Amor Prohibido - Capítulo 54

—¿Qué quieres para tu cumpleaños?

—Eso no importa, Yuri.

—¡Vamos Jacob! ¡Trece años no se cumplen todos los días!

—¡Para eso no fue que los reuní! —insistió el conejo.

Los cinco hermanos se encontraban en el cuarto de Jimmy a petición de Jacob. El cuarto del menor era el más grande de todos, es por ello que se hacía ideal para reuniones familiares. Jacob los había reunido a todos porque habían muchas cosas extrañas ocurriendo a su alrededor. Yenny apenas tuvo la oportunidad escapó. Jack se atrevió a encararle la verdad a papá, y de paso revelarla a un tercero. Y para finalizar, Yuri escapó junto con Jimmy quién sabe dónde. Al final los encontró a ambos en casa. Antes de hablar con mamá, pretendía que todo se aclarara en aquella reunión.

—¿Entonces para qué nos llamaste? —intervino Yenny. Estaba sentada sobre la cama junto a Jimmy. Jack estaba de pie junto a la puerta. Yuri lo miraba acostada a los pies de la cama.

—Tengo que contarles algo que es muy importante para nosotros —comenzó como maestro de ceremonia. Estaba de pie en medio de la habitación dándole una mirada a todos—. Tiene que ver con lo que nos contó mamá ayer.

El silencio se hizo helado en aquel momento. Jacob continuó:

—Jack le reveló la verdad a la señorita Sara —lo acusó.

Todos se voltearon hacia el conejo, quien les regaló una mirada fastidiada con el ceño fruncido, mientras permanecía de pie con los brazos cruzados y sujetando su espalda contra un armario.

—¿Jack? ¿Es eso cierto? —preguntó Yenny con seriedad.

El conejo aún se encontraba molesto tras lo ocurrido aquella tarde, pero al menos podía razonar. Apenas salió del hospital, se dirigió a la casa de Francesca. Pasó junto con ella la tarde mientras le confesaba lo que había visto. Aún sentía la molestia y la tristeza por lo que estaba ocurriendo. No quería decirles la verdad a sus hermanos. Esperaba el momento de valentía para contarle a su madre. Si se terminaban arreglando con su padre, ya no habría necesidad de decirles nada a sus hermanos. En aquel preciso instante Jacob se lo estaba haciendo muy difícil.

El silencio se hizo incómodo para todos.

—¡¿Jack?! —insistió Yenny. El temor se hizo latente en su voz.

—Yo… no sé de dónde sacó eso Jacob —replicó desviando la mirada.

—Ella misma me lo dijo —respondió el aludido molesto—. ¡Papá estaba terriblemente mal! No sé qué rayos le hiciste.

—¿Y por qué no le preguntas qué hizo él? —respondió en el mismo tono furibundo.

—¿Y por qué mejor no nos dices tú? —lanzó Jacob.

—¡Basta! ¡Basta! —intervino Yenny poniéndose de pie—. Jack, ¿qué fue lo que pasó? —agregó mirando fijamente a su hermano.

El aludido apretó los dientes intentando escapar de su mirada. Para donde mirara, sentía la picazón del juicio de sus hermanos. Ya no estaba cómodo en aquel cuarto.

Se dispuso a emprender la retirada. Se volteó y se dirigió a la puerta, dándole la espalda a Yenny. Cuando estaba por alcanzar el picaporte, Yuri apareció frente a él impidiéndole el paso.

—¡Jack! —exclamó alarmada—. ¡No puedes ir y decirle eso a todo el mundo! ¡Es un secreto muy peligroso! No sabemos qué clase de daño podrían hacerle a papá y a mamá si otras personas se enteran. ¿Qué clase de cosas malas podría hacer la señorita Sara ahora que sabe ese secreto?

Aquella última pregunta, aunque lanzada sin ninguna meditación, le llegó al conejo. Le había entregado un arma poderosísima a alguien dispuesta a destruir su familia. Había sido un idiota. Un temblor frío recorrió su cuerpo. Si sus padres se separaban, gran parte sería su culpa esta vez.

El conejo retrocedió un par de pasos. Yuri le regaló una mirada suplicante. Esperaba hacerlo ceder con aquellos ojitos adorables. El chico se volteó hacia sus hermanos, quienes esperaban silenciosamente su respuesta. Tras un suspiro, pudo volver a ser dueño de sí.

—Es verdad —confesó—. Yo lo hice.

El silencio se hizo estremecedor.

—Pero, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿qué pasó? —lanzó Yenny con preocupación.

Él le regresó la mirada. No sabía ni por dónde empezar.

Ante el silencio, Yenny intentó buscar una vía alternativa.

—A ver —continuó sentándose nuevamente—. ¿Dónde estaba el resto?

—Yo me atrasé para ver qué estaban haciendo Yuri y Jimmy —respondió Jacob—. No me confié en su excusa del baño. ¡Y era verdad! Ellos dos ni siquiera estaban en el hospital.

—Fuimos con Jimmy a buscar un regalo de cumpleaños para ti —alegó Yuri.

—¿Y por qué no me lo dijiste? —replicó Jacob.

—¡Duh! ¡Era una sorpresa! —respondió la pequeña.

—Ustedes dos no pueden pasearse solos por la calle —intervino Yenny—. Aún están muy chicos.

—Como si fuera la primera vez —replicó la pequeña cruzándose de brazos.

—¿Cómo? —cuestionó Yenny desconcertada.

—Lo peor es que no conseguimos nada —intervino Jimmy con aburrimiento.

Recién en ese momento Yenny se percató que Jack no se encontraba en el cuarto. Había logrado escapar.

Aquella noche Yenny no pudo conciliar el sueño. El beso con Jobeaux estaba tan latente como si lo tuviera en frente en aquel preciso instante. Apenas el beso se había terminado, él se alejó corriendo del lugar. ¿Se había equivocado? ¿Realmente lo había arruinado? Había cumplido uno de sus deseos más profundos, pero no se sentía tan bien como se esperaba. Quizás era la culpa por hacerlo sentir mal. Atreverse no siempre es una buena idea.

Sus problemas eran su propio dilema. Afuera de ella misma aún la necesitaban. El planteamiento de Jacob era igual o más peligroso que sus pesares. Jack no jugaría con esa verdad tan grave así como así, ¿o no? Lo notaba intranquilo durante la reunión, y no se atrevió a insistir por más explicaciones. Apostaba a que si se dirigía a su cuarto, lo encontraría tan despierto como ella. Sospechaba que había algo más detrás de todo eso.

Bajó hasta el primer piso, y oyó ruidos desde la cocina. Se encontró a Jack cerrando el refrigerador luego de armarse un sándwich de por lo menos diez ingredientes. El reloj de la cocina indicaba que faltaba poco para las tres de la mañana.

—Parece que tenemos hambre —comentó entrando en la habitación.

El chico dio un respingo al ser atrapado con las manos en la masa. Paralizado cuan estatua, vio a su hermana dirigirse hacia el lavaplatos, tomar un vaso y llenarlo con agua.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó aún asustado. La noche era demasiado tranquila e imperturbable.

—Tenía sed —respondió volteándose antes de beber del vaso.

El silencio lo ayudó a calmarse. Acercó una silla y se instaló a comer. Yenny acercó otra silla y se sentó a su lado. El silencio cada vez se hacía más firme, más impenetrable, al punto que Yenny comenzó a dudar sobre si romperlo o no.

—Jack —comenzó sin saber exactamente cómo continuar.

—Hmm —respondió con la boca llena.

—¿Cómo… cómo fue que te tomaste… todo esto? —fue lo primero que preguntó.

—¿Qué cosa? —respondió aún con la boca llena. Sospechaba a qué podría referirse, pero quería estar seguro.

—Digo —respondió con nerviosismo. Tenía la duda sobre si se lo había tomado tan a la ligera como para revelárselo al primer desconocido con el que se había topado—, ¿qué piensas del hecho que nuestros padres sean…?

No necesitaba completar la oración. Sabía a lo que se refería.

Jack tragó y dejó su sándwich sobre el plato. No se había planteado una respuesta de forma tan consciente. A fin de cuentas, ellos dos parecían ser los últimos en haberse enterado. Era una mezcla de sentimientos difícil de desenmarañar. Se volteó hacia su hermana. Se encontró con una mujer. Su pijama de algodón dejaba ver su figura desarrollada. Su bata abierta era una invitación a no dejar de mirar. No se había dado cuenta hasta aquel instante lo mucho que había crecido. Afortunado era el chico que le había robado un beso aquella tarde según lo chismeado por Yuri.

—¿Jack? —repitió Yenny ante la ausencia de respuesta.

—Ah, sí, disculpa —respondió desviando la vista—, es solo que… me tomaste por sorpresa —se excusó.

—Me imagino —respondió la chica mirando su vaso medio lleno—. La verdad para mí todo esto está siendo difícil.

—Me imagino —contestó Jack.

—¿Recuerdas el sueño que te conté? —le preguntó intentando romper nuevamente el silencio.

Ya prácticamente había quedado en el olvido. De pronto, todo calzó como piezas de tetris. Se lo habían dicho antes, pero no había hecho caso. Aún le parecía demasiado ridículo como para creerlo, pero la seriedad con que su madre lo había enfrentado hace veinticuatro horas contrastaba totalmente con sus ideas.

—Un momento —respondió repentinamente—. ¿Entonces tú lo sabías?

—Sí —contestó—. Recuerda que te lo dije —alegó.

La impresión llegó al rostro del conejo. Se tapó la boca abierta con su palma intentando procesar esa nueva conexión neuronal. Su mirada se había perdido sobre el patrón a cuadros del mantel.

—Pero, ¿cómo es posible? —insistió sin poder salir de su espasmo.

—La verdad… no te lo conté todo —respondió Yenny.

Su hermano se giró hacia ella. ¿Había más?

—Creo que lo omití porque luego de que me dijiste que no lo tomará en serio, ya no le tomé importancia —agregó.

—¡¿Y me hiciste caso?! —replicó Jack.

—¡Tu respuesta me hizo sentir mejor! —replicó la chica volteándose hacia él.

Tras la falta de respuesta por parte del conejo, ella prosiguió:

—Quería creer que todo era producto de mi imaginación, que no debía preocuparme por nada, pero ahora…

El silencio quedó en vilo. Jack la miró detalladamente. Tenía un semblante triste y las orejas gachas.

—Esto es más real de lo que quisiera que fuera —sentenció.

Los días transcurrieron con la tensión al máximo. Los hermanos Chad sintieron en carne propia el peso de llevar a cuesta un secreto de tal calibre. Era pregunta recurrente en sus mentes el cómo sus padres lo mantuvieron por tantos años. Mientras mayor fuera el conejo, más se enredaba en sus propios dilemas. Jimmy mantenía su silencio. Confiaba en un futuro mejor como sencilla respuesta ante la vida. Yuri mantenía su ánimo, aunque consciente de la importancia de lo que se le había confiado. Intentaba distraerse en planes absurdos de cumpleaños para Jacob. El conejo del medio por su parte sentía que los trece años venían con peso de concreto. Se sentía más parte del grupo de los hermanos mayores que de los menores. Jack y Yenny parecían estar perdidos en sus mundos, ausentes para responder por los menores. Es así como le tocaba a él asumir el rol del hermano mayor.

No quería molestar a Jack, quien se lo pasaba fuera de casa. Según lo que había descubierto —gracias a Yuri—, se la pasaba con Francesca y la banda, aunque gran parte del tiempo era con su novia. No quiso preguntarle las razones de su pelea con papá, ni mucho menos del por qué había soltado la bomba con la señorita Sara. No quería volver a verlo enojado a ese nivel. Aunque parecía ser el mismo de siempre, no quería pasar por ese campo minado.

Yenny por su parte se veía más distraída de lo usual. Olvidaba cosas pequeñas como la tarea o la olla hirviendo en la cocina. Confundía cosas como los zapatos o la sal por el azúcar. Simplemente era un desastre en la cocina. Él mismo había decidido intervenir y ayudarla luego del guiso extremadamente picante que por poco lo mandaba al hospital. Según Yuri, era solo amor. Según él, consecuencia directa de la revelación. Se cohibió bastante frente a su mamá, con quien intentaba evitar interactuar.

Eran cosas que comenzaban a perturbar su mente. Se sentía como el chicle que debía unir muchas piezas de un jarrón recién reparado. ¡Un chicle no sirve para eso! Eran cosas que no debían perturbarlo, no en ese momento. Era una brillante mañana de sábado. Se estaba ajustando su camiseta celeste nueva. Su madre se la había regalado aquella misma mañana por su cumpleaños. Ese día no solo llegaban sus trece, sino además por fin papá regresaba a casa. Lo había ido a visitar al hospital un par de veces, y lo notaba mejor ánimo a pesar de las miradas fulminantes de Jack. Era una doble fiesta que buscaba alegrar a la familia. Eran los tiempos más difíciles que estaban pasando. La unidad era lo más importante. A pesar de ello, Jacob no podía quitarse de la cabeza la idea de que algo podría salir mal. La felicidad era una tentación al destino.

—¡Ahí está mi pequeño! —Jacob bajó por las escaleras y justo fue recibido por su madre, quien le regaló un apretado abrazo y un beso en la frente—. ¿Estás listo para tu fiesta?

—Me alegro de que no hayas tenido que ir a trabajar —le respondió con una sonrisa.

—¿Bromeas? ¡Este va a ser un gran día! —respondió Yin—. Jack y Yenny fueron por el pastel y los últimos detalles. Esta tarde va a llegar tu papá.

—¿No lo vamos a ir a buscar? —preguntó el chico.

—Él insistió que podía venir solo —contestó Yin—. Además, él dijo que quería pasar a comprarte algo.

Jacob no alcanzó a responder cuando desde el living apareció Yuri.

—¡Jacob! —exclamó con las manos en la espalda—. ¡Tengo algo por tu cumpleaños!

—Espera hasta la hora del pastel —le respondió su madre.

—¿Tengo que esperar tanto? —replicó intentando chantajearla con su mirada adorable.

—Sí —sentenció ella.

—Bueno, yo no tengo problemas con los regalos adelantados —comentó Jacob.

—Aun así tienes que esperar a que toda la familia se reúna —ordenó su madre antes de dirigirse hacia la cocina.

Cuando ella llegó a su destino, apareció Jimmy al lado de su hermana.

—Ella no dijo nada sobre el mío —les dijo mostrando una caja rectangular plana envuelta en papel de regalo color verde agua.

—¿De dónde sacaste eso? —le preguntó Yuri extrañada.

—De por ahí —contestó entregándole el obsequio a su hermano—. ¡Feliz cumpleaños!

—¡Gracias Jimmy! —respondió sorprendido por el obsequio. No se esperaba que pudiera conseguir algo, especialmente algo que Yuri no pudiera conocer. Esa chica solía meterse en todos lados, especialmente en la vida privada de Jimmy.

Al abrirlo se encontró con una libreta del tamaño de un cuaderno universitario, forrada con cuero café oscuro. Al abrirla, pudo notar que las hojas eran a líneas. La primera página venía con una dedicatoria escrita con una horrible caligrafía:

¡Feliz cumpleaños!

Que este diario de vida te ayude en el futuro.

Un abrazo.

Jimmy.

—¿Un diario de vida? —preguntó extrañado.

—Dicen que hace muy bien —respondió Jimmy—. Puedes desahogarte y escribir allí todos tus pensamientos.

El chico le sonrió.

—Gracias Jimmy —le dijo.

El pequeño le sonrió de vuelta.

—Tú regalo hubiera combinado perfecto con el mío —comentó con pesadumbre Yuri mostrando una pequeña caja alargada envuelta en papel rojo y con una enorme rosa color verde oscuro.

—Adivinaré, ¿es un lápiz? —preguntó Jacob.

—¡¿Cómo lo supiste?! —respondió con una sorpresa genuina.

—Adiviné —respondió inexpresivo.

Mientras tanto, Jack y Yenny regresaban cargados con las compras. Jack se encargaba del pastel mientras su hermana acarreaba las bolsas. El pastel venía en una caja de cartón color blanca. Habían pedido un pastel de lúcuma con manjar y merengue. Era del sabor favorito de Jacob.

—Será mejor que te tranquilices —le pedía Yenny—. Esta fiesta es de Jacob y no debemos arruinarla.

—Ya te dije que haré lo que pueda —espetó su hermano—. Pero mamá debe saberlo —insistió.

—Lo sabrá a su tiempo —respondió Yenny—. Por ahora trata de mantener la fiesta en paz.

Tras un rato de caminata, Jack volvió a romper el silencio:

—No puedo creer que él haya matado a su propio padre.

—Aún no podemos confirmarlo —replicó su hermana.

—¿No deberíamos preguntarle a ese tal Pablo Schneider? —comentó Jack.

—No hoy —respondió ella.

Siguieron caminando en silencio, cuando nuevamente intervino Jack.

—Pero si se aparece esa zorra por la casa…

—¡Jack! —le recriminó su hermana.

—Cuando se aparezca esa cierva —corrigió enfatizando en la especie—, ahí sí que la mato.

—¡Jack! ¡Basta! —replicó Yenny—. ¡No sigas con eso! ¡O de verdad te va a hacer mal!

El chico pensaba en responder, pero cualquier respuesta que se le venía a la mente no era suficiente. Prefirió callar.

Tras un rato de caminata, a Jack le surgió un nuevo tema de conversación.

—Por cierto, Yuri me contó algo —comenzó.

Ella siguió su caminar atenta a sus palabras.

—Te pilló besándote con alguien el otro día —lanzó.

Jack tuvo que frenar de emergencia. Su hermana se detuvo en seco a medio camino. Su rostro de impresión lo descolocó. No esperaba que fuera un tema tan grave como para ponerse así.

—¿Estás bien? —le preguntó comenzando a asustarse.

—No se lo digas a nadie —lo amenazó de improviso.

—Pep-pero —balbuceó—, Yuri se lo dijo a todos.

Yenny frunció el ceño.

—¡¿Cómo que a todos?! —le increpó.

—Al menos sé que se lo dijo a Jacob y Jimmy.

Yenny se quedó sin aire. Soltó las bolsas y se llevó las manos a la cara. Sentía que una descompensación se venía en camino. ¡Había metido en problemas a Jobeaux! ¡Se había metido en problemas a ella misma! ¡Una vez que se arriesgaba! ¡Una maldita vez! Y ahora hasta Jimmy lo sabía.

—Pero… ¿Con quién fue? —preguntó el conejo asustado.

Yenny lo miró fijamente sin mover un músculo. El desconcierto le golpeó la nuca.

—¿Cómo que no lo sabes? —preguntó.

—Sí, o sea Yuri dijo que no pudo ver con quien te besabas —contestó su hermano.

Ya con esta información la coneja comenzó a tranquilizarse.

El silencio fue suficiente para difuminar cualquier tensión. Poco a poco Yenny recogió sus bolsas y retomó su caminar. Jack no quiso seguir indagando en el tema. Sospechaba que lo sabría pronto.

Aquella tarde de sábado fue bastante alegre. Aunque una fiesta con globos y gorritos aún lo consideraba infantil, a Jacob le alegró que entre todos estuvieran preparando los pormenores. Se armó un ambiente familiar tan tranquilo que le parecía ficción al lado de los últimos acontecimientos. Cuando llegó George, se pusieron a jugar videojuegos en el living mientras hablaban sobre cualquier banalidad de la vida. Fue así como el conejo se convirtió en la persona más cercana a la puerta a la hora del toque del timbre.

—¡Voy! —exclamó parándose de un salto tras el sonido del timbre.

No alcanzó a llegar a la puerta cuando vio a Yuri abrirla.

—¡Papá! —exclamó al ver a Yang.

El conejo apenas alcanzó a reaccionar cuando tuvo que recibir el abrazo de su hija.

—¡Yuri! ¡Qué sorpresa! —exclamó Yang con una sonrisa al recibirla en sus brazos.

En aquel instante toda la familia se reunió en la entrada. Jack alcanzó a divisar detrás de su padre la figura de Sara, quien se bajaba de una vieja camioneta.

—¡Yang! ¿Cómo llegaste? —Yin se acercó hacia él y le regaló un fuerte abrazo.

—Bien —respondió con una sonrisa—. Extrañaba volver a casa.

El conejo levantó un pequeño bolso negro y dio un par de pasos hacia el interior, encontrándose con Jacob.

—¿Cómo está el cumpleañero? —le preguntó revolviéndole sus largos cabellos de la coronilla.

—¡Excelente! —exclamó con una amplia sonrisa.

—¿Cuántos cumples? —le preguntó.

—Trece.

—¡Ya estás grande! —exclamó mientras ambos se abrazaban—. De repente vas a ser más alto y fuerte que tu viejo padre.

En eso Sara cruzó el umbral de la entrada. Ese atrevimiento puso a prueba a un Jack que le regalaba una mirada asesina. Yenny se encontraba a su lado atenta a cualquier reacción.

—¡Señora Prints! ¡Qué sorpresa! —exclamó Yin al verla.

—Vine a saludar a la familia —le respondió la cierva con amabilidad.

Ante el sonido de su voz, Jack amenazó con tirarse encima. Yenny lo sujetó sutilmente por el cuello de su camisa a cuadros.

—Ella aprovechó de traerme a casa —explicó Yang.

—Y por supuesto, aprovechamos de comprarle algo al cumpleañero —agregó Sara.

—¡Ah verdad! —exclamó Yang abriendo su bolso—. Esto es para ti.

Le entregó una caja cuadrada envuelta en papel rojo con rayas marrones. Jacob la abrió de inmediato. Su sorpresa fue enorme al descubrir su regalo.

—¡Trilogía de la Fundación! —exclamó sacando tres libros gruesos con tapa dura.

—Sabía que te gustaría —respondió su padre con una sonrisa.

Antes de cualquier reacción, Jacob se abalanzó en un abrazo hacia su padre. Él lo recibió apretándolo con cariño.

—¡Es la trilogía entera en tapa dura! —comentó George sorprendido— ¡Y huele a libro nuevo! —agregó tras oler una de las copias.

—¿Quién rayos leería tanto? —le comentó Yuri a Jimmy en voz baja.

—Y supongo que un buen lector también necesita de buena iluminación —intervino Sara entregándole una pequeña caja envuelta en papel rojo con estampados de gatitos.

—Muchas gracias señorita Prints —respondió el conejo con cortesía mientras abría su regalo. Resultó ser una pequeña lámpara que se sujetaba al marco de los lentes y cuyo brillo era enceguecedor.

—¡Increíble! —exclamó Jacob probando el aparato.

—Qué bueno que te haya gustado —respondió la cierva.

—Mi regalo brilla más —le comentó Yuri a Jimmy en voz baja.

Hasta a Yenny le dio cierto coraje las atribuciones que se comenzaba a tomar Sara en su casa. Podía imaginarse cómo sería una escena con ella y su padre compartiendo un beso y le daban unas tremendas ganas de bajarse de este fanfiction. Vio que Jack apretaba los puños. Ella lo tironeó de su camisa como recordatorio de su meta de autocontrol.

—Gracias por venir —le dijo Yin—. La verdad no tenía que tomarse esas molestias.

—¡Oh! Para mí no es ninguna molestia, señora Chad —respondió con amabilidad—. Su esposo me ha ayudado demasiado con el jardín en todo este tiempo. Es lo mínimo que podría hacer.

—Me alegra mucho oír eso —respondió Yin.

—Él es una persona maravillosa con un corazón muy noble —continuó la cierva—. Todo este tiempo que lo he conocido siempre ha tenido a su familia como principal prioridad. Ustedes son tan afortunados de tenerlo.

—Este… muchas gracias —contestó Yin ignorando la hipocresía en el discurso.

Ante aquellas palabras, Jack nuevamente hizo un intento por soltarse de su amarre. Yenny le dio un pisotón para controlarlo. Jacob logró notar la incomodidad del momento.

—Bueno, no les quito más tiempo —dijo Sara juntando sus manos—. Los dejo disfrutar de esta tarde en familia. Yang, te veo el lunes. Espero que estés en condiciones para entonces.

—Estoy en condiciones desde ahora —respondió con una sonrisa.

Un nuevo tironeo por parte de Jack terminó con un segundo pisotón. Jacob logró percatarse de la situación.

—Nos vemos, que estén bien —se despidió la cierva ignorando las reacciones provocadas.

El resto de la velada prosiguió con normalidad. Le cantaron el cumpleaños feliz a Jacob mientras él soplaba las velitas compuestas por un uno y un tres de cera. Repartieron el pastel mientras llegaba la hora de los regalos. Como había adivinado, Yuri le regaló un lápiz. Era un lápiz negro con luces de todos los colores. En su tapón tenía una lamparita con una luz brillantísima que cambiaba de color pasando por todo el arco iris. Su madre le regaló el último tomo de la saga «Hijo de la luna» que estaba siguiendo. Yenny le regaló una caja camuflada como una vieja biblia. Su interior estaba lleno de dulces. Jack le regaló un mazo exclusivo de Monstruos y Dragones edición limitada. George le regaló un marcador de lectura y un llavero con luz láser.

—Al final nunca sabremos si era niño o niña —comentó Jacob durante la fiesta.

—¿A qué te refieres? —preguntó Yuri.

—A nuestro hermanito —respondió.

—¿Te refieres a nuestra hermanita? —aclaró la pequeña.

—¿Van a empezar otra vez? —intervino Jimmy.

—Oye sí —comentó Jack dirigiéndose a su madre—, no sé si ya saben qué será nuestro hermanito.

—Hermanita —aclaró Yuri.

Desde la mención de aquel futuro miembro, Yin y Yang quedaron congelados en su sitio. Yang quedó con un trozo de pastel en suspensión en el tenedor. Yin se quedó con una taza de té a medio camino. Ante la pregunta de Jack, ambos se dirigieron una mirada mutua. El silencio se esparció en pocos segundos, esperando sus respuestas.

—Este… bueno —comenzó Yin dejando su taza en su plato—…, la verdad si me dieron los resultados, es solo que por tantas cosas se me había olvidado decirles.

La expectación se hizo enorme en aquel mismo segundo. Yang la observó sorprendido por no haberle dicho a sus hijos apenas se volvieron a reunir.

—¿Y qué es? —preguntó Jacob de inmediato.

—Es una niña, ¿no? —secundó Yuri.

Yin dio un largo suspiro que simplemente aumentó la expectación.

—Son ambos —respondió.

La respuesta descolocó a todos los presentes.

—Son gemelos —aclaró.

Tomó tiempo asimilar la respuesta.

—O sea que… —balbuceó Jacob.

—¿Es un niño y una niña? —preguntó Yenny.

—Así es —afirmó Yin con la cabeza mientras frotaba su vientre.

Tras otro largo silencio, Jacob y Yuri lograron reaccionar.

—¡Qué bien! ¡Premio doble! —exclamaron al unísono mientras corrían a abrazar a su madre.

Ella los recibió con ternura y una enorme sonrisa en los labios. Jimmy se acercó más atrás para unirse al abrazo familiar. Yang la observó con recelo, mirada que ella pudo notar.

—Eso es algo maravilloso —respondió Yenny con una sonrisa nerviosa. No podía evitar los sentimientos encontrados ante esta noticia.

—Es increíble —agregó Jack con impresión. Un golpe de sentimientos le cayó de frente. Entre la emoción por recibir a dos hermanitos en vez de a uno y la furia por el momento en que su padre escogió para precisamente serle infiel. Le dio una rápida mirada a Yang, y se molestó aún más ante la reacción del conejo.

—La felicito mucho —intervino George. Aunque lograba ocultarlo, se sentía un extraño irrumpiendo un momento íntimo. Esto sumado a que sabía que los señores Chad eran hermanos, hacía más incómoda la conversación de un nuevo embarazo.

—Gracias George —respondió Yin con amabilidad—. Y aprovechando de que estás aquí, y de que todos estamos finalmente reunidos, tengo otra cosa importante de qué hablarles.

El silencio se densificó de golpe.

—Quiero que todos le den la importancia que corresponde al secreto que compartimos —comenzó con solemnidad—. Es más bien por un tema legal. Si las autoridades se llegasen a enterar, Yang y yo terminaríamos presos, y ustedes terminarían en instituciones del estado, y no querrán saber lo que les ocurre a los niños en esos lugares.

—O sea se refiere a… —comentó George sin completar la oración.

—Al parentesco que Yang y yo tenemos —Yin se sorprendió a sí misma ante la naturalidad con que trataba el tema.

—¡¿Qué?! —alegó Yang dejando su plato sobre la mesa—. ¿Acaso él también lo sabe?

—Jacob —Yin le dio una mirada de reojo a su hijo, a quien le cayó todo el peso de los nervios.

—Este… yo —balbuceó—… creo que fue cuando Yuri se coló a la casa de la señorita Swart y le sacó la verdad. George nos estaba acompañando ese día.

—¡Ah! ¡Sí! Es verdad —agregó Yuri—. Ese día la señorita Swart nos regaló muchas fotos, y, y…

—¡Genial! Era Lina —la interrumpió el conejo poniéndose de pie y dirigiéndose a un rincón.

—Lo hecho, hecho está —respondió Yin—. Lo que importa ahora, es que todos tengamos conciencia de lo importante que es este secreto, y que no se lo debemos decir a nadie. ¿De acuerdo?

Las miradas de los hermanos Chad fueron disparadas en dirección a Jack, cosa que Yin notó de inmediato.

—¿Jack? —le preguntó su madre.

—¿Qué? —contestó claramente nervioso—. Yo no se lo he dicho a nadie.

—¿Y a la señorita Prints? —lanzó Jacob.

—¿Cómo que Sara lo sabe? —cuestionó tras dar un grito ahogado mirando detenidamente a Jack.

El joven se hallaba claramente nervioso. Se mordía el labio inferior mientras intentaba desviar la mirada sin encontrar hacia dónde.

—¡Tú sabes por qué pasó! —increpó a Jacob intentando defenderse.

—¡No! ¡No tengo idea! —respondió el chico.

Tras un suspiro, Jack decidió atreverse. La mirada desconfiada de su padre desde el rincón de la habitación era una motivación más.

—Bien, creo que tendré que contar toda la verdad —afirmó más decidido.

Yenny se alarmó en ese instante. ¿Pensaba contar lo del beso ahora? ¡No! Simplemente encontraba la peor idea del mundo soltar dicha revelación en ese preciso instante.

—Si queremos ser honestos, será mejor decirlo, todo, ¿cierto papá? —agregó Jack con cinismo.

Yang llegaba a echar chispas por los ojos desde la distancia. El miedo y la rabia lo congelaban en aquel rincón que se había convertido en su prisión. Se hallaba de espalda a todos, pero se volteaba levemente para regalarles una mirada desconfiada. Era una mezcla de enojo con miedo. Se encontraba cruzado de brazos, intentando controlarse ante cualquier locura. Intentaba mantenerse fuerte, mientras lo único que quería era que toda esa pesadilla se acabara.

—Espera Jack… —intentó intervenir Yenny.

—Le dije a Sara la verdad porque me la pillé besuqueandose con papá —reveló en un tono más alto, martillando cada una de sus palabras en los oídos de los presentes.

Las miradas de sorpresa no se hicieron esperar. Yenny ocultó su rostro por la decepción. Jacob apenas se lo podía creer, George se sentía aún más incómodo. Yuri ocultó un grito ahogado mientras se tapaba la boca. Jimmy abrió la boca y los ojos aún más. A Yin le cayó el desconcierto encima. Yang simplemente se volteó para no seguir viendo aquella escena.

El silencio le permitió a Jack continuar.

—Es cierto, me enojé, y le dije, a pesar que no debí haberlo hecho, pero no quería que te vieran la cara, mamá.

—Este… yo… —balbuceó incómoda. Para ella una infidelidad no era algo propio de Yang, y la forma como las estaba describiendo Jack eran difíciles de tragar.

En ese momento todos se voltearon al ver cómo Yang abandonaba la habitación.

—Entiendo lo que pasó, y te agradezco por haber hablado —prosiguió su madre logrando tranquilizarse mientras sujetaba las manos de Jack—, pero eso no justifica que le hayas dicho eso a Sara. Recuerda que es un tema muy delicado.

—Lo sé, mamá, simplemente se me salió —confesó Jack agachando la mirada.

—Tranquilo —le dijo Yin—. Ahora queda solucionar esto. Ya hablaré con Sara.

—¿De veras? —el joven levantó la mirada arqueando una ceja.

Su madre afirmó con la cabeza y una sonrisa en los labios.

—Ahora, con respecto a lo que pasó con tu padre —prosiguió—, te quiero pedir que no te sigas preocupando por eso. Ahora yo me hago cargo.

—Pero mamá… —insistió con preocupación.

—Pero nada —su voz se volvió más seria—. Agradezco tu honestidad, pero esto es algo que tú ni tus hermanos deben cargar.

El momento terminó con un abrazo desbordante de emoción. Yin aún se encontraba asimilando la reciente revelación. A pesar que poco a poco la comprensión la llevaba al dolor, debía mantenerse estoica ante sus hijos.

Tenía una conversación pendiente con Yang.