Amor Prohibido - Capítulo 115
-Muy bien, a la cuenta de tres, daremos comienzo a la batalla.
Yin se percató que todos se encontraban reunidos afuera de la casona, cosa que le pareció por lo menos llamativa. Se asomó junto a la muchedumbre, y lo que encontró le pareció imposible de creer. En un espacio de tierra de unos veinte metros de diámetro, se encontraban los dos tigres, el Maestro Yo y Yenny. La coneja se encontraba del lado derecho, mientras que Emma se encontraba del lado izquierdo. Ambos confrontaban sus miradas con seriedad. Efra se encontraba un par de metros detrás de su hermano, junto con el resto de la muchedumbre. El tigre observaba todo con los ojos entreabiertos y los brazos cruzados. El panda hacía de juez en medio de la arena.
-A la una… a las dos…
-¿Qué rayos está pasando aquí?
Yin decidió intervenir.
El silencio se hizo sepulcral. Solo una fuerte ráfaga cruzó el escenario alzando un halo de polvo. Ni siquiera la respiración del público era audible. La paciencia de Yin fue puesta a prueba. Su mente le daba una posible respuesta ante el silencio, respuesta que no le gustaba para nada. Apretó los puños mientras le regalaba a su padre una de las miradas más desafiantes que pudo armar.
Como respuesta, el panda sonrió:
-Enseñarte lo poderosos que son tus hijos.
Luego miró a Yenny, y gritó:
-¡Ahora!
Lo siguiente ocurrió en cámara lenta ante los ojos de Yin. El panda dio un paso hacia atrás para no intervenir. Emma levantó su mano derecha, apuntando a la coneja con su dedo índice. De la punta salió un rayo blanco rodeado de rayos electrizantes. Como escudo, Yenny colocó su naipe sujeto por sus dos palmas. Yin intentó intervenir creando un Campo Foo que sirviera de muralla a medio camino. El rayo del tigre lo atravesó sin problemas. Al momento del contacto, el rayo electrificó el Campo Foo de Yin, hasta llegar a la mano de la coneja. Como respuesta, Yin sintió un fuerte choque eléctrico sobre su brazo derecho, que la empujó un par de metros hasta tirarla al suelo. El pelaje de su brazo terminó carbonizado mientras que el dolor no se hizo esperar.
-¡Yin! -Carl, quien recién había llegado, estaba por ir a socorrerla, pero las palabras de Yanette lo retuvieron tras nada más dar un paso.
Cuando el rayo de Emma estaba por alcanzar a Yenny, emanó un haz de luz brillante del naipe que tenía entre manos, el cual interceptó al rayo. El choque de ambas fuerzas ocasionó una fuerte explosión. El brillo que escapó obligó a todo el mundo a cubrirse los ojos. El ruido paralizó los nervios de todos. El empuje los obligó a retroceder del centro de la acción. Yenny se paró con los pies extendidos para mantenerse en su sitio. Emma ni siquiera se inmutó al respecto. El polvo se levantó, dejando una cortina oscura que tras meterse en las narices de todos, los obligó a toser con fuerza.
-¡Esto es impresionante! -celebró Pablo con euforia alzando los brazos.
A su lado, Roger observaba todo con emoción. Los ojos brillantes se le notaban a la distancia. De verdad estaba disfrutando de la pelea.
-¿Sabes Yanette? Creo que con ese reloj de arena que ahora tiene Yuri, podríamos viajar al pasado e impedir que Yin y Yang inicien una relación amorosa. ¿Eso te sirve?
Mientras, Yanette se había quedado a solas con Kraggler en el despacho. La anciana debía desquitar su rabia y frustración al notar que su última oportunidad para recuperar a sus hijos se le estaba escapando de las manos. Lo que esperaba una vez fuera del hospital psiquiátrico era tener de vuelta a sus hijos, más la mancha de incesto le impedía verlos de forma diferente al asco. Se paseaba de un lado a otro con nerviosismo, imaginando cómo le daría la pócima de Jimmy a los conejos a la fuerza. Luego, echarían a los bastardos fuera del domo y harían como si nunca hubiera ocurrido el incesto.
Ante la pregunta de Kraggler, la anciana se volteó hacia él con incredulidad en su mirada. Ambos se miraron en silencio, mientras las neuronas de la anciana procuraban convencerse de haber oído bien.
-¿Eso es posible? -preguntó al fin.
-¡Por supuesto! -exclamó Kraggler agitando sus brazos huesudos-. El Cronológicum te permite varias cosas relativas al tiempo, como viajar en el tiempo, rejuvenecer o envejecer a la gente, congelar el tiempo, crear bucles temporales…
-¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! -exclamó la anciana mareándose con tanta perorata-. A lo que voy es: ¿tú sabrías usarlo?
-¡Claro que sí! -exclamó la gárgola-. De hecho fue ese aparato el que dio los poderes de juventud en primer lugar.
-Bien, bien -Yanette prosiguió con su paseo ya más calmada-. Entonces, si le quitamos su reloj de arena a la niña, podremos viajar en el tiempo y evitar toda esta desgracia. Me gusta esa idea -agregó volteándose hacia Kraggler con una sonrisa maliciosa.
-Puedo ir a pedírselo a Yuri -propuso Kraggler-. Recuerda que ella misma me lo quería entregar hace un rato.
-¡Excelente idea! -celebró la anciana justo antes de que la explosión del exterior los interrumpiera.
-Suerte de principiante.
Cuando la algarabía terminó, Emma observó a su contrincante con seriedad. Yenny abrió los ojos a duras penas. Su corazón latía más rápido que las alas de un colibrí. Apenas era capaz de mantener su posición. Los consejos de su abuelo eran tan vagos que solo aumentaron sus dudas. Tenía que usar la carta como una extensión de su cuerpo, como espada y escudo, como el delgado hilo que impedía que se fuera al otro mundo. Ella, en el fondo de su honestidad, no tenía ni la menor idea de lo que significaba aquello.
-¡Ya basta! -gritó Yin desde el suelo-. ¡Jack! ¡Detén esto! -le gritó a su hijo, quien había llegado hasta su lado para ayudarla a levantarse.
El conejo se volteó hacia el campo de batalla, y sintió un hormigueo helado en todo su cuerpo. Podía sentir la tensión del momento, proveniente específicamente desde el panda. Era el deseo mental más asfixiante jamás sentido. Su mirada, su presencia, su aura entera era una amenaza de muerte si se dignaba a intervenir. Con lentitud, decidió ayudar a su madre a colocarse de pie. El brazo chamuscado de Yin aún humeaba, pero a la coneja aquello era lo que menos le importaba. Observaba con furia la escena, especialmente a su hija.
–¡Yenny! ¡Sal de ahí, ahora!
Por más que las órdenes de su madre retumbaban en su cabeza, el cuerpo de Yenny no respondía. Se encontraba congelada, muerta de miedo por rodearse de un poder que no comprendía, y que en cualquier instante podría quitarle la vida.
-¡Bien niña! Para que veas que soy justo, te dejaré contraatacar -anunció Emma con una amplia sonrisa-. ¡Da tu mejor golpe!
Una nueva ráfaga de viento jugueteó con el polvo del suelo. Yenny quedó estática cuan estatua de hielo. La coneja repasaba en su cabeza la última vez que activó la carta, en busca del detalle que pudiera salvarle la vida. Podía sentir un tenue calor proveniente del naipe. Sentía que el poder estaba ahí, pero no tenía idea de cómo extraerlo. Se sentía pegada al piso. Sus pies eran de plomo. No podía escapar. No sabía atacar. Solo podía esperar aquel milagro que cancelara la batalla. La presión era más fuerte de lo que su abuelo le hizo creer.
-Bien -continuó Emma juntando sus pies-, si no vas a atacar, pierdes tu turno. Me toca -agregó con una sonrisa.
-¡Hey! -gritó Efra detrás suyo-. ¡No la vayas a matar! ¡Déjame algo a mí!
-¡Le quitas lo divertido a la vida! -Emma se volteó hacia su hermano-. Además, quedan otros cuatro conejos. Te dejo al que sigue.
-Creo que tienes razón -contestó Efra levantando el pulgar.
-Bien -Emma se volvió hacia su víctima-. Terminemos con esto.
Tras un pestañeo involuntario, el tigre desapareció de la vista de Yenny. El terror se multiplicó. La coneja estaba congelada. En ese momento era una presa fácil. No se podía voltear a buscarlo. Jamás sintió cuando su contrincante apareció detrás suyo, dispuesto a destrozarla.
Kraggler ni siquiera tuvo que hablar con Yuri para conseguir el Cronológicum. La gárgola pasó por fuera del cuarto de la chica y se encontró con el reluciente reloj de arena sobre la misma cómoda en donde ella lo había encontrado aquella mañana. Se acercó, lo tomó, y lo activó. El reloj de arena se iluminó con una traslúcida luz verde agua. El anciano sonrió triunfante antes de ser rodeado en una esfera luminosa y desaparecer.
-¡Oh no! ¡Kraggler ha viajado al pasado para separar a nuestros padres! Si lo consigue, ¡no naceremos!
Jacob del futuro observó aterrado la escena mientras se encontraba oculto detrás de un árbol.
-Yo me veo muy entera -bromeó la Yuri del futuro observándose a sí misma.
-Lo peor es que no sabemos hacia qué época fue -lamentó Jacob con pesar-, y tú sin el Cronológicum no te puedes mover de este presente.
-¿Quién dijo que no puedo viajar sin el Cronológicum? -cuestionó la coneja ofendida-. Además, yo sé a dónde fue ese vejestorio.
Acto seguido, Yuri se encerró en una esfera celeste cielo para luego desaparecer ante los ojos del conejo.
-¡Yuri espera! -alcanzó a exclamar su hermano sin mayor éxito.
Jacob se quedó solo y escondido, dándose cuenta que estaría atrapado en un futuro apocalíptico en el 2030 hasta que Yuri regresara. A diferencia de ella, él no podía tocar los poderes del tiempo.
Mientras tanto en la batalla, Emma tenía una esfera brillante en su mano derecha. Era una bola muy inestable. Parecía que en cualquier momento dicha bola estallaría llevándose todo a su paso. Se encontraba detrás de Yenny, a punto de destrozar su carne enterrando la esfera sobre su nuca. Emma ya imaginaba el sabor de la sangre de su contrincante. Lo único que terminó saboreando fue el sucio lodo.
Yenny solo se pudo percatar de lo que había ocurrido tras su espalda al ver a Yang por el rabillo del ojo. El conejo había activado sus Puños del Dolor, mandando al tigre a varios metros de distancia. Emma terminó arrastrado por el suelo hasta terminar convertido en una bola sucia y enmarañada cubierta de tierra y lodo.
-¡Yang! -exclamó Yin impresionada por el rápido actuar de su hermano.
Yenny no se atrevía a moverse de su posición, esperando a que algo le regresara el alma al cuerpo. El miedo era petrificante.
-¡Esto se acaba aquí y ahora! -gritó Yang con rabia-. ¡No más juegos! ¡Con mi familia nos vamos en este mismo momento!
-Como… te atreves… -farfulló Emma embravecido, poniéndose de pie lentamente.
-Yang, tú no lo entiendes… -le dijo el Maestro Yo.
-¡No! ¡Tú no lo entiendes! -lo desafió Yang-. No me importa cuánto nos odies por lo que hicimos, pero no te vas a desquitar con mis hijos.
-Ella tiene un poder más grande del que parece -insistió Yo-. Tus hijos son los más poderosos guerreros Woo Foo que han pisado esta tierra, pero jamás alcanzarán el nivel de leyenda si no reciben un duro entrenamiento como el que yo les dí a ustedes. Yenny debe enfrentar esto sola. Solo así podrá desatar su poder secreto más poderoso de todos.
-¿Y qué hay si no lo consigue? -cuestionó Yang.
-Es mejor que se despida de esta vida -sentenció el panda sin anestesia.
Yang no alcanzó a reaccionar. En un segundo, se desplegó un campo Foo que rodeó toda la arena de combate como un domo semicircular. El público quedó fuera del domo. Emma, Efra, Yenny y Yo quedaron en el interior. Yang salió disparado y terminó rodando varios metros hasta chocar con una verja de madera con la pintura desteñida.
-¡Hey! ¡Quiero al conejo! -Emma se acercó al centro del domo con una mirada furiosa.
-Primero Yenny -le advirtió el panda.
-Bien -la mirada asesina de Emma se volteó de golpe hacia Yenny-. ¡Me desquitaré contigo! -le gritó furioso.
La coneja jamás había sentido tanto miedo antes. El tigre se encontraba con manchas de tierra repartidas por todo su pelaje y gabardina. Su imagen desastrosa solo aumentaba el terror que emanaba. Era como un monstruo cuya estampa aterraba más de lo que debería. Un aura brillante color blanca lo rodeó como lenguas de fuego. Parecía quemar las pupilas de la coneja.
-¡Yenny! -Yang llegó corriendo hasta estar junto al Campo Foo.
El conejo le dio un par de golpes para sentir su dureza. Posteriormente intentó romperlo con sus Puños del Dolor sin éxito. Tras varios intentos rápidos, terminó jadeando sobre el muro traslúcido, observando con terror lo que estaba por venir. Yang no pudo contra el campo de fuerza.
-¡Yenny! -Jack se acercó al Campo Foo imitando a su padre. Tenía la esperanza de ser él quien consiguiera romper el domo.
Para su desgracia, no alcanzó a hacer mucho. Emma se acercó a gran velocidad hacia Yenny, y con sus propios Puños del Poder la golpeó de frente. El impacto llegó hasta a remecer el interior de todos los presentes. Era como si hubieran recibido el golpe de manera virtual. Yenny salió disparada hacia atrás hasta chocar con el domo con su espalda. La coneja cayó inconsciente en el suelo, siendo presa fácil. La carta escapó de sus manos y terminó perdiéndose entre la tierra. Emma apretó los puños. Su mirada psicopática gritaba peligro. Sus garras escaparon de sus dedos, dispuesto a despedazarla de la forma más bestial que pudiera.
En un instante, el tigre corrió hacia la coneja. Llegó el segundo de lanzarse sobre ella, mostrando sus colmillos sedientos de sangre. Era ese preciso segundo que parecía eterno. Era el momento en que todo parecía perdido. Era el inicio de la escena más gore que pudiera ser descrita. Era el final para Yenny.
Una fuerza desconocida tomó del cuello al tigre. Emma sintió dolor en el cuello junto con la falta de aire. Pronto, salió disparado en dirección opuesta, alejándolo de Yenny. Nuevamente terminó arrastrado en el polvo y tragando barro. Nuevamente, se colocó de pie con lentitud y con el doble de sed de venganza. Frente a él, a varios metros de distancia, Jacob se encontraba de pie con la mirada desafiante. En su mano derecha, blandía un lápiz grafito triangular rojo. El rojo de su superficie brillaba con luz propia.
-¡Jacob! -gritó Yin con terror al ver a un segundo hijo en el campo de batalla.
-¿Cómo rayos entraste? -le recriminó el Maestro Yo.
-Creé un portal -Jacob apuntó con la punta de su lápiz hacia un agujero de gusano que había unos metros hacia su izquierda.
En ese momento, Jack notó que cerca de él había un segundo agujero de gusano. Jacob había creado un portal para teletransportarse al interior del domo.
-Y es momento de acabar contigo -prosiguió el conejo desafiante, apuntando con su lápiz hacia un Emma doblemente humillado.
-Esta no es tu batalla -le recriminó el panda-. Regresa a tu sitio.
-¡Jamás! -exclamó Jacob-. ¡Esto es una locura! Todos sabemos que ese idiota va a matar a mi hermana. ¡Y no lo voy a permitir!
-¿Tan poca fe le tienes a tu hermana? -cuestionó el Maestro Yo.
-¿Eres tan ciego? -le respondió en el mismo tono mirando de reojo a Yenny inconsciente-. Estás tan afanado en el supuesto poder que tenemos que no te importa acabar con nosotros con tal de conseguirlo.
-¿Acaso cuestionas mis métodos? -preguntó ya molesto el panda-. ¡Todo esto lo hago por ustedes!
-Lo dudo mucho -contradijo Jacob con mirada desafiante. Un brillo se escapó desde el cristal de sus lentes.
-¡Bien! ¡Entonces te mataré a tí! -amenazó Emma apuntando a Jacob con una garra amenazante.
-No -le ordenó el Maestro Yo con el ceño fruncido-. Lo sacaré del camino, y después podrás continuar con lo tuyo.
-¡Quiero ver que lo intentes! -le gritó Jacob.
Los puños del panda se iluminaron con un brillo verde claro como lenguas de fuego.
-Te lo advierto muchacho -le dijo-: esta no es tu batalla.
-Nadie tocará a mi hermana -de la punta del lápiz de Jacob creció una cuerda larga y brillante hasta convertirse en un látigo.
El Maestro Yo se abalanzó sobre el muchacho. Golpe que lanzaba, golpe que era neutralizado por el látigo. El panda aumentaba la velocidad y la cobertura de sus ataques. Pronto, la lluvia de golpes provenían por los trescientos sesenta y cinco grados. Jacob no se inmutaba. Era capaz de seguirle el ritmo al panda con su látigo. Pronto, Jacob dibujó una circunferencia en el aire en torno a él con la punta de su látigo. Se convirtió en un nuevo agujero de gusano que se tragó al conejo.
El panda se detuvo, observando hacia todas direcciones con atención absoluta. Alcanzó a esquivar un tentáculo que escapó de un agujero de gusano, luego un par de rayos lásers, unas flechas, un brazo gigante cubierto de un líquido viscoso y amarillo. Un portal con un fuerte viento de succión intentó tragarse al panda. El Maestro Yo consiguió escapar de todos los obstáculos con relativa facilidad.
El panda debía pensar en una nueva táctica. Sabía que Jacob se estaba ocultando tras las ilusiones. Era su deber descubrir su escondite si quería ganar esta batalla.
-¡Foo Explosión!
Una luz brillante color verde emanó de su cuerpo con una fuerza de un huracán. Todos los agujeros de gusanos creados y que se estaban por crear se quebraron como espejos para luego hacerse polvo brillante. El golpe lanzó a ambos tigres hacia atrás hasta chocar con el domo. Jacob también salió disparado hasta las paredes de energía Woo Foo, quedando al descubierto tras las ilusiones.
Era el momento de escapar para Jacob. El Maestro Yo lo asaltó con un puño gigante del cual escapó por un pelo. Lo empezó a perseguir a una velocidad que le impidió al conejo contraatacar. No alcanzaba a dibujar el círculo en el aire para crear un nuevo portal cuando era nuevamente atacado por el panda. Aún no tenía suficiente entrenamiento para escapar lo suficientemente lejos como para ganar tiempo. Lo peor era que el desgaste físico le dificulta pensar y comenzaba a quedarse sin ideas.
Finalmente fue alcanzado por un puño cargado con energía Woo Foo. Los nudillos quedaron marcados en el medio de su cara con fuego. Fue lanzado por varios metros revolcándose en la tierra. Con el golpe terminó soltando el lápiz y perdiéndolo en el camino. Los cristales de sus anteojos se rompieron dejando varias líneas que amenazaban con separarse. La sangre de su nariz y boca no se hizo esperar, pegando los restos de tierra a su pelaje.
-Adivinaré, ¿problemas congénitos? -el panda, triunfante, se aproximó a un Jacob que a duras penas podía despegarse del suelo.
Y en efecto, al conejo le costaba respirar. Mezcla por el cansancio, por la sangre que no paraba de salir de su nariz, y por la tierra que se había levantado, poco a poco se estaba asfixiando. Pronto, toda esta dolorosa sinfonía fue acompañada por un agudo dolor en el pecho.
-Supongo que eres débil de corazón, literalmente -el Maestro Yo alzó su mano derecha semiabierta, rodeada por un aura verde como lenguas de fuego.
Jacob abrió los ojos, y se vio cubierto por la sombra del panda. Su mirada era fría, oscura, sin vida. Era una pesadilla viviente.
-En mi mano está tu corazón -el panda movió un milímetro su pulgar, al tiempo en que el conejo sintió como si le clavaran una aguja en el pecho-. ¿Lo sentiste? Esa es tu debilidad. Tienes un poder Woo Foo demasiado fuerte para tu cuerpo. Cuando cierres mi mano, tu corazón estallará, y morirás.
Era una situación límite. La vida de Jacob pendía de un hilo, un hilo que un sádico sediento de poder estaba por cortar. A pesar de todo Jacob no tenía miedo. No era capaz de tener miedo. En el fondo, sabía que la situación le era familiar.
"En mi mano está tu corazón. Si la cierro completamente, tu corazón estallará y tú te mueres".
En un mundo lejano, en una dimensión distante, Jacob había vivido una situación similar. Estaba al borde de parecer un mal sueño, pero eran más bien los límites de la realidad. Cuando conoció a Martita, descubrió que era ella quien movía los hilos de su realidad. Como un mensaje subliminal, ella le recordaba aquella vez en que realmente lo arrastró al borde de la muerte. A aquel instante en que le drenó todo su miedo. Ese día en que enfrentó a la dueña de su realidad, eran momentos para aterrarse. Todo lo demás parecía un mal chiste de la matrix.
-¿Por qué sonríes? -la máscara de frialdad del panda se rompió con facilidad al ver sonreír a su nieto.
El conejo sabía qué hacer.
De un salto se abalanzó hacia los pies del panda y enterró sus dientes en su tobillo. El grito de dolor no se hizo esperar. Remeció su pie con fuerza, pero la mandíbula de su nieto se quedó atorada. Solo una fuerte patada con el pie libre consiguió destrabar al conejo.
Jacob fue lanzado a varios metros de distancia, mientras que su abuelo se sentó en el suelo soplando sobre su tobillo herido. Gracias a este lanzamiento, el conejo logró hacerse nuevamente de su lápiz. La confianza regresó a él, olvidando todos sus pesares. Sabía que tenía la ventaja. Sabía que podía ganar.
Antes de que el panda se diera cuenta, un proyectil atravesó su corazón. El lápiz de Jacob se estiró como un largo bastón hasta alcanzar -y atravesar- el pecho del panda. Jacob sostenía el lápiz desde el extremo opuesto a la punta con una sonrisa triunfante.
-¡Idiota! -exclamó el Maestro Yo-. ¡No puedes matar a lo que está muerto!
-Un muerto no siente dolor -contestó Jacob.
El panda se aferró al lápiz con las dos manos mientras sostenía una lucha de miradas con su nieto. El Maestro Yo intentaba ocultar su reacción de dolor al sentir que el lápiz buscaba la salida de su cuerpo por su espalda. Jacob esperaba que el teatro de ese panda se cayera de inmediato. Tras morderlo, se convenció de que estaba tan vivo como él. De seguro era alguna clase de truco para conseguir acabar con ellos. Fuera lo que fuera, no se iba a salir con la suya.
Solo un desgarrador grito arrancado del alma de su dueño consiguió terminar con la lucha de miradas. Ambos contrincantes se voltearon hacia la dirección del origen del grito. Había sido Efra. El tigre se encontraba con el rostro desencajado, viendo el cuerpo sin vida de su hermano. Emma se encontraba tirado en el suelo con los brazos extendidos, una mirada de pavor y una herida en la frente. Un delgado hilillo de sangre salía desde el centro de su frente hacia un costado, manchando parte de su pelaje. El diámetro del orificio de la herida era milimétrico, pero mortal. Aparentemente la herida cruzó toda su cabeza hasta el otro lado, puesto que pronto se logró notar la sangre salir desde debajo. La impresión de Efra surgió por lo rápido y mortal del ataque que de un momento a otro atrapó a su hermano.
Desde el otro lado del campo de batalla, Yenny se encontraba de pie. Tenía su mano derecha alzada de forma desafiante. Entre sus dedos índices y medio mantenía sujeta la carta del Maestro Mental. Tras la explosión del Maestro Yo, la carta voló desde su escondite hasta regresar a manos de Yenny.
La coneja parecía nuevamente con energías para un segundo round. El miedo y el dolor eran cosa del pasado. En su inconsciencia había vuelto a ver a Yrion. Al parecer él era el espíritu oculto en la carta. Él le dio la clave para controlar el poder oculto del naipe: la mente. Ese recoveco oculto dentro de cada uno de nosotros. Pareciera ser un lugar seguro, pero esconde tantos secretos que jamás podremos encontrar en nuestras vidas. Monstruos que si Yenny logra descubrir antes que su contrincante, podrá acabarlo en segundos.
-¡Espera no! -fue el grito de terror de Efra antes de que Yenny ocupara la misma técnica contra él.
En breve, el tigre cayó al suelo con una herida similar a la de su hermano.
-Bien hecho, Yenny. Sabía que lo lograrías.
El Maestro Yo se colocó de pie. En el intertanto, el lápiz de Jacob habría regresado a su forma original, liberando al panda. Yenny le regaló una sonrisa temblorosa. Temblaba de cuerpo completo producto de la emoción y de la incredulidad del momento. ¿Lo había hecho? ¿De verdad lo había hecho?
El domo desapareció, y de inmediato los conejos entraron al campo de batalla. Yang y Jack se acercaron a Yenny, mientras que Yin y Yuri se acercaron a Jacob. Yenny y Jacob alcanzaron a lanzarse una mirada mutua, que concluyó con el pulgar alzado del conejo.
Ella Mental abrió los ojos de golpe en medio de la oscuridad. Ella no había salido de su escondite desde el ático. Solo tenía de compañía a un silencioso Bob. Aunque le extrañaba que la bola no estuviera haciendo de las suyas, aquella no era su principal preocupación. Algo había ocurrido. Una extraña perturbación sobre la energía de poder. Podía sentirlo en el ambiente. Le tomó un buen rato descifrarlo. Le tomó otro largo rato creer en sus propias conclusiones. La energía Woo Foo de sus hermanos se apagó de golpe.
Emma y Efra ya no estaban en el lugar.
¿Era un respiro o una trampa?
