Capítulo 17 — Todo en su lugar

Leon y Claire salieron de la enfermería abrazados y sonrientes. El doctor Heisenberg consideraba que, una vez eliminado el problema que había generado tanta ansiedad a Claire, ni su salud ni la salud del bebé corrían peligro. Así que, la había dejado marchar.

—¿Sabes qué es lo que más echo de menos de estar contigo, cuando estamos separados? —la pelirroja preguntó a su esposo, mientras ambos caminaban hacia la sala de descanso en busca de sus compañeros.

—Dime, ¿qué es? —Leon preguntó, a su vez, mirándola con curiosidad.

—Absolutamente todo.

Él enarcó una ceja, sorprendido, pues no era esa la respuesta que esperaba. Con delicadeza, la acorraló contra una de las paredes y besó sus labios dulcemente, una y otra vez, enamorado.

—Director, compórtese… —escucharon la voz reprobadora de Pierce, a sus espaldas.

El hombre iba acompañado por Riker, quien soltó una risa divertida por lo bajo. Pierce rió también.

Cogido por sorpresa, el rubio dio un respingo.

—Reunión en cinco minutos en la sala de descanso —ordenó a sus subordinados, fingiendo mala leche.

—¿Va en serio? —Pierce preguntó, mirándolo sorprendido.

—Por supuesto que va en serio. Santángel se ha quedado sin gobierno. Hay que poner fin a esa situación de anarquía inmediatamente.

—Entendido. Voy a avisar al resto del equipo y nos vemos allí en cinco minutos —el agente afirmó, con seriedad.

—Convocad también al equipo de Chris. Este asunto también concierne a la ONU.

—A tus órdenes.

Inmediatamente, ambos hombres se marcharon. Y Leon continuó con lo que había estado haciendo, tranquilamente.

—Das un poquito de miedo cuando lideras a tu equipo, director —ella le reprochó en broma, mirándolo divertida—. Todos ellos saben que los valoras y los aprecias; darían su vida por ti —le aseguró, después.

—Son los mejores, en todos los sentidos —le dejó claro, con voz grave.

—Anda, ve, no les hagas esperar. —Acarició su rostro suavemente.

—Si no os encontráis mal, me gustaría que Rebecca y tú estéis presentes en la reunión, también —le pidió, pensativo—. Voy a proponer a Cristina Arnáz como presidenta en funciones de Santángel, ante el presidente de los Estados Unidos y ante la ONU, en busca del apoyo de ambos. Parece que ella se siente cómoda con vosotras. Y preferiría que también confíe en mí, si eso es posible —argumentó—. Con respecto a la B.S.A.A., ese es un tema que debo hablar primero con Chris.

—Por supuesto —le aseguró, mirándolo con admiración.

—Vamos, entonces.

Ambos continuaron su camino, abrazados.

&&&&&ooooo&&&&&

—Mierda… me duele la cabeza… —Chris se lamentó, mientras palpaba un enorme chichón que le había salido cerca de la coronilla.

Rebecca, sentada en la cama a su lado, lo observó, preocupada.

—Normal. Te has dado un fuerte golpe. ¿Tan malo es, que vayamos a tener un hijo? —le preguntó, mirándolo con cierta indignación.

«Chris, te necesito en la sala de descanso inmediatamente. Pide a Rebecca que te acompañe, si es posible. Y trae también a Jill y a Carlos», la voz de Leon se hizo escuchar a través del receptor del comandante.

Con cuidado, él se puso en pie. Todavía se sentía algo mareado por el golpe.

—No es malo… ni bueno. Esto, tenemos que hablarlo con calma, Becca —respondió, mirándola con dureza.

—Si vas a pedirme que aborte, ya lo tenemos todo hablado, Christopher Redfield —le dejó claro, traspasándolo con una mirada furiosa—. Tengo una reunión a la que asistir —añadió con orgullo.

Y salió del cuarto dignamente, dejándolo con un palmo de narices.

Sintiéndose infinitamente frustrado, Chris se dejó caer en la cama sentado con tanta fuerza, que esta se hundió. Y él dio con sus huesos en el suelo, de nuevo.

—¡Me cago en…! —gritó, con cabreo.

Un segundo después se puso en pie y salió del cuarto en busca de Carlos y de su compañera, vehemente.

—A la sala de descanso —ordenó a Damian y a Pierce con voz seca, una vez hubo llegado al camarote de los dos reos. Les señaló el camino con mala leche, para que no hicieran preguntas.

Los dos hombres se miraron y decidieron largarse en absoluto silencio. Era evidente que no estaba el horno para bollos.

—Jill, ¿me escuchas? —llamó a su subordinada, con voz firme.

—Te escucho —la voz de la mujer se oyó del otro lado, un momento después.

—Voy a dejaros salir, a ambos —anunció.

—¡Pero…! —la voz de Carlos se hizo escuchar, preocupada.

—Pero nada. Ha pasado más de un día desde que has recuperado el control sobre ti mismo. No podemos manteneros ahí eternamente, joder. Si hace falta, te trasfundiremos mi sangre siempre que sea necesario. O yo mismo te dejaré seco de un jodido disparo, si no hay más remedio —le aseguró, con cabreo.

—Entendido. Estamos preparados, entonces —el moreno dejó claro, pidiendo la confirmación de Jill con la mirada.

Ella asintió, con firmeza.

—Perfecto. —Abrió la puerta y dejó que ambos saliesen—. Reunión en la sala de descanso. Ya —les ordenó.

Carlos comenzó a caminar delante de él, con paso firme.

Y cuando Jill pasó ante Chris para seguirlo, no puedo evitar preguntarle:

—¿Qué cojones es lo que te pasa, comandante? Te conozco bastante bien, por si no lo sabías. ¿Por qué estás de tan mala leche?

Por un momento, el hombre la miró con amenaza.

—Voy a ser padre. Y mi mujer acaba de mandarme a la mierda por imbécil. ¿Te parece poco?

Ella lo observó, ojiplática.

—Así me he quedado yo, cuando lo he sabido. Vamos, soldado.

El comandante siguió a Carlos con rapidez, obligando a Jill a seguirlo.

&&&&&ooooo&&&&&

Cristina miró a Leon como si fuese incapaz de creer lo que estaba escuchando.

—He investigado tu curriculum —Leon afirmó, mirándola con sencillez—. Llevas diez años trabajando como asistente para la antigua presidenta de Santángel y, durante todo este tiempo, no has aspirado a formar parte de su gabinete de gobierno ni a ningún puesto de responsabilidad, más allá de tu trabajo. De familia humilde y con estudios básicos, accediste al puesto por casualidad, cuando fuiste la única capaz de resolver una de esas 'crisis de niñata mimada' de la presidenta, en la tienda de cosméticos donde tú trabajaste. Desde entonces, has hecho lo que tenías que hacer y has aguantado lo que tenías que aguantar para dar de comer a tu familia, compuesta por una madre fallecida, un padre enfermo y un hermano rebelde, vago e irresponsable.

Al escuchar cómo Leon nombraba a su hermano, el rostro de Cristina se ensombreció por el dolor. En la Isla de los Malditos, uno de los monstruos a los que Chris exterminó antes de que Leon lo rescatase del laboratorio de Tricell, llevaba enredado a una pata un colgante que perteneció a su hermano. Aquel detalle había llamado la atención del comandante poderosamente; por eso lo recordaba. Al hablar ella de este colgante de un modo fortuito, él lo identificó inmediatamente y le dio aquella noticia. Su hermano había estado en esa isla, sin duda; tal y como ella había temido. Por eso había logrado que Leon la llevase con ellos; para pedirles ayuda para encontrarlo. Y por eso había convencido a Claire y a Rebecca para que la dejasen unirse a ellas. Lo más lógico para ella era pensar que él no había conseguido sobrevivir, si no era capaz, siquiera, de valerse por sí mismo sin su ayuda económica. Sin embargo, siempre había tenido aires de grandeza y se codeaba con mujeres ricas o hijas de hombres ricos. Si había estado allí, desde luego no era por su inteligencia, él no había sido un investigador de Tricell. La última noticia que ella había recibido sobre él era que se había marchado con una mujer hacia aquella zona, engañándola con promesas de amor excitante y prohibido; como siempre. De su padre… Se negó a pensar en él, por el momento. No quería derrumbarse debido al dolor.

—Has pasado diez largos años pegada a una política altamente corrupta. Y no existe indicio alguno de que, durante todo ese tiempo, tú te hayas lucrado con ello de ningún modo —él continuó—. De perfil bajo, siempre has sido discreta y te has mantenido al margen de cualquier escándalo. Tienes ideales más que razonables para poder dirigir tu país sin llegar a corromperte; al menos, durante un tiempo. El hecho de que tú sola hayas sacado una familia adelante sin sucumbir a la tentación del dinero fácil, así lo demuestra.

—Pero yo no tengo ni idea de política, ni de dirigir un país… —ella objetó, mirándolo como si él se hubiera vuelto loco de repente.

—No te preocupes por eso —Chris le aseguró, con voz seria—. La ONU se encargará de 'proponer' un gabinete completo de ministros especializados en todos los ámbitos de gobierno, que trabaje junto a ti.

—En cuanto a la ONU, quiero que sea el presidente de los Estados Unidos quien proponga a esta el nombramiento de Cristina como nueva presidenta de Santángel —Leon objetó, resuelto—. No quiero hablar con el Presidente y con el representante de la ONU simultáneamente, dado que la integridad de la directora de la B.S.A.A. está en tela de juicio. Por ello, tampoco quisiera que me acompañes tú, Chris, si no te opones a ello. Si el Presidente efectúa la propuesta dejando al margen a la B.S.A.A., tú y yo podremos encargarnos de eliminar la corrupción que asola esta institución en las sombras, con total libertad.

—No puedo creer que mi equipo y yo estemos trabajando para una institución corrupta, joder —Chris se lamentó, furioso.

—En manos del director correcto, la B.S.A.A. es una institución totalmente válida. Y lo sabes. Así que, ve pensando en reemplazarla.

—¿Que yo la reemplace? ¿Por quién, si se puede saber? Yo soy un hombre de acción, no conozco a nadie… No me jodas… —dijo, de pronto, cayendo en la cuenta de aquello que el director de la D.S.O. estaba insinuando.

—¿Por qué no, Chris? Exactamente. Tú eres un hombre de acción experimentado, justo e incorruptible. Precisamente, aquello que la B.S.A.A. más necesita —le aseguró—. Así que, cuando hable con el Presidente, voy a proponerle que esté preparado para avalar tu nombramiento como director de la B.S.A.A. en Estados Unidos, una vez tú y yo hayamos dejado al descubierto los tejemanejes de Stapleton. Si no quieres trabajar para una organización corrupta, ¿qué mejor que asegurarte en persona de que esta no se corrompa? —argumentó, mirándolo con una sonrisa.

—Eres un jodido estratega, Kennedy —Chris declaró, convencido.

—Entonces, y si no me equivoco, este es el plan —Patric resumió, pensativo—: el Gobierno de los Estados Unidos, junto con la ONU, respaldarán el nombramiento de Cristina Arnáz como presidenta de Santángel, asegurando una transición pacífica hacia una verdadera democracia. Mientras tanto, vosotros y vuestros dos equipos, nos dedicaremos a investigar y destapar la corrupción de Hyacinth Stapleton, la actual directora de la B.S.A.A., quien será cesada y sustituida por Chris una vez haya sido demostrada su culpabilidad, bajo el auspicio de la ONU y con la bendición del propio Presidente.

—Exacto —Leon afirmó tranquilamente.

—De cumplirse tu plan, os dais cuenta de que ambos dirigiréis las dos principales agencias de Estados Unidos en cuestión de la lucha contra el terrorismo biológico —Anna les hizo notar, reflexiva.

—Por eso os he reunido a todos aquí. Si alguno de vosotros, aunque sea tan sólo uno, cree que Chris y o yo usaremos nuestro supuesto 'poder' de un modo inapropiado, deshonesto o corrupto, quiero que lo deje bien claro aquí y ahora. Con tan sólo uno de vosotros que se oponga, yo dejaré mi cargo y Chris no será propuesto como director de la B.S.A.A. —el rubio aseguró. Miró a todos ellos fijamente a los ojos, uno por uno, con sinceridad.

—Estoy totalmente de acuerdo con Leon —Chris afirmó del mismo modo, cruzándose de brazos.

—Yo daría la vida por ti —Patrick dijo a su superior—. Y si tú confías en Chris, yo también, sin dudar.

—Yo aquí no pinto nada —Carlos comenzó a hablar, mirando a ambos hombres, resuelto—. Pero ya que me habéis invitado a tan alegre reunión, os diré que, si mi vida vale algo, la daré por vosotros dos, si hace falta. Si hoy estoy vivo, es gracias a vuestra gente y a vosotros mismos. Y eso jamás os lo podré pagar.

—Yo os seguiré a los dos sin dudar; siempre —Jill afirmó, inmediatamente después. Hubiese querido añadir algo más. Pero sentía que en aquel momento no podía ser más elocuente, ya que su mente era un caos de sentimientos y de pensamientos revueltos. Y una de las pocas cosas que tenía claras, es que era totalmente cierto aquello que acababa de afirmar.

—Joder… yo os seguiría a los dos hasta la muerte —Riker aseguró, con una amplia sonrisa.

—Yo he trabajado con ambos. Y sé que, con vosotros, jamás nadie se queda atrás. Sois los mejores compañeros que un soldado pueda desear —D.C. afirmó, convencido.

—Lo mismo digo —Nadia se sumó, resuelta.

Y Damian asintió con la cabeza, con fuerza.

—Yo casi no te conozco, Leon. Pero me has dado una oportunidad —Anna argumentó, mirando a su jefe con sencillez—. Así que te seguiré al fin del mundo, si hace falta. Y a Chris también.

—Si yo sigo vivo a día de hoy, es por todo lo que tú me has enseñado, Chris —Piers dijo a su comandante, con orgullo—. Sé que jamás nos fallarás. Y Leon tampoco.

—¿Así que, si yo digo que no, será que no? —Pierce preguntó, divertido—. Joder… por fin pinto algo en este mundillo y no sólo me toca dar las malas noticias… —añadió, alucinado.

Todos rieron por la broma. Excepto Leon y Chris, para quienes su responsabilidad para con todos ellos era un tema demasiado serio e importante, como para reír.

—Pues claro que os apoyo, joder. Sólo estaba intentando quitar un poco de hierro al asunto. Esto parece un funeral, en vez de una buena noticia. No soy capaz de imaginar a dos personas más idóneas para ambos puestos que vosotros, en todos los sentidos —aseguró, tajante.

—¿Rebecca, Claire? —Leon preguntó a ambas, pidiendo su veredicto.

—¿Nosotras también? —la pelirroja quiso saber, mirándolo con sorpresa—. ¿Tú crees que yo estaría casada con un hombre al que considere corruptible, déspota o degenerado? ¿En serio? Y Chris es la mejor persona que conozco, junto a ti, obviando el hecho de que él es mi hermano.

—Debía preguntarlo. ¿Y tú, Rebecca?

—Yo estoy con vosotros —la morena dijo, sin más.

—Gracias a todos. Tan sólo quedas tú, Cristina. ¿Hablo con el presidente de los Estados Unidos, entonces? —pidió confirmación a la mujer.

—Yo… ¿No hay una mejor opción? —quiso saber, mirándolo con temor.

—El hecho de que me hagas esa pregunta, demuestra que tú eres la mejor opción. ¿Qué me dices?

—Que no sé dónde narices me estoy metiendo. Pero lo haré. Por mi país, lo haré. Y que Dios nos coja confesados —aceptó, con voz firme.

—Te queda un largo camino por delante —él le advirtió—. Sabes que, cuando te conviertas en presidenta de Santángel, todos, absolutamente todos, van a intentar manipularte. Quiero que sepas que, si te voy a proponer a ti, es porque espero que, en la medida de todo lo posible, no lo permitas —declaró su intención, tajante.

—Leon y yo no vamos a estar ahí, para ayudarte —Chris añadió, con sinceridad—. Nuestro trabajo en Santángel concluye aquí y ahora. Aunque si nos necesitas, extraoficialmente siempre nos tendrás.

Leon asintió.

—No sé por qué me he dejado convencer por un par de locos idealistas —reflexionó, con una sonrisa—. Pero me gusta.

—Decidido, entonces. Chris, por favor, ¿te encargas tú de hablar con el capitán del Roosvelt para que nos lleve a un puerto franco? Debemos desembarcar cuanto antes —Leon pidió al comandante, con amabilidad.

—Por supuesto.

Inmediatamente, el moreno salió de la sala, dando la reunión por concluida.

Y el director de la D.S.O. salió tras él, de camino a otra sala que el capitán le había cedido previamente, desde donde podría contactar con el presidente de Estados Unidos con total privacidad.

El resto permaneció en silencio durante unos segundos más.

—Me alegro de verte, tío —Patrick dijo a Carlos. Y le dio una palmada amistosa en la espalda—. Voy a la cubierta a tomar un poco el aire.

Un segundo después, Anna lo siguió.

—¿Hacen un par de cervezas? —Nathan preguntó a Damian, con una enorme sonrisa—. Vamos a las cocinas, a ver si se las sonsacamos —propuso, alegremente.

Su compañero asintió con la cabeza, encantado con la idea. Y los dos hombres se largaron.

Piers se marchó, en silencio; necesitaba dormir un par de horas.

D.C. y Pierce habían comenzado a discutir un enrevesado asunto sobre radares, que ninguno de los demás era capaz de entender. Así que, se quedaron solos.

Claire cogió a Rebecca por un brazo, llamando su atención. Y ambas se marcharon en silencio.

—¿Cómo has formado equipo con todos estos buenas fichas? Se nota que son buena gente —Carlos dijo a Jill, admirado.

—Me da en la nariz que también habrá un puesto para ti a nuestro lado, si lo quieres —ella aseguró, alegremente.

—Sólo, si esta vez te dejas de excusas y te conviertes en mi novia —él negoció, mirándola con pícara arrogancia.

—¿Eso es negociable?

—Absolutamente, no.

—Pues nada, me resignaré —ella aceptó, fingiendo rendición.

Carlos fijó su mirada en la castaña, atónito. ¿La mujer por la que llevaba tantos años suspirando, acababa de aceptar ser su novia? Eso había que celebrarlo. Y por todo lo alto. Sin darle tiempo para reaccionar, le estampó un beso impetuoso en los labios. Y después esperó el puñetazo. Pero este no llegó.


COMENTARIOS DE LA AUTORA

manu: Pues algo me suena sobre que Hiro Mashima estaba escribiendo una continuación de Fairy Tail. Sé que mi marido está coleccionando un manga de este autor. Pero me parece que es una nueva historia, totalmente independiente de Fairy Tail. De todos modos, últimamente mis gustos van por otros derroteros, del tipo: "City Hunter" y "Family Compo", de Tsukasa Hōjō, que están siendo reeditados en España, "Spy Family", "Una pareja de cucos", "The seven deathly sins" "Yona, la princesa guerrera" y varios más que ahora no recuerdo. Algún día volveré a leer el manga de Fairy Tail, supongo, y volveré al ver el anime. Pero no por el momento. Tengo muchos frentes abiertos a donde acudir, los principales, terminar de escribir y publicar mis fanfics y comenzar con mi novela inédita.

Un abrazo.

Rose.