Rato después Paola y Ken se fueron en el automóvil de Aoshi (¿cómo sonó eso, eh? XD). Ella se veía más desinhibida que antes, bueno, al menos desde que el otro muchacho la conoció. Ya que al recordar a la Paola que vio por primera vez, reconoció que la joven que estaba sentada junto a él sonriendo y extasiada viendo cómo lucía de hermosa la ciudad por la noche, no era definitivamente la misma. Creía que si Aoshi había ideado todo ese ridículo plan para poder complacer a Paola, él no había necesitado para eso más que ser él mismo, lo que de alguna manera significaba un triunfo en contra del altanero empresario; aunque sabía también que con quien se comprometería la chica sería con aquél que la había amargado. Aun así decidió pasar los últimos días que le quedaban como suplente de Futagoza, haciendo de su vida y de la de Paola algo digno de recordar por siempre, aunque después no se volvieran a ver jamás (ja! soy fanática del dramatismo de CLAMP uuU).
Se detuvieron en un supermercado a comprar lo necesario para una cena decente, ya que según recordaba Ken, en el refrigerador del departamento de Aoshi no había muchas cosas que se podrían considerar sabrosas ni apropiadas para cocinar, ya que o eran muy exóticas o demasiado caras, cosa que no despertaban su apetito.
-¿No crees que son demasiadas papitas fritas? -preguntó divertido, al ver que Paola ponía en el carrito tres bolsas de papas a la francesa precocidas
-¿Bromeas? Las papas fritas nunca son demasiadas –alegó poniendo sus manos en la cintura- Además, si lo dices por el exceso de grasa, no te preocupes, yo me las comeré... ¿helado?
-Bien, pero de chocolate y coco
-¿No eras alérgico al chocolate? –preguntó intrigada, viendo cómo el muchacho ponía dos potes de helado en el carrito
-Tú lo dijiste, ERA, pero como que mi salud vá mejorando
-No sabía que las alergias iban y venían –murmuró confundida, avanzando por el pasillo
-Conmigo nada se sabe ¿no te diste cuenta, verdad? –le preguntó mirándola fijamente a los ojos
-¡Claro que me di cuenta! Es sólo...es sólo que a veces no sé qué pensar
-Por ahora no pienses
-¡Ja! ¿Quieres que me ponga en "modo Genzo"? –se indignó Paola frunciendo el ceño
-Jajaja, no, pero no razones cuando lo importante es sentir
-Ok, pero si pasa algo malo, ¡no me culpes! –le advirtió Paola pícaramente, guiñándole un ojo y haciendo sonrojar a Ken- ¿Te parece demasiado si llevamos crema batida y queso fundido? Nunca se sabe con qué se pueden combinar las papas a la francesa...
-No, no hay problema –respondió Ken mirándola con ternura
Cuando llegaron a la caja registradora, mientras la muchacha que atendía verificaba los precios de los productos, Paola notó que la susobicha (lo puse bien "SUSOBICHA") miraba de cuando en cuando y de reojo a su novio, lo que le provocó cierta incomodidad, más porque él estaba entretenido leyendo una revista y ni cuenta se había dado.
-¡Vaya Aoshi! Creo que tienes algo en la cara ¿serán acaso monitos? –exclamó Paola molesta con exageración
-¿De qué hablas? –preguntó Ken confundido
-Es que aquí, la señorita, te anda mirando interesada ¿por qué no le preguntamos la razón? –sugirió irónica
-Eh, yo... –balbuceó la empleada roja de la vergüenza- Lo siento señorita, pero es que su novio se me hizo conocido
-¿Conocido de dónde? –indagó Paola interesada
-Sabe, yo soy fanática del fútbol, y...nunca creí poder ver a uno de los seleccionados –alegó la muchacha menos avergonzada
-¿Seleccionado de dónde? –continuó la Wakabayashi confundida, mientras un boquiabierto Ken pagó tan rápido como pudo y la sacó prácticamente jalándola de un brazo
-¡Gracias por todo! –exclamó Ken sonriendo forzadamente mientras salían
-Pero Aoshi... –se quejó Paola- Quería saber con quién diablos te confundió esa coqueta
-Pobrecita, seguro como ya es tarde le dio sueño y está viendo visiones –dijo el muchacho nervioso
-Puede ser, de todos modos no podemos irnos –dijo la joven resuelta retomando el camino
-¡No! –exclamó él, deteniéndola
-¿Por qué no? Olvidamos el helado –recordó Paola tranquilamente
-Tú entra, yo voy por el helado –ofreció Ken abriendo la puerta del automóvil y dejando las bolsas en el asiento trasero
El muchacho regresó a la tienda, donde la empleada aun los espiaba.
-Je, olvidamos el helado –comentó apenado, llevándose la respectiva bolsa
-¿Usted es Ken Wakashimazu? –soltó la joven curiosa- ¿Podría darme su autógrafo? Mi hijo y yo somos muy fanáticos del fútbol, él quiere entrar en el Toho para seguir los pasos del señor Hyuga y de usted, pero bueno, no está a nuestro alcance...
-¿Cuántos años tiene su hijo? –preguntó conmovido
-Sólo 6 años –contestó la empleada orgullosa- Pero juega al fútbol muy bien, y por eso haré lo que sea porque triunfe y un día sea parte de la selección de Japón
Sin decir más, Ken tomó el papel y el lápiz que la muchacha le alcanzaba y escribió una gran dedicatoria al niño.
-Su hijo es muy afortunado al tenerla –le dijo sonriendo- No deje de apoyarlo, y si su sueño es entrar al Toho y él juega bien al fútbol, tiene muchas posibilidades de hacerlo como becado, ya lo verá...
-Gracias –contestó ella devolviendo la sonrisa- Muchas gracias señor Wakashimazu
El joven se despidió y salió con una extraña sensación reconfortante.
-¿Qué tanto hacías? –le preguntó Paola, que había estado escuchando a "L'arc en ciel" mientras lo esperaba
-Preguntándole si se podía mezclar crema, queso fundido y papitas fritas –respondió él divertido
-¿Y se puede o no?
-Si aguantas...¡todo se puede! (mi mejor amiga comía palomitas de maíz con muss de chocolate --U)
Cuando llegaron al departamento de Aoshi colocaron las bolsas de su compra sobre el mesón de la cocina.
-¿Puedo poner música? –preguntó Paola dirigiéndose al mini componente que había allí
-Claro
-Veamos –analizó Paola viendo los CD's que Aoshi tenía- Mozart, Beethoven...tenores y más tenores...música de cámara...¿no tienes nada más?
-Supongo que no –contestó Ken encogiéndose de hombros
-Vaya, entonces tendré que buscar algo en la radio –dijo resuelta, sintonizando un dial en particular- ¡Eso me gusta!
-¿Savage Garden? –preguntó él interesado
-¿No cantan precioso? Aunque bueno, ya no son una banda, creo...
-Truly, madly, deeply... –murmuró él escuchando la melodía
-Como lo que siento por ti –comentó Paola, dándole un beso en la mejilla- ¡Ahora vamos a cocinar!
Como ninguno de los dos sabía cocinar muy bien que se diga, pusieron en una sartén unas hamburguesas de caja y frieron las papitas.
-No sé para qué compramos verduras, arroz ni todo lo demás –comentó Ken divertido, poniendo la hamburguesas en un plato
-Algún día los necesitarás –lo consoló Paola virtiendo en un platito bastante queso fundido y crema batida, y sacando dos cucharas- ¿Chocolate o coco?
-¿Por qué?
-¿Nunca comiste helado directamente del pote? –le preguntó incrédula- Créeme que es más sabroso
-En ese caso... chocolate
-Ni modo, entonces yo me quedo con el coco...
Ambos se acercaron con su comida a un sillón que había frente a una televisión y se pusieron a comer.
-¿Salsa picante? –ofreció Paola batiendo una botellita roja
-No gracias –contestó Ken mordiendo una papita
El muchacho se deleitaba viendo cómo Paola mezclaba en un recipiente pequeño salsa picante, crema batida, queso fundido, algo de mayonesa y mostaza; y se preparaba ceremonialmente para comer papita por papita con un tanto de dicha mezcla. Cuando dio la primera mordida, la joven puso cara de asco.
-¡Falta picante! –exclamó vaciando más de la botellita
-¿Cómo lo haces? –le preguntó extasiado
-¿Esto? Mezclo todo lo que me viste y con una papita yo...
-No eso –la interrumpió Ken- ¿Cómo vives tu vida tan intensamente pese a todo lo que te hice?
-Tú no me hiciste nada –negó la muchacha mascando una papita- Yo quise cambiar por ti y creo que no me salió muy bien, pero como ahora eres distinto conmigo, nuevamente puedo disfrutar el compartir contigo
-¿Qué te enamoró de mi? –preguntó Ken mirándola intensamente
-No quién eras, sino cómo eras...
-Cómo era antes o ahora
-Ahora y siempre –murmuró Paola, acercándose a él para darle un beso en los labios, pero antes de hacerlo derramó su salsa mix en la camisa del chico- ¡Oh, lo siento!
-No te preocupes –le dijo él, limpiándose con una servilleta- Voy a ponerme otra
Ken se levantó y se fue hacia la habitación de Aoshi, entró en el baño después de sacarse la camisa y trató de quitar la mancha, pero vio que no tenía remedio. Cuando salió notó que Paola, entretenida, se estaba probando un suéter suyo frente a un espejo largo que allí había.
-¿Qué estás haciendo? –preguntó el muchacho divertido, apoyándose en el marco de la puerta
-Eres bastante alto –comentó ella, agitando el exceso de mangas en sus manos
-Mejor sácate eso –le pidió Ken sonriendo, acercándose a ella
-¿Crees que me queda bien? –continuó Paola juguetona, levantando los brazos para dejar sus manos libres
-Síp, pero ya sácatelo y volvamos a cenar –le dijo, jalando el suéter por las mangas, para ayudarle a quitárselo
-¡No Aoshi! –pidió Paola, tratando de evitarlo
Pero ya era muy tarde Cuando Ken tenía ya el suéter en sus manos, se percató del "pequeño detallito": para ponérselo, Paola se había quitado el suyo, y bajo el suyo, no tenía más que su ropa interior. Obviamente ambos se pusieron rojos como tomates.
-Yo... –trató de disculparse Ken, bajando la mirada
-Qué vergüenza, lo siento –se le adelantó Paola, buscando su suéter- Sé que ahora pensarás que soy una indecente
-Jamás creería algo así de ti –aclaró el muchacho, recogiendo la ropa de la chica y alcanzándosela
-¿Eres otro, verdad Aoshi? –inquirió la joven mirándolo sin pena alguna (y sin suéter, claro está XD)
-¿Qué? –preguntó Ken nervioso
-Cambiaste por mi –murmuró Paola conmovida, acariciándole una mejilla
-Eh...yo... –trató de confesar Ken, pero no pudo hacerlo, porque la muchacha lo besó y ambos se dejaron llevar por sus emociones. "Sólo con el roce de sus labios, y el contacto de su piel, se fundieron en un acto de amor puro que ambos ya deseaban tener..."
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Ken aun se hallaba durmiendo plácidamente, mientras Paola se encontraba despierta, sentada sobre la cama, vestida únicamente con la camisa del pijama de Aoshi (ja! Eso suena raro sí o sí XD) y contemplando al muchacho, sólo iluminada con la tenue luz de una lámpara de la mesita de noche. De pronto, para sorpresa suya porque era media madrugada, su celular sonó y ella contestó, era nuevamente aquél número del que Aoshi había llamado ya en dos ocasiones, pero no podía ser, pensó ella, porque él estaba en ese momento a su lado.
-¿Aló? –contestó Paola en voz baja, pero nadie contestó- ¿Quién es? Mire que si es una broma, no es graciosa
-¿Quién es? -preguntó Ken adormilado, el sonido del celular lo había despertado
-No sé –respondió la muchacha encogiéndose de hombros
-¿Aló? –dijo el joven tomando el aparato, pero ya se escuchaba sólo el sonido característico de cuando cuelgan del otro lado
-¿Tú me llamaste de un número similar?
-¿Yo? Para nada, siempre te hablo de mi celular
-Qué extraño...
-¿No estabas durmiendo? –le preguntó Ken incorporándose, al verla sentada
-Nop, no tengo sueño –admitió ella sonriendo
-¿Qué hora es? –volvió a preguntar el muchacho, restregándose los ojos
-Casi las 4 de la mañana –le dijo Paola viendo su celular
-¿No piensas dormir? Mañana tienes clases –le recordó el joven, echándose nuevamente
-No, porque no quiero perderme ni un momento de esto que estoy viviendo...
-Ven acá –le pidió Ken suavemente, estirando un brazo, donde la muchacha se acomodó
-Aoshi, júrame que nunca cambiarás –le pidió Paola abrazándolo con fuerza
-Créeme que éste Aoshi nunca cambiará –respondió Ken enigmáticamente
Y nuevamente uno en brazos del otro, se quedaron dormidos.
Durante toda esa noche Aoshi tampoco pudo dormir. La pesadilla de la otra vez se repetía con más frecuencia, y a ella se sumaban una serie de caras conocidas por él que se le reían maliciosamente al verlo atrapado en el espejo. Fue por eso que se despertó repentinamente, y con el mismo mal presentimiento de otras veces, lo primero que se le ocurrió fue llamar a Paola, sin fijarse la hora que era. Cuando ella contestó, con sólo oír su voz, se sintió más reconfortado, sin embargo no tuvo el valor, por vez primera, de articular palabra y decirle algo a su prometida, así que inmediatamente colgó; sintiéndose tonto por estar avergonzado cual adolescente con un amor secreto y sin imaginar ni cercanamente el motivo por el cual aun sentía angustia en el pecho.
