Capítulo 1 — Inquietud

A él le excitaba que ella se comportase como una mojigata. Y por eso la había llevado allí. La niña rica buscaba un chico malo. Y él estaba más que dispuesto a no decepcionarla. La Isla de los Malditos; desierta, apartada de la isla principal, Santángel, marginada, y quizá realmente maldita... Él estaba más que dispuesto a ser maldito por poseerla. Así que, sonriéndole con arrogancia, acercó la pequeña lancha a la orilla. Y ella le sonrió con picardía. Apenas había cinco metros de arena cálida y húmeda, que de pronto se internaba en la jungla más espesa que había visto nunca. Ambos saltaron a la arena, en un juego de seducción más antiguo que cualquier maldición. Él intentó cogerla por sus nalgas obscenas y pegarla a su cuerpo, insinuante. Pero ella, fingiendo mostrarse ofendida, se liberó de su agarre y corrió alegremente, internándose en la jungla. Sabía que ella no se alejaría; lo deseaba tanto como él. Por eso, cuando un grito desgarrador rompió aquel embrujado silencio, él no pudo evitar estremecerse, su alma salpicada de un terror irracional que la arrojó al infierno, de un solo golpe. Inmediatamente, la siguió. Algo la había asustado, aterrorizado, haciéndola gritar como él jamás había oído antes. Vio su brazo emergiendo de la jungla y lo agarró con todas sus fuerzas, tirando de él a la desesperada. Sin embargo, cuando una zarpa brutal que ni siquiera pudo ver atravesó su pecho de lado a lado, causándole una muerte instantánea, tan sólo pudo cobrarse la presa de un cuerpo completo… y un brazo mutilado.

&&&&&ooooo&&&&&

Aquella mañana, Claire terminó de vestirse, pensativa; hacía varios días que algo muy importante rondaba por su mente con insistencia. Leon y ella llevaban felizmente casados más de un mes y, durante todo ese tiempo, habían hecho el amor continuamente, sin preocuparse por nada en absoluto. O sí… Jamás ambos habían hablado sobre tener hijos, excepto en aquella ocasión en que Chris, haciendo gala de su humor más cariñoso, les pidió: «Quiero un sobrino; y que sea pronto». Entonces, Leon respondió: «O una sobrina», la pelirroja recordó, con cariño. Pero eso no significaba, exactamente, que él quisiera tener descendencia, en realidad. Así que, sintiendo la necesidad de saber qué era lo que él pensaba al respecto, aprovechó el momento en que, aún pendiente de terminar de vestirse, regresó al dormitorio —pues había bajado un instante para atender el sonido del timbre— y le preguntó:

—Leon… ¿tú usabas anticonceptivos, cuando estabas liado con Ada?

Cogida totalmente por sorpresa, no había esperado ver la mirada furiosa que él le dedicó. A pesar de que, cuando le respondió, su voz sonó totalmente tranquila.

—Por supuesto que sí lo hacía. ¿A qué viene esa pregunta? ¿Temes que yo haya podido pegarte alguna enfermedad?

—No, por supuesto que no. Es sólo que quiero saber… ¿por qué conmigo no lo haces? —Lo miró fijamente a los ojos, esperando una respuesta sincera.

—No veo la necesidad. Tú y yo somos completamente fieles —declaró, mientras terminaba de abrocharse el cinturón táctico, sin mirarla —. No vamos a pegarnos nada el uno al otro, ¿no es así? —Otra vez le dedicó esa mirada furiosa, que parecía querer reprocharle algo.

—¿Quieres decir que, con Ada, tú no lo fuiste? —Lo miró, sorprendida.

—No, necesariamente. Tampoco ella lo era conmigo. ¿Tu novio usaba anticonceptivos, al hacer el amor contigo? —él preguntó, con voz indiferente.

Al escuchar aquello, Claire alzó una ceja, sorprendida, mirándolo sin saber a dónde él quería llegar.

—Yo nunca te he dicho que tuviese novio, antes de decidir casarme contigo —respondió, suspicaz.

—Entonces, ¿el tío al que acabo de partir la cara en la entrada no era tu novio? —La taladró con una mirada colérica y salió del cuarto, sin mirar atrás.

Por un momento, ella no supo qué decir, ni qué hacer; se había quedado paralizada. Pero pronto, asimilando lo que él acababa de afirmar, aún sorprendida, corrió tras él y lo siguió por las escaleras, hacia la cocina. Allí, vio a Rebecca intentando cortar la hemorragia nasal de un pobre chico que yacía despatarrado sobre una de las sillas, respirando con dificultad.

—Que conste, que él me ha dado un derechazo en la mandíbula primero, tan sólo porque le he dicho que aquí no vive Claire Redfield, sino Claire Kennedy —el rubio respondió, con sencillez, mientras se servía una taza de café, que apuró del tirón—. Por cierto, esta tarde, antes de que ambas regreséis del trabajo, por favor, pasad por el concesionario a recoger el coche que he comprado. No me parece correcto que vayáis por ahí en un coche alquilado. No es seguro. Decid al vendedor que vais de mi parte y os lo entregará sin problema; él ya está avisado.

Sin añadir nada más, se marchó. Segundos después, el sonido de su moto BMW Nine T/5 fue alejándose, en el exterior, hasta desaparecer por completo.

Rebecca observó a su amiga, atónita y preocupada. Y Claire, cuando fue capaz de reaccionar, suspiró, desolada.

—Hola, Dave. Yo jamás dije que me casaría contigo; sólo que lo pensaría —dijo al pobre hombre, quien se esforzaba, aún, por respirar—. Aun así, te debía una respuesta, que jamás te di. Lo siento.

La morena la taladró con una mirada de reproche.

&&&&&ooooo&&&&&

Un par de horas después, Claire y Rebecca compartían un momento de descanso, en la cafetería del laboratorio donde la bioquímica estaba llevando a cabo una investigación exhaustiva sobre las características que hacían a la pelirroja inmune a todo tipo de virus bioorgánico.

—No me creerás, pero es que se me olvidó por completo —Claire dijo a Rebecca, mirándola desesperada—. Cuando Leon me confesó que me quiere, de pronto, el mundo se puso patas arriba para mí. Y todo lo demás, absolutamente todo, dejó de importar —declaró, recordando aquellos momentos, enamorada—. Dave era un compañero de Terra Save con el que tonteé en varias ocasiones y, bueno…, con el que me acosté… tan sólo una vez; cuando Leon me humilló, el día en que me sorprendió registrando su casa. Él siempre ha estado colado por mí, y yo lo sabía. Y yo estaba tan dolida con Leon, que incluso me planteé seriamente comprometerme con él, después de lo que sucedió aquella noche, cuando él me pidió, una más de las miles de veces en que ya me lo había pedido antes, que fuese algo más que su novia. Aún así, no pude hacerlo; y le dije que me diese tiempo, para que yo pudiese darle una respuesta. Y hasta hoy —se lamentó, desolada.

Rebecca suspiró, preocupada.

—Y al muy simplón no se le ha ocurrido otra cosa que enfrentarse a un agente federal para pedir explicaciones sobre su esposa —afirmó, mirando a Claire con preocupación—. Leon no es como tu hermano, Claire, quien atrincherado tras sus propias defensas impenetrables, estalla en ira cada vez que se cabrea y, del mismo modo, esa ira se consume, haciéndolo entrar en razón. Él es fuego que va ardiendo lentamente, paso a paso y sin descanso, arrasando todo lo que encuentra en su camino. Cuando él decide serlo, tu marido es el hombre más sincero que he conocido en mi vida y, por ello, si él realmente decide dar a alguien todo de sí mismo, exige la misma sinceridad para con él. Ya sé que no tenías porqué contarle lo de tu 'supuesto' compromiso con Dave. Pero que él se haya enterado de este modo, no es lo más recomendable, que digamos.

—Lo sé… —Exhaló, sintiéndose afligida.

—Y pobre chico, también. Lo ha dejado hecho unos zorros con tan sólo un puñetazo…

Claire no pudo evitar reír, al imaginar al acalorado activista enfrentándose al agente frío y perfectamente entrenado.

—Hablaré con él esta noche, en cuanto ambos regresemos a casa, y se lo contaré todo —le aseguró, con firmeza.

—Sabes que él confía totalmente en ti; ese no es el problema. El problema es que alguien se ha atrevido a ir a su propia casa a disputarle tu amor.

—Pero yo jamás podré a amar a Dave, ni a nadie que no sea él… —objetó, con obviedad.

—Eso, él lo entenderá cuando se le pase el cabreo —le aseguró, con tristeza—. Creo que yo debería pasar esta noche en el piso de tu hermano —dejó claro, augurando el ambiente 'enrarecido' que iba a imperar aquella noche en el hogar de los Kennedy.

En aquel mismo instante, su móvil sonó y Rebecca lo cogió para ver quién la estaba llamando. Para su sorpresa, era Chris, quien la estaba invitando a una videoconferencia; él, quien las odiaba. Preocupada, presionó el botón de aceptar.

—Hola, preciosa —el moreno la saludó, con una sonrisa.

Suspicaz, Rebecca pudo comprobar que él iba vestido con el uniforme de la B.S.A.A., incluidos los accesorios tácticos y el armamento ligero.

—Sólo quería decirte que tengo una sorpresa que darte, pero… eso no será hasta que regrese —la tanteó, presagiando un fuerte reproche por parte de su médico particular.

—¿Que regreses, de dónde? —ella quiso saber, dedicándole una mirada severa.

—Esta misma noche, mi equipo y yo partiremos hacia Santángel —declaró, muy serio—. Tranquila, es una misión de entrenamiento, nada más. El Ministro de Defensa de ese país ha solicitado ayuda a la B.S.A.A. con el entrenamiento de sus tropas.

Rebecca frunció el ceño, disconforme.

—Ese país no me gusta; ahí hay gato encerrado —declaró, totalmente convencida de ello—. Es imposible que el turismo proporcione tantos beneficios como para, de pronto, situar en el mapa de los países más ricos e influyentes, a un país del que, absolutamente, nadie había oído hablar hasta ahora.

—Lo sé. Por eso, esta oferta supone una oportunidad de oro para que la ONU tome cartas en el asunto. Santángel se está armando rápidamente. Y nadie sabe con qué fin. Pero, como tú dices, ha logrado captar la mirada de todos. Naciones Unidas nos ha pedido que le proporcionemos un informe detallado de lo que descubramos durante nuestra estancia 'humanitaria' allíexplicó—. Por otro lado, se rumorea que la B.S.A.A. va a enviar a uno de sus mejores embajadores para negociar la aceptación de que este país se someta, también, a su jurisdicción.

—Sé que ya estás repuesto de tu herida casi en su totalidad. Aún así, confiaba en que te dejasen trabajar a bajo rendimiento al menos durante un mes más, para que no sufras sobreesfuerzo —le rebatió, preocupada.

—Te lo compensaré —él le aseguró, adorándola con la mirada.

—No se trata de eso, y lo sabes. Chris… ¿te gustaría tener hijos? —le preguntó, de pronto, mirando su imagen fijamente.

El comandante enarcó una ceja, observándola con seriedad.

—Ya hablaremos de eso cuando vuelva, ¿de acuerdo? —respondió, evasivo—. Debo marcharme. Recuerda que te quiero —declaró, con voz grave.

Sin darle tiempo a que ella pudiese responder, la conexión se cortó.

Cuando Rebecca guardó el móvil, de nuevo, en uno de los bolsillos de su bata de laboratorio y miró a su amiga, se dio cuenta de que Claire la estaba observando, suspicaz.

—¿Estás embarazada? —la pelirroja le preguntó, mirándola fijamente.

—No creo. Aún así, hace días que no puedo evitar pensar que tu hermano y yo jamás hemos hablado sobre este tema. Sin embargo, nuestra vida… sexual… —dijo, enrojeciendo sin poder evitarlo— está siendo bastante descuidada en ese sentido. Me gustaría aclarar este asunto con él cuanto antes, para que ambos tengamos claro hacia qué punto se dirige nuestra relación —afirmó, reflexiva.

—Es curioso… Hace días que yo pienso lo mismo, con respecto a Leon.

Inesperadamente, un hombre con uniforme de soldado, entró en la estancia y se acercó a ambas, cuadrándose ante ellas.

—¿La Señora Kennedy? —el hombre preguntó, mirando fijamente a Claire, a la espera de su respuesta.

Ambas lo miraron, atónitas.

—Sí, soy yo.

—Si es tan amable, acompáñeme a la sede central de la B.S.A.A. Su presencia ha sido requerida allí —el soldado dijo, sin más.

—¿Mi presencia? ¿Para qué? —ella quiso saber, sorprendida.

—Yo tan sólo he sido enviado a hablar con usted para conducirla allí. Por supuesto, y si usted lo desea, también la Doctora Chambers puede acompañarla.

—Por supuesto, que voy a acompañarla —Rebecca dejó claro, tajante.

—¿Y si me niego? —Claire preguntó, suspicaz.

—Por supuesto que usted puede negarse, señora Kennedy. Sin embargo, haría un gran favor a esta organización si decide no hacerlo. Se trata de una oferta de trabajo, sin más —el hombre declaró, por fin, temiendo que la mujer se negase en redondo a acompañarlo.

—¿Trabajo?

Ambas mujeres se miraron, atónitas.

—¿Me acompañan, entonces? —el soldado insistió, instándolas a seguirlo con un ademán de la mano.

Ambas se pusieron en pie y, decididas, se dispusieron a seguirlo.

La sede estadounidense de la B.S.A.A. , situada también en Washington D.C., no era un edificio demasiado grande, y en absoluto ostentoso. Se trataba de un edificio militar, a todos los efectos. Rebecca hizo servir su identificación en los numerosos controles por los que ambas mujeres pasaron; y Claire no tuvo problema para superarlos, acompañada por el soldado que las había escoltado hasta allí. Finalmente, en el último control, se proporcionó a la pelirroja una identificación provisional.

Ambas fueron conducidas a una pequeña sala de espera, ante un despacho con una puerta de doble hoja cerrada. Y se les rogó que esperasen.

—La Directora de la B.S.A.A. es Hyacinth Stapleton —Rebecca aprovechó para instruir a Claire; aunque sabía que, a ella, no le era indiferente la estructura organizativa de dicha corporación, gracias a su propio hermano—. Es una mujer marcial, de la rama militar, sin duda. Aún así, suele ser bastante agradable.

La pelirroja asintió con la cabeza, indicándole que la había escuchado.

No pudieron comentar nada más, ya que una de las puertas se abrió y Chris salió del despacho quien, al verlas allí las miró, totalmente cogido por sorpresa.

—¿Qué te costaba decírmelo? —reprochó a la mujer que había dentro, dando un paso hacia ella, de nuevo, y mirándola con advertencia.

En cambio, la Directora obvió aquel gesto amenazador, como si no lo hubiese advertido, y mostró uno conciliador a modo de disculpa.

—Ha sido una decisión de última hora. Además, no sé, aún, qué debo decirte exactamente. —Sonrió, con amabilidad.

—¿Conociéndola? Ella ya ha aceptado —le aseguró, mirando a su hermana con una sonrisa engreída—. Te mantendré informada.

Y saliendo de cuarto definitivamente, cerró la puerta tras este.


COMENTARIOS DE LA AUTORA

Lo prometido es deuda.

Aquí comienza la andadura de "RESIDENT EVIL - PARADISE DEATH", continuación de "RESIDENT EVIL: SACRIFICIO".

Por motivos personales, hoy no puedo demorarme añadiendo dedicatorias. Pero prometo que, en capítulos posteriores, responderé los mensajes que me quedaron por comentar en la primera parte de este relato.

Envío un abrazo muy fuerte y todo mi agradecimiento a todo aquel que decida embarcarse en este viaje, de nuevo, junto a mí.

Con cariño.

Rose.