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Capítulo 9

Riñas bajo la lluvia

Llegaron y lo acompañó hasta su cama, lo ayudó a estirarse a pesar de que él le replicaba que no tenía sueño. Le arropó cual madre a su hijo, le deseó buenas noches y cerró la puerta con suavidad. A oscuras, el rubio sonrió dulcemente. Mientras, Katherine subió corriendo a su cuarto y se tiró sobre su cama, aguantando el llanto y sintiéndose intranquila.

A la mañana siguiente el rubio alquimista se levantó dolorido y se percató de cómo su brazo comenzaba a tomar un tono entre morado y verde, suspiró y con sumo cuidado se puso de pie, abrió la puerta del baño con su automail y se metió en la ducha, al rato de estar bajo el agua oyó el rechinido que la puerta de la habitación hacía al cerrarse: de seguro serían de esos militares que se encargaban de las revisiones matutinas.

-¿¡ED?-escuchó que decía una voz familiar. Se apresuró a acabar de ducharse y se envolvió en una toalla lo que era de cintura para abajo, saliendo con el cabello mojándole todo el torso.

Salió del baño y solo se fijó en la presencia de su hermano, el lo había llamado, parecía preocupado, ¿qué necedades le habrían contado?

-No Al, no estoy muerto, ni me han cortado el otro brazo, ni nada por el estilo, una simple bala...nada más-dijo al salir con los ojos cerrados, se giró para cerrar la puerta. Cuando los abrió, se alegró de haberse tapado. Se pasó la mano libre por la nuca, sonriendo nervioso, y saludó a Katherine cuando esta también lo hizo.

-Vaya, no sabía...que estabas aquí.-murmuró, sin darse cuenta de que ella también estaba ligeramente sonrojada.

-¿Pero en qué problemas te metiste esta vez?-corrió a preguntarle su hermano, aún visiblemente alarmado ya que no dejaba de mover sus gigantescos brazos de arriba para abajo- ¡Es que eres un bestiaaa!

-¡¿A quien llamas bestia, pedazo de hojalata!-reclamó Acero pateando a su hermano y luego brincando en un pie por el golpe.

-¡¡¡Pues a ti a quién más!-replicó Al. Katherine los detallaba divertida, Edward se comportaba de una manera tan distinta cuando estaba con su hermano a cuando estaba con alguien más...No quería matarlo, pero sabía muy bien que antes de todo tenía que obedecer las órdenes de Devil, para que este le contase todo sobre su pasado, como había prometido que haría.

-Bueno, sentaos si queréis saber qué ocurrió.-dijo, frunciendo el ceño. Así hicieron, y él comenzó a explicar cómo lo habían secuestrado y encerrado, que se habían puesto a hablar sobre matarlo, que le habían disparado y pegado, que tenía sus nombres como pistas...Y de que, si no fuera por una tal Osiris, él estaría muerto. Llegados a ese punto del relato, Katherine se levantó como movida por un resorte.

-Perdonadme, voy al baño.-dijo, yendo lo más rápido posible. Al entrar se quedó escuchando tras la puerta.

-Luego salí y bueno...Me encontré con...Kathe...Con Muerte.-tartamudeó, seguramente recordando aquel tierno abrazo que ambos se dieron.

-¿Que querrán estos asesinos contigo?-le preguntó Al a su hermano el cual negó con la cabeza y respiró hondo.

-No lo sé, pero la verdad me alegro de que esa chica estuviese allí, si no, mi querido hermano, no estaría contándote todo esto...-suspiró el alquimista. Katherine abrió la puerta y se quedó mirando a Ed con la mano en la manilla.

-¿Te ocurre algo?-le preguntó, tras varios segundos que los tres se observaron. Ella volvió a la realidad, negó con la cabeza y sonrió.

-No, no, mmm...Tú baño es más lindo que el mío, sólo eso-bromeó -Creo que, ya que he visto que estás mejor, me voy a ir. Yo...Hasta luego... ¡Y sécate bien o te constiparas!-le gritó mientras cerraba la puerta. Se pasó los dedos por el pelo, nerviosa. Lo había conocido para prepararle una muerte. Lo había salvado de la misma. Tenía que aclararse porque si no, tanto sus recuerdos como su vida peligrarían.

-¿Qué me estas haciendo Edward Elric...?-le susurró al aire, y dejó que sus palabras se las llevara el viento, no podían estarle pasando esas cosas, ¿que tenía Ed de especial? ¿Por qué se le hacía tan difícil asesinarlo si, aunque nunca lo hubiese hecho, había presenciado como sus compañeros mataban a millares de personas y ella nunca se había preocupado ni sentido mal por ello? La brillante Osiris estaba perdiendo su estilo.

Había comenzado a caminar sin darse cuenta, y escuchó unas voces en la esquina de su camino. Reconoció la de Roy Mustang casi al instante, y aunque le habría encantado salir a saludarle, oyó como Riza era como casi siempre la otra hablante.

-Pe...Pero eso es...-decía la mujer.

-No, te equivocas, es cierto. Total y completamente cierto. Yo te quiero...-lo sabía. Desde el primer instante Katherine supo que ellos dos, o por lo menos él, sentían algo más que amistad o compañerismo el uno con el otro. Se fue pasillo abajo, por donde había venido, todo lo deprisa que pudo- Yo te quiero pedir dinero, Riza.

El día fuera del cuartel estaba plomizo, las nubes se arremolinaban en el cielo y los truenos y relámpagos que las iluminaban predecían una fuerte tormenta, en los noticieros se hablaba de una tormenta eléctrica que sólo se daba cada tres o cuatro años. Katherine caminaba sin rumbo fijo por las calles mientras las lágrimas que caían al suelo quedaban plasmadas en él formando parte de las que las nubes botaban, un relámpago iluminó el cielo y un rayo lo surcó, al parecer no sólo ella estaba triste, el cielo se acomodaba a su estado de animo.

Levantó la cabeza, y se sorprendió al encontrarse al otro lado de la calle, mojándose también, a un chico vestido del oeste, con sus ojos verdes y su cabello revuelto castaño claro escondido bajo el sombrero.

-¡¡¡BALA!-lo llamó. En realidad, él la estaba mirando fijamente, pero por culpa de la lluvia la morena no se había dado cuenta. Corrió hacia él- ¿qué haces en medio de la lluvia?

-¿Por qué, Osiris?

-¿Por qué, qué?

-Ya lo sabes... ¿Por qué no nos dejaste matarlo?-otro relámpago.

-No pude...No sé...Yo no...-se intentó excusar, pero el hombre la agarró por los hombros y la zarandeó, estaba realmente enojado, se notaba por sus pupilas dilatadas y por la manera que le brillaban la iris.

-¡¡¿Y SI DEVIL LO TOMA COMO UNA TRAICIÓN, QUE DEMONIOS VAS A HACER!-le gritó con todas sus fuerzas, estaba más que furioso con ella, preocupado, pues Kriket, Vermillion, Cruz y él querían a la morena como si fuese su hermana, y por lo tanto la trataban y la protegían como tal. Pero eso, ella, nunca lo había notado o no había querido hacerlo.

-¡¡¡NO LO SÉ!-rugió la chica, o por lo menos lo intentó, ya que su voz fue como el de una cría pequeña pidiendo a sus padres que no la regañen. Bala la soltó, pero siguió mirándola de la misma manera-No lo sé, Bala, no sé nada, yo...estoy más confundida que vosotros...más asustada...-se encogió sobre sí misma, auto abrazándose.

-Estás jugando a un juego peligroso, Osiris.-le advirtió.

-Para mí no es ningún juego.-dijo, levantando un poco la cabeza. El cabello se le pegaba a la cara por culpa de la lluvia, al igual que la ropa. Tenía sus ojos brillantes y rojos, la nariz también colorada. Con ese aspecto parecía aún más pequeña de lo que en realidad era.

Bala tenía intención de cogerla de la muñeca, pero notó a alguien acercarse corriendo hacía ellos y desvió su atención, encontrándose con que un joven rubio de más bien poca estatura y grandes ojos ambarinos, se acercaba cada vez más. Lo creyó insensato por salir de esa manera bajo la lluvia, y veloz agarró la muñeca de Katherine.

-Estás jugando a un juego peligroso.-repitió, antes de marcharse calle abajo y desaparecer casi al instante. Mordiéndose el labio, ella corrió en dirección contraria y Edward la siguió, perdiéndola de vista varias veces.

La chica se detuvo por el cansancio, la ropa al estar mojada la hacía mas lenta así que se dejó caer por una pared de ladrillos que formaba una esquina y allí empapada y sentada como estaba se abrazó las piernas y comenzó a llorar más fuerte, sintió como alguien se sentaba a su lado y le pasaba un brazo por los hombros atrayéndola hacia él, ella sin resistirse se recostó en el pecho del alquimista de Acero y con una mano se aferró a su camisa negra mientras Ed acariciaba su cabello con suavidad y le susurraba con dulzura al oído que dejase de llorar.

El chico, por dentro, se preguntaba qué demonios le había dicho aquel chico para dejarla de aquella manera, pero sabía que no era ni el momento ni el lugar para preguntarlo. No sin dificultades, tanto por las heridas como porque ella parecía un zombie y le costaba mucho que se moviera, logró ponerse en pie junto a ella y hacerla caminar hacia el cuartel. Allí la guió hasta su cuarto (el de Edward), abrió la puerta y dijo que se sentara. Al instante siguiente apareció con una de sus camisas negras y uno de sus pantalones, diciéndole que entrara en el baño a secarse con una de las toallas y a cambiarse. La chica lo miró sin ver, asintió y se metió en el lavabo, sin dejar de llorar.

'Estás jugando a un juego peligroso.'

Eso era lo que Bala le había dicho. Ella lo sabía. Si Devil se enteraba, mandaría matarla, y estaba segura de que tanto el mismo Bala, como Vermillion y Cruz, no dudarían ni un instante en matarla. Al fin y al cabo, era su trabajo, lo que siempre desde que los conocía habían hecho. Si un día aparecían por sorpresa con los trajes de matar puestos, ella no opondría resistencia. Porque era su castigo, y a Devil se lo debía todo. O eso creía ella.

Perdida en un mar de pensamientos confusos, fue vistiéndose poco a poco. Cuando salió, notó que el chico ya estaba preocupado de ver que tardaba tanto al salir. Su cara de alivio al verla abrir la puerta se lo demostró.

Edward le debía la vida. Se había ganado su cariño y por eso se la debía. No debería, no estaba bien… ¿Pero cómo hacerlo al ver que la mimaba, que se enfadaba y burlaba, que se preocupaba? Era como si la aceptara en una familia que él mismo no tenía (ni padre, ni madre, sólo un hermano de metal).

Katherine notó como la manga del brazo izquierdo del alquimista, además de pegarse a su piel por el agua, tenía una mancha roja que la recorría desde un poco más abajo del hombro hasta la muñeca, el rubio se fijó en la mirada de la chica y se escondió el brazo detrás de la espalda.

-¿Estás mejor?-le preguntó al ver como se limpiaba lentamente las lágrimas.

-¿Por qué sangra tu brazo?-respondió con otra pregunta la morena. Se preocupaba por el más que por ella misma, eso no debía ser así, sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez por estos pensamientos, pero se volvió a pasar la manga por ellos, no iba a llorar...no de nuevo.

Edward le dijo que estaba bien, que no se preocupara, y se metió en su cuarto, reapareciendo poco después con una muda limpia y seca. Katherine sonrió al ver la mirada limpia, gentil y amable que él le ofrecía.

-¿Hoy no tenemos ningún trabajo?

-Mmm…No, anoche…-se calló, se mordió el labio y con cierto apuro continuó- Anoche el Alquimista de Fuego dijo que, después de lo que te pasó, mejor descansaras y que ya nos mandaría algo dentro de unos días.

-Vaya, no sabía que ese estúpido comandante pudiera ser tan considerado-se sobresaltó al ver que la chica no le reprimía a gritos por insultar a su adorado Roy Mustang-, ¿te encuentras bien?-¿era por él que había estado llorando?

-La verdad...-Edward se arrodilló frente a ella y apoyó las manos en los hombros de Katherine con una sonrisa.

-Anda dímelo, no soy bueno hablando, pero creo que sirvo para escuchar...

-No, no estoy bien...-aceptó tras unos segundos de silencio. El chico le inspiraba confianza y tranquilidad así que le contó todo lo que vio y escuchó entre Roy y Riza, le prometió olvidarse del comandante a como de lugar.

El corazón de él dio un vuelco. Si la muchacha conseguía olvidar al moreno, las puertas estarían abiertas para él (y para cualquiera). Intentando no mostrar su felicidad, le ofreció una taza de té humeante la cual ella aceptó agradecida. Se sentaron en la mesa redonda del comedor y se pusieron a hablar de cosas banales, mientras un poco, cada uno pensaba en sus propios intereses.

-Edward...lo que dijiste sobre la única integrante de Westread...-Katherine se salió del tema de por que no tomaban leche ninguno de los dos-¿Lo dijiste en serio?-añadió bajando la mirada, el alquimista se levantó de la silla y se paró junto a ella, tomó su mano suavemente y la obligó a ponerse de pie de la misma manera, luego con la mano que tenía libre le subió el mentón.

-Nadie se merece que bajes tu mirada, nunca bajes la cabeza ante nadie eso te hace inferior y sí, lo dije en serio, no me pareció mala persona, aunque dijo que me tenía lastima...creo que no quería verme muerto-sonrió el rubio.

La chica giró la cabeza rápidamente, haciendo que él tuviese que soltarla. Después volvió a mirarlo.

-Gracias…Pero… ¿Recuerdas algo de ella?

-Mmm…Creo que media más o menos lo mismo que tú cuando llevas esas estúpidas botas de plataforma.

-¿¡CÓMO QUE ESTÚPIDAS?

-No grites, mujer. Reconoce que es una tontería llevar esas molestas cosas sólo para parecer más alta. Un día de estos harán que te mates.

-¡Pero si tu llevas algo semejante!

-Sí, bueno…-comentó, haciéndose el loco.