La regordeta ama de llaves abrió la puerta y con pasos acelerados se acercó a la ventana, y sin piedad, descorrió las cortinas, permitiendo a la luz del sol penetrar en la habitación.
"Es hora de levantarse, joven señor."
"Mmm... Déjame dormir... un poco más, Nana." Harry se envolvió con las sábanas hasta la cabeza protegiéndose del resplandor.
"No, señorito." Respondió la mujer con tono autoritario y tirando de la colcha para sacar al niño. "El señor le está esperando. Hoy tienen una cita. ¿Es que no se acuerda?"
"¿Una cita¿Qué cita..." Los ojos de Harry se abrieron de pronto y saltó de la cama como alma que lleva el diablo "¡Nana, date prisa!"
La anciana suspiró. Ojalá despertase así de rápido todos los días.
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La mirada sabia e impenetrable del anciano director no se había apartado en ningún momento de Harry, pero en lugar de ponerlo nervioso, como sería de esperar, el niño se sentía cómodo y bien acogido. El profesor Dumbledore, director de la prestigiosa escuela Hogwarts, se había mostrado amable y simpático, obsequiándolo con un caramelo de limón, pero al mismo tiempo no lo trataba como a un niño ignorante. Aquel trato le daba confianza a Harry, a pesar de encontrarse con una de las personalidades más importantes del Reino Unido.
"Y bien, Harry. Ya has cumplido los once años, si no me equivoco."
"En efecto, señor. El treinta y uno de julio."
"Según tengo entendido, este último año el señor Lupin se ha ocupado de tu educación."
"Así es. El señor Lupin ha sido un gran profesor. Nunca tuve tanto interés por aprender hasta ahora."
"Ese es el tipo de alumnos que queremos en Hogwarts: aquellos que quieren aprender."
Dumbledore sonrió y Harry lo imitó. Después miró a Lupin que se encontraba sentado a su lado. Éste no había mencionado palabra desde las presentaciones.
Harry lo había notado muy raro desde el desayuno, como abatido y resentido por algo. Como Harry había descubierto en el año que había vivido con él, Lupin era un hombre melancólico y que tendía a encerrarse solo en la biblioteca. Pero cuando estaba con é, se transformaba en lo más cercano a una figura paterna que Harry había conocido. Incluso había retomado el interés por otras actividades como el teatro y la música aunque no se prodigaba mucho en las reuniones de sociedad. Pero aquella mañana parecía cubierto por una nube gris.
Dumbledore continuó. "Pero no todo está en los libros, Harry. El convivir con otras personas, el saber qué está bien y qué está mal,... la vida en definitiva, tendrás que aprenderla por tu cuenta, y nosotros estaremos para ayudarte."
"Gracias, señor."
"Profesor, Harry. Llámame profesor Dumbledore."
"Sí, profesor Dumbledore. Le estoy muy agradecido por aceptarme y le prometo que haré todo lo que pueda para estar a la altura de sus expectativas y las del señor Lupin." Lupin se giró y en su deformado rostro se dibujó una sonrisa. Harry sintió lo orgulloso que se encontraba el hombre y el cariño que le profesaba, y su dicha aumentó.
"Harry¿te gustaría conocer el colegio?" Harry asintió y Dumbledore hizo sonar una campanilla. Al momento apareció el secretario de Dumbledore, un hombre de edad madura y que había perdido gran parte de su pelo rojo.
"Harry, te presento a Arthur Weasley. Él te mostrará el colegio." Dumbledore los despidió con un movimiento de cabeza. Harry se levantó para seguirle pero se detuvo al ver que Lupin no los seguía.
"¿No viene, señor Lupin?"
Los ojos de Lupin, perdidos unos segundos antes en las fotografías de la pared se dirigieron a él para contestarle. "Ve tú, Harry. Yo necesito hablar con el profesor Dumbledore un momento."
Harry se despidió de Dumbledore y Lupin y siguió a Arthur.
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"Así que empiezas este año." En cuanto salieron al claustro del colegio, el aire fresco parecía haber desatado la lengua del pelirrojo secretario.
"Sí señor."
"Yo también estudié aquí, al igual que mis hijos. Charlie y Bill ya terminaron hace unos años. Percy, Fred y George están en cursos superiores, pero Ron empieza este año como tú." El señor Weasley señaló a su derecha. "Ahí está la biblioteca. ¡Cuidado con Madame Pince! Es muy celosa de sus libros. Ni se te ocurra doblar la esquina de una hoja. Yo lo hice una vez y me multó con quince días sin poder entrar. Y por allí está la cocina, territorio de mi mujer. ¡Oh, mira! Allí están Ron y Ginny. Ginny es un año menos que tú y Ron. El próximo año empezará en el colegio Saint Margaret."
El señor Weasley le presentó a sus hijos, ambos igual de pelirrojos que él. Ginny se puso roja como su cabello y se escondió tras su hermano. Ron le tendió la mano aunque lo miró con recelo.
"¿Por qué no le sigues enseñando tú el colegio, Ron? Yo tengo todavía trabajo por hacer, y así podéis haceros amigos." El señor Weasley le tendió una mano a Harry. "Ha sido un placer, Harry."
"Lo mismo digo, señor."
El hombre regresó al edificio principal dejándolos solos. Harry no estaba acostumbrado a hacer amigos nuevos. A decir verdad, nunca había tenido un amigo de verdad ya que su primo siempre estaba allí para imperdirlo.
"¿Has visto ya los invernaderos?" Harry negó con la cabeza. "Pues vamos."
Los dos niños echaron a andar por el jardín seguidos unos pasos por detrás por Ginny. Ron lo miraba con curiosidad pero parecía no atreverse a hablar. Harry decidió empezar él.
"¿Vivís en el colegio?"
"Sí. Tanto profesores como empleados viven dentro de las dependencias del colegio. Snape, el profesor de química, es el único que vive fuera."
"Tiene que ser genial vivir aquí. Este castillo tiene que tener muchos sitios por descubrir."
"Dudo que quede alguno que Fred y George, mis hermanos, no conozcan. Son unos expertos en gastar bromas. Filch el conserje les tiene la guerra declarada." Ron parecía ganar confianza. "Pero no está mal vivir en Hogwarts, si no fuera por algunos inconvenientes."
"¿Qué inconvenientes?"
Ron le explicó que, aunque Hogwarts era un colegio muy prestigioso para los hijos de ricos empresarios y nobles, Dumbledore había establecido un número de becas para los menos favorecidos, y por ello, todos los hijos de los Weasley habían podido estudiar allí. Aunque sus hermanos habían logrado hacer buenos amigos, siempre estaban los snobs que se divertían burlándose de ellos y ridiculizándoles por su condición de pobres.
"Lo siento si te parecí un poco seco al principio."
"Creo que comprendo lo que tienes que soportar. En mi antiguo colegio mi primo y sus amigos me hacían la vida imposible y no tenía amigos, pero el señor Lupin es ahora mi tutor y gracias a él estoy en Hogwarts. Él es rico pero no trata mal a nadie, y menos por no tener dinero. Si no, no hubiera sido amigo de mi padre."
Se detuvieron frente a los invernaderos, pero ambos niños estaban más interesados en conocerse que en ver plantas.
"Oye, Ron. ¿Tu hermana es muda?" Murmuró Harry señalando a la niña.
El pelirrojo se encogió de hombros. "Es raro. Habitualmente es muy habladora y respondona. No sé qué le ha picado hoy."
Puede que Ron no mintiera, pero Ginny Weasley no desprendió ni una palabra en los siguientes encuentros que tuvieron, y no fueron pocos, porque Ron se convirtió en el mejor amigo de Harry.
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"No me lo puedo creer. ¿Libre¿Por qué?"
"Ha conseguido la condicional. Ha mostrado un buen comportamiento y parece ser que no tuvo un juicio justo."
"¡Pero él mató...!" La voz de Lupin se ahogó en la garganta. Era todo tan doloroso aún habiendo pasado diez años...
"¿Estás tan seguro de ello?" Preguntó Dumbledore poniéndose de pie y descolgando una fotografía de la pared. El silencio de Lupin le bastaba como respuesta. Después de mirar la foto se la tendió a su antiguo alumno. "Sabía que era esto lo que estabas mirando cuando hablaba con Harry."
En la foto aparecían unos treinta alumnos ataviados con el uniforme del colegio rodeando a los profesores. Lupin estaba allí, dieciocho años más joven y sin la cicatriz en la cara. A su lado un joven de cabello oscuro sonreía con gesto arrogante.
"Siempre tuvo su punto de crueldad y era difícil descifrar lo que rondaba por su cabeza. Y por aquel tiempo andaba metido en asuntos peligrosos. Siempre le reprochó a James que no se involucrase en la causa como él."
"¿Crees que eso fue motivo para matar a su mejor amigo y a su mujer?"
"¡No lo sé¡No lo sé!" Lupin escondió el rostro en sus manos. "Él estaba allí, cubierto de sangre. Todo indica a que fue él."
Dumbledore suspiró. "¿Le has contado algo de esto a Harry?"
"No. Le dije que fue un robo. Que James trató de defenderse y..."
"Sabes que no podrás mentirle por mucho tiempo. Está saliendo en los periódicos y podría leerlo, y entonces empezaría a preguntar."
"Mandé quemar los periódicos de hoy y he dado instrucciones de remitirme directamente a mí la prensa antes de que Harry se levante." Lupin supo qué le quería decir Dumbledore. "Todo a su tiempo. Harry se merece una infancia feliz."
"Confío en tu criterio."
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Con suave trazo, deslizó el carboncillo por la hoja y dio forma al perfil de la niñera empujando el carrito de bebé. Con un dedo difuminó el polvo negro haciendo la sombra y observó el resultado. Le gustaba retratar esas pequeñas imágenes cotidianas: los niños en el parque, Olivia la cocinera preparando el estofado, su padre trabajando...
Una figura se interpuso entre ella y el sol pero al momento reconoció la silueta de hombre.
"¡Papá¿Qué haces aquí tan pronto?"
"¡Mi pequeña Nymphadora!" Exclamó Ted Tonks recibiendo el caluroso abrazo de su hija y acariciando su pelo. "Me sentía culpable por tenerte abandonada últimamente. Hoy acabé pronto y vine a buscarte."
"Me alegro de que hayas venido, papá."
"¿Damos un paseo?" Sugirió el hombre paseando su mirada por Hyde Park.
"Dame un segundo para recoger todo esto."
Ted Tonks avistó un carrito de dulces y tuvo una idea. "¿Te una manzana de caramelo?"
"¡Me muero por una!"
El hombre acarició su mejilla y se alejó en busca del vendedor de dulces. Nymphadora dio un último vistazo al dibujo y alzó la mirada al lugar que había retratado. La niñera se había ido pero cubierta por la sombra del árbol había ahora una persona que le era vagamente familiar. El recuerdo se volvió más nítido y al volver a verlo tuvo la certeza de que no se equivocaba. Cogiendo sus cosas echó a correr hacía él.
"¡Sirius¿Eres tú de verdad?"
"¡Espera!" El hombre la detuvo con una mano antes de que lo abrazase. "No es conveniente que nos vean juntos."
"¡No me importa que me vean contigo¡Tú eres inocente y no hay porqué ocultarse!" Exclamó testaruda.
Sirius sonrió pero no era la misma sonrisa que diez años antes. Sirius parecía más viejo de lo que era. Arrugas surcaban su rostro y una barba sin recortar cubría su mentón. Vestía ropa vieja y de poca calidad, aunque su postura elegante no había desaparecido. "Al principio no estaba seguro de que fueras mi niña. ¡Mírate¡Te has convertido en una mujer¿Pero qué ha sido de tu pelo¡Parece una remolacha!"
"¿No te gusta?" Nymphadora cogió un mechón de su pelo teñido de caoba y puso cara de puchero pero enseguida acompañó a Sirius con su risa. "Deberías haber visto la cara de las mujeres al inicio de la temporada. Tía Narcisa estaba furiosa."
"Veo que has salido igual de rebelde que tu madre." La sonrisa de Sirius fue desapareciendo lentamente mientras su mirada se perdía en el verdor de la hierba. "Lamenté mucho la muerte de tu madre. Fue como una hermana para mí."
"Ella también te quería mucho e hizo todo lo posible por ayudarte pero entonces empeoró y..."
Ambos se quedaron en silencio pero fue interrumpido por la joven que añadió con voz queda: "Papá se alegrará de verte también."
"No, Nymphadora. No quiero ser un estorbo."
"¡Tú no eres un est...!" Sirius puso un dedo sobre los labios de su sobrina "Sólo quería verte y saber que estabais bien y... esperaba que tú me pudieras decir algo sobre Regullus."
"¡Regullus!" Nymphadora se mordió el labio, nerviosa. No le gustaba ser portadora de malas noticias. "Poco después de entrar tú en la cárcel empezaron a circular rumores de que frecuentaba asiduamente fumaderos de opio y protagonizó varios escándalos. Tus padres lo repudiaron y nadie supo más de él. Dicen... Dicen que lo encontraron muerto en uno de estos lugares."
Aunque fue igualmente doloroso par él, Sirius siempre había temido algo parecido. No era desconocida para él la adicción de su hermano por el opio.
"Podría preguntarle a papá. Él puede saber más del tema..."
"¡Déjalo! Quiero que olvides este tema. ¿Me oyes? Lo más seguro es que esté muerto de verdad. Ese estúpido..."
Nymphadora sabía la historia de los dos hermanos. Sirius había sido el rebelde mientras su hermano menor obedecía ciegamente a sus padres. Sus tíos presumían de Regullus a la vez que repudiaban a Sirius. Los dos hijos no se llevaban bien pero, bajo la sombra del árbol, Nymphadora se había dado cuenta del cariño que Sirius sentía por su hermano.
"Debes irte, Nymphadora." Dijo Sirius empezando a darle la espalda.
"¿Volveré a verte?"
"Quizá."
"Al menos, dame una dirección..."
"Debes regresar con tu padre. Cuídate." Sirius se acercó y le dio un breve beso en la frente desapareciendo a continuación.
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La agitación se extendía entre los actores. El ensayo de aquel día no era uno más. El productor de la obra iba a estar presente para juzgar por sí mismo si la elección de los actores había sido acertada.
Aquel hombre era un misterio. Nadie sabía su nombre o lo había visto alguna vez salvo Tommy, el director del teatro. Este era un tema habitual entre los actores y actrices cuando no estaban ensayando. Jessica era de la opinión de que era un joven y apuesto heredero de una enorme fortuna apasionado del teatro.
"Estoy segura que de ser un viejo igualmente rico, acabaría en su cama con tal de sacar algo a cambio." Murmuró Peg mientras cosía al lado de Angie.
Jessica tampoco era muy del agrado de Angie. Era vanidosa y déspota y se gustaba de humillar a Angie. Todos murmuraban que había conseguido el papel de Ofelia tras visitar el despacho de Tommy varias veces al final de los ensayos.
"¡Angie, Angie¿Dónde está esa inútil?" La joven suspiró y salió al encuentro de Jessica.
"Estoy aquí."
"Aprieta el corsé. Quiero lucir todos mis encantos." Angie puso los ojos en blanco y tiró de los cordones. "¡Ay¡Serás bruta!"
"Perdona Jessica." Tuvo que morderse el labio para ocultar la sonrisa que asomaba a sus labios. Jessica la miró con los ojos entrecerrados.
"Te crees mejor que el resto¿no es así?"
"Yo no creo nada. ¿Puedo irme ya?"
"No. Tengo un vestido en mi camerino con un desgarrón que debes arreglar." Dijo con desdén y se marchó.
El trabajo de Angie en el teatro consistía en eso: ayudaba a vestirse a los actores y cuidaba del vestuario. Estaba acostumbrada a las exigencias de Jessica y a llevarse a casa un cesto lleno de ropa para remendar, lavar y planchar. Pero por desagradecido que pudiera parecer su trabajo ella disfrutaba del ambiente del teatro, presenciar los ensayos y las representaciones finales.
Por ello aquel día acogió con la resignación de siempre el encargo y se sentó en una silla con la labor detrás del telón, pudiendo ver la puesta en escena.
Antes de empezar miró hacia el palco reservado para el misterioso productor. A pesar de estar todo en penumbra, sabía que estaba allí. ¿Por qué motivo se ocultaba tan celosamente?
"Hoy comenzaremos con el tercer acto de la primera parte." Anunció Tommy.
"Ahí tienes tu oportunidad, Jessica." Murmuró Angie. "Y además con poco texto, es tu día de suerte." Murmuró Angie enhebrando la aguja.
Era la primera escena en que Ofelia tiene texto. Ella despide a su hermano Alertes que regresa a Francia, y es el que más habla, puesto que Ofelia sólo responde con frases cortas hasta el final.
"El sentido de tu buena... ¡lección!
será el guardián de mi... lecho. Mas, hermano,
no me enseñes, como el mal... cura,
la ..."
"¡Alto!"
"Jessica, cielo, es pecho, no lecho, -aunque viene a significar lo mismo – y dice sacerdote, no cura."
"¡Oh, sí, sí! Ha sido un despiste. ¿Podemos repetir?"
Laertes volvió a recitar su papel perfectamente pero en el turno de Ofelia.
"El sentido de tu buena lección
será el guardián de mi pecho. Mas, hermano,
no me enseñes..., como el mal sacerdote..."
"¡...la espinosa pendiente del cielo
mientras tú, cual fatuo libertino,
sigues la senda florida del placer
y no tus propios consejos.!" Exclamó una potente voz desde el palco a oscuras. "¿Acaso es tan difícil¿De dónde has sacado a esta pésima actriz, Tommy?"
"¡Por favor, señor! Es sólo que no le dediqué tiempo a esta parte."
"Entonces sabrás bien el diálogo con Hamlet."
"Sí."
Angie sabía que no era así. Jessica no tenía buena memoria y tampoco le dedicaba mucho tiempo al libreto. Sin embargo, allí estaba, interpretando uno de los papeles femeninos de Shakespeare más famoso. Por el contrario, Angie, que guardaba celosamente su deseo de convertirse en actriz, esperaba a que surgiese una oportunidad y en el camino intentaba aprender del resto de los actores además de los diálogos antes que muchos de los actores principales.
"Adelante. Demuéstralo."
Jessica estaba haciendo el mayor de los ridículos, y por muy cruel que fuera, Angie no podía dejar de comparecerse de ella. Cuando Marcel, quien interpretaba a Hamlet, terminó su parte, Jessica no supo continuar y Angie decidió echarle un cable.
"Mi señor¿cómo ha estado Vuestra Alteza
todos estos días?" Le susurró. Jessica titubeó pero al final repitió sus palabras.
"Con humildad os lo agradezco: bien, bien, bien." Respondió Hamlet.
Jessica empezó a repetir lo que Angie le soplaba. "Señor, aquí..."
"¡Basta! Quiero que salga quien le está diciendo su texto."
Angie pensó en escapar y esconderse en los camerinos, pero ella no era cobarde y decidió enfrentarse al hombre.
"Disculpe, señor. Yo sólo quería..."
"¿Eres actriz de la compañía?" La pregunta la cogió por sorpresa pero no hizo falta que respondiera. Jessica lo hizo por ella.
"Sólo es la costurera."
"¿Te sabes el papel de Ofelia?"
"Sí, señor." Y el resto de los papeles, estuvo a punto de decir, pero parecería demasiado presuntuoso.
"Hoy interpretarás tú el papel de Ofelia."
Y a partir de aquel día Angie se convirtió en actriz.
Nota de la autora:
Sin darme cuenta he dejado mucho tiempo sin actualizar, a pesar de que este capítulo ya estaba escrito, pero faltaba pulirlo. Este año estoy muy ocupada con la universidad y apenas tengo tiempo para hacer muchas cosas que me apetecería, como escribir, pero ahora estoy de vacaciones de carnaval.
Sirius Black ha regresado y empieza la acción. En este capítulo aparece por primera vez Angie, un personaje original mío, y también parte de la familia Weasley. Ya sólo falta Hermione para completar el trío, pero aún tardará unos capítulos. Y está Tonks, aunque por cuestiones de ambientación histórica, aquí la llaman por su nombre. Tuve un problema con su pelo, ya que no lo podía poner rosa. Por eso se lo puse de un color similar y más posible, dado que en esa época se teñían de rubio (si no, permitidme esa licencia).
Espero que hayáis disfrutado y aguardéis con paciencia el próximo capítulo, que está en progreso (por la mitad, más o menos).
