Amor Prohibido - Capítulo 70
—Volví a ganar.
Ella Mental sonrió levemente. Había perdido la cuenta sobre la cantidad de triunfos en las damas chinas. Carl no dijo nada. Las piezas nuevamente regresaron a su sitio. Habían perdido la cuenta de la cantidad de días que llevaban en eso. La tigresa no parecía aburrirse. Al contrario, le divertía vapulear una y otra vez a la cucaracha. Carl por su parte, resistía estoico ante este desafío a la resistencia mental. Jugaban en silencio. Cualquier tema de conversación moría apenas nacía.
Cuando no estaban jugando damas chinas, estaban comiendo o durmiendo. La cucaracha dormía en un sofá junto a la ventana. Ella dormía en un cuarto en el segundo piso al que Carl jamás pudo acceder. Al amanecer, la tigresa lo despertaba con un tazón humeante. A veces era café, otras veces era leche, chocolate caliente, o té. Raras veces le daba algo más para acompañar al tazón. Los almuerzos y cenas eran un poco más contundentes. Al mediodía Ella detenía la partida para el almuerzo. Muchas veces se valió de ese truco justo cuando Carl le estaba por ganar. La tigresa solía preparar estofados, guisos, sopas, entre otros platos calientes en general. Jamás permitió que Carl le ayudara, a pesar del ofrecimiento de la cucaracha. Le servía platos tan hirvientes como el café del primer día. Todo era ideal para combatir aquellos días tan helados en la montaña Denali. Al atardecer, Ella nuevamente le ofrecía un café o un chocolate caliente para pasar la tarde. Entrada la noche, detenían la jornada de juego para cenar lo que quedaba del almuerzo. Aquella comida siempre era acompañada de una taza de té verde que siempre inducían al sueño a la cucaracha.
Una noche, un fuerte golpe interrumpió la rutina de ambos. Estaban cenando cuando un golpe seco remeció la cabaña. El golpe desparramó gran parte de la sopa de pollo que tenían en sus platos y el agua que tenían en sus vasos. El golpe se volvió a repetir en variadas ocasiones, estremeciendo todo el lugar.
—¿Qué es eso? —preguntó Carl tras buscar con la mirada el origen del golpe.
La cucaracha se percató de inmediato que Ella se había quedado observando fijamente hacia una pared detrás de ella. Los cuadros se remecían amenazando seriamente con caerse. Pronto pudo notar que el patrón del movimiento delataba a dicha pared como el origen de los golpes. El polvo de las tablas caía como la harina desparramada para preparar el pan. Las embestidas proseguían moviendo los focos del techo. Carl se puso de pie, seguidamente de Ella. Ambos centraron su mirada en aquella pared, esperando lo que fuera que pasara.
Y finalmente ocurrió. La pared cedió, rompiéndose en una de las embestidas. Una enorme figura salió desde las sombras. Carl retrocedió instintivamente tirando su silla en el proceso.
—¡Bob tiene hambre! —oyó una voz furiosa.
Antes de reconocerlo, pudo verlo abalanzarse sobre la mesa. Tomó el estofado de vacuno puesto en un gran plato al centro y se lo devoró de un bocado. Se tragó el caldero con sopa, se abalanzó sobre los platos de los comensales, vació el frutero, se devoró el pan. No tuvo piedad con absolutamente nada sobre la mesa.
—¡¿Bob?! ¡¿Qué rayos estás haciendo?! —le gritó Ella prácticamente fuera de sus cabales.
Ahí se encontraba. Frente a ellos, una bola con patas y cabeza con pinchos comenzaba a devorarse los cubiertos. Lo reconoció de inmediato. Era Indestructi Bob.
—¡Basta Bob! —le recriminó Ella quitándole los platos de sus enormes manotas.
—Bob sigue con hambre —repitió molesto volteándose hacia la tigresa.
—¡Basta Bob! —repitió Ella—. ¿Qué no ves que tenemos visita?
Solo en ese instante la bola con patas se percató de la presencia de Carl.
—¡Oh! ¡Hola Carl! —lo saludó animosamente agitando uno de sus brazos.
La cucaracha lo saludó tímidamente agitando levemente los dedos de su mano levantada.
—Vete al sótano. ¡Ahora! —le ordenó Ella apuntando hacia el agujero que dejó al entrar en escena.
La escena quedó congelada por un tenso momento. Bob se volteó hacia la tigresa mirándola con seriedad. La cucaracha temía que podía comenzar una tensa batalla en cualquier momento. En el segundo menos esperado, Bob cedió. Regresó cabizbajo dando pasos arrastrados. Se sentían las pisadas metálicas con cada paso que daba. Tras unos breves segundos, se le vio desaparecer al interior del agujero.
Ella se volteó avergonzada. Carl aún no podía escapar de su asombro. La tigresa deseaba que su inquilino olvidara lo que acababa de ver.
—¿Q-q-qué rayos fue eso? —balbuceó pasmado.
—Este… —por más que se esforzara, la tigresa no tenía una explicación que darle. Decir la verdad no era una opción.
El silencio se esparció luego de que se extinguiera la voz de Ella. La tigresa quería huir de la mirada de la cucaracha, quien no dejaba de observar la escena. Carl se sentía por lo menos confundido. En ese instante lamentaba haber perdido la cuenta de los días que llevaba allí. ¿Era una semana? ¿Acaso dos? ¿Un mes? ¿Desde cuándo estaba Indestructi Bob escondido en la cabaña?
La verdad no era una opción. La verdad era un secreto doloroso y silencioso que llevaba a cuesta desde hacía años. Desde el instante en que nació. Desde el momento en que se convirtió en una hija del pecado por tan solo respirar. Desde el segundo en que perdió el derecho a ser feliz.
Aquella noche una intuición despertó a Yuri. Era una sensación completamente desconocida, pero le regaló un impulso de energía como si se hubiera comido la bolsa de azúcar entera. Como un resorte se puso de pie. La oscuridad aún reinaba afuera de sus párpados. La hora era imposible de deslumbrar. Solo podía ver el brillo de las estrellas y de la luna creciente desde la ventana. La pequeña se acercó dando sigilosos pasos para evitar que la madera de sus pies la delataran. Podía sentir una extraña vibración en su interior. Una vibración que le apuntaba hacia la ventana con una flecha invisible. La abrió sigilosamente. El frescor de la madrugada la golpeó en la cara. Los grillos y los sapos hacían una sinfonía que se colaba hacia el interior para acompañar los ronquidos de Pablo.
Dejándose llevar por su instinto, Yuri salió de la academia. Sus pies desnudos sentían el frio y la humedad de la tierra y el pasto. Aquella flecha invisible le marcaba el camino por entre la penumbra. La invitaba a adentrarse hacia el bosque. Paso a paso fue perdiendo toda aprensión, en busca de la fuente de aquella energía. Quería descubrir si ya había desarrollado su capacidad para percibir la energía de otras personas. Aquellas interminables horas de meditación no podían ser en vano. La curiosidad podía más con ella que la oscuridad, el misterio y el miedo.
Pronto no necesitó de la energía para seguir adelante. Oía voces. No veía nada. Las voces eran su guía más fuerte. La emoción le dio una energía adicional a su corazón, que latía como tambor de reguetón.
—¡Oh Ella! En esta noche de tinieblas, tu presencia ilumina mi vida —oyó una voz masculina.
—¡Bob! ¡No deberías estar aquí! Si mis padres se enteraran —aquella voz femenina pudo reconocerla.
—¡No me importan tus padres! —la voz llamada Bob sonó desafiante—. Si quieres, ahora mismo los enfrento.
—¡Bob! ¡No! ¡Te van a matar! —rogó Ella.
—Prefiero la muerte a tenerte lejos de mí —prosiguió Bob—. Solo aquellos momentos en el que el sonido de tu voz atraviesa mis oídos me regalas una gota de sagrada felicidad. ¡Sueño con la felicidad! ¡Sueño con una vida contigo! ¡Lejos de tus padres! ¡Lejos de toda esta podredumbre!
—Por favor, Bob —la voz de Ella sonaba más triste de lo usual—. Te prefiero vivo y lejos de mí a muerto y…
—¡Jamás! —insistió Bob—. ¡Que me claven una estaca en el pecho si pretenden condenarme a una vida sin ti!
—Eso no será un problema —se oyó una tercera voz conocida.
En un instante, una luz brillante dominó toda la escena. Una luz tan fuerte que encegueció a la pequeña Yuri. Una fuerza invisible la empujó hacia atrás tirándola al suelo. Se oyó un fuerte estruendo como si se tratara de un terremoto, echando abajo todos los edificios a su haber. Solo se limitó a activar un campo Foo dentro del cual apenas cabía. Esperaba que fuera suficiente para resistir lo que fuera que fuera. Alcanzó a imaginar que se trataba de una explosión, o del apocalipsis.
Por un largo instante no pudo ver nada. Parapetada dentro del campo Foo, siguió oyendo la conversación, en la medida en que el ruido se lo permitía.
—¡Papá! —oyó la voz aterrada de Ella.
—¡Ella! —le recriminó el tigre—. ¡Te dije que dejaras de ver a este tipo!
—Maestro Chai —oyó la voz de Bob—, Aun no entiendo qué tiene en contra mía. ¡Amo a su hija! ¡Solo quiero darle el mejor futuro y…!
—¡Cállate! —le gritó Chai en un tono furibundo.
—¡Papá no! —alcanzó a oír el grito de Ella junto a un golpe seco que retumbó hasta en la cabeza de Yuri.
La pequeña pudo abrir los ojos y vislumbrar la escena. Por fortuna observó su entorno antes de desactivar su campo Foo. Su bola de energía estaba sujetando unos diez troncos que habían caído en una pila sobre ella. De un salto escapó del lugar mientras desactivaba el campo y dejaba caer los troncos, provocando un enorme estruendo. Cuando levantó la vista, se encontró con el escenario completo. Todo gracias a unas enormes y brillantes bolas blancas que iluminaban el lugar desde el cielo.
El sitio se encontraba pelado en un radio de aproximadamente diez metros. No había el menor rastro de vegetación. Por las orillas pudo ver los árboles y vegetación arrancadas del lugar apiladas desordenadamente. Sobre ella solo había tierra removida. En el medio pudo verlos. Ella estaba acompañada por un enorme y fornido ser redondo. Tenía una enorme, redonda y firme pansa, un par de puños metálicos, dos piernas metálicas, y una cabeza redonda y con pinchos. Se imaginaba que él debía ser Bob. Con sus enormes puños había detenido uno de los golpes del tigre. Era un puño enorme que brillaba con llamaradas de fuego. El tigre retrocedió un par de metros de un salto mientras le regalaba una mirada asesina. Yuri suspiró aliviada. La pequeña imaginaba que el estruendo del golpe había opacado el escándalo que ella había provocado. La tigresa observaba la escena con las piernas temblando.
Tras un repentino brillo, de la nada apareció Ti. La tigresa le regalaba a la pareja una mirada dura mientras lentamente descendía hasta tocar el suelo con los brazos cruzados.
—¡Ella! —le dijo en tono cortante—. ¿En dónde están tus hermanos?
—No lo sé —respondió nerviosa.
—¿Qué? ¿No están en casa? —Chai se volteó hacia ella.
—Espero que no hayan ido al pueblo —Ti jamás despegó la mirada de su hija.
—Tenemos cosas más urgentes aquí —le informó Chai apuntando a la bola junto a Ella.
—A sí —comentó su hermana con desgano—. ¡Oye tú! —le gritó a Bob—. ¿No te dijimos que si volvías a ver a Ella te ibas a arrepentir?
—Ella y yo vamos a ser felices juntos le pese a quien le pese —lanzó Bob desafiante.
Los cuatro se quedaron estáticos en sus posiciones en medio del escenario. Yuri sintió el impulso de correr en medio de ellos. Sus piernas actuaron antes que su cabeza al tiempo en que sus ojos vieron lo que vieron. Ti y Chai alzaron sus manos. De ellas salieron cientos de pequeñas luces brillantes. Eran como estrellas en miniatura o pequeñas luciérnagas. Ella y Bob retrocedieron aterrados a la vez que esa lluvia de luces se acercaba a ellos. Se les venía encima como un abrazo etéreo que buscaba envolverlos hasta matarlos. Iban a una velocidad que cualquier pestañeo sería mortal.
—¡Campo Foo!
Las cientos de luces chocaron contra la cúpula traslúcida celeste. Frente a la pareja se encontraba Yuri con los brazos y palmas extendidas. Había invocado un campo Foo y había detenido aquel venenoso brillo. Ella y Bob quedaron sorprendidos ante la inesperada intervención de la conejita. Dieron un grito ahogado mientras sus ojos totalmente abiertos con sus pequeñas pupilas apuntaban directamente a la pequeña.
—¿Qué estás haciendo? —le recriminó Chai con el ceño fruncido.
—¡Déjalos en paz! —les gritó Yuri con una valentía que no sabía que tenía—. ¡Ellos no te han hecho nada!
—¡Esto no es contigo! ¡Sal de aquí! —le amenazó Ti con un dedo amenazante.
—¡Ella tiene razón! —le advirtió Ella detrás de la coneja—. ¡Esto no es contigo!
—¡No permitiré que les hagan daño! —exclamó decidida deshaciendo el campo Foo. Su mirada desafiante les advirtió a los tigres que hablaba en serio.
Pronto lo vieron. Un aura amarillo pálido cubrió a la pequeña como si fuera una llamarada. Sus ojos brillaron con luz propia. Eso fue lo único que impidió que los tigres se atrevieran a quitarla del camino por la fuerza. Su energía Woo Foo se había multiplicado en comparación a lo sentido apenas la conocieron. Sabían que su poder era grande, más no imaginaron que podía ser desatado tan pronto.
—¡Esto no es contigo! —Chai intentó juntar valor.
Tras pronunciar aquellas palabras, intercambió miradas con su hermana. Ambos recordaron las ventajas sobre la pequeña. Al final del día ella era una niña inexperta, más ellos eran maestros Woo Foo. A veces la experiencia le gana a la fuerza. Podían usar eso a su favor.
—Ustedes, ¡Huyan! —la niña se volteó y le gritó a la pareja.
Ambos fueron tomados por sorpresa ante esa orden. Quedaron en la encrucijada sobre si hacerle o no caso a una conejita pequeña. No hubo tiempo de pensar más. Apenas se volteó la coneja, vio a Chai frente a frente a ella. Un fuerte golpe en una mejilla la lanzó hacia atrás con la fuerza de un bólido. La niña terminó chocando contra un tronco caído y cayendo sobre la tierra. Mientras la pareja observaba la trayectoria de la niña, Ti lanzó un par de rayos desde sus palmas hacia el suelo junto a Bob. Desde ellas surgieron unas lianas verdosas con vida propia y atraparon a Bob desde sus piernas y sus brazos. La bola con patas intentó hacer fuerza, pero no podía soltarse. Las lianas eran más fuertes.
—Es hora de tu fin —le advirtió Chai acercándose rápidamente a Bob.
—¡No! —fue el grito de Ella interponiéndose entre su padre y su novio. De nada sirvió. Una patada en el costado y Ella quedó fuera de combate. Terminó inconsciente en el suelo a metros de distancia.
—Ahora olvidarás todo lo que sabes de nosotros —le informó Chai con una sonrisa demoniaca mientras posaba ambas palmas a centímetros de la frente de Bob. Las luces nuevamente volvieron a emanar de las palmas del tigre, chocando directamente sobre la cabeza de su víctima. Bob solo podía observar aterrado el lento llegar de su final. Cerró sus ojos apretando con fuerza. La lucha ahora era dentro de su mente.
El tigre no pudo permanecer en su acción por mucho rato. Un puño gigante hecho de una energía brillante y amarilla lo sujetó del torso, levantándolo por los aires. Pronto descubrió que se trataba ni más ni menos que de Yuri.
—¡Vaya! —no pudo menos que exclamar.
La coneja lo agitó varias veces por los aires utilizando su aura como extensión de su cuerpo. Esta era una luz brillante amarilla con forma de un conejo gigante. Sus ojos claros lo miraban con furia.
—¡Cielo santo! —exclamó Ti desvaneciendo sus rayos.
Fue un instante de distracción que Bob aprovechó. La bola, al verse libre de sus amarres, se abalanzó contra la tigresa con todas sus fuerzas. Le dolía inmensamente la cabeza. No podía pensar. La adrenalina se había apoderado de él. Terminó convertido en una bola con pinchos que rodaba a toda velocidad. Embistió a Ti antes de que ella siquiera se percatara qué había pasado.
Chai mientras tanto, invocó a su propia aura Woo Foo. Un tigre gigante y brillante color rojo lo envolvió obligando a la coneja a soltarlo. Ambos animales gigantes se miraron frente a frente de forma desafiante. Chai se abalanzó contra la niña, decidido a dar el primer golpe. La conejita se aferró de su cuello, y con una llave de karate, le dio media vuelta dejándolo de espaldas al suelo. De un salto el tigre se puso de pie directo a embestirla. La coneja resistió la embestida. Ambos detuvieron al contrincante con sus respectivas manos. Era una lucha de fuerza y resistencia. Las lenguas luminosas podían verse a simple vista sobre sus auras, en una muestra de ostentoso poder. Al tigre se le notaba que cada segundo le costaba más. Yuri podía vérsele con la mirada más furiosa jamás vista. Era aterradora. Algo jamás siquiera imaginado.
Ti mientras tanto intentaba lidiar con Bob. Era una tarea que extrañamente le estaba costando más de lo esperado. Su contrincante se había encogido hasta convertirse en una bola con pinchos que la perseguía por todos lados con el afán de embestirla. La tigresa intentó con toda clase de ataques y hechizos con tal de detenerlo. Todo rebotaba sobre su piel metálica y dura. Invocó a su propia aura Woo Foo. Un enorme tigre azul la envolvió mientras intentaba detener aquella bola metálica. Por un instante parecía funcionar. Con sus manotas brillantes había detenido su avance. El polvo, humo y chispas saltaban desde la bola producto de la fricción. De improviso, la bola dio un salto y salió disparada directamente contra la tigresa, atravesando el aura y golpeando su cabeza. Ti quedó tirada en el suelo, inconsciente y cubierta de sangre.
La bola siguió girando hasta llegar junto a Ella. Deshizo su forma esférica y corrió junto a ella. Al voltearse, fue testigo de la lucha entre auras. El miedo lo paralizó por un instante. El desborde de energía era impresionante. Pudo verlo. Fue testigo privilegiado. El tigre brillante comenzaba a ser arrastrado por la coneja. El aura de Yuri se volvió más opaca mientras de su aura emanaba un calor como sol de verano. Tomó a su inconsciente novia, y huyó de allí.
Corrió y corrió. Por entre el bosque, la oscuridad, la noche, el miedo, la confusión, la incertidumbre, el dolor. Traía a una Ella inconsciente entre sus brazos. No sabía hacia donde iba. Solo corría. Esperaba ver algún día la luz del final del camino. Buscaba algo. Buscaba ayuda. Buscaba lo que fuera. Buscaba salvación.
Finalmente lo vio. El final del camino. La solución al fondo del túnel. Un brillo que por un momento lo sintió como esperanzador. Los últimos troncos y arbustos quedaron atrás. Al final, aire libre y puro. Al fin podría ir, por ejemplo, a un hospital, a un curandero, a buscar ayuda. Sanaría su intenso dolor de cabeza. Despertaría a Ella. Ambos ya estarían lejos para cuando esos maestros Woo Foo se atrevieran a buscarlos. Al fin podía sentir la libertad.
Lo que vio desinfló toda esperanza.
El pueblo se encontraba ardiendo en llamas.
Patitos! Nuevamente en este día les envío un cálido saludo a nuestros amigos tanto en México como en Chile. Ambos países han estado celebrando sus Fiestas Patrias durante esta semana. Esperamos que lo hayan (o estén) pasando bien junto a sus familias y amigos. Que estas fiestas les alegre el corazón y les dé más de un momento de felicidad.
¡Viva México! ¡Cabrones!
¡C H I! ¡Chi! ¡L E! ¡le! ¡CHI CHI CHI! ¡LE LE LE! ¡Viva Chile!
Y como anuncio final, nos vemos en Octubre. El próximo fin de semana no habrá Amor Prohibido porque estaremos ocupados en terminar el fictober del año pasado, y también en finalizar la primera revisión de este fic que estás leyendo.
Un abrazo patotástico y hasta pronto.
