Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer, las historias salieron de mi hermosa y pelirroja cabeza. No se permite publicar en otras plataformas. Ciertos temas pueden ser sensibles para algunas personas.

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SUMMARY: La reina ha esperado, lo que parece mucho tiempo, a su valiente guerrero. Hoy, por fin lo tiene entre sus brazos.

Pareja: Edward/Bella

Rated: M

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Estaba terminando de hablar con Sue acerca del banquete de esa noche para la llegada de los guerreros, cuando sonó el llamado del cuerno desde la fortaleza que rodeaba el castillo. Habían llegado.

— Asegúrate de que todo esté listo, Sue. — le sonreí con amabilidad, a lo que Sue asintió con la cabeza eficientemente.

Con las chicas siguiéndome de cerca, nos apresuramos a la enorme entrada del castillo, donde Edward junto al resto de los guerreros, bajaban de los caballos. Algunos de los hombres cercanos al Rey me sonrieron de forma cansada y, con una reverencia hacia el imponente cobrizo, se dirigían a sus habitaciones correspondientes.

Bajando los pocos escalones de la gigantesca entrada me adelanté para alcanzar a Edward.

Sus ropas estaban desarregladas y algo sucias, completamente normal debido al difícil viaje que tenía que hacer para supervisar toda la extensión del reino. Cuando por fin notó mi presencia mientras le daba las riendas a los lacayos para que se ocuparan del caballo.

Sus ojos brillaron en cuanto se posaron en mí, recorriendo mi cuerpo de la cabeza a los pies. No me sonrió, nunca lo hacía cuando había gente a nuestro alrededor. Le di una profunda reverencia con la burla brillando en mis ojos. Dio un par de pasos, haciendo que chocara contra su amplio pecho cuando volví a mi postura original.

Por un momento creí que estaba intentando encontrar mi olor cuando bajo su cabeza hasta mi cuello. Tomándome del brazo, nos condujo hacia dentro con algo de rudeza.

— ¡Billy! Asegúrate que atiendan a los caballos. — bramó hacia la nada en cuanto subimos por las escaleras, era claro que Billy estaría cerca esperando órdenes. Francamente no noté su presencia.

Casi tropezando, subimos a prisa por las escaleras, solo alcancé a escuchar los acelerados pasos de Tanya, Angela e Irina detrás de nosotros, intentando mantenernos el paso.

Tan solo fue necesario cerrar la puerta de nuestra habitación, Edward tomó el sonido como señal de una invitación. Esperó a que mi sequito se acomodara en sus ya acostumbrados lugares frente a la chimenea para estrellarme contra la puerta.

— Te necesito. — susurró en mi oído al momento de aplastar toda la extensión de su cuerpo contra el mío.

— ¿No le gustaría a su alteza tomar un baño? — suspiré, intentando mantener la compostura. No era un trabajo fácil cuando lo sentía tomar el extremo de mi falda, levantándola.

Pasó su mano sobre mi centro en una caricia fuerte y tosca sobre mis pantaletas. Jadeé en protesta, pero él ya había metido un mano entre mi última capa de ropa, rozándonos ahora piel con piel, volviendo la sensación más intensa.

Comenzó a besarme con urgencia, devorando mis labios, saboreando mi lengua contra la suya. Tuve que separarme ante el jadeo que amenazaba con salir cuando sentí cómo burlaba mi entrada con uno de sus dedos, moviéndolo en círculos, fingiendo introducirlo, solo para retirarlo y continuar con los movimientos. No me dejó más opción que sostenerme de su pecho al sentir mis piernas flaquear.

— Creo que tienes razón, me vendría bien un baño. — dijo con burla, dejándome laxa contra la puerta, jadeante y ansiosa. Mirándolo perderse dentro del cuarto de baño. A él le gustaban esos juegos.

Me retiré completamente las pantaletas y volteé hacia Tanya.

— Asegúrate que su majestad pueda relajarse. — comente, a lo que ella asintió. Perdiéndose también dentro del cuarto de baño.

Camine hasta mi tocador, deshaciéndome la larga trenza y retirando las horquillas.

— Estoy bien, Tanya. Gracias. — escuché la voz de mi esposo desde el baño.

— Su alteza me pidió que cuidara de usted, majestad. — le siguió el suave susurro de Tanya. Seguido de un chapoteo y el claro jadeo de Edward.

Sin poder detenerme a mí misma, caminé hasta la puerta del cuarto de baño, llenándome con la imagen. Era difícil apreciar el cuerpo de Edward, pues el agua de la tina estaba cubierta de una ligera capa de espuma, lo único notable era la cabeza de su miembro, sobresaliendo como un ligero bulto entre el mar espumoso. La mano de Tanya subía y bajaba por su eje con lentitud, arrancándole a Edward sonidos de placer.

Por un momento, Edward abrió los ojos mirándome directamente. Me deseaba. Yo lo deseaba.

Con una sonrisa ladina en su dirección, caminé fuera hasta la gran cama. Sacando un libro, y me dediqué a esperar pacientemente por mi esposo.

Creo que el libro hablaba de la etiqueta necesaria en eventos de etiqueta, como bailes y cosas así. Francamente no estaba muy interesada en él. Necesitaba algo qué hacer con mis manos mientras esperaba que Tanya terminara con Edward dentro del cuarto de baño.

"Vamos a ver en esta lección como se utiliza adecuadamente la servilleta y los cubiertos.

Servilleta: Ya hemos comentado que al poner la mesa la servilleta se coloca sobre el plato o a su izquierda, bien en forma de triángulo o de rectángulo.

¿Cómo se utiliza la servilleta?

Cuando nos sentamos en la mesa debemos colocar la servilleta sobre las piernas. La servilleta se utiliza únicamente para limpiarse los labios, discretamente, antes y después de beber"

Por más que intentaba enfocarme en el libro frente a mí no lo lograba, sabía que Edward estaría ansioso cuando volviera de su viaje, que tendría obligaciones que debía cumplir en el castillo, pero al parecer, eso no lo detenía para cumplir su papel de esposo.

Sentí sus pasos detenerse detrás de mí. Mis zapatos fueron retirados con la mayor de las delicadezas, solo para aprisionar mis tobillos entre sus manos. Solté un chillido cuando me jaló hacia abajo, ocasionando que la falda de mi vestido se enrollara debajo de mi cuerpo.

Con una caricia áspera, termino de subir mi vestido, dejando mis piernas expuestas junto con mi trasero.

— Veo que no has perdido tiempo. — escuché su sonrisa al decirlo. Ni siquiera tuve oportunidad de responder cuando ya tenía mis piernas abiertas de par en par. Fui capaz de sentir su respiración cerca de mis pliegues.

Ansiosa por su siguiente movimiento, empujé las caderas hacia abajo, intentando obligarle a tocarme, pero en cambio logré un delicioso roce entre la suave superficie de la cama y mi pequeño montículo de nervios. Esto tendría que bastar por ahora.

Deseosa de sentirlo llenarme al fin, continúe con mi movimiento, sintiendo el deseo crecer con cada minuto que pasaba.

Cuando el primer jadeo salió de mis labios, Edward me detuvo.

— Si planeas terminar lo que empezaste, necesito tener una buena vista. — dijo por lo bajo, casi pude jurar escuchar su jadeo detrás de mí.

Uno de sus fuertes brazos se enrollo en mis caderas, obligándome a levantarlas. En su lugar, justo entre mis piernas, colocó uno de los tantos almohadones que adornaban nuestra cama.

Al volver a bajar, no pude hacer más que gemir en agradecimiento.

El ángulo era perfecto, por lo que empecé a cabalgar el almohadón con las imágenes de Edward en mi mente, tomándolo salvajemente. Fue entre los erráticos movimientos que ya arrancaban gemidos de mis labios que sentí algo chocar con mi húmeda entrada, ocasionando nuevas sensaciones.

Al voltear a ver, noté que Edward me miraba con los ojos completamente negros, perdidos, desenfocados. Era uno de sus dedos en que empezaba a tantear mi humedad con insistencia.

Si, por favor.

Deseando llegar a ese punto pronto, hice que mis movimientos fueran más profundos, deseando que su dedo fuera más dentro, más profundo. Él no tardó en seguirme el ritmo.

— Puedo ver que mi obediente esposa me ha extrañado. — dijo con sorna, curveando su dedo dentro de mí, mandando todo un mundo nuevo de descargas desde mi interior.

Aprisionando el almohadón y sintiendo mi liberación cerca, me apoyé en las rodillas para poder llegar más profundo. Empujando con mis manos hacia atrás, poco me importó que el libro callera al suelo con un golpe. Estrelle mi cara contra las suaves sábanas intentando acallar mis gemidos.

Es demasiado. Me voy a correr.

— Por favor... — suplique, perdida en las sensaciones que Edward me daba. — Te necesito dentro. — grazné. Edward respondió insertando otro dedo y acelerando los bombeos. Ese fue mi fin.

Con un grito, terminé sobre el almohadón, empapandolo completamente.

Por un momento mi mente quedó en blanco, no supe si era de día o de noche, ¿estaba arriba o abajo? Toda esta nube de bruma que se había apoderado de mis pensamientos no pudo durar mucho. No era suficiente para mí, necesitaba más.

Una vez hube recuperado el aliento, Edward me dio la vuelta, lanzando el almohadón a cualquier parte detrás de él. Mi primera imagen de él fue verlo completamente desnudo, con los dedos en la boca, saboreando mis fluidos.

— Angela. — ordeno Edward con un movimiento de cabeza. La joven dama se apresuró a llegar a nuestra altura. Edward le indicó dónde la quería, y esta se sentó sobre la cama, recargando su espalda contra el cabezal.

Tomándome en un caliente abrazo, Edward me besó con ferocidad, sin contenerse en poseerme de cualquier forma que pudiera. Colocó su miembro en mi entrada, probandome, tentándome. Se encargó de esparcir mis fluidos por el resto de mis pliegues, humedeciéndose él mismo a la vez.

Con una sonrisa burlona, me movió hasta dejarme recostada sobre Ángela quien no dudó en desatar la parte frontal de mi corsé y empezar a acariciar mis pechos, volviendo mis pezones sensibles y erectos en cuestión de segundos.

Yo abrí mis piernas con necesidad, sintiendo mis jugos derramarse por entre mis piernas hasta la cama. Con necesidad, llevé una mano hasta mi nudo de nervios, frotando a su alrededor, lentamente, incrementando mi urgencia por él de forma mayor.

Gruñendo ante la vista, me tomó por la cara interna de las rodillas, abriendo aún más, mirando mi humedad resbalar sobre mi piel.

— Sostenla. — bramó hacia Ángela con prisa, esta reemplazó las fuertes manos de Edward con las suyas, tirando un poco más, dejándome aún más expuesta ante él. Usando la cabeza de su polla, estimuló mi clítoris con lentitud, como me encantaba y odiaba al mismo tiempo. Lloriqueando, intenté rogarle que entrara de una vez, que lo quería dentro, pero lo único que salió fueron sonidos sin sentido y llenos de necesidad. Tomando mis pechos, los apretó casi dolorosamente haciéndome soltar un gemido.

Justo así, mi amor.

Y sin aviso, comenzó a introducirse en mi de forma lenta. Dejándome sentir lo apretada que estaba, lo mucho que su polla me estiraba desde dentro. Nos miramos a los ojos con urgencia, viendo nuestra mutua necesidad por el otro, crecer. Se retiró unos centímetros solo para entrar por completo, de un solo movimiento. Mis labios se separaron en un silencioso ruego. De forma tortuosamente lenta volvió a salir casi completamente solo para volver a entrar con un golpe seco.

— Mi señor. — pedí con un suspiro.

Tomó una de mis piernas, dejándola descansar su hombro, dejándome levemente inclinada hacia un lado. El ángulo fue toda una nueva experiencia.

Sin poder detenerme, empecé a moverme con urgencia, saboreando las oleadas de placer que esta nueva posición nos ofrecía. Más profundo, más certero. Ángela inclinó mi cuello, empezando a besarlo al tiempo que juguetea con mis pechos con la mano que tenía libre.

Al abrir los ojos pude ver a Irina y a Tanya de pie detrás de Edward, mirándonos, contemplando nuestra urgencia y desenfreno con ojos neblinosos de deseo. Fue cuando Tanya se acercó para jugar con los pechos de Irina que pude sentir mi culminación cerca.

— Más rápido. Mi señor, se lo ruego. Más rápido.

Edward lanzó un gruñido gutural acelerando sus embestidas, sosteniéndome por los hombros fuertemente. Sospeche que dejaría una marca, pero no podría importarme menos.

Vi como Tanya e Irina comenzaban a besarse y como la mayor tomaba los pezones de la joven con sus dedos pulgar e índice, estirando los hacia delante, causando que Irina soltara un gemido.

— De rodillas, usa tu boca. — ordené a Tanya. Esta me miró encantada e hizo lo que le indique. Empujo a Irina hasta la pared más cercana detrás de ellas y se arrodilló. Colocando una de las piernas de la más joven sobre su hombro.

No podía ver qué es lo que hacía, pero las expresiones de Irina me decían que su experto toque no la había defraudado.

— ¿Te gusta cómo está complaciendo a Irina? — cuestionó Edward cerca de mi rostro. — ¿Te gustaría que fuera ella la que te complaciera justo ahora? ¿Que te hiciera llegar a la cima?

— Solo te deseo a ti... — gemía desesperada. Ahora mis dos piernas estaban juntas sobre el hombro de Edward, estrechando más mi centro, haciéndome sentirlo más intensamente.

— ¿Te correrás para mí? — jadeo Edward, perdido. Estaba segura que no le faltaría mucho.

— Estoy... cerca... — respiré con dificultad.

Uno de sus dedos se coló entre mis piernas estimulando mi clítoris de forma lenta, pero con fuerza.

Sí.

Con un grito sentí mis paredes pensarse y apretarse alrededor de su miembro, arrebatando le un largo gemido, para después sentirlo descargarse a chorros en mi interior.

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Algunas horas habían pasado y, para mí sorpresa, Edward se había quedado conmigo en nuestra cama. En cuanto nivelamos nuestras respiraciones había despedido a Tanya, Angela e Irina.

Edward nos envolvió a ambos con algunas de las suaves pieles que cubrían nuestra cama, y se dio la vuelta para quedar frente a mí, mirándome. Sin decir una sola palabra, estiró la mano para acariciar mi mejilla y acomodar un mechón de cabello que me caía sobre la cara. Inclinándose dejó un suave beso en mi frente, inspirando profundamente.

Se dejó caer sobre la almohada y cerró los ojos, tomando a tientas mi mano.

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¡Tachan! Otro viernes, otro capítulo n.n Mil gracias a las chicas que dejaron un comentario(: saben que me anima mucho leerlas n.n

Espero les guste este nuevo capítulo, será el último de esta historia, la próxima semana tendremos algo completamente diferente (espero ja).

No olviden dejar un comentario, tampoco olviden pasarse por nuestro lindo y sensual grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon'.

¡Nos leemos pronto!