-Capítulo 28-
-Tanto en Piltover como en Zaun (Parte 2)-
—Vamos, oficial, no tenemos mucho tiempo, concéntrese.
Caitlyn sentía náuseas y le costaba enfocar la mirada. Con un gran esfuerzo de su parte logró distinguir el rostro del señor Marangoni.
El político estaba sentado en su sofá con una pierna cruzada sobre la otra, fumando en su largo cilindro de cobre. Parecía tranquilo rodeado de sus hombres, quienes estaban en una posición de firme sosteniendo sus armas hacia abajo.
—Pese a que me consume una gran pena por ver que llegamos a este punto, no puedo dejar de felicitarla— comentó mientras se llevaba el cilindro a la boca, liberando sus manos y aplaudiendo sin ganas un par de veces— bravo, sheriff… bravo.
El hombre no estaba convencido de si la mujer podía escucharlo con claridad. Se convenció de que así era cuando los enrojecidos ojos terminaron por ubicarlo por completo y su ceño se fruncía con violencia.
—Ah… le cuesta enfocarse, cierto, cierto— comentó el hombre con desdén— como dije hizo un excelente trabajo de investigación allá afuera… pero falló en algunos aspectos muy puntuales e importantes… le faltó un poco de trabajo… "interno" vamos a decir.
El político se puso de pie y recorrió un poco el lugar, encontrando pronto lo que buscaba y volviendo a su asiento, poniendo en el medio de la mesa ratona el frasco de píldoras de Caitlyn.
—Quiero dejarla tranquila, sheriff, no voy a matarla. No, eso sería muy perjudicial para mí, para otros, para la ciudad… para la causa. No, pero es primordial que nos entendamos a la perfección.
Caitlyn dejo de mirarle para echar su vista al costado. En todo ese tiempo sabía que la situación de Raúl era critica, podía estarse desangrando y su situación empeoraría mortalmente si solo se quedaban ahí charlando, creyó que si el político tenía algún interés en llegar a un acuerdo, demostrarle lo que le interesaba en esos momentos sería bueno para ambos.
—Ah, sí, el oficial de policía Leinton— comentó el hombre siguiendo la mirada de la chica— una verdadera lástima. Un joven apasionado, entregado a su labor, no tenía ni esposa ni hijos, vivía aun con sus padres y dos hermanas pequeñas. Sé, porque me informaron, que era uno de los oficiales más cercanos a usted, casi un secretario o algo así.
Uno de los agentes D2 se acercó al cuerpo y sin cuidado tomó los cabellos del oficial en el suelo y lo levantó para que Caitlyn lo viera bien.
La chica largó un bufido molesto y luego inclinó su cabeza hacia abajo para ocultar su rostro. Lo había visto bien, no tenía caso, le habían volado la cabeza a la altura de la frente.
—Al parecer le trajo unos informes a casa que él consideraba "sumamente" importante. Unos papeles que decían que su investigación estaba equivocada, no había nada de malo con las torretas— comenzó a explicar el hombre mientras tomaba unos papeles que le había facilitado uno de los agentes y lo miraba— tuvieron una discusión aquí e impulsivamente le terminó disparando, sheriff… ¿Por qué le disparó?
Caitlyn levantó la mirada y vio como el agente que había efectuado el disparo le mostraba el arma homicida, un revolver chico con tecnología Hextech al que le gustaba armar y desarmar en los momentos de ocio, tenía sus iniciales en el mango.
Querían hacerlo ver como si Caitlyn misma lo había matado en su apartamento.
La sheriff lo miró sin ninguna expresión ahora en su rostro.
— ¿No le preocupa aun? Ah, es verdad, es sospechoso que la oficial número uno cometa semejante crimen así sin más… de la nada— asintió el hombre, comprensivamente— pero vera, oficial, no es "de la nada. Agente 93 sería tan amable de leerme el informe que trae.
—Sí, señor— comentó un hombre que se puso a la par y sacó una libreta con hojas amarillas en ella— Respecto al inusual comportamiento de la sheriff de Piltover en su accionar y sospechando de un deterioro psíquico agravado por sustancias, se la puso en observación desde el día 7 del 3 del corriente. Entre los aspectos a destacar notamos un abuso de poder, tanto verbal como físico hacia los propios agentes de policía, los cuales se han visto sometidos a humillaciones públicas de parte de su superior, hasta obligados a acatar órdenes moralmente cuestionables, en palabras del sujeto observado "Simplemente haz lo que digo" "Porque yo lo digo" "Solo hazlo". También adjuntamos un grupo de pruebas alteradas por la oficial en cuestión, que van desde pruebas de laboratorio, alterar el número de cuerpos en la morgue del departamento principal, desaparición a voluntad de documentos de vital importancia para casos públicos y privados y fichas medicas personales.
—Oh, acomódese, hace rato que la observamos y acumulamos pruebas y testimonios en su contra, esto tiene para rato.
Mientras el hombre seguía leyendo el informe elevado a su nombre, Caitlyn no dejo de mirar con atención a Marangoni, que parecía ser muy consiente que estas cosas no le importaban demasiado a la mujer.
—…altercados varios, desde la propia oficina donde la oficial hacia abuso verbal a subordinados, hasta la cafetería y oficinas externas, donde las cosas subieron a mayores, llegando a empujar y golpear a sus propios colegas…
Los pensamientos de Caitlyn divagaron un poco en el encuentro con Vi, y lo mal que se debió ver todo eso, peor aún, era consciente de que la gran mayoría de las cosas que se le estaba leyendo eran ciertas.
"¿Cuándo perdí tanto el control de lo que pasaba?" pensó y para cuando levantó la vista de nuevo al político lo encontró sonriendo complacido.
—Es suficiente… ha entendido el punto— comentó el hombre viendo que la chica no parecía tan segura ahora— no se desanime, oficial, estas cosas… todas estas cosas que usted hizo… tiene una explicación— comentó el hombre asintiendo un par de veces— de hecho, muchas personas no son capaces de lidiar con tantos problemas, obligaciones y preocupaciones como lo supone ser la cabecilla del cuerpo de policía de Piltover. Es un cargo…. Terriblemente poderoso, sí, pero también tenso y sacrificado ¿No es así?
Caitlyn solo se le quedo viendo, quería poder mostrarse inexpresiva, pero se sentía ansiosa e inquieta, inclusive su cuerpo trató de liberar sus muñecas, y se movía cada tanto en la silla sin siquiera ella poder controlarlo.
—Fue cuando comenzó su relación con la radianita ¿No es así?
Caitlyn abrió grande los ojos y miró atenta al hombre. Este solo volvió a tomar su cilindro para fumar un poco y luego golpear con este el frasco en la mesa.
Los pensamientos de Caitlyn comenzaron a golpear los unos con los otros rápidamente, pero aun así no tenía sentido para ella aun.
—Algunos agentes ya habían comentado que su superior parecía no estar del todo bien, si lee los informes algunos testimonios dice "errática" "irascible" "perdida" "cansada" "irreconocible"… lo vergonzoso de esto es que inclusive hay civiles que dan palabra del estado deplorable con el que se presenta últimamente, comparándola con un simple drogadicto en un cargo muy alto y de porte soberbio. Bueno, eran malas lenguas, hasta que con el tiempo el rumor comenzó a tomar fuerza… fue entonces cuando exploramos los registros médicos del personal de policía, y ¡Vaya sorpresa!
El hombre hablaba mientras tomaba los papeles de otro de sus agentes.
—Sí, sí, aquí esta… la sustancia se encuentra en sangre, el primer reporte de hace dos mes y medio lo tiene en bajas cantidad, controladas, luego el reporte del anterior mes eleva la presencia en sangre casi un 50% que la última vez, pero el de hace dos semanas muestra un aumento excesivo. La querida Sheriff de Piltover parece que no solo tiene manía por los casos complicados, es una total adicta a la radianita.
El político podía ver en los ojos de la oficial como esta parecía cuestionarse algunas cosas, una por una, y la preocupación comenzaba a apoderarse de ella.
—De repente tiene sentido ¿No es así?— preguntó con gusto, mientras se acomodaba en el sofá— así entenderá el enorme plan que se estuvo elaborando desde hace tanto tiempo, y en el que, por supuesto, se le tuvo bien en cuenta. Tuvo un incidente, una molestia en el cuello si mal no recuerdo y se le receto un prescripto al que, como toda buena ciudadana de Piltover, no cuestiono a su doctor. Hizo bien, aun si desglosaba cada componente de la etiqueta no iba a dar con la radianita oculta en las píldoras ¿Desde cuando empezamos a "drogarla"?— pregunto, relamiendo la última palabra con cierto gozo— 4 meses… un poco menos quizás…
El cuerpo de Caitlyn trató nuevamente de moverse en el lugar, sin conseguir de nuevo nada, miraba ahora la capsula de píldoras, recordando lo mucho que las consumías, inclusive en público, frente a todos, sin tener la mínima sospecha.
—Ah, ahora lo entiende, el cansancio, la ansiedad, los repentinos ataques de ira y la despreocupación de un accionar errático y sin cuidado ¿Tiene sentido ahora? El experto dijo que otros síntomas se podían presentar, pérdida de apetito u orientación en determinado momento, el sentimiento de sentirse perseguido, paranoia, algunos trastornos psicológicos que estoy seguro padeció, más que eso, muchos le vieron padecer. No voy a mentirle, sheriff, no tiene sentido ahora, incontable son las veces que entramos a su apartamento y a su oficina, para registrarla y nunca lo notó. En dos ocasiones estuvimos aquí mismo mientras usted dormía… incapaz de escuchar o sentir algo de lo drogada que estaba.
El hombre podía ver como la chica parecía tener cierto conflicto mientras miraba las píldoras en la mesa, retraía sus piernas y traspiraba.
—Quiere consumirlas ¿No es así?— adivinó el hombre— para sentirse mejor, para sentirse enfocada, si… los efectos de la abstinencia son peores y usted lleva bajo la influencia de esta sustancia mucho tiempo y a diario… no se va a recuperar.
Caitlyn levantó la vista ante la sentencia, le preocupaban un montón de cosas ahora y era incapaz de poner las prioridades. Por honor y orgullo se iba a encargar de nunca volver a consumir las píldoras, pero era verdad que el nerviosismo y la ansiedad la estaban matando. De tal forma que le parecía increíble que se las ingeniara para verse relativamente tranquila frente a sus captores.
—Va a luchar, admirable— asintió el político— pero créame, es muy tarde para usted y su cuerpo, pero descuide, el consumo de radianita, si es controlado, no tiene por qué ser letal… eso claro, no pasara ningún análisis de sustancia para quedar con su cargo actual o cualquier inferior… No, luego de que esto salga a la luz, y conociendo las estrictas reglas que el uso de la radianita tiene el Piltover, me sorprenderían si no la encierran… que vergüenza, consumiéndola a la vista de todos, mientras conduce y lleva su arma.
El hombre negaba con la cabeza y miró de nuevo el cuerpo de Raúl.
—Era cuestión de tiempo para que terminara en catástrofe.
Marangoni se puso de pie y se acercó al cadáver, le hizo señas a sus hombres y estos rápidamente lo levantaron y lo metieron a una gruesa bolsa, poniendo adentro el revolver de Caitlyn también.
—Es su fin, créame, no solo por esto que le dije, sino por otras cuestiones, no tiene nada a su favor, lo hemos estado organizando y planeando con cautela. Tenemos hombres suyos que no saben que son nuestro, designados en la sanidad que modificaron todos los documentos en su contra, y de verdad, luego de estos meses, usted terminó de cavar su propia tumba. Creímos aun así que la teníamos lejos del caso de las torretas, hasta que comenzamos a notar patrones extraños en su accionar. Visitas a las torretas, destruidas y aun en pie, se nos perdía de la ciudad y éramos incapaces de encontrarla por horas, sospechábamos que quizás nos habías descubierto, pero no fue hasta que investigando su apartamento y oficina, que encontramos los informes de Raúl y los suyos propios que lo supimos por seguro… ahora bien… ¿Alguien más sabe lo que averiguo, sheriff?
Caitlyn se le quedo viendo molesta, pensando que debía estar loco si creía que le diría por voluntad lo que sabía.
—Nos ayudemos, vamos— la animó el hombre— ya se lo dije, no la matare… usted no es mi enemiga… de hecho todo lo contrario, somos aliados.
La idea molestó tanto a Caitlyn que estiró su cuello, perdiendo finalmente la paciencia, tratando de llegar para hacer cualquier tipo de daño al hombre que tenía en frente.
—Agárrenla, atenla bien— comentó con desilusión el hombre, mientras se ponía de pie y caminaba por el lugar, llegando hasta el balcón de la sala principal.
Desde allí la ciudad de Piltover se veía muy bien, la noche ya caía y las luces abajo iluminaban las calles y hogares de todos.
— ¿No es una ciudad magnifica?— preguntó pero solo consiguió quejas y bufidos de la chica— está bien, está bien, de verdad quiero tener una charla con usted, quítenle ese bozal y déjenla hablar, acérquenla.
Los hombres acercaron la silla hasta el balcón, a la par del político y con cierta desconfianza le quitaron el trapo que amordazaba su boca.
Caitlyn escupió sin ayuda el otro trapo que tenía dentro de su boca y comenzó a gritar.
—Maldito infeliz ¡Debes estar loco si crees que dejare que te salgas con la tuya! ¡Sobre mi cadáver! ¡Mátame de una buena vez! ¡Mátame! ¡Por que no tendrás una mejor oportunidad!
El hombre sonrió sin inmutarse.
—Hablas desde la ignorancia…— comentó, pero sus palabras eran opacadas por los reclamos de la chica.
— ¡Tengo las pruebas suficiente para hundirte! ¡Y lo hare! ¡Maldito animal! ¡¿Aliados?! Yo nunca tendré como aliado a un inmundo montón de mierda-
—Eso, eso, sácalo todo— comentó el hombre con paciencia, mientras seguía contemplando la ciudad— debe de ser muy frustrante, adelante, todavía tenemos unos minutos más.
Caitlyn siguió forcejeando en su lugar, gritando y bramando, exponiendo todos los puntos que tenía a favor y hasta diciéndole lo que le esperaba al político una vez lo encerraran.
A medida que los minutos pasaban, lo que salía de su boca era menos racional y ya solo le quedaba la ira y la frustración por el estado en que se encontraba.
El político dejo de contemplar el exterior cuando ya solo el quedaban los jadeos cansados de la mujer. La contempló para ver su estado. Su cuerpo se ladeaba a un lado y su mirada estaba clavada en el suelo, parecía llevar la mandíbula fuertemente cerrada.
—Como bien le dije, sheriff… no es mi intención tenerla en este estado, la quiero bien y a donde pertenece— volvió a hablar el hombre— su intelecto, clase, decencia, son muy superiores, lo sé yo y otros hombres que la quieren con vida, aparte, seria problemático su muerte… lamentable sin duda, pero problemática también, pero no se me deja hablar de eso libremente ahora.
Uno de los agentes se acercó con cuidado al hombre. Marangoni escuchó lo que se le decía y asintió.
—Bien, se no está acabando el tiempo y aún no hemos charlado, le diré que haremos, querida sheriff— siguió el hombre y prendió un nuevo cigarro, colocándolo en el cilindro— vamos a olvidarnos de este lamentable… "incidente" usted olvidara todo lo que sabe de las torretas y seguirá trabajando en otros casos en su departamento, y yo olvidare que es una adicta a la radianita… que asesinó a su propio subordinado, y esta investigación con todos los puntos en contra de su conducta en este último tiempo… se esfumara como el cigarro que degusto ahora.
—Yo nunca hare-
—No tiene alternativa— la interrumpió con apremio— cuando salga de aquí, y me lleve a mis hombres, lo pensara mejor… y se dará cuenta que ya perdió… perdió hace un par de meses pero bueno… en ese momento aún no lo sabía.
—Lo expondré todo aun así… no me callara.
—Inquebrantable voluntad, sin duda, pero sigue sin darse cuenta de muchas cosas, entre ellas que su "noble" intención por detenerme solo hace crecer el mal en Piltover, sigue sin darse cuenta que… luchamos por la misma causa.
Caitlyn levantó la mirada, molesta, su odio crecía cada vez que escuchaba al hombre decir que tenían semejanza en su obrar.
—Inclusive, me atrevo a decir, que mi causa es aún más noble que su desempeño— comunicó, asintiendo y mirando de nuevo a Piltover — yo lucho por ver a Piltover crecer y brillar… las torretas… todo mi arduo trabajo, solo son muestra de eso…
—Matar inocentes… no es… nunca… querer lo mejor para Piltover.
—Ah… ¿Ahora le importa esos "inocentes"?
— ¿Qué?
—Vamos, oficial, esa es otra semejanza que tenemos… ni a usted ni a mi nos importan realmente esa gente— comunicó con contundencia mientras miraba el reloj de pared en la habitación— si a usted realmente le importara, hubiera hecho algo por esas vidas apenas supo lo que pasaba… pero no lo hizo, no, usted solo quería atrapar al culpable ¿No es así?
—No, no es cierto.
—Si lo es ¿Desde cuándo sabe parte de la verdad sobre todo este asunto? ¿Mmm? ¿Días? ¿Semanas? ¿Y que hizo exactamente? Oh, no tiene que decírmelo, la hemos monitoreado… fue de aquí para allá buscando más pistas, más sospechosos, en sigilo y silencio para no asustar a su presa… solo le importaba su cacería, no "esta gente".
Caitlyn le clavó la mirada pero fue incapaz de decir algo en contra de lo planteado.
—Sí, si… bueno— Marangoni volvió a mirar el reloj, este marcaba las 22:00— como decía, a usted no le importó esta gente, de haberle importado realmente, hubiera tratado, hubiera hecho lo mínimo, algo… lo que sea… para evitar... esto…
El hombre sacó su móvil y marcó y solo tuvo que esperar un tono.
—Vuélalo.
— ¡No!
Caitlyn apenas pudo gritar un poco cuando ya los agentes se habían adelantado a su reacción y la amordazaban de nuevo. Por más que opuso resistencia, solo necesitaron unos segundos más para entre tres tenerla bajo su total control.
La alarma había sonado en la jefatura hace varios de minutos y todo era un caos, las patrullas salían a gran velocidad del lugar y los agentes se amontonaban, enlistándose y tratándose de organizar.
Anita recibió uno que otro empujón de sus compañeros mientras trataba de hacerse lugar entre todos.
—¡Serga! ¡Serga!— llamó a su compañero en el caos del momento— ¡¿Qué sucede?!
— ¡Ahora no, rarita! ¡Ahora no!
—Pero que-
No alcanzó a terminar su oración cuando recibió otro empujón, esta vez su compañero se acercó para ayudarla y acompañarla a una de las oficinas.
—Jinx lo hizo de vuelta— explicó el hombre mientras se acomodaba una de sus botas y el resto del uniforme
— ¿Qué?
—Lo que oiste, Jinx destruyó otra torreta, la numero 4. Todas las unidades están yendo para Kriston ahora mismo…
— ¿Cómo?... ¡¿Cuándo?!
—Con explosivos ¿Con que más?— explicó con apremio el hombre y ya se disponía a salir, la chica trató de seguirlo— pero esta vez fue más catastrófico que las dos primera, la torreta se encontraba con una gran cantidad de ciudadanos que habían ido por unas especie de… no lo sé, atracción… la muy hija de puta aprovecho eso para matarlos a todos.
— ¿Van a apresar a Jinx en el lugar? ¿Aún está allí?
—No lo creo, la cobarde últimamente tira la bomba y se esfuma… y la idea de ayudar es solo una fantasía que nos quedan, ya están llegando informes del impacto… ¡Ah! Ayudar… ¿A quién? A los cadáveres… maldita sea, si hasta nuestros propios hombres estaban en el lugar vigilándolo.
— ¡Caitlyn!
—No sabemos nada de ella, y mucha falta que nos hace. Nos estamos organizando con los protocolos estándar que tenemos, pero la necesitamos a brevedad para organizarnos, no solo a nosotros, sino también a los agentes D2.
— ¿Trataron de contactarla?
—En este corto tiempo, innumerable de veces… no atiende, no aparece… pero conociéndola, quizás ya está en el lugar de los hechos. Su habitual forme de ir dos pasos adelante… aunque Jinx esta vez parece que saco como unos 7 pasos más adelante… si me entiendes.
Anita no contestó a lo último, en su cabeza ya comenzaba a formularse muchas hipótesis de lo que podría estar pasando.
—Seguramente tendrás dentro de poco más amigos en la morgue con lo que conversar, rarita— trató de bromear el hombre, pero solo pudo darle una sonrisa amarga, casi arrepintiéndose de lo dicho— Ah ¿Pero qué digo? Es terrible… será una larga y amarga jornada.
— ¡Cuento con tu trabajo duro, Serga!— trató de animarlo y el hombre le dio una sonrisa más honesta.
Con un leve asentimiento se puso su sombrero de uniforme y salió finalmente del lugar.
Anita trató de buscar un lugar privado, aunque casi no lo necesitara ya que nadie parecía reparar en ella, para poder llamar a Caitlyn.
Como bien su compañero le había adelantado, la chica no contestaba.
Trato varias veces y hasta logro escabullirse en las oficinas del sector medio, donde todo era más tranquilo ahora, pero nada pasaba.
Comenzaba a tener esperanzas de lo que su compañero creía, quizás Caitlyn ya estaba en el lugar y por eso no atendía sus llamados.
Pero entonces contestaron del otro lado finalmente. Nadie habló, se escuchaba una respiración y era todo.
— ¿Caitlyn?— preguntó con duda la chica.
—Ah… de todas las personas que podían ser…
La voz de Caitlyn se escuchaba monótona y cansada, algo que ahora tenía sentido para ella. Quería decirle todo lo que había descubierto en ese último tiempo, pero entonces recordó lo mal que estaba todo y sus teorías sobre el caso.
—Caitlyn, si… soy yo… quería hablarte sobre… el caso del banco.
Pensó que la chica se burlaría de ella o algo, quizás la reprendiera por insistir tanto en el secretismo del asunto y lo rebuscado que era, pero su superior no dijo nada.
—Los-los ladrones del banco fueron-
—Estas bromeando ¿Verdad?
— ¿Eh?
—Acaban de tirar toda la torreta 4 y sus alrededores, cientos de personas quizás están muertas, enterradas bajo los escombros y tú vienes aquí… a hacerme perder el tiempo escuchando tus estupideces.
—Caitlyn… tu… tu sabes a que me refiero con-
—Ya tuve suficiente de esto…
Nuevamente la voz se sentía lejana y cansada.
—Todas tus teorías, todas esas hipótesis… todas esas vueltas, idas y venidas que haces… que molesto y estúpido suenan.
— ¿De qué hablas?
—Hablo de que de nuevo… y como siempre, te equivocaste… en todo… solo me haces perder el tiempo, como a cualquiera que se detiene a escucharte, Anita.
La chica se quedó en su lugar sin saber cómo tomarse las palabras de la oficial.
—Es por eso que eres el hazme reír de la comisaria. Es solo que a mí no me causa gracia, así que hazme un favor… no, haznos un favor a todos y deja de intentar… limítate a tu trabajo en la morgue y ya.
—Caitlyn.
—No ¿Sabes qué? Había otros especialistas que podía contratar… pero te elegí a ti… porque creí ver algo… no lo sé… pensé que talento… una chispa… ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba.
—Yo no-no-
—Como me arrepiento de no haber tomado a otra persona para tu puesto…. Tú… definitivamente… no perteneces aquí…
El agente alejó el móvil de la oreja de Caitlyn cuando escucharon el tono de llamada terminada.
— ¿Quién es la chica?— quiso saber Marangoni, pero Caitlyn solo tenía la mirada perdida en el monitor donde pasaban las noticias.
—Anita Care, señor— contestó por ella un oficial.
— ¿Un oficial?
—No realmente, señor. Es parte del cuerpo de medicina, más específicamente la morgue.
— ¿Tenemos razones para desconfiar de ella?
—No, señor. La estuvimos observando y revisamos su despacho en el subsuelo, no encontramos nada. Ella fue la encargada también de registrar los cuerpos, en sus informes no elevaba nada relevante.
—Ah…solo el médico de la morgue… que lastima, quería que tomara una llamada para no levantar sospechas y que mínimamente organizara a su hombres… mala suerte supongo.
Caitlyn parecía ausente de la charla, mientras su mirada se colgaba viendo las noticias. Los reporteros ya cubrían el área del atentado y comenzaba a mandar cifras de los daños y muertos. Podía ver las camillas, las bolsas negras, la gente gritando y llorando.
Poco a poco comenzó a sumirse en un estado de pena y vergüenza.
—No se desanime, sheriff… de verdad quiero que entienda… usted y yo no somos diferentes… somos como…— intentó el político, sintiendo empatía por la mujer— vacunas… si… vacunas… solo que las hay más eficiente que otras… pero las dos, a fin de cuentas, buenas.
Con sus últimas fuerzas, Caitlyn trató en vano de liberarse, el intentó más pobre de todos lo que había hecho esa noche, y con este último finalmente se rindió.
Lo había resistido bien durante todo ese tiempo, pero estaba en sus límites y estos se rompieron cuando vio como arrastraban la bolsa con el cadáver de Raúl fuera de su apartamento.
— ¿Por qué?
—Ah… finalmente— comentó con un dejo de triunfo el político, viendo la resignación en la oficial— muestra interés en lo único que realmente importa, bien, bien.
El hombre se acomodó en la mesa ratona, justo en frente de Caitlyn, seguía fumando y se aseguró que la oficial pudiera aspirar lo que dejaba.
—He estado por muchos años en la política de Piltover, eso lo sabe bien, y mis intenciones siempre han sido honesta, en eso no engañe a nadie, sheriff. Me gusta pensar que soy un político que simpatiza porque busco lo que todos aquí quieren. Ver a Piltover crecer, ser grande, que su futuro brille al igual que sus mejores inventos. ¡Y como hemos crecido en eso! ¡Piltover es cada vez un gigante en Runaterra! Ah… pero como todo gigante… comienza a hacer sombra.
El hombre limpió un poco su cilindro antes de volver a aspirar.
—Mi hermosa ciudad ¡Nuestra hermosa ciudad! Se llena de manchas… sucias y mugrientas… atrayendo parásitos que se alimentan de nuestro progreso. Mientras más grande Piltover… más son los parásitos. Y usted lo sabe bien, sheriff… no, usted lo sabe mejor que ninguno. Corríjame si me equivoco ¿No cree que el crimen ha crecido enormemente en Piltover?
Si el hombre esperaba alguna especie de interacción de parte de Caitlyn perdía el tiempo, la chica parecía estarse perdiendo cada vez más en sus fallas y errores como para pensar en conversar.
—Es decir, las torretas dieron un pequeño avance en esto, sí, pero comparado con las olas de crímenes aquí, no es realmente significante. No, Piltover ha empeorado, trayendo escorias de todo lados. Es como si tratáramos de progresar pero nos lo impiden ciertos males. Sale un invento nuevo, lo destruyen. Se crea una fuente de sustentación, la roban. Creamos armamentos de defensa, se vuelve en nuestra contra. Tenemos distintos tipos de crimines en Piltover, para elegir, gustos y colores, de verdad que si… ¿Sabe que es lo curioso de todos estos crimines, sheriff? Oh, usted sabe la respuesta, vamos.
Nuevamente la chica parecía seguir lo que se le decía con desdén.
—Así es… rara vez son perpetrados por ciudadanos de Piltover… por los verdaderos por lo menos, por los notables, por los buenos… por los que valen la pena. ¡Claro que no, señor! Quienes llenan a Piltover de males son esa… gente… esa escoria incapaz de salir adelante por sus medios… tan repulsivos arrastrándose por los suelos que deben… deben… ¡Dañar al ciudadano modelo! Para tener un poco de su gloria… no puedo permitirlo más, sheriff.
El hombre se puso de pie y caminó por la sala.
—Ya se lo dije ¿Cuántas veces escuchó a las víctimas? Quedan llenos de odio, tristeza, desesperanza, solo porque unos rufianes decidieron que lo mejor era conseguir las cosas por el camino fácil. Robar, amenazar, matar ¡Lo que sea! ¡Escúchelos, oficial! ¡Solo escúchelos! Pregúntele a cualquier victima que haya perdido algo valioso, un ser valioso ¿Qué haría con esos criminales que le robaron la fe en la humanidad?... los eliminaría, sin duda que sí. Y usted es consciente de eso… trata de hacerlo. No duerme por noches, trabaja horas extras… ¡Y atrapa a los responsables para hacer justicia! ¡Bravo, sheriff, bravo! Seguro que después de tanto trabajo… puede ver los frutos ¿No es así?
El hombre se inclinó un poco en dirección a Caitlyn, sabia la respuesta de eso, aunque la chica no quisiera interactuar con él.
—Supongo que no… siempre hay otro robo, otro asesinato, otro malhechor a quien perseguir… no se termina nunca… pues bueno… aquí es donde entro yo… y voy a terminar esto de una buena vez… y de raíz.
El hombre miró las noticias, las cámaras apuntaban a los restos de la torreta ahora.
—La mayoría de estas escorias se esconden en los lugares más hostiles y pobres de Piltover. Toda esta gente no son ciudadanos que vayan a enriquecer a la ciudad… más de una vez me he preguntado siquiera su función ¿Y sabe a qué conclusión he llegado, sheriff? Son solo… parásitos sin función y ya. Me causa repugnancia recordar cuando instalamos las torretas, todas estas ratas corriendo y pegándose para poder sacar hasta la última gota de provecho que la ciudad le brindaba. Gratis y sin hacer nada a cambio, como no iban a arrastrarse por los beneficios.
El político se acomodó sus ropas, recordando cómo la gente de las torretas inclusive llegaba a exigirle mejoras, como si estuvieran en su derecho. Le molestaba aun hoy.
—En lo que a mi concierne, tenemos dos tipos de ciudadanos hoy en día en Piltover. Ciudadanos como nosotros, usted, yo, gente trabajadora e inteligente que trata de ganarse su lugar y así hacer crecer Piltover… y luego tenemos a vagos repugnantes que nunca lograran nada más que negativos para esta sociedad… las manzanas podridas que terminaran arruinándolo todo con su fétido olor. ¡Y yo digo que ya fue suficiente!
El hombre acomodó su sacó finalmente, y comenzó a dar señas a sus hombres de que se retiraran.
—Estoy seguro que pensara mucho en lo que paso esta noche, sheriff… y saldrán pensamientos que nublaran su juicio, créame, yo también lo he tenido. "No todos son iguales" "Las personas pueden cambiar" "Volverse mejores" "Los niños son la esperanza" "Hay quienes no tiene la culpa" Miles de pensamientos que le aseguro… hizo que usted, al empatizarse, se alenté…. Y cuando fue lenta… no le costó nada a usted… pero si le costó el esfuerzo de otros ciudadanos… hasta su vida… y luego si, salió a perseguirlos, pero el daño ya estaba hecho. No, no vale la pena darle una oportunidad a un parasito que solo sabe una forma de vivir. El mal viviente lo será toda la vida, y las personas, cuando vean que no pueden ser mejores, se resignan a su papel de escoria… y yo no permitiré que esa putrefacta facción… haga que Piltover deje de progresar.
Se puso su sombrero y caminó a la puerta.
— ¿Quiere que la desatemos, señor?— preguntó uno de los agentes, ya dejando el apartamento de Caitlyn casi listo.
—No, déjenla, podrá desatarse sola más tarde. Aún tiene mucho que pensar y no creo que le importa.
—Sí, señor.
Marangoni volvió a ver a Caitlyn, de verdad quería que la chica entendiera su punto, y por la expresión de su rostro, donde una enorme depresión comenzaba a asomarse, sabía que iba por el camino correcto.
—Piense en nosotros como vacunas aliadas… usted como la débil, y yo como la fuerte… la que es dura de finalmente aceptar. Porque se lo digo yo, Sheriff… se necesita valor para tomar las decisiones que yo tome… valor que usted no tuvo para terminar las cosas… y gracias a mi ahora nadie se lo reprochara… puede seguir jugando al detective competente, todos amamos verla en ese rol, yo incluido… mientras… déjele el verdadero trabajo de defensor de Piltover… a quien verdaderamente se animó a hacer realmente algo al respecto.
El camión de basura dio su última vuelta antes de llegar al depósito. Dio marcha atrás y tiró el contenido de la caja trasera en la tierra. Luego acomodó su estructura y se alejó, desapareciendo en la noche.
Una mano salió con el puño cerrado de entre medio de la basura, apuntando al cielo.
— ¡Llamo a una reunión de emergencia!— gritó Jinx mientras sacaba la otra mano y haciendo fuerza con los brazos logró salir de la montaña de desechos.
Tuvo que rebuscar un buen rato hasta dar con su ametralladora. Se cercioró que tenía las demás armas y comenzó a caminar entre la pila de basura hasta llegar a un claro.
Puso a chispitas arriba de un viejo lavarropa y clavó a Cara pescado al lado de una bolsa negra, tomó con cuidado su ametralladora y la sentó en una silla de plástico rota que le faltaba una pata.
— ¿Esta cómoda, señorita?— le preguntó mientras perfilaba la silla para que su arma pudiera ver bien el centro que formaban las otras— bien… ¿Se preguntaran por que los he llamado aquí esta noche?
Eh, pensé que esos tipos cazadores nos tiraron a ese camión y ahora estamos aquí
—Muy mal Cara Pescado, muy mal. Yo los traje aquí a voluntad. Yo ¡Yo! Planee todo esto.
¿Caer en la basura y terminar la noche en un basurero?
—Exactamente— contestó Jinx levantando una mano, y haciendo un gesto como si fuera la poca cosa— ya habiendo aclarado ese punto, vamos al motivo de esta reunión… ¡Ideas para deshacernos de esos 3 hijos de puta!
Pero pensé que los tenías controlados
— ¡Cállate arma de destrucción masiva de mierda o juro que te tatuare el pezón de una cucaracha mutante en tu cañón! ¡Vamos, chicos, enfóquense!
No son personas comunes y corrientes
—Excelente observación, chispitas, por algo eres el más rápido de todos aquí ¡Es verdad! Esta gente… si es que son "gente" no es… como las demás cosas que nos enfrentamos… vamos a admitirlo y concederles eso ¿Y entonces qué?
Debemos dejar de hacer las mismas cosas
—Muy bien, excelente ¿Y entonces que hacemos?— preguntó y miró a sus armas pero por varios segundos ninguna de ellas le devolvían algo— ¡Oh vamos!
Nos superan en número
— ¿De que estas hablando? Aquí somos, 1, 2, 3 y 4…. Y puedo conseguir más armas… ellos son solo 3. No nos superan en número ¡Por dios, chicos!
La sheriff de Piltover nos ofreció su ayuda
Jinx tomó un zapato viejo que tenía cerca y se lo tiró con fuerza a Cara Pescado, haciendo que el arma cayera al suelo.
— ¡Ni se te ocurra pensar en esa buena para nada! ¡Es tan aburrida! ¡Y no necesitamos su ayuda!
Tiene muchas ventajas de su lado
— ¡¿Qué?!— se escandalizo Jinx, mirando ahora a su ametralladora.
Esa vez, con el museo, nos consiguió prácticamente todo lo que queríamos
Aparte de tener la autoridad y privilegios que nos ayudaría con las torretas y los cazadores
— ¡Debo estar más loca que de costumbre! ¡En serio! ¡¿Sombrerotes?!
No tenemos muchas opciones
— ¡Claro que las tenemos! ¡Y tenemos mejores opciones de hecho! ¡Como meternos un cono de helado en el ano!
La última vez casi nos matan y cada vez se acercan más sin nosotros poder hacer nada… la situación se ha vuelto critica
—No es para tanto… he tenido peores.
Situaciones críticas requieren medidas críticas
—Sí, sí, ya… ¿Pero sombrerotes? Ella ni siquiera sabe lo que está pasando.
Podemos ayudarla si ella nos ayuda
El enemigo de tu enemigo es tu amigo
—Debes dejar de ver la Rosa de Guadalupe, chispitas.
Aparte, ha demostrado ser eficiente y útil en el pasado
Y parece que está desesperada también
—No puedo creerlo… mis propias armas… ¡Me traicionan!— comentó lo último apretándose el pecho con dolor— Díganme la verdad… solo díganmelo… se tocan pensando en esa idiota.
No
—¡Se la imaginan con sus manos quitándole hasta la última prenda de… metal! ¡Metiéndole la vara por su cañón para sacarle chorros de… pólvora!
Jinx se tapó el rastro, imaginándose la traición. Le tomó unos segundos recuperarse y para cuando vio a sus armas, están la esperaban impaciente.
—Bien, bien… ya… hagamos esto de la mejor manera posible ¿Si? Una votación— propuso caminando hacia el centro del terreno— ¿Quién vota por buscar una solución viable, explosiva, genial y despampanante, una total aventura solo conmigo y mis queridos compañeros adictos a la pólvora?— preguntó mientras levantaba en alto su mano— ¿Mmm? ¿Mmm?
Miro a sus armas una por una pero no obtuvo el apoyo que buscaba.
—Bien, y ahora ¿Quién quiere firmar su sentencia de muerte buscando la ayuda de la idiota vestida de payaso ciberpunk? ¿A ver? Levanten bien la mano… 1, 2 votos… 3 votos— terminó de contar Jinx— eso nos da un total de… a ver…si… 3 a 1 en favor del suicidio colectivo ¡No puedo creerlo!
Jinx piso el suelo varias veces, descargando un poco de su frustración.
— ¡Bien! ¡Bien! Si es lo que la mayoría quiere ¡Haremos eso! ¡Soy una lunática justa! ¡Pero quiero que anoten bien esto en el acta, señor juez! ¡Yo vote que no! ¡Y ustedes armas de mierda, se arrepentirán de las decisiones que tomaron! ¡Oh sí! ¡Ya lo verán!
Con esto último, comenzó a buscar a sus compañeras y mientras las equipaba seguía maldiciéndolas por cómo había terminado la reunión con ellas.
Ya lista, levantó su vista y pudo ver algunos de los edificios de Piltover a lo lejos. Aun invadida del mal humor y con el cuerpo adolorido por la batalla horas atrás, se puso en marcha con la única bota que le había quedado.
—Maldita democracia.
