Amor Prohibido - Capítulo 113
-Buenos días a todos.
Era el desayuno más incómodo jamás visto. Cada uno de los habitantes de la casona se encontraba cabizbajo concentrado en su propia comida. Solo el ruido de la loza imperaba en el comedor. No importaba qué tan alegre y despreocupado fueras, el ambiente terminaba por contagiar su amargura.
La familia Chad se había reunido junta en un extremo de la enorme mesa ovalada que se había dispuesto para el desayuno. Yin y Yang se habían sentado juntos, rodeados por sus hijos menores. Los mayores se instalaron en las sillas más distantes. Yin intentaba aparentar calma mientras intentaba convencerse de que dicha calma era real, pero su interior solo quería gritar. No iba a permitir que la tensión dañara el hijo que le quedaba en su vientre. Yang en cambio, aún sentía una mezcla de incomodidad, frustración y desconcierto en su ser. Prefería mantener la mirada clavada en el plato, a la espera de que ese horrendo desayuno se acabara de una vez.
Yuri estaba sentada a la derecha de su madre, mientras que Jimmy se encontraba sentado a la izquierda de su padre. La pequeña se encontraba temerosa ante el ambiente que podía ser percibido con facilidad. El pequeño balanceaba sus piernas debajo de la mesa mientras se mantenía ocupado masticando su sándwich de jamón.
Yenny y Jack se habían sentado a la derecha de Yuri. Ambos se encontraban tan cabizbajos como su padre, sin atreverse a alzar la vista y cruzar sus miradas con alguien. Yenny aún tenía rastros del golpe en la mejilla que le había dado su madre. De vez en cuando la coneja alzaba la vista hacia la puerta, con la esperanza de ver aparecer a Jobeaux. El goblin no se había presentado a desayunar.
Jacob se había sentado a la izquierda de Jimmy, mientras que a su izquierda se encontraban Pablo y Marcelo. El conejo observaba todo con detención. De vez en cuando jugueteaba con su moneda que había dejado sobre la mesa. El Maestro Yo le había permitido conservarla como trofeo. En lo personal, no era capaz de sentir ese rastro Woo Foo que le había dejado. Solo era una moneda fabricada el 2007, pero que brillaba como si hubiera sido fundida el día anterior.
Pablo era quien se notaba más nervioso. Se rascaba la nuca y las orejas con frecuencia, jugueteaba con sus pies y sus zapatos debajo de la mesa, era quien hacía más ruido con los cubiertos. Como fuera, el felino quería explayar una conversación que el ambiente enmudecía. Quería llamar la atención aunque sea distrayendo a los presentes de sus pesares con su molesta presencia.
Marcelo, aunque no lo aparentaba, se sentía igual de nervioso que su acompañante. Debido a su imposibilidad de vengarse, su mente había quedado atrapada en la aureola del panda. Si Yo había conseguido revivir, ¿por qué no su hermana? Un leve brillo de esperanza se había posado en sus pensamientos, y que el silencio alimentaba con la posibilidad de construir castillos en el aire.
A la derecha de Yenny se había instalado Lucio, seguido de Kraggler, y de Yanette. Lucio había sido llevado al comedor con la ayuda de Roger. Desde que había quedado ciego, el león terminó solo, olvidado y totalmente dependiente de quién tuviera la piedad de ayudarlo. Tanto Lina como Roger se encargaban de guiarlo y ayudarlo en la medida en que sus ocupaciones se lo permitieran. Desde la muerte del señor Swart, solo Roger se encargaba de ayudarlo. Lina se encerró en su habitación con el deseo de olvidarse de la locura del exterior. Tal parece que incluso la muerte de su padre había quedado en segundo plano. Era algo que la perrita no podía soportar. Mientras, Roger aún se encargaba de las labores domésticas de la casona, labores que frente a tantas personas comenzaban a hacerse pesadas. Por fortuna, era la excusa perfecta para no presentarse en el comedor y evitar así el ambiente del momento.
Kraggler se encontraba tranquilo, puesto que los acontecimientos no le parecían relevantes para su vida. Lo que sí le preocupaba era Yanette. Le regalaba esporádicas miradas, preocupado por una eventual explosión que pudiera dañarlo. Había notado que si él no se preocupaba por ella, nadie lo haría. El Maestro Yo, a pesar de haber regresado del más allá, actuaba como si simplemente hubiera regresado de la tienda a comprar ciruelas. También le extrañaba la actitud del panda. En general, sentía más curiosidad por lo que fuera a pasar que preocupación.
Yanette en tanto, sentía la tensión en cada poro de su piel. Quien se había propuesto mantener el control de su casona, veía cómo toda su autoridad era pisoteada, sus seres queridos no respetados ni en su descanso eterno, su amor esperado por décadas no la tomaba en cuenta, y sus hijos con una bola de nietos herederos del pecado. Se había quedado estática, sin probar bocado alguno, con los puños apretados, y lanzando una mirada asesina hacia Pablo, a quien justo tenía al frente. No le importaba el contexto ni las circunstancias. Solo buscaba no explotar y terminar por echarlos a todos de la casona.
A la izquierda de Marcelo, se habían instalado Emma, Efra y el Maestro Yo. Los tigres se encontraban desayunando en silencio. Ambos captaron el ambiente de inmediato, por lo que decidieron respetarlo. Emma era quien más lamentaba en sus fueros internos tal tranquilidad. Jugueteaba con sus pies debajo de la mesa, jugueteaba con la comida, observaba en todas direcciones cual cazador al acecho, todo con tal de distraerse. Efra en tanto, le regalaba miradas esporádicas a la entrada. Ella Mental no se había presentado a desayunar. Junto a ella, Carl y Bob tampoco lo hicieron. A pesar de aquello, ambos tigres sentían la energía de su hermana al interior de la casona. Ella no se podrá escapar por más que quisiera.
Carl, antes del desayuno, había interceptado a Yenny pidiéndole la carta del Maestro Mental. La coneja se la entregó sin mayor resistencia. Tras ello, se encerró en el despacho del señor Swart para analizarlo. Temía que el Bogart se hubiera quedado encerrado en la carta, con algún nuevo afán de querer dañar a nuestra familia orejuda.
El Maestro Yo era quien parecía más distante del ambiente lúgubre. Con una sonrisa radiante, parecía disfrutar del momento que estaban viviendo. Como un muerto materializado en vida, amaba volver a disfrutar y sentir la compañía de los demás. Más aún, se sentía encandilado por el poder emanado de sus nietos. Se encontraba deseoso por comenzar con el entrenamiento, involucrar a toda la casona, vencer al mal explayado en el exterior del domo y ser los héroes del mundo, otra vez. Sentía la emoción a flor de piel, lo que le regalaba una amplia sonrisa para todos.
-¿Por qué esas caras largas? -lanzó el panda-. ¡Es un hermoso día! Además, como dicen los sagrados pergaminos Woo Foo -los pergaminos llamados volvieron a aparecer flotando a su lado-: "Todo tiene solución, excepto la muerte", bueno, tal vez hasta la muerte tenga solución -agregó tomando los pergaminos flotantes y haciendo algunos rayados sobre ellos con un plumón que había hecho aparecer con su magia.
El silencio fue su única respuesta.
-Hoy tengo algo en mente -comentó-. Emma, Efra, sé que ustedes solo vinieron en busca de Ella, y sé que ustedes ya han notado que no se quiere hacer presente. ¿Qué les parece luchar por ella?
-No estamos para juegos -zanjó Efra con voz grave.
-¡Vamos! Veamos qué propone -respondió Emma-. ¡Puede ser divertido!
-Deberán enfrentar a uno de mis nietos -contestó el panda-. Si ganan, se podrán ir don Ella Mental. Si no, ustedes deberán salir del domo sin ella. ¿Entienden? ¡Ella! -se largó a reír de su propio chiste-. ¡Cielos! ¿Qué tienen con los pronombres personales como nombres?
-¿Y a quién debemos enfrentar? -preguntó Emma con una mirada cautelosa.
-A Yenny -el panda la apuntó extendiendo su palma.
La aludida terminó atragantándose con su café en el momento de su mención. Jack la ayudó con golpes en la espalda mientras que ella tosía escandalósamente. Las miradas de todos se clavaron en ella al mismo tiempo en que los murmullos comenzaron a deshacer el ambiente de amargura.
-¿Es en serio? -cuestionó Emma con incredulidad-. ¡Es la más débil de los conejos!
-¿Qué demonios planeas? -lanzó Yanette aún atorada con su rabia.
-Al menos esto será rápido -Efra sonrió de manera tétrica.
-Ah, no se confíen -contestó el panda con orgullo-. Ayer nos mostró una interesante pelea con un bogart. Sin duda será la sorpresa de la jornada.
-¡¿Acaso nos pretende ofender?! -el buen ánimo de Emma acababa de desaparecer-. ¡Nos tomas por unos simples bogarts! ¿Acaso no tienes idea de quiénes somos realmente?
-Sí, sí, hijos de los maestros Ti y Chai, aumento exponencial del poder Woo Foo, bla bla bla -contestó el panda con menosprecio-. Créanme, Yenny ya tiene el poder Woo Foo y entrenamiento suficiente para vencerlos.
Emma terminó inflando los cachetes de furia mientras dejaba de respirar y le regalaba una mirada asesina con los puños apretados.
-Tranquilízate -Efra colocó una mano sobre su hombro-. Míralo por el lado bueno, les damos un buen espectáculo a estos tontos, nos divertimos con la chica, y nos regresamos a casa con Ella antes de la cena.
-Hablando de Ella, Jack, ¿podrías ir a buscarla? Necesito que esté presente en la batalla -le pidió el maestro Yo a su nieto.
No hubo respuesta por parte del conejo. Yenny había terminado de toser todo lo que necesitaba, quedándose con un terrible dolor de garganta y pecho. Yuri observaba a los comensales absorta en la sorpresa. Con la mirada, pretendía rogarle piedad por su hermana a los tigres, quienes ni siquiera le estaban dirigiendo la mirada.
-En serio, ¿Qué pretende? -finalmente Yin se colocó de pie de un salto, golpeando la mesa con ambas manos. El café y la leche saltó sobre las tazas, manchando parte de los individuales de tela que había recibido cada uno en sus puestos.
La coneja le lanzó una mirada asesina al panda. Hasta el minuto, Yin buscaba rehuir de su padre y maestro. Él le recordaba tiempos de antaño que añoraba dejar atrás. Lamentablemente, las cosas se estaban tornando castaño oscuro. Si pretendía meterse con sus hijos, se las iba a ver con ella.
-Tranquila, estarán bien -el panda le sonrió-. ¿O es que acaso no confías en tu hija?
-En quién no confío es en tí -Yin lo apuntó con su índice derecho-. No habrá pelea, no habrá locura, no habrá entrenamiento y no habrá Woo Foo.
-Sabes bien que tus hijos son la última esperanza para detener el Oscuro Mañana y al nuevo Maestro de la Noche que existe en el exterior -le explicó el Maestro Yo.
-Pues ve buscando otra alternativa -le advirtió Yin-. Con mis hijos no te vas a meter.
Tras un suspiro, el panda se colocó de pie.
-Entiendo perfectamente tu aprensión Yin… -contestó.
-¡No! ¡No la entiendes! -lo interrumpió-. Nuestra historia no es igual que la tuya ni la de los Maestros Woo Foo hacia atrás. Mis hijos no están destinados a ningún poder, ninguna estupidez ni nada de esto. Y no, no pienso arriesgarlos en ninguna clase de estúpida locura que se te esté antojando.
-Pero Yin… -intentó replicar el panda.
-¡Pero nada! -le gritó con autoridad-. Ahora sácanos de este estúpido domo. Mi familia ya no va a seguir aguantando más lo que sea que se haya convertido todo este circo -agregó pasando revista con la mirada por sobre el resto de los comensales.
-Pero no puedo… -volvió a replicar Yo.
-¡Estoy harta! -explotó finalmente la coneja-. Han sido más de dieciséis años viviendo con temor, ocultando secretos, escapando de la verdad. ¡Mintiéndole a mis propios hijos! ¿Y sabes qué? Lo mejor que me pudo pasar en la vida fue que este secreto terminara de una buena vez -Yin comenzó a dar la vuelta en torno a la mesa aproximándose hacia el panda-. Sí, amo a Yang. Estoy enamorada de mi propio hermano. Con él tuve cinco hijos y contando. Me cansé de ocultarlo. Y no, ya no me importan las acusaciones, el "qué dirán", ni ninguna otra estupidez. Ya pasamos lo peor. Llegamos hasta aquí, nos rodearon de idiotas, y nos mantienen controlados con el miedo y la incertidumbre.
Yin llegó junto al Maestro Yo, ambos ojos se enfrentaron en un cruce de miradas que podía arrancar chispas.
-¿Y sabes qué? -prosiguió Yin-. Ya nada me importa. Me cansé de seguir viviendo bajo el dolor, el miedo, o lo que sea que tú llames destino. Con mi familia hemos pasado todo tipo de dolores, miedos, incertidumbre. Hasta la misma muerte nos encaró en más de una ocasión. Si nada de eso nos destruyó, un tonto Oscuro Mañana ni un Maestro de la Noche va a detenernos. Así que abre ese maldito domo y sácame de aquí junto a mi familia o yo personalmente me encargaré de crear una salida para mi familia usando tu estúpido trasero.
Ni siquiera una mosca volaba en el comedor. El silencio se volvió gélido al punto de llegar a olvidarse la respiración. El Maestro Yo terminó por tragarse cada palabra de su propuesta. Aunque sentía tener la razón, un ultimatum como el presentado no tenía derecho a réplica. Yin por su parte pudo sentir la liberación por primera vez en su vida. Era un placer extasiante que la hacía sentir flotar entre las nubes y la llenaba de una paz que no sabía que extrañaba. Era la definición de la libertad.
Las miradas que más marcaron el momento fueron tanto de Yang como de sus hijos. Hacía demasiado tiempo que los chicos no habían visto a su madre enojada, y jamás de los jamases la habían visto en ese nivel de ira. Ni siquiera cuando Jack casi se escapaba con el Maestro Jobeaux en vez de ir a su recital como había prometido.
Yang en tanto, no solo tenía la vista fija en su hermana, sino que sus palabras habían quedado grabadas en su memoria. Era más que un ataque de rabia y de furia como los pocos que recordaba de su infancia. Era una confrontación alimentada del más puro valor. Valor, sentimiento del cual últimamente había escaseado en su vida. Valor, era lo que más necesitaba en aquel momento. El grito de lucha de Yin era un llamado al valor, un llamado a tomar la vida por las astas y dejar que esta te siga golpeando.
-Este… yo… -el panda comenzó a balbucear con nerviosismo. Se le habían olvidado hasta las palabras con las que expresar algo.
-Yin tiene razón -Yang, por primera vez, tomó la palabra en público. Se colocó de pie, recibiendo la atención de todos.
-Ninguno de ustedes conoce la historia completa -comenzó a hablar con determinación-, pero yo amo a Yin. Sí, es mi hermana, y sí, hoy lo voy a decir delante de todos ustedes una sola vez: yo amo a mi hermana. Es un amor que nació en la adolescencia. Tuvimos que atravesar demasiados obstáculos para estar juntos, y permanecer juntos. Había ocasiones en que la vida parecía ensañarse con nosotros. Hemos pasado lo peor de lo peor, al punto de dejar al infierno como un centro vacacional. Y aquí estamos, los siete juntos. Los siete unidos, en las buenas y en las malas.
La mirada de ambos conejos se cruzaron por sobre la mesa. Yin lo miró sorprendida. Yang le sonrió de vuelta.
-Amo a mi hermana -prosiguió-, y también amo a mis hijos, y los protegería aunque mi vida dependiera de ello. Es por eso que si alguno de ustedes pretende hacernos daño, déjenme decirles que no lo van a lograr. Si ni la misma muerte pudo contra nosotros, menos van a conseguir algo una bola de idiotas.
-Yang -musitó Yin por lo bajo.
-Y al igual que ella, yo me opongo a que te pongas a experimentar con mis hijos -Yang golpeó la mesa con ambas manos mirando al panda-. No me interesa tu estúpida historia Woo Foo ni ninguna otra idiotez. Ábrenos la salida y si afuera hay algún Maestro de la Noche, nosotros siete nos encargaremos de vencerlos. No te necesitamos a tí ni a nadie que nos siga molestando.
El silencio se extendió por varios minutos sin que nadie supiera cómo reaccionar. En un futuro apocalíptico, el incesto era un tema que pasa a segundo plano. Frente a aquello, solo tenemos a los Chad frente a su propio destino. Frente a aquello, sobrevivir era el último desafío antes de alcanzar el final feliz.
