Amor Prohibido - Capítulo 94
—¿Entonces Yin regresó? —Tillman interrumpió el desayuno de su hermano.
El ogro, quien comía de su plato de avena como si en cualquier momento le fueran a quitar su comida, se detuvo de golpe de frente ante aquellas palabras. Levantó la mirada sin poder creer el haber oído a su hermana. No habían hablado mucho desde que había regresado de la cárcel. Su interés por Yin era por lo menos curioso. Según él recordase, ella nunca le había dirigido la palabra a alguno de los gemelos.
—¿Está en la granja de Lina? —volvió a preguntar la ogra.
—Sí —Roger decidió contestar agachando su mirada sobre el plato.
—¿Y qué estás esperando? —espetó su hermana con aprensión.
—¿Qué cosa? —preguntó el ogro confundido.
—Ella es buscada por la justicia —le respondió—. Hay una recompensa trillonaria. El dinero no nos caería nada mal.
El ogro sintió que el propio aire amenazaba con asfixiarlo. Abrió los ojos como plato mientras la mandíbula quedó colgando. ¿Era cierta esa insinuación?
—¿Qué? —balbuceó impactado. Era un detalle que jamás se le habría pasado por la cabeza.
—¡Eso! —exclamó la ogra impaciente—. ¿Cuándo vas a llamar a la policía?
—¿Por qué haría eso? —reclamó su hermano.
—¿Cómo qué por qué? —le recriminó—. ¡Por dinero, animal!
—Pero… —balbuceó Roger. Aunque sentía que entregar a Yin era algo malo, no podía evitar encontrarle la razón a Tillman. Hacía demasiados años que no hablaba con los gemelos, y ya no podía verlos del mismo modo luego de la noticia incestuosa. ¿Qué debía hacer?
—¿Pero? —inquirió la ogra alzando una ceja.
—¿Por qué no la llamas tú? —respondió Roger—. Yo te doy los datos que quieras.
Luego de tantos años encarcelado, el ogro no se sentía con la comodidad de llamar a la policía, más aún si se trataba de denunciar a alguien. La culpa le advertía que aquello era una mala decisión, sin importar la montaña de dinero involucrada.
Tras un suspiro, Tillman aceptó la oferta.
Mientras tanto en la cocina de la casona de los Swart, la mañana transcurría con tranquilidad. En el lugar se habían topado los cinco hijos de nuestro matrimonio incestuoso. No había señales del resto de los habitantes de la casona, lo cual le regaló cierta privacidad a la familia. Yenny se encargó de preparar un desayuno rápido con todo lo encontrado en la cocina. Tanto la despensa como el refrigerador se encontraban llenos, por lo que no hubo mayor problema.
—Es extraño que no haya llegado el maestro Jobeaux —comentaba Jack echándole cereal a la leche—. Él siempre viene a desayunar con nosotros para luego ir a entrenar.
—Debe haberse quedado dormido —comentó Yenny sentándose en la mesa tras asegurarse que todos tenían su porción servida—. Ya aparecerá.
—¿Y dónde está mamá? —intervino Yuri.
—No lo sé —su hermana mayor se encogió de hombros.
—Debe haberse ido con Carl —inquirió Jacob, lo que repartió la extrañeza de sus hermanos.
—¿El señor Carl? —Jimmy fue el primero en romper el silencio.
—Es que anoche se metieron en mi cuarto a buscar el amnesialeto —explicó su hermano.
—¿El qué cosa? —cuestionó Yuri.
—Era ese aparato que Martita me pidió que le entregara a Carl —contestó Jacob antes de beber de su tazón de leche tibia.
El silencio propagado sobre la mesa solo era interrumpido por su sonoro sorbo de su tazón. Como respuesta, el conejo sintió la incomodidad del momento.
—Es una historia un tanto complicada —zanjó el conejo.
—¿Entonces el señor Carl regresó? —Jimmy volvió a intervenir con interés.
—Lo ví anoche —contestó Jacob—. Supongo que volverá a aparecer durante el día.
La conversación murió por unos instantes, hasta que Yuri tomó la palabra.
—Me pregunto en dónde estará la abuela.
—Anoche también actuó extraño —contestó Jacob—. Anoche me fue a ver a mi habitación.
—¿Y qué te dijo? —exclamó Yenny espantada tras retener un grito ahogado.
—Nada importante —respondió—, es solo que se comportó extraña.
—Es verdad —se sumó Yuri—. No estaba enojada ni nada de eso. Era como si quisiera pedirnos disculpas —agregó pensativa.
—¡¿Pedirnos disculpas?! —exclamó Jack antes de largarse a reír descontroladamente. Yuri se encogió de hombros antes de sacar una rebanada de pan tostado. Solo la mirada asesina de Yenny lo empujó a controlarse.
—De seguro algo trama —respondió la chica pensativa—. Es mejor no bajar la guardia. Con el regreso de mamá, las cosas se comenzaron a complicar.
—¿Por qué lo dices? —le preguntó Yuri extrañada.
—¿Acaso no te acuerdas de la pelea de anoche entre la señorita Swart y mamá? —le recordó su hermana.
—Bueno, es lo mínimo —contestó la pequeña—. La señorita Swart es la ex de papá y papá la dejó por mamá. Es normal que esté celosa, ¿o no?
—¿Qué? —Yenny fue golpeada por la sorpresa.
—¿Qué? —secundó Jack dejando su cuchara con cereal a medio camino rumbo a su boca.
—Tenía unas fotos que la señorita Swart me pasó, pero ya las perdí —prosiguió Yuri—. ¡Pero es verdad! ¡Jacob escuchó cuando me lo dijo! —agregó apuntando hacia su hermano.
Todas las miradas se concentraron de pronto en el conejo, quien se sintió molestamente intimidado.
—Sí, recuerdo haber oído eso —aceptó—, pero creo que esa es la menor de nuestras preocupaciones.
—Bueno, al menos eso explica el por qué no ha bajado hoy —contestó Jack.
—¿Y si ella busca delatar a mamá? —intervino Yenny con aprensión—. Tiene motivos de sobra.
—A esta altura ya cualquiera puede habernos delatado —contestó Jacob—. Hasta ese león raro.
—¿Lucio? —inquirió Jack balanceando su cuchara.
—Cualquiera —insistió su hermano—. Incluso es raro que aún no haya venido la policía.
Yenny se perdió en la conversación desde el minuto que el león salió a colación. Su preocupación era enorme. Desvió la mirada mientras jugueteaba con sus dedos descontroladamente. Su rostro preocupado debió ser advertido por alguien, pero aparentemente las preocupaciones de sus hermanos ayudaron a que pasara inadvertida.
—Sobre eso, creo que lo mejor es estar preparados —comentó Jack prosiguiendo con la conversación.
—¡Sí! —exclamó Yuri—. ¡Debemos entrenar duramente! —agregó con emoción—. Al menos hasta ahora he aprendido a mover una moneda cinco segundos al futuro.
Acto seguido sacó de su bolsillo una moneda de cinco centavos, colocándola sobre la mesa. Lanzó un delgado rayo color celeste apuntando directo a la moneda. Ante la expectación de todos, la moneda desapareció.
—Y tres… y dos… y uno… —contó la coneja, más la moneda jamás volvió a aparecer.
—Creo que lo mejor será irnos de aquí —propuso Jacob.
—¿Irnos? —Jack arqueó una ceja mientras le daba un feroz mordisco a su sándwich de huevo con jamón.
—Este es el lugar más evidente en donde nos podrían encontrar —explicó el conejo rubio apuntando a su propio individual de cocina.
—¿Y por qué no nos quedamos y lo defendemos? —propuso Yuri con el ceño fruncido mientras aún no perdía las esperanzas de ver de regreso su moneda.
—¿Y qué hay de mamá? —agregó Jack.
—No podemos depender siempre de ella —respondió Jacob frunciendo el ceño—. De ser necesario la llevaremos con nosotros.
—¿Y tienes algún plan? —espetó Jack.
—Tal vez pueda funcionar —del bolsillo de sus pantalones, Jacob sacó el lápiz rojo que le habían regalado.
El conejo observó su regalo con una completa atención. El silencio se esparció entre sus hermanos a tal punto que Yenny escapó de su meditación personal para sumarse a la expectación grupal. Todos se preguntaban de qué se trataba ese lápiz. Poco y nada les había explicado Jacob. Solo podían intuir de alguna forma que era algo especial.
Jacob hizo un dibujo en el aire, dejando un trazo oscuro que aumentó la atención de sus hermanos. Tras finalizar su trabajo, el dibujo se materializó en frente de todos. Se trataba de un segundo lápiz exactamente igual al anterior.
—¿Es otro lápiz? —cuestionó Yenny apuntando hacia el objeto recién creado sobre la mesa.
—Déjame revisar —Jacob tomó el lápiz recién creado y volvió a dibujar en el aire. Un tercer lápiz idéntico cayó sobre la mesa.
—¿Qué? ¿Vas a generar lápices hasta el infinito? —cuestionó Jack en tono burlón.
Jacob no le hizo caso. Se había preocupado de la inscripción dorada del segundo lápiz, la cual difería del original. Mientras que el primer lápiz llevaba su propio nombre con letras doradas, el segundo lápiz llevaba otro nombre.
—¿Dionisio? —preguntó el conejo extrañado.
—¿Quién es él? —cuestionó Yuri acercándose al lápiz.
—No lo sé —contestó Jacob absorto ante este nuevo descubrimiento.
—No olvides la carta del maestro mental —leyó Jack tomando el tercer lápiz—. ¿Qué significa esto? —preguntó mirando directamente a Jacob.
—Déjame ver —el conejo rubio pasó por sobre la mesa para arrebatarle el lápiz de las manos a Jack. Definitivamente eran muchas preguntas de golpe sin un atisbo de respuestas. ¿Podía generar más lápices? ¿Quién era Dionisio? ¿Qué quería decir el tercer lápiz? Por más vueltas que le daba, no podía sacar ni el menor razonamiento que lo acercara a alguna respuesta.
—Okey, eso fue raro —confesó Jack.
—El punto es que este lápiz parece interesante —comentó Yenny tomando el primer lápiz que había quedado en la mesa—. ¿Qué más hace? —le preguntó a Jacob.
—Pues puede materializar otros objetos y crear portales —respondió Jacob rindiéndose con su lápiz—, aunque eso último no puedo hacerlo.
—¿Podré materializar por ejemplo una manzana? —le preguntó su hermana intentando dibujar con su lápiz. No consiguió resultado alguno.
—¿Qué tal un perrito? —sin que nadie dijera nada, Yuri tomó el segundo lápiz, dibujando en el aire lo que parecía un monstruo de cuatro patas.
Apenas terminó en un par de segundos, la figura cobró vida, lanzando al suelo todo lo que había a su paso. Los hermanos Chad retrocedieron despavoridos alejándose de la mesa. El ser gruñía horriblemente mientras saltaba de un lado hacia otro sobre la mesa. Los platos terminaron rotos en el suelo y la comida desparramada. El lugar pronto se convirtió en un desastre.
—Awwwn —Yuri se aproximó a la mesa, abrazando a la cosa. Eso la reconoció y le dió un par de lenguetazos en la cara mientras movía una cosa que parecía ser una cola—. Te llamaré Pochoclo —agregó feliz.
—Creo que tendremos que limpiar esto —comentó Yenny luego de ver el desastre desparramado.
El día transcurrió como cascada de miel. Jobeaux llegó unos minutos después de que los chicos alcanzaran a limpiar el desastre. Con su Woo Foo los ayudó restaurando los platos rotos y la mesa destrozada antes de que alguien les recriminara la destrucción. Yuri se encontraba feliz con su nueva mascota y se la llevó al sector del terreno en donde solía entrenar Woo Foo junto con Jack. Jimmy se quedó vigilando la entrada de la casona mientras fingía realizar alguna tarea del hogar. Pretendía decir que estaba ocupado para que nada lo arrancara del momento en que recibiera noticias de Carl. Yenny se escapó en busca de un rincón para estar a solas. La mirada de Jobeaux le daba una mala impresión tras haberlo dejado plantado la noche anterior. Necesitaba hablar con él, pero no se atrevía a acercársele. Jacob se quedó en su habitación con los tres lápices, paseándose de un lado para el otro, meditando en aquel nuevo misterio que tenía entre manos.
—Bien Martita, ¿qué significa esto? —volvió a hablarle al techo de su habitación.
—Un bug en la realidad —respondí desde el éter.
—¿Un bug? —comentó extrañado el conejo.
Le tomó media hora darse cuenta que los lápices que había generado habían desaparecido. Le tomó otro buen tiempo adicional darse cuenta de que ya no era capaz de generar nuevos lápices. Realmente era muy lento.
Yenny se aproximó al campo de entrenamiento improvisado de Jobeaux y sus estudiantes. Era un terreno baldío en donde no había construcciones ni cultivos. El señor Swart les pidió expresamente que no destruyeran sus cultivos. Aunque en un principio andaba receloso sobre lo que en general ocurría en sus tierras, con el tiempo dejó de importarle todo. Esta libertad le permitía a todo aquel que quisiera entrenar Woo Foo disfrutar de los prados y bosques disponibles tanto dentro como fuera del terreno de los Swart.
Yenny los observaba desde una gran distancia. Aún conservaba aquella aprehensión de hablar con Jobeaux, pero no quería ser vista por nadie más. Se quedó tras unos matorrales decidiendo si existía algún momento para hablar.
—¿Aún estás observando el buffet libre?
Una voz la sorprendió desde la derecha. Tras voltear, se topó ni más ni menos que con Lucio. La coneja dio un salto de terror, retrocediendo medio metro y cayendo de espaldas.
—Lamento haberte asustado —le dijo el león con elocuencia mientras le extendía una mano para ayudarla a levantarse.
—¡¿Qué está haciendo aquí?! —exclamó la coneja aterrada retrocediendo arrastrándose sin quitarle la mirada de encima.
—Ya sabes, disfrutando de este bello día al aire libre —contestó Lucio con tranquilidad. Su sonrisa en cambio era capaz de poner los pelos de punta a cualquiera.
—¡Largo de aquí! —le gritó Yenny aún aterrada ante la repentina aparición.
—Creía haberte comentado que no debías acercarte a ese sujeto —Lucio respondió con seriedad—. Ni siquiera imaginar acercarte a él —agregó imponente alzando el índice.
Yenny palideció mientras sentía que la sola presencia del león la aprisionaba con amarres asfixiantes e invisibles.
De pronto, el león se vio borroso y desapareció ante sus narices. Tras una patada voladora apareció ni más ni menos que el propio goblin.
—¿Estás bien? —Jobeux la miró sorprendida mientras le extendía su mano.
—Sí, estoy bien —contestó la coneja aceptando la mano del goblin.
Tras colocarse de pie, pudo ver que Jack y Yuri se acercaban a ella corriendo.
—¿Ese tipo no te hizo daño? —volvió a preguntar el goblin.
Yenny no alcanzó a responder cuando el león apareció detrás de Jobeaux, al tiempo en que sus hermanos arribaban en la escena.
—Ningún rasguño por mi parte —contestó con prepotencia—. No puedo decir lo mismo de tu parte.
—¿De qué estás hablando? —Jobeaux se volteó hacia el león molesto. Lucio lo recibió con una mirada de piedra y sus manos tras su espalda.
—Tú sabes perfectamente de lo que estoy hablando —respondió con una voz gravemente peligrosa—. Aléjate de Yenny o lo pagarás muy caro —le advirtió.
Antes de que tan solo siquiera comenzara la lucha de miradas, de la nada apareció Pochoclo, lanzándose directamente a la cara del Lucio.
—¡Oye! ¿¡Pep-!? —exclamó el león asustado mientras lidiaba con lo que fuera que se había pegado en la cara.
Lucio retrocedió, cayó al suelo y se arrastró lastimeramente. Luchaba contra un enemigo feroz y desconocido. Yuri luchaba por controlar su risa mientras Jack observaba la escena contrariado. Aunque ambos traían un traje de entrenamiento, solo el de Jack se veía manchado de lodo, césped, hojas y agua estancada. El traje de su hermana parecía impoluto. Yenny mientras tanto, no sabía cómo interpretar lo que estaba viendo.
El grito desgarrador de Lucio logró informarle al mundo que por fin se había liberado de la bestia. Respiró con furia recuperando el aire y la libertad. Lanzó el intento de perro lejos, el cual se fue despavorido a ocultarse entre los pies de Yuri. De un salto se colocó de pie, extendiendo sus brazos en busca de tantear algo.
—La luz… ¿dónde está la luz? ¡No veo la luz! —balbuceó aterrado.
Los presentes lo observaban con sorpresa mientras retrocedían intentando evadir al león quien avanzaba sin saber a dónde ir. Su mirada completamente abierta y perdida en la nada intentaba convencerlos de que estaba ciego.
—¡Ayuda por favor! —rogó.
—Espera un momento —Jobeaux se aventuró acercándose al león por un costado. Agitó una de sus manos frente a sus ojos a unos cuántos centímetros de distancia. No encontró respuesta por parte del león.
—Sus bigotes —exclamó el goblin al percatarse de aquel detalle en el rostro del felino.
—¡¿Qué?! ¿Qué tienen? —preguntó el león con voz temblorosa.
—No los tienes —contestó Jobeaux.
—¡No! —Lucio tocó sus mejillas, para descubrir aterrado que su docena de bigotes había desaparecido—. ¡Por favor! ¡Ayuda!
—¿Está ciego? —se aventuró Yenny.
—Sí —contestó Jobeaux igualmente sorprendido—. Sin sus bigotes estará ciego.
Ante aquella revelación, Yuri dejó de ver el momento como divertido. Se aferró a su mascota recientemente creada. Lucio intentó seguir las voces que había oído, tropezando con una raíz que había en el suelo y cayendo de bruces al suelo. En ese momento comenzó a llorar desconsolado. Había quedado completamente derrotado.
Mientras tanto, Jacob decidió pasearse a lo largo de la casona. Quiso abandonar su habitación ante el temor de perder su único lápiz y ante la falta de respuestas. En un ancho pasillo se topó con el señor Swart puliendo un enorme retrato. Era de un imponente perro barbudo, fornido, con camisa a cuadros y una escopeta en la espalda. Tenía una pierna sobre una roca y ambas manos sobre su cintura, mostrando un aire de confianza, fortaleza y alegría. Se veía que el señor Swart limpiaba el retrato con alegría. De vez en cuando silbaba una alegre tonada.
—Parece contento —Jacob intentó iniciar una conversación.
—¡Buenos días muchacho! —lo saludó el anciano antes de proseguir con su labor.
—Por cierto, ¿quién es el hombre de la foto? —le preguntó el conejo guardando su lápiz en el bolsillo.
—¿Foto? —cuestionó el anciano arqueando una ceja—. ¡Es una pintura! Creo que deberías cambiarte esos anteojos —agregó con simpleza.
—Como sea —contestó el chico—. ¿Quién es?
—Es mi padre —el anciano retrocedió colocándose junto al conejo observando con alegría el lustroso retrato—. Don Dionisio Swart fue quien construyó esta casona con sus propias manos. Desde el suelo pelado, él levantó cada una de las plantaciones, construcciones, árboles, plantas y verde que se expande hasta el horizonte.
—¿En serio? —el conejo no dejó de impresionarse.
—¡Por supuesto! —exclamó orgulloso—. Bueno, ahora con lo de Yanette, técnicamente él pasa a ser tu bisabuelo.
Jacob quedó en silencio mientras que las ideas molían su cerebro. El anciano prosiguió con su perorata.
—Tu hermana, esa creo que se llamaba Yuri, dijo que lo logró conocer en uno de sus viajes en el tiempo. Claro, en un principio no le creí toda esa locura, pero luego empezó a decir cosas demasiado claras de él, como si de verdad lo conociera. Esa niña es increíble.
Dionisio era el nombre que le había advertido el lápiz que había dibujado aquella misma mañana. ¿Acaso él tenía alguna relación con los viajes interdimensionales?
Absorto, su mirada se quedó pegada en aquel retrato. Su mirada y su barba ahora parecían ocultar un misterio aún más extraño.
