ROMPER SUS COSAS NO FUE UN BUEN COMIENZO
Faltaba poco, prácticamente nada, y la bicicleta estaría lista. Pero Arthur no quería que esto se terminara. Quizás era momento de abrirse más con Francis y ser honesto acerca de sus sentimientos. Esto no tenía porqué acabar aquí. Todavía podían seguir viéndose con frecuencia, hablar sobre todo y nada en particular, molestarse mutuamente, tal vez probar más de esas comidas raras.
Comenzar a salir románticamente.
La idea lo aterraba un poco.
Oyó abrirse la puerta trasera de la casa. Arthur se hizo el que todavía estaba ajustando el buje de la bicicleta, pero se detuvo al escuchar que Francis estaba acompañado por la persona misteriosa que recién había golpeado su puerta.
—Arthur, este es Antonio.
No podía dar crédito a lo que oía. Se volteó tan rápido como su cuerpo se lo permitió y se encontró con un rostro despreocupado, el rostro de quien le había destruido su instrumento. Levantó una llave inglesa sin más intención que la de asustarlo.
—¿Trajiste a tu amigo para que por fin saldemos las cuentas?
Antonio frunció el ceño ante su actitud y dijo:
—Tú fuiste quien le rompió la bicicleta. Si alguien está en deuda eres tú… —Se volvió hacia Francis con expresión de confusión—. ¿Cómo dijiste que se llamaba?
—¡Arthur! —Gritó él mismo, antes de que siquiera saliera una palabra de la boca de Francis.
—Tranquilo, Antonio está aquí para disculparse por lo que pasó.
—Lo estaré una vez que me haya rogado perdón.
Francis lo miró a Antonio con una pequeña sonrisa que éste pronto le devolvió.
—Realmente no recuerdo haber hecho nada de lo que Francis me contó —dijo—, pero lo lamento si fue así, en serio.
Arthur soltó un gruñido y apoyó con fuerza la llave inglesa sobre la mesa de jardín.
—Eso no es una verdadera disculpa —exclamó furioso—. ¿Cómo no puedes recordarlo? Estabas en la fiesta de Lars, mi amiga te vio ahí haciéndote el idiota. No me extrañaría que hubieras estado drogado.
Francis escuchó atentamente, luego le lanzó una mirada inquisitiva a Antonio. ¿De qué iba todo eso? Su amigo se sonrojó levemente, pues ahora comprendía su propia falta de memoria de los hechos.
—Tal vez… —Tartamudeó—. Había muchas drogas dando vueltas por ahí esa noche.
—¿Desde cuándo haces eso sin nosotros? —preguntó Francis. Ese nosotros se refería sin duda al inseparable trío que formaban junto con Gilbert.
—Fue cosa de una vez —se excusó Antonio, sacudiendo la cabeza—. Ya sabes que Lars suele ser un imbécil conmigo… Probablemente haya sido él quien me dio algo de eso sin que lo notara. —Volvió su atención a Arthur y forzó una sonrisa amable—. Lo lamento, no puedo imaginar qué otras tonterías habré hecho esa noche.
—Aún más lo lamentó mi bajo, me costó una fortuna arreglarlo.
—Iré a traer algo de beber —interrumpió Francis.
Su gesto de cortesía no era más que una fachada para estar solo un momento, los celos estaban claros como el día en su mirada.
—Dije que lo sentía —repitió Antonio una vez que su amigo desapareció por la puerta—. No estaba consciente de lo que hacía en ese momento.
—Tal vez no deberías meterte en lugares así, ¿no crees?
Antonio inhaló bruscamente. No comprendía por qué no aceptaba sus disculpas y ya.
—Tú rompiste la bicicleta de Francis a martillazos a plena consciencia. ¿Cuál es tu excusa?
—Creía que era tuya. Y mira. —Señaló el objeto en cuestión, ahora prácticamente en perfecto estado—. La reparé para él. Eso se llama hacerse cargo de las cosas.
—¡Te dije que estaba...! —Se detuvo en seco. Entrecerró los ojos y escudriñó a Arthur—. Tú estabas en esa fiesta también. Ahora lo recuerdo, habías ido a tocar con tus amigas.
—¿Y eso qué? —Arthur se cruzó de brazos.
—Todos ustedes se quedaron allí después, consumiendo lo que Lars tenía para ofrecer. Es por eso que no me notaste golpeando tu bajo. —Sacudió la cabeza de un lado al otro—. Y ahora te las das de moralista e intentas conquistar a mi amigo. Eres una escoria que se cree mejor que los demás.
Arthur apretaba los puños con rabia. Los mantuvo a cada lado de su cuerpo sin golpear a Antonio simplemente porque estaban en la casa de Francis y sabía que su intención era que se reconciliaran de algún modo.
—Sólo estaba arreglando su maldita bicicleta.
—¿Es por eso que pasas tanto tiempo en su casa y lo fuerzas a estar contigo?
Estaba equivocado, esa había sido una condición impuesta por Francis desde el comienzo, pero sabía que no le debía ninguna explicación a él.
—Tal vez si fueras un mejor amigo Francis querría estar contigo —dijo sin mucha convicción.
Las facciones de Antonio se endurecieron, hasta que una sonrisa irónica se asomó en su rostro.
—De verdad te gusta.
—Te dije que estoy…
—Sabes, no le gusta la gente que niega sus sentimientos —lo interrumpió—, no son su tipo. Le agradan las personas expresivas y honestas. ¿Siquiera has salido del armario?
Arthur quería decirle que eso no era asunto suyo, que no tenía que importarle que su familia no supiera todavía. De repente era como si su boca no funcionara.
—Romper sus cosas no fue un buen comienzo —continuó Antonio—. Honestamente no creo que seas su tipo para nada. Limítate a reparar su bicicleta y déjalo en paz, ¿quieres?
Permanecieron en silencio, sin mirarse el uno al otro.
Antonio no podía creer que Francis perdiera el tiempo con alguien así. Hubiera apostado cualquier cosa a que Arthur había sido igual de grosero con él, al menos al principio, pues estaba claro que los encantos de su amigo surtido efecto. ¿Le divertía hacer que este chico se enamorara de él? No hubiera sido la primera vez que coqueteaba por diversión. Se arrepentía de no haber acudido a ayudarlo el mismo día en que le dijo lo de su bicicleta, fue un error suyo haberle restado importancia.
Le echó un vistazo a Arthur. Tenía la vista clavada en el suelo y los brazos cruzados. ¿De verdad pretendía aprovecharse de la cercanía y tiempo que compartía con su amigo para conquistarlo?
Francis regresó con tres vasos de jugo de naranja recién exprimido, ya no lucía molesto. Sin embargo, al notar la tensión entre los otros dos y el silencio que reinaba, se dio cuenta de que su plan de reconciliación había fracasado.
