Ken, Paola y el señor Futagoza se dirigieron a comer a un restaurante cerca del mar, donde, mientras almorzaban el anciano les contaba varias anécdotas de su juventud.

-¡Es tu turno Aoshi! Te toca contar alguna anécdota de tu infancia –le pidió su abuelo sonriendo, haciendo atorar al muchacho

-Eh...yo...no recuerdo nada interesante –se defendió Ken tomando un poco de agua

-¡Vamos! Sé que no pudiste olvidar la vez que le pediste a tu maestra de tercero de primaria que sea tu novia...

-¿Hiciste eso? –preguntó Paola divertida- Cuéntanos...

-¿Por qué no lo cuentas tú, abuelo? –le pidió su nieto, sonriendo con nerviosismo- Al parecer a ti te divertiría mucho contarlo

El señor Futagoza se divirtió un buen rato contando algunas anécdotas de su nieto en su infancia, quedando claro que antes de ser un adulto aburrido, Aoshi había sido un niño travieso y ocurrente.

-¿Y tú Paola? Cuéntanos algo –solicitó el anciano

-A ver... no sé qué contar... –analizó Paola pensativa- ¡Ah, sí! Cuando tenía unos 4 años le puse pegamento a la gorra de un primo mío, y el ingenuo se la puso sin percatarse –el abuelo sonreía divertido, y Ken aun más, porque sabía de quién podía tratarse XD- Para poder sacársela tuvieron que cortar la gorra y bastante cabello, jaja, así que quedó pelón de arriba y por eso lo escondía con un sin fin de gorras, al final creo que el trauma le quedó y siempre se lo vé con una gorra, incluso ahora, jajaja XD

-Eras una niña traviesa, jaja –le dijo el señor Futagoza, riendo

-No mucho, era sólo una niña llena de energía con ganas de aflorar –se excusó la muchacha diplomáticamente, sin percatarse que Ken la veía fijamente

Charlaron tanto que se había hecho media tarde, así que al terminar de almorzar el anciano se excusó, no sin antes aconsejarles pasear por un parque que quedaba algo lejos de la ciudad. El señor Futagoza les deseó suerte, se despidió y se fue.

-¿Estás de acuerdo con la sugerencia de mi abuelo? –le preguntó Ken una vez en su automóvil

-Ahá, me parece buena idea –contestó Paola sonriendo

Entonces se dirigieron al mentado lugar, donde pasaron una tarde agradable paseando por entre el bello paisaje natural.

-¡Mira! Allí hay una cabaña –exclamó Paola, haciendo reaccionar a Ken, que nuevamente se había quedado en silencio, contemplándola, cosa que para ella no era extraño porque Aoshi solía permanecer callado

-Ah, sí –contestó aun pensativo

-Ya se hizo tarde –alegó la muchacha algo desilusionada por el desinterés del chico- ¿Nos vamos?

-Vámonos –apoyó Ken, dirigiéndose a su automóvil

Pasó cerca de media hora, en la cual Ken trató de encender el automóvil pero no lo conseguía, y lo peor era que había amenaza de lluvia. Trató de encontrar el desperfecto pero aparentemente todo estaba bien.

-¿Y si pedimos ayuda de una grúa? –sugirió Paola preocupada

-Buena idea –contestó el muchacho, que tenía algunas manchas de aceite en el rostro- Pero...no traje mi celular, no quería que me molestasen este día –añadió, tomando en cuenta que efectivamente no querría que Aoshi lo moleste

-¡Vaya! –exclamó Paola desanimada- Yo tampoco lo traje, no quería que mi Nana me controle a cada hora ¿y ahora qué hacemos?

-No lo sé...

-¿Y si vamos a la cabaña que vi por allá? Probablemente tengan un teléfono

-Buena idea, vamos...

Ambos se dirigieron a la cabaña, que era algo así como un centro turístico de descanso. Cuando llegaron comenzó a llover torrencialmente.

-Buenas noches –saludó Ken acercándose al recibidor- ¿Podría por favor prestarnos un teléfono? Nuestro automóvil está descompuesto y nos quedamos varados

-Con gusto –respondió una afable señora- Pero con esta horrible lluvia las líneas se cayeron y estamos esperando a que el problema se solucione

-¿Ahora qué haremos? –preguntó Paola preocupada

-Pueden quedarse aquí mientras la lluvia pasa y el teléfono se arregla –sugirió la dueña del lugar, que aparentemente no estaba muy lleno de visitantes- Acérquense al fuego para calentarse

Los muchachos hicieron caso de la sugerencia y se sentaron en el sillón que estaba frente a la chimenea.

-Fue mi culpa, me distraje por mucho tiempo –se culpó Paola entristecida

-Claro que no –la despreocupó Ken con una sonrisa- Tú no arruinaste el coche ni danzaste para que llueva...

Se quedaron así, en silencio, por muchos minutos, cada uno sintiéndose el culpable de aquella situación. Para empeorar las cosas la lluvia en lugar de disminuir, empeoraba y el teléfono no servía. Ya eran casi las 10 de la noche cuando la dueña del lugar se les acercó con unas tazas de café caliente.

-Lo lamento muchachos –les dijo preocupada, mirando hacia la ventana que era golpeada sin clemencia por las gruesas gotas de lluvia- Ya es tarde y no creo que puedan irse a esta hora hacia la ciudad...

-¿No tiene alguien que pueda arreglar el automóvil? –preguntó Paola esperanzada

-Pues no, mi esposo no está y seguro también quedó varado fuera de los límites del área, cuando llueve no es aconsejable tratar de pasar el puente

-¿Y algún huésped? –volvió a preguntar

-No hay muchos, ocho quizá, pero todos están en sus habitaciones y no creo que quieran ser molestados

-¿Tiene más habitaciones? –preguntó Ken de pronto

-Ahá, si quieren pueden quedarse hoy, y mañana cuando llegue mi esposo le pediré que los saque de aquí –ofreció la señora amablemente

-Si no hay de otra... –aceptó Paola desanimada

-No te preocupes por Tomiko, en cuanto podamos nos comunicaremos con ella –la consoló Ken, rodeándola con un brazo

-Claro... –respondió ella, con una leve sonrisa

Pidieron dos habitaciones separadas (¡¡qué esperaban!) y cada uno, después de desearse buenas noches, se fue a dormir. En su cama Ken no lograba dormir, girando de aquí para allá; no tenía sueño y lo poco que tenía se había espantado con el terrible ruido de los truenos. Entonces escuchó unos golpecitos en la puerta, que inicialmente creyó que provenían de la ventana debido a las gotas de lluvia, pero más claramente los golpecitos se repitieron. Se dirigió a la puerta y se encontró con Paola, que lo veía con ojitos de borrego asustado, cubierta con una manta.

-Estoy asustada –confesó avergonzada- ¿Puedo dormir contigo?

Obviamente él no se esperaba algo similar, así que quedó estupefacto unos segundos, y finalmente, sonrojado, la dejó entrar.

-Gracias –le dijo Paola, entrando en su habitación- Realmente esto es penoso, pero no puedo evitarlo, desde niña le temo a los truenos ¡por culpa de mi primo!

-¿Por qué por su culpa?

-Porque una noche así me encerró en el oscuro altillo de la casa de mis abuelos y yo estaba solita –confesó Paola sonrojada, evitando mirar al muchacho que hasta entonces se percató que sólo vestía una camiseta y boxers

-¡Oh, lo siento! –se disculpó Ken avergonzado, buscando sus pantalones

-¿Por qué? Me gustan tus boxers –comentó Paola inocente, percatándose entonces de lo fuera de lugar de su comentario, posterior al cual ambos parecían unos tomates rojos y brillantes

-¿Quieres acostarte ya? –preguntó Ken avergonzado, ya sin ganas de siquiera ponerse sus pantalones XD

-Claro –respondió Paola rápidamente, librándose de la manta que la cubría

-¿De dónde sacaste ese camisón? –preguntó Ken curioso al verla con un camisón de seda sin mangas, que le llegaba hasta las pantorrillas (¡qué esperaban! ¿un negligé? XD)

-La dueña me lo prestó –contó Paola, echándose de costado- Bueno...buenas noches

-Buenas noches –dijo el muchacho, recostándose a su lado, más tieso que una tabla, inhibido al sentir el calor de la joven junto a él

De pronto un terrible trueno resonó y Paola se cubrió el rostro con las sábanas.

-Aoshi... –murmuró asustada- ¿Te molesta si te abrazo?

-Eh...no, por supuesto que no –respondió Ken casi automáticamente, sorprendido que su roja cara no brillara en la oscura habitación, extendiendo un brazo para que Paola se acomodara

-Gracias... –susurró ella complacida, abrazándolo y apoyándose en su hombro antes de quedar profundamente dormida

-Por nada –respondió él casi inaudible por la extraña sensación que tenía en ese momento, que lo mantuvo despierto toda la noche, no siendo consciente más que de estar abrazando a la novia de Aoshi

Con los primeros rayos de luz de la mañana, Ken aun despierto pese a tener los ojos cerrados escuchó una suave melodía que provenía del pasillo, seguramente de los parlantes que tenía la cabaña. Quizá, pensó el muchacho, a la dueña le gustaba despertar a sus hospedados con algo de música, fue entonces que escuchó más atentamente la melodía que decía "Algo me está pasando desde que te vi; lo único que hago es escribir sin razón; hablas de todo un poco cuando estás conmigo, y cualquier tema es entretenido si estás tú; cuéntame, cuéntame de todo y sin medida, quiero descubrirte cada día, cada día; y trato de descubrir lo que yo estoy sintiendo, de descifrar tus gestos conversando y riendo; no puedo, no puedo quererte aunque me muera; necesito pensar aunque no quiera, no puedo amarte, no puedo amarte, ahora no...; no puedo, no puedo quererte aunque me muera; necesito pensar aunque no quiera, no puedo amarte, no puedo amarte, ahora no..." (de Gianmarco, "No puedo amarte"). Contempló a Paola con ternura, en unos días tendría que separarse para siempre de ella, no volvería a verla jamás, y lo peor del caso es que ella iba a comprometerse y luego a casarse con un tipo que para él ya quedaba claro, sólo había estado amargándole la vida. Sintiendo una gran desesperación de que aquel momento pase, rodeó a la muchacha con ambos brazos y se quedó dormido.

Un poco más tarde Paola fue despertando y descubrió que se encontraba resguardada entre los brazos de su novio. Sintió algo de vergüenza, después de todo Aoshi jamás había estado tan cerca suyo, pero por nada del mundo iba a despertarlo y abandonar ese sentimiento de seguridad y plenitud que tenía en aquél momento; aun cayendo en conciencia que estaba lejos de la ciudad y que llegaría superhipertarde a sus clases en la universidad.

Mientras que para Aoshi, lo contrario que para Ken, el domingo había sido un desastre. Como ya no soportaba tener que aguantar a los de la selección, decidió quedarse encerrado en su habitación todo el día, mirando el techo. Pidió algo de comer en su habitación. Lo peor para él fue la noche, ya que tuvo pesadillas consecutivas, que se repetían una y otra vez, y que lo habían despertado varias veces, la que aun permanecía en su mente era una en la que él se encontraba en un largo pasillo oscuro, al fondo se observaba una luz, entonces él se acercaba y veía que era un espejo, donde su reflejo lo observaba con una sonrisa burlona; entonces, por el espejo, miraba acercarse a Paola, quien se prendía de su brazo en su reflejo y se quedaba mirándolo; luego ella se marchaba con su reflejo y entonces Aoshi se daba cuenta que en ese momento él figuraba como el reflejo del espejo.

-Tengo que acabar con esto... –murmuró, empapado de sudor, sospechando que algo no andaba bien

Cuando el esposo de la dueña de la cabaña llegó al lugar, la mujer fue a la habitación de Ken a avisarle el hecho. Luego de tocar, Ken despertó y notó que seguía abrazado de Paola, quien tenía los ojos cerrados pero no dormía. Delicadamente el muchacho la soltó y fue a abrir.

-Buen día muchacho –saludó la mujer sonriente- Espero que hayan dormido bien, aun no desperté a tu amiga

-Buenos días –contestó Ken somnoliento

-Venía a avisarte que mi esposo llegó y que los puede llevar a la ciudad; arreglaron el teléfono y pueden pedir que una grúa recoja su automóvil

-Muchas gracias, es usted muy amable –agradeció el muchacho más despierto

La señora se fue y Ken volvió a avisarle a Paola la noticia.

-Paola... –susurró cerca de ella

-¿Humm? –murmuró ella entreabriendo los ojos (qué buena actriz, si ya estaba despierta XD)

-Ya podemos irnos

-¿Qué hora es? –preguntó Paola incorporándose

-Las 9 de la mañana

-Oh, oh, llegaré tarde a clases –confesó ella, fingiendo preocupación

Ambos se vistieron, bajaron a desayunar y después de agradecerle, y obviamente pagarle, a la dueña de la cabaña, se fueron en la camioneta del esposo de dicha señora rumbo a la ciudad. Habían llamado antes de irse a una grúa, misma que le indicaría a Ken cuando tuvieran el auto en su taller.

Al llegar a casa de Paola se encontraron con que Tomiko había estado toda la noche esperando su llegada. Había pensado todo lo que les regañaría a ambos cuando los viera, pero en cuanto aparecieron por la puerta se abalanzó sobre su "niña" y con lágrimas en los ojos le agradeció al cielo que esté bien; luego reparó en Ken, quien ya esperaba que le dijera su vida en verso, pero la mujer sólo atinó a acariciarle una mejilla y agradecerle por haber llevado a la Wakabayashi sana y salva.

-Gracias por todo –le dijo Paola sonriendo a Ken, cuando un taxi ya lo esperaba

-No tienes nada que agradecerme

-Fue el mejor fin de semana que tuve en mucho, mucho tiempo...

-Espero que se repita, entonces –dijo el muchacho, dándole un beso en la mejilla- Nos vemos en la noche

-Que te vaya bien –se despidió ella enternecida, mientras él se subía al taxi y se alejaba

-Tienes muchas cosas que contarme –sentenció Tomiko cruzada de brazos, parada tras de ella

-Lo que quieras Nana, lo que quieras –respondió Paola suspirando

En el hotel de concentración de la selección japonesa Aoshi estaba que lo llevaba el demonio. Desde las 7 de la mañana había estado intentando comunicarse con Ken, pero su celular estaba apagado, y no contestaba el teléfono de su departamento. Con el genio podrido bajó a desayunar y sus compañeros, como lo hacían últimamente, lo ignoraron. Cuando llegaron al entrenamiento Aoshi nuevamente fue a sentarse al banquillo de suplentes.

-¿No piensas entrenar hoy? –le preguntó Sanae curiosa, acomodando la bolsa de balones- Si no harán más que ejercicios tácticos

-No, no voy a entrenar –respondió Aoshi con desplante- Es algo que decidí, porque o me ponen de jugador común y corriente o no juego, porque no seré portero...

-¿No bromeas, no? –volvió a preguntar la chica sorprendida

-No suelo bromear –aclaró el joven orgulloso

-Pues fue eso lo que hiciste en el examen físico ¿no? –preguntó Sanae irritada al recordar el hecho- ¿Recuerdas, la broma ésa que me hiciste refiriéndote a Tsubasa?

-No lo recuerdo, además ya le dije, yo no bromeo...

-Sanae –la llamó Tsubasa algo avergonzado, con ese tono peculiar dirigido sólo a ella- ¿Será que...será que podemos almorzar juntos hoy?

-Claro que sí –respondió la muchacha radiante de alegría

-Bien, entonces luego del entrenamiento... –continuó Ozora, algo nervioso- Ya le pedí el permiso respectivo al entrenador

-Perfecto... –murmuró anonadada, suspirando mientras él se iba luego de despedirse de ella con un gesto de la mano

-¿Acaso no es poco profesional entablar relaciones amorosas entre compañeros de trabajo? –preguntó Aoshi alarmado- Y más cuando usted es una de las pocas mujeres que trabajan aquí...

-Primero, yo no trabajo, lo que hago es para colaborar al equipo –aclaró Sanae pacientemente- Segundo, como si no supieras que Tsubasa y yo somos novios; y tercero ¡qué te importa lo que haga o no!

-Excúseme –se disculpó Aoshi ofendido por la reacción- Pero no creo ser merecedor de tal grosería, además yo sólo estaba indicándole el modo correcto de actuar de una dama

-No necesito que me indiques nada, gracias –ironizó la muchacha- Yo sé lo que hago y respeto mucho a este equipo, por eso el entrenador ni los directivos han tenido quejas de mi, aun cuando todos saben de la relación entre Tsubasa y yo

-¿Lo saben? –preguntó horrorizado- ¿Y no la han despedido? Sólo falta que un día de estos aprueben su vida marital en el interior del grupo...

-Óyeme, óyeme, no me ofendas –se indignó Sanae- Tsubasa y yo sabemos diferenciar muy bien los lugares y situaciones en la que nos encontramos, somos muy decentes ¿estamos?

-No estoy de acuerdo, yo creo que un hombre y una mujer sólo pueden compartir un techo, y peor aun, una misma habitación sólo cuando los una el matrimonio –comentó Aoshi con diplomacia (menos mal no sabía lo que pasó con Paola y Ken XD)

-¿Qué nunca has tenido novia? –preguntó la muchacha curiosa

-Tengo novia –aclaró el chico- Y ella se comporta tal y como una mujer decente y distinguida debe hacerlo: se dá su lugar y sabe cuándo está siendo irreverente

-Pues entonces en lugar de novia tienes una mascota –se burló Sanae hiriente- Una a la que sólo le deben faltar los hilos si dices manejarla tan bien ¿cuánto te costó? ¿con qué la premias luego de hacer sus gracias?

-¡No te permito! –se indignó Aoshi molesto como muy pocas veces solía estallar, poniéndose de pie

-¡Pues lo siento pero es la verdad! No puedo creer que te sientas orgulloso de estar junto a alguien "que sabe cuándo es irreverente" –remedó la joven sin miedo- Y lo que es peor, no puedo creer que haya mujeres así, sin dignidad...

-Ella me quiere –se defendió Aoshi, dolido- Por eso me respeta

-Y eso está muy bien –respondió Sanae tranquilamente, sacando los balones de fútbol de su bolsa- Pero no confundas respeto con miedo, porque...¿estás seguro que ella te respeta porque te quiere o porque por alguna razón te tiene miedo?

Sanae rodó los ojos incrédula del tema que acababa de tocar con aquel muchacho, que de alguna manera siempre conoció; mientras Aoshi se quedaba pensativo y ciertamente preocupado.