Amor Prohibido - Capítulo 99
—¿En serio mamá dijo eso?
Los días de tormenta siempre traían la modorra entre los hermanos Chad. Especialmente en días en que su único afán era salir del encierro de aquella vieja casona. A pesar del apocalipsis desatado en el exterior, adentro el tiempo parecía haberse detenido entre la luz artificial y el silencio.
Los conejos se habían reunido en un comedor interior de la casona. No había ventanas, por ello encendieron todas las luces y candelabros disponibles. Incluso abrieron un refrigerador que había en el lugar y que se encontraba completamente vacío. Jimmy se notaba aburrido con la cabeza sobre la mesa de caoba. Yuri jugueteaba con una moneda de cinco centavos que había encontrado por ahí. Jugaba a deslizarla con una mano hacia la otra mano para atraparla. Jack había desaparecido al poco rato, sin saber a dónde habría ido. El arribo de Jacob significó una luz de esperanza en aquel instante cuyos segundos avanzaban con peso de tortuga.
—Así es —el conejo rubio tomó asiento en un puesto del comedor atrayendo la atención de sus hermanos—, mamá dice que va a hacerle creer a los jueces de que ella y papá no son hermanos.
—¿Entonces lo son o no lo son? —cuestionó la pequeña confundida.
—Pues sí —sentenció Jacob—, pero algo va a inventar para decir que no.
—¿Qué cosa? —cuestionó Yuri.
—No lo sé —confesó el conejo.
—Tal vez el tío Pablo sepa algo —intervino Jimmy.
—¡Eso es! —exclamó Yuri con emoción—. Él dijo que iba a trabajar con mamá en su caso.
—Pero él no está aquí —refutó Jacob—. De hecho él no estaba anoche con nosotros.
—¿En dónde estará en este día de lluvia? —preguntó Yuri pensativa.
En ese momento, Pablo Schneider ingresaba a la casona hecho todo un estropajo. Tenía empapada hasta el alma. El agua le corría por cada costura de su traje ya no tan impolutamente blanco. Apenas puso un pie bajo techo se quitó el sombrero y lo estrujó con fuerza. De una sola retorcida cayó más de un litro de agua directo al suelo. Mientras, el felino goteaba hasta por las orejas. De cuando en vez se agitaba cuan perro para quitarse el agua sobrante. Cabe señalar que no dejó rincón del corredor de la entrada seco.
—¡Roger! ¡Ven aquí! —se oyeron los gritos de Yanette desde el interior.
Apenas el felino consiguió extraer la mayoría del agua de su sombrero, vio acercarse a la anciana en compañía del ogro.
—Dele a este pordiosero un mendrugo de pan y que se largue —le ordenó al ogro—. ¡Y limpia este desastre que dejó!
—Señora, soy yo, Pablo —respondió el felino claramente molesto.
—Hmm, no me suena —contestó con sarcasmo.
—Trabajo con su hija en un caso importante —continuó ajustándose el sombrero con fuerza—. ¡Soy abogado!
—¡Ah! Eres el intento de abogado sin título, ¿no? —respondió con sorna.
—¡Ya me convalidaron el título! —le gritó molesto agitando un brazo en un intento de salpicarla.
—¡Hug! —gruñó molesta dando un paso hacia atrás—. ¿Por qué no tomas un baño antes de seguir alegando?
—Vengo porque tengo que entregarle un mensaje urgente a toda la familia Chad —contestó el felino con seriedad.
—¡Báñate y ponte algo seco! —le ordenó la anciana apuntando hacia el interior con su índice derecho—. ¡Y cuidadito con ensuciar algo en el camino! Que esta no es tu casa.
Pablo estuvo a punto de replicar cuando comprendió que no era una mala idea. El agua escurrida estaba formando un charco a sus pies. Si no se daba un buen baño caliente y un cambio de ropa terminaría teniendo una neumonía. También esperaba asaltar la cocina por un poco de comida. Por muy importante que fuera su mensaje, podía esperar una pequeña horita.
En silencio, obedeció dirigiéndose hacia el interior por la dirección que ella le había señalado. La anciana jamás bajó la guardia. A Pablo no le importaba discutir con la anciana.
—Vé a vigilar que no ensucie nada —le ordenó a Roger.
El ogro se limitó a asentir con la cabeza. Al igual que el felino, no quería problemas con el horrible carácter de Yanette. Ni siquiera Yin en sus días de mayor furia era tan irritante como esa anciana. Aún le costaba asimilar los nuevos parentescos y relaciones que le habían presentado en aquella casona.
Dave había aprovechado un pequeño descanso durante el almuerzo para dirigirse a la posada del pueblo. El tronco se había enfrascado durante la mañana en vigilar las actividades de rescate y emergencia ante la enorme tempestad que amenazaba con inundar el pueblo. Incluso él aprovechó de utilizar sus poderes Woo Foo para ayudar a la causa. La oscuridad del día sin soles solo ayudaba a extender la desesperación. Solo esperaba que aquel apocalipsis terminase pronto.
Gracias al instante de calma, cortesía de la hora de almuerzo, pudo detenerse a meditar. El lugar se encontraba lleno. Todas las mesas se encontraban ocupadas con más de alguien comiendo. Se podía sentir la ansiedad entre todas las personas reunidas. El viento amenazaba con entrar al lugar rompiendo las ventanas. Dave le dió una revisión ligera a todos los reunidos en el lugar. Aquella posada era el lugar más cercano al sitio de mayor emergencia en donde se encontraba trabajando. Mientras calculaba el tiempo que le llevaría ir a otro sitio a almorzar, alguien llamó su atención.
—¡Hey Dave! ¡Por aquí!
Su mirada se topó con Vinnie. El oso saludaba alegremente agitando uno de sus brazos desde una mesa ubicada en un rincón del lugar.
—¡Tanto tiempo que no te veía! —comentó alegre mientras lo invitaba a sentarse.
—Bueno, han sido días muy ocupados —se disculpó el tronco tomando asiento.
Vinnie se encontraba muy abrigado para la temperatura que traía la tormenta, y muy especialmente para la temperatura del lugar. Se le podía ver con dos pares de pantalones, un grueso suéter, una bufanda y un gorro de lana. A un costado tenía un paraguas estilando.
—Me imagino —contestó el oso—, con esto del Oscuro Mañana. ¿Has sabido algo al respecto?
—Me he preocupado más por la tormenta —confesó Dave.
—Sospecho que la tormenta indica que el Oscuro Mañana comenzó cerca de aquí —comentó Vinnie pensativo—. ¿Será un nuevo Maestro de la Noche?
—No me lo quiero imaginar —respondió el tronco con pesar.
—Lo peor será cómo defendernos —agregó el oso—. O sea solo estamos tú, yo, este… ¿Jobeaux?
En ese instante la mirada del oso se encontró con el goblin. A pesar de toda la muchedumbre repartida y que reconocerlo era como buscar una aguja en un pajar, se encontró con él con facilidad. Tantas horas buscando a Waldo valieron la pena.
Dave se volteó hacia dónde estaba mirando Vinnie. No le tomó mucho tiempo encontrarse con el goblin. Mientras abría la boca producto de la impresión, vio como tomaba asiento en una de las mesas cercana a la barra.
—¡Jobeaux! —Vinnie se colocó de pie de inmediato intentando llamar la atención de goblin agitando sus brazos. Antes de que Dave se percatase del acto, vio como el oso se aproximaba a grandes zancadas hacia la mesa de su antiguo amigo.
El goblin alzó la vista y se volteó hacia atrás, topándose con el oso marrón y rechoncho. De inmediato sus nervios agitaron su corazón.
—¡Tantos años que no te veía! —lo saludó el oso con una ronca risotada mientras le regalaba un par de palmadas en su espalda—. ¿Viniste por lo del Oscuro Mañana?
—¿Vinnie? —intentó reconocerlo el goblin arqueando una ceja. Lo último que quería era ser reconocido por alguna clase de antiguo conocido.
—¡El mismo! —exclamó alegre—. No te veía desde que renunciaste a tu reinado en Rednickistan.
El goblin rió nerviosamente sin poder imaginar un plan para quitárselo de encima. Aunque no era una buena idea asomarse en público con Yenny, no le tomó importancia a la sencilla idea de bajar a almorzar. Después se la pasarían encerrado en su habitación hasta que pasara la tormenta.
—Por cierto, ¿quién es ella? —Vinnie se percató de la presencia de la coneja, quien estaba sentada en el puesto frente a Jobeaux.
En el instante en que formuló la pregunta, Dave se había acercado a ellos. Más que centrarse en el goblin, su mirada quedó fija en la coneja que lo acompañaba. Aquella mirada lila sumado a su pelaje le informaron silenciosamente todo lo que necesitaba saber.
—Ella… es… —balbuceó Jobeaux inventando algo.
—¿Es una de las hijas del pecado? —intervino Dave. La mirada inquisidora del goblin y del oso lo obligaron a rectificar—. Digo, digo —agregó nervioso—... se parece mucho a Yin y Yang así que… no lo sé, fue lo primero que se me ocurrió.
Jobeaux suspiró rendido.
—Sí, es cierto —contestó agachando la mirada—. Se llama Yenny.
Los dos pares de ojos se concentraron en la joven conejita. La chica pudo sentir el peso del juicio de sus miradas, al tiempo en que aquel apodo lanzado por el tronco le acarreaba viejos y feos recuerdos.
—¿Es en serio? —exclamó el oso impresionado mientras cubría su boca abierta con sus manotas—. ¿Ella es uno de… de…?
La coneja no sabía qué responder ante la presencia de ese par. Los nervios la comenzaban a dominar poseyendo sus pies agitados debajo de la mesa.
—Pero —Vinnie se aproximó a ella con curiosidad—, ¿no tiene una cola de cerdo? ¿O una tercera oreja? ¡Ya sé! ¿Acaso es muda?
El oso se la estaba comiendo con la mirada, cosa que aumentaba la incomodidad de la coneja. Yenny apretaba con fuerza sus manos estrujadas entre ellas. Vinnie buscaba hasta el menor de los detalles en busca de alguna pista que le confirmara que ella era real, que estaba en este mundo, y que sus padres eran quienes le habían insinuado que eran.
—¡Vinnie! ¡Déjala en paz! —le ordenó Jobeaux con dureza.
En ese instante el oso retrocedió asustado mientras mostraba sus manos peludas libres de toda culpa.
—Está bien, está bien —contestó—. Lo siento.
—Ahora si nos disculpan, quisiera almorzar tranquilo —continuó el goblin aún molesto—. Así es que si no necesitan nada más…
—¿Entonces es verdad? —lo interrumpió Dave sin poder borrar su rostro de impresión—. ¿Es verdad que ella es hija de Yin y Yang?
—¿En algún momento ellos…? —continuó Vinnie mientras intentaba gesticular algo con sus manos.
—¡Por favor ya basta! —Jobeaux se puso de pie enfrentándolos molesto—. ¿Es que acaso no tienen sentido común? ¿Por qué no se van a molestar a otro lado? —les recriminó apuntando hacia la salida del local.
—Lo siento —contestó Dave carraspeando nervioso—, pero debes entender que no es fácil enfrentar una realidad tan… extraña, sí, extraña. Seguro te pasó lo mismo la primera vez que te enteraste de esto.
—¡Esa no es razón para comportarse de esa manera! —les recriminó el goblin ofuscado—. ¿Es que acaso no tienen tacto? ¡Esa familia ya ha sufrido de suficiente discriminación para que encima vengan ustedes, par de idiotas, a molestar!
El silencio se cernió entre los tres al tiempo en que algunos de los testigos se volteaban para observar el chisme del momento. El oso y el tronco se observaron entre ellos extrañados al tiempo en que Jobeaux regresaba a su asiento. El goblin se quedó estático al notar que el puesto frente a él se encontraba vacío. Tras un rápido vistazo, alcanzó a ver a Yenny cruzar el umbral de la salida.
—Bien hecho —les recriminó al par antes de ponerse de pie y correr hacia la salida.
Mientras, Pablo ya había conseguido arreglarse tras estar gran parte de la tormenta en el exterior. Se dio un baño de espuma, lavó y secó su traje y se dió un festín en la cocina. Entre tantas comodidades estaba comenzando a olvidar las razones por las que había regresado en primer lugar.
—¡Tío Pablo! —Yuri entró a la cocina en el momento en que el felino reposaba el postre de pie de manzana que acababa de devorar.
—¡Hola! Lindo día, ¿no? —saludó alegre, al tiempo en que un trueno retumbaba sobre el tejado.
—¿Qué? —respondió Jacob recién entrando a la cocina.
—Supe que mamá piensa demostrar que no es hermana de papá para que la justicia deje de perseguirla —comentó Yuri de inmediato.
—Eso creo —respondió—. Jacob, necesito que reúnas a tu familia —agregó dirigiéndose al chico—. Tengo un asunto urgente para todos. Si es posible, que toda la casona se reúna en algún salón que tengan y que quepan todos. Tengo noticias tan grandes como este Oscuro Mañana.
—¿Oscuro Mañana? —inquirió Jacob extrañado.
—Es un nombre Woo Foo —comentó el felino rascándose un diente con sus garras—. Ni yo lo tengo muy claro. ¡Pero no es el punto! ¡Vayan a por sus padres y el resto de sus hermanos!
La tormenta eléctrica no pensaba en amainar. Los focos, faroles, y luces de todo tipo se mantenían encendidas ante la incertidumbre de lo que estaba por suceder. Los truenos y relámpagos comenzaban a molestar más que sorprender. La gente se notaba más nerviosa de lo usual. Se la pasaban corriendo o si no volando, hablando en voz más alta, moviéndose como si estuvieran con un constante choque eléctrico. Jobeaux recorría el pueblo buscando a Yenny, cada vez con mayor desesperación. Los segundos aumentaban la aprensión del goblin, temiendo que le hubiera pasado algo grave. La noche eterna parecía extenderse más allá del límite de la paciencia.
Cuando el reloj marcaba la hora perfecta para que la noche tomase su lugar, casi toda la casona se hallaba reunida en el salón principal a petición de Pablo. Los rayos azotaban el tejado mientras el viento golpeaba las ventanas. A pesar del infierno desatado, a esta hora todos los habitantes de la casona parecían haberse acostumbrado al murmullo de la lluvia. Aunque habían sillones, sofás y sillas en torno al cuarto, debieron traer más sillas debido a la cantidad de gente reunida. Los focos en los dos candelabros colgantes amenazaban con apagarse frente a cada relámpago que cruzaba el cielo.
Era la primera vez que Yang salía de su habitación. Aunque enfrentarse con el resto de los habitantes le causaba una ansiedad que amenazaba con atraparlo, intentaba enfrentar este momento con valentía. A su lado, Yin pretendía no dejarlo abandonado. Lo llevaba del brazo como una forma de demostrarle apoyo en este nuevo paso. El conejo tragó saliva. Era el minuto de enfrentar a la inquisición.
En el lugar, Yanette se encargaba de ubicar a los habitantes en sus respectivos asientos. Peter se había instalado en el sillón más cómodo mientras se quejaba de la petición de su presencia. Prefería dormitar en su cuarto que atender asuntos mundanos que seguramente ni siquiera eran de su incumbencia. Los hijos de nuestro matrimonio incestuoso se encontraba repartido entre un par de sillones conversando aménamente con Pablo. Parecía que a fin de cuentas todos se llevaban bien con el felino.
—¡Yin! —exclamó el felino apenas la vio. De inmediato se acercó hacia ella para saludarla, al tiempo en que era seguido por la mirada de los menores—. ¡Yang! ¡Qué tal! —saludó animado extendiendo su mano.
—Hola —Yang lo saludó escuetamente estrechando su mano. Poco lo lograba recordar. No tenía mucha cercanía con el felino.
—¿Cuándo llegaste? —lo interrogó Yin.
—Hace un par de horas —contestó Pablo—. Vengo con una información demasiado importante para todos…
—Si te refieres a la acusación de los dos homicidios contra Yang, me enteré por la prensa —lo interrumpió Yin.
—¡Oh! ¿Eso? ¡No! —contestó el felino extrovertidamente—. Es sobre algo más importante. Tenemos un Oscuro Mañana sobre nuestras cabezas —le dijo apuntando al tejado con su índice derecho.
Mientras Lina y Roger ayudaban a Lucio a llegar hasta su asiento, Carl ingresaba por una entrada en el otro extremo de la habitación. Apenas colocó un pie, su mirada se encontró con Yin junto con su esposo-hermano. No se le alcanzó a cruzar ni el menor de los pensamientos cuando fue interrumpido por Ella.
—Oye, ¿has visto a Bob? —le preguntó la tigresa—. No lo he visto en todo el día.
—Este… no, no lo he visto —contestó intentando alejar la vista de la coneja.
Ella se volteó hacia la pareja antes de sacar sus propias conclusiones con la ayuda de lo que había leído de la mente de la cucaracha.
—¿Por qué no le dices? —le preguntó directamente.
—¿Qué? —la pregunta fue como un golpe bajo sorpresivo para Carl—. ¡¿Cómo se te ocurre?! —le recriminó molesto.
—Él ya no la ama —contestó la tigresa—. Es un pobre conejito asustado luego de ser pillado con las manos en la masa. Si pudiera, juraría que nunca más volvería a jugar al incesto con tal de que lo dejaran de mirar feo.
—¿Qué? —Carl quedó desconcertado ante esa respuesta—. ¿Cómo lo sabes? —balbuceó.
—¡Dah! ¡Puedo leer mentes! —exclamó con sarcasmo—. Y la de él más que mostrar, está gritando a los cuatro vientos su miedo, a tal punto que apenas puedo oír otra cosa —agregó con fastidio.
—¿Y qué hay de ella? —preguntó la cucaracha.
—¿Y eso qué importa? —contestó la tigresa—. Se debe dar cuenta que ya no la aman, que ya se acabó.
Tras una sonrisa, prosiguió:
—Debes saber que las mujeres despechadas son las más fáciles de conquistar.
Antes de que Carl intentara desentrañar el significado de aquella oración, la tigresa se había alejado por el pasillo que había tras su espalda. Tras algunos segundos, Carl negó silenciosamente con la cabeza, en un intento por olvidar toda insinuación de la tigresa.
Mientras, Yanette parecía buscar a alguien con la mirada.
—¡Kraggler! ¿En dónde está Freddy? —le preguntó a la gárgola, quien intentaba dormitar en un cómodo sillón.
—¿Qué? ¿Cuán? —contestó en un sobresalto de confusión.
—Que en dónde está Freddy —insistió la anciana molesta.
—Debe estar en su habitación —respondió la gárgola—. No ha salido en todo el día.
Tras un bufido de frustración, la coneja se dirigió a grandes zancadas rumbo a la salida.
Jobeaux no se rindió en la búsqueda de la coneja. Tanta paciencia, insistencia y lluvia rindieron sus frutos en el minuto en que se topó con Yenny. Se encontró con la coneja debajo de un sauce a las afueras de la ciudad. Se encontraba tan empapada como él, buscando cobijo bajo la copa de dicho árbol. El goblin no lo pensó dos veces y la rodeó entre sus brazos. La coneja se encontraba helada.
—Todo está bien —balbuceó en voz baja.
Yenny le devolvió el abrazo sin decirle una sola palabra. La penumbra de las luces provenientes del pueblo los ayudaba a ocultarse de todo rastro de ojos curiosos. El goblin la apretó contra su cuerpo en busca de algún rastro de esperanza por su parte. La buscaba cobijar, proteger, alejarla de las pesadillas.
La reacción que esperaba llegó al momento de oír sus primeros sollozos. Un rayo azotó el cielo, iluminando el momento íntimo de los dos. Jobeaux aprovechó el momento de regalarle un beso en los labios. Beso que le recobraría la vida a la coneja. Beso que marcaría una decisión definitiva para ambos. Ya no hay más pasado. No existe la familia. A partir de esa noche, ambos comenzarían de cero.
Carl apenas había tomado asiento en una de las sillas junto a una de las salidas cuando notó que Yuri se encontraba junto a él. Ni siquiera intentó cuestionar cómo lo hizo para llegar tan rápido.
—¡Señor Carl! —exclamó efusivamente—. ¿Cómo está?
La cucaracha arqueó una ceja al verla pararse inocentemente con sus manos en la espalda. Parecía ser evidente que ocultaba algo.
—Bien, gracias —contestó.
—¿Y ya se encontró con su padre? —preguntó con una sonrisa inocente.
Carl guardó silencio. Prefirió no seguir haciéndole caso.
—El señor Freddy tiene el mismo apellido que usted —le explicó—, y ya he aprendido que si dos personas tienen el mismo apellido, es porque son parientes.
—¿En serio? —comentó sin hacerle caso realmente.
—Además, le pregunté y él me dijo que sí tenía un hijo llamado Carl —continuó—, por lo que es muy probable que se trate de usted.
—Oye, ¿por qué no vas con tus padres? —le respondió la cucaracha—. Ellos te deben estar esperando.
—¿Pero y su padre? —insistió la pequeña mientras Carl sujetaba de los hombros para obligarla a dar la media vuelta.
—Esos son asuntos en lo que una niñita como tú no debe meterse —respondió.
—¡Oye! —la pequeña se soltó molesta, volteándose hacia él.
—Hola.
Fue el saludo que interrumpió el momento. Ambos se voltearon hacia el origen de la voz junto a Yuri. Jimmy se encontraba junto a Carl regalándole una sencilla sonrisa. Sus enormes ojos lilas tenían un brillo propio. Su pelaje verde limón se notaba lustroso con el reflejo de la luz. Ambos se quedaron congelados ante la repentina aparición del conejito.
—Ho-hola —tartamudeó Carl nervioso. No quería llamar la atención interactuando con los dos hijos menores de los Chad en presencia de sus padres.
Carl no se esperó el abrazo que el pequeño le regaló. Se aferró a la cintura como si su vida se tratara de ello. El rostro de sorpresa de Yuri le indicaba que ella tampoco se esperaba tal reacción. La cucaracha no pudo evitar levantar la vista hacia el sillón que acomodaba al resto de los Chad. Pudo ver cómo los padres le clavaban la mirada con una precisión láser. Los nervios se multiplicaron. No tenía explicación que dar frente a la exigente mirada de la pareja incestuosa.
—Este… Jimmy —balbuceó nervioso intentando soltarse de su amarre—..., ¿por qué no vuelves con tu familia? Tus padres te deben estar esperando. Cualquier cosa que quieras decirme, podemos hablarlo después. ¿De acuerdo?
De la misma forma en que el pequeño llegó, soltó el abrazo. Le regaló una amplia sonrisa antes de regresar corriendo junto a sus padres. Yuri, tomada por la sorpresa, le regaló una última mirada interrogante a Carl antes de regresar con su familia a paso lento. Carl pudo ver una última mirada interrogante por parte de Yin antes de recibir al pequeño. Lanzó un suspiro pesado luego de desviar la mirada.
Simplemente no pudo comprender qué fue lo que acababa de ocurrir.
