Amor Prohibido - Capítulo 50
—¿Es verdad?
El silencio era sepulcral hasta antes de aquella frase. Yin sentía como si todo lo que estaba viviendo era una cruel pesadilla. Una cruel y demasiado realista pesadilla. Le costaba asumir que esta era su realidad. Definitivamente no se encontraba frente a sus cinco hijos, quienes acababan de conocer su secreto más profundo. El secreto de su origen. El parentesco real entre ella y su esposo. Era una realidad que se diluía con gran facilidad. Era un mundo onírico que al intentarlo morder, simplemente se le quebraba la mandíbula. No dolía. No podía afectarla. Había escapado prácticamente toda su vida de la confrontación. Nadie fuera de ella y Yang lo sabía. Una complicidad que jamás se había roto, hasta ahora.
Aquella pregunta la arrancó de la pesadilla. Sin embargo, no fue salvada de los problemas. Al contrario, le demostró que estaba frente a la cruda realidad. La mirada de sus hijos era tan real como el aire que respiraba. Jack era quien había roto el silencio. La mezcla de sorpresa y confusión salía de su mirada. A su lado, Yenny se había sentado en un sillón cubriéndose el rostro. Hasta sus oídos llegaban los sollozos de ella. Yuri y Jacob la miraban con los ojos totalmente abiertos desde el sofá. Jimmy se encontraba a su lado. Aún se encontraba aferrado a su cintura, esperando que pasara la tormenta.
—¿Es verdad o no? —repitió Jack.
Vio que apretaba los puños y fruncía el ceño. La impresión estaba cambiando a malestar. Era su deber responder ahora. Su mente se sintió más ágil, dispuesta a encontrar la solución al momento. Sin embargo, por más que diera diez vueltas al mundo en un par de segundos, no encontraba solución alguna. Las puertas de la verdad eran las únicas que se le abrieron en aquel momento. Decir la verdad. ¡¿Decir la verdad?! Nunca se había imaginado que aquel nefasto día finalmente llegaría. ¿De verdad esperaba ocultárselos para toda la vida? Al menos hasta el momento le estaba resultando. Habían sido dieciséis años invictos. Sentía que la victoria la tenía asegurada. Tal parece que no hay verdad que dure cien años.
—Jack, yo… —el peligro había pasado. Yanette estaba lejos. Con ello, la fuerza emocional también la abandonó. Nuevamente regresaba a ser aquella confusa coneja, avergonzada de haberse enamorado de su propio hermano. No esperaba regresar a aquella misma confusión de antaño, pero ahí estaba, frente a sus hijos.
—No me digas que… —la voz de su hijo se volvió temblorosa. La verdad le estaba empezando a dar miedo. Les dio un rápido vistazo a sus hermanos. Yuri miraba a Jacob, quien observaba a su hermano mayor con confusión. Yenny, por el otro costado, se había cubierto el rostro con sus palmas.
—¡Dime algo! —exigió Jack dando un peligroso paso hacia su madre. Era idéntico a su padre cuando se enojaba.
Yin debía dejar atrás todo miedo, todo pesar. Tarde o temprano debía llegar el momento. Era ingenuo de su parte asumir que aquel secreto sería eterno. ¿Negarlo? Yanette se había encargado de enterrarlo directo en el alma de sus hijos como para ser capaz de arrancar la daga. Solo hubiera deseado que Yang estuviera a su lado.
Tras un suspiro, respondió:
—Sí. Es verdad.
Jack lanzó un grito ahogado, soltando todo impulso de provocación.
—El padre de ustedes, también es mi hermano —agregó Yin. Su voz sonaba temblorosa, en un intento por permanecer fuerte. Sujetaba con fuerza a Jimmy. Necesitaba de alguien en aquel momento, aunque fuera su hijo menor. Ni un huracán sería capaz de quitárselo.
Tras pronunciar aquellas últimas palabras, Yenny levantó la vista, y miró a su madre de manera desafiante. Sus ojos llorosos delataban que era a quien le había dolido más esa revelación. Sus hijos menores en cambio, parecían menos afectados.
—¿Cómo pudiste? —esta vez era el turno de la intervención de Yenny—. ¿Cómo fuiste capaz? —agregó con voz afligida.
La chica no podía con el peso de la verdad. Aquel sueño que tuvo con el extraño felino y el famoso Maestro Yo atravesaban su memoria como un aterrador monstruo. Sentía un pánico que la dejaba sin respiración. El miedo y la angustia le apretaban el estómago y solo tenía deseos de llorar. Creía haberlo superado. Fue lindo mientras todo era parte de su imaginación. Aquella verdad le regaló un duro y certero golpe de realidad. Esos monstruos que la acompañaron en sus pesadillas escaparon a la vida real. No era un sueño; era una premonición.
—¿Cómo es esto posible? —balbuceó Jack. Sus pies le pesaban. Se sentía atornillado al suelo. Temía que las fuerzas en cualquier momento lo abandonaran.
Yin suspiró. Había lanzado la bomba. Se merecían una explicación.
—Les voy a contar la verdadera historia —anunció. Ni siquiera se podía creer haber dicho eso.
El sabor de boca de Jacob se había vuelto cada vez más agrio. No se esperaba que la verdad fuera tan amarga. Le habían dicho que la verdad libera. Pues bien, no se sentía más libre ni mejor. La perturbación en la mirada de Jack lo asustaba, y las lágrimas de Yenny lo angustiaba. Yuri parecía ser la más centrada del grupo. Observaba todo con curiosidad y confusión. La ingenuidad le regalaba una gran ventaja en escenarios como estos.
Yin se acercó lentamente hacia el otro sillón vacío sin soltar a Jimmy. Quería abrazarlo. Quería tenerlo cerca a la hora de la verdad. Lo necesitaba como un escudo emocional. El pequeño la observaba con confusión, pero se dejaba llevar por la situación. El conejito se conformaba con la certeza de que todo saldría bien. Lo demás eran solo gajes de la vida.
El silencio asfixiante regresó a la habitación. Yin sentía la tentación de dejarse llevar por aquel silencio. Que éste apagara el interés de sus hijos por su gran secreto. Era demasiado iluso de su parte creer en esto. El silencio solo los exasperaría más.
—Yo… —quedó en silencio. ¿Por dónde empezar? ¿Cuáles eran las primeras palabras que había que decir? ¿Cuál era el inicio? Comenzar es lo más difícil del mundo.
—¡Mamá! —de improviso Yuri se puso de pie y corrió hacia el sillón donde estaba su madre. Le regaló un enérgico abrazo a la altura del cuello—. No me importa que tú y papá sean hermanos. Yo los quiero mucho.
—Yuri… —fue lo único que alcanzó a balbucear su madre antes que la emoción le cortara las palabras.
Abrazó de vuelta a su hija con un brazo, mientras que con el otro sujetaba con firmeza a Jimmy. El pequeño apretó su abrazo con más fuerza, mientras no dejaba de mirar su rostro. Eran demasiadas emociones para Yin, quien no pudo evitar comenzar a derramar sus primeras lágrimas. Los sollozos fueron los siguientes. A cada lado, sus hijos les daban consuelo. Jamás imaginó el tener que encontrarse en un momento como este. Era un cataclismo para su corazón, que apenas podía controlarse. El llanto cada vez se hacía más fuerte. Yuri la abrazaba buscando consuelo a su temor. Sentía que venía otra batahola de problemas. Si los anteriores por poco les quitaron a sus padres, ¿qué se podía esperar ahora? No quería perderlos. Jimmy simplemente la abrazaba. Sentía una calidez hermosa a su lado. No era como la de Carl, pero era algo que lo hacía sentir feliz. Se sentía más fuerte, seguro, a salvo a su lado. Para él, ella era la mejor mamá del mundo. Aquel «error» que le encaraban era la nada misma al lado de todo lo que había hecho por él. Sin ese «error», él no existiría. Si existir era un pecado, no se arrepentía de haberlo cometido.
La escena era enternecedoramente emocionante. Jacob sintió el contagio de aquel momento. Sintió el deseo repentino de imitar a su hermana y correr a unirse al abrazo. Se encontraba en la indecisión de hacerle caso a sus pies de correr, o a su torso de quedarse. Esto no fue un impedimento para regalarles una sonrisa. El amor era la respuesta. El amor es más fuerte. Era superior a cualquier error atribuido, a cualquier crimen, a cualquier pecado. Era cierto que una vez estuvo enojado por este hecho, pero ya había pasado. El tiempo aplaca cualquier ira. El tiempo alimenta el amor. Se sentía feliz, orgulloso por la familia que tenía. Los peros atribuidos al incesto eran detalles tan pequeños frente a la inmensidad de un sentimiento, que se volvían triviales.
Todo enojo se esfumó de la mente de Jack tras aquella escena. Frente a él estaba cualquier verdad que podría exigir. Las palabras de Yuri sonaban tan descabelladas pero a la vez tan acertadas que era imposible de creer. Sus padres eran hermanos, esa era la verdad. ¿Y qué? Ellos lo habían criado, lo habían cuidado, le habían dado tanto amor, como el que podía presenciar en aquel preciso instante. El nuevo parentesco entre sus padres no cambiaba las cosas. Sí, era sorpresivo, era curioso, hasta podía ser desagradable, pero jamás aplacaría el amor con que había vivido. Eso era lo primero y lo más importante a tener en cuenta a la hora de enfrentar esta nueva revelación.
—Mamá —musitó Jack. Se había acercado hacia ella y se había arrodillado frente a su regazo. Tenía frente a él aquel vientre que traería a su nuevo hermanito o hermanita. No pudo evitar sonreír al pensar en eso. Le había mantenido preocupado aquel día. En ese preciso instante madre e hijo estaban bien. Era lo que importaba.
—Lo siento mucho —balbuceó sumándose al abrazo. Rodeó su cintura y escondió su rostro en su regazo. La emoción lo desbordó y saltaron sus primeras lágrimas de su rostro.
El cosquilleo en las piernas fue más fuerte. Como un resorte, Jacob se puso de pie, recorrió el mismo camino de Yuri y se unió al abrazo. También se colgó al cuello de su madre, y le regaló un beso en la mejilla. Pudo sentir la humedad de su llanto.
—Lo siento por todo —pronunció en voz baja. Sentía que tenía que decirlo. Aquellas palabras abrieron el grifo de sus ojos. Un incontrolable sollozo dio origen a unas cuantas lágrimas que se sumaron a la de su madre. Sus lentes se empañaron con facilidad.
Yin intentaba hablar. Intentaba recuperar la compostura. Las emociones la superaban. Ya no eran negativas. El miedo, el pesar, la culpa, se habían esfumado con el abrazo grupal. Ahora era la emoción, la alegría, el amor, los que provocaban cada latido. Sus lágrimas eran de felicidad. No se esperaba aquella reacción de su familia. Era un mejor caso que simplemente existía en su imaginación. Finalmente, una enorme atadura se había soltado. Libertad. Se sentía tan bien, tan ligera. Abrazó con más fuerza a sus hijos. Hubiera deseado tener más brazos para abrazar a Jack y a Jacob. Se sentía feliz y reconfortada. Quería decirles, pero necesitaba tranquilizarse un poco.
Yenny los observaba desde el otro sillón. Había quedado congelada. Aunque era hermosa y emocionante la escena frente a ella, había un algo que le impedía sumarse al momento. Era un pesar depresivo patógeno que había alimentado desde que despertó de aquel sueño. Sumado a la descripción de Jack sobre ese tal Pablo, la ansiedad era mayor. No, no era un sueño como había propuesto Jack. Era real. El jardín, el viaje al pasado, el Maestro Yo, la revelación de aquella Yin adolescente. La muerte del Maestro Yo. El veneno para ratas. ¿Era real? Podía comparar la reacción de su ya abuelo panda con su nueva abuela. Era como comparar el paraíso con el infierno. Su abuelo solo sentía pesar, pero nada en contra de ella. Su abuela parecía tenerles un odio asesino. Hubiera deseado haber conocido a su abuelo en otras circunstancias. Él no se merecía tal muerte. Para que sus padres forjaran aquella historia, él tuvo que pagar con su vida. Tenía muchas preguntas, y casi ninguna respuesta. Tampoco intenciones de sumarse al abrazo familiar.
—Gracias —finalmente Yin fue capaz de controlarse. El llanto había sido agotador—, de verdad muchas gracias, niños. No… no sé qué sería de mí sin ustedes.
El abrazo terminó y todos se alejaron un par de pasos de su madre para dejarla respirar.
—Mamá, a mí tampoco me importa que tú y papá sean hermanos —dijo Jimmy—, yo los quiero mucho.
—¡Hey! ¡Eso yo lo dije primero! —alegó Yuri.
Frente a esto, todos terminaron por reírse, rompiendo finalmente el hielo.
—La verdad a mí en un principio me enojó mucho esta verdad —confesó Jacob un poco más tranquilo—, pero la verdad es que si tengo todas esas enfermedades, es más por mala suerte que por otra cosa. Además, tú y papá han sido muy buenos con todos nosotros, y eso es lo más importante.
Aquella última frase les sacó una sonrisa a sus hermanos. Había interpretado al pie de la letra sus intenciones. Yin en cambio se quedó pegada en la primera frase.
—Un momento —aclaró—. ¿Tú lo sabías de antes?
—Este… —balbuceó nervioso. Se sentía atrapado en una trampa de cazador. No creía que fuera bueno confesarlo.
—Tranquilo Jacob —le respondió su madre tomándolo de las manos—, ahora es el momento en que debemos hablar y aclararlo todo.
—¡Fue Yuri! —espetó el conejo acusando a su hermana—. ¡Ella quiso averiguarlo todo!
—¡¿Qué?! —exclamó ofendida—. ¡Tú quería saber quién era el Maestro Yo y me pediste que fuera a casa de la señorita Swart a hacerle preguntas tontas! Además, fue Jimmy quien finalmente nos confirmó la verdad —agregó apuntando a su hermanito.
—¡¿Qué?! —exclamó el pequeño sorprendido—. Al final fue papá quién me lo dijo todo.
—¡¿Qué?! —intervino Yin presa de la sorpresa. No se esperaba que Yang fuera capaz de enfrentar tamaña verdad él solo. Siempre había pensado que le tenía aún más miedo que ella a aquella confrontación—. ¿Tu padre hizo eso?
—Sí —afirmó con la cabeza—. Él me lo dijo todo hace como unos meses. Luego se lo dije a Yuri y Jacob porque sabía que estaban buscando la verdad por su parte. Luego de eso Jacob tuvo su último ataque.
Jimmy sabía que no todo lo expuesto era cierto. Sabía que en realidad era Carl quien le encaró la verdad. Una verdad que había confrontado por culpa del bogart. Lo que el bogart perturbó, Carl lo tranquilizó. Prefirió guardarse aquella explicación. Sentía que era algo demasiado largo y alejado del tema expuesto sobre el tapete.
—Sí —afirmó Jacob—, pero creo que todo lo malo ya pasó. ¿Verdad?
Yin quedó con la boca abierta mientras pasaba su mirada por cada uno de sus hijos. La verdad había sido esparcida delante de sus narices desde hace meses. Había actuado tan sigilosamente que la asustó. En ese minuto comprendió la actitud de Jacob, quien en aquel momento la miraba con nerviosismo. Madre e hijo habían captado el meollo del asunto.
—Yo… me acabo de enterar —intervino Jack—. Todo esto es… una sorpresa para mí.
—Ni tanto —objetó Jacob—. Lo sabías desde el sueño que te contó Yenny.
De manera automática, toda la familia volcó su mirada en Yenny. La chica fue tomada por sorpresa. Se encontraba quieta como una estatua sobre su asiento. Su mirada petrificada recibía la atención de todos. Una mezcla de ansiedad, melancolía y confusión perturbaban su mente. Estos síntomas se agudizaron tras la lluvia de miradas.
—¿Cómo sabes lo del sueño? —le preguntó Jack a su hermano.
—Sé muchas cosas —respondió Jacob sin dejar de mirar a Yenny.
La presión de las miradas le restregaba la decisión de no sumarse a aquel abrazo familiar. Ya era un poco tarde para arrepentirse. Se sentía un bicho raro, distante de su familia. A diferencia de sus hermanos, no le era tan fácil aplicar el borrón y cuenta nueva. Sabía más de lo que ellos sabían. Había detalles que ni siquiera le había contado a Jack. No los había encontrado importantes en su momento. Sin embargo ahora, que la parte más perturbadora se había confirmado, era más que evidente que el resto también era cierto. Eso la intranquilizaba.
—Yenny, ¿estás bien? —le preguntó su madre con preocupación.
Aunque le tranquilizaba el hecho de recibir el apoyo de sus hijos, no todos estaban en la misma sintonía. Le preocupaba ver a su hija en ese estado. Yenny luchaba por ocultarlo, pero fracasaba estrepitosamente. Apenas podía moverse mientras luchaba por evitar quedar al descubierto.
—Sí, estoy bien —balbuceó esbozando una falsa sonrisa.
A Yin le preocupaba la reacción de su hija. Quería ir a abrazarla, consolarla, pero temía que fuera para peor. En aquel momento concluyó que lo mejor era darle tiempo y espacio.
—Sé que esto es algo muy difícil para ti —respondió su madre—, pero cualquier cosa estaré a tu lado —agregó con una sonrisa.
Yenny afirmó con la cabeza. No quería hablar del tema en aquel preciso momento. Sentía un torbellino en su ser que le arrancó todas las palabras. No encontraba ninguna que tan siquiera reflejaran lo que realmente pasaba. Había sido mucho para ella.
—Lamento mucho haberles mentido todos estos años —prosiguió Yin dirigiéndose a sus hijos—, y de todo corazón les agradezco por el apoyo que me están dando. Todo este tiempo he temido alguna clase de reacción negativa de todos ustedes. No quería hacerles daño con la verdad.
—Debo admitir que fue difícil al principio —respondió Jimmy—. Tenía miedo de que eso significara algo malo.
—¿No significa que puedes ir a la cárcel? —cuestionó Jacob con preocupación.
—No se preocupen —contestó Yin—. En todos estos años he aprendido a rehuir de ese problema.
—¿Por eso te convertiste en abogada? —preguntó Jack.
—No, pero me ayudó bastante en lo que necesitaba —respondió su madre—. El punto es que a ustedes no les debiera afectar en nada este hecho, mientras me ayuden a mantener el secreto.
—¡Prometo no decirle a nadie! —se adelantó Yuri con energía.
—¡Tú ni siquiera sabes guardar un secreto! —alegó Jacob.
—¡Tú ya se lo dijiste a George! —lo acusó Yuri.
—¿Se lo dijiste a George? —el tono de Yin alertó a Jacob.
—Bueno, este —respondió con nerviosismo con sus manos en la espalda—… no es que se lo haya dicho. Cuando comenzamos a investigar le pedí ayuda. ¡Pero en ese tiempo ni siquiera sabía esto! —aclaró—. Prácticamente lo descubrimos juntos.
El silencio obligó al chico a extender su explicación.
—¡George es de confianza! Me prometió no decirle a nadie. ¡Lo juro!
Yin lo observó con sorpresa mientras que el tiempo no encontraba más palabras en Jacob.
—Yo tampoco pienso decirle a nadie —intervino Jack—. O sea, creo que esto es demasiado delicado como para que se sepa fuera de casa.
Yin le sonrió de regreso.
—Yo tampoco diré nada —aclaró Jimmy—. Bueno, no le he dicho nada a nadie en todo este tiempo.
—¡Pero si tú nos dijiste ese día en el parque! —acusó Yuri.
—¿Vas a seguir? —le recriminó Jacob molesto.
—Bueno, bueno —intervino Yin regresando al grupo al tema en discusión—, lo importante es que esto no salga de esta sala, a partir de ahora. ¿Lo prometen?
—Lo prometo —se adelantó Yuri.
—Lo prometo —secundó Jimmy.
—Lo prometo —terció Jack.
—Lo prometo —agregó Jacob.
Las miradas regresaron a Yenny, quien permanecía inmóvil en su asiento. Ella los observó con incomodidad.
—No diré nada —respondió.
Una débil sonrisa apareció en el rostro de su madre.
