He aquí nosotrasXD

Traemos un fanfic que intentará llevar un poco de todo, y como no podemos evitarlo, resaltará el romance (debe de ser la edadXD). A ver, qué decir…Sí, la presentación del fanfic:

Tucker es el jefe del grupo de bandidos Westread. Él está prometido con una chica de catorze años (a pesar de que tiene 35), Michelle, quien se enamora de Edward un día que lo ve en un mercado por la calle. Tucker se entera y, enfurecido, manda a katherine a matarlo junto a sus compañeros Bala, Cruz y Vermillion.

Disclaimer: Creo que todos lo sabéis… ¡FMA no nos pertenece¡¡OjalaxD!

Titulo

Killer Asociation Westread

Subtitulo

Objetivo, El Alquimista de Acero

Capítulo 1

Mercado Central

El sol brillaba en todo su esplendor mientras proyectaba su luz en los grandes edificios y las enormes calles de Ciudad Central, las ventanas de las casas comenzaban a abrirse al igual que la de los apartamentos, los comerciantes del mercado recién cambiaban el letrero de cerrado a abierto para empezar a recibir clientes y ofrecer sus productos, no habían terminado de montar todo cuando ya el mercado estaba a rebosar y lo sabían por eso se daban prisa en arreglar todo.

-Oye Kat…yo quiero ese collar-una chica de por lo menos 14 años, cabello largo hasta la cintura liso desde la raíz y rulado en las puntas, movía de arriba hacía abajo una cadena con un dragón frente a la cara de su acompañante la cual la miraba sonriente.

-Deja eso allí, no tenemos tanto dinero para comp…-intentó decir, pero al ver como un rubio de ojos dorados le arrancaba el collar a su amiga, se interrumpió a media frase.

-¡Hey, eso es mío!-exclamó la pequeña rubia alzando la mano para quitarle la cadena al chico que la sostenía.

-Pues yo lo quiero así que ahora es mío...

-¡Hermano!-una brillante armadura corría en dirección al chico que llevaba el sobretodo rojo con una serpiente entrelazada en una cruz-Mira lo que encontré…-añadió mostrándole un libro con cubierta de cuero y una gran estrella de seis picos grabada en la portada.

-Vaya…-murmuró su hermano dejando caer el pendiente de dragón que fue atrapado en el aire por la acompañante de la pequeña, una chica de cabello negro azulado que le rozaba los hombros y unos resplandecientes ojos azul rey-¡Quédatelo!-añadió dándose la vuelta y desapareciendo junto a su hermano callejón arriba.

-¡Enano de pacotilla!-gritó la morena de ojos azules al aire-Vamos, Michelle…-dijo mas calmada y se dio la vuelta para seguir explorando el lugar.

-Fue tan…-susurró la pequeña, abrazada al dije del dragón plateado que tenía entre las manos con una sonrisa dulce, lo pagó y se fue junto a su amiga, que de nuevo tenía en frente al chico rubio.

-¿CÓMO QUE ENANO DE TRES CENTÍMETROS QUE NO PUEDE NI COGER UN LIBRO DE LA TERCERA ESTANTTERÍA DE LA BIBLIOTECA?-rugió Edward como si en verdad fuera aquello lo que la chica le había dicho. La chica rubia, de bellas facciones, extendió los brazos hacia él mostrándole lo que le había devuelto, indicándole que podía quedárselo él.

-¡Michelle, eso lo compraste TÚ, no se lo tienes por qué dar a esta larva de hormiga!-reclamó su compañera pasando su mirada de Ed a la gran armadura que estaba junto a él, mientras que notaba el ligero rubor en las mejillas de su pequeña protegida.

-Pe...Pe...Pero míralo...Él fue tan amable al...Dármelo a mí...No sería justo...-si se hubiera tratado de un manga, podrían haber visto los corazones que volaban alrededor de la rubia.

-¡Pero el no lo quiere, viste cómo lo arrojó al suelo! Por favor Mich-replicó. Edward miraba a una y después a la otra como si se trataran de un par de locas recién salidas del manicomio de ciudad central y al parecer su hermano estaba en las mismas condiciones que él.

-¡No digas tonterías, él fue tan amable como para renunciar a ese objeto que tanto ansiaba tener y que estuvo buscando toda su vida!-Al, ya que ni la morena ni su hermano podían, pensó que la exageración (y el ser rubios) era un punto común que esa chica tenía con Ed.

Un silbato detuvo la replica de la chica de ojos azules e hizo que la otra se estremeciera, la primera agarró a Michelle del antebrazo y salió corriendo por donde antes se habían ido los hermanos Elric, el mayor gritaba a todo pulmón llamándolas pero sólo la pequeña volteó para echarle una última ojeada y seguir a su compañera hasta un extenso callejón sin salida, donde cuatro hombres las esperaban, dos subidos en los techos de los dos edificios que servían como paredes del sitio, uno sentado sobre una caja con una Biblia entre las manos y el último apoyado en la estructura de cemento que cerraba el paso.

El que leía cerró el libro y se puso en pie, sonriendo con dulzura. Llevaba una sotana que lo representaba como si fuera un cura. Su cabello era de color azabache, sus ojos dos pozos del mismo color y sus dientes blanco puro. Caminó hacia ellas y se puso de cuclillas ante Michelle.

-Querida señorita, no debería armar tanto jaleo cuando va al mercado, podrían apresarla y descubrirnos¿no cree?-Michelle asintió sonrojada y el hombre le revolvió el cabello.

-Y tú, Katherine-dijo entonces el otro que estaba en el callejón, con su cabello rubio oscuro al aire y sus ojos azules muy parecidos a los de la mencionada echando rayos de furia-, deberías vigilar que nada le pase a Michelle. Es más, según lo visto, tú comenzaste la disputa.-la chica hincó una rodilla en tierra e inclinó la cabeza en muestra de respeto.

-Lo siento, señor.-dijo nada más. El hombre la observó complacido y luego volvió la vista hacia la rubia. Se acercó a ella y sonriendo le tendió el brazo para que lo cogiera. Una idea cruzaba su mente, e iba a llevarla a cabo. Sabía quién era ese chico, cómo no saberlo con su ropa y ese estúpido hermano armadura siguiéndolo por todos lados...Y si Michelle mostraba interés en él, debía desaparecer. Nadie le robaría a su prometida. Mientras, los otros dos hombres, cada uno en su edificio, entablaron conversación. Primero habló el pelirrojo de cabello largo, de ojos también rojos, efecto causado por unas lentillas y ropa negra.

-Si es que...Ese tío es un pervertido, mira que comprometerse con una cría de catorce años...-comentó, pasándose una mano por su característico pelo. El otro, alzando la cabeza y dejando ver su rostro bajo el sombrero que llevaba, arrugó la frente. Era castaño con el pelo ligeramente revuelto, y sus ojos tenían un color verde hierba. Por su vestimenta cualquiera diría que estaba recién sacado de una película de pistoleros del lejano oeste.

-No deberías hablar así del jefe, Vermillion.

-¡Oh, no me vengas con esas, Bala! Sé que tú también lo piensas. Porque la salvara de una muerte segura, no está en su derecho de obligarla a casarse con él.

-Te equivocas-dijo Bala, dándose la vuelta-, ella aceptó la propuesta de matrimonio.

Vermillion saltó de la azotea del gigantesco edificio y cayó junto a la chica que aún seguía en cunclillas a pesar de que el su jefe se había marchado con la pequeña rubia.

-¿Es que nunca hago nada bien...?-susurró al sentir la presencia del pelirrojo junto a ella, el chico le puso una mano en el hombro en señal de apoyo mientras que Bala hacía lo mismo que su amigo al bajar de la plataforma solo que este le ofreció su mano a Katherine para que se pusiera de pie.

-No digas eso, Devil te quiere mucho, aunque...no se le note-sonrió el baquero después de que la joven se puso de pie, suspiró resignado-Vams, Osiris, te falta el regaño de Kriket aún...-añadió pasándole un brazo por los hombros.

Ella asintió. Era verdad, cuando se enterase de que había llamado tanto la atención Kriket le echaría una reprimenda peor que cualquiera de Devil. No entendía por qué, pero el chico siempre era muy sobre protector con ella, y eran dentro del Westread los mejores amigos que había. En realidad, quién sabía si el resto del grupo era tan siquiera un compañero que al menor momento te mataría...Pero confiaba en Kriket, en él más que en nadie.

-¡Katherine Tucker!-escuchó la voz de su amigo, casi hermano, al pisar el puente que separaba el gigantesco castillo, sumido en las tinieblas y hecho invisible por diferentes poderes alquímicos, de la parte de tierra que había frente a él y fue entonces cuando lo vio con los brazos cruzados sobre su pecho y sus ojos del mismo azul que los suyos clavados en ella, su pelo entre largo y corto negro azulado también, se movía por el poco viento que había en el lugar.