Os estamos muy agradecidas por los reviews
Y me pregunto por qué ahora no deja contestarlos ¬¬''
Bueno, como sea Aquí el capítulo 10, íbamos a incluir un cacho más pero…así se queda más interesante, ¿no?
Ya se sabe que FMA no nos pertenece para nada, sólo Katherine/Osiris, Devil, Michelle, el Weastread y algún personaje individual.
También advertimos que es un Ed& personaje inventado (no vengáis pidiendo Winry, que va a ser que no xD), y como han preguntado en algún review…Por supuesto que habrá Roy&Riza (¿será eso un spoiler?xD).
Capítulo 10:
La sonrisa que no se ve
Un mes después, y con los sentimientos más a flor de piel que nunca, mandaron a Edward y Katherine a una nueva misión, esta vez junto a Alphonse, Michelle y Jonathan. Hasta Roy los acompañaría, nada más que para guiarles por la ciudad ya que él sí la conocía y quería escaquearse del papeleo (aunque esa parte la omitió). Debían encontrar una joya muy preciada por el país o algo así antes de que unos ladrones que estaban haciendo muchos atracos lo consiguiesen. Y estaba tan bien escondida, que era casi imposible encontrarla, y luego conseguirla.
Cuando subieron al tren solo había un vagón disponible por lo cual tuvieron que apretujarse en los sillones de este, Acero rogaba por sentarse junto a Kat, pero sabía muy bien que esta correría a los brazos de Roy, así que se resignó a la idea y aceptó el puesto que Michelle le señalaba golpeando el sofá con la mano. Al se sentó junto a él y el comandante, como predijo Ed, junto a Kat.
El viaje se les hizo tremendamente largo por culpa del apretujón, y por alguna razón el maquinista tenía terminantemente prohibido que nadie saliese de su vagón cuando el tren estaba en marcha. Una vez pisaron tierra firme, quieta, respiraron aire puro y estiraron piernas y brazos, se pusieron en camino.
-Oiga Coronel ¿Hacia donde tenemos que ir?-preguntó la morena de ojos azules aprovechando la oportunidad para agarrar el brazo de Roy y caminar junto a él sujeta a este.
-Primero, inspeccionaremos el museo donde la joya está...
-¡¡Vaya Mich...Estás tan linda hoy que te comería a BESOS!-el comentario de Edward, además de hacer que la chica se sonrojase hasta el cuello, interrumpió la frase del alquimista de fuego y causó una extraña sensación en el estomago de Katherine.
La rubia no dudó en colgarse del brazo de él, quien intentó hacerse el feliz, mientras todos se lo miraban extrañados (menos esta que rebosaba alegría). Katherine intentó hacer como si nada y escuchó lo que Roy explicaba, mientras que Al y Jonathan se encogían de hombros pensando que lo de colgarse de brazos era más cosa de monos.
Llegaron al museo, y como esperaban, el gerente del mismo salió demostrando su desesperación y su preocupación ante el posible secuestro de su preciada joya de valiosísima condición y también la que daba mayor reputación al museo. Cuando los vio llegar Roy sonrió esperando que se abalanzara sobre él pidiendo ayuda, pero se guindo a lloriquear en el cuello de Acero.
Al final les indicó por dónde debían ir, y los hizo entrar por una pequeña puerta que no parecía albergar nada en su interior. Les dijo que tuviesen mucho cuidado porque era todo como el nido de un demonio por el peligro, y se fue murmurando cosas incomprensibles. Roy abrió la puerta sin dificultades gracias a las llaves que les habían dado y todos vieron que el interior estaba a oscuras. Él mismo encendió en su mano una bola de fuego, y alumbrados por ella, entraron.
Caminaron despacio, temerosos de encontrarse con cualquier cosa extraña. John se había quedado a vigilar fuera que nadie se acercara, así que sólo eran cinco personas. Tuvieron que esquivar unos dardos venenosos, casi imprevisibles, que los asaltaron. Por suerte los primeros rebotaron todos en la armadura de Alphonse, advirtiéndolos.
Trampas como esas, había muchas, y aunque lograron esquivarlas, acabaron agotados y heridos. Ya entendían por qué el hombre se había puesto así al enseñarles el sitio. Pero hubo una que no pudieron esquivar. Una pared se abrió ante ellos, separando a Michelle y Alphonse del resto, y abriendo un agujero en el suelo por el cual cayeron Edward y Katherine. Luego, todo volvió a la normalidad, y Roy sintió que el sitio era muchísimo más peligroso de lo que se habían imaginado al principio.
-¡¡MICHELLE!-gritó Alphonse, agarrándola de la cintura para que no cayese hacia atrás, en ese vacío sin fondo. La chiquilla se aferró a él con un grito, que resonó débilmente durante un rato gracias al eco.
-¿Qué...qué ha pasado?
-Que este lugar...Se está protegiendo demasiado bien... ¿Cómo te encuentras?
-Mmm...Estoy bien, gracias por salvarme la vida-sonrió, con aquellos cabellos acabados en rulos cayéndole alrededor de su redonda y rosada cara. Parecía más muñeca de porcelana que persona, y si hubiese podido, Alphonse se hubiera sonrojado-¿Qué vamos a hacer, Al? Este lugar da escalofríos...
-De momento-respondió él-, podemos seguir uno de los dos caminos que se nos presentan.-dijo, señalando a ambos lados, donde un par de caminos estrechos se habrían paso.
Decidieron ir por el de la derecha y que si ese les fallaba volverían sobre sus pasos y cogerían el de la izquierda. Alphonse sospechaba que no les iba a ser tan fácil hacer eso en tal caso, pero no quería preocupar a Michelle.
Varias veces se resbaló la muchacha por culpa de aquellos zapatos de tacón que hacían difícil el camino, y siempre estuvo Alphonse para salvarla. Al principio ella le había parecido una niña bonita, rica y mimada, pero durante el trayecto había entablado conversación con ella y esa idea se le antojaba equivoca. Quizás verdaderamente le gustase Edward y por eso se comportaba de aquella manera tan infantil. Fuera como fuese, lo que sabía era que cada vez la veía más con ojos de chico que de conocido.
La chica sintió de repente un escalofrío, y delante de ellos distinguieron una puerta. Corrieron hacia ella, y vieron que estaba abierta. Cuando la atravesaron, se encontraron con una sala revestida de blanco donde el aire acondicionado estaba más fuerte de lo que debería. En frente de ellos, una estatua esculpida en hielo se alzaba, imponente, mirándolos con ojos severos. Inspeccionaron el lugar, preguntándose si la joya estaría allí, porque ya se habían dado cuenta de que no era la salida. No encontraron nada, y desanimados se dirigieron a la puerta. Estaba cerrada.
-¿Lo has hecho tú?-le preguntó, temblando, Michelle. El frío comenzaba a afectarla demasiado.
-No, pensé que tú…
-He sido yo.-oyeron que decía una voz desconocida tras ellos. Y entonces vieron, horrorizados, que la estatua no era una escultura, sino un ser que se movía. Y tanto que lo hacía, porque después de esas palabras no dudo en alzar su mazo de hielo y bajarlo precipitadamente contra ellos.
Alphonse empujó a Michelle, y ambos rodaron por el suelo. El chico armadura se levantó al instante, a pesar de su aspecto era bastante hábil, y le gritó a ella que no se moviera del lugar donde estaba.
Y la lucha comenzó.
La estatua de hielo lo miró y volvió a atacar, pero esta vez Alphonse estaba preparado y creó un escudo con su brazo y gracias a la alquimia. Aturdida, la figura retrocedió un par de pasos, sin tardar demasiado en remontar y atacar con todas sus fuerzas. El escudo seguía ahí.
-¡Debemos hacer que se derrita!-escuchó la rubia que decía la voz de Alphonse- ¡¡Yo no sé si podré contra él, el metal de la armadura se está resintiendo por culpa del frío!
La chica asintió y buscó con la mirada el termostato del sitio. Lo vio justo encima de sus cabezas, en el techo. ¿Cómo podrían llegar hasta allí arriba?
Debía subirse sobre uno de los dos, pero… ¡No podía!
-¡¡Al!-Michelle discretamente le señaló el termostato que había en el techo, el alquimista captó enseguida la petición de la rubia y haciendo un circulo de transmutación rayando con la punta del pie el hielo que cubría el suelo, creo una escalera gigante hasta el termóstato, la estatua no la pasó por alto, la pequeña dio un salto y cayó en el séptimo escalón, después de todo ella también era parte de Westread y por lo tanto estaba entrenada para ese tipo de cosas, el ser de hielo comenzó a romper la escalera mientras Michelle esquivaba sus golpes hasta llegar al termostato y colocándolo en lo más caliente posible.
Y no tuvieron que esperar mucho a que se derritiese el ser y poder salir de allí. Al estaba realmente sorprendido, de la manera que era Michelle y con los vestidos que llevaba (sobretodo de los problemas que había tenido con los tacones momentos antes), jamás se hubiese imaginado que fuera tan tremendamente hábil. Ladeó la cabeza sin decir y omitiendo eso, le dijo que lo había hecho muy bien.
-Formamos un buen equipo.-replicó ella.
-Eso creo-si la armadura pudiese sonreír, lo hubiese hecho.
-Me gusta tu sonrisa...-dijo la pequeña rubia. El alquimista la miró sorprendido, ¿Como le iba a gustar su sonrisa si nunca la había visto, Michelle entendió el gesto del chico y sonriendo añadió- aunque no lo veas, no quiere decir que no esté allí ¿verdad, Al?
Él, sin saber qué decir, asintió con la cabeza, cohibido. Desde luego la chica parecía mucho más madura de lo que al principio había imaginado.
Mientras, en otro lugar no muy lejos de ahí, Edward y Katherine se despertaban a penas, con dolor de cuerpo y cabeza. Estaban como en un pozo, oscuro y frío. Dieron un respingo. Al rubio le corría un hilillo de sangre por la frente, mientras que la chica solo tenía uno que otro raspón.
-¿Estás bien?-le preguntó el alquimista a la morena quien asintió con la cabeza, de no ser por la oscuridad Edward hubiese notado el sonrojo en las mejillas de Katherine, estaba sola...con él en la oscuridad...completamente solos, él y ella
-¿Y tú? Deja que te mire esa herida...-en seguida se arrepintió. Sintió en su cuello la respiración entrecortada del chico, y se sonrojó mientras sacaba una venda del bolsillo- No tengo nada para limpiarte, pero por lo menos pararemos la hemorragia...-dijo, envolviéndole la cabeza con manos temblorosas. El chico no pudo resistirlo más. La agarró por la cintura, la atrajo a él y hundió la cara en su pecho.
-¿Edward que estás...?-El corazón de Katherine se aceleró más aun, podía escuchar su palpitar, y además el dulce susurró del chico en su oído la puso más nerviosa.
-No digas nada...solo déjame disfrutar esto ¿sí?-le pidió. Ella simplemente se aferró a su camisa como hizo ese día de tormenta cuando escuchó la supuesta declaración hecha por Roy hacia Riza.
Se preguntó que ocurría, pero temía romper el encantamiento. Se le hacía tan agradable estar abrazada a él, que empezaba a creer que algo fallaba.
-¿Qué ocurre?-no pudo resistirse más.
-Yo...-la chica notó cómo se aferraba más a ella.
-Dime.
El alquimista guardó silencio y la morena sintió como sus piernas comenzaban a temblar cada vez más y más al igual que su corazón latía con más intensidad, algo le pasaba con el rubio, pero no, ella no podía, no de Edward Elric, no de la persona que tenía que matar-Dime-volvió a pedir sin saber por que le ansiaba tanto que el chico le dijese lo que esperaba escuchar, o...tal vez, si lo sabía.
