Nota de la autora: aquí estoy con un nuevo capítulo. Ya he terminado los exámenes cuatrimestrales (tengo un 8 en geometría descriptiva y un 7.6 en fundamentos matemáticos aunque me temo que fundamentos físicos la voy a cargar. uu). Todavía me quedan dos parciales pero no me parecía justo dejar pasar tanto tiempo sin poner un capítulo, así que me he puesto a escribir y ha salido esto. Me temo que hay bastante tragedia en este capítulo pero así tienen que ser las cosas. Me temo que lo peor está por venir. Me debéis perdonar cualquier error ya que lo he revisado muy por encima.

Y por último voy a contestar a los reviews:

Hika-chan: el fic está clasificado como general pero no pasa nada. Espero que te guste de igual modo. Lo siento, pero no me gustan los slash a no ser que los personajes sean homosexuales en el universo del autor original. Lo del jazz... te voy a explicar. Todavía no sé muy bien cómo situar el fic cronológicamente. La idea se me ocurrió cuando leí El hombre de San Petersburgo de Ken Follet (el de Los Pilares de la Tierra). Está ambientada justo antes de la 1ª Guerra Mundial y ya menciona los conciertos de jazz aunque no es muy popular todavía. Por eso pensé que si situaba el fic muy a finales del siglo XIX podía ser perfectamente posible. Se dice que el jazz tuvo una gran difusión a principios del XX pero bien pudo llegar antes aunque sin éxito.

Revitaa Locatis-Potter: siento decirte que las luchas de las clases oprimidas fueron en el siglo XIX, con la 2ª Revolución Industrial. Pero de todas formas muchas gracias. Me gusta que a ti te guste mi fic

E. Naomi Yano: estoy contigo en los gustos. Adoro a Chopin quien es uno de mis compositores favoritos y Bécquer... ¿qué te puedo decir de él? Llevo enamorada de él desde los 13 años aproximadamente. Lástima que muriera hace más de un siglo. Me sorprende que te gustase el discurso de Sirius. Me costó escribirlo y al final no quedé muy convencida.

También agradezco los reviews de parixs y Sara fénix Black. Saludos a todos, tanto los que dejáis reviews como a los que no. Disfrutad con el nuevo capítulo.

Capítulo II

Diez meses después...

Se despertó sobresaltado. Algo le había despertado en la noche.

Un olor especial.

Un grito en el silencio de la oscuridad.

¡Amanda!

Remus Lupin salió apresurado de su alcoba en dirección a la de su esposa. Antes de alcanzarla supo que no estaba allí.

De la habitación del pequeño Sirius salía humo. Cuando Remus llegó vio a su esposa rodeada de un círculo de fuego, protegiendo a su hijo de apenas un mes de vida con una manta.

"¡Ya estoy aquí¡No te preocupes!"

"¡Remus!" Gimió la asustada mujer. Comenzó a toser, asfixiándose con el humo.

Remus comenzó a llamar a los criados a gritos a la vez que arrancaba las cortinas del pasillo. Amanda había perdido el equilibrio y yacía en el suelo, apenas respirando. Remus atravesó las llamas cubierto por las cortinas hasta llegar hasta su mujer. Las llamas lamían su piel y prendieron su ropa de dormir, pero no le importó. Cogió en brazos a Amanda y al niño para salir de allí.

Pero nunca salieron.

xxx

Sirius abordó al primer médico que encontró en la sala pero ninguno le quería decir nada.

¡Diablos¿Qué había pasado con Remus, Amanda y el niño?

"¿Señor Black?" Era Lord Langley, el padre de Amanda. Tenía los ojos rojos y le costaba mantener la compostura.

"¿Qué ha ocurrido¡Aquí nadie me dice nada!"

"Fue un incendio. Comenzó en la habitación del niño. Una chispa de la chimenea prendió la alfombra."

"¿Pero están bien?" El marqués negó con la cabeza. Sirius vio a lo lejos a Lady Langley sostenida por dos enfermeras. Su rostro estaba descompuesto.

"El suelo se derrumbó cuando Remus estaba sacando a Amanda y al niño. Remus se salvó milagrosamente, pero mi hija..." El hombre no pudo contener por más tiempo los sollozos. Sirius lo hubiera abrazado para consolarlo, pero no era correcto.

"Lo siento mucho. La quería tanto como a Remus."

"Gracias, muchacho." El hombre le tendió una mano temblorosa que Sirius estrechó y regresó con su mujer.

xxx

El servicio de la casa le había alertado, pero Remus era su amigo y no podía dejarlo sólo cuando lo estaba pasando tan mal. Desde que había salido del hospital, se encerrara en su habitación. Apenas comía y su habitual carácter amable y dulce se había vuelto agrio.

Sirius llamó a la puerta pero no se molestó en esperar una invitación a entrar.

"¿Qué haces ahí a oscuras? Ahora vas a asearte y vamos a dar un paseo."

"Déjame, Sirius." Le contestó la voz ronca de Remus desde la oscuridad de la habitación.

"Nadie se libra de Sirius Black. Deberías saberlo, Moony." Con brío corrió las cortinas, levantando el polvo que no había sido recogido en todo aquel tiempo.

"¡Lárgate¿No entiendes que no quiero salir¡No quiero ver a nadie¡Quiero morir!" Remus escondió su rostro entre sus manos.

Sirius se paró frente a él, sus ojos grises reflejando la aflicción por su amigo.

"Mírame, Remus." El hombre no le hizo caso. "¡Mírame te digo!" Se puso de rodillas frente al sillón y le obligó a enfrentarlo. La visión de su rostro quemado en el lado izquierdo todavía impactaba a Sirius. ¿Dónde estaba aquel rostro infantil? Pobre Remus. "Escúchame." Intentó suavizar su voz. "Ellos ya no están..."

"No hace falta que me lo recuerdes."

"¡Pero tú sí estás, Remus¡Estás vivo¿Es que no cuenta?"

"Yo debería estar muerto, no ellos."

"Pero ya no se puede cambiar. Tú estás aquí, y nosotros te necesitamos." Tomó la mano de su amigo entre las suyas, apretándosela y sin dejar de mirarlo añadió. "Remus, hazlo por mí. Te necesito. Ya sabes que no sé cuidar de mí mismo. Necesito tus consejos, tu conciencia."

"No sé si podré, Sirius..." Un sollozo se ahogó en su garganta.

"Juntos podremos. Te lo prometo."

xxx

En el pub irlandés servían buena cerveza y los hombres se reunían después de una larga jornada de trabajo para refrescar sus secas gargantas. James Potter había quedado allí con Sirius. Pero aquella noche Sirius no se presentaría solo.

James había oído hablar a menudo de Remus Lupin y conocía la tragedia que le había golpeado tres meses atrás. A James no le pareció buena idea verse allí. Lupin era un hombre de clase alta, todo un caballero según las descripciones de Sirius, y no creía que encajase en aquel ambiente de clase media. Claro est�, Sirius había estado más veces y también pertenecía a la aristocracia, pero Sirius era un caso especial. Muy especial.

Aparecieron al cabo de pocos minutos. Sirius se movía con seguridad, como de costumbre. Le seguía sus pasos un hombre delgado y de estatura media tirando a bajo. Por su forma de andar James pudo adivinar que estaba nervioso, pero a pesar de ello, seguía habiendo elegancia en sus movimientos. Lástima que su rostro estuviera marcado de por vida con aquella fea cicatriz.

"¡Hey, Prongs! Te presento a Remus Lupin." Sirius puso una mano en su hombro y la otra en el de Lupin. "Remus, este es la joven promesa del boxeo, James Potter."

"Encantado, señor Potter." Le sonrió con afabilidad pero forzando el gesto, como si hiciese mucho tiempo que no sonreía.

"Hechas ya las presentaciones, voy a buscar tres jarras de cerveza."

Sirius los dejó solos en la mesa. James se sentía cohibido por el hombre. Con Sirius siempre había sido muy fácil tratar pero con Lupin no encontraba nada de lo que hablar.

"¿Le asusta mi aspecto?" Preguntó el hombre en un susurro. James alzó la mirada y lo enfrentó sin ninguna repugnancia.

"No, por supuesto que no."

"Miente. Desde que ocurrió nadie se atreve a mirarme a la cara, salvo Sirius."

James sabía que dijese lo que dijese Lupin no le creería. Para las personas como él, las apariencias siempre contaban mucho.

"Mire." James señaló a un hombrecillo enjuto y delgado con el pelo surcado de mechones blancos. "Aquel es Alastor Moody, pero aquí todos le llamamos Ojoloco."

"¿Ojoloco?"

"Fíjese bien." Lupin observó mejor al hombre, pero solo conseguía ver su perfil ganchudo hasta que se giró y pudo ver que su cara estaba surcada por una inmensa cicatriz sobre su ojo derecho que no era más que una esfera de cristal de un tamaño superior que la cuenca. Además le faltaba un trozo de nariz. "Trabaja en el puerto descargando. Un garfio le atravesó el ojo. La nariz la perdió en una reyerta. Y no acaba ahí. Tiene todo el cuerpo sembrado de cicatrices." James suspiró. "Aquí nadie se fija en esas cosas. Todos tenemos alguna marca. Aquí nadie juzga por una cara bonita."

"Veo que os estáis conociendo." Sirius posó las prometidas jarras de cerveza sobre la mesa.

"Tenías razón, Sirius. Es un buen muchacho." Lupin miró a James con verdadero aprecio.

"Vais a ser grandes amigos. Ahora somos tres para montarlas." Sirius sonrió mostrando su blanca dentadura y alzó la jarra para brindar.

"¡Por nosotros!"

"¡Por nosotros!"

xxx

Estaba sentado al piano tocando un gnossienne de un tal Erik Satie. Había encontrado la partitura en el piano, y aunque no conocía la obra ni el compositor, se había puesto a leerla, dada la facilidad y sencillez. Sin embargo la melodía estaba llena de sentimiento y rebeldía con la que él se identificaba.

Oyó pasos a su espalda y dejó de tocar. Sabía quién era antes de volverse.

"¿Desde hace cuánto está así?"

Miss Dawson suspiró. Se la veía agotada, más por dentro que por fuera.

"Un par de meses."

"¿Ha visto ya a un médico?"

"A más de uno. Todos le recetan medicinas o le recomiendan que pase un tiempo en un balneario. Pero ella se niega. No quiere separarse del señor y la niña." Meneó la cabeza y varios rizos rebeldes se desprendieron del moño.

"Tozuda Andrómeda. ¿Es que no se da cuenta que si no hace algo por curarse la muerte la separará de ellos para siempre?" Apoyó una mano en el atril del piano y se inclinó sobre el teclado. Su lacio cabello negro se deslizó por su frente y cubrió sus ojos. Otra vez escuchaba como aquellos a quién quería tenían que luchar contra fuerzas superiores a sus posibilidades.

"Por favor, señor Black, no diga esas cosas."

"Pero tú sabes que es verdad."

"El señor hace lo que puede por convencerla."

"Quizá yo podría..."

"Ahora no, por favor. Está muy agotada y estoy segura que se enfadaría. Nos hizo prometer que no le contaríamos nada."

"Necia. ¿Creía que no me daría cuenta con los accesos de tos que le dio durante toda la cena¡Si se estaba ahogando!"

Cerró con furia el teclado del piano. Esperó la reprimenda de la joven por tratar así el instrumento, pero nunca llegó.

"¿Por qué no sigue tocando?"

"¿Qué?"

"Por favor. Jamás había oído a nadie interpretar así a Satie. Consigue expresar todo lo que él quiere comunicar."

Iba a replicar que no le apetecía en aquellos momentos pero cambió de opinión. Volvió a abrir el piano y comenzó de nuevo la pieza, ahora con mayor destreza después de haberla mirado con anterioridad.

Miss Dawson se sentó en una butaca a su derecha. Sirius podía sentir su mirada sobre él. Escuchaba su respiración pausada. Un suspiro. Ojalá pudieran estar así toda la eternidad, sin discutir. Compartiendo aquella intimidad que hasta hacía unos momentos le había parecido inalcanzable.

Terminó con la última nota.

"No sabía que fueras tan gran pianista."

"Lo guardo para la intimidad. Mis padres piensan que perdieron su dinero en las clases de piano. Posiblemente sea lo mejor que me han dado en toda la vida, además de enviarme a Hogwarts."

"Deberías dar gracias por todo lo que tienes. Hay muchos que no tienen ni la décima parte."

"¿Acaso no recuerdas el día que nos conocimos?"

"No me lo recuerdes." Miss Dawson se enderezó alisándose la falda sobre el regazo. "Pero sé a que te refieres. Tú y tus pensadores socialistas."

"Lo dices como si fueran un cuento chino."

"Las cosas sobre papel parecen siempre muy bonitas pero la realidad es siempre muy diferente."

"¿Y qué debemos hacer¿Conformarnos? Si esos hombres no hubieran difundido sus ideas..."

"Yo no menosprecio sus ideas." Le interrumpió con tono conciliador. Jamás habían mantenido una conversación en la que ella adoptase una actitud tan serena. "A lo que me refiero es que habría que ver sus ideas en la práctica."

"Eso es por lo que luchan muchos hombres, yo entre ellos."

"¿Cómo que tú entre ellos?" Lo miró con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

"Me reúno con ciertas personas, gente del mundo de las fábricas que quieren luchar por sus derechos, y yo los estoy apoyando en todo lo que puedo." Ejecutó un arpegio a lo largo de todo el teclado, evitando la mirada de la joven.

"Debes tener mucho cuidado con dónde te metes."

"¿Es que no me crees capaz de cuidarme sólo? No me va a pasar nada." A continuación tocó acordes en sol mayor.

"Perteneces a una clase social muy por encima de ellos. ¿De verdad crees que te aceptarán en sus filas?"

"De momento ya lo han hecho. ¡Necesitan apoyo de alguien con cierto poder!" Acorde de séptima dominante.

"¡Oh, Sirius¿Dónde te estás metiendo?"

Él levantó la mirada del teclado y la miró con una leve sonrisa colgando de la comisura de los labios.

"¿Te has dado cuenta de que es la primera vez que me llamas por mi nombre?"

"Y que no discutimos a gritos."

"Y que nos tuteamos. ¿Puedo llamarte Elisabeth?" Sirius se inclinó hacia ella.

"No deberías." Se miró las manos y sus uñas bien cuidadas como si fueran lo más importante en ese momento.

"Por favor. Sólo cuando estemos a solas."

"Temo cuando nos vemos a solas."

"Ahora estamos a solas. ¿Tienes miedo?"

"Más que nunca."

"¿Por qué?" Preguntó alzando una ceja.

"Porque hoy pareces un hombre totalmente distinto."

"No soy un hombre distinto. Soy yo mismo, solo que nunca me dejas mostrarte todas mis caras."

"No quiero conocerlas." Ella giró el rostro e hizo además de levantarse.

Sirius se adelantó a cogerla por la muñeca.

"Repito la misma pregunta¿por qué?"

"Por que si conozco todas tus caras puede que acabe enamorándome de ti. Y no quiero."

"Mentirosa." No había reproche o intención de herirla en su voz. Estaba sonriendo ante lo que evidenciaban las palabras de la joven. "Sé que quieres."

"No puedo."

Se soltó de su presa y salió del salón. Él no la siguió. Se volvió al piano y siguió tocando otra obra de Satie.