Amor Prohibido - Capítulo 109

-La señora Swart se encuentra estable por el momento. Gracias a la intervención de Yin, evitamos que muriera de inmediato. Lamentablemente, ella se encuentra muy débil. Si no le damos atención médica pronto, es muy probable que ni siquiera pase la noche.

Ella Mental acababa de salir de la habitación de Yanette luego de ayudar a traerla hasta allí y de revisarla gratuitamente tras un acuerdo unánime en donde ella era lo más cercano a un doctor que tenían en la casona. La tigresa literalmente hizo lo que pudo considerando que sus habilidades médicas eran nulas. Revisó constantemente su pulso en su muñeca, el cual permanecía débil, pero estable. También leyó su mente, y descubrió que funcionaba con normalidad. Solo era cuestión de esperar a que saliera del estado de inconsciencia, o al menos era la única conclusión a la que podía llegar tras su falta de preparación médica.

La tigresa se encontraba limpiándose las manos con un pañuelo desechable. Frente a ella, Yin, Yang, Carl, Kraggler y Roger la observaban con una atención que la llegaba a incomodar.

-Pablo se está demorando con el doctor -comentó Kraggler con nerviosismo observando el reloj que traía en su muñeca.

-Ese idiota no va a regresar -comentó Carl despectivo.

-No tienen mucho tiempo si quieren mantenerla con vida -comentó Ella con frialdad.

-¿Y acaso no puedes hacer nada por ella? -preguntó Yin con angustia.

-¿Es que acaso todos creen que soy doctora? -alegó la tigresa haciendo bolita el pañuelo y tirándolo junto a sus pies-. Yo hice todo lo que está a mi alcance para ayudarlos.

El silencio ayudó a apaciguar los ánimos.

-Ahora, si me disculpan, volveré a mis ocupaciones de antaño. Debo buscar a Bob antes de que se meta en problemas. Él sí que sabe cómo esconderse en los lugares más increíbles, y eso que estamos encerrados en una pequeña casona anticuada.

-No… no puede ser -intervino Roger con angustia-. Recién anoche se murió el señor Swart. Si hoy muere la señora Swart, ¿quién se hará cargo de la casona? ¿Qué quedará para nosotros? -el ogro se agarró la cabeza-. ¿Es que acaso estamos destinados a morir igual que ellos? ¿A terminar encerrados en este lugar sin que nadie del exterior venga a rescatarnos? -cerró los ojos con furia mientras las primeras lágrimas comenzaban a escurrir-. No… no puede ser… no quiero terminar así… ¡No quiero morir!

Su desesperación aumentó en la medida en que pronunciaba cada palabra. Cayó de rodillas a la vez en que sus sollozos le ganaban al habla. La cabeza le bombeaba mientras que la mente comenzaba a nublarse. Habían sido demasiados días de tensión desde aquel día en que entró a la casona pensando que se trataría de un día más de trabajo. No se imaginaba en la trampa mortal en la que terminaría cayendo.

Ella dio un pesado suspiro de desagrado ante el espectáculo. Dio la media vuelta, encaminándose por el pasillo. Sus pisadas sonaban crujientes cortesía del piso de madera.

-Sí Carl -alcanzó a decir deteniendo su marcha-, todo sería más fácil si Mónica estuviera aquí, pero no lo está.

-Deja mis pensamientos en paz -respondió la cucaracha con el ceño fruncido.

Como respuesta, la tigresa abandonó el pasillo.

Roger había quedado en segundo plano. Kraggler lo ayudó a ponerse de pie e intentó consolarlo en un acto de la más pura lástima. Yang se quedó de pie sin poder evitar mirar la escena. Luchaba con su poca cordura para evitar terminar contagiado por la desesperación del ogro.

Yin mientras, vio como Carl también daba la media vuelta de forma repentina, abandonando el lugar por la dirección opuesta a la de la tigresa.

-Oye, ¿estás bien? -Yin lo alcanzó una vez que dejaron atrás el pasillo y el lloriqueo de Roger.

-Ella tiene razón -contestó la cucaracha sin detenerse-. Todo sería diferente si Mónica estuviera aquí. Yanette recibiría atención inmediata, y quizás se le hubiera ocurrido algo para evitar que toda esta locura llegase tan lejos.

-Veo que la extrañas -comentó la coneja.

-¡Claro que la extraño! -Carl se volteó de súbito, tomándola por sorpresa-. Ella era mi novia. Estuvo conmigo desde los tiempos de la universidad desde hace dieciocho años. Fue la única persona en todo el mundo que me dio verdadero amor, que me apoyó y me aceptó tal cual era, y sí, la única persona porque por si no te acordabas, ni siquiera mi propia familia me quiso. ¡Hasta mi madre me rechazó y mi padre me abandonó!

-Carl -musitó la coneja.

A la cucaracha no le llegaron más palabras que decir. Se quedó congelado frente a ella, procesando lo que acababa de pasar. Aquellas palabras le habían salido del alma. Llevaba bastante tiempo pensando en Mónica. Eran esquivas las ocasiones en que su recuerdo abandonaba su mente. Aunque fuera en segundo plano, aunque fuera de manera inconsciente, ella siempre estaba presente en su cabeza. Su recuerdo afloró con fuerza tras surgir la necesidad de atención médica en el momento. Sin duda la yegua habría sabido qué hacer en un momento como este.

Como pudo, Carl dio la media vuelta, abandonando el lugar con rapidez. Afortunadamente Yin no lo siguió. ¿Realmente le había dicho todo eso en su cara? En otro contexto no se habría dignado ni siquiera a pensarlo en su presencia. Algo había apagado su consciencia y lo había envuelto en un pesar que intentaba ocultar con una mirada de indiferencia. Ciertamente el recuerdo de Mónica era un peso fuerte a la hora de buscar iniciar una nueva vida. Por supuesto el tiempo era más que necesario, pero era un tiempo que probablemente no les quedaba.

Yin por su parte comprendió lo que ocurría. Si era real el hecho de que Carl sentía algo por ella, a ella le quedaba grande el lugar que había dejado Mónica. Jamás podría reemplazarla ni algo parecido. Cuando tuvo la oportunidad durante su infancia ni siquiera se le pasó por la cabeza darle el beneficio de la duda al insecto. Hoy, el destino podría haberlos colocado en el mismo sitio, pero no para tener alguna clase de relación más allá de la amistad temporal que la suerte les ofreció.

El destino de cada uno se separaba en el futuro.

Mientras tanto en el exterior de la casona, los tres hermanos menores de nuestra familia orejona se habían separado en busca de la afamada moneda. Jimmy se había internado en un bosque que por un momento creía que quedaba afuera de los terrenos de los Swart, pero que al ver que se encontraba dentro del domo mágico, aprovechó de investigar.

-Jimmy.

Una voz tenue llamó la atención del pequeño, quien detuvo su andar. A su alrededor, los árboles crecían hasta los diez metros de altura junto a un tronco tan delgado que aparentaba que en cualquier minuto la suave brisa los terminaría trizando. El mecer de las hojas era el único ruido que podía sentir.

Convencido de que aquella voz era producto de su imaginación, el conejo prosiguió su marcha. En lo personal, no tenía ni la menor idea de por dónde buscar, pero le tranquilizaba la soledad y la serenidad del lugar. Era una paz que pocas veces podía encontrar. Por lo mismo, pretendía disfrutar cada segundo del momento.

-Jimmy.

La voz se hizo más clara. El conejo se detuvo en seco y se volteó en todas direcciones. No encontró señales de alguna presencia.

-Yuri -balbuceó con una incontrolable voz temblorosa-, si esto es una broma, no es graciosa.

La suave brisa fue su única respuesta.

Jimmy decidió proseguir su marcha, cuando frente a frente se topó con el dueño de la voz. De un salto, el pequeño retrocedió, tropezándose con el talón en una raíz salida y cayendo de espaldas al suelo. Atemorizado, continuó retrocediendo como pudo mientras la sombra aún se proyectaba sobre él.

-Jimmy, soy yo. No tengas miedo -le dijo con voz amable.

-¿Se-se-se-señorita Mo-mo-mo-mónica? -el pequeño logró reconocerla.

-Sí, soy yo -la yegua se encontraba con un vestido blanco con hombreras amplias y con falda hasta las rodillas. Se encontraba descalza y llevaba un sombrero blanco de ala ancha amarrado a su mentón con un pañuelo de tu igual de blanco.

-Ven -Mónica le extendió su mano mientras le regalaba una cálida sonrisa.

El pequeño, ya más recompuesto, estrechó la mano de la yegua y se colocó de pie.

-¿Qué hace usted aquí? -le preguntó Jimmy.

-¿Puedes verme? -Mónica preguntó omitiendo su pregunta.

-Sí -contestó Jimmy con simpleza.

-Pues no todo el mundo puede verme -confesó la yegua.

-¿Por qué no?

-Es una larga historia -Mónica ocultaba en su interior la sorpresa de que el conejo pudiera verla. Tenía la sospecha de que él podía ver a los muertos, pero lo creía poco probable. Aún así se arriesgó y se sorprendió con la respuesta.

-¿Quiere que le diga a los demás que usted está aquí? -volvió a preguntar Jimmy.

-Es mejor que no -respondió Mónica-. No te creerán si ellos no pueden verme.

-Pero, ¿puedo ayudarte para que los demás te vean? -volvió a preguntar Jimmy.

-Puedes ayudarme, pero a otra cosa -sentenció Mónica.

Rato más tarde, Jimmy regresaba del bosque caminando en línea recta hacia la casona. Por primera vez en mucho tiempo, sentía una cálida confianza proveniente desde su interior. Detrás suyo, Mónica lo acompañaba con pasos silenciosos. Por momentos, Jimmy imaginaba que la sensación de la presencia de la yegua no era más que el producto de su imaginación. Era tan silenciosa que parecía invisibilizada por momentos.

Su misión era simple: tenía que encontrar a IndestructiBob y decirle lo que Mónica le dijera en el momento. Le había dado pistas sobre buscarlo en el ático.

Al entrar a la casona, alcanzó a asomarse por el salón principal. Allí se encontró con Jack y Yenny. Sus hermanos se veían cabizbajos, sentados en un sofá diferente cada uno. Incluso les pareció que lloraban en silencio. La curiosidad lo abrazó de sobremanera, pero la posibilidad de que ellos no quisieran compartir la causa de su pesar lo desesperanzaba. Le regaló una mirada a Mónica, quien le respondió con una sonrisa.

No fue necesario pedir explicaciones. Desde la entrada principal y cruzando por un pasillo, Jobeaux ingresó a la habitación dando grandes zancadas.

-¿Chicos? ¿Ocurre algo? -el goblin fue sorprendido por la presencia de ambos chicos.

-¡Jobeaux! -soltó Yenny al verlo colocándose de pie de un salto para acercarse al goblin.

Jimmy se parapetó detrás de la puerta, atento a lo que fuera a pasar.

-¿Qué les pasó? -insistió el goblin aún preso de la curiosidad.

Jack agachó la cabeza, ocultándola entre sus brazos. Ya era suficiente con la culpa de lo que acababa de hacer para luego ver a su hermana y su maestro en la misma habitación tras todo lo que se había revelado.

-Pues… -las palabras de Yenny quedaron atrapadas en su boca. Ni siquiera sabía por dónde comenzar. Cuando hizo un esfuerzo por comenzar alguna clase de explicación, terminó por soltar un incontrolable llanto que abrazó el miedo y el dolor.

Jobeaux no lo pensó dos veces y la abrazó con fuerza. Dejó que llorara sobre su hombro mientras acariciaba con suavidad su espalda. Su afán de protección superó cualquier vergüenza. Solo sentía la inherente necesidad de tranquilizarla con la calma de un abrazo. No cuestionó nada. No dijo nada. Solo deseaba drenar su pesar y volver a verla sonreír.

-¿Qué haces aquí?

Como un acto reflejo, ambos terminaron su abrazo y se separaron un par de metros uno del otro. Jack levantó la vista tras escuchar la voz de su madre. Yin se encontraba en la habitación, con la mirada clavada en la pareja. Había ingresado por la misma entrada en donde Jimmy se había escondido. El pequeño no la había visto hasta que ella estaba cruzando el umbral. Por un momento se le revolvió el estómago ante la idea de ser descubierto. Afortunadamente, el conejito permaneció seguro en su escondite.

-Yo… yo… -balbuceó Jobeaux nervioso desviando la mirada de forma inconsciente.

-Si quieres ser de ayuda, ve a buscar atención médica -le ordenó Yin con dureza en su voz. Su ceño fruncido advertía que no aceptaba refutaciones.

-¿Atención médica? -preguntó el goblin confundido-. ¿Para quién? ¿Qué ocurrió?

-Para mi madre -contestó Yin-. Sufrió un incidente y requiere atención médica lo más pronto posible si quiere sobrevivir.

-¡¿La señora Yanette?! -exclamó sorprendido cubriendo su boca con su mano derecha-. ¿Pero qué le sucedió? ¿Qué clase de incidente?

-Más hace el que menos pregunta -contestó la coneja aproximándose al goblin con una mirada de pocos amigos-. No me importa si tienes que buscar debajo de las piedras. Quiero que salgas ahora.

Jobeaux intentó replicar, pero la seriedad de la coneja terminó por matar toda intención. Lentamente, el goblin se dio la media vuelta para retirarse por donde vino, no sin antes regalarle un vistazo a los dos chicos. Yenny se apresuró en limpiarse las lágrimas con el dorso de su mano, mientras que Jack observaba todo con nerviosismo.

-Mamá, ¿ella está bien? -cuando Jobeaux se fue, Jack rompió el silencio poniéndose de pie.

-Por ahora -respondió su madre suavizando su voz-, pero no por mucho.

Yenny se quedó sin respiración. Mientras, fue el turno de Jack para soltar su pesar.

-Yo… no quería -balbuceó entre sollozos.

-Ya, ya. Tranquilo -su madre se apresuró en abrazarlo-. Sé que no es tu culpa. Has pasado por mucho en todo este tiempo. Tenías que explotar por algún lado.

Jimmy tragó saliva desde su escondite. Sentía cómo las palabras de su madre también iban dirigidas hacia él. El pesar oculto más pesado que había recogido a sus apenas ocho años era la culpa de haber hecho explotar su escuela, causando dolor y muerte a su paso. Jamás lo había olvidado. Él no quería. Se dejó llevar por las emociones y terminó en medio de un sitio apocalíptico. Las palabras de su madre se convertían en un primer bálsamo que sentía desde el día en que ocurrieron todos los hechos.

-No quiero ser un asesino -balbuceó Jack sobre el hombro de su madre-. No quiero, mamá, no quiero.

-Yanette aún no está muerta -lo consoló Yin-. Aún nos queda esperanza.

-Pep-pero… ¿y si no sobrevive? -Jack se aferró con aún más fuerza al abrazo, víctima del terror de haber llegado demasiado lejos.

-No nos pongamos en ese caso -le dijo Yin-. Esperemos a que todo salga bien.

-Jimmy.

El pequeño se volteó ante el conocido susurro.

-Aproveché de ir a ver a la señora Yanette -le dijo Mónica-. Puedo curarla, pero necesito tu ayuda.

-¿Y qué hay de lo de Bob? -cuestionó el pequeño.

-Lo de la señora Yanette es más urgente -contestó la yegua.

Es así cómo la yegua le comentó de una pócima capaz de curar absolutamente todo. Era el secreto mejor guardado que había descubierto en sus andanzas. Un secreto tan esquivo que pocos conocían, y casi nadie era capaz de replicar. Su ingrediente clave era la invocación de un hechizo que pocos podían formular.

-¡Jimmy! ¿Encontraste la moneda?

El pequeño se encontraba arriba de un árbol picando un panal de abejas para conseguir el aguijón de la abeja reina. Desde el suelo, Yuri lo observaba con impresión.

-¿Cuál moneda? -fue la respuesta del pequeño.

-¡La que el Maestro Yo quería que buscáramos! -le gritó desde abajo.

En eso el panal cayó al suelo, justo a un lado de Yuri. Antes de que la pequeña se diera cuenta, la colonia emergió del panal de manera amenazante. La conejita salió corriendo despavorida y gritando por ayuda mientras era perseguida por las abejas. Jimmy en tanto, bajó con cuidado y se dispuso a revisar el panal. No solo consiguió el aguijón sino además consiguió suficiente miel para el sabor.

Varios de los ingredientes los fue recopilando a lo largo y ancho del jardín, el bosque, los sembradíos, el invernadero y la cocina. El sol lentamente se iba ocultando, mientras que el pequeño se iba olvidando de la misión original entregada por el panda.

Jimmy se encontraba en la cocina revolviendo los ingredientes reunidos en una olla grande e hirviendo. El pequeño revolvía el contenido con una cuchara de palo mientras se encontraba de pie sobre una silla que había arrastrado junto al horno de cocina. Los nervios apenas eran controlados. En una situación así, era muy fácil ser descubierto, y no tenía excusas con la cual cubrirse. A su lado, una Mónica lo acompañaba, más no lo ayudaría en un momento crítico.

-Bien, ahora se requiere un poco de magia curativa -le dijo la yegua.

-¿Y eso cómo se hace? -le preguntó el pequeño.

-Primero, apaga el fuego.

El conejito obedeció girando la perilla.

-Ahora extiende tus manos sobre la olla.

El pequeño obedeció extendiendo sus manitas por sobre el vapor emanado del contenido.

-Cierra los ojos y siente el calor que viene de la olla.

Jimmy cerró los ojos con fuerzas cortesía del temor por ser descubierto.

-Relájate. Olvida tu entorno -le decía Mónica con suavidad-. Siente el vapor recorrer tus dedos. Es lo único que existe.

Del dicho al hecho había mucho trecho. Escapar del presente, del temor, de perder el control, era un desafío demasiado grande para él.

-Solo hay paz, hay amor en tu corazón -prosiguió Mónica-. Imagina tu lugar feliz. Imagina que ese sentimiento pasa desde el fondo de tu corazón hasta la punta de tus dedos.

El corazón le latía con fuerza, cosa que le dificultaba aún más su labor. Temía que la ansiedad se hiciera presente, y lo empujara hacia un final similar al del St. George.

-No-no puedo -tartamudeó finalmente bajando los brazos.

-Puede que te sientas un poco nervioso -le dijo Mónica-. Déjame ayudarte.

Jimmy alcanzó a pestañear. Tras abrir los ojos se encontró con la cocina a oscuras. Parecía ser de noche. La luz de la luna ayudaba a entregar la suficiente luz para ver el contorno de los muebles y evitar quedar absolutamente a oscuras. El pequeño observó en todas direcciones. El silencio era absoluto. No había presencia de Mónica ni de nadie. Frente a él, aún continuaba la olla hirviendo. Imaginando que Mónica había adelantado el tiempo, pensaba que lo había llevado hasta la madrugada, momento ideal para fabricar pócimas sin que nadie viniera a intervenir.

Volvió a intentarlo. Aunque su corazón latía con furia, esta vez era por la emoción de intentar algo nuevo. Extendió sus manos y cerró sus ojos. Intentó buscar la tranquilidad en su interior, cosa que no le tomó demasiado tiempo. La calma de su corazón era algo que buscaba y añoraba desde que hizo estallar su colegio. Ahora que lo requería más que nunca, pudo sentir la confianza para avanzar un paso más en su hechizo.

El paso de la emoción a la felicidad se le hizo más fácil de lo que imaginaba. El pequeño sintió la emoción por la aventura. Era como en sus caricaturas favoritas, cuando el héroe se lanzaba en su eterna lucha contra el mal. Recordó que él era el propietario de sus poderes, y no de cualquiera. Era el guerrero Woo Foo más poderoso conocido. Él era un héroe.

Era el minuto de enmendar su error del pasado.

Unas pequeñas chispas de luces salieron de las manos extendidas de Jimmy, cayendo delicadamente hacia el interior de la olla. Mónica sonrió al verlo. Era un avance gigantesco en el pequeño. Era un hechizo que requería de mucho control personal, y dado el poder explosivo del pequeño, convertía el desafío en algo aún mayor. Jimmy lo estaba consiguiendo. Se había conectado con su paz interior. Jimmy sonreía. Por primera vez en mucho tiempo, Jimmy sonreía de verdad.

-Muy bien -susurró Mónica a su lado.

Cuando Jimmy abrió los ojos, se encontró nuevamente en la tarde. Se volteó en todas direcciones, topándose ni más ni menos que con Pablo. El felino se había instalado en la mesa con una taza de té. Quedó petrificado frente a la mirada del conejo, con la taza en el aire a medio camino. Pretendía pasar desapercibido permaneciendo quieto. El felino se había dedicado gran parte del día a buscar al Maestro Yo en busca de la atención médica pedida, para luego simplemente huir por el fracaso en su misión.

-Este -contestó nervioso dejando la taza en su sitio-... no diré nada si tú no dices nada.

-Hecho -se apresuró en responder el pequeño.

Acto seguido, Jimmy bajó de la silla y se llevó la olla con cierta dificultad rumbo a la habitación de su abuela. Pablo sintió el alivio de no haber sido descubierto, por ahora.


Estos patitos van por el "Apruebo" este 4 de Septiembre. ¿Por qué? Son tres las claves que rodean nuestra opción:

1.- Busca borrar la Constitución de 1980, escrita por un puñado de maniáticos auspiciados por una sangrienta dictadura militar y aprobada por la fuerza, el miedo y el fraude. Desde el inicio del retorno a la democracia en 1990, ha sembrado un sistema que se ha olvidado de la gente y ha sembrado una desigualdad que tras treinta años enojó a los Chilenos.

2.- La nueva Constitución fue escrita por primera vez en su historia en un proceso democrático, en donde los Chilenos escogimos a 155 Convencionales provenientes de distintas realidades del país, quienes debatieron durante un año el contenido de esta constitución. Como resultado, la propuesta recoge todas las preocupaciones, deseos, anhelos y sueños del país, con una visión enfocada en los desafíos presentes y futuros de la sociedad Chilena. Estos patitos revisaron la propuesta, y aprueban su contenido y el espíritu expresado en pos de cumplir el principal objetivo de una constitución: un acuerdo entre los ciudadanos de un país para construir una sociedad mejor.

3.- La campaña del "Rechazo" ha estado llena de polémicas. Entre estas, se encuentran la difusión de noticias falsas, amenazas, violencia, mentiras e intentos de censura. Centrándonos en esto último, la gota que rebalsó el vaso y empujó a la editorial a mencionarse, se centra en la declaración de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP).

En su declaración oficial emitida el día 6 de Agosto, muestran su desacuerdo por el uso de los logos de los equipos de fútbol profesional en pos del Apruebo. Acusan a una diputada de su creación, siendo que el orígen proviene de la hinchada, ergo, de las personas comunes y corrientes.

Editorial El Patito Feliz, de forma similar al caso de los fanfictions, apoya al uso creativo de elementos y conceptos basados en productos con o sin derechos de autor, siempre y cuando su uso provenga de personas naturales, su propósito no sea lucrativo y sus intenciones sean comunicativas. Esta editorial aboga por la libertad de expresión en todas sus formas, y se opone a todo acto de censura injustificada. Es imposible detener la expresión del sentir de las personas comunes y corrientes, independiente de los mecanismos que se pretendan implementar. Los Chilenos tienen derecho a expresar su sentir respecto del presente y futuro de su país. De igual forma, los escritores tenemos el derecho de escribir fanfictions y expresar su sentir independiente de la temática y del fandom.

¡Por la libertad de expresión, derecho sagrado para nuestra editorial, estos patitos aprueban! (Consagrada en la Nueva Constitución en el artículo 82).