V
El espadachín tenía razón, que ella se hubiese rendido tan rápido era la excepción y no la regla, Arthur merecía ser feliz, merecía encontrar a alguien con quien poder pasear tomados de la mano, alguien que le dedicará tiempo de forma sincera; piensa mientras deambula sin rumbo por el castillo hasta que se toma con la escena de ambos jóvenes recostados bajo un árbol, con Ginebra sobre él mientras se besaban apasionadamente. Lo que la hace detenerse en seco.
No era la primera vez que alguien que le importaba le restregaba a su pareja en la cara, pero había 2 puntos importantes, Elizabeth era su amiga, por tanto una parte de ella estaba conforme con esa relación, cosa que no podía decir de Ginebra, y segundo, no menos importante, por qué se sentía tan mal, cuando ella misma había dicho que no estaba interesada en recibir amor.
Por unos instantes piensa en darse la vuelta, pero una sensación extraña y digamos casi primitiva la hace querer acercarse.
-¿No deberías estar reunido con tus caballeros?- exclama asustando a la joven que se separa rápidamente de Arthur, pero él solo le dedica una mirada de desaprobación.
-Disculpa, estoy ocupado en otros asuntos- le dice levantándose de la grama, pero sin inmutarse por el tono que usa Merlín.
-¡Me tienes harta con esa actitud!- dice mientras se acerca a él y lo sujeta de la camisa.
-Disculpe, señorita Merlín, esto es mi culpa, no debería estar distrayendo a su majestad, le pido…
-¡Esto no es contigo muchachita! Y ya deja ese ridículo papel de querer agradar a todo mundo.
-¡Suficiente!- la detiene Arthur soltándose de su agarre- Ven, vamos a hablar a otro lado, Ginebra te pido una disculpa- le dice amable mientras la joven hace una reverencia y se aleja.
Se supone que Merlín debería sentir miedo, el mismo que sienten todos los caballeros cuando Arthur les dice que quiere reunirlos en privado, pero la adrenalina en su sangre era tanta que en lugar de eso, sentía rabia. Por la actitud de Arthur y por sus propias acciones. ¿Qué pasaba con ella? Ella siempre era cautelosa y premeditada.
-¿Qué demonios te pasa Merlín?- le reclama entonces, la primera vez en la vida que Arthur la cuestionaba y levantaba la voz, y la peor parte es que ella no podía darle una respuesta clara.
-¿Qué te pasa a ti? Se supone que tienes planes importantes y ahora…
-Basta de esa ridícula excusa- la enfrenta entonces- Te dije que estoy dispuesto a acabar con tus antiguos compañeros si se interponen en mi camino y estuviste de acuerdo, has dicho que si a cada decisión que te he propuesto, aún con lo absurda que se escuchará, y ahora… ¿la única cosa que parece molestarte lo suficiente como para desafiarme es que estoy saliendo con una chica?
-Es que… -se detiene sin saber que decir..
-¿Es que qué? Aún no es tarde para que cambies de opinión sobre tu lugar en este reino- le dice tratando de calmarse- Si realmente quieres que tú y yo intentemos algo, este es el momento de decirlo…- suspira mientras frota su nuca- Y bien ¿es lo que deseas?
-No- le responde con miedo. Si quería, realmente quería, pero tenía miedo, miedo de todo lo que eso significaba; el amor es momentos felices y divertidos, pero también es problemas, es hablar, es ser sinceros, es entender, es escuchar, es dejar de pensar solo en ti mismo, es fracasar, es salir lastimado y un sin fin de situaciones que no tenía el valor de intentar.
La irá se refleja en los ojos violeta del Rey, está vez si que había echado a perder las cosas.
-¿Esto es un juego para ti? ¿Siempre lo ha sido no es así?- le dice furioso- No quieres intentar nada serio conmigo, pero tampoco me dejaras estar con alguien más, sabes que, si no quieres ser mi reina ¿a lo mejor te interesa ser mi concubina?- agrega haciendo que Merlín se descoloque.
-¡Imbécil!- le grita entonces dándole una bofetada y luego un incómodo silencio llena la habitación.
Los ojos de Arthur se tornan oscuros mientras frota su mejilla. Uno de los dos o ambos debían disculparse, pero por cosas absurdas de la naturaleza humana, a pesar de que uno era casi un Dios y la otra había vivido milenios, ninguno de ellos pudo dejar el orgullo.
-Te doy 5 segundos para que salgas de aquí- exclama finalmente Arthur, sabía que en momentos así requería de todo su autocontrol para no hacer una tontería y realmente no se perdonaría nunca el lastimar a Merlín. Ella ve la amenaza implícita por lo que simplemente se dirige a la puerta.
Al verla alejarse, esta vez es él quien comienza a soltar su frustración destruyendo todo lo que lo rodea en aquella sala.
