Amor Prohibido - Capítulo 58
Y ahí me encontraba yo, dando vueltas en círculo como un trastornado en el patio trasero de una casa de los suburbios. Habían encendido un potente foco instalado encima de la puerta que daba al patio, encegueciéndome cada vez que me atrevía a mirar a la casa. Lo único que me controlaba era un cigarro cortesía de Yakko. Él lo hizo aparecer con su magia apiadándose de esta pobre alma perturbada. Podría haberlo hecho por mi cuenta, pero simplemente estaba demasiado impresionado como para reaccionar.
Había revisado a ese niño. ¿Era posible tanto poder junto? Mi respuesta era afirmativamente un no, pero ahí lo tenía, tan real como aquel foco enceguecedor. Woo Foo: era la pista clave. No conocía muy a fondo el Woo Foo. En Hogwarts te enseñan de manera muy sencilla cada una de las 16666 fuerzas sobrenaturales existentes sobre el universo. Era la primera vez que me enfrentaba con el Woo Foo. Normalmente en estos casos regresaba a Hogwarts o alguna biblioteca que supiera me puede entregar la información que busco. Ahora no podía hacer eso. Necesitaba respuestas ahora. ¿Qué escondía el Woo Foo?
Comencé a materializar libros y pergaminos a mí alrededor mientras no me dejaba de pasear por el patio. La luz me ayudó a leer sin problemas todo el material. Los libros y pergaminos que no usaba flotaban junto a mí con una danza tranquila. ¡Cielos! Debí parecer un loco absurdo delante de esa familia. De seguro me estaban siguiendo con la mirada, intranquilos, expectantes ante mi siguiente movimiento. Yo apenas podía verlos. Estaban protegidos bajo el alero del foco sobre sus cabezas.
Pronto descubrí que el Woo Foo era una rama de las artes marciales cuya filosofía está fundamentada en una fuerza interna dual alimentada por el espíritu del individuo. Todos podemos desarrollar la habilidad Woo Foo, que no solo fortalece nuestro espíritu, sino que el de nuestra descendencia. A lo largo de la historia los guerreros Woo Foo han fomentado el traspaso de sus enseñanzas por generaciones, para así generar guerreros cada vez más fuertes. Pronto descubrieron que si ambos padres practicaban Woo Foo, los hijos nacerían con aún más poder que aquellos que solo tenían a uno de sus progenitores como guerrero Woo Foo. Por un momento supuse que el niño vendría de un largo linaje de guerreros Woo Foo hasta que me topé con la descripción del poder interior que debía tener y concluí que no cuadraba. Más bien parecía una energía Woo Foo pura y uniforme (sin contar con aquella energía que la recubría). Si pudiera hacer una analogía, sería como comparar un bello cisne de cristal con dos cisnes de cristal de diferentes colores que partieron por la mitad para fundir cada mitad diferente y hacer un nuevo cisne.
Pronto regresé a una nueva teoría: sólo uno de sus padres provendría de un vasto linaje de guerreros Woo Foo. Eso podría explicar la pureza de su energía. Por un rato barajé la idea de que su padre se lo hubiera heredado. Entre tanto libro que revisé, me encontré la historia de un guerrero de nombre Yo Chad, quien fue uno de los grandes guerreros Woo Foo del siglo veinte. Pero lo descarté al comparar el nivel de poder que vi en el niño. Para alcanzar ese nivel, su linaje debía comenzar hace tantas generaciones atrás que me llevaba incluso antes de la formación de la vida en la tierra.
¿Entonces qué era? Estaba haciendo los cálculos comparando el nivel de poder interno calculado en aquel famoso maestro y comparándolo con lo que yo estimaba del niño. Sí, matemáticas. No eran muy exactas, y encima se usaba otro sistema de medición basado en runas, complicándolo aún más. Hacía cálculos dibujando con mi índice en el aire, dejando con mi dedo una estela fosforescente que se notaba por sobre la noche y la luz potente. Simplemente no calzaban los números. ¿Entonces qué pasó aquí? ¿Algún power up? ¿Alguna clase de truco? Si era algo de eso, ¿qué truco era compatible con el Woo Foo? Existen power ups para distintos poderes y fuerzas sobrenaturales, pero no funcionan para todos los casos. Los practicantes de Woo Foo se habían encargado de ocultar este tipo de detalles.
La respuesta, la bendita respuesta llegó de la mano de un viejo pergamino. Era una teoría presentada por parte de un par de antiguos maestros Woo Foo. Fue desestimada porque era muy difícil de probarla. Pero, tras realizar los nuevos cálculos entre el niño y su aparente abuelo… calzaba. Por fin detuve mi andanza. Me encontraba de espalda a la casa observando estupefacto los cálculos hechos sobre una pizarra invisible. Apretaba con mi mano temblorosa el pergamino que explicaba aquella teoría. Detrás de mí, se encontraba la evidencia de lo plasmado sobre aquel papel.
Creo que me quedé demasiado tiempo en ese estado, puesto que oí unas pisadas que se acercaban.
—Marcelo, ¿estás bien? —oí la voz de Yakko.
Me volteé de inmediato y la luz me atacó directo a los ojos. Casi sin darme cuenta, lancé un rayo color escarlata desde mi índice contra el foco, rompiéndolo en mil pedazos.
—¿Oiga? ¿Qué rayos hace? —exclamó la coneja molesta.
Una vez que se fue la molesta luz, pude ver que justo debajo se encontraba la familia de conejos. Los padres e hijos mayores protegieron a los menores de los pedazos de vidrio que les cayeron encima.
—L-lo siento —balbuceé a duras penas. Me costaba hablar—, la luz me molestaba demasiado.
—¿Nos va a decir de una vez qué tiene Jimmy? —preguntó la coneja con el ceño fruncido.
—¿Podemos entrar? —pregunté.
Ella aceptó con la cabeza y toda la familia entró mientras Yakko y yo los seguíamos. Mientras daba cada paso pensaba a mil por hora. Necesitaba un plan de acción. Había hecho desaparecer los libros y las marcas de mis cálculos. Solo tenía aquel pergamino entre mis manos. Mi escepticismo comenzó a apoderarse de mí. Necesitaba corroborar cada detalle del cálculo. Era imposible que de manera tan casual haya hallado tamaño descubrimiento.
Regresamos al living. Cada quien ocupó su puesto original.
—Bien, lo escuchamos —anunció la coneja con dureza.
Me aclaré la garganta. Miré de reojo a Yakko. ¿Habrá entendido tan siquiera los cálculos que dejé en el aire? Miré de reojo a Yang. Me observaba con desconfiadas miradas furtivas.
—Bien, en lo que respecta estrictamente al caso de bogart, sí, él intentó tomar el control del niño.
Los gritos ahogados ante tan certera declaración no se hicieron esperar por parte de la familia.
—Pero, hay algo más sobre el niño —agregué.
—¿Qué tiene? —se adelantó su madre.
—Creo tener una teoría —sentencié—, pero primero debo corroborar algo.
—¿Qué cosa?
—Debo revisarlos a todos ustedes.
El silencio se hizo demasiado pesado para mi gusto. Era muy probable que me dijeran que no, a menos que enfatizara que de esto depende la seguridad de Jimmy.
—No entiendo, ¿qué tenemos que ver los demás? —intervino Yang arqueando una ceja.
—Tiene que ver con la teoría que acabo de descubrir —respondí—. Esto no solo puede explicar lo que tiene Jimmy, sino además la posibilidad de que el resto de la familia también lo tenga.
—¿Es una enfermedad? —la conejita rosa lanzó su pregunta.
—Es un don —respondí.
La carita de sorpresa de la chiquilla solo se podía encontrar en las caricaturas. Era bastante expresiva. Demasiado para mi gusto.
—A ver, a ver —intervino su madre—. ¿Podría antes explicarnos cuál es esa famosa teoría que trae entre manos?
Instintivamente miré hacia el pergamino que tenía entre manos. Un prerrequisito para que se hiciera real era que los padres de familia fueran parientes consanguíneos. No quería confrontarlos hasta tener medido el poder de cada uno de sus hijos y corroborar que seguían el modelo planteado. Regresé la vista a la coneja. Se había percatado de mi pergamino. Lo observaba como una fiera acechando a su presa. Miré a Yang, quién me regaló una mirada de pocos amigos. Yin… Yang… ¿Será posible? Ambos eran demasiado parecidos físicamente. Mi instinto me dio una respuesta. Mi instinto jamás me había fallado. Espero que esta no sea la primera vez.
—¿Ustedes practicaron Woo Foo? —comencé con el interrogatorio.
Se tragó sus palabras de inmediato. Era demasiado pronto.
—¿Eso qué tiene que ver? —lanzó Yang.
—El poder interno que tiene Jimmy es del tipo energía Woo Foo —respondí—. El Woo Foo es heredable.
El conejo arqueó ambas cejas con impresión. ¿Realmente no estaba al tanto de ese detalle? Su esposa en tanto intercambiaba su mirada entre sus hijos y yo.
—¿Hay algún problema con su aura? —me preguntó ella.
—Es demasiado poderosa —respondí de inmediato.
—¿Qué? —lanzó extrañada.
—Jimmy presenta una de las energías Woo Foo más poderosas que jamás haya visto en mi vida —expliqué—. ¡Qué va! ¡Puede superar a muchos otros seres que utilizan otro tipo de fuerzas sobrenaturales! Si ese niño recibe el entrenamiento debido, podría hasta conquistar el mundo.
El estupor se hizo sentir en todos los presentes. Hasta Yakko me observaba con incredulidad. ¿En serio nunca había revisado al niño? O era demasiado ingenuo o era demasiado idiota. Yo apostaría por una mezcla de ambas.
—¿En serio es tan poderoso? —preguntó la conejita rosa escapando del asombro.
—Así es —respondí con seguridad.
—¿Y yo también lo soy? —volvió a preguntar con interés.
—Es probable —respondí—. Acércate —agregué llamándola con un ademán mientras colocaba mi primera rodilla en el suelo.
—Yuri, detente —le ordenó su madre, dejando a la pequeña a medio camino. Se puso de pie y me observó con seriedad—. ¿Por qué, según su teoría, Jimmy es tan poderoso?
Nuevamente me puse de pie. ¿Quería la verdad? ¡Vamos allá!
—¿Usted y su esposo son por casualidad parientes consanguíneos? —pregunté.
Nuevamente retrocedió. Con la boca y los ojos exageradamente abiertos, volvió a tomar asiento en el brazo del sofá. Yang observaba para todas partes con nerviosismo. Podía notar que le temblaban las manos en el aire. La hija mayor se llevó las manos a la cara, cubriéndose la boca. La conejita menor jugaba al congelado en la posición exacta en donde su madre le ordenó que se quedara. Estaba con un pie en el aire y el otro sobre la mesita de centro.
—Y-y-y-yo n-n-no le dije nada —balbuceó Yakko de pronto nervioso.
Me volteé hacia él. Me miraba con preocupación mientras se mordía las uñas. Me lanzaba miradas temerosas. Me daba a entender que estaba atravesando densos y complicados recovecos. Nuevamente levanté el pergamino que tenía entre manos y lo volví a revisar. Cada detalle se iba ajustando a lo expuesto en aquel papiro.
—¡Carl! —gritó de pronto la coneja con furia.
¡Maldito aprovechador! De seguro él lo sabía absolutamente todo. ¡¿Y no me dijo nada?! Probablemente hasta conozca la teoría del pergamino desde hace incluso años. ¡Y viene aquí a hacerse el idiota!
—Responda lo que se le preguntó —ordené con autoridad volteando hacia ella—. Lo más importante es el bienestar del niño, y eso está por sobre cualquier complejo que ustedes puedan tener.
El silencio regresó al living. La coneja se halló sorprendida ante mi cambio de actitud.
—P-pero Jimmy es poderoso —balbuceó Yang desde el otro costado—. ¿Qué tiene eso de malo?
—Jimmy tendrá un poder casi infinito, pero no lo ha desarrollado —respondí de inmediato—. Hasta el momento es una verdadera atracción de espectros y demonios, de los cuales no es capaz de defenderse. Hoy fue un bogart, mañana un demonio de los círculos más profundos del infierno. Deseosos de arrancarle su poder, así como está es una presa demasiado fácil. Lo que hoy busco saber son dos cosas: por qué tiene tamaño poder y si el resto de su familia también lo tiene.
No sé de dónde saqué aquellas palabras. Hasta yo mismo estaba comenzando a ser presa de la sorpresa que poco a poco se abría paso entre los presentes. Cada una de las palabras era cierta. Tenía que convencerme de lo que acababa de descubrir.
—Papá y mamá son hermanos gemelos —anunció repentinamente el conejo rubio, rompiendo el gélido silencio temporalmente—. Nos enteramos hace poco.
Sus padres lo miraron con temor mientras que el chico no me quitaba la vista de encima. ¿Hermanos gemelos? Era un detalle que explicaba muchas cosas: el parecido entre los padres, sus nombres, la pureza de la energía de Jimmy. Encontraba muy valiente al confirmar algo que los demás no se atrevían a enfrentar. Les regalé una última mirada general a todos los presentes antes de regresar mi vista al pergamino. Ya casi ni necesitaba revisar al resto de los chicos. Sabía lo que me esperaba.
—¿Puedo ir ahora? —pidió la conejita congelada sobre la mesa.
No esperó la autorización de nadie. En un instante se encontraba a mi lado. Me observaba con expectación y una amplia sonrisa. Tenía ambas manos tras su espalda.
—Bien, bien —respondí aturdido.
Despegué mi atención del mundo mientras guardaba el pergamino en un bolsillo de mi chaqueta y me arrodillaba frente a la niña. A pesar de ser más alta que su hermano, era tan baja como una niña de unos diez años. Activé el hechizo y recorrí su entorno de manera similar con los dos discos. Todo estaba de acuerdo a lo planteaba la teoría descrita en el pergamino.
—Exactamente como lo esperaba —sentencié desactivando el hechizo y poniéndome de pie—. Tienes exactamente la mitad del poder.
—¿La mitad? —preguntó extrañada.
—No te preocupes, aún es bastante poder —respondí.
—¿Por qué la mitad? —insistió la conejita.
—Te lo explicaré en su momento —le di una última mirada—. ¿Quién sigue? —pregunté mirando al resto de los chicos instalados en el sofá.
—¡Vamos Jacob! —la niña atravesó la habitación corriendo y tironeó del brazo del conejo rubio—. ¡Es tu turno!
El chico me observó con nerviosismo. Lo esperé con calma.
—¡Tranquilo! ¡No duele nada! —agregó la niña.
Les dio una última mirada a sus padres antes de acercarse a mí. Su madre aún se encontraba pasmada, observándome con un terror que solo había visto en las víctimas de torturas. Su padre se acercó al rincón más apartado y me observaba con recelo y los brazos cruzados.
—Con que Jacob, ¿eh? —empecé a hablarle mientras lo revisaba. Solo tuve que usar una rodilla en el suelo. Era bastante alto. Ya no me espantaba tanto su poder. Era tan sencillo como el de sus hermanos, cumpliendo la teoría. Tenía la cuarta parte del poder de Jimmy.
—Sí —respondió con rapidez.
—¿Qué edad tienes? —volví a preguntar.
—Acabo de cumplir trece —respondió.
—Trece, ¿eh? —respondí con naturalidad—. ¿Y qué es lo que más te gusta hacer en la vida?
—Me gusta leer —ya se notaba más calmado.
—Excelente afición —respondí desactivando mi hechizo.
—¿Y qué tengo? —preguntó el chico.
—La mitad del poder de tu hermana —le respondí.
—¿Qué? —preguntó arqueando una ceja—. Entonces… ¿mientras menor se es más poderoso?
—Algo así —contesté.
—¿El poder se pierde con la edad? —volvió a preguntar interrumpiéndome.
—No —contesté—. La edad no tiene que ver, sino el orden de nacimiento.
—¿Esto tiene que ver con lo que son nuestros padres? —el chico acertó con la pregunta.
—¿Quién sigue? —centré mi vista en los chicos del sofá ignorando su pregunta. No quería responderle aún.
El chico insistió estático en su sitio, hasta que el momento se volvió incómodo.
El conejo color verde oscuro fue el siguiente. Era casi tan alto como yo y bastante delgado. Ni siquiera debí agacharme para su revisión. Notaba la tensión en su cuerpo mientras no despegaba la vista de los discos.
—¿Cómo te llamas? —intenté iniciar la conversación.
—Soy Jack —respondió con simpleza.
—Bien, bien —contesté. Hasta ahora no había encontrado nada anómalo, pero en él encontré algo especial.
—¿Has hecho entrenamiento Woo Foo? —le pregunté intentando buscar una explicación.
—Sí, por un tiempo con el maestro Jobeaux —respondió.
Efectivamente. Su energía Woo Foo, además de ser la mitad de poderosa, se notaba más desarrollada. Podía notarla fluir a flor de piel. Un poco más y podría externalizarla potenciando sus propias habilidades.
—Pues has ido por un buen camino —respondí desactivando mi hechizo—. ¿Por qué lo dejaste?
El silencio cruzó nuestras miradas.
—Es una larga historia —se limitó a responder.
La siguiente fue la coneja lila. Era alta y con un cuerpo bien desarrollado. Cuando se paró frente a mí pude notarla totalmente apesadumbrada. Fue la revisión más difícil que me tocó. Alejé los discos de mis manos para que ellos solos se movieran en torno a ella. Es una manera de revisar su poder demasiado poco precisa, pero he tenido malas experiencias al acercarme a chicas como ella. Buscaba ahorrarme problemas. La revisión se complicó y demoró porque además de poseer un nivel de poder equivalente a la mitad de su hermano, era prácticamente imperceptible. Jack tenía una energía Woo Foo que al ser desarrollada lo podía convertir en un buen guerrero Woo Foo, pero no más que eso. Su hermana en cambio, con mucho esfuerzo, apenas podría aprender los hechizos y habilidades básicas. Por un largo rato simplemente no logré detectar nada.
—Con que eres Yenny, ¿no? —intenté iniciar una conversación.
—Ajá —balbuceó apenas.
—Hmm, ¿qué edad tienes? —volví a preguntar.
—Dieciséis —respondió.
—¡Vaya! Estás pronta a cumplir la mayoría de edad. ¿Has pensado qué vas a hacer para entonces?
—No lo he pensado mucho —respondió tras unos segundos silenciosos.
—Igual no te aflijas —respondí—. Probablemente para entonces puedas ver con más claridad el camino.
Una vez finalizada la revisión, miré a Yang.
—Sigue usted —le dije.
—¿Yo? —preguntó intrigado.
—Sí, usted —contesté.
El conejo se acercó con lentitud. Se encontraba demasiado ansioso y perturbado. Si no medía mis acciones podría recibir un ataque de su parte. No quería empeorar las cosas. Al contrario, de ser posible, intentar aplacarlas.
—Sé que todo esto debe ser confuso para usted —comencé a decirle mientras hacía mi revisión—, pero debes de saber que tienes una familia muy especial. Es tu deber protegerla de todo mal, y tu bendición poder compartir con ella.
Yang no respondió. Pude notar que tenía una energía Woo Foo que escapaba de su cuerpo. Efectivamente había entrenado durante varios años. Su nivel de poder era similar al de Jack. Otro punto que coincidía con la teoría. Era un hecho que estaba ante algo nunca antes visto. Si esos maestros Woo Foo hubieran visto a esta familia, sin duda se habrían caído de espalda.
—¿Y cómo me encuentra? —preguntó Yang.
—Todo se está cumpliendo —respondí mirando a su esposa-hermana.
La coneja aún se encontraba pasmada en su sitio. Su mente sin duda se encontraba a kilómetros de aquel living. Era hora de llamarla de vuelta a la Tierra.
Un empujón por parte de su hija mayor la hizo reaccionar. Me encontraba un rato llamándola para su propia revisión. Podía entender lo que le estaba pasando, pero su actitud mandona y su extraña cercanía con Yakko me impedían empatizar del todo con ella. Si había decidido formar una familia con su propio hermano, a costa de todos los tabúes y leyes imperantes en esta sociedad, debía enfrentarlo con fortaleza hasta el último segundo de su vida. Me hubiera encantado decirle todo esto, pero sospechaba que solo era gastar saliva.
Finalmente, con lentitud, se acercó hacia mí. Logró recuperar una mirada de dureza frente a mí, intentando intimidarme. Ya conocía sus caretas.
En silencio, empecé con mi revisión, sin esperarme mayores sorpresas, pero al final fue todo lo contrario. Su energía Woo Foo escapaba más allá de su cuerpo físico, al borde de despegarse de su piel. Era rosa, pero de la misma naturaleza y nivel de poder que la de Yang. Esa naturaleza confirmaba aún más su parentesco consanguíneo entre ambos. En su interior se encontraba un hueco oscuro y vacío. ¿Era quizás lo que se encontraba protegiendo a Jimmy? Tras revisar con más detalles y compararlo con lo que recordaba de la revisión del menor de la familia, pude confirmarlo. Amor de madre, ¡era obvio!
Por si no fuera poco, a la altura de su vientre me encontré con una fuente de energía Woo Foo que nuevamente por poco me congela. Mientras me acostumbraba a su poder como a la luz del foco de afuera, pude percibir que no se trataba de una sola fuente, sino de dos. Era evidente, estaba embarazada. ¡Encima de gemelos! Según la teoría, ambos debían compartir el mismo nivel de poder, quedando con un nivel similar al de Jimmy, pero cada uno tenía el doble del poder, dando un total del cuádruple.
—¿Usted está esperando gemelos? —lancé mi pregunta.
—¿C-como lo sabe? —balbuceó.
—Puedo percibirlo —respondí sin detener mi análisis—. Por casualidad, ¿entre Jimmy y estos gemelos no ha tenido algún otro hijo?
El silencio me obligó a detener mi revisión y observar nuevamente la escena. Había sido una simple idea que había tenido. Para que cuadrara la teoría, debía existir un hijo fantasma en el medio.
—Tuve un embarazo. Lo perdí —respondió finalmente la coneja.
Asentí con la cabeza.
—¿Entonces qué tenemos? —Jacob interrumpió el momento con impaciencia.
Había finalizado y confirmado todo. Les regalé una última mirada general al grupo. Casualmente, me volteé hacia Yakko. Me observaba con una seriedad pocas veces vista. Me estaba observando descubrir lo que él ya había descubierto.
—Bien, es hora de explicarles todo —sentencié.
Apunté con mi índice hacia el televisor que estaba detrás de mí y este se encendió proyectando el contenido del pergamino.
—Por si no lo saben, el Woo Foo es un tipo de arte marcial basado en la naturaleza espiritual de cada persona —empecé mi explicación con voz autoritaria—. Con entrenamiento, ustedes pueden aumentar el poder de su espíritu, el cual les puede dar poderes sobrenaturales con los cuales atacar y defenderse.
—¿Cómo cuáles? —interrumpió la conejita rosa.
—Esos detalles se lo preguntarán a sus padres cuando termine —respondí con rudeza.
Tras el silencio, me aclaré la garganta, y proseguí:
—Este poder no solo beneficia al practicante, sino a su descendencia. Si tus padres son guerreros Woo Foo, tú puedes ser un guerrero Woo Foo más poderoso.
—¿En serio? —interrumpió Jack con la boca abierta.
—Es por ello que los guerreros Woo Foo han fomentado diversas técnicas con tal de conseguir generaciones de guerreros cada vez más poderosos —proseguí—. Pero en 1945, los maestros Ti y Chai propusieron una teoría que pretendía apurar las cosas —agregué apuntando con un puntero rojo el título del pergamino proyectado en el televisor: «aumento exponencial del poder Woo Foo generacional».
—Esta teoría explica que si los guerreros Woo Foo practicaban el incesto, tendrían una descendencia aún más poderosa. En particular, expresó que la energía Woo Foo saldría exponencialmente más pura y poderosa si provenía de la relación entre hermanos.
El silencio dejó entrever la inquietud de todos los presentes. Yakko me observaba receloso, con los brazos cruzados y una ceja arqueada.
—Esta teoría jamás pudo ser probaba —continué—, puesto que los tabúes sobre el incesto imperante fueron más fuertes. Con el tiempo esta teoría fue descartada. Hoy ustedes la acaban de confirmar.
El silencio prosiguió. Nadie despegaba la vista ni de mí, ni de la pantalla.
—Según esta teoría, los hermanos gemelos tienen un poder Woo Foo equivalente, similar o contra-complementaria —continué remarcando en la pantalla un gráfico de barras que había sobre el papiro y que representaba una relación exponencial—. Esos detalles si han sido confirmados en otras observaciones. El punto es que su primogénito nacerá con la mitad del poder de sus padres —agregué mientras el rostro de Yenny aparecía bajo la barra más a la izquierda—; el segundo hijo nacerá con un poder similar al de sus padres —agregué mientras el rostro de Jack aparecía bajo la segunda barra de más a la izquierda—. Sobre el tercer hijo se podrán apreciar resultados efectivos al nacer con el doble del poder de sus padres —el rostro de Jacob aparecía bajo la tercera barra—. El cuarto hijo nacerá con el doble del poder de su hermano inmediatamente mayor, es decir, el cuádruple del poder de sus padres —el rostro de Yuri apareció bajo la barra que sigue—. Esto quiere decir, que Jimmy tiene el óctuple del poder de sus padres.
Mientras el rostro de Jimmy aparecía bajo la quinta barra, las miradas seguían pegadas en mí y mi presentación. Ni siquiera la respiración se podía escuchar.
—Como existe un sexto hijo no nacido, le sigue en la barra con un poder equivalente a dieciséis veces el poder de sus padres —una silueta negra de la cabeza de un conejo apareció bajo la sexta barra—. Los gemelos que están por nacer aparecen en el séptimo lugar, repartiéndose el poder que les debe tocar. Cada uno tiene un poder equivalente a dieciséis veces el poder de sus padres, cada uno.
El silencio era sepulcral. Apagué el televisor, y cruzándome de brazos, finalicé:
—Les recomiendo que desde ya empiecen a entrenar el poder Woo Foo que les tocó a cada uno. Ese poder de base no es nada sin un buen entrenamiento. Pueden incluso superar a sus hermanos menores si ellos se dejan estar. Tal nivel de poder es fácilmente percibido y demasiado atractivo para cualquier espectro maligno que los descubran, y deben estar preparados para defenderse.
Esperé un par de largos minutos mientras los conejos procesaban la información. Fue algo que hasta a mí me costó creer. Me quedé observando a Yakko, esperando alguna reacción de su parte. Me observaba con extrañeza, como si le hubiera contado un cuento chino. Sé que en la universidad se interesó un poco más en el Woo Foo, pero esta teoría había quedado tan olvidada que hasta los más expertos podrían desconocerla. Fue una vendida fortuna haberme pillado con el pergamino.
—Un momento —Yang fue el primero en hablar. Lo hacía con lentitud y cuidado—. ¿Qué es lo que está queriendo decir?
—Que sus hijos son más poderosos de lo que ustedes podrían imaginar —contesté volteando hacia él—. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Deberán entrenar muy duro para defenderse de los ambiciosos que deseen apoderarse de ese poder.
De inmediato, el conejo rubio levantó la mano.
—¿Sí? —le cedí la palabra.
—¿Qué fue del poder de Yanette? —lanzó su pregunta.
—¿Yanette? —pregunté con intriga.
—Perdón, es la hermanita que perdimos —aclaró—. Me refiero a su poder. Por lo que entiendo, el poder Woo Foo es algo con lo que se nace, y al parecer el de ella era mucho más grande. ¿Qué fue el de ella? ¿Sigue en su cuerpo? ¿Se fue hacia alguna parte? ¿Lo tiene alguien?
—Es una muy buena pregunta —confirmé llevándome una mano al mentón—. Hasta donde yo sé, de acuerdo a la filosofía Woo Foo, el espíritu de un guerrero se va a una especie de limbo conocido como el más allá. Su poder regresa a diluirse con la naturaleza. Pero en el caso de Yanette… Tiene que haber ocurrido algo sobrenatural ese día. ¿Cuándo fue que murió?
—Aproximadamente el 2024, señor —contestó Jacob.
Fue hace seis años. No recordaba ningún desastre natural que marcara una pista de lo ocurrido.
—También existe la creencia de que su poder también se va con el guerrero al más allá —intervino Yakko—, o que se lo cede a un ser amado, o lo deposita en un objeto especial.
—Estamos hablando de un feto nonato —le aclaré, aunque de todo lo lanzado, la teoría de que se lo hubiera llevado a más allá era la más plausible. Era preferible eso a que estuviera pululando en este mundo.
—¿Y si se lo quedó mamá? —comentó Jack de improviso.
—No —respondí—. De haber sido así, lo hubiera notado. Es algo imposible de ocultar.
La pregunta de Jacob quedó sin una respuesta certera. Todo lo que había aprendido de Woo Foo se lo debía a mi caminata perturbada en el patio rodeado de libros. Carl sabía un poco más, pero no era suficiente para comprobar este caso particular. Quizás podría servir para presentar una nueva teoría o algo por el estilo. Lo que sí era cierto es que esa familia era algo demasiado especial. Con su tan sola existencia, estaban cambiando la historia del Woo Foo para siempre.
Solo espero que sigan mi consejo, y entrenen duro, y pronto.
