Amor Prohibido - Capítulo 103
-Carl, necesito de tu ayuda.
Yin había conseguido encontrarse con la cucaracha en el comedor. Lo encontró observando por la ventana el azote de los relámpagos. Aquella noche él no tenía sueño. Mientras, era difícil determinar cuándo terminaba la noche. El reloj marcaba las cuatro y cuarto, posiblemente de la madrugada. Grande fue su sorpresa al voltearse y encontrarse con nadie más que con ella. El lugar aparentaba estar desierto. Los demás, si se encontraban en la casona, debían estar lejos de ellos dos. Carl no pudo evitar sentir el revolver de su estómago ante la presencia de la coneja.
-¡Yin! -exclamó sorprendido-. Que sorpresa… -agregó con un dejo de nerviosismo.
La coneja, tras un suspiro, expresó sus intenciones.
-Necesito salir de esta casona. Debo escapar con mi familia.
La sonrisa se le apagó de golpe a Carl. Se volteó completamente hacia ella en busca de alguna señal que le dijera que no estaba hablando literalmente en serio.
-¿Qué? -balbuceó arqueando las cejas.
Yin se acercó a la mesa, colocando sus dos palmas sobre esta.
-Debo irme pronto de aquí -le explicó con la angustia atorada en su garganta-. No quiero que el Maestro Yo use a mis hijos en sus ideas ridículas. Quiero alejar a Yenny de Jobeaux. No quiero esperar a que la policía venga a por mí y por Yang. No quiero perder al hijo que me queda en el vientre y no quiero que nazca en medio de todo este caos. Y definitivamente, quiero devolverle a mi familia la vida feliz y tranquila que tenían hasta antes de que todo esto sucediera.
Carl la observó atónito. La mirada cristalina de Yin mostraba una desesperación que le transmitía su angustia. En una primera instancia pretendía ayudarla, pero la propuesta lo dejaba sin ideas. Aquello no debía ser un obstáculo que amedrentase su corazón samaritano.
-¿Qué? -Carl se acercó a la mesa sin quitarle la vista de encima y preguntando con cautela.
-Necesito una forma de crear un portal, o teletransportarnos lo más lejos de aquí -propuso Yin.
-E-e-escúchame -tartamudeó preso de los nervios-. ¿Estás segura de todo esto? ¿N-no te estarás precipitando?
-Al contrario -respondió-. Estoy actuando demasiado tarde. Debí llevarme a los niños desde el primer minuto en que puse un pie aquí.
-¿Y qué hay de la tormenta? -insistió Carl-. ¿Y del Oscuro Mañana? El Maestro Yo dice que tus hijos son los únicos que podrían salvarlos…
-Yang y yo dejamos el Woo Foo atrás hace dieciséis años -lo interrumpió Yin-. Ya no tenemos nada que ver con Oscuros Mañanas ni nada relacionado con el Woo Foo. Ni nosotros ni nuestros hijos -la coneja frunció el ceño-. Si el Maestro Yo quiere detener al nuevo Maestro de la Noche, que lo haga por su propia cuenta. ¿O por qué no se lo pide a Jobeaux u otros Woo Foo? ¡Ya no somos los únicos Woo Foos del planeta, por todos los cielos!
-Sabes bien que donde sea que escapes, no habrá soles, ¿verdad? -respondió Carl con mayor seriedad-, y sin soles, al planeta le queda menos tiempo de vida del que podemos imaginar. Además, tú sabes bien que todo el planeta los tiene en la mira por lo del incesto. ¿En donde piensan esconderse hasta el Apocalipsis?
-¿Acaso también estás en contra nuestra? -Yin apretó los puños mientras le regalaba una mirada furiosa.
-Quiero que pienses con la cabeza -respondió Carl frunciendo el ceño-. No es trivial arrancarse de noche en medio de la tormenta obligando a tus hijos a seguirte quién sabe dónde.
-¿Y no puedes crear un portal? -cuestionó Yin-. Sé que te puedes teletransportar y…
-Primero, no puedo ir tan lejos -la interrumpió Carl-. Mi poder a lo más los llevaría hasta las afueras de la ciudad, y la tormenta está cubriendo todo el país. Si quisieran tener una noche tranquila, por lo menos deberían viajar hasta Baja California. Eterna, pero tranquila. Además, con mi magia no podré llevarlos a los siete. Si quisiera llevarlos a todos, a lo más podría teletransportarlos a las afueras de la granja. Hasta el pueblo con todo mi esfuerzo.
Yin levantó una mano solo para apretar el puño con frustración.
-Si quieres que te ayude a escapar, estoy dispuesto a hacerlo -prosiguió Carl-, pero necesitamos un plan.
Yin clavó la mirada directo sobre los ojos verdes de Carl. La cucaracha quedó sin respiración por un momento. A pesar de todo, estaba dispuesto a ayudarla con todo lo que tuviera a su alcance. Todo fuera por esos ojos celestes.
-Primero necesitamos saber el destino -comentó.
-Me conformo con que sea fuera del país -le dijo Yin-. El nuevo caso que persigue el presidente me demuestra que nuestra historia se está olvidando. Además, con esto del Oscuro Mañana y el final de los soles, la gente estará más preocupada por sus propias vidas que de mi familia.
-En ese caso, la frontera más cercana es la de Baja California, en México -contestó Carl pensativo-. De hecho, en Nuevo León hay una comunidad incestuosa escondida. Se supone que aceptan familias como las tuyas, pero yo no tengo antecedentes al respecto. Si todo sale bien, y si se termina el Oscuro Mañana, sería un buen lugar para comenzar de cero -agregó con seguridad-, aunque yo encuentro un mejor lugar Varma, al sur de Italia.
-Creo que Baja California es una buena primera parada -admitió Yin-. Ahora la pregunta es cómo llegaremos.
-¿No puedes preguntarle a Pablo? -le propuso Carl-. Aparentemente, con esos portales que hace puede viajar a cualquier parte del mundo en un instante.
-No confío en él -Yin negó con la cabeza mientras se cruzaba de brazos-. No desde que se alió al Maestro Yo a mis espaldas.
-¿Tienes alguna idea sobre por qué hizo eso? -le preguntó Carl.
-Ni idea -contestó negando con la cabeza-. Me quedé junto a Yanette por si ella podía sacarle alguna información, y ni aún así.
-Hmmm -Carl desvió la mirada pensativo mientras acariciaba su mentón-. Me pregunto qué clase de lugar será ese Jardín de las Almas Perdidas. ¿Será alguna clase de intermedio entre el más allá y el mundo de los vivos?
-¿Crees que Pablo se topó con el Maestro Yo allí? -le consultó Yin.
-Es posible -Carl se encogió de hombros-. El hecho es que si Pablo no puede llevarte, tal vez lo pueda hacer Jimmy.
-¡¿Jimmy?! -la exclamación de Yin lo arrancó de su mar de pensamientos. Alzó la vista, topándose con la mirada amenazante de la coneja.
-O sea, si la teoría Woo Foo esa es cierta, Jimmy podría llevarlos a otro planeta de así desearlo -le explicó con una tranquilidad que buscaba controlar una emoción naciente-. Escucha -agregó con seguridad-, el panda me dejó a cargo de Jimmy. Si me das tiempo, puedo enseñarle el poder de teletransportación a Jimmy. Si él lo domina y logra manejar su poder Woo Foo, podría teletransportarnos hasta el otro lado del planeta. Ahí sí te podría guiar hasta Varma. Creeme, es un lugar tranquilo en donde nadie te va a juzgar por tus decisiones…
-¿En cuánto tiempo podrías entrenarlo? -preguntó Yin.
-No lo sé -respondió Carl comenzando a pasearse por la habitación-. Podrían ser semanas, o meses…
-¡No tengo tanto tiempo! -lo interrumpió la coneja-. ¿Hay algo que se pueda hacer en menos tiempo?
Carl continuó su paseo inconsciente mientras se perdía en sus propios pensamientos. Sin darse cuenta, terminó frente a frente de la coneja. Alzó la vista, encontrándose con su mirada. Quería ayudarla, ansiaba ayudarla. Le rogaba a su mente y al destino una solución que pudiera regalarle la felicidad que ella merecía.
-¿Y qué tal Jacob? -le dijo a centímetros de su cara.
-¿Jacob? -cuestionó extrañada.
-El panda dijo que él era Maestro del Espacio, que era el más avanzado, que tenía un arma, y le asignó a Pablo como su maestro -le dijo-. De seguro ya debe saber cómo crear portales. Con él es más fácil y rápido teletransportarse hacia donde sea que él pueda llevarlos. Es más, de no poder, de seguro podrá aprender de Pablo más rápido que Jimmy. Si se lo propone, podrá sacarlos de aquí en menos de una semana.
Yin desvió la mirada con dudas. No quería involucrar a sus hijos en el asunto. De ser por ella, se habría llevado a sus hijos aquella misma noche. Lamentablemente, la tormenta y el Oscuro Mañana convertían esa idea en un arrebato peligroso. Esperar parecía ser la mejor de las tácticas.
-De haber otras alternativa, sin duda te la habría dicho -Carl interrumpió sus pensamientos con pesar-, pero si quieres huir pronto, es la salida más simple.
-Quiero algo que aleje a Jobeaux de Yenny -soltó de pronto la coneja. Su mirada decidida tomó por sorpresa a la cucaracha.
-Este… -víctima de la sorpresa, Carl se quedó sin palabras. La separación de una pareja sonaba mucho más simple que escapar por teletransportación.
-Quiero que no se puedan ver en todo el tiempo en que nosotros no podamos salir de la casona -le pidió Yin con una seriedad irrefutable.
-Con eso es posible que te pueda ayudar -Carl le sonrió-. Puede servir desde una pócima de desamor hasta inventar alguna clase de rumor, o algo que convierta la pasión en odio.
-¿Crees que de verdad estén enamorados? -volvió a preguntar la coneja.
-No lo sé -Carl se apresuró en responder mientras acercaba una silla para tomar asiento-. Yo no puedo leer la mente de los demás. Si fuera como Ella Mental, seguramente ya lo sabría…
La cucaracha detuvo su oración en seco. Recordar a la tigresa lo empujó a una esquiva idea que podía empujarlo hacia el fracaso.
-Ella se va a enterar -Carl levantó de golpe su mirada hacia Yin-. Sabe leer las mentes.
-Mi mente no puede leerla -contestó-. Aún sé protegerla contra el Woo Foo.
-No la de Yang -contestó-, ni la mía. Ni mucho menos la de los niños.
-¿No puedes bloquear tu mente? -le preguntó la coneja.
-No cuando me presionan -confesó-, y ella sabe cómo conseguirlo.
Con lentitud, Yin acercó su propia silla para instalarse a su lado. En ningún momento despegó la vista del rostro de preocupación de la cucaracha.
-No te preocupes -de improviso, Carl la miró con decisión-. Hablaré con Ella.
-¿Le dirás todo nuestro plan? -le preguntó Yin.
-Tranquila, es de confianza -le dijo-. Ella también quiere irse de acá. Probablemente nos acompañe.
-¿Es… en serio? -balbuceó presa de la confusión.
-Me ha acompañado en la búsqueda del amnesialeto -le explicó-. Además, con el tiempo nos hemos hecho amigos.
La tormenta azotaba con furia el ambiente del exterior. La lluvia incesante parecía no tener fin. El viento azotaba la copa de los árboles apenas visibles cada vez que un rayo surcaba los cielos. El caos del exterior no era más que ruido de fondo para el momento entre ambos. Carl se quedó en silencio observando el perfil de una Yin pensativa. Eran momentos claves para la vida de los Chad, y él se estaba convirtiendo en el boleto de escape ante tanto drama. Los segundos se convertían en una invitación para la confesión. Su corazón latiente le impedía olvidarse de sus sentimientos. Carl en cambio, sabía que parte del amor consistía en dejar ir. Se conformaba con ver a Yin en tranquilidad junto a su familia. Por esa causa estaba dispuesto a dar la vida de ser necesario.
-Está bien -Yin se volteó hacia Carl-. Confiaré en tí.
La cucaracha se quedó sin aliento. Abrió la boca con la intención de expresar algo, más simplemente se quedó en silencio. Aquella frase era lo más cercano a una expresión de apoyo que Yin le había regalado en su vida.
-¿En… en serio? -balbuceó con voz quebrada aún incrédulo por lo que acababa de escuchar.
-No me queda más remedio -contestó mientras estiraba su mano derecha para tomar la de la cucaracha-. La verdad, no sé qué más hacer -agregó con sinceridad.
El rubor de la cucaracha se ocultó gracias a su piel oscura y a la penumbra del lugar. El sentir su contacto multiplicó su tentación de atreverse a confesar un sentimiento que se declaraba en rebeldía. Podía sentir una sensación de dulce calidez con el solo roce de su mano.
-Esto… simplemente me supera -prosiguió Yin con un hilo de voz. Su semblante triste le rompió el corazón-. ¿Cómo llegamos a esto?
Carl, ante la nulidad de formar oraciones, se limitó a presionar su mano con ambas manos. La coneja se volteó hacia él. La mirada de ambos chocaron con intensidad. Carl pudo ver un par de gruesas lágrimas caer por las mejillas de la coneja.
-Yo solo quería tener una familia feliz -continuó la coneja cabizbaja-. Mi único pecado fue haberme enamorado de él.
Un relámpago iluminó la habitación, y un trueno rellenó el silencio.
-¿Te puedo preguntar por qué? -Carl se sorprendió a sí mismo con la pregunta.
Al ver la mirada interrogante de Yin, decidió dar un paso más.
-¿Por qué decidiste iniciar una relación con Yang? -la cucaracha sentía que en cualquier minuto se le iba a cortar la voz.
-¿Alguna vez te has enamorado de la persona incorrecta? -respondió Yin.
Fue una frase que congeló a Carl.
-Es algo inexplicable -le explicó-. Un día despiertas y ves a la otra persona con otros ojos, pero te lo debes callar porque simplemente no puede ocurrir nada entre ambos. Es en ese momento cuando no sabes qué hacer porque temes que te descubran y te rechacen -la coneja desvió la mirada-, hasta que un día esa persona se te declara y acepta estar contigo. ¡Todo parecía un sueño! Fue un largo y hermoso sueño, hasta que llega el día en que despiertas. El mundo se te pone de cabeza, te hieren de todos lados, y con todo ese desgaste poco a poco notas que vas perdiendo su amor.
-¿Qué? -se le escapó a Carl intentando socavar las supuestas señales que multiplicaban su tentación.
Yin no alcanzó a contestar. Unos fuertes golpes se sintieron desde la distancia. Eran golpes alarmantes contra una puerta. Ambos se soltaron de las manos mientras se volteaban hacia la salida de la habitación.
-¡Abran la puerta!
Alcanzaron a oír una voz masculina y desesperada. Sin pensarlo dos veces, ambos se pusieron de pie y salieron corriendo rumbo a la dirección del ruido. Los golpes venían desde la puerta de entrada de la casona.
-¡Ayuda! ¡Abran la puerta!
Carl alcanzó primero la entrada, abriendo los cerrojos con agilidad. Apenas abrió, el ruido de la tormenta del exterior se iluminó. Un relámpago iluminó la escena momentáneamente, mostrando a Jobeaux trayendo en brazos a Yenny.
-¡Ayúdenla por favor! -antes de que cualquiera se cuestionara lo que estaba pasando, el goblin ingresó a la casona. Ni siquiera le importó el rastro de agua que dejó en el camino estilada de ambos.
Jobeaux corrió hacia el living y dejó a la coneja sobre un sofá. En el intertanto Yin los seguía apenas controlando su impacto, mientras que Carl encendía las luces y cerraba las puertas.
-¿Qué demonios pasó? -logró escupir Yin sujetándose la cabeza.
Al goblin no le importó el impacto generado. Solo le importaba Yenny. La chica se encontraba totalmente empapada acostada sobre el sofá e inconsciente. Jobeaux le acariciaba la cara y la cabeza con total aflicción. Se encontraba temblando de pies a cabeza, mezcla por el frío y el miedo.
-¡Yenny! -su madre se arrodilló a su lado casi empujando al goblin para alejarlo. Al mismo tiempo, Carl se acercó junto a ella, observando a la chica con preocupación.
-¿Qué rayos le hiciste? -la cucaracha agarró del hombro al goblin, alejándolo del sofá de un tirón. Terminó confrontándolo cara a cara, con una mirada de pocos amigos.
-Escapamos de la casona -lanzó asustado-. Nos topamos con un campo invisible a unos cuantos metros afuera de la granja. Yenny chocó de golpe sin darse cuenta.
-¿Escaparon? ¿Esta noche? -la furia de Carl fue evidente. Agarró del cuello de la camisa al goblin y lo levantó del suelo-. ¿Sabes lo que hubiera pasado si hubieran ido más lejos?
-No nos hubiéramos muerto -el goblin le dió un empujón a su contrincante, soltándose en el proceso-. Más te debería importar ese extraño campo de energía que rodea la granja -alegó apuntando hacia el exterior por una ventana-. ¡Nos tienen encerrados en esta casona! -exclamó con desesperación.
Carl le regaló un rápido vistazo a las conejas. Yin se encontraba afligida intentando hacer que despertara su hija. Su corazón latía con furia ante el temor de lo que le pudiera pasar a Yenny. Su mente corría a mil por hora en busca de alguna esquiva solución. Yin se encontraba al borde de las lágrimas y del shock. En momentos como aquellos, Mónica hubiera traído la solución perfecta. Ahora no podía contar con ella. Él no era muy bueno en ese tipo de soluciones. Esperaba que un milagro pudiera ayudarlos.
-¡Yenny, despierta! -exclamaba Yin con desesperación.
-Voy y vuelvo.
Nadie le hizo caso a Carl, quien decidió ir por la única ayuda a la que podía acceder en ese momento.
-¡Ella, despierta!
La tigresa dormitaba con tranquilidad cuando Carl apareció a un costado de la cama meciéndola con fuerza. Ella despertó con lentitud, se quitó el antifaz oscuro con el que dormía, se desperezó con calma, buscando devolverle un poco de la molestia que la cucaracha le había propiciado a altas horas de la madrugada.
-¿Qué rayos quieres? -le preguntó bostezando.
-¡Yenny está inconsciente allí abajo! -exclamó Carl con preocupación-. Escapó con su novio y chocaron con un campo de fuerza que rodea la granja. ¡Ella no despierta!
-Y eso me importa a mí por… -comentó Ella rascándose una oreja.
-¡Eres la única que puede ayudarme! -exclamó apesadumbrado.
-Primero, ¡soy una villana! Se supone que la gente no me importa -contestó-. Segundo, si me importara alguien, ¿por qué tendría que ser esa niña? Ella se lo buscó después de todo. Y tercero, suponiendo que me importa, ¿acaso me ves con cara de enfermera? ¡No tengo poderes curativos! Y no sé nada al respecto.
-¡Tú sanaste a Yang! -exclamó Carl.
-Eso era porque su problema era de su cerebro de pulga -contestó la tigresa-. Si hubiera sido otra cosa, no hubiera podido hacer nada.
-¿Podrías por lo menos ir y descartar que no es su mente? -le pidió la cucaracha.
Tras un suspiro molesto, la tigresa aceptó la propuesta.
¡Hola! Lamento la demora, y espero que les haya gustado este par de episodios. La verdad estoy terminando esto a última hora, al borde de iniciar una nueva aventura. Un tema que ha mantenido mi ansiedad por meses, pero que lo acabaré de un golpe este jueves. Después de esto, seré libre y feliz. Desde ahí solo quiero lanzarme de cabeza a continuar con este fic, y otros proyectos que tengo pendientes para el pato.
¡Nos vemos pronto!
