Notas del autor:
Yo voy a ser honesta con ustedes.
Este fic es largo y pesado, muy parecido a Oro y Sangre. Jinx y Caitlyn tiene cosas parecida a la relación Lux y Katarina, muchas, en el sentido que no tienen nada que ver la una con la otra, son enemigas, no se quieren y desarrollar una relación para que este fic sea romántico requiere tiempo y un buen manejo de algunos temas.
En este fic no solo tocare los sentimientos románticos, ya que siempre me han parecido personajes muy complejos, tanto Caitlyn como Jinx, y me gustaría sumergirme en sus personalidades y meterlas en situaciones que ninguno le gustaría estar para ver que son capaces de hacer.
Estamos muy prontos a que se estrene Arcane, estoy emocionada con eso, y seguro le va a dar un golpe fuerte a como veo a Jinx y Caitlyn, seguro perjudica en algunos aspectos a este fic, pero creo que serán más los aspectos en los que me beneficiare.
Este fic tendrá actualizaciones a partir de ahora los días Lunes. Tengo grandes planes para él, como siempre, y me puse metas para escribir más seguido y de forma regular.
-Capítulo 21-
-Las torretas abastecedoras-
Robo a mano armada en el sector 7.
Asesinato de una familia en el salón Perla.
Secuestro de menores en las proximidades de Zaun conexión puente oeste.
Botín en la prisión de baja seguridad que trabaja en torno a la torreta número 6 de cara al cañón.
Atentado contra el buque C-B.
Desaparición de los cristales explosivos Burtex del laboratorio central.
Caitlyn suspiró ampliamente y cerró de par en par el informe. Miró a uno de sus subordinados, el que había sido encargado de llevarle el libro de actas apenas llego a su oficina. El chico parecía expectante de nuevas indicaciones.
—Estoy tan… cansada— comentó por lo bajo. Su subordinado no llegó a entenderle, y trató de inclinar la cabeza para escucharla mejor, pero Caitlyn no volvió a repetir lo que dijo— ¿Cómo se dividieron las tareas?
—Oh, sí. Una patrulla está tratando de investigar el robo en el sector 7, aun no informan. El asesino de la familia Richardson fue identificado como un conocido malviviente de la zona baja. Ya fue detenido e interrogado. Los secuestros de los menores no se resuelven aun y tienen a dos detectives con los allegados que hicieron la demanda desaparición. El botín de la prisión terminó con dos muertos por partes de los reos, la policía ya tomo control de nuevo sobre ese asunto. El atentado en el buque…
Caitlyn desviaba su atención por la ventana más próxima, sintiendo nuevamente el cansancio en ella. Ni siquiera era mitad de semana y la cantidad de crímenes que azotaba la ciudad ya la estaba dejando sin energía para lo que quedaba de ella.
Sacó de su cajón un pequeño frasco, lo abrió y se llevó a la boca dos píldoras, pasándolas luego con el té.
—… tenemos algunas sospechas de quien robó los cristales explosivos, pero aun no confirmamos nada.
— ¿Por la escena del crimen?
—Si.
— ¿Dejó alguna evidencia?
—La firmó, señora.
— ¿Mmm?— se interesó la tiradora y el chico busco entre sus carpetas, pasándole un par de fotos.
Las tomó y sonrió de inmediato. Un garabato con una cara de con dientes afilados y cruces en turquesas y rosa chillón, sin mencionar por supuesto la enorme firma.
—Ah, que Jinx se haya hecho con esos explosivos es algo por lo que debemos preocuparnos, sí.
—Sí, señora.
— ¿Saben dónde está?
—Negativo. Si bien hizo un desastre y varios testigos afirman haberla visto tomar dirección sur, no pudimos seguirle el rastro.
—Ya veo.
La sheriff jugaba con las fotos en su mano, pero la presencia de su subordinado era insistente, así que la dejó de lado y trató de concentrarse.
—Encuentren al causante del robo y deténganlo, no es posible que tenga toda una patrulla en el sector 7 sin conseguir resultados, no los quiero de vuelta hasta que traigan al culpable.
—Sí, señora.
—Parece que lo del asesinato ya está resuelto y solo queda encarcelar y que le den sentencia. El secuestro de menores me preocupa más. Han estado desapareciendo niños paulatinamente, yo misma le daré una mirada más tarde.
—Como guste.
—Con respecto al botín dile a los oficiales que no escatimen en balas. Quiero esa prisión en orden y como corresponde hasta antes del anochecer, de lo contrario yo misma encarcelare a los inoperantes que dejaron que eso se salga de control.
—Sí, de inmediato.
—Me pasare esta tarde cerca de los buques, tenemos una reunión por los asuntos de la torreta de ese sector, asi que luego lo inspeccionare también.
—Si— contestó nuevamente el chico, tomando nota, esperó unos segundos pero la sheriff no volvió a decir nada— ¿El robo de los cristales… que cometió Jinx?
—También me encargare de eso personalmente.
—Claro.
—Bien… excelente trabajo, Raúl— felicitó la chica y el otro le dio una sonrisa que pudo iluminar el despacho.
El trabajo era duro, sabía que sus hombres debían estar cansados también. Últimamente las cosas empeoraban sin saber muy bien el porqué. Felicitarlos y darle ánimos a su equipo era también parte de ser su líder.
—Manda las indicaciones que di y envíame aquí, a mi despacho, las cosas que falta, luego ve a descansar.
—Puedo seguir trabajando, no necesito que-
—Es una orden— lo interrumpió— no es porque crea que no puedes seguir, eres muy eficiente, pero para que lo sigas siendo te necesito descansado y bien ¿De acuerdo?
—Sí, señora.
—Bien… ahora ve.
Esperó a que su hombre se fuera y relajo los hombros al estar sola en su despachó de nuevo. En su cabeza repaso todas las cosas que debía hacer y finalmente miró a su escritorio, donde un sobre con el escudo de la ciudad estaba abierto.
Miró el reloj de pared y supo que apenas tenía tiempo para refrescarse y vestirse acorde. Sin más que hacer se levantó dispuesta a pasar por su departamento.
Aunque el asunto que la movía a llegar deprisa allí era otro.
Salió del baño, escogiendo la ropa para esa tarde. Una camisa y un pantalón de vestir, un corset de un morado oscuro ceñiría su figura, pero lo creía elegante.
"Sé que aun tienes tus dudas con las torretas abastecedoras, pero este es un evento importante… por favor… Caitlyn"
Se quejó por lo bajo al recordar las palabras del hombre que le había hablado. Comúnmente dejaría que cualquier otra persona de su equipo asista al evento por ella, pero esta vez se lo había pedido un allegado.
Se resignó mientras se abotonaba la camisa y de repente recobro el interés. Sin detenerse en lo que hacía se dirigió a la sala principal y encendió una pantalla Hextech. Pudo ver desde ahí una habitación a oscuras pero sin ningún tipo de movimiento. Apretó un botón y ahora veía una cocina, similar a la imagen anterior en lo deshabitada. Repitió la acción un par de veces pasando por el sótano, otras habitaciones hasta que finalmente creyó vislumbrar un poco de actividad.
Espiaba una sala amplia, con muebles a medio cubrir con sábanas y plásticos, pero pudo ver una trenza celeste deslizarse en el sofá antes que toda la silueta de Jinx apareciera en escena.
La criminal jugaba con un artefacto brillante entre sus manos, parecía luchar en el sofá tratando de encontrar una posición cómoda. En determinado momento su cuerpo cayó al suelo y siguió retorciéndose con pereza. Elevó las piernas de vuelta al sofá y pudo ver la sonrisa de satisfacción al haber encontrado su posición.
—Imbécil…— murmuró Caitlyn mientras se acomodaba el cuello de la camisa y dejaba la pantalla de modo que pudiera verla mientras se vestía.
Pensaba que el artefacto con el que jugaba Jinx podía ser aquel que había robado hace poco. Se mentalizó en investigar más sobre ese incidente en la oficina mañana.
Hacía tiempo que sabía que Jinx usaba su antiguo hogar como guarida. Ese no era un problema. El problema resulto ser el que hacer con esa información.
Solo ella lo sabía y, por como actuaba Jinx en ese lugar, era evidente que la de pelo celeste no tenía idea que la espiaban.
Le daba cierto control el saber donde estaba la chica. Desperdiciar esta ventaja simplemente cayendo con un escuadrón de sorpresa significaría perderla.
Claro, las cosas podrían salir bien y atraparían finalmente a Jinx, pero este tipo de pensamiento se esfumaba con una doble moral que la oficial cargaba.
"Es injusto atraparla así" Pensaba creyendo que lo que debía hacer era atraparla mientras hacia sus fechorías o por errores que ella cometiera, no por verla retorcerse de dolor mientras se agarraba la cabeza luego de comer dos botes de helado rápidamente.
Verla, saber cuándo salía, cuando estaba, o como ahora, verla dormida, significaba que no interrumpiría en el evento de esa tarde, y descartar a Jinx, de entre todos los criminales con los que debía lidiar a diario, era algo que agradecía y que no quería que se fuera por una jugada arriesgada.
Apagó la pantalla y tomó sus llaves. Le quedaba aun una larga jornada.
El primer pie que puso fue a hundirse en el fango unos centímetros. No le importaba en lo más mínimo, pero estaba segura que a las otras personas allí esto no le hacia la menor de las gracias.
Comenzó a mirar cabeza por cabeza. Muchas personas importantes, altos mandos, del gobierno, adinerados, todas con una expresión de no querer estar allí, pero lo estaban.
Una de las zonas más pobres de Piltover, irónicamente no tan cerca de Zaun, sino de cara al mar, aunque alejada de la zona de comercio y eso la hacía un lugar excelente para refugiados de Aguas turbias, de Zaun, o de cualquier lugar donde se pueda acceder por mar sin las restricciones que hay en el gran puente.
Olía a aguas estancadas y pescado frito, lo que hizo que la nariz de Caitlyn se torciera un poco, pero trató de disimular la expresión mientras caminaba.
—No hay como el olor al mar por la tarde ¿Eh?— comentó a modo de saludo Jayce, llegando a su lado.
—Si consideras que el mar se pudrió con miles de cadáveres abajo, pues…
— ¿Nuestra querida sheriff nunca deja de pensar en casos macabros?— trató de bromear— y pensar que esta gente vive así todo el tiempo.
Caitlyn sabía a lo que se refería. Esta parte de la sociedad, "Los pobres" de Piltover era algo realmente especial.
Piltover era peculiarmente rico, tenía buen comercio, el mejor de todos, el trabajo no faltaba para quienes quisieran trabajar, pero tenía sectores particularmente problemáticos.
Sabía que en todos los lugares era así, y el crimen no faltaba en toda la ciudad, pero parecía comenzar a simpatizar más en los sectores más vulnerables, lo cual comenzaba a ser bastante preocupante.
La desconfianza entre la gente comenzó a crecer y los menos pudiente comenzaron a ser rápidamente más marginados.
Ahora había pobres y delincuentes amontonados en zonas que eran consideradas peligrosas, sin ver alguna solución viable.
Y justos y pecadores pagaban por igual.
Caitlyn pudo ver una familia. El padre tenía las manos tan negras por el carbón que trabajaba que parecía un espectro, pero sus ojos brillaban con agradecimiento mientras uno de los políticos le hablaba cariñosamente. Su mujer lo acompañaba, una señora gorda con un delatan sucio y parchado, tenía sus manos puestas en los hombros de una niña pequeña.
Caitlyn la contempló por unos segundos, llevaba las ropas sucias igual que sus padres y no tenía medias, el barro se colaba por sus zapatos, pero a la niña parecía no molestarle.
Caitlyn creyó que quizás era lo único en lo que se parecían. Vagamente recordó como detestaba tener una mancha en sus ropas blancas, y como está la hacía desconcentrar de momentos como para pensar en llevar sus ropas sucias todo el tiempo como esa familia.
Se siento mal y pensó en retirarse, pero fue entonces cuando el político que atendía a la familia miró hacia donde estaban.
— ¡Si viniste!— Comentó el hombre, acercándose inmediatamente a ellos.
Se trataba de un hombre grande, tenía canas en todo el cabello y barba. Sus ojos eran castaños y tranquilos y su voz de un tono tan profundo y armonioso que uno creía que podría dormir solo con su presencia.
Tomó ambas manos de Caitlyn y esta, aunque no le gustaba demasiado ese tipo de gesto, no se quejó.
—Me alegró tanto.
La chica trató de mantener la seriedad, pero una pequeña sonrisa afloró de su boca.
—Y Jayce, que gusto también.
—Señor Manes— contestó con respeto y cariño este.
—Es muy bueno que ambos hayan logrado venir, muy pero que muy bueno— insistió el mayor.
Ahora tomando las manos de ambos, mirándolo a los ojos, con una chispa de cariño en ellos.
—Señor— lo interrumpió una mujer que parecía atareada— es hora.
—Oh, sí, sí, claro. Tendrán que disculparme. Volveré con ustedes luego del discurso ¿De acuerdo?
—De acuerdo…— contestó por lo bajo la chica, con la esperanza de que no la escucharan, pero el hombre le ponía tanta atención, que con solo recibir esas palabras su sonrisa se ensanchó aún más y se inclinó para disculparse mientras se retiraba.
—Es como si no pasaran los años en él— comentó Jayce mientras lo veía alejarse.
—Oh, los años sí que pasan… para todos…
Desde que era una niña Caitlyn conocía al señor Manes, uno de los líderes en la oligarquía que regía en Piltover. Un hombre tan sabio como bondadoso, y por eso algunas veces ella lo consideraba alguien insensato e ingenuo, aunque su inteligencia diga lo contrario.
Era uno de los pocos políticos, si no era el único, al que Caitlyn le tenía aprecio y por el único que consideraba digno de escuchar.
Y por eso estaban allí hoy.
— ¿No te convence lo de las torretas de alimentación?— quiso saber Jayce mientras ambos se acomodaban en un lugar frente a un improvisado escenario.
—No son mis asuntos.
—Tomare eso como un no.
Ambos vieron como los burócratas parecían platicar entre ellos arriba y luego uno salió del grupo y se acercó al micrófono, era alto y panzón, tenía el cabello castaño como sus ojos y la calvicie comenzaba a entrar en el por los costados.
—Es un placer para mi tener esta variedad de invitados hoy— comenzó el sujeto señalando la diferencia de clases ahí reunida— y este acontecimiento solo sería posible gracias a nuestra querida ¡Torreta 3!
Al decir el nombre unos reflectores se dispararon al aire e iluminaron la enorme estructura detrás del escenario.
Una torreta oscura, como un edificio de varios metros de alto se levantaba en ese sector, lo más alto de toda esa zona por lo menos.
—Como bien sabrán, desde hace algunos meses la Torreta 3 le ha proporcionado a toda esta zona alimentos, bienes, personal de sanidad, una segunda oportunidad a todos.
Caitlyn miró con aburrimiento al hombre, lo conocía bien, era el mismo inventor y principal inversor de las torretas de las que hablaba.
—Pero estas no son solo palabras, por favor, miren a su alrededor, los rostros, las expresiones, el cambio de vida que le depara a todos aquí, no, claro que no son palabras, el cambio es real, la prosperidad de Piltover brillara de nuevo en cada rincón.
Comenzaron a aplaudir a las palabras, mientras el hombre se dejaba alabar y siguió con su discurso.
— ¿Ya pasaron meses?— preguntó Jayce, distrayendo de lo que se decía.
—Sí, casi medio año de hecho.
— ¿Viste cambios en los sectores donde las torretas están puestas?
Caitlyn se quedó con silencio. Si tenía que pensarlo, sí que hubo cambios, y para bien. Todo lo que presentaba este nuevo modelo de abastecimiento parecía próspero y bueno.
— ¿Entonces sí?
—Ah, si…
—Sigues sin parecer contenta con esto… ¿Es por Marangoni?— preguntó Jayce viendo de nuevo a quien hablaba para asentar su comentario.
—No tengo nada en contra de él.
— ¿Por las torretas en si entonces?— volvió a intentar, consiguiendo más silencio— el concepto es simple. Esas cosas están equipadas a lo largo de máquinas que generan comida a partir del trigo y otras materias primas que ingresan, eso le da un plato de comidas a todo quien lo necesite. Aparte el sector bajo está equipado con clínicas médicas que atienden las necesidades de quienes no puedan con un seguro médico.
—Ah sí, y le dan calor gracias a la energía que se renueva en sus operaciones ¿Y qué más? Agua potable, cobijo y… una palmadita en la espalda cuando uno más lo necesita— agregó la chica con desdén.
—Todo lo que los más vulnerables necesitan… y por eso las cosas mejoran.
El hombre dejó de hablar a medida que recibía los aplausos y mientras bajaba estrechaba las manos de quienes se acercaban.
Caitlyn deseó que no se dirigiera a donde estaba, pero lamentablemente para ella así lo hizo.
—Pero si es nuestra querida Sheriff y el héroe de la ciudad.
—Señor Marangoni— saludó nuevamente de forma cortés Jayce, Caitlyn se limitó a asentir.
—Es bueno que dos modelos tan importantes de nuestra sociedad nos acompañen hoy y apoyen la causa— explicó en voz clara, para que las personas cerca de ellos también escucharan.
—El señor Manes fue muy amable al extendernos la invitación— contestó por ambos el héroe y esto formó una extraña sonrisa en el hombre.
—Ah, sí, sí, el viejo Enrique Manes… siempre tan considerado con nosotros. Tiene mucha influencia en el partido, aunque muchos lo ven ya afuera.
—Pues yo creo que aún puede dirigir unos cuantos años más— comentó tajantemente Caitlyn y nuevamente otra sonrisa extraña por la parte de su interlocutor.
—Ah… quizás…
El hombre se distrajo atendiendo a otros invitados. Jayce esperó que se alejara para recriminar a Caitlyn con la mirada.
— ¿Qué?
—Entiendo que no te caiga bien, pero he estado viendo el… "movimiento". Manes es realmente un hombre muy querido y apreciado por todos, pero viejo… y se lo ve cansado, hasta el mismo habla a veces de retirarse de la política, y cuando eso pase… Marangoni encara como claro mandatario de su partido… sería bueno tenerlo de nuestro lado— terminó explicando el chico.
—Yo no veo lados… no me interesan, la ley es la misma para todos.
— ¿Ah sí?
—…si.
No quiso hondar en el tema con Jayce, algo le decía que si el chico quería podía ponerla en aprietos con sus propias palabras.
— ¿Ya nos podemos ir?
Caitlyn descubrió rápidamente que no se libraría de esa reunión por lo menos por un par de horas más.
Miró a uno de sus costados, en las calles lejanas, un par de oficiales que podía reconocer. Deseo internamente, y con fuerzas, que algo sucediera, lo que sea, que necesitara de su inmediata atención, pero nada pasó. Los hombres se sintieron observados por la insistente mirada y al cruzarse con la suya le sonrieron con respeto.
Caitlyn devolvió el gesto y puso nuevamente atención a uno de los políticos del partido de Marangoni que animadamente explicaba la sencilla actividad que tendrían ahora.
Era el típico acercamiento a los más necesitados llevándole algo simbólico, ideal para las fotos.
Lo odiaba.
—Si te apuras puedes agarrar unas mantas y no te tocara llevarle un plato de comida o elementos de higiene— recomendó Jayce viendo la mala cara que ponía la sheriff al evento.
—Si me apuro, podre salir de aquí sin que nadie me note— contestó, pero al mismo tiempo pudo ver al señor Manes sonriéndole mientras este, honestamente, trataba de adivinar qué era lo mejor para una familia que se había acercado a recibir los beneficios.
Pensó que mientras menos luchara contra ellos mejor. Tomó la recomendación de Jayce y cogió un par de frazadas, el sonido de unas cámaras cerca, capturando el momento, le hicieron poner mala cara pero se las arregló lo mejor que pudo.
Se acercó con ellas a una familia que permanecía expectante a lo lejos, en un pequeño lugar que parece si casa. Una mujer muy gorda, de tez oscura y delantal sucio, la misma que había visto al principio, le sonrió amablemente.
Caitlyn se sentía torpe simplemente extendiéndole las frazadas para que la tomara, pero la mujer no parecía notarlo, por el contrario, no tenía planes de dejar ir a la chica tan rápidamente.
—Es la gran sheriff de Piltover ¿No es así?— preguntó abrazando los obsequios.
—Ah… si…
—En esta casa tenemos una gran admiradora suya ¿Sabe?
Creyó que la mujer solo trataba de halagarla al sentirse agradecida por ser a quienes escogió pero pronto noto la presencia de una niña pequeña que se abrazaba a la pierna de la señora.
—No seas tímida, mi cielo, no tendrás otra oportunidad como esta en la vida— la animó la mujer, pero la niña no se movió de su lugar, ni siquiera podía levantar la vista— no tiene caso, perdónela.
Caitlyn volvió a apreciar a la niña, no debía tener más de 7 años y parecía muy cohibida por su presencia, pero podía verse su sonrisa aun con el rostro agachado.
—Está bien— contestó sin saber que más decir o hacer. Quería alejarse del lugar pero ahora parecía comprometida a interactuar un poco más— ¿Cómo se llama?
—Vannesa.
—Vannesa…— repitió, y al escuchar su nombre la chica se movió en su lugar.
—… el auto, mamá— murmuró por lo bajo.
— ¡Oh, sí! El auto… muéstraselo a la sheriff— animó la mujer, y la niña corrió a meterse a su casa— ¿Quiere entrar un momento?
En su mente el "no" fue rotundo, pero no fue capaz de exteriorizarlo al momento que la mujer puso una mano en su brazo y la atrajo hacia su vivienda.
Tuvo que inclinarse un poco para pasar por el marco de la puerta. Adentro estaba oscuro y frio, húmedo, y le costaba a sus ojos acostumbrarse a la poca luz que había en el lugar.
La ama de casa encendió la luz, un solo foco, que servía para todo el hogar, iluminó la estancia.
—Sé que no es tan linda como las viviendas en la ciudad, pero el señor político nos dijo que nos traería mano de obra y materiales para ampliar, es nuestra prioridad hacerle una habitación a Vannesa y su hermano— explicó la mujer con algo de pena.
En el lugar Caitlyn encontró una anciana encogida en un rincón, masticando una especie de fruta con mucha lentitud. Una cuna con un bebe que no se movía ni lloraba y a la par una cama desordenada, cuya parte trasera parecía estar ocupada tanto de elementos de cocina como de juguetes de la niña, Vannesa estaba allí, buscando entre esas cosas.
Un olor nauseabundo le llegó de inmediato, el baño estaba justo al lado de donde estaban los más pequeños y, aunque se notaba el esfuerzo por mantenerlo limpio, no dejaba de lanzar un olor desagradable. Solo estaba dividido por unas paredes delgadas de un material que Caitlyn le pareció plástico.
Vagamente Caitlyn recordó una escena de su niñez. Estaba molesta porque no podía concentrarse en sus deberes escolares ya que su padre estaba experimentando con unas máquinas en la sala y estas habían volcado aceite. Olía fuerte pero no mal y el elemento averiado hacia ruido mientras el hombre trataba de repararlo.
"Lo siento, princesa, podrías estudiar en mi habitación, arriba seguro no llega el olor ¿De acuerdo?"
Caitlyn prefería estudiar en la sala con los enormes estantes que hacía de biblioteca en la primera planta, pero en esa ocasión no le quedó otra que obedecer, subiendo las escaleras y acostándose en la enorme cama de su padre, quedándose dormida luego de que creyó haber estudiado lo necesario.
Algo golpeando su muslo la hizo volver. Miró hacia abajo y la niña la tocaba para que le prestara atención. Llevaba un pequeño auto de juguete con ella y se lo ofrecía a Caitlyn.
Lo tomó entre sus manos y lo examinó. Era un juguete viejo y era evidente que no era una patrulla, pero lo pintaron de forma que parecía. Estaba pintando con marcadores en tonos negros y azules oscuros, con rayones intentaron hacer el logo de la policía de Piltover.
— ¿Lo hiciste tú?— preguntó bajando la vista para ver a la niña y esta asintió inmediatamente— está bonito.
—Oh, ella quiere ser una oficial de grande, todo el tiempo me habla de eso— comentó la madre, feliz de ver la interacción entre ambas.
— ¿Es así?
La niña volvió a asentir pero esta vez levemente.
—Parece un buen plan…— comentó vagamente volviendo a contemplar el lugar, pensando en las posibilidades que la niña tendría para lograrlo, entristeciéndose un poco.
—El señor político quiere poner una pequeña escuela a la par de la torreta, si se vuelve igual de accesible que las demás cosas que nos consiguió, la niña y su hermano podrán estudiar.
—Ya veo…— le regresó el juguete a la niña y notó como esta llevaba las uñas pintadas de azul y negro, no era esmalte sino quizás el mismo marcador que había utilizado para decorar el pequeño modelo— cuídalo, nosotros cuidamos mucho nuestras patrullas, será un buen entrenamiento.
La niña le dio un pequeño "si" y volvió a esconderse detrás de su madre, abrazando el juguete.
—Debo irme ahora— anuncio y no dejó que nadie le evitara salir e ir directamente a donde estaban las demás personas trajeadas.
Respiró con profundidad y se llevó los dedos a la frente, sintiéndose frustrada, le comenzó a doler la nuca y se llevó una mano al bolsillo. Destapó el frasco y sacó un par de píldoras, tomándoselas de inmediato.
— ¿Dolor de cabeza?— preguntó con verdadera preocupación el señor Manes, examinándola.
—Un poco, si— contestó sin mirarle.
—Ya muchos se retiraron y otros se están yendo justo ahora. Lo lamento, Caitlyn, sé que estos eventos no te gustan, muchas gracias por hacer este esfuerzo… supongo que estaría bien si ahora quieres hacer tu gran fuga— trató de bromear amablemente.
—Está bien… solo… estaba pensando…
— ¿Si?— se interesó el hombre de inmediato.
—Sería una buena idea poner sanitarios en la torreta principal.
— ¿Baños?
—Sí, la higiene es algo muy importante, evitaría enfermedades y las personas no se tendrían que preocupar por eso en sus casas.
—Oh, aunque es algo controversial tener baños en común con el sector.
—Esta gente lo agradecería igual, podemos hacer un planeamiento grande para que se respete ciertas privacidades— divago Caitlyn, el hombre asentía pensándolo.
— ¡Pero qué gran idea, sheriff!— halago Marangoni mientras se acercaba, escuchando la conversación— las torretas de alimentaciones están diseñadas para crecer y modificarse al servicio de las personas, seguro podemos poner sanitarios de la más convenientes y dignos para la gente.
— ¿Usted lo cree?— preguntó el otro hombre con esperanza.
—Sin lugar a dudas. Discutiremos este proyecto en la siguiente reunión… ahora...
El hombre miró a su alrededor y vio como toda la atención de los medios y los demás políticos se disipaba. La noche comenzaba a caer en tonos rojos oscuro y una fría brisa le incómodo.
—Ahora ya es muy tarde… pero sin lugar a duda es una idea maravillosa— felicitó el político.
—Lo es— contestó el mayor de ellos apretando con cariño el hombre de Caitlyn— gracias.
La chica vio como el señor Manes se retiraba, siendo escoltado por algunos otros invitados que se retiraban, quiso hacer lo mismo pero el otro político le cortó el paso.
—Interesante ¿No es así?— le preguntó y Caitlyn enarcó una ceja— lo mucho que se puede hacer por otros ¿No está de acuerdo?
—Oh, si… Piltover siempre ha sido testigo de cómo la tecnología beneficia a la gente y viceversa.
—Exacto, exacto— se animó el otro hombre— Sheriff, yo sé que tiene sus opiniones reservadas respecto a la política… respecto a mi… pero por favor créame… buscamos lo mismo.
—No lo creo.
—Yo busco la mejoría de la ciudad, luchando por aquellos a los que creo que valen la pena, trabajando duro… justo como usted… ¿Me equivoco?
Caitlyn cruzo mirada con el hombre, le molestaba, pero ahora no podía encontrar algo negativo en su obrar. Podía ser que tenía otras intenciones, la prensa y ganar poder en el medio político, pero efectivamente veía que las personas, todas, se beneficiaban de esto.
—Buenas noches, señor— terminó diciendo, sin intenciones de seguir discutiendo.
—Oh si… emmm ¿Sheriff? Por favor piénselo, no soy su verdadero enemigo…— dijo mientras la veía alejarse— buenas noches.
Mientras Caitlyn caminaba pudo ver a los lejos a Jayce, parecía esperar por ella.
El héroe le ofreció una sonrisa al llegar a su lado, pero al vio muy metida en sus pensamientos.
—"Verdadero enemigo"— murmuró por lo bajo y el chico la miró extrañado— Agh… no es nada.
—Seguro algo es, pero no indagare… ¿Te llevo?
—No, estoy bien, quisiera…
Caitlyn hablaba mientras una nueva brisa le hizo llegar el mal olor del puerto, su nariz se torció un poco y comenzó a mirar a su alrededor. A medida que lo hacía comenzó a sentirse de forma extraña.
— ¿Qué sucede?
La chica no contestó. Los segundos parecían pasar extrañamente y todo en ella se puso en alerta, su cabeza comenzaba a buscar las razones por la que presentía que algo iba mal.
— ¿No había guardias aquí?
— ¿Guardias?
Jayce se distrajo con las exclamaciones de sorpresa de la gente cerca de las torretas, los niños gritaban emocionados y miraban al cielo, los adultos lo imitaban sonriendo. El rostro de Jayce y Caitlyn se iluminaban con una luz anaranjada que no sabían de donde venía hasta que levantaron la vista.
El héroe pudo ver unos globos de acero con una cometa en llamas anaranjadas, los demás ciudadanos podían llegar a confundirlas con alguna distracción festiva, pero a medida que se acercaban a ellos el chico no tuvo ninguna duda.
—Esas cosas… son…— le escuchó decir a Caitlyn, pero entonces su cuerpo se puso en acción por el mismísimo miedo, empujando a la chica al tiempo que las esferas impactaban en el suelo, haciendo que todo temblara.
La explosión hizo que los sonidos se distorsionaran, todo temblaba en su cabeza, los gritos, mas explosiones, el frenar de los autos en la carretera cercana.
Vio el cuerpo de Caitlyn y corrió hacia ella, tomándola de nuevo y empujándola, hasta que llego a apoyarse en una pared, los ataques seguían.
— ¡Nos bombardean!
Caitlyn se sentía mareada y tenía nauseas, el olor a sangre comenzó a invadirla más fuertemente que cualquier otro en ese momento. Levantó su vista y vio a Jayce, el tipo la abrazaba mientras un borbotón de sangre salía de su boca.
Se apuró a revisarlo.
—No es nada… vete— le pidió, pero Caitlyn no hizo caso. Encontró un hierro atravesando uno de los costados del héroe y no supo cómo tratarlo— vete.
Nuevamente, ignorándolo, lo tomo de la cintura y lo ayudo a pararse.
—Cállate y ayúdame a sacarte de aquí— ordenó y el hombre así lo hizo.
Caminaron unos pasos antes que otra explosión cayera cerca de ellos tirándolos a un costado.
Caitlyn necesitó de un gran esfuerzo para pasarlo al otro lado de la ruta, donde no parecía ser el blanco del atentado.
—Presiona ahí con esto— indicó la chica mientras le pasaba un trozo de su camisa— no te mueras ¿Escuchas eso? Ya dieron las alarmas, sabes que somos rápidos, resiste.
—Eso hare.
—Bien.
Jayce la vio ponerse de pie y mirar el foco de las explosiones, que no se detenían. Toda la torreta estaba en llamas al igual que sus alrededores. Por más sádico que pareciera, podía escuchar a alguien riendo con fuerza.
—No vayas…— le suplicó pero la chica ya corría en dirección al fuego.
Les tomó toda la noche, y ya entrada la mañana, aun no lograban asegurar el perímetro.
Jayce notaba algunas de las viviendas en llamas mientras se movía ya con una venda en su abdomen.
Querían llevárselo al hospital pero él sabía que tenía mucho por hacer en el lugar.
— ¡Tengan cuidado con eso! ¡Algunas bombas están aún activas!
— ¡Si, señor!
— ¡Que alguien saque esos cuerpos de aquí!
— ¡Cierren esa fuga o volaremos todos!
Los oficiales, bomberos y demás personal trataban de organizarse en lo que hacer, pero muy a su pesar, sabía que con los primeros rayos del día, iba a ser evidente que ya no había nada que pudieran lograr.
El ataque fue tan rápido y tan devastador, que los sobrevivientes eran pocos. Entre las llamas y los destrozos, unas pinturas chillonas en celeste y rosa, con garabatos infantiles y obscenos, adornaban algunas paredes y los restos de las estructuras.
—Esa maldita lunática…
—La peor mierda enferma de Zaun
—Para cuando la atrapen la lista de muerte a su nombre será tan grande que quizás se necesite todo un estante solo para ella.
Jayce ignoró a todos mientras el dolor se hacía más grande a medida que caminaba, pero aún no había rastros de su compañera y estaba preocupado.
La hubiera llamado a gritos si no fuera porque el aire en sus pulmones pasaba dolorosamente.
Un ruido metálico llamó su atención, se repetía y repetía, como si alguien se moviera siguiendo un patrón.
Se encaminó y vio una enorme lámina de metal, parte de la torreta. Tenía un grafiti de una cara con cruces que hacia como ojos, la mitad estaba enterrada en el suelo pero se apreciaba la otra mitad. La lámina se movía solo unos centímetros hacia arriba antes de volver a caer.
Jayce suspiro en alivio al ver que la razón por la que la estructura se movía era Caitlyn. La chica parecía tratar de empujarla hacia arriba con ambas manos en la parte baja.
Estaba bien.
El héroe se acercó a ella, pero a medida que lo hacia la situación se volvía extraña.
La lamina de metal, irregular, destruida, estaba manchada de sangre en todo el lugar donde estaba Caitlyn, arriba, a los costados, abajo donde ahora estaba agarrándola para moverla.
—Caitlyn…— la llamó acercándose más, pero la chica lo ignoró, volviendo a tomar fuerza para levantar la lámina.
Era un caso perdido, por más que era demasiado admirable que la sheriff pudiera moverla unos centímetros, era evidente que jamás lograría más que eso.
Ahora de cerca podía ver que las manos de Caitlyn sangraban considerablemente, se había cordado con el metal y los manchones rojos eran de ella tratando de agarrar la estructura buscando otra forma de moverla.
—Para eso…— le recomendó y vio con sorpresa como la chica golpeaba con fuerza su frente contra la lámina, tratando de hacer fuerza con su cabeza también.
Jayce vio el manchón rojo que dejó este gesto, sabiendo que no era la primera vez que había golpeado su frente allí.
—Caitlyn, basta— dijo ahora más contundentemente y trató de empujarla con su mano, pero la chica no se movió, ignorándolo de nuevo, como si fuera un zombi que no entendía nada de afuera— ¡Ya basta!
Gritó pero al tiempo su pie piso algo que se quebró haciendo un sonido de crujido extraño.
Jayce levantó su bota y pudo comprobar que había roto los huesos de una mano pequeña, estaba cubierta de sangre y desgarrada, su propietario estaba enterrado debajo de la lámina que Caitlyn intentaba mover.
No era posible que nadie sobreviviera la caída de un metal tal pesado, y era evidente por el enorme charco de sangre y lo que se podía ver de lo mutilada que estaba la mano. El chico se quedó contemplando la escena, pareciéndole extraño como la punta de los dedos estaba marcada por colores azules y negro.
Un nuevo golpe de la cabeza de Caitlyn hizo un ruido seco y metálico en la lámina, lo volvía a intentar, con fuerza, pero seguía teniendo el mismo resultado, apenas unos centímetros antes que la lámina cayeran de nuevo al suelo.
Pudo sentir el sonido de sirenas y otras patrullas acercándose al lugar. Algunas pisadas y más indicaciones de los hombres llegando y aun con todo eso, creyó que los sonidos que hacia Caitlyn eran más fuertes.
Nuevamente el sonido seco de su frente golpeando el metal y nuevamente esos escasos centímetros antes que al estructura cayera haciendo otro sonido.
Se sentía cansado y algo en su mente le decía que, como siempre, no iba a conseguir que Caitlyn desistiera.
Sus ojos dieron vueltas y se sintió mareado, camino unos pasos hacia atrás y se dejó caer, sentándose en el suelo.
El lugar ya olía fatal antes, pero ahora se le sumaba el olor a carne quemada y sangre.
Desde donde estaba podía ver los ojos de su amiga, antes que esta volviera a golpear su frente, tratándolo de nuevo.
Le recordó a algunos robots que trabajan en la ciudad al servicio de la gente, disimulando ser uno más con sus formas humanoides, repitiendo las acciones que se les programaba sin modo de hacer algo más por la falta de razonamientos.
Herramientas vacías y simples, que una vez averiadas se movían exactamente igual a como lo hacía Caitlyn ahora.
Le pareció que solo la sangre que salía de ella le recordaba su humanidad, pero por lo demás, parecía igual de muerta que esas cosas.
