Los sentimientos de Sesshomaru
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Todos los derechos reservados a Rumiko Takahashi.
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NOTA DE AUTOR: Originalmente lo pensé como un One-Shot, pero seguramente tenga más capítulos que vayan por diferentes etapas hasta Yashahime. A medida que avance puede incluir lemon, por eso la advertencia. Todo va a ir desde la perspectiva de Sesshomaru.
Sin más, me disculpo de antemano por los errores en la lectura.
La edad de Rin en este capítulo queda a criterio del lector.
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Una sola acción dice más que mil palabras
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—Nunca hemos hablado como adultos.
Dijo con sus inocentes ojos de niña, siempre tan decidida a encandilarme sin vacilación.
—¿Adultos?
—Sí, Rin ya es una adulta.
Incliné mi cabeza hacia un costado y mis depredadores ojos demoníacos recorrieron su endeble figura sentada a mi lado, delgada, quebradiza, bajita y un poco curvilínea.
Bajo mi primitivo instinto carnívoro ella estaba en un punto ideal, lista para ser devorada entre mis fauces.
Bajo mi punto de vista de demonio se veía como una humana normal y corriente, sin nada que la diferenciara de cualquier otra aldeana de su edad.
Bajo la perspectiva de este Sesshomaru, mi pequeña e irremplazable Rin había crecido, convirtiéndose en el enclave de mi longeva existencia.
—Señor Sesshomaru —comenzó diciendo con la parsimonia de su dulce voz de mujer—, Rin está…—inmediatamente se corrigió. Ser autorreferencial como me imitaba de niña ya no era lo correcto—, yo estoy confundida...
—¿Confundida?
—Bueno, hay un chico... —sus labios se apretaron con fuerza y sus pestañas cubrieron sus ojos, tan horriblemente semejante a Jaken cuando quería dárselas de sabio—, que en realidad es un hombre…
Oh, un hombre.
Mi oído se agudizó, atento a cada matiz confuso y entonación apresurada, a lo largo y ancho de cada pausa y palabra pronunciada. A través de la lectura de sus gestos busqué usurpar sus propios pensamientos, tan transparentes e impolutos para este malvado demonio.
—Nunca antes me había dado cuenta de que él era un hombre. Sé como es un hombre… sé como tiene que ser un hombre, pero desde hace un par de años comencé a contemplarlo como algo más… —pausó y sus labios se alzaron en una tímida sonrisa y de modo apresurado se rectificó—, y cuando lo veo mis emociones se vuelven volátiles, ¡me siento de un modo tan diferente!, como si mil mariposas estuvieran recorriendo mi vientre… —se mordió suavemente el labio inferior y el silencio enmudeció su boca y luego sus ojos se abrieron con horror, como si la sombra del arrepentimiento hubiese calado hondo en sus bonitas facciones. Ah, ella era tan imprudente como un adolescente humano podría serlo—. Ay… ¡lo siento, yo, yo...!
Mis pupilas afiladas se asentaron en su abochornada mirada, pero tan osada como siempre había sido en ningún momento vaciló dentro de su valentía.
—Lo sé —respondí sin más.
Parpadeó con fuerza.
—¿Lo sabe? —repitió y luego sus labios se abrieron y cerraron confundidos, buscando hallar su voz—, ¿qué es lo que sabe?
Mirada contra mirada, tan diferentes y desiguales entre sí.
—Creciste...
Rin entrecerró los ojos y no respondió, pero sus redondos, besables y juveniles labios se apretaron como un capullo de rosa. Y como era costumbre, aunque nunca he de admitirlo en voz alta, el peso de su transparente mirada me inclinaba a decir algo más.
—… es normal en tu especie, y eso está bien.
Rin entrecerró sus ojos un poco más. ¿Por qué siempre fue tan malditamente decidida? Sus pómulos se enrojecieron y aunque su voz se escuchó diminuta, preguntó:
—¿Sabe quién es ese hombre al que me estoy refiriendo?
La miré profundamente, y con la seguridad que me caracteriza respondí:
—No.
Y finalmente apartó sus ojos de mi mirada, y aquello lo sentí como un pequeño triunfo al control indirecto que tienen sobre mí las emociones de esta pequeña humana.
Aunque fue el reflejo inequívoco del orgullo el que me hizo encubrirme bajo una negativa. Porque, aunque sé que tengo todo para ganar, también existe una nimia posibilidad de no ser aquel hombre que Rin admite desear, por lo tanto es ella quien debe decir con toda seguridad es usted...
El mutismo selectivo de su voz sobrevino por unos instantes, pero mis oídos siempre captaban más allá del silencio. Hubo un abrupto contraste de intensidad en su corazón y luego la respiración se ahogó tras su garganta. Escuché un pequeño desliz vivaz y después otro más y finalmente una diminuta risa, que vibró dentro de su pecho.
La miré de reojo. Ella no me miraba y yo solo podía contemplar el movimiento de sus hombros en concordancia con lo agitado de su espalda.
Y pude sentir el temible aroma a sal.
—¿Rin?
Y sus ojos aguados me miraron.
Oh, eso se ve tan terriblemente mal.
¿Acaso he sido grosero?, ¿me ha malinterpretado?, ¿herí sus emociones humanas sin darme cuenta?
Aparté mi mirada un segundo y luego la miré otro segundo y aparté mi mirada nuevamente. Jamás he sentido incomodidad, vergüenza y arrepentimiento.
Jamás…
... pero en esas ocasiones en la que veo a Rin llorar, el escozor en mi corazón se siente tan desagradable, como si mi longeva alma estuviera ovillada y escondida, rehuyendo de la estima que le tengo a esta débil humana.
Querer, como la quiero a ella, es semejante a atarse una soga en el cuello y apretar lentamente del nudo.
—Señor Sesshomaru… —dijo con su delicada voz rota.
La miré.
No debí mirarla.
Tantas veces he decidido no hablar pero en esta situación elijo el silencio al no comprender que es lo que debo decir…
Ella pestañeó con fuerza y un puchero se deslizó por su boca. ¿Por qué los humanos mueven tanto los músculos de la cara?, ¿por qué eran tan tediosamente sensibles?, ¿por qué me afecta tanto verla llorar... a ella? Solo a ella...
—¡Rin está feliz! —exclamó imprevistamente y mi mokomoko reaccionó cubriendo mi armadura al contemplar que la pequeña humana se me venía encima con sus quebradizos y escurridizos brazos—. Mi señor Sesshomaru, Rin llora porque está tan feliz de que usted entienda y sepa quién es ese hombre en el que pienso mucho... ¡lo sé! Lo pude ver a través de su mirada...
Sentí su vibrante corazón, su suave respiración, su mojado y afiebrado pómulo contra mi mejilla, su inconfundible aroma…
Aroma… había algo que no estaba bien.
Pero el abrazo era afectuoso y confortable, como solía ser mi pequeña protegida. Cerré mis ojos y aprecié su cercanía, como si fuera los cálidos rayos de sol serpenteando por mi fisionomía.
Ella se apartó y nos miramos peligrosamente cerca.
El temible león y el ingenuo y bonito cervatillo.
Si le hincaba el diente nadie lo cuestionaría, era parte del ciclo de la vida...
Pero yo no quería comerla.
Siempre me desagrado la carne humana…
Solo quería tocarla sin ningún tipo de pretensión...
Tanteé un segundo y cuando me sentí seguro, acaricié su mejilla con mi pulgar, manteniendo el concienzudo cuidado de no rozarla con mi garra. Rin no era una belleza físicamente excepcional dentro de los patrones fríos, calculados y peligrosos de los demonios.
Pero era tan preciosa cuando sonreía. El pliege que se le formaba bajo sus ojos rasgados, sus mejillas redondas y relucientes, la punta de su pequeña nariz, y su boca carmesí.
Su deseable boca...
Como si pudiera leer mis pensamientos, me sonrió ampliamente y me sentí hechizado por su candidez.
—Señor Sesshomaru… —dijo suavemente tocando con sus dedos mi rostro. Tanteó unos segundos y luego su cuerpo se presionó más cerca del mío, tocando más traviesamente mi rostro. Sus labios tan arriesgadamente cerca de los mios—, ¿entonces usted puede darme algún consejo para declararme a Kohaku?
Sonreí.
Solo quería ver hasta donde llegaba esta estupidez.
—Ya es suficiente —dije suavemente y alcé mis garras con veneno—, te mataré...
Abrí mis feroces ojos rojos y desperté de esa trampa rompiendo con mi energía el capullo que me mantenía aprisionado.
—¡Ah! —gritó horrorizado el desafortunado demonio polilla cuando vio que sacaba de mi funda a bakusaiga.
—Estúpido, ¿de verdad te creías capaz de manipular mi mente? —cuestioné con mesurada ligereza apuntando de modo amenazante mi espada hacia su posición.
Rin no era ni por asomó tan atrevida y yo tampoco me atrevería a tanto con ella.
El nefasto demonio tragó duro por un instante pero su rostro se llenó de una presuntuosa sonrisa.
—¿Manipular? —rió con suavidad—. Tan solo presenciaste lo más profundo de tus temores.
Fruncí el ceño y luego salté hacia él. La escoria abrió su boca disparando una bola de veneno, que esquivé con demasiada facilidad.
—¡Este Sesshomaru no le teme a nada! —respondí lanzando una ráfaga letal de mi espada, que dió de lleno contra la enquencle figura que había osado insultarme.
Cuando el fulgor de mi ataque se desvaneció me acerqué hasta lo que parecía ser un montículo de cenizas. Dentro de él se asomo su rostro, desfigurado y maltrecho, pero sin perder esa sonrisa tan odiosa.
Estoy furioso.
Muy furioso.
—El temible daiyoukai se enamoró de una humana… —respondió sin dejar de reír—, ¡no será necesario vengarme!, ¡ya te condenaste a la muerte…!
Y así como dijo eso, desapareció antes de que me diera tiempo de revivirlo con tenseiga para luego volverlo a matar con la fuerza de mis manos, de la forma más sádica y tortuosa que se me ocurriera.
—¡Amo Sesshomaru! —gritó Jaken sentado sobre el lomo de Ah-Un, volando a una distancia prudencial. Detrás estaba sentada mi mayor suplicio.
Aparté mi mirada.
Estoy muy molesto.
Los escuché bajar y correr hasta mi posición.
—¡Ese miserable demonio cómo se atreve a intentar atacar al Gran Sesshomaru! —farfulló como siempre mi fiel sirviente.
—Ah, es una lástima —suspiró Rin—, era un señor polilla muy atractivo…
La miré.
Jaken parpadeó.
—Niña tonta, esa no era su apariencia real, ¡deberías ya saberlo! —respondió balanceando su báculo de un extremo a otro.
—Señor Jaken, no se ponga así, solo estoy bromeando...
Y luego mi protegida se largó a reír con su típica picardía adolescente.
—¿Cómo quieres qué me ponga?, ¡al señor Sesshomaru le desagradan esos comentarios!
Piedra.
Cabeza verde.
Golpe certero.
¡Plaf!
Desmayo.
Me di media vuelta, sin perder más mi tiempo en estas estupideces. Rin me siguió junto con Ah-Un, dejando abandonado al inconsciente e inútil de Jaken.
Luego de unos minutos de relativo silencio, finalmente Rin me llamó:
—Señor Sesshomaru…
La miré de reojo. Su rostro estaba rojo.
Ella se apresuró poniéndose enfrente de mí, y caminando marcha atrás como se había retornado costumbre cuando yo no respondía a sus llamados.
Jovencita insiste.
—Vamos de regreso a la aldea, ¿no? —cuestionó desilusionada.
—Está anocheciendo. Es momento de que regreses.
—¿No puedo dormir está noche con ustedes? Como en los viejos tiempos...
La miré profundamente.
—No eres más una niña.
—Oh, ¿y a usted desde cuándo le preocupa lo que piensen los demás humanos?
Frené mis pasos y ella también lo hizo por inercia.
—Perdón. No quise…
—¿No quisiste?
Me miró con sus mejillas ruborizadas y se dió media vuelta comenzando a caminar.
—Muchas veces digo cosas sin pensar —comenzó a hablar con calma—, pero durante este tiempo lo que sea que tengamos entre nosotros ha estado cambiando…
No respondí y caminé detrás de ella, observando su lento andar, y sus manos encarceladas detrás de su espalda.
—Señor Sesshomaru, ya no puedo recostarme contra su mokomoko como cuando era niña… —dijo suavemente—, ni abrazar su pierna cuando tengo miedo… —prosiguió con un suspiro—, o trenzar su cabello cuando estoy aburrida… —y luego pateó una piedra, jugando con ella a medida que avanzaba—, y el señor Jaken siempre me pide que mantenga las apariencias y dice: ¡ese tipo de cosas no las hace una señorita! —bufó imitando la voz de mi insoportable y fiel sirviente—. ¡Ja! Ese tipo de cosas… —repitió más para sí misma que para mí para luego reír suavemente—. Soy humana, no puedo cambiar mi naturaleza... soy lo que ves, no pretendo ocultar ningún rasgo de mi esencia...
No dijo nada más, como si hubiese esperado una respuesta que nunca obtuvo de mi parte.
A mí no me importaba si era humana.
Ese asunto se había zanjado desde el momento en el que ella revivió por segunda vez. Rin sabe que ella es lo más importante para mí. No debería existir ni duda ni mancha en su confianza ni en su corazón sobre lo que ocurriera sobre nosotros.
Sobrevino el silencio por el resto del trayecto.
Jaken todavía no regresaba desde el sitio donde lo abandoné.
Ah-Un caminaba detrás de mí.
Rin iba por delante, algo que no era costumbre, pero estaba molesta, y su prepotencia adolescente lo hacía ver como una forma de romper las reglas establecidas entre nosotros…
Y yo siempre dejaba que lo hiciera.
Mis ojos se dirigieron hacia el vaivén femenino de sus caderas pero fui imprevistamente atrapado cuando Rin decidió detenerse y darse la vuelta.
La miré con seriedad. Ella me contempló un instante y luego sonrió ampliamente.
—Ya casi estamos por llegar, en este tramo debería despedirme…
Pasaron tal vez algunos eternos segundos…
El sol caía por la frontera y los colores del atardecer la vestían de pies a cabeza. Mujer etérea y prohibida. Su rostro centellaba y la soga en mi cuello se apretaba más.
Y luego…
Y luego corrió hacia mis brazos, y todo sucedió con naturalidad, sin dudas y temores, como siempre había ocurrido con nosotros. Me incliné por inercia, ella envolvió sus brazos a mi cuello y presioné fugazmente mi boca contra la suya.
Nos apartamos con la misma celeridad. Ella hizo una leve reverencia y sin mirarme se dió media vuelta, echándose a correr y llevándose mis pensamientos con ella.
—¡Rin! —escuché el resoplido molesto de Jaken a mis espaldas—, ¡mocosa descarada!
La piedra que impactó sobre su cabeza lo dejaría durmiendo un día entero.
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