Entonces… ¿sí había gente que leía el fic? Porque esta vez hubo reviews (que por cierto agradecemos, y mucho).

Bueno, deseamos que os guste el cap. y…

Ya sabéis el disclaimer…Porque si FMA nos perteneciera, Winry no existiría tic en un ojo de cada una

Capítulo 7

Preparando un ataque

Pasó la tarde y llegó la noche, Roy los mandó llamar y Edward volvió a dar otra excusa por la cual Katherine no podía atender al llamado, la chica estaba sumamente agradecida con el por eso. Sola de nuevo, en su habitación, se dejó caer pesadamente sobre la cama sintiendo una punzada de dolor que le recorrió la pierna a lo que esta impactó con la madera que sostenía el colchón.

-¿Por qué...?-le preguntó al aire, su puerta se abrió de golpe y Michelle entró por ella con una mueca de preocupación surcándole la cara-¿Qué ocurre?-cuestionó la morena cerrando los ojos, estaba algo molesta con la niña, debía admitirlo.

-¿Estás bien?

-Sí.

-Kriket y Vermillion están preocupados por ti.-informó la rubia. Kat abrió los ojos lentamente y los fijó en la chica que se estremeció por el frío reflejado en ellos.

-Diles que no se preocupen, estoy bien, en serio.

Michelle se quedó mirándola sin saber qué decir. Qué iba a hacer, ¿disculparse? Eso no le quitaría el dolor a Katherine. Y tampoco estaba segura de estar del todo arrepentida. Ahora la morena y su querido Edward habían cenado juntos, solos, sin ella. Y eso la ponía enferma. La pequeña rubia se volteo e hizo un ademán de salir de la habitación.

-Espero, mi querida Michelle, que no le vayas con el cuento al jefe de que cené con Elric, o esta vez no será solo él al que mataré.-le espetó Osiris, cerrando los ojos de nuevo, la niña estiró la mano y giró la manilla lentamente para luego salir dando un portazo.

Fuera comenzó a temblar violentamente. Katherine nunca la había amenazado. Por mucho que le hiciera, jamás se había atrevido. Y no sólo porque sabía que podía irle con el cuento a Devil para que acabase con su vida en el acto, sino porque eran amigas. Y, además, su tono de voz no era el propio suyo. Brusco, siniestro...La peor parte de Katherine quería salir a la luz, y ella la había provocado. Estaba jugando con fuego, con quien algunos llamaban la Marionetista de los Muertos, y eso era peligroso. Muy peligroso.

A la mañana siguiente, Katherine se levantó muy temprano, se metió enseguida bajo la ducha y con sumo cuidado se limpió las heridas provocadas por el cilicio, sonrió ante el recuerdo de la cena con Edward y el brillo de preocupación en sus ojos cuando la había visto bañada en sangre, negó con la cabeza como si con eso pudiese desviar esos ridículos pensamientos de su mente, ¿Qué le pasaba? su misión era acabar con la vida de Elric, no andar con idioteces como las que estaba pensando

Salió de la ducha, y con sorpresa se fijó que en la cama donde descansaba una bandeja con vendas y algunas gasas, y una carta sobre ellas, sosteniéndose el paño se acercó al colchón y agarró el papel, lo desenrolló y se percató de la letra apresurada de la persona que la había escrito:

"Te traje estas vendas pero te estás bañando, que necia eres, me haces subir y luego no estás...tonta enana muerta.

Edward Elric"

Katherine sonrió de nuevo y dejó la carta sobre la mesita de noche, luego se vendó las heridas y se vistió sin dificultad alguna.

-¡Buenos días!-saludó al bajar las escaleras y encontrarse de frente con Roy quien subía con Riza.

-Buenos días, Muerte ¿Cómo estás?-respondió al saludo el comandante mientras que la teniente primera se limitó a asentir con la cabeza.

-Pues, con algo de sueño-se excusó la muchacha y tras darle un beso en la mejilla a Mustang salió en dirección de las cocinas.

-Disculpe mi intromisión pero esa chica se muere por usted Coronel...-dijo Riza mientras Roy sonreía descarado.

-¿Quién no?-Hawkeye negó con la cabeza, frustrada por la reacción del hombre.

Cuando salió fuera, abrió los brazos y aspiró una bocanada de aire. Después de la ducha, y las palabras de ese enano simpático, fue lo que mejor le vino. Bueno, y más que nada, haber visto a Roy Mustang, porque como había dicho la mujer, se moría por él. Así que, dedicada a pensar en todo eso, se decidió olvidar lo que había pasado con su pierna. Y se había sacado el aparatoso cacharro, dispuesta a plantarle cara. ¿Cómo diablos iba a trabajar con eso? Le iba a responder cuándo le preguntase por qué lo desobedecía (si es que lo hacía). Cuando se fue a dar media vuelta para ir en busca del libro que estaba leyendo, antes de que les mandasen algún encargo, se encontró con una cara sonriente y amable, de un hombre vestido de cura que se había puesto a su altura.

-Cruz...-murmuró con una sonrisa ella también.

-¿Cómo te encuentras, Osiris?-le preguntó, enderezándose.

-Bien, bien...Pero es peligroso que estés aquí, ¿no crees? ¿Y si te ve alguien?

-Que me vean-alargó la mano y le acarició la mejilla-. No le tengas rencor a la señorita, es joven y está celosa de ti. Sabe que encandilas a los hombres.-bromeó.

-Pero Cruz, yo también soy joven. No me será tan fácil perdonarla...Pero intentaré no reprochárselo

El hombre suspiró, pero no dejó de sonreír. Katherine se fijó más en él. No podía evitar hacerlo siempre que uno de sus tres compinches estaba junto a ella. Eran tan diferentes, pero tan agradables a la vista, que no dejaría jamás de admirarlos. Desconocía el pasado de todos ellos (en realidad el suyo propio), pero casi sin quererlo, porque no podía fiarse del todo, les tenía en gran estima. Y no podía fiarse por el simple hecho de que si servían a Devil es porque le debían algo, y que si él lo ordenaba, la condenarían y matarían.

Y pasó el tiempo, y la herida de la pierna de Katherine sanó. Mandaron a Edward y la chica a varios trabajos sencillos de los que siempre salían bien parados, hasta que llegó el día en que se celebraba la obra para recaudar dinero hecha por los alquimistas estatales del cual Kriket le había dado entradas. Edward no había vuelto a tener detalle con Katherine, y esto a la chica le había molestado bastante, no le gustaban esas cosas de "Cuando yo quiera" y se había limitado a cruzar con el tan solo los Holas y Adioses que se dicen por cortesía, y esto el alquimista lo tenía muy presente cada vez que recostaba su cabeza en la almohada. Se daba cuenta que no podía sacar a la chica de su mente.

Acababan de llegar al edificio donde se celebraba el acto y ambos estaban enfundados en sus trajes de alquimistas (no se tenía que ir precisamente mudado), esperando a que les dejaran entrar. Fue cuando llegó Roy que les permitieron el paso, porque aunque tenían entradas eran menores, y por eso no les habían permitido entrar todavía. A Edward le atacó una tendencia asesina cuando dijo eso, como si fuera con segundas. Katherine sonrió embobada, aunque luego se puso sombría.

Se sentaron en las últimas filas, pues como no los habían dejado entrar ya casi todas estaban ocupadas, Roy besó la mejilla de Katherine y se fue a sentar junto a Riza que lo esperaba de pie frente a su silla.

-¿Qué le ves?-le preguntó Ed a la morena cuando el comandante estaba lo suficientemente lejos para escucharlos.

-¿Ah?

-Que qué le ves.

-Es altamente guapo, altamente atractivo, altamente inteligente, altamente agudo, y, en definitiva, muy alto.-sonrió, sacándole la lengua al rubio. Este no replicó, sólo giró la cabeza hacia un lado y la apoyó en la mano, el codo en el brazo de la silla. Katherine se preguntó por qué no había replicado, y se extrañó al ver un tono rojizo en sus mejillas. El mismo Edward lo atribuyó al calor, por lo que se sacó su chaquetón rojo. La chica lo miró de arriba abajo disimuladamente y notó un cosquilleo en sus mejillas, aún con su brazo metálico, estaba realmente en forma, sus brazos que dejaban entrever sus músculos, y su espalda...su cabello, sin querer dibujó una sonrisa que le surcó los labios y el rubio se fijó en los ojos azules que estaban clavados sobre él.

Dirigió la vista hacia Roy, y de nuevo su corazón se aceleró. Sí, Edward podía ser hasta mono, pero el comandante era todo lo que ella siempre había deseado. Ni siquiera sus compañeros del Westread, que eran todo lo que una chica podía desear, hacían que se emocionara tanto. Y a pesar de todo eso, Edward también tenía algo que...El telón se abrió, y sus pensamientos quedaron interrumpidos.

-Buenas noches-la voz de un hombre resonó en el lugar pero todo estaba a oscuras y no se podía visualizar bien quien era, aunque para una de las personas que estaba sentada en las butacas no era así...

-Devil...

-¿Qué dices?-le preguntó Ed, pero ella negó con la cabeza y se mantuvo atenta al espectáculo, o por lo menos lo intentó. El nerviosismo de que Devil estuviese en el escenario era palpable, jamás se presentaba cuando tenían que acabar con alguien.

El jefe de la organización Westread llamó a Roy a que subiera al escenario, a Katherine le dio un vuelco el corazón, ¿Por qué lo llamaba a él?

-Comandante, llame por favor a los primeros alquimistas...-pidió Devil.

-La presentación que abrirá el espectáculo será la de la Alquimista de la Muerte y Acero, nuestro querido enano alquimista-la burla de Mustang arrancó carcajadas de todos los presentes, Edward bajó la cabeza, y Katherine lo comprendió, el comandante se había pasado del límite-.Subid al escenario, por favor.-pidió. Katherine se levantó enseguida, pero al ver que un ceñudo Edward tenía reparos, le tendió la mano y le sonrió amigablemente. Sus ojos se encontraron. Fue un momento, pasó enseguida, fue fugaz. Fue mágico, porque algo dentro de ambos se removió. Y él no aceptó la mano por miedo a no controlar sus impulsos masculinos, y ella viró la vista hacia Roy, intentando encontrar estabilidad al ver al hombre que tanto deseaba.

Ambos subieron al escenario. Él por la derecha y ella por la izquierda, poniéndose en posiciones. Y dieron comienzo. No era nada fuera de lo normal, ya que la mayoría de los asistentes eran alquimistas, pero se los veía tan jóvenes, llenos de vida, pero seguros de sí mismo, que hicieron emocionarse a más de uno. Cuando acabaron, el público aplaudió con ansias aquel pequeño espectáculo.

Sin mediar palabra, tanto el uno como el otro se dirigieron a sus asientos. Pero algo no marchó bien. Cuando Edward llegó al suyo, sintió una mano que le tapaba la boca y que, con insultante facilidad, lo elevaba y se lo llevaba de allí. Pataleó y golpeó, o eso le pareció porque en realidad, ninguno de sus miembros, de carne o de metal, se movía. Buscó desesperado, con la mirada, ayuda. Roy, Katherine...Pero no los vio, porque se le nubló la vista y cayó dormido. Katherine lo vio, segura de que era la única en darse cuenta de aquella especie de secuestro. Cuando Vermillion desapareció con el rubio, suspiró y se levantó, dirigiéndose a un baño para poder ponerse la ropa que llevaba en la mochila, con el fin de no ser reconocida.