Las palabras tranquilizadoras de Myriam no hicieron un efecto mayor frente a la reacción de su nueva abuela. Jack y Jacob la observaban con curiosidad. No entendían la reacción de su supuesta abuela frente al embarazo de su madre. La mirada de Jack era una mezcla de sorpresa con curiosidad. Jimmy no podía evitar sentirse involucrado por todo lo que estaba pasando. Yenny continuaba juzgando con desconfianza a aquella anciana que esperaba hacer desaparecer con la mirada.
—¿Hay algún problema con eso? —insistió Yenny poniéndose de pie. Jack se volteó a verla, y notó que ya se encontraba molesta. Si su abuela era como ella, la pelea era segura.
Yanette terminó por perder la paciencia. Por educación decorosa simplemente pretendía vigilar a sus nietos durante aquella noche. No esperaba que simplemente no pudiera aguantarlos. Su tan sola presencia le causaba una repulsión jamás sentida. Ni Freddy con sus telarañas podían compararse siquiera al asco y repulsión que le causaban esos conejos. Sangre de su sangre. Sangre maldita. No podía verlos sin imaginarse un momento indecoroso entre sus dos hijos. Sus dos hijos. ¡¿Empujados a esto?! NO.
—Sí, hay un problema —Yanette se acercó peligrosamente a Yenny—. Tal y como dije recién, yo soy tu abuela, y espero que se te haya pasado por la cabeza la pregunta de si soy tu abuela paterna o materna…
—A mí no me interesa de dónde salió usted —respondió Yenny en el mismo tono y dando un paso hacia la anciana—, pero si no tiene una autorización firmada por mi madre para hacerse cargo de nosotros, me veré en la obligación de exigirle que se vaya de esta casa. ¡Ahora!
—No me hables en ese tono, maldita hija del pecado —le respondió la anciana en tono amenazante.
—¡Oiga! ¡Cuideme el tonito! —intervino Jack acercándose a ambas. Myriam, instintivamente, retrocedió un par de pasos.
—¿Hija del pecado? Ay no —balbuceó Jacob casi en susurro.
—¡Será mejor que tú me cuides el tonito! —respondió Yanette dirigiéndose a Jack—. Una maldita basura como tú no me va a venir a dar órdenes.
—Jacob, ¿por qué están peleando? —le preguntó Yuri con temor remeciéndole el brazo a su hermano.
El conejo comenzaba a ser contagiado por el temor de su hermana. Recordó que aquella misma mañana deseaba una prueba de la verdad. Aquella noche, la verdad estaba frente a él. Iracunda verdad, pero estaba frente a ella.
—Señora Yanette, por favor tranquilícese —intervino Myriam de manera infructuosa.
—Mire señora —el tono amenazante ahora era de Yenny—. No me importa ni siquiera que mamá le haya dado todos los permisos. Nadie viene a mi casa a insultarnos.
El silencio se hizo tajante cual catana al viento. Veloz, cortante, iracundo, inesperado, imperceptible, hiriente.
—Soy la única persona que les está quedando en este mundo —los amenazó—. Una vez que sus padres salgan del hospital, los espera la cárcel. Ya le pedí a Myriam que hiciera la denuncia. El crimen que cometieron va en contra de toda ley y toda moral de este mundo —agregó con una mirada asesina.
—¡Hay señora! ¿De qué está hablando?... —escupió Yenny ya fuera de sus cabales.
—¡Ellos son hermanos! —le gritó la anciana—. ¡Yin y Yang Chad son hermanos gemelos! ¡Ellos son mis hijos! ¡Yo misma los parí!
Aquel grito simplemente congeló a ambos conejos que tenía frente a ella. A pesar de ello, se requería más que un simple grito para dejar en evidencia tamaña verdad.
—¡Lo sabía! —Jacob recién se percató de lo que acababa de exclamar cuando se encontraba de pie en medio de la habitación—. ¡Lo sabía! —repitió con una euforia que podía sentir en su ser, pero que además sentía que se encontraba fuera de lugar.
Recibió la mirada de todo el mundo, especialmente de sus hermanos mayores, quienes estaban dispuestos a replicar dicha afronta.
—¡Tú! —Yanette se lanzó contra Jacob apuntándole con su índice derecho—. ¡Encima te atreves a celebrarlo! Realmente eres una escoria…
—¡Ya basta! —intervino Jack deteniendo su paso—. ¡Lárgate ahora o te echaremos nosotros!
—¿Es que acaso no entiendes? —Yanette se dirigió al conejo—. Tan solo me tienen a mí. Tus padres terminarán encerrados en prisión por el atroz crimen contra la naturaleza. Una simple prueba de ADN entre todos no solo va a demostrar lo que les estoy diciendo —agregó dirigiéndose a todos—, sino que los condenará a cadena perpetua. Y ojalá también le arranquen ese engendro que trae en su vientre. Así habrá un hijo del pecado menos sobre este mundo.
—¡Mi hermanita no! —gritó Yuri en desesperación—. ¡Ella no tiene la culpa!
—¡Carga con la culpa de sus padres! —le gritó acercándose a la pequeña.
En ese segundo Jack la sujetó del hombro y la obligó a retroceder casi junto a Myriam.
—Será mejor que tenga mucho cuidado con la forma en que trata a mis hermanos —la amenazó mientras que iluminaba su mano libre con una luz celeste cielo.
La anciana observó su mano de una manera despectiva. Luego, volcó su mirada en los ojos del conejo. Aún le parecía una locura lo que estaba presenciando. Poco le importaba la rabia transmitida a través de esos ojos lilas.
—¿Woo Foo? —le dijo con el ceño fruncido—. Una advertencia, niño. El Woo Foo condenó a toda tu familia. Condenó a tu abuelo a una vida sin sus seres queridos. Me condenó a mí a una vida de destierro mental, sin poder disfrutar de mis propios hijos. Condenó a sus padres al incesto, y los condenó a ustedes a existir.
—¡Ya cállate! —gritó el conejo lanzándole aquella luz que tenía posada sobre su mano directo a la cara.
La anciana alcanzó rápidamente a hacerse a un lado. El resultado del ataque fue un forado en la pared de unos veinte centímetros de extensión. A través de este se podía apreciar las primeras estrellas de la noche. Antes de que Jack pudiera percatarse de lo que acababa de hacer, Yanette lo levantó del cuello de su camisa y lo tiró directamente hacia el sofá junto al resto de sus hermanos. Yenny retrocedió un par de pasos ante la sorpresa. Jacob y Jack terminaron sobre el sofá. Toda ira fue reemplazada por la sorpresa. Era el momento de hablar.
—Es hora de que enfrenten la verdad —les dijo con dureza apuntando al grupo con su índice—. Ustedes son hijos del pecado. Unos malditos hijos del incesto. Una blasfemia para la existencia. Papi y mami son hermanos gemelos, y es hora que lo tengan muy claro, y que empiecen a entender su lugar en este mundo. Cada uno de ustedes no es más que un error que jamás debió existir. Si algún día tienen la oportunidad de acabar con sus vidas, por favor, por el bien de este mundo, no la desperdicien.
Los ceños fruncidos se multiplicaron entre los hermanos Chad. La ira de Jack y de Yenny amenazaba con contraatacar. La chica no podía evitar sentir temblores en su cuerpo. La rabia y el miedo estaban jugando en su psiquis por quién la dominaba primero. Jack simplemente estaba molesto, al borde de la furia. Se prometía no volver a fallar su siguiente golpe si es que le tocaba un pelo a cualquiera de sus hermanos. A Jacob comenzó a faltarle el aire. Temía que un nuevo ataque le viniera encima. Quizás con eso pudiera alegrar a la anciana, quien no parecía contenta con su existencia. Yuri simplemente estaba envuelta en el miedo. Sentía el odio de la anciana como una tormenta de arena en pleno desierto. Se aferraba del brazo de Jacob al punto de adormecérselo. Jimmy era quien más tranquilo parecía estar. Le regalaba una mirada seria y atenta, sin perder ni el menor de sus movimientos. Myriam sólo deseaba aquel pequeño recoveco por el cual huir en busca de ayuda.
Un carraspeo acabó al instante con el momento. Todos se voltearon hacia la puerta, desde donde oyeron el origen del sonido. De pie, campante, y con una mirada desafiante, se encontraba Yin Chad de brazos cruzados.
—¡Mamá! —se le escapó a Jimmy, quien de un salto se fue corriendo hacia su madre. Ella no pudo evitar colocar una rodilla en el suelo para darle un enorme abrazo a su hijo menor. Jimmy finalmente se pudo sentir tranquilo entre los brazos de su madre.
Los ceños fruncidos desaparecieron de inmediato por parte del resto de sus hijos. Mamá estaba de regreso. Mamá estaba en casa.
—Yin —le dijo Yanette cruzándose de brazos—. Creí que te iban a dejar hospitalizada durante esta noche.
—No —respondió la coneja poniéndose de pie y colocando a su hijo detrás de ella—. Me dieron el alta médica hace poco, y vine inmediatamente a ver a mis hijos.
Yanette gruñó levemente ante la mención de la palabra «hijos».
—Ahora le pido amablemente que se retire de mi casa —le ordenó Yin—. Ya no está a cargo de nadie, y nunca le he dado el permiso para que viniera hasta aquí.
—Yo soy tu madre —espetó Yanette—. Soy quien debe encargarse de estas escorias que pariste en caso que tú y tu hermano no se encuentren disponibles.
—Usted es una anciana loca que apenas acabo de conocer hoy —le corrigió Yin con fiereza—. Pero no se espere que le va a salir gratis esta afronta. Escuché cómo trataba a mis hijos, y no voy a permitir que esto quede impune.
—¿Tú? ¿Hablando de impunidad? —respondió Yanette con sarcasmo—. Veamos qué dice la autoridad cuando se enteren que te estuviste revolcando con tu propio hermano gemelo. ¡Y engendraste a estos hijos del pecado! —agregó apuntando a sus nietos.
Yin estaba atrapada. Sabía a lo que venía. Desde aquella misma tarde en que se encontró por primera vez con esa anciana que lo sabía. La verdad más cruel, más fuerte de su vida, la estaba enfrentando allí. Se sorprendió a sí misma al ver cómo enfrentaba todo esto. Solo una cosa no la hacía retroceder: sus hijos. No iba a dejarlos en manos de esa loca. Por ellos, daría su vida.
—Lárgate de mi casa —la amenazó—. Y espero que no te vuelvas a acercar a mi familia, o lo pagarás.
Yanette le regaló una mirada iracunda antes de disponerse a emprender la marcha. En silencio, la anciana se dirigió rumbo a la salida. Yin se hizo a un lado, siempre protegiendo a Jimmy de cualquier movimiento en falso.
—Solo recuerda una cosa —Yanette se volteó antes de retirarse—. Cuando la policía te detenga a ti y a tu hermano por el asqueroso acto que hicieron, esos hijos del pecado vendrán arrastrándose hacia mí para evitar terminar torturados en un hogar de menores.
—Y tú recuerda que por mis hijos yo daría hasta mi vida —le respondió Yin en el mismo tono mientras sujetaba el hombro de Jimmy—. Nada ni nadie los va a tocar.
La anciana finalmente se retiró a paso rápido. En ese minuto Myriam sintió que podía respirar con más tranquilidad. Aprovechó el momento para salir corriendo hacia la salida. No sin antes detenerse junto a Yin para dar explicaciones.
—¡Señora Chad! —exclamó hablando rápida y nerviosamente—. Lamento mucho lo que acaba de suceder. Le juro que no me esperaba nada de lo que acaba de suceder. De todas formas no se preocupe. La señora Yanette cree que la denuncié a la policía, pero yo no hice nada de eso. Es más, le prometo por lo más sagrado que no le voy a decir a nadie lo que acaba de pasar…
—No te preocupes —Yin intentó tranquilizarla con una sonrisa mientras la sujetaba de un hombro—. Eres de mi completa confianza. Sé que mantendrás este asunto en completa confidencialidad.
—Prometo no decirle nada a nadie —repitió la ratona.
Luego de esto, ambas se despidieron. Myriam emprendió su marcha de regreso a su hogar, para regresar a la oficina al día siguiente.
La puerta fue cerrada, y Yin ingresó al living. Allí se encontraban sus cinco hijos, mirándola. Un viento helado entraba por el forado que había quedado. El silencio era aún más gélido que aquella ventisca.
Lo sabían. Ellos ya lo sabían. Y lo supieron de la peor forma que se podían imaginar.
¿Cómo resolver esto? Era la incógnita de Yin.
ANTES DE LEER LO QUE VIENE A CONTINUACIÓN, RESPIRA, TÓMATE TU TIEMPO, DISFRUTA DE LA EMOCIÓN PROVOCADA. LO QUE SIGUE A CONTINUACIÓN ES UNA EXTENSA NOTA DE AUTOR QUE DESENTONA CON EL FINAL DE ESTE CAPÍTULO.
Cumpleaños Feliz.
Te deseamos a ti.
¡Feliz cumpleaños Patito!
Que los cumplas feliz.
El telón se abrió mostrando a Yin y Yang sobre el escenario. Estaban arrastrando un carrito con una torta de tres pisos cubierta de crema de frutilla y adornada con trozos de merengue y mermelada de frambuesa. Desde el otro extremo apareció el patito de hule. Traía una corbata a rayas color rojo y blanco, y una coronita azul sobre su cabeza. Venía dando saltos y haciendo chillidos por cada salto que daba.
—¡Feliz Cumpleaños jefecito! —lo saludaron los conejos.
—¡Cuack! ¡Muchas gracias! —respondió contento el pato.
—¡Feliz Cumpleaños Patito! —intervine apareciendo entre Yin y Yang.
—¿Martita? ¿No deberías estar en el salón de narración omnisciente narrando esto? —cuestionó el patito arqueando una ceja.
—Puedo hacerlo desde aquí —respondí—. Claro, no puedo hacer una narración omnisciente, pero ¡Qué importa! ¡Es nuestro primer aniversario!
—¡Sí! —exclamó el patito dando saltitos—. Y debo admitir que fue excelente el capítulo de hoy. ¡Por fin soltaste la verdad!
—Fue un año muy largo —respondí rascándome la nuca—. Literalmente mantuve amarrada esa verdad por todo un año.
—Ya era hora —comentó el pato.
—Creo que es hora de soplar las velitas, ¿verdad? —intervino Yang.
—¡Sí! —contestó alegre el patito de hule.
—Permítanme —anunció Yin.
Con su magia Woo Foo hizo aparecer una gruesa y alta vela dorada encendida. Era casi del alto del pastel. ¡Parecía que iba a llegar al techo!
—¡Wow! —exclamé—. ¿Qué es eso? ¿Un sirio pascual?
—No —contestó el patito con una amplia sonrisa—, es la vela que se merece este patito.
Nuevamente cantamos a coro el Cumpleaños Feliz mientras Yin levitaba al patito hasta la llama de la vela. Una vez finalizado el canto y en medio de los aplausos, el patito sopló, apagando la velita.
—¡Felicidades don Pato! —exclamó Yang aplaudiendo.
—¡Feliz cumpleaños jefecito! —agregó Yin sin detener sus aplausos.
—¡Felicidades Patito! —agregué a los saludos.
—¡Gracias a todos, amigos! —respondió el patito de vuelta en el suelto dando saltitos y aleteando con sus alitas de goma—. No habría llegado tan lejos si no fuera por todos ustedes, especialmente quienes están leyendo esto.
Los aplausos se multiplicaron. Desde tras bambalinas fueron poco a poco llenando el escenario todos los personajes de este fanfic. Desde los hermanos Chad, hasta el doctor Zepbrep. Incluso llegaron varios invitados, como Marty, Brick88, Marcos, Braixen, Brenda, Jaime, el resto de la Crew, Slash, entre otros.
—¡Patito! —me acerqué al jefe—. Entre los tres le tenemos un regalo especial.
—¿A sí? —exclamó con expectación.
Yin y Yang se sonrieron entre ellos, y luego centraron su vista en mí.
—Hoy, que estamos en nuestro mes aniversario, estamos homenajeando a aquel que dio origen a todo este proyecto —anuncié sobre el escenario—. En particular, mañana 15 de marzo, es el primer aniversario del estreno de este fanfiction, el tronco central de esta editorial.
—¡¿Cuál es mi regalo?! —exclamó el patito insistente.
—Ha sido un año increíble —proseguí—. Tuvimos pandemia, clases online, cuarentena, plebiscito, Trump se fue, protestas, cosas buenas y malas, pero potenciado a su máxima expresión.
—¡¿Cuál es mi regalo?! —repitió el patito.
—Y el futuro nos sonríe en esta editorial —proseguí—. Tenemos el próximo sábado el estreno de un nuevo fanfiction. Un crossover que una vez que anunciamos, nadie se lo podía creer. Eso, sin contar con que estamos a un pelo del Capítulo 50 de este fanfic. La verdad jamás pensé que llegaríamos tan lejos. Le quiero agradecer al patito por esta hermosa oportunidad de poder desarrollarme como ficker, y presentarles esta idea que…
—¡¿CUÁL ES MI REGALO?! —gritó el patito amenazando con picotearme.
Yo le sonreí. Sé que es bastante impaciente a veces. Todo el rato he estado jugando con eso.
—¡Sin más preámbulos! —exclamé con euforia—. ¡Tenemos aquí a la banda con la mejor versión del Cumpleaños Feliz! ¡Con ustedes… La Sonora de Tommy Rey!
Un segundo telón se abrió, mostrando un escenario completamente iluminado. Sobre este se podía apreciar una banda de música tropical. Había como diez hombres vestidos formalmente. Cada uno traía su camisa impecable, pantalones oscuros, corbata de moño, y un saco dorado brillante. El vocalista se acercó al micrófono del medio, se aclaró la garganta, y nos saludó mientras el piano comenzaba a entonar la melodía del Cumpleaños Feliz.
—Antes que nada, queremos saludar al cumpleañero. Esta ha sido la fiesta más especial a la que nos han invitado, y queremos agradecerles gratamente. Solo queremos brindarles toda la alegría en este nuevo aniversario.
Las trompetas siguieron con la melodía, y la fiesta comenzó.
Que los cumplas feliz,
Que los cumplas, feliz,
Bailando alegremente y que los cumplas feliz.
Hoy, es tu cumpleaños,
Y vamos a brindar,
Por este hermoso día,
Que acaba de llegar.
Un brindis por ayer,
Otro brindis por mañana,
¡Alcemos nuestras copas!
¡Y que siga la jarana!
Al son de la cumbia, todos disfrutamos del ritmo de las trompetas y los tambores. La enorme torta se hizo nada tras ser repartida entre tantos invitados. Entre los tres, trajimos dos tortas similares para cubrir la demanda. De la nada salieron golosinas, dulces, jugos, bebidas, gorritos de fiesta, cotillón. Yin y Yang se acercaron al lector.
—No se olviden que mañana estrenamos el blog más ambicioso de la editorial —anunció Yin—: "170 cosas que no sabías de 'Amor Prohibido'", para que se den una vuelta por el blog del patito: .com.
—Y este sábado se estrena "Polidrama" —agregó Yang—. El crossover que literalmente nadie pidió y ahora todos quieren leer.
—Además, el próximo domingo celebramos el cincuentaavo capítulo de "Amor Prohibido" —agregó Yin—. ¡No se lo puede perder! En su plataforma favorita.
—Espero que se hagan una fiesta tan bakan como esta —comentó Yang—. Tal vez podrían hacer un asaíto —meditó.
—Si tan solo nos auspiciara Unimarc —respondió Yin.
El conejo le sonrió de vuelta.
—No se olviden de seguirnos en las redes sociales —prosiguió Yin—. Estamos en Facebook, Twitter e Instagram.
—¡Sí! —agregó Yang—. Por ahí el patito comenta todos sus planes maquiavélicos.
—¡Hey! —les interrumpí—. ¡El patito está por inaugurar la piscina! ¡Vamos!
Mientras, sobre el escenario, la Sonora de Tommy Rey le sacaba ritmo a sus instrumentos.
Que los cumplas feliz,
Que los cumplas, feliz,
Regalos y alegría en la fiesta familiar,
Que todo el año sea de progreso y bienestar.
¡Feliz Aniversario! Les desea Editorial El Patito Feliz.
