Amor Prohibido - Capítulo 56

—Déjame ver si entendí —intentó aclarar el caballo—: un bogart secuestró a tu hijo, Yakko se vio involucrado pero aún no pueden quitarles los cargos, ¿y ahora solo el testimonio de un cazador de demonios puede ayudarlo?

—Básicamente —respondió Yin recostándose sobre el respaldo de su silla.

Ella, Carl y Marcelo se encontraban en la oficina de la coneja discutiendo el secuestro de Jimmy. La coneja ocupaba el asiento principal, mientras que los invitados ocupaban los asientos frente a ella al otro lado del escritorio. Marcelo parecía pensativo, con una mirada duramente seria. Intentaba organizar este rompecabezas usando tanto los datos que le entregaba la abogada con aquellas piezas que había recopilado con la experiencia. Se acariciaba el mentón inconscientemente mientras que su vista se centraba en la punta de su nariz. El silencio se extendió por el suficiente tiempo como para albergar el nerviosismo entre sus acompañantes.

—¿Cómo sabes que no lo hizo Yakko? —lanzó su pregunta apuntando con el pulgar a la cucaracha.

—¡Oye! —le recriminó Carl frunciendo el ceño.

El silencio se hizo más denso que el aire en un sauna. Yin rebobinó sus recuerdos haciendo un necesario recuento que no había considerado. Aunque en un principio también había creído en su culpabilidad, poco a poco fue cambiando de parecer. No podía encontrar un punto de inflexión en particular. Tal vez fue aquella noche en que regresaron juntos luego de la entrevista con el Patriarca. Tal vez fue luego de que salvara a Yang a costa de su propia salud. Sus ojos apuntaron a la caracha, quien pudo sentir el peso de su mirada.

—Sé que no fue él —sentenció. Mientras pronunciaba aquellas palabras, más segura se sentía de sus palabras.

—¿Aún a costa de tu propio hijo? —repitió el caballo con seriedad.

—Se nota que no confías mucho en Carl —respondió Yin en el mismo tono entrelazando sus dedos.

—Solo quiero asegurarme —respondió Marcelo entrecerrando sus ojos.

—¿Me vas a ayudar o no? —preguntó Yin con dureza—. O no te daré el listado del personal.

El silencio cargado de tensión regresó, pero esta vez era el turno de jugar del caballo. Marcelo entrelazó sus manos mientras bajaba el hocico, regalándole una mirada cargada de desconfianza. Estaban jugando en una cancha en donde Yin tenía la ventaja. La coneja en cambio, buscaba en su computador la información que tanto deseaba Marcelo, intercambiando su mirada entre la pantalla y el caballo. Carl se encontraba mudo en medio de la situación, tratando de no hacer ruido ni siquiera con su respiración.

—Aquí tengo el registro que buscas —respondió Yin triunfante—. Puedo imprimirlo y entregárselo apenas firme una declaración.

—¿En qué consiste esa declaración? —preguntó Marcelo. La vida le había enseñado al caballo a no confiar en extraños.

—Esta —la abogada abrió una de las gavetas de su escritorio. Tras unos segundos incursionando, extrajo una carpeta celeste para luego entregarle al caballo un documento de unas tres hojas engrapadas en una esquina.

Marcelo acercó el documento, y logró identificarlo con facilidad. Era una declaración prellenada que indicaba el testimonio que la abogada pretendía entregar. Describía con detalle la posición de un espectro de tipo bogart sobre la víctima identificada como Jimmy Chad. El caballo frunció el ceño molesto. No le gustaba que le pusieran palabras que él no había dicho. La declaración estaba tan bien explicada que era evidente que fue hecha por Carl. En la última hoja, una línea horizontal lo invitaba a plasmar su firma. Si de verdad estaba encubriendo a Carl, él estaría en problemas por falso testimonio. Encontraba curioso que estuviera defendiendo al atacante de su propio hijo. ¿Estará enferma? No le había dicho nada concreto respecto de la inocencia de la cucaracha. Era una jugada muy arriesgada.

Tras revisar con atención el papel entregado por Yin, levantó la vista. Vio que le sonreía con amabilidad, como si esto fuera uno de los trámites más corrientes del mundo. Vio que estiró su mano, acercándole un lápiz azul sobre el escritorio. A pesar de todo, necesitaba la lista de trabajadores del edificio. Sabía que su némesis se había escabullido en aquel lugar, y en esos momentos se debe estar burlando de su ceguera. Si se le ocurría abrir otra conexión entre el mundo de los vivos y de los muertos, lo iba a moler a palos cuando pudiera atraparlo.

¡Vaya dilema!

—¡Es fácil! —Yin interrumpió sus pensamientos—. Solo firma ahí, y te podré entregar la lista que buscas.

—Firmaré —sentenció el caballo colocando el documento sobre el escritorio—, pero con una condición.

—¿Cuál condición? —preguntó la coneja ocultando su sorpresa.

—Para realizar un diagnóstico como el descrito en el documento, se requiere una revisión del paciente. Si veo personalmente a… Jimmy Chad, y me cercioro que lo descrito aquí es real, lo firmaré —sentenció corroborando el nombre en el documento.

La coneja fue tomada por sorpresa ante aquella propuesta. ¿Llevar a ese tipo a su casa? Quizás sería uno de los invitados más desagradables que recibiría, aunque nunca como Yanette.

—Te refieres a… ¿ahora? —cuestionó apuntando con su índice directo hacia abajo.

—Podría ser esta noche —propuso Marcelo.

Un nuevo silencio le regaló un respiro a ambas partes.

—Creí que necesitabas el registro urgentemente —Yin jugó su última carta.

El caballo torció levemente el hocico. Ciertamente mientras más pronto obtuviera la información, más difícil sería que se le escapara.

—Puedo esperar hasta mañana —respondió Marcelo. En el fondo le pesaba, pero, algo le intrigaba en este nuevo caso. ¿Valía la pena? Sospechaba que sí.

Yin lentamente recogió el documento. No quería llevar a ese extraño. Le daba mala espina. Le regaló una mirada rogativa a Carl, exigiendo información por telepatía. La cucaracha observaba este duelo de titanes en silencio. No comprendía en qué punto él podría ser un aporte en esta disyuntiva. Nunca le había agradado mucho Marcelo. Las pocas veces que tuvo que aguantarlo fue debido a Mónica. Era el único familiar que ella tenía en este mundo —o que al menos le conocía y le había presentado.

—Creo que deberías hacerle caso, Yin —por fin habló la cucaracha—. Él podría ayudarnos.

No era malvado, simplemente era antipático cuando quería. También, y de verdad, podía dar fe de que era un excelente cazador de demonios y hechicero. Fue uno de los mejores egresados que Hogwarts había generado en lo que iba del siglo XXI.

El caballo sonrió ante las palabras de Carl. Era un triunfo para él.

—Escuchen —Yin frunció el ceño y le regaló una mirada con una tensa seriedad—, los quiero a ambos en la entrada de mi oficina a las seis de la tarde. Desde aquí iremos a mi casa.

—Me parece bien —el caballo se puso de pie inmediatamente—. Hasta entonces, me pasearé un poco por la ciudad. ¡Yakko!

—¿Qué? —respondió Carl.

—Vamos a ver si pillamos a Mónica —le propuso.

—Sí —respondió sin miramientos poniéndose de pie. En aquel momento se volteó hacia Yin, quien nuevamente se había vuelto a recostar sobre su asiento.

—Nos vemos esta tarde —le dijo con una sonrisa.

—Nos vemos —respondió la coneja sin siquiera mirarlo. Aún se encontraba meditando sobre lo que acababa de ocurrir. Pensaba investigar a ese tal Marcelo antes de meterlo en su casa.

Mientras tanto, en el colegio St. George, los hermanos Chad se reunieron en una de las mesas de la cafetería durante el almuerzo. Era raro que los cinco se instalaran en una misma mesa, pero tras un mensaje de alerta de Yenny a través del grupo de Whatsapp que compartían los tres hermanos mayores, los cinco se instalaron en la misma mesa junto a uno de los ventanales que iluminaban la enorme habitación.

—¿Qué es lo que tienes que decirnos? —preguntó Jacob intentando llamar a la calma.

—¿Mamá está bien? —secundó Jack, quien llegaba con su bandeja del almuerzo junto a los demás.

Como siempre, el quinteto no pasaba desapercibido. Los comensales de las mesas contiguas los observaban con sigilo, y comentaban la existencia de tantos hermanos, sumando el estereotipo de los conejos a sus juicios. Yenny notaba ese ambiente, y a diferencia de las ocasiones anteriores, esta vez le incomodó como una picazón generalizada.

—Es sobre nosotros —comentó abriendo su mochila y extrayendo cinco sobres blanco de tamaño carta para dejarlos en medio de la mesa.

—¿Qué es esto? —preguntó Jack tomando uno de los sobres. Leyó que el destinatario era su madre.

—Resulta que esta mañana la secretaria me detuvo en la entrada del colegio —explicó Yenny—. Me dijo que hace mucho que mamá no venía y que el periodo de recepción de las calificaciones había terminado. Entonces me ofrecí a llevárselas, y me entregaron las notas de todos nosotros.

—¿Qué notas tuve? —preguntó Yuri con emoción.

—Estas son las tuyas —respondió Jack luego de revisar el documento al interior del sobre que tenía entre sus manos.

—¿No se supone que deberían estar sellados? —cuestionó Jacob recogiendo un segundo sobre del centro de la mesa.

—Los abrí —afirmó Yenny—. Gracias a eso me di cuenta que todos estamos a punto de reprobar el año.

El silencio se hizo espectral. Yuri se volteó hacia su hermana luego de intentar interpretar el papel que le acababan de entregar. Jack quedó en el aire mientras probaba suerte con otro sobre. Jacob quedó con la boca abierta sujetándose del borde de la mesa para evitar caerse de espaldas por sobre el asiento sin respaldo. Jimmy se quedó con una cucharada de jalea de limón a medio camino de su boca luego de decidir comenzar por el postre.

—Es imposible —alegó Jacob poniéndose de pie—. Yo… yo he tenido buenas notas —agregó abriendo el sobre que tenía entre manos con desesperación, para percatarse que eran las notas de Jack.

—Jacob, estás a punto de reprobar inglés —le recriminó su hermana.

—¡Eso es imposible! I are the more best on English —respondió con un acento forzado que empezó exagerado y terminó perdiéndose con su acento natural.

—Ahora entiendo por qué estás reprobando inglés —contestó su hermana con un tono irónico que no fue capaz de ocultar.

—¿Y yo qué reprobé? —intervino Yuri con su pregunta.

—En estos momentos estás reprobando Lenguaje y Matemáticas —contestó Yenny con pesar en su voz—. La verdad tu caso es el más grave.

La sonrisa se borró del rostro de la pequeña.

—¡Es que no soy buena para esto de estudiar! —alegó con profundo pesar—. ¡No entiendo nada de esto!

—¡Pero sí es fácil! —intervino Jacob—. Si quieres yo te ayudo.

—Creí que ya la estabas ayudando —comentó Yenny.

—¡No hay caso! —alegó Yuri con tristeza—. Simplemente no sirvo para esto. Soy muy tonta.

—No eres tonta —intentó consolarla Yenny con un abrazo—. ¿Te cuento un secreto? Yo también estoy reprobando Matemáticas.

—¿En serio? —preguntó la pequeña con sorpresa.

—Sí —contestó Yenny con una sonrisa—. Estoy reprobando Matemáticas y Química.

—¡Vaya! ¡Quién lo diría! —comentó Jack mientras abría su caja de leche.

—Bueno, tú estás reprobando Biología e Historia —le recriminó su hermana regresando a su asiento.

—¡Es que son tan aburridas! —se quejó antes de darle un largo sorbo a su leche—. Es básicamente memorizar cosas que no me van a servir para nada. ¿Por qué nos hacen eso? —agregó aclamando al techo.

—Supongo que no querrás repetir el año, ¿no? —cuestionó Yenny.

Jack simplemente la miró con malestar mientras bebía su leche con largos y sonoros sorbos.

—Por cierto, ¿qué reprobó Jimmy? —intervino Jacob apuntando con su pulgar derecho al pequeño.

—Según salía, está reprobando Artes, pero no entiendo cómo —respondió Yenny.

—Es que unos matones boicotean mis proyectos —se quejó el pequeño.

—¿Y por qué no me dijiste? —cuestionó Yuri— ¡Podría haberlos puesto en su lugar! —agregó regalándole algunos puñetazos al aire.

—¡Tú nunca estás cuando eso pasa! —respondió Jimmy frunciendo el ceño.

—Creo que eso tiene fácil solución —respondió Yenny—. Es cosa que alguno de nosotros te proteja los días de entregas, y supongo que podrás repuntar en Artes.

—¿Y por qué no se defiende él? —cuestionó Jack con los codos sobre la mesa—. Luego de la otra vez con lo del aura de mamá, realmente demostró ser muy poderoso. Un par de pataditas, y ningún matón se atreverá a hacerle daño.

Las miradas se centraron en el pequeño, quien pudo sentirlas como armas apuntando a su pequeño corazón.

—Este… yo… —respondió nervioso. Ni siquiera recordaba cómo había pasado realmente lo de aquella vez. Si realmente tenía poderes, no tenía ningún control sobre ellos.

—Mejor dejémoslo tranquilo —lo defendió Yenny—. Si no puede, o no quiere, usar sus poderes, está en su derecho de no hacerlo.

—¡Si no quiere, pues está dejando que los matones ganen! —le recriminó Jack—. Ahora, si no puede, podría enseñarle un par de truquillos que me enseñó el Maestro Jobeux. ¡Y ahí sí que va a poder!

—No quiero problemas —alzó la voz el pequeño.

—¡Basta! —puso orden Yenny—. Lo importante es que todos debemos hacer un esfuerzo por no repetir el año. No llegar a donde nuestros padres y decirles «¡Hey! ¡Reprobamos el año!». Encima con los problemas que tienen…

—¿Entonces piensas ocultarle a mamá que estamos perdiendo el año? —intervino Jacob resumiendo la propuesta de su hermana.

—Y aprobar el año —agregó con orgullo—. No tenemos que preocuparlos con esto si conseguimos aprobar, ¿cierto?

Jacob le lanzó una mirada desaprobatoria que ella decidió evadir. Yuri y Jimmy la observaban con curiosidad, mientras que Jack contaba las astillas del techo.

—Bien, por mi parte le pediré ayuda a Susan. Ella tiene los apuntes de Química ordenados —continuó Yenny—. También te puede ayudar a ti, Jack. Ella es buena en Biología e Historia.

—Está bien —respondió el conejo sin abandonar su inútil tarea.

—Yo puedo ayudar a Jacob en Inglés y a Yuri en Lenguaje —prosiguió Yenny con su plan—. Jacob ayuda a Yuri en matemáticas y Yuri ayuda a Jimmy en Artes.

—¿Y quién te va a ayudar a ti en matemáticas? —preguntó Jacob.

—Iré a un reforzamiento especial que hay después de clases —respondió la chica.

—Francesca es buena en inglés —Jack regresó su atención a la mesa junto a sus hermanos—, podría ayudar a Jacob con lo de inglés —ofreció.

—¡Qué bien! —celebró la coneja—. Entonces está decidido. Debemos subir el promedio y evitar repetir el año.

—¡Y evitar las clases de verano! —agregó Yuri.

—¡Eso mismo! —agregó su hermana.

Aquella tarde los soles se despedían con sus últimos rayos amarillos y anaranjados. Yin salía del edificio en donde trabajaba escoltada por Carl y Marcelo. Ella llevaba la delantera, guiando a los dos cazadores.

—¿Tuvieron suerte con lo de Mónica? —les preguntó mientras caminaban sobre la acera pobremente transitada.

—No —respondió Marcelo con voz grave.

—Es extraño —agregó Carl—. A esta altura ya debe saber que su hermano está en la ciudad, y debería habernos contactado de algún modo.

—¿Creen que le deba haber pasado algo? —volvió a preguntar Yin regalándoles una mirada por el rabillo del ojo.

—Espero que no —respondió la cucaracha.

Continuaron caminando hasta encontrarse con un enorme estacionamiento pavimentado. Los tres ingresaron al lugar siguiendo a la coneja.

—¿Te compraste una van nueva? —le preguntó Carl.

—La tengo desde hace poco —respondió la coneja—. Es parecida a la anterior.

Aquel diálogo atrajo un tanto la atención de Marcelo. Parecía que entre ambos traían una relación más familiar que la de un abogado con su cliente. Antes de abrir la boca, otro diálogo confirmó sus sospechas.

—¿Y qué pasó con lo de tu esposo? —preguntó la cucaracha.

—Fuimos esta tarde al urólogo —contestó sin desatender su caminata—. Le hicieron un espermiograma y resulta que es totalmente fértil.

—¿Lo es? —la sorpresa en su voz le pareció exagerada hasta para la coneja, quien se detuvo volteando hacia él y arqueando una ceja.

—Sí, lo es —respondió frunciendo el ceño.

La cucaracha simplemente lanzó una risa nerviosa mientras desviaba la mirada. Marcelo observaba todo con atención, intentando interpretar lo que acababa de ocurrir.

Yin regresó a su búsqueda. Estaban a un par de pasos de una van plateada similar a la anterior. Con un botón en su llavero, hizo parpadear las luces junto con lanzar un pitido. La coneja se adelantó para abrir la puerta del piloto, para luego descorrer la puerta trasera.

—Suban —los invitó.

El interior olía a plástico nuevo. Se veía impoluto salvo un par de manchas que ya habían dejado los niños. Los vidrios se veían traslúcidos salvo unas marcas de huellas en una de las ventanas. Los asientos cubiertos por una delgada tela de algodón negro aún se notaban duros, debido al poco uso. La parte del fondo parecía aún recién salida de fábrica.

—Te felicito por tu nueva van —comentó Carl mientras abordaba el vehículo, esperando además poder borrar aquella última reacción.

—Gracias —respondió la coneja sin prestar mayor atención a su comentario. Aún estaba meditando la última reacción de la cucaracha.

Yin subió en el asiento del piloto luego de que Marcelo se asegurara de haber corrido la puerta. El motor apenas se sintió al encender al tiempo en que la radio se encendió sola en una estación que transmitía música suave. Pronto la van se encontraba circulando por las calles de la ciudad.

Marcelo observaba con atención las calles de aquella ciudad. Intentaba asociar el camino con el recorrido aquel día con Carl. La cucaracha le mostró los principales lugares de aquel sitio. Era la primera vez que pisaba la ciudad, y al parecer su cuñado llevaba suficiente tiempo allí como para no perderse. De paso aprovecharon la ocasión para buscar a Mónica. Lamentablemente, debido a su fama de ser escurridiza, era muy fácil que el trabajo de aquel día hubiera sido en vano. Las dudas sobre su desaparición se multiplicaron en la cabeza de ambos.

—Hablando de lo que vamos a hacer —de repente Yin rompió el silencio—. ¿Qué es lo que exactamente vas a hacer? —agregó mirando al caballo por el espejo retrovisor.

—Solo será una inspección interna —respondió—. Ni siquiera lo voy a tocar si es lo que te interesa. Para una buena inspección solo debo acercarme a unos diez centímetros del paciente.

Tras un breve silencio, agregó:

—Puedes observar todo el procedimiento, y si no te agrada algo, puedo detenerme cuando quieras.

—¿Y firmarás apenas termines? —cuestionó la coneja.

—Apenas me asegure que lo que sale ahí es verdad, firmaré —respondió.

—Recuerda que si no firmas, no podrás tener el registro de los trabajadores de la firma de abogados —le recordó Yin.

—Ya tengo la información que necesito, gracias —respondió Marcelo.

Era una jugada que no se esperaba la coneja. Logró aplacar su impresión gracias a la luz roja de una esquina.

—¿Entonces qué quieres? —le preguntó Yin volteándose hacia sus pasajeros traseros.

—Conocer a ese tal Jimmy —respondió el caballo—. Carl me ha hablado mucho de él, y quiero comprobar algo.

—¿Comprobar qué? —preguntó Yin.

Marcelo no le dio una respuesta. Las bocinas de los autos cercanos le avisaron que la luz había cambiado, y ella debía regresar su vista al frente. El caballo aprovechó de sonreír. Aunque aún necesitaba aquel registro, no iba a permitir terminar entrampado en las jugarretas de la abogada.


¡Patitos! En estos momentos en que estamos publicando esto, se están entregando los resultados preliminares de la megaelección que tuvimos en este fin de semana en Chile. Los felicitamos por esta limpia y justa elección, escogiendo constituyentes que representan ampliamente el pensamiento de la mayoría de los chilenos. Tenemos la esperanza de que este grupo de personas pueda escribir la nueva constitución recogiendo las necesidades, deseos, anhelos y sueños de todos los chilenos para todos nosotros y nuestras futuras generaciones.

Con respecto a los otros cargos (gobernadores, alcaldes, concejales), esperamos que también puedan ser un aporte para el futuro del país. Hasta el momento, aún sigue en proceso de conteo de votos y no sabemos quiénes son realmente (en la región y ciudad donde vivimos ya existe una tendencia hacia un ganador, mientras que en los concejales aún no se han escrutados los votos).

En fin. ¡Felicidades Patitos! ¡Viva Chile! ¡Y a no rendirse! Aún nos quedan las primarias presidenciales en julio y las presidenciales de fin de año. ¡Queda mucho por hacer!