Nota del autor: Ustedes no tienen una idea lo mucho que yo quería escribir este capítulo.
Es la razón del porque yo cree esto.
Inclusive antes de que pensara como sería el primer capítulo de toda la novela o que siquiera diseñara en mi mente como sería el primer arco, se me había ocurrido esta idea, estas escenas, y todo lo que escribí hasta ahora era simplemente para llegar aquí.
-Capitulo 29-
-El sonido del infierno-
-Todo el mundo dice las mismas cosas que tú-
El sonido del tipeo de la maquinas es algo que Caitlyn siempre creyó importante de analizar en su oficina.
Mientras más ruido hacían significaba que había más informes que elevar, más largos quizás, importantes, y la mayoría de veces en su oficio, significaba que circulaban en sus cabezas malas noticias.
Así que cuando el sonido de esas máquinas llegaba a su oficina, sin descanso, sin paz, sin dejarla concentrarse, solía significar que las cosas estaban realmente mal.
Y lo estaban.
Se tapó la cara con sus manos mientras se inclinaba en su asiento, sentía que el ruido de afuera estaba provocado a propósito para ponerla de los nervios y lo estaban consiguiendo con creces.
No solo eran esas máquinas o el sonido de las hojas, las voces, las ruidosas botas, todo afuera de esa puerta le molestaba y la hacía querer gritar, bramar que pararan de una vez.
Pero cruzar esa puerta significaba más conflictos de los que estaba dispuesta a lidiar, así que simplemente prefería agarrarse la cabeza y esperar.
De un momento a otro los sonidos comenzaron a cesar y temió que el haberse agarrado tan fuertemente le hubiera provocado algún daño. Últimamente no media su fuerza y esa conclusión era posible.
Con temor levantó la vista y alejó sus manos, apoyándola en el escritorio.
Ya no había más sonidos en las oficinas pero podía escuchar la lluvia afuera.
Ella estaba bien.
Se paró y se dispuso a investigar. Antes de abrir la puerta comenzó a distinguir unas voces, poco a poco una de esas personas comenzaba a gritar, era uno de sus hombres, lo reconocía. El escenario le pareció familiar inclusive antes de que abriera la puerta para corroborarlo.
Un hombre robusto, de brazos grandes que hacía que la camisa se le marcara en esa zona por lo reñido de sus músculos, tenía agarrado del cuello a otro de sus oficiales.
— ¡No!— le gritó el enorme oficial mientras apretaba más su cuello y lo empujaba contra la pared— ¡No!
— ¡Vamos, Lestal, bájalo!
— ¡Hermano, vamos, no es su culpa, déjalo!
Los demás oficiales trataban de resolver la situación antes de que se volviera crítica.
—Lestal… lo lamento— murmuró su compañero, en un hilo de voz por el agarre.
— ¡No!— volvió a bramar el hombre acrecentado su fuera.
—Bájalo— ordenó Caitlyn, y su voz le pareció extraña, como si pudiera oírse desde otro lugar en la sala.
Lestal pareció reaccionar a su llamado, y aun con el rostro contrariado soltó suavemente al hombre.
Nadie dijo nada más y todos se quedaron mirando al oficial, este pareció sentir la atención y comenzó a observar a uno por uno, hasta llegar a Caitlyn, luego miró al compañero que había agredido y su cara se desfiguro en tristeza.
Alcanzó a ponerle una mano en el hombro y su boca se abrió contrariada, tratando de formular palabras, pero el intento quedó solo en eso.
—Está bien, Lestal…— trató el oficial agredido, tocando con su mano la del hombre, pero este simplemente negó con la cabeza.
La sala se sumió en un pesado ambiente nostálgico y amargo mientras el hombre caía de rodillas y comenzaba a llorar, largando alaridos dolorosos que impregnaron el lugar.
Caitlyn se tapó la boca y desvió la mirada para otro lado para darle privacidad a su hombre. Llevaba años conociéndolo, era de los más fuertes que formaban el escuadrón de elite, firme y confiable. La imagen que tenia de él ahora nunca había sido tan diferente.
— ¡Los matare a todos! ¡Juro que los matare a todos!— amenazaba mientras su frente se pegaba al suelo— ¡Solo tenía tres monedas de oro en su billetera! ¡Solo por tres monedas de oro! ¡Los matare!
Caitlyn recordaba el caso muy bien.
Una mujer en sus últimos meses de embarazo salió de su casa porque tuvo un antojo de sandías, según recordó una de sus vecinas. Se dirigió al puesto con lo justo pero fue sorprendida por un ladrón que al ver el pequeño pero llamativo modero no lo pensó más y la abordó, con tanta mala suerte que la mujer, al no entender lo que pasaba, opuso resistencia y el criminal le disparó.
Era uno más de los tantos casos que podía tener una comisaria y como siempre, la gestión de Caitlyn se puso manos a la obra, pero cuando se divulgo en el lugar el nombre de la víctima, resulta que no era un desconocido, sino la querida esposa del hombre que ahora no se podía poner de pie.
—Me la quitaron por 3 monedas de oro… yo le hubiera dado más que eso… le hubiera dado todo, la vida… con tal de que no se llevara la de ella… por 3 monedas de oro…— se seguía lamentando el hombre, incapaz de ver a sus compañeros o siquiera levantarse del suelo.
Caitlyn recordaba cómo había puesto todo su empeño en atrapar al asesino, en la oficina nadie dormía, ni comía, se trabajaba, hasta horas extras, y aun así no habían logrado dar con el escurridizo criminal.
A medida que el tiempo pasaba, su fiel oficial comenzaba a mostrar conductas inadecuadas. Era más violento con los detenidos, más frio y duro con las víctimas y sospechosos.
Nadie le decía nada porque sabían por dónde venía el asunto, hasta que a Caitlyn no le quedó más remedio que citarlo.
—Quizás deberías pensar en tomarte unos días libres.
Nuevamente las palabras le parecieron ajenas, era ella quien las decía pero desde otro lugar.
No sabía muy bien donde estaban, dedujo que se trataba de una escena del crimen en una casa, pero no estaba segura.
—Por favor, no me diga eso— le dijo en tono monótono Lestal mientras seguía investigando la zona— yo solo quiero hacer mi trabajo.
—Entiendo eso…
—Si… quizás usted, mayor, sea la única que pueda llegar a "entender"… solo me hubiera gustado hacer mi trabajo mejor… antes.
—Era imposible que alguien hubiera evitado lo que paso.
—Tonterías… si se pudo evitar… pero lo hecho, hecho esta, y ahora solo nos queda… el presente y yo… me asegurare… de evitar futuros atentados…
Caitlyn podía notar la dificultad que tenía el hombre de encontrarse a él mismo ahora. Era una sombra de lo que alguna vez fue.
—Hay que eliminarlos de nuestra ciudad…— siguió hablando el hombre, mientras le daba la espalda y acomodaba sus ropas— así nunca más… nunca más…
— ¡Sheriff! Por aquí, por favor…
Caitlyn miró de mala gana a uno de los agentes D2 que le abría la puerta a su vehículo.
—La lleváramos nosotros— contestó con cortesía el agente, pero Caitlyn recriminó la acción— no es seguro que maneje en ese estado.
La oficial lo miró a punto de bramar por su libertad y la idea de poder hacer lo que quisiera, pero se sintió avergonzada también de lo que escuchaba.
—Por favor, nosotros no queremos verla hacer ningún "espectáculo"… estamos todos del mismo lado, sheriff— la calmó el hombre— la llevaremos a donde usted diga, tenemos ordenes de obedecerle… estamos a su servicio… no complique más las cosas.
Caitlyn terminó subiendo al vehículo y dio sus indicaciones, como si se tratara de un taxi. Estaba molesta, pero intentaba mantener su autoridad aun en esas situaciones.
Llegaron a la jefatura central y Anita la esperaba.
— ¡Rápido! ¡Está en la morgue!
— ¿Quién?— preguntó con torpeza Caitlyn mientras sentía que la cabeza comenzaba a dolerle, pero no obtuvo respuesta.
El apremio del momento la hizo bajar las escaleras con velocidad y al llegar a la sala subterránea vio como un cuerpo estaba siendo aplastado por una estructura de metal brillante.
Corrió a su rescate, tratando de levantar la estructura pero era demasiado pesada. Cada vez que fallaba en su empuje más sangre salía del cuerpo.
La sala comenzaba a llenarse de ese líquido rojo, hasta que casi llegaba a la rodilla. Resbalaba con el líquido y comenzó a sentir pánico de que si las cosas seguían así la sala se llenaría y ella se ahogaría en el lugar, pero no quería abandonar a la persona que la necesitaba.
Alguien se puso a su lado y cuando Caitlyn levantó la vista vio a Lestal. Por unos momentos creyó que la podría ayudar pero el hombre terminó levantando un poco su mano. La apuntaba ahora con un revolver.
—… a todos… a todos… — murmuraba el oficial, mientras un olor metálico le hacía secar la garganta a Caitlyn— a todos…
Solo pudo apretar la mandíbula antes de ver cómo le quitaba el seguro al arma, y dejaba de apuntarle a ella para ubicarla ahora en su propia frente y disparar.
Lo primero que vio al abrir sus ojos fueron los vidrios de la ventana de su habitación.
Se sentó en la cama y ni se molestó por estirarse. Se puso de pie y se acercó dispuesta a cerrar las cortinas.
Al frente había otro edificio, debía mirar para abajo pero aun así podía distinguirse los demás apartamentos.
Había una luz muy cálida que salía de uno de ellos, parecía una fiesta en casa, no le dio mucha más importancia al asunto y cerró las cortinas, oscureciendo el lugar.
Se dirigió hasta su baño y se lavó la cara. Había traspirado todas sus ropas y ahora se sentía sucia, pero no podía importarle menos.
Sin secarse caminó hasta la sala principal. Allí la esperaba su capsula de píldoras, pero no las tomó. Se sentó en el sofá y simplemente dejó que el tiempo pasara.
Notó que el reloj le decía que era muy tarde en la noche y que en realidad no había dormido nada.
Prendió su televisor y la voz del noticiero lleno la sala mientras se recostaba un poco en el lugar.
—… el capitán del escuadrón compartió algunos de los números finales. Un total de 16 bombas detonaron en la superficie. El número de victima aún no está definido, hay muchos heridos y evacuados que podrían potenciar las cifras, pero se está hablando ya de 34 bajas civiles…
Caitlyn ya prácticamente no escuchaba, tenía la mirada perdida en el techo. Trataba de concentrarse y adivinar que era real de lo que no.
Lestal y su caso eran reales, sí. Pero ese había sido un caso de hace varios años atrás. Así que había sido un sueño.
No había vuelto a ver a Anita, así que eso tampoco era real, o por lo menos creía que en esos dos días no la había vuelto a ver.
El agente D2 escoltándola, haciéndola de chofer privado, eso era una realidad. Se había manejado con cierta libertad en su accionar respecto al último atentado en la torreta y como siempre todos seguían sus órdenes, salvo por esas "consideraciones" de los agentes D2 y como era muy consiente que observaban cada paso que daba.
Imperceptible para cualquiera de afuera, pero que ella tenía en cuenta más que nada en esos días.
No había dado aún su veredicto de si estaba o no con Marangoni y su plan, pero se sentía atadas de manos y a medida que el tiempo pasaba no le quedaba otra que bailar a su compás.
—… también hay bajas por parte de la policía de Piltover y la nueva fuerza de D2. Sin duda un atentado de esta magnitud ha afectado a todos…
Caitlyn giró un poco su rostro para ver la pantalla. Mostraban de nuevo imágenes viejas del incidente, las paredes pintadas con ese color chillón, y el nombre de Jinx entre los títulos del noticiero.
"A ti realmente no te importan estas personas" Recordaba la voz del político.
—Ah…— murmuró con cierta amargura—…caliente, caliente…
Se había estado preguntando una y otra vez lo mismo. Que hubiera podido hacer mejor y para su pesar, muchas ideas se le vinieron a la mente.
En primer lugar, pensaba en Vi.
Vi hubiera hecho un estrago con el caso, no tenía dudas, pero hubiera hecho hasta lo imposible por sepultar esa recamara antes que los explosivos significaran un peligro.
Tan torpe como pensaba que era quizás se mataba ella misma, pero no hubiera dejado que el villano se hubiera salido con la suya de nuevo.
Si le hubiera dicho a Vi lo que en verdad pasaba, está le hubiera recriminado su obrar, se hubiera enojado, hubiera hecho toda una escena, pero hubiera logrado que entrara en razón.
La vida de esa gente era más importante.
Seguro hubiera arruinado el caso, las pistas desaparecerían y los sospechosos se esconderían más eficientemente, pero esa gente aun estaría con vida y Caitlyn siempre podría seguir investigando.
Le había importado tanto llegar al fondo del asunto, le había molestado tanto que Jinx y las sombras que perseguían se burlaran de su desorientación en el caso, que aun sabiendo la enorme amenaza que había no dijo nada.
Jugando con una mano tan mala y apostando la vida de otros, perdiendo al final.
Apretó la mandíbula y la cabeza comenzó a dolerle con fuerza. Miró las píldoras en la mesa ratona y eso la llevaba al otro asunto.
Había investigado con fuerza sobre la radianita. Buscando una solución que la salvara, cualquier destello de esperanza, pero solo había logrado que la situación empeore.
La sustancia era altamente adictiva y se requería de una voluntad inquebrantable para dejarla cuando recién se incursionaba en el camino.
En el estado en que Caitlyn estaba no tenía ni una cosa ni la otra.
Había pasado meses con la sustancia en sangre, con dosis diarias sin poder notarlo y su voluntad día a día era peor, sumado a las decisiones que había tomado y que ahora la atormentaban, hacía imposible un ambiente de recuperación para ella.
Luchó el primer día, creyendo que era sencillo, simplemente no tomaría las píldoras y resistiría, descubriendo que no estaba en ella esa decisión.
Luego de la estresante jornada matutina enfrentando el atentado de la torreta, su cuerpo y su mente se retorcían con la necesidad de las píldoras.
Era incapaz de concentrarse y su cuerpo ardía, traspiraba y en varias ocasiones le faltó el aire. Su comportamiento empeoraba solo con pensar que ya no podría tomar la radianita a tal punto que se hizo notorio e hizo que las personas que la rodearan se preocuparan por el comportamiento.
Terminó acudiendo rápidamente a su vehículo, donde tenía un paquete de las píldoras y las tomó sin pensar más en el asunto.
Su cuerpo se lo agradeció volviendo a un estado de calma, pero su percepción de lo que pasaba estaba ya muy deteriorada, llegó a agradecer que los agentes D2 la cubrieran.
Caitlyn lo sabía ahora, muy a su pesar, y muy en el fondo de su corazón, no podía dejar las píldoras, por lo menos no ahora.
Eso les daba la victoria ya a sus enemigos, que desde antes ya la tenían asegurada.
De querer develar ella la verdad, seria sometida a cuestionamientos que no podría enfrentar, entre ellos un análisis de sangre donde, sin necesidad de alterar resultados, saldría la verdad de su adicción.
No había forma de comprobar la existencia de cámaras ocultas con explosivos en las torretas que quedaba porque aún no las había llegado a investigar a fondo y las destruidas habían justamente eliminado esa zona por completo.
Solo quedaba su palabra y admitir que conocía la amenaza y aun así no dijo nada, la hacía fácilmente condenable por homicidio culposo. Delito que desde el primer momento Caitlyn aceptó que había cometido y por el cual su mente no estaba en paz, torturándola cada vez que se le notificaba una nueva baja por el atentado.
Sin mencionar lo horrorizada que quedaba cada vez que analizaba la cantidad de personas que estaban envueltas en esto.
Aun si decidía decir la verdad y enfrentar las consecuencias, todo desaparecería en un santiamén. Los agentes, el personal de las torretas, los especialistas en salud, todos trabajarían para mover las cosas y hacerla ver como una loca esquizofrénica, cuya adicción explicaría su conducta.
No podía ganarle a tantos.
La facilidad con la que mataron a Raúl le hacía creer que de contarles a las únicas personas que, pese a todo, le hubieran creído, le hacía ver que correrían el mismo destino que el oficial. Y no se sentía en condiciones de soportar más perdidas como esa.
Se sintió con sed y creyó que iba a ponerse a llorar solo porque sabía que era lo que quería en ese momento, pero apretando nuevamente la mandíbula trató de calmarse.
Volvió a ver las píldoras en su mesa y se sintió patética de saber que ni siquiera habían pasado 6 horas y ya las deseaba de nuevo.
—Una hora más… solo una hora más…— murmuró, tratando de ponerse como objetivo resistir la tentación por unos momentos— por favor… solo una hora más…
Tragó en seco y volvió a mirar al techo, tapándose el rostro luego con uno de sus brazos, para buscar una posición cómoda mientras el tiempo pasaba.
A medida que los minutos trascurrían la abstinencia de la sustancia en su cuerpo comenzó a generarle cierta ansiedad que le decía que no iba a lograr su cometido.
Se sentía miserable perdiendo también esa pequeña batalla en su interior.
De repente algo le hizo cosquillas en la mejilla y por unos segundos pensó que se trataba de otra percepción alterada por la sustancia, pero la sensación se repitió.
Alejó el brazo que cubría sus ojos y al buscar el techo se topó con el rostro de una chica con sus ojos violáceos bien atentos a ella. El cabello celeste caía a ambos lados y era lo que le había acariciado su propio rostro.
—Hola— saludó Jinx formando una enorme sonrisa desquiciada en su rostro al decirlo.
La oficial no se movió de su lugar, costándole creer la presencia de la chica en su hogar. Quiso descartar que se tratara de otro sueño o alguna ilusión e inmediatamente extendió una mano tapando el rostro de Jinx con torpeza.
—Sí, bueno… —contestó la criminal tratando de apartar la mano de Caitlyn pero al no lograrlo a la primera sacó su lengua y la detective retiró su palma de inmediato con cierto asco—…Primero que nada… buenas noches.
La oficial se sentó rápidamente en el sofá, dejando la posición de acostada, cosa que su cabeza resintió, sintiéndose mareada al instante, por lo que volvió a cubrirse el rostro mientras se quejaba.
—Uy… que duro llegar a esa edad y en esas condiciones— comentó la tiradora viendo el accionar de la dueña de casa.
—Cierra la boca…
Caitlyn no podía pensar en un peor sonido que la voz de Jinx en esos momentos. Poco a poco las preguntas sobre la presencia de la chica comenzaron a llegar y esta dejó de cubrirse para darle un vistazo.
Jinx ya no la observaba, parecía distraída viendo la sala. La oficial notó que ponía un poco de atención en las manchas de sangre a un costado, pero luego siguió analizando lo demás hasta volver a mirarla, momento en el que nuevamente le dio una enorme sonrisa que la puso incomoda en su lugar.
— ¿Qué haces aquí?— preguntó finalmente.
—Ah, me gusta cuando haces las preguntas importantes primero y dejas las estupideces de lado, casi te hacen ver menos idiota… casi— contestó complacida la tiradora— yo odio cuando dicen cosas que ni vienen al caso ¿Sabes? Cosas como "¡Oh, Dios mío, no!" "¡¿Qué vas a hacerme?!" "Por favor, detente" "No, adentro no" y mi pregunta menos favorita de todas "¡¿Vas a matarme?!" pff… si antes no pensaba matarlos luego de eso seguro que sí.
Caitlyn frunció el ceño cuando la voz de Jinx volvió a provocarle cierta jaqueca, pero trató de que esta vez no se notara.
—En fin, quería venir antes, cielo, de verdad que sí, no era mi intención hacerte esperar tanto— se comenzó disculpando, la oficial solo se limitaba a mirarla— pero parece que has estado muy ocupada ¿Eh? ¿Guardaespaldas nuevos? ¿Nuevos agentes a los cuales mostrar el camino de la rectitud? ¿Mucho trabajo con el último atentado?
—No sé de qué hablas…
—Claro que no sabes, eres una imbécil, no sabes nada… o lo que es peor, lo que sabes… en realidad no lo sabes, lo sabes porque quienes de verdad saben quieren que sepas… que sabes… pero en realidad no sabes… ¿Me entiendes?
Jinx disfrutó viendo como la otra chica parecía hacerse pequeña en su lugar mientras se agarraba la cabeza de nuevo.
—Quise pasarme por aquí antes, como te dije, pero resulta que no es tan… fácil ahora. Veras, soy mucho muy popular en estos días… y al parecer tú también. Ahora tienes fanáticos que te llevan de un lado a otro y no te quitan los ojos de encima aun cuando tu no lo sabes… los he visto observándote cuando te bañas ¿Sabes? Y todo ese circo postergaron un poco una oportunidad… pero ¡Hey! Aquí estamos.
Caitlyn volvió a contemplar a Jinx, esta llevaba ropa que se notaba que no era suya, le quedaba grande, sucia y polvorienta, como si hubiera estado arrastrándose hasta llegar.
— ¿Cómo lograste llegar hasta aquí?
—Ya estás haciendo preguntas imbéciles, pierdes tu encanto.
—No estoy tratando de ser encantadora contigo.
— ¿No?— preguntó y comenzó a reír— oh, cielo, por lo que veo nada te convendría más.
Caitlyn solo la miró molesta. Aun si le pidiera a Jinx que la dejara en paz no pareciera que la chica tenga ni por cerca esa intención. Creía que podía adivinar porque estaba aquí y así sacar ventaja, pero la cabeza seguía doliéndole y el mal humor comenzaba a invadirla de nuevo.
Viendo como el panorama empeoraba no lo pensó más y estiró la mano para tomar el frasco de píldoras, pero Jinx fue más rápida.
—Dámelo— ordenó rápidamente, arrepintiéndose de inmediato al mostrarle a Jinx lo mucho que había acertado en quitarlo justo lo único que quería.
— ¿Por qué? ¿Estas constipada y te urge un laxante?— preguntó con burla, mientras abría el frasco y sacaba unas cuantas píldoras.
Caitlyn se puso de pie y trató de quitarle el frasco a Jinx pero la chica simplemente se giró y comenzó a caminar por la sala.
—Pídemelas de rodilla y te las devolveré.
—Púdrete.
Jinx sonrió complacida y dejó caer las píldoras que había sacado, dándole un pisotón con su bota, moviendo la suela para asegurarse que estas se hicieran polvo.
—Jinx…
—Oh ¿Cambiaste de opinión?
—Tú… no tienes… idea de lo que estás haciendo.
—Esto es radianita, una droga sumamente adictiva que fue descubierta por primera vez por Edward P. Radian, y de ahí su nombre. La obtención de esta es de origen geológico y su preparación para consumo es relativamente sencilla a comparación de otras sustancias. Piltover la decretó ilegal por las consecuencias tan nocivas a la salud de quienes la consumen, tanto mental como física, que sumado a lo adictivo y ausencia de cualquier otra sustancia que pueda contrarrestarla, la hacen cuando poco— se detuvo para mirar con cierto aire de superioridad a Caitlyn— complicada.
—Tú… ¿Sabias?
—Claro que sabía, detective. Como también se, por lo que vi en estos días, que ya te pusieron un collar más llamativo en la garganta, como mucho más llamativo, rojo y con metales brillante para que tu limitada capacidad deductiva se dé cuanta que lo tienes.
Jinx sacó otro puñado de píldoras del frasco y lleno un vaso con agua, metiéndola una por una en este y revolviéndolo solo para que Caitlyn viera como se disolvían.
—Oh, estas muy callada ahora ¿Acerté?— preguntó mientras reía un poco— como derribaron la tercera torreta adivinare que no resolviste el caso a tiempo… nah, estas tan lejos de resolverlo aun ahora, pero dime ¿Qué avances hiciste? O mejor dicho… ¿Que te dijeron? porque es obvio que por cuenta propia no avanzaste una mierda.
—No son tus asuntos.
Jinx volvió a sentirse complacida por la terquedad de la otra chica, y con aun más satisfacción derramo el vaso con el que jugaba a un lado.
—Descuida aún quedan unas… 9… 10 quizás, si tienes suerte— trató de calmarla cuando Caitlyn trató nuevamente en vano, de quitarle el frasco— No debería ser problema para ti conseguir más. Vi que ahora eres cercana a los D2 por lo que su payaso líder ya te debió hacer una visita... al juzgar por esa mancha de sangre que no limpiaste, no todo salió muy bien ¿Qué paso? No me digas que le quiso poner leche al té que le serviste.
Finalmente Caitlyn logró agarrar el brazo de Jinx pero esta sencillamente tiró de un lado a otro el frasco, pasándoselo a la otra mano.
En esa posición acercó su rostro y le sonrió viendo la necesidad en sus ojos. Lo estaba disfrutando.
Sin soltarla, Caitlyn trató de atraerla más para poder hacerse con el frasco con su otra mano pero la chica lo extendía lejos de su alcance y comenzaba a reír.
Forcejeo con ella unos segundos, hasta que finalmente Jinx le dobló el brazo y la pegó contra la puerta más cercana.
Intentó zafarse del agarre pero le resultaba imposible.
—Ese fue un pobre intento… de verdad, casi que me dan ganas de tirarte unas monedas.
— ¡Cállate!
—No, sombrerotes, tu cállate— la amenazó y la alejó de la puerta solo para golpearla contra ella más fuerte. Repitió la acción un par de veces más mientras disfrutaba las exclamaciones que Caitlyn trataba de reprimir.
La embistió una vez más contra la puerta y esta cedió, ambas entraron al baño.
— ¡Vamos, Keilin! ¡¿Dónde quedaron tus modales?! Ya te lo dije… si me lo pides por favor, te devolveré tus drogas… maldita perra adicta a los viajes multicolores…
Jinx hablaba mientras volvía a tomar control de Caitlyn y la obligaba a poner su rostro al lado del retrete.
— ¡Dilo!— la amenazaba divertida mientras ya ganado esa batalla, había logrado que la mejilla de la oficial se pegara al asiento del retrete— "Por favor, Jinx, dame mis píldoras" ¡Dilo!
Pero Caitlyn se negaba a abrir la boca, más que eso, la tiradora rio al ver como apretaba con fuerza la mandíbula.
—Te daré una última oportunidad… di… "Por favor"
Esperó por varios segundos en los que vio varias expresiones en el rostro de la oficial, pero esta terminó por cerrar nuevamente la mandíbula, negando en lo poco que se podía mover.
—Ah, a los niños maleducados hay que castigarlos quitándole los dulces.
Jinx movió el frasco en frente de los ojos de Caitlyn y lo giró, haciendo que todas las píldoras cayeran al agua, solo tuvo que inclinarse un poco y apretar la cadena.
El ruido hizo reaccionar a Caitlyn que logró soltar unas de sus manos para meterla en el agua, tratando de salvar las píldoras.
Jinx rio ante la desesperante acción, olvidando su papel, tomando de los cabellos a Caitlyn para alejarla, golpeando con palmadas rápidas la mano mojada.
— ¡Niña mala! ¡Niña mala!— la reprendió— ¡Esa es agua sucia! ¡Mira donde vas a meter tus manos! ¡Niña mala!
Caitlyn luchó para soltarse, no había logrado su cometido y ahora sufría por la pérdida de la droga. Trató de golpear a Jinx, pero le parecía ridículo lo fuerte que la otra chica era. A la de Zaun no le costó nada arrastrarla de nuevo a su habitación mientras la sermoneaba como si se tratara de un infante.
La oficial la odiaba.
Sentía que de tener la oportunidad le mordería el cuello hasta despegárselo del cuerpo y con esa idea en mente, trató de llegar a como sea por Jinx para poder lastimarla.
Lamentablemente para ella sus intentos eran débiles y erráticos.
—Ya, ya… cálmate… cálmate— le pidió entre risas, mientras la tiraba con fuerza en la cama y se sentaba en su abdomen.
Lejos de hacer lo que se le pedía, Caitlyn siguió luchando, dando manotazos a la cara, sin lograr conectar ningún golpe. Esta acción molestó aun así a Jinx, quien terminó por agarrar ambas muñeca de la chica y las llevó arriba de su cabeza.
—Te dije que te calmaras… no es el fin ¿Ves?— trató de hablar con ella mientras le mostraba con su mano libre una píldora— aun me queda una… la última ¿La quieres?
Jinx solo podía pedir por una cámara para tratar de capturar el momento que estaba viviendo. La chica abajo suyo dejaba de lugar para ponerle atención.
Recordaba bien haber atrapado a ese peón justo después del primer atentado. No le costó mucho acorralarlo y comenzar a hacerle preguntas, pero el tipo insistía en su mutismo y no develar nada, claro hasta que Jinx le separó una de sus piernas a base de balazos y el dolor y miedo comenzaron a hacer que cantara.
Lamentablemente para ella no fue de tanta ayuda.
Se enteró de unas cuantas cosas, entre ellas el plan que había detrás de las píldoras que le suministraban a Caitlyn y como las cosas estaban dadas para hacerla ver como la responsable de las explosiones. Tuvo que arrancarle con los dientes una de las orejas del peón para que hablara más, pero solo consiguió uno que otro detalle.
Aun bajo amenaza y asegurándole que moriría el hombre no quiso decir nombres, como si hubiera gente que daba más miedo que ella en esos momentos y eso la molestó tanto que terminó matándolo.
Un poco más orientada en donde buscar, comenzó su investigación, que fue corta ya que en nada se vio siendo cazada por seres cuyas habilidades no conocía y que, en un primer momento, había subestimado casi mortalmente.
Las cosas se habían complicado bastante y ahora debía enfrentar a un enemigo que parecía gigante, pero nada la privaba de disfrutar ahora del daño que ese enemigo había ocasionado en la sheriff de Piltover, que por lo que podía ver ahora, era enorme.
—Solo di las palabras secretas… "Por favor"— le repitió, a lo que Caitlyn volvió a hacer un nuevo intento por liberarse, el más pobre de todos los anteriores.
Su mente trataba de buscar una salida, pero no la encontraba, había consumido todo el frasco de píldoras que había guardado en su vehículo y el que había en su departamento era el único que le quedaba.
Sin reservas, la única vía rápida que tenía era volver a Marangoni y a sus especialistas para pedirle más, lo que significaba la confirmación de su total sumisión, que pese a estarla dando en esos dos últimos días al no delatarlos y hacer nada en su contra, aun no estaba pautada.
—Él… él tiene razón.
— ¿Mmm?— se interesó Jinx.
—Todos ustedes… todos y cada uno… merecen morir… si estuvieras muerta… yo no estaría aquí.
—Ah… interesante conclusión, es verdad— admitió Jinx sin desanimarse— ¿Para qué poner tramperas por toda la casa si puedes prenderle fuego a la ratonera? O algo así es la idea… no escuche esa parte muy bien. Pero si, si hubieras logrado matarme "antes" ahora tendrías todo el frasco de píldoras para drogarte en paz… apuesto a que te arrepientes de tantas cosas ahora.
—Lo hago.
Jinx siguió mostrando su sonrisa, mientras ahora le acomodaba los cabellos a Caitlyn con su mano libre y aprovechaba para pasarle por la piel del rostro la píldora.
— ¿Debo tomar eso como un "No"?— preguntó dándole una última oportunidad. La oficial se limitó a verla molesta entonces Jinx tomó la píldora entre sus dedos y comenzó a presionarla— bien, entonces…
Ahora podía ver como el pequeño objeto se agrietaba, no eran realmente tan duras, solo necesitaba aplicar un poco más de fuerza para que se volviera polvo.
— ¡Por favor!
Jinx dejó de hacer fuerza y ni siquiera miró a Caitlyn mientras el eco de sus palabras aun retumbaba en la habitación.
Creyó que tanta felicidad no podría entrar en su cuerpo, pero al mirarla de nuevo descubrió que se equivocaba.
—Perdón… no te escuche bien… ¿Qué dijiste?— preguntó, perfilando su rostro y poniéndose una mano a la par de la oreja para poder escuchar mejor.
Los labios de Caitlyn temblaban y la visión se le hacía borrosa. Ya a estas alturas sabía que era en vano tratar de soltar sus muñecas del agarre de Jinx, casi no le llegaba circulación y sentía que las perdía.
—Por favor…— repitió, sintiendo como parte de ella moría con eso— por favor…
— ¿Por favor, "que"?— insistió la tiradora.
—Dame la píldora… por favor…
—Ah ¿Esta píldora?— preguntó disfrutando el momento, viendo el objeto mencionado en sus dedos— es todo tuya… solo… debes tomarla.
Jinx junto saliva en su lengua y puso la píldora en el pequeño charco que había conseguido, le estaba costando mantenerla allí, pero sabía que la intención valía la pena.
—Ho-homala, hamos— trató de hablar mientras se inclinaba al rostro de la chica para que esta la alcanzara. Se contuvo de reír cuando volvió a sentir las manos de estas moverse, pero sabía que Caitlyn había entendido el punto— japilo, homala…— insistió, acercando más su rostro.
Creyó que había tentado mucho su suerte y que Caitlyn no iría a por ello, pero una nueva apreciación al rostro desmejorado y debilitado de la chica le hizo retener su esperanzas, las cuales no tuvo que sostener demasiado, ya que la sheriff había levantado un poco su cabeza y sacado la lengua para llegar a su objetivo.
Jinx cerró los ojos con fuerza e introdujo rápidamente su lengua en la boca de la chica, asegurando que no solo recibiera la píldora sino toda la saliva que había juntado, convencida que eso la asquearía.
Y así fue.
Caitlyn rápidamente trató de escupir, pero entonces la de Zaun liberó sus manos para hacer fuerzas con ambas en su boca, tapándola por completo.
—Vamos, traga— la amenazó mientras veía como la chica ponía las manos en su brazo, tratando de librarse— ¡Trágalo todo! ¡Es lo que querías! ¡¿No?!
Solo luchó unos segundos más hasta que Caitlyn sintió que comenzaba a ahogarse, entonces tragó todo lo que tenía, momento en el cual, finalmente, Jinx alejó sus manos.
—Buena, niña. Buena, niña— la felicitó la de Zaun, acariciándole la cabeza.
La oficial trató de alejar las manos que la tocaban y tapar su rostro, pero Jinx pareció entender bien las intenciones.
—Oh, no, claro que no, no me vas a privar de esto— le dijo, mientras tomaba sus manos y las ponía a los lados— si vas a llorar… quiero verlo.
Caitlyn negó con la cabeza un par de veces, mientras cerraba fuertemente sus ojos, pero las lágrimas ya comenzaban a salir de ella sin que pudiera hacer nada.
A medida que sentía como su rostro se mojaba dejaba de oponer resistencia y llegado un punto pudo comenzar a llorar sin contenerse.
Jinx la veía con atención, observando como el rostro se movía de un lado a otro, con la boca ya abierta dejando salir sus lamentos.
Se ahogaba y tragaba con dificultad, buscando la calma, para tratar de detenerse, pero su rostro se contrariaba nuevamente y volvía a llorar.
—Oh, mi bebé, ya, ya— habló finalmente la de Zaun, complacida de ver como la chica no podía dejar de sacar el dolor que sentía— ¿Qué te sucede? ¿Por qué lloras así? Anda… dile a mami Jinx lo que te ocurre.
Caitlyn trataba de ignorarla mientras sentía el amargo sabor en su garganta y su cabeza dolía tanto que le imposibilitaba un recobro.
— ¿Por qué lloras? Vamos… ¿Quién te hizo esto, bebé?— siguió burlándose sin soltar las manos de Caitlyn— ¿Fue ese horrible hombre con sus soldaditos? ¿Te metieron algo hasta el fondo sin que lo notaras? Oh, mi bebé, que malos, malos, fueron esos hombres. Recién ahora te das cuenta que en nada estarás tan dispuesta a que te den tu chupete de sustancias que no serás capaz de negarte a chuparle sus penes ¿Ah?
Caitlyn cerró fuertemente sus ojos y siguió negando con su cabeza, tratando de alejar la voz de Jinx.
— ¿O es que acaso ahora vas a llorar a los muertos? No sé tú, pero según yo la sheriff de Piltover debía cuidar de sus ciudadanos… no jugar con ellos como si fueran solamente pistas— comentó con maldad mientras se pegaba a su oreja— los mataste a todos ¿Verdad, bebé? Pero conseguiste lo que quería. Resolviste el caso… oh no, espera… ¡No resolviste nada!
Jinx sabía que la estaba escuchando, podía decirlo por las exclamaciones lastimera que recibía de la otra chica y al alejar su rostro la pudo ver llorando de nuevo.
—Solo eres un enorme bebé bueno para nada… como amaría que toda la ciudad viera finalmente el verdadero rostro de su… "héroe"— siguió diciendo mientras Caitlyn volvía a intentar cubrirse el rostro, pero Jinx lo evitaba— Ni siquiera puedes con "un" solo criminal… no ibas a poder contra una organización ¿En qué pensabas? Ah… yo sé en qué pensabas… en que nadie te puede igualar ¿Verdad? ¿Cómo es que te llaman por ahí? ¡Ah sí! Detective de intelecto superior— hizo una pausa para volver a reír solo de recordarlo— ¿Te creíste ese cuento? ¿Te creíste superior? Si, lo hiciste, a que si… y alejaste a los "no superiores" como tu ¡Y ahora estas sola!
La chica se siguió retorciendo en su cama, incapaz de formular palabras coherentes.
— ¿Me equivoco? ¡Entonces anda! ¡Vamos! ¡Llama a manotas! ¡Pídele que te rescate! Al rubio gracioso y al otro héroe que nunca se entera de nada ¡Vamos! ¡Llama a cualquiera de tu escuadrón de ineptos! ¿No? Oh, me sorprende, bebé… ¿No te educamos lo suficiente bien para que tengas amigos? Estas sola y metida hasta el fondo en mierda… ¿Cómo se siente?
Jinx esperó pero Caitlyn seguía con la misma actitud, negar y llorar, retorciéndose para que la dejara en paz.
— ¡¿Cómo se siente?!— preguntó y de repente sintió que ella misma comenzaba a perderse también, pues la expresión de Caitlyn ahora le mostraba un dolor diferente, estaba presionando demasiado sus manos y había logrado doblarle la muñeca.
Rápidamente retiró sus manos y la oficial se apresuró a llevárselas al pecho, tratando de apretar el dolor que sentía en sus extremidades.
—Oh, oh… perdón, mi bebé— comentó con cierto tono de pena, mientras la agarraba fuerte de los hombros y la atraía a su pecho, abrazándola— ya, ya. Shhhhh… shhhh.
Jinx trataba de consolar a Caitlyn mientras la mecía en una posición bizarra, como si en realidad se tratara de un bebé, moviéndola de un lado a otro con lentitud y armonía.
—Shhh, todo va a estar bien, shhh… mamá Jinx está aquí.
Jinx ya había dado varias vueltas en el apartamento y comenzaba a sentirse aburrida.
Descubrió un par de esposas y algunas herramientas de la policía de Piltover, y las llevaba de un lugar a otro mientras buscaba algo que reemplazara su interés.
Finalmente encontró el rifle de Caitlyn y convenciéndose de que nada más le ganaría en interés volvió a la habitación.
La dueña de casa llevaba ya un rato durmiendo. Aun se podía apreciar en su rostro las marcas de un estrés profundo y lo sucio de haber estado llorando sin limpiarse luego, pero por lo demás parecía sumergida en su sueño.
Jinx tomó el rifle en sus manos y con la mira comenzó a buscar objetivos por la ventana. Se detuvo al ver una de las pocas luces que aún quedaban esa noche.
Se trataba de una familia, parecía que habían tenido una especie de fiesta y ahora, ya que los invitados se habían retirado, quedaban solo poco integrantes.
La tiradora adivinó con el tiempo que se trataba del padre, la madre y un niño, que soñoliento, luchaba aun por abrir los regalos que había recibido.
Dejó de apuntar y con la culata golpeo el vidrio de la ventana, haciendo que Caitlyn saltara en su lugar y buscara lo que provoco el estruendo.
—Oh, perdón ¿Te desperté?— preguntó desde su lugar y pudo ver como la chica, aun atontada por todo, volvía a apoyar su cabeza en la almohada, pero desde donde estaba la veía con cierta atención.
Jinx suspiró sintiéndose aburrida de nuevo y recordó lo que estaba haciendo.
Ahora ya sin el vidrio podía ver mejor con la mira del rifle y volvía a apuntar a la familia.
—Parece que el niño tuvo una fiesta de cumpleaños, sombrerotes— comentó con cierto desdén mientras veía las interacciones de la familia— ya es muy tarde ¿No existe una ley para disturbios a altas horas en Piltover?
Preguntó lo último viendo a Caitlyn de reojo, pero la chica tenía la mirada perdida en algún punto cercano a ella.
—Solo mira esa cantidad de regalos, un niño afortunado y muy querido sin dudas— siguió hablando Jinx mientras los observaba— yo le daré el mejor regalo de todos.
Jinx apretó el gatillo y la bala atravesó el cristal donde estaba la familia, haciendo que la mujer gritara en sorpresa.
Caitlyn pudo escucharla, y esto la puso en alerta, enfocándose nuevamente en Jinx, pero al ver como la chica se dedicaba a verlos con una expresión rara en su rostro no hizo por más.
—Descuida… si no ven la bala pensaran que fue una piedra— la calmó sin mirarla, pues no había apuntado a ninguno de los miembros, y estos, aunque preocupados por el pequeño orificio en su cristal, se tocaban la cabeza, mirando hacia afuera, tratando de adivinar de que se trataba— o quizás la mierda de algún pájaro que se había tragado una bala… ya veremos…
Siguió observando a la familia, el hombre parecía desconfiar aun y mantenía a los demás alejados mientras indagaba. Jinx creyó que tomaría más tiempo de lo que pensaba y se acomodó en su lugar.
—Ah, mi regalo deberá esperar un poco. Está bien… tengo tiempo, mientras déjame contarte una historia interesante ¿Si? Esta es la historia de… Batman.
Caitlyn no contestó, sintiéndose aun descompuesta sabía que Jinx haría lo que quisiera, así que sencillamente se sintió agradecida de poder estar cómoda en su cama mientras esto pasaba.
—Batman— siguió Jinx— era un niño pequeño que nació en una ciudad tormentosa, ciudad Gótica. Estoy segura que sabes de él, todos conocemos de una u otra forma a Batman ¿Cierto? Bueno… el salió con su papi y su mami, y caminaron por las calles de esta ciudad del demonio ¿Si? ¿Y qué crees que paso? ¿Encontraron una gallina de los huevos de adamantium? No. ¿Se cruzaron con papa Noel y sus renos para pedirle los mejores obsequios? Tampoco ¿Ganaron su promo a oro? Mucho menos. No, un criminal salió de la nada, les robo y los mato, a ambos, padre y madre… y de ahí el cuento de que el niño creció y se volvió el héroe que todos conocemos. Conocías la historia ¿Verdad?
Caitlyn no le contestó. Dudaba que la otra chica siquiera tuviera un punto y mientras el relato pasaba cada vez le parecía un sin sentido.
—Estoy de acuerdo con lo que dijiste ¿Sabes? Y con lo que ese hombre y las torretas quieren… Están en lo cierto.
Ahora la dueña de casa volvía a poner atención.
—Veras… resulta que lo que le pasó a Batman— siguió narrando pero llegado este punto largo unas cuantas risas— esas cosas no pasan, es tan estúpido. O quizás les pasa a las personas millonarias con familias acomodadas que siempre lo tuvieron todo. Tú podrías decírmelo, vienes de la misma cuna. No, si a un marginado le quitas lo poco que tiene no se convierte en héroe, claro que no ¿Sabes en que se convierte, Keilin?
Jinx volvía a ver en su mira a la familia. El padre hablaba con la madre, sin poder resolver el misterio del vidrio roto, pero el niño ya había retomado su lugar a la par de sus juguetes nuevos.
—Los marginados solo saben un camino, jamás llegaran a ser Batman, según tú y este hombre, todo esto no tiene otra salida. Solo imagínate que yo, una yo más joven e idiota, se hubiera tragado ese parasito y hubiera muerto antes de la primera bomba. Puedes ver el prado verde llenos de arcoíris ¿No es así? Imagínate la cantidad de Jinx que le están ahorrando a Piltover. Ah… pero sin criminales Batman jamás hubiera existido ¿Pensante en eso alguna vez, sombrerotes?
Jinx podía ver como el hombre en quien tenía la mira volvía con su hijo y trataba de enseñarle a activar las luces de un tractor en miniatura.
—Me parece gracioso esto de decidir quien vive y quien muere, a veces hago lo mismo, como si todos fueran unas hormigas debajo de una lupa ¡Es divertido! Pero vamos, aquí estamos tratando de aplicar alguna filosofía social sobre ciudadanos que valen la pena y los que no ¿Cierto? Entonces, matar marginados antes de que se vuelvan en peligroso villanos. Bien, bien. Mucha lógica. Y aquí te traigo la mía "Matar ciudadanos ilustres para crear héroes"— comentó mientras cargaba el arma— Bueno, es la hipótesis, vamos a ponerla a prueba. ¿Quieres apostar? Vamos, será divertido… tu puedes apostar a tu lógica y descubrimiento de que matar de forma discriminada y selectiva está bien… y yo apuesto… a que todos somos la misma mierda y que el pequeñín de ahí… aun con todo a su favor… no será… nunca… Batman.
Jinx apretó el gatillo al tiempo que una fuerza la movía a un costado haciéndole perder el tiro. El vidrio se rompió por la bala mientras Caitlyn la aprisionaba con su rifle contra la pared.
La de pelo celeste comenzó a reír con ganas mientras podía ver el rostro molesto y lleno de ira de la oficial.
—Veo que recuperaste parte de tus fuerzas ¿Eh?— comentó viendo cómo, en efecto, Caitlyn trataba de empujar tan fuertemente su rifle, como si tratara de cortar por dos a Jinx con este— ¡veamos que tanto!
Puso sus manos también en el arma y comenzó a empujar de esta para poder liberarse. Le estaba tomando sus segundos, pero era evidente que iba a ganar.
Viéndose en desventaja y, conociendo a fondo su arma, Caitlyn retiró una mano con rapidez y presiono cerca del seguro, haciendo que esta se desarmara. Jinx se sorprendió por la acción y no pudo evitar el golpe con la cabeza que le propinó la oficial.
La dueña de casa agarró como pudo a la criminal y trató de alejarla de la ventana, en su intento de defender a la familia. Logrando llegar a tirarla fuera de la habitación, ahora luchaban en la sala principal.
—Oh, esto me trae recuerdos— comentó Jinx divertida, mientras sin muchas complicaciones lograba reducir de nuevo a Caitlyn.
Desesperada, la detective trató de golpearla con su puño, pero Jinx sencillamente la tomó, haciendo que pasara de largo y ubicando su rodilla, para golpear su abdomen y dejarla sin aire.
—Dios, ere patética— se quejó mientras se agachaba a su lado.
La mayor no quería rendirse y volvió a intentar agarrarla. Para su mala suerte, Jinx ya había pensado en algo divertido que hacer con las esposas que había encontrado y al nuevo intento solo la dio vuelta, esposando sus manos a la espalda.
—La oficial esposada por sus propias esposas… más patético aun.
A Jinx le llamó la atención como la chica no se desanimó por esto y trataba rápidamente de soltarse, recordando como en el pasado lo había logrado en un tiempo demasiado corto, sorprendiéndola.
—Oh, despertaste mi curiosidad de vuelta— admitió entretenida— te diré que haremos…
Se puso de pie y levantó la vista, divisando un reloj.
—Si logras detenerme antes de que el segundero de esa cosa marque las 12, dejare de lado mi batiexperimento… de lo contrario armare tu rifle, matare a esas personas y luego te perforare el cerebro con una bala también.
Vio como Caitlyn ni pareció escuchar lo que le dijo mientras fallaba una y otra vez por soltarse de las esposas.
— ¿Sabes? He decidido que fuiste nuevamente una pérdida de tiempo y ya me aburrí de verte hacer el ridículo— comentó viendo como la chica, en el estado que estaba, no iba a serle de utilidad— Dios, estas tan drogada y eres tan imbécil que ni siquiera puedes ubicar tus dedos.
Jinx levantó de nuevo la vista y vio que solo faltaban unos 40 segundos.
—Vamos, vamos, libérate, haz algo… lo que sea— la animó con maldad, viendo como la chica se desesperaba por soltarse— Eres como un horrible pez fuera del agua ¿Sabes?
Vio parte del rifle en la sala y lo tomó, uniendo algunas piezas, pensaba que el resto estaba en la habitación.
Le dio una nueva mirada al reloj y ya solo quedaban 15 segundos. Caitlyn aun luchaba por tomar adecuadamente las esposas y esto le pareció suficiente señal.
Le dio la espalda y comenzó a caminar hacia la habitación pero no pudo entrar. Algo la tomaba en la pierna derecha y quedó fascinada con la idea de que la sheriff había logrado de nuevo ese "truco de magia" con las esposas.
Pero se equivocaba.
Caitlyn había dejado de tratar y simplemente había impulsado su cuerpo por el suelo hacia Jinx, mordiendo con fuerza la parte baja de su pantalón.
— ¿Eh?— se preguntó moviendo un poco su pie derecho, tratando de zafarse, pero Caitlyn tenía los dientes fuertemente apretados a la tela— que gracioso, justo a cómo te ves a veces, una perra.
Trató de sacudirse la pierna con más fuerza, dándole gracia como la oficial resistía con dolor y la mandíbula fuertemente cerrada.
Finalmente comenzó a darle pisotones con su bota libre pero aun así no pudo librarse.
—Dios, eres todo un espectáculo ¿Eh?— cuestionó dispuesta a darle un puntapié definitivo, cuando notó como Caitlyn miraba con atención hacia un costado.
Jinx siguió la línea de la mirada y supo que se trataba del reloj, el segundero había pasado el tiempo pautado por más de 30 segundos.
Comenzó a reír de a poco y luego con más ganas.
— ¡Dios! ¡Está bien! ¡Ya deja de morderme! ¡Tú ganas!
Pero aun habiéndolo admitido, Caitlyn no la soltaba, su vista había vuelto a Jinx y la mirada que recibía era tan penetrante y llena de determinación que la tiradora terminó agachándose para contemplarla con más detenimiento.
—Me gusta esa mirada… tan molesta y llena de odio… de verdad me gusta— admitió y la tomó de los cabellos tirándola con fuerza, haciendo que finalmente la soltarla.
Se puso de pie de nuevo y contempló el cuerpo de la oficial en el suelo. Se la veía agitada y sucia y si uno le buscaba el rostro lo encontraba nuevamente perdido y arruinado.
—Demostraste no ser una total buena para nada, sombrerotes… bien por ti… ¡Y bien por mí también! Aun me eres útil ¡Esto no fue una total perdida de mi tiempo! ¡Estoy tan feliz!
Jinx aplaudió un poco, encantada por todo y olvidándose por completo del rifle y sus planes para esos momentos.
—Bien, estoy cansada y necesito un baño— anuncio finalmente— iré a ducharme y tú mientras libérate de eso de una vez y hazte un té si quieres. Ya nos divertimos demasiado ambas ¡Vamos a hablar de negocios!
Nota del autor:
Me pase unas cuantas horas del momento de la publicación, pero porque de verdad quería escribir este capítulo entero, durara lo que durara, en vez de cortarlo nuevamente en dos… así de mucho quería escribirlo.
