Amor Prohibido - Capítulo 80

—¿Sabes? Iríamos más rápido si no nos detuviéramos en cada bencinera.

Carl se dirigía de regreso a casa junto a Ella Mental e Indestructi Bob. A pesar de la distancia recorrida, aún se podía observar el monte Denali. La exasperación aumentaba en la cucaracha conforme pasaban los días. Ella le pedía detenerse en cada bencinera o restaurante que encontraban en el camino por diversas razones relacionadas con Bob. Desde ir al baño, comer, ir al baño, comprar algún juguete, ir al baño, descansar, entre otras como ir al baño.

A cada momento se preguntaba por qué seguía atado a ese par. Fácilmente se podría teletransportar de regreso a casa y dejarlos varados. La vergüenza de llegar frente a Yin sin el Amnesialeto, sumado a la promesa que le hizo a Ella lo retenía junto a ellos.

—¡Oh vamos Carl! —exclamó la tigresa con una alegría hipócrita—. ¿Cuál es la prisa? Además, ¡mira a Bob! ¡Está feliz!

Ambos se encontraban en una de las mesas plásticas de un restaurante ofrecido por una bencinera. Ambos se voltearon hacia la caja, en donde Bob agarraba una docena de barras de chocolates desde el aparador, los aplastaba con su manotas y se los comía de un bocado con empaque y todo. La alegría deslumbrante iluminaba a Ella y asqueaba a Carl. Este último sólo podía fijarse en las manchas de chocolates repartidas en toda la bola y su alrededor.

—Pues que le prometí a Yin el Amnesialeto hace meses. ¡Y ni siquiera sabemos en dónde está! —exclamó ofuscado.

—¡Ah verdad! Tu amada —comentó la tigresa con una sonrisa burlona.

Carl estuvo a punto de explotar cuando ambos vieron aproximarse a la bola con una bandeja plástica.

—¡Bob trajo la comida! —exclamó dejándose caer sobre su asiento para terminar rompiéndolo.

—¡Gracias Bob! —exclamó Ella sacando un vaso de bebida junto con una especie de hot dog gigante con una capa de tomate picado, palta y mayonesa—. ¡Ten Carl! —agregó sacando el otro vaso con el otro hot dog.

La tigresa se hallaba feliz. Hacía mucho tiempo que no salía de su cabaña, y no recordaba la última vez que había tomado la ruta panorámica de un viaje. Además, ¿acompañado de Bob? ¿Con la esperanza de traer de regreso a su amado? Se sentía con la lotería ganada.

—No me gusta la palta —Carl observó de reojo la comida antes de despreciarla.

—¡Vamos Carl! ¡No seas amargado! —respondió Ella antes de darle un gran mordisco a su hot dog—. Ya encontraremos el Amnesialeto y salvaremos a tu amada —agregó con la boca llena—. Oye, esto está bueno. ¿Qué es? —se volteó hacia Bob.

—No lo sé —respondió la bola tragándose el hot dog de un bocado, para luego tragarse la bebida de un largo sorbo.

—Es un completo —le informó Carl observando de reojo nuevamente su platillo—. Es la versión chilena del hot dog —Ella sonrió al notar que la cucaracha tomaba cada vez más interés en su comida—. ¿Cómo rayos venden esto aquí en Alaska?

—Bob sacar de allí —la bola apuntó hacia un costado de la caja. Había un mostrador completamente destrozado. Un letrero colgante informaba que se trataba del autoservicio.

—Bien hecho —Carl le sonrió tras ver la destrucción provocada—, pero para la próxima lo quiero sin palta —tomó su completo, lo observó con detención y le dio un primer mordisco.

Nuestro trío se encaminaba a pie de regreso a casa. Caminaban a orillas de la carretera mientras conversaban o hacían cualquier cosa con tal de pasar el rato. A veces lograban hacer dedo y algún desconocido les acortaba la marcha. Parecía ser toda una aventura si no fuera porque cada día desgastaba la paciencia de la cucaracha. Las noticias se entremezclaban con los rumores, creando un revoltijo que lo amedrentaba. Lo único que él consideraba seguro —gracias a diversas menciones—, era que Yin estaba presa y Yang había salido de la cárcel. Más detalles al respecto era imposible confirmarlos. El tan solo hecho de saber que la coneja estaba en la cárcel torturaba sus neuronas y corazón. Se sentía un maldito inutil. No había dado con el Amnesialeto, y ni él ni sus acompañantes tenían la menor pista sobre dónde buscarlo. Se sentía derrotado y a la vez se negaba a sentirse derrotado. Le exigía al mundo una señal. No podía ser este el fin de su aventura.

Esa noche caminaban por la orilla de un camino solitario jugando al «Veo, Veo». La luna llena y las estrellas iluminaban lo suficiente para que nuestros aventureros pudieran jugar. A pesar de la hora avanzada, ninguno tenía sueño. Parecía ser que durante aquella noche podrían avanzar varios kilómetros.

—¡Veo un coyote muerto! —exclamó Bob apuntando hacia el animal muerto junto a un árbol a la orilla del camino.

—¡Veo un auto estrellado! —exclamó Ella apuntando hacia el otro lado del camino, en donde había un auto destrozado y oxidado.

—¡Veo la luna!

—¡Veo un arbusto!

—¡Veo un gatito!

En eso Ella se volteó hacia Carl, quien avanzaba en silencio, tolerando a ese par de locos que lo acompañaban.

—¡Vamos Carl! ¡Únete al juego! —le dijo Ella con alegría.

Carl suspiró pesadamente y observó el entorno por un instante.

—Veo… un ninja —balbuceó sin pensarlo mientras sus ojos lograron captar un movimiento extraño.

—¿Un ninja? —cuestionó Bob extrañado.

—¡Te lo acabas de inventar! —alegó Ella.

—No. Es un ninja —la cucaracha paró en seco, obligando a sus acompañantes a detenerse.

Observó con atención el paisaje en busca de nuevas señales. Más bien guiado por la energía que podía percibir lograba localizar su objetivo. El terror aumentó al percatarse que se trataba ni más ni menos que energía oscura del Maestro de la Noche. Solo podía pensar en una persona.

Denis Trevor.

Carl entró al prado seguido de una plantación de cebada tras la pista del demonio.

—¡Hey! ¿Qué haces? —exclamó una muy confundida Ella Mental. Al igual que la cucaracha, había sentido una presencia maligna y familiar, pero era algo sobre lo cual prefería no entrometerse.

Lamentablemente, al ver cómo Carl había emprendido la marcha a su siga con tanta determinación, se vio en la obligación de seguirlo. Por defecto, Bob también emprendió la marcha tras la tigresa.

Los tres siguieron a la sigilosa sombra unos cuantos kilómetros hacia adentro. Carl se temía que aquella señal fueran malas noticias. Recordó la misión que lo trajo hasta acá en primer lugar. La misión que lo empujó a cruzarse nuevamente en el camino de Yin. Era el momento. Era la hora de terminar con el Maestro de la Noche.

La plantación de cebada terminó repentinamente junto a un enorme cráter. Parecía ser de unos cien metros de diámetro por unos cincuenta de profundidad. Aparentemente había caído en medio de la plantación, quemando algunas matas a su alrededor. Parecía haberse formado hace bastante tiempo, puesto que no había rastros de humo ni llamas. En el centro del forado, en la parte más profunda, en la zona en donde ninguna luz era capaz de llegar, pudo sentir la presencia de su perseguido.

Repentinamente, una luz blanca escapó desde ese punto. Un brillo que hirió los ojos de todos los presentes. Carl se vio en la obligación de cubrirse la mirada, seguido de Ella y Bob, quienes se asomaron segundos más tarde. Su persecutor cubrió inmediatamente la fuente de la luz con un trapo de cuero, trayendo de regreso a la oscuridad nocturna. Para todo aquel que había presenciado el potente brillo, se le dificulta recobrar la vista a la mitad de la noche.

El demonio sonreía entre la oscuridad. En sus ansias de poder, había conseguido el amuleto más poderoso jamás concebido. Sus dientes de tiburón retorcidos tomaban aire en su amplia sonrisa. Confiado, se sentía el ser más poderoso del planeta. No solo ya dominaba el poder del Maestro de la Noche, sino ahora estaba a punto de dominar el poder Woo Foo.

Inmerso en su confianza, no se percató de la presencia del enemigo tan cerca suyo. Estaba a punto de guardar su tesoro cuando una patada voladora lo lanzó varios metros hacia atrás. El objeto quedó al descubierto por unos segundos, esparciendo su brillo en su entorno. Antes que alguien pudiera reaccionar, el atacante lo levantó del suelo y volvió a cubrirlo. Era una especie de piedra preciosa del tamaño de un puño pequeño.

—¡Hey tú! —exclamó Denis molesto volcándose hacia su atacante—. ¡Devuélveme eso!

—Sobre mi cadáver —advirtió con seriedad guardando la piedra bajo su capucha. Se trataba de alguien alto, con voz masculina, guantes de cuero, zapatos de charol negro, y una enorme y amplia capucha que le cubría desde la cabeza hasta las pantorrilas. Dentro de esta, solo se podía apreciar la oscuridad que ocultaba su rostro.

—Bien, si así lo quieres —un dejo de locura se asomó en el rostro maniático del demonio.

De un segundo a otro, Denis se abalanzó contra su enemigo. Fue un golpe rápido, que nadie podría ver venir. Su contrincante en cambio lo vio con facilidad, haciéndose a un lado. A partir de ese instante comenzó una batalla a la velocidad del rayo. Denis le lanzaba miles de veloces golpes con sus brazos y piernas, cosa que su contrincante evadía con facilidad.

—¡Deja de huir! —exclamó molesto el demonio al notar que su enemigo se echaba hacia atrás evadiendo todos los golpes.

—Esto es solo el calentamiento —respondió el encapuchado con voz burlona.

La velocidad de movimiento prácticamente los había hecho desaparecer del lugar. Solo la presencia de energía indicaba que aún seguían allí. Ella quedó sorprendida ante el espectáculo que estaba presenciando. Jamás en su vida había visto enfrentarse a luchadores tan poderosos. Sabía que lo que estaba por venir iba a ser intenso. Bob observaba todo con confusión. Al no ser capaz de sentir la energía de las personas, lo único que podía ver era vacío y oscuridad. Carl en cambio, guardó su emoción para su corazón ya estrujado. Ya le era conocida la energía del demonio, pero le sorprendió descubrir la energía del encapuchado. Era Woo Foo puro y duro. Y no solo eso, era el poder más intenso jamás antes visto.

Repentinamente el encapuchado decidió actuar, devolviéndole una patada al demonio. Le regaló un fuerte golpe en la quijada con la punta de su pie. El demonio fue lanzado lejos, chocando contra el otro extremo del cráter. El enmascarado de un salto, regresó a su sitio, atento al siguiente movimiento de su contrincante,

—¡Ya me estoy cansando de esto! —desde el forado que había dejado en su caída, escapó el demonio cubierto de un aura rojiza y electrificante. Su mirada echaba chispa, y su sonrisa era más furiosa que confiada.

Extendió su mano, lanzando un potente rayo rojizo en dirección a su contrincante. El encapuchado hizo lo mismo, haciendo aparecer un agujero de gusano que literalmente se tragó el rayo lanzado por el demonio. Segundos más tarde, apareció otro agujero de gusano sobre la cabeza de Denis, devolviéndole el rayo que él mismo lanzó. Dicho rayo terminó chamuscando al demonio, quedando aplastado en el suelo.

—¡Mi turno! —anunció el enmascarado.

Apenas pudo levantarse el demonio, notó que se encontraba rodeado de agujeros de gusano a su alrededor. De cada uno de ellos surgieron todo tipo de rayos, manos, tentáculos, bolas de energía, insectos, humo, entre otro sin fin de sorpresas. Absolutamente todo lo golpeó al mismo tiempo. Algunos de esos ataques logró tomarlo de sorpresa. Otros, logró esquivarlos. Finalmente, logró invocar un campo de energía rojizo con el que pudo evadir al resto. Apretó los puños y extendió su aura con tal fuerza que consiguió atrapar y romper los agujeros de gusano como si se trataran de espejos. Denis parecía una llamarada roja electrificada en medio del cráter. Se encontraba con una rodilla en el suelo, cansado, humillado, furioso.

De un segundo a otro nuevamente se abalanzó contra su enemigo, con ataques aún más veloces y letales. Nuestro enmascarado esta vez tuvo más problemas para esquivar los golpes. Los golpes que evadía por centímetros le dejaban una marca que llegaba hasta su piel, quemándolo por dentro. No fue necesaria mucha pelea para que el demonio consiguiera darle un par de golpes y dejarlo tirado en el suelo. La piedra salió rodando descubierta, emanando un brillo que dejaba al descubierto su ubicación.

Alegre, Denis se abalanzó contra su trofeo, pero cuando estaba a punto de alcanzarlo, el brillo desapareció.

—Me llevaré esto —anunció un segundo encapuchado con voz femenina tomando la piedra.

Traía una capucha y guantes de cuero similares al del anterior. Los pies se encontraban cubiertos con unas sandalias sobre unos calcetines blancos.

—¿Acaso quieres tu porción igual que tu compañero? —advirtió el demonio con tono malicioso.

—Él solo me cedió el turno —contestó la chica—. Es hora de que juguemos.

El demonio aceptó la propuesta y de un momento a otro se abalanzó nuevamente contra su enemiga. Sintió el triunfo al notar que a la primera logró acertarle algunos golpes. La confusión llegó cuando sintió de la nada que estaba golpeando al aire.

—¡Hey! ¡Por aquí! —a unos cien metros de distancia, a espaldas de él, se encontraba la encapuchada.

El demonio nuevamente se abalanzó contra su contrincante, obteniendo los mismos resultados.

—¡¿Qué estás haciendo?! —le gritó en tono burlesco—. ¡Eres muy lento! —exclamó tras lograr evadirlo por tercera vez.

Un grito de furia soltó toda la frustración del demonio. El suelo a su alrededor se resquebrajó, dejando trizaduras brillantes de las cuales emanaron llamaradas de fuego. El piso literalmente era de fuego y lava.

—¡Te haré conocer el infierno! —le gritó con la mirada envuelta en llamas.

El fuego pasó cerca de la encapuchada, pero no la tocó. Una ola de fuego apareció desde la posición del demonio en contra de su enemiga. Parecía una ola de maremoto pero hecha de lava y fuego hirviendo. La temperatura subió drásticamente. La encapuchada ni siquiera se inmuto. Cuando el atraco de la ola parecía inminente, esta se detuvo a tan solo milímetros de ella. Las lenguas de fuego que rodeaban el entorno quedaron congeladas, como si las hubieran dejado en pausa. Mientras Denis aún no le daba explicación a lo que presenciaba, la enmascarada atravesó la ola de fuego y lava como si se tratara de algodón de azúcar. Antes de que el demonio pudiera reaccionar, su contrincante le lanzó un rayo celeste claro que le dio de golpe en la cara, lanzándolo hacia un extremo del cráter.

—¡Ya basta! —iracundo, el demonio saltó nuevamente al campo de batalla iluminado por las llamas—. ¡Te mataré a tí y a todos los tuyos! ¡Y después dominaré el mundo!

El demonio había crecido por lo menos unos diez metros de altura. Se veía inmenso, sombrío, atemorizante. Era un poder desatado y aplastante. Su aura esparcía una luz rojiza y brillante que amenazaba con quemar hasta el oxígeno con que se topaba. El primer encapuchado apareció, poniéndose de pie junto a su compañera. El brillo en los ojos del demonio era espectral y pesadillesco. Sus dientes puntiagudos solo podían ser comparados con un tiburón. Su risa de ultratumba era un llamado de entrada al infierno. Los encapuchados se miraron mutuamente y asintieron con la cabeza.

—¡Woo Foo Aura! —gritaron al unísono.

—¡Oh no! —masculló Carl asombrado por lo que estaba presenciando.

Del cuerpo de cada uno de ellos emergió un aura que pronto envolvió a ambos encapuchados. El aura del chico tomó forma de un conejo amarillo. El aura de la chica tomó forma de un conejo rosado. Gracias a sus auras, habían alcanzado el tamaño del demonio. Instantes después, ambas auras se mezclaron como si estuvieran en una licuadora. El resultado fue un conejo gigante hecho de luz color naranja, con ambos encapuchados flotando en el medio.

—¡Son los conejos! —gritó Ella cayendo al suelo de la impresión.

—¡No! —replicó Carl—. ¡No son Yin ni Yang! Aunque —agregó en voz baja—... sí se parecen.

Mientras aún procesaban lo que ocurría, alguien desde sus espaldas, oculto en la oscuridad, preparó una escopeta. Apuntó su mira hacia el más grande de los tres, y disparó. Sin conocer a Bob, las balas rebotaron en su cabeza como bolas de papel.

—¡Hey! —exclamó molesto volteandose hacia el origen de las balas. Casi sin darse cuenta, el francotirador ya se encontraba atrapado por la mole.

Lucio sintió que su cabeza se le apretaba entre dos rocas mientras era sorprendido por la mirada furibunda de Indestructi Bob. La bola lo levantó de la cabeza y azotó su cuerpo varias veces contra el suelo, El barullo atrajo la atención de Ella y Carl, quienes se voltearon a ver qué ocurría.

A esta altura, de Lucio solo quedaba un león malherido, con el dolor en cada partícula de su ser, con los huesos quebrados y la impresión aún plasmada.

—¡Lucio! —lo reconoció Carl de inmediato acercándose al lugar—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

El león abrió la boca para decir algo, y solo pudo botar una bocanada de sangre.

—Está muy mal herido —explicó Ella acercándose para una inspección rápida—. ¿Es amigo tuyo? —levantó la vista hacia la cucaracha.

—Solo colegas —le informó.

—Ese tipo lanzar a Bob estas pequeñas bolas —Bob recogió algunas de las balas y se las entregó a Ella.

—¿Acaso nos intentó matar? —preguntó asombrada recibiendo las balas, para luego responderse a sí misma al ver la escopeta tirada unos cuantos metros más allá.

—Él es bueno en eso —le informó a Carl.

—¿Debemos salvarlo? —le preguntó Ella con seriedad.

—Hagan lo que quieran —contestó volteando hacia la batalla.

En el fondo del cráter, en medio de las llamaradas en pausa, la batalla había comenzado. Golpes iban, golpes venían. Esta vez tanto el demonio gigante como el conejo brillante iban a la par con la pelea. Ambos lanzaban puñetazos, patadas, todo tipo de golpes, para ser igualmente esquivados. De una voltereta, Denis retrocedió y aprovechó para lanzarles una bola rápida de energía roja. Con sus manos brillantes, el conejo naranja la retuvo, provocando que la bola explotara en sus manos. Un brillo intenso iluminó el campo de batalla, impidiendo por un instante ver qué estaba sucediendo.

Cuando el brillo logró disiparse, los contrincantes regresaron a la batalla. Comenzó un forcejeo entre ambos tomados de las manos. La fuerza emanada del forcejeo provocó que las piedras pequeñas de alrededor comenzaran a levitar. La energía liberada era tan potente que pronto Ella y Bob dejaron a un lado al león para enfocarse en la batalla. Repentinamente, Denis abrió su boca, soltando una bola de energía desde allí, directamente contra los encapuchados. Esto momentáneamente disolvió al conejo naranja, empujando a ambos encapuchados a distintos extremos del campo de batalla. Antes de que pudiera aprovechar su ventaja, el conejo naranja nuevamente se había invocado a sus espaldas.

—Te enseñaremos de qué somos capaces —le advirtió el encapuchado apuntándole con el índice.

El demonio nuevamente se abalanzó contra el conejo. La encapuchada alzó su palma y el demonio quedó congelado en medio de su atraco.

—Poderes del tiempo y del espacio —anunciaron ambos encapuchados al unísono—, lanza tu trampa mortal contra este demonio y prepáralo para su purificación.

Sin poder evitarlo, el demonio quedó atrapado en unos extraños amarres luminosos. Era una cinta brillante que lo rodeó por completo, dejando solo su cabeza al aire. Dicha cinta tenía un brillo blanco, con algunos símbolos extraños dibujados sobre esta de color celeste brillante. Por más que lo intentaba, Denis no podía moverse.

—¿Qué… hacen? —rugió el demonio con furia.

—¡Oh nada! —comentó la encapuchada con tono burlesco—. Solo te estamos distrayendo.

—¿Distrayendo? —preguntó Denis extrañado.

Desde detrás del conejo brillante saltó un tercer encapuchado, con una voltereta digna de un récord Guinness. De similares características que sus acompañantes, traía unos guantes de cuero, una capucha que lo cubría completamente, y unos bototos gastados.

—¿Y? ¿Qué tiene de especial ese sujeto? —les recriminó el demonio.

El encapuchado comenzó a hacer varias señales con sus dos manos mientras murmuraba una oración impronunciable. El movimiento de sus manos atrajo la atención de todo el mundo. Eran movimientos perfectos y precisos, formando distintos tipos de figuras, principalmente cruces.

—¡Sal de ahí, demonio! —su grito tomó por sorpresa a todos los presentes. Era una voz masculina, joven, decidida, autoritaria. Extendió su palma en dirección al demonio, el cual sintió un dolor insufrible. El grito rasgó el tiempo y el espacio. De su cuerpo comenzó a emanar un humo negro que cada vez se densificó más hasta convertirse en una especie de pasta negra flotante. Dicha pasta se fue elevando hasta la altura de las nubes, cubriendo el cielo, la luna y las estrellas.

—¿Qué rayos está haciendo? —preguntó una Ella Mental que se sentía cada vez más atrapada por un miedo irracional frente a la oscuridad que se iba acrecentando.

—Le está arrancando la energía del Maestro de la Noche —respondió un Carl igual de impresionado.

Pronto la oscuridad creó una cúpula que tapó todo el entorno de nuestros protagonistas. Si no fuera por las llamaradas congeladas y por la ola de lava, la oscuridad sería absoluta. El grito del demonio se hacía insoportable. Sentía como si le estuvieran arrancando las entrañas a sangre fría. Era una tortura frente a la cual prefería a la muerte. Sentía como si la piel se la estuvieran arrancando a puño limpio. Un dolor inaguantable.

El encapuchado que provocó todo esto alzó su palma derecha en dirección al cielo. De su palma surgió un pequeño tornado que a los pocos segundos se transformó en un inmenso huracán. El viento mecía las capuchas de sus acompañantes mientras Carl y sus acompañantes luchaban por no salir volando. El huracán comenzó a mover la pasta en el cielo, atrayéndola como un tornado en medio del mar. El movimiento de la pasta fue lento, pero poco a poco fue bajando en dirección al encapuchado.

Carl logró reconocer el movimiento. Servía para atrapar a un demonio en un objeto. Lo usó dos veces contra el bogart en el pasado con resultados infructuosos. Era una jugada difícil, más aún con el tamaño y tipo de fuerzas con las que luchaba. La cucaracha se preguntaba de dónde había aprendido dicha técnica y qué objeto usaría para retener tamaño poder.

En la medida en que la pasta era atraída al huracán, su velocidad aumentaba. Cuando estaba a pocos centímetros de su palma, el encapuchado hizo un movimiento que sorprendió a la cucaracha. Sacó su palma, dejando que la pasta le impactase directo en la cara.

—¡Este tipo es un suicida! —gritó aterrado.

El encapuchado lentamente se fue tragando absolutamente toda la pasta negra que rodeaba el entorno. A pesar de la velocidad y la cantidad de oscuridad que los rodeaba, el tiempo avanzó con prisa. Pronto pudieron observar las montañas de la distancia, el monte Denali, las estrellas, el cielo, la luna. La pasta impactó de lleno a la cara del encapuchado, cayendo en su interior como si se tratara de un pozo sin fondo. Carl palideció frente a lo que estaba presenciando. Si el encapuchado sobrevivía ante tal hazaña, sin duda su poder era incuantificable.

Todo acabó. La cinta que ataba a Denis desapareció, dejando al pobre diablo tirado en el suelo. El conejo naranja se desvaneció, dejando a los encapuchados de pie, en el suelo. El tercero lanzó un fuerte y sonoro eructo, digno de un trofeo. Tras el eructo, lanzó un pequeño frasco de vidrio tapado con un corcho. Lo único que se podía ver en su interior era una espesura negra y misteriosa. Tras lanzarla, la atrapó en el aire.

—¡Tengo al Maestro de la Noche! —exclamó triunfante.

—¡Tengo a Jennifer! —secundó la chica sacando desde el interior de su capucha la piedra brillante.

—¡Guarda eso! —alegó el encapuchado con el frasco—. ¡O me dejarás ciego!

—Bien, creo que hasta ahora nos ha ido bien —anunció jubiloso el primer encapuchado en aparecer con las manos en la cintura.

Carl no podía ni moverse frente a la impresión generada. No solo atrapó a un demonio de la envergadura del Maestro de la Noche, sino que lo hizo con su propia cara —o boca—. No podía evitar temblar. La energía percibida frente a aquel extraño era aplastante. Ese tipo con el solo levantar de su índice podría matarlo de la forma más perturbadora jamás imaginada. ¿Quién era? ¿Quiénes eran esos tipos? Los veía allí, reunidos, conversando sobre sus siguientes pasos a seguir.

—¡Vamos! ¡Se nos escapan! —Ella fue la primera en reaccionar dispuesta a bajar por el cráter.

—¡No! ¡Por favor, no lo hagas! —le rogó Carl tomándola del brazo con una fuerza que le transmitió dolor.

—¿Pero qué tienes? —cuestionó la tigresa confundida.

—Ellos… podrían… matarnos —balbuceó aterrado.

—¡No es para tanto! —alegó forcejeando con su brazo.

La presión de Carl cedió, y de un tirón Ella se liberó. Gracias a que Bob lo levantó y lo llevó sobre su espalda, la cucaracha se aproximó frente a los desconocidos.

—¡Vaya! ¡Eso fue increíble! —los saludó Ella, atrayendo la atención de los encapuchados.

Los tres detuvieron su conversación, y se voltearon hacia los recién llegados.

—Soy Ella Mental —se presentó la tigresa—. Ellos son Bob y Carl.

—¡Hola! —saludó amistosamente la bola luego de dejar a la cucaracha en el suelo.

—¿Señor Carl? ¿En serio es usted? —se aproximó el encapuchado que atrapó al Maestro de la Noche.

Entre confundido y asustado, la cucaracha levantó la vista, para toparse con el más poderoso de los encapuchados.

—¡Soy yo! ¡Jimmy! —comentó el chico alegre bajando su capucha. Frente a él se encontraba el rostro sonriente de un conejo color verde limón de ojos lilas.

—¿Qué rayos? —cuestionó una muy confundida Ella Mental.

Los dos encapuchados restantes se miraron entre ellos y asintieron con la cabeza.

—Venimos del futuro —le explicó la chica bajando su capucha. Era una coneja rosa de ojos lilas.

—¡Sí! —exclamó Jimmy emocionado dirigiéndose a Ella—. Yo soy Jimmy Chad, y ellos son mis hermanos Yuri y Jacob.

—Un placer —el tercer encapuchado bajó su capucha, mostrando a un conejo rubio de ojos lilas. Sus lentes de marco cuadrado y negro y su sonrisa sutil le regalaban un aire de seriedad.

—Señor Carl —Jimmy se hincó a un lado de la cucaracha—. ¿Puedo darle un abrazo?

El conejo no esperó respuesta. Acercó a la cucaracha y le regaló un apretado abrazo.

—Muchas gracias por todo —le dijo al oído emocionado—. Gracias a usted soy lo que soy ahora.

Sus hermanos se regalaron miradas cómplices. La mente de Carl aún era un revoltijo sin explicaciones.


PRIMERO: Olvidé mencionarlo en Polidrama, pero bueh… ¡El fascismo perdió! Ahora no sabrán del tema político chileno hasta dentro de 4 años más. Bueno, tal vez para el plebiscito de salida de la constitución, pero eso es tema del otro año.

SEGUNDO: ¡Tengo miedo! En estos momentos que escribo esto hay mucho olor a humo afuera por culpa de los incendios forestales. Eso me recuerda mucho lo del megaincendio del 2017. Lo que más me impactó esa vez fue el sol rojo visto a mediodía a través de la gruesa capa de humo que rodeó la ciudad. Espero que no se repita, pero en ese sentido, la actualidad se parece mucho a finales del 2016.

TERCERO: Espero que hayan pasado una linda Navidad. Dejé en stand by lo de Lina por 13 días, y al parecer lo dejaré así hasta el próximo año. Por lo pronto espero que les haya gustado este capítulo.

CUARTO: ¡Este es el último domingo del año! ¡El último capítulo del año! ¡Vaya que nos ha durado Amor Prohibido! Este es el segundo fin de año que vive. ¡Capítulo 80! Quiero agradecerle al Jaime, a MartyChoco, a Brick88, a la Crew, a ferservera, a Sebastopa, a Apples of Avalon, a Troniumy y a todos nuestros lectores que nos han seguido hasta aquí capítulo a capítulo. Hasta este punto les dejo una dinámica: dejen en sus comentarios cuál ha sido el momento más impactante que destacarían de todo lo que va del fanfic y qué expectativas tienen para los próximos capítulos. Recuerden que este 2022 se termina este fic.

QUINTO: Les deseamos un muy feliz Año Nuevo. Pásenlo super bien, no beban mucho, disfruten con sus seres queridos, y deseamos que todos sus deseos,anhelos y proyectos que tienen para este 2022 se les cumplan.

SEXTO: ¡Síganos en nuestras redes sociales! Allí se enterarán de más aventuras patotásticas.

¡Nos vemos el próximo año!

Con amor, patito.