Aquí otro capítulo. Lo pedisteis más largo, pues más largo os lo traemos XD
También decís que lía un poco…decid en qué lía que lo explicaremos.
Por cierto, a veces veréis cosas que los personajes saben y que no ocurren hasta el final del anime, o que sucede algo igual que el anime o la película, pero no es así…No sé si me explico. Eso sí lía, lo sentimos…
FMA, por desgracia, no nos pertenece.
Por cierto, vi la peli, hoy la vi () (Aredhel)
Capítulo 12
Ruegos
Llegada la noche, Katherine ya lo tenía todo preparado, y esperaba ansiosa la llegada de Roy. Se había vestido lo mejor que había podido: una camisa azul marino anudada a la barriga, con los primeros botones desabrochados y las mangas anchas. Los pantalones eran de campana, y seguía llevando sus queridas botas para parecer más alta.
Pasada una media hora de esperar comenzó a desesperarse, el comandante era muy puntual, ¿Y si no quería ir? ¿O si tal vez le ocurrió algo? el golpeteo de una puerta la sacó de sus pensamientos y con una sonrisa fue a abrir. Al llegar frente al portal respiró hondo y la abrió, pero su corazón dio un vuelco al ver que no era precisamente Roy quien estaba allí, si no ese rubio imbécil que le causaba tanta confusión y tantos sentimientos inmensamente fuertes el que la miraba con sus ojos dorados que hacían que sus piernas temblasen.
-¿Qué quieres? Estoy ocupada.-le preguntó, cortante, y apartando la mirada. No podía sostenérsela, porque no sabía si iba a abrazarlo o pegarlo. Él, a diferencia, parecía haberse quedado sin habla al verla tan hermosa. Abrió la boca para decir algo, pero luego volvió a cerrarla.
-¿Estás bien?-preguntó, esta vez preocupada.
-Eeesto...Sí, sí. Claro, es sólo que...Bueno, estás...-negó con la cabeza-No he venido para eso.
-¿Para qué, entonces?
-Para explicarte que lo de Michelle fue sólo...un arrebato infantil...
-No tienes por qué explicarme nada, Acero-la chica sonrió, pero con frialdad, con toda la que poseía-. Lo que hagas o dejes de hacer con tu vida no es asunto mío, ya se lo dije a tu hermano, creo que lo escuchaste.
-Pero mi declaración...Era de ver...-no pudo acabar, porque escucharon pasos acercándose deprisa y al ver quién era, se encontraron con un Roy Mustang completamente arreglado para la ocasión-Oh...-fue lo único que pudo decir el rubio, entendiendo. Genial. Se enamoraba por primera vez, y no sólo lo echaba a perder todo sino que encima se presentaba a verla en el en el momento menos oportuno. Se maldijo por ello-Perdona, así que...Sí estabas ocupada-se pasó una mano por detrás de la cabeza-.Que vaya bien.-dijo, y se marchó sin tan siquiera mirar al comandante. Este, en cambio, sí lo vio.
-¿Se encuentra bien Acero?
-No lo sé, ya le preguntará a él.-al hombre le sorprendió la forma cortante en la que le había contestado, pero lo atribuyó a su imaginación y lo dejó estar. Una vez dentro, no pudo dejar de observar el cuarto, sonrisa en boca.
-Se nota que es el piso de una mujer.
-Gracias, lo tomaré como un cumplido.-sonrió, esta vez sí cálida, Katherine.
El alquimista de Acero golpeó con su automail la pared del pasillo siguiente al de la habitación de Kat. Se apoyó en el tapiz de la estructura de bloque y negó con la cabeza, tenía que sacarse a Muerte de su mente, de su cuerpo, de su alma...pero sobre todo de su corazón, ella no era para él y lo sabía.
-...Entonces ¿Por que demonios me aferro a que sí lo seas...? Maldita sea-susurró para sí. Era una guerra sin armas y destinada a perder. -¿Como se gana una guerra...si ya no hay fuerzas para ponerse de pie...?
Sentados a la mesa, el comandante y Katherine cenaban. La luz era escasa, así lo había planeado la chica, e iba a ser una cena perfecta, la aparición de Edward antes no iba a destrozar sus planes. La conversación era fluida, aunque banal. Los dos se habían dado perfecta cuenta... ¿pero qué podían hacer?
-Y entonces le quemé todooo el trasero.-rió Roy, y Katherine lo acompañó en sus risas, disfrutando de su elegante presencia. Sí, porque él era guapo y apuesto, a diferencia de ese enano chillón, con sus ojos tan vivos y llenos de cariño... ¡No! Si iba por mal camino, se perdería y no podría regresar.
-¿Y no se enfadó porque le hizo eso?
-Sí, jaja, y tanto que lo hizo. En esos casos me recuerda bastante a Acero, ¿Sabes?-Katherine bajó la mirada, y él lo notó-Muerte, no sé qué cosa pasó con Acero, pero deberíais hablarlo, no es nada bueno callarse las cosas, aunque no lo parezca Edward Elric es un buen chi...-lo calló. Lo calló de la única manera que se le había ocurrido. E intentó con todas sus fuerzas, olvidando lo demás, disfrutar. Al principio el comandante se resistió, luego no pudo evitar dejarse llevar un poco y pasarle una mano por la cabeza, pero en seguida se arrepintió y se apartó de ella, en quien resaltaba todo el rojo de su cara.
-¿Tu primer beso, Muerte?-no respondió y volteó la mirada- No deberías dármelo a mí. Ni tan siquiera me amas...
-¡¡Yo sí...!
-Y aún en el caso de que lo hicieras, soy demasiado mayor para ti, preciosa.
-Pe...Pero...Cor...-no le salían las palabras, y se mordió el labio en un intento de retener las lágrimas. Fue en vano. No sabía exactamente por qué lloraba, ¿dolor por el rechazo? ¿Vergüenza? ¿Culpabilidad? ¿Orgullo roto? no lo sabía. Roy rodeó la mesa, y con el amor de un padre hacia su hija la abrazó intentando reconfortarla, diciéndole que podía liberar todas esas penas en su pecho si quería, pero marcando la distancia porque nunca podría haber nada entre ellos dos.
Cuando terminaron de cenar, Roy se acercó a Katherine y la besó en la frente, ella sonrió feliz de no haber perdido ese trato con Mustang, aunque ambos se despidieron con un "Adiós" algo bajo. Al llegar a la puerta la voz de Kat hizo que el comandante se voltease.
-¿Como supo que no...-un suspiro había salido de sus labios-que no le amaba?-había terminado de decir. Roy al girarse y mirarla dulce con sus ojos negros sonrió ante la pregunta.
-Bueno, una pista me la dio ese suave sonrojo en tus mejillas cuando ciertos ojos dorados se encuentran con los tuyos...creo que amas a otra persona Katherine, no a mí, por eso lo sé.-explicó sin darle tiempo a responder, pues había estado abriendo la puerta mientras hablaba y cuando terminó la frase la cerró tras de sí.
Abatida, dejó que sus pies la llevaran hasta el sofá y se dejó caer sobre este. Se sentía agotada, como si no hubiera descansado en siglos. Las palabras del coronel habían caído como losas sobre sus hombros... ¿desde cuándo sentía algo por Acero? No estaba segura, pero lo que sí se prometió, de nuevo, es que debía olvidarlo cuando antes. No sabía cuándo irían a matarlo, y dudaba de verdad poder salvarle la vida...Otra vez.
Se levantó y rebuscó en su armario la ropa de Osiris. Eso le daría fuerzas para olvidarse de él, porque necesitaba ser Osiris para recuperar sus recuerdos. Quería saber cómo había llegado a donde estaba, quería saber por qué estaba en manos de Devil y sobretodo quería saber...quién demonios era ella.
-Osiris, ayúdame por favor...-suplicó, aferrándose a la ropa.
Ni Acero ni muerte pudieron dormir, y como si sus almas estuviese conectadas, él uno no podía dormir a causa del otro. Ya eran las siete de la mañana cuando Edward decidió dejar de dar vueltas en la cama, y por supuesto olvidar la imagen de Katherine con esa camisa azul marino. Se duchó, se vistió y bajó a desayunar y a pasar el día intentando borrar a la morena de su mente.
-Hola, Al.-saludó a la brillante armadura mientras se sostenía el sobretodo rojo de un hombro con un dedo.
-Buenos días-respondió al saludo. Los murmullos de los demás militares y alquimistas que desayunaban eran impresionantes y lo aturdían un poco, pero una conversación en especial de dos chicas residentes que tenía junto a é,l hizo que algo dentro suyo se partiese a cada palabra pronunciada por ellas.
-¿Te enteraste?-le decía una a la otra, la cual negaba con la cabeza-Al parecer, la Alquimista de la Muerte besó ayer por la noche ¡¡Al coronel! Dios, que suerte tiene esa chica, aunque yo prefiero a Acero, es más lindo, por cierto también escuché que está en una misión con él-el tono de emoción pasó rápidamente a uno de tristeza. El rubio apretó los puños, herido, y bajó la cabeza.
-¿Hermano?-lo llamó Alphonse cuando el alquimista se había dado la vuelta para marcharse, y este lo había detenido tomándolo de un brazo. Edward se soltó de Alponshe con un movimiento brusco del mismo.
-Déjame Al...necesito estar solo.-pidió desapareciendo por la puerta que daba al jardín.
Así que había acabado besándolo. Claro, era normal, ¿Para qué si no habían quedado para cenar juntos? Se sentía estúpido. Estúpido y herido, y enfadado y triste. Quería gritar, quería correr, quería golpear. Pero sólo había una manera de, por lo menos, limpiar su orgullo, ya que algo debía salvar como mínimo.
Se fue en busca de Katherine, y no tardó en encontrarla en el mismo árbol que cuando la presentaron como la alquimista que seria su compañera. Estaba leyendo, cómo no. Se acercó con paso decidido a ella, y sin darle tiempo siquiera para que levantara la mirada le arrebató el libro de las manos.
-Tengo que hablar contigo.
-Acero, yo ya te dije que...
-Era mentira. Lo que te dije anteayer...No te quiero, ni me gustas siquiera. Sólo estaba comprobando que tal eras como persona, y ya lo he comprobado, casi te besas conmigo...Pero en la misma noche del día siguiente besas al comandante y repartes la noticia por todo el lugar. Te felicito, Muerte, todas te tienen envidia.
La chica se confundió al principio, pero luego se levantó de un salto. Estaba segura de que el coronel no había dicho nada, y de que no había nadie cerca espiando. Así que seguramente les habían grabado, y en los cuartos no solía haber cámaras de vigilancia…Vermillion. ¿Qué haría en su cuarto si no asegurarse de que no mantenía relación extra oficial con Edward? Y seguro que había hecho correr el rumor para que llegase a oídos del muchacho y este le reprochase y se olvidase de ella. Así la cosa estaría tranquila. Conocía demasiado bien al pelirrojo, y se dijo a sí misma que sólo podía haber sido eso.
-Ámame o no, Acero, eso me importa menos que tu nombre. Y ahora, si me haces el favor, devuélveme el libro.-a desgana, y muy enfadado, él lo hizo. En ese preciso momento los llamaron al despacho del coronel, y el corazón de Katherine se aceleró, temeroso de que él creyese que la culpa había sido suya, que había querido beneficiarse de aquel beso o algo por el estilo…Edward notó que se puso tensa, pero no pensaba a ayudarla.
Fueron juntos, aunque sin mirarse ni dirigirse la palabra, al despacho del militar. Una vez allí, entraron y se lo encontraron sentado tras su escritorio, sonriendo como siempre.
-¡Oh, pequeñín, qué alegría verte!-rió, con alegría, el hombre.
-¿¡ESTÁS DICIENDO QUE MI CASA ESTÁ BAJO LA SUELA DE TU ZAPATO?- Roy se sorprendió, por mucho que se metiese con él Acero no solía alterarse tanto. Intentó quitarle importancia al hecho, suponiendo a qué venía, saludó también a Katherine.
-No sé cómo han comenzado esos rumores, Muerte-le dijo, además-, pero tranquila, el culpable será escarmentado por mentir.-y le guiñó disimuladamente el ojo, haciendo que la muchacha le sonriera feliz.
-¿Para qué nos ha llamado, Coronel?
-Que poco respetuoso con tus superiores, inferior de Acero…-se burló, de nuevo, aun a sabiendas de que provocarlo podía desatar un huracán- Ha habido una nueva muerte, bueno en realidad varias, no muy lejos de aquí, por parte de ese grupo llamado Westread-Katherine se mantuvo impasible-. Pensé que podríais ir a investigar el lugar.
-Tengo cosas más importantes que hacer a estar buscando asesinos por ti-le espetó Edward, quería salir de allí, no podía seguir viendo como el coronel le sonreía a Kat y esta le correspondía la sonrisa.
-Acero, es una…
-No pienso cumplirla…-interrumpió el rubio a Roy a media frase, se dio la vuelta para salir del despacho.
-Ed, están tras Muerte-mintió Mustang. El alquimista de Acero detuvo en seco la mano que tenía estirada para abrir la manilla de la puerta, los mechones de su cabello rubio le taparon los ojos.
-No me importa-susurró antes de tomar una gran bocanada de aire para que lo llenase de fuerza para salir del despacho, cosa que hizo. Katherine bajó la mirada, Roy se acercó a ella y la abrazó, ella se dejó envolver en los brazos del coronel rompiendo a llorar en silencio.
-Es un idiota…¡¡IDIOTA!-gritó ella. El rubio que escuchaba detrás de la puerta suspiró resignado-Debes estar equivocado…Tienes que estarlo, ¡¡¡YO NO PUEDO...!-el Alquimista, que no quiso escuchar nada más de lo que tenía que decir ella, se largó- ¡Estar enamorada de él!-acabó la frase en un susurro, y se aferró más a Roy. ¿Por qué todo le indicaba que no debía amarlo y, en cambio, su corazón la torturaba?
-Muerte...No, Katherine, Kat-la apartó de sí el coronel, hablándole con dulzura-. Deberías ir a hablar con él, y hacerle tragar que tu vida peligra. Creo que será la única manera de que vaya...-ella levantó su mirada azul marino, se secó las lágrimas y sin mediar palabras de agradecimiento porque no hacía falta, se marchó.
-¡¡ACERO!-lo llamó, al verlo caminando por el pasillo. Él hizo caso omiso- ¡¡ENANO DE PACOTILLA!
-¡Mira quién fue a hablar!-replicó este, resoplando pero sin girarse, sólo se detuvo.
-¿Sabes que no quiero morir?
-Poco debería importarme a mí.
-Yo sé que lo que me pase te da completamente igual...-le susurró deteniéndose detrás de él al tiempo que se le formaba un nudo en la garganta-pero, si yo muero, no podré saber quien soy o de dónde vengo, cuando sepa eso puedo morir en paz, pero...mientras tanto no puedo, lo siento, sé que lo que más deseas es verme muerta, sería muy irónico ver los diarios "Alquimista de la Muerte, muerta" o mejor dicho...asesinada…
Ed, como movido por un resorte, se dio media vuelta, y la vio seria, seria como nunca. Y con los ojos azules mirándolo de una manera que no supo descifrar, pero que estaban entre el lloro y el ruego, y también el desafío. Vio que temblaba levemente.
-¿Sabes, Acero? Te golpearía aquí mismo, pero no voy a hacerlo, necesito tu ayuda para este trabajo.-e hizo algo que él jamás se hubiera imaginado: se puso de rodillas en el suelo, inclinó la cabeza hasta que el cabello le cayó hacia delante, rozando con las puntas el suelo, y con las manos apoyadas en el suelo por delante de él, le pidió que la acompañara en el cometido.
Edward se arrodilló frente a ella, y tomó los hombros de la chica entre sus manos haciendo que su cabeza se levantase y sus ojos se encontraran. Y así arrodillado como estaba la atrajo hacia él con los brazos y se fundieron en un abrazo, él dándole a entender que aceptaba la misión y que la amaba, a pesar de lo que había dicho, y ella, que sólo se dejaba llevar por el olor del alquimista, se dio cuenta que no tenía que amarlo...pero ese sentimiento que crecía hacia el chico no lo había sentido ni siquiera por el coronel.
A la mañana siguiente ya partían, esta vez solos, hacia su nuevo trabajo. Katherine le había preguntado al Kriket sobre esos asesinatos, y él le había dicho que eran trabajitos de menor importancia que Devil les había mandado, y que todavía no habían acabado. Habían quedado en que ella no se entrometería, pero de alguna manera tenían que hacer que Edward no sospechase nada, y que creyese que sí la buscaban a ella también.
Caminaron largo rato sin cruzar palabra, de vez en cuando el uno le lanzaba pequeñas miradas al otro, disimuladamente. Hacia calor, así que el rubio llevaba el sobretodo rojo colgando de un hombro como solía hacer, con la camisa negra un poco abierta, cosa que Katherine no podía dejar de observar o de detallar.
Llegaron a la posada que les habían asignado, la noche ya caía porque habían salido de tarde así que entraron y dejaron sus pocas pertenencias en el cuarto que les había sido asignado a cada uno. Al salir, Katherine encarnó una ceja.
-Voy a ir a dar una vuelta por ahí.
-Que te vaya bien.-le dijo él intentando aparentar impasibilidad, pero dentro de sí resonaba su propia voz diciendo 'La buscan a ella, así que voy a vigilar...Que no le suceda nada'.
También en tirantes porque aún no refrescaba, pero con una chaqueta atada en la cintura, Katherine salió de allí y buscó con la mirada a sus compañeros, notando que estaban nada más a unos cuantos metros. A través de Kriket habían quedado en que harían un pequeño teatro, seguros de que el rubio los vería. Este mismo era el que estaba espiándola, escondido de mala manera detrás de un árbol que había junto a la puerta del hostal. La chica continuó su camino, intentando no demostrar que le gustaba que el chico expusiese sin pretenderlo sus sentimientos de aquella manera. No tardaron en ver a un hombre vestido con un traje totalmente negro, al igual que su capa, donde resaltaban una W y una R entrelazadas. Su cabello color del azabache bailaba con el escaso viento que azotaba el lugar, y sus ojos sonrieron al ver a la chica.
A Edward le dio un vuelvo el corazón al entender al instante quién era, pero no se movió del sitio. Antes quería descubrir si le decía algo a Katherine, o la dejaba estar (cosa que dudaba). Y aunque solía ser bastante impulsivo, hizo acopio de todas las fuerzas que tenía y se dijo que por Katherine seria la sorpresa si algo se le escapaba de las manos a ella.
-Buenas noches, damisela.-Cruz se inclinó un poco ante la muchacha, y ella se cruzó de brazos.
-¿Qué quiere? ¿Y qué hace…Con una máscara?
-Quiero matarla.-fue la simple respuesta, antes de que tuviera que esquivar un golpe directo a la cara.
Katherine, fusionando el poder que tenía como nigromante, la Domadora de Muertos (como la llamaban algunos), y el de la alquimia prestado por Kriket y todo lo que sabía de eso para que Edward, detrás de ellos, observando expectante, no sospechara nada, hizo que del suelo salieron pequeños cadáveres de animales como pájaros o perros, que había sentido estaban por allí aunque fuera en estado de descomposición. Su contrincante, en cambio, había escrito con el pie y en el suelo una cruz, que pareció brillar bajo él, para hacer como por arte de magia una espada en la mano, la cual empuñó hacia Katherine con elegancia.
-El Señor está conmigo.
-Disculpa que te lo diga, pero...¡¡No creo en tu Señor!-exclamó Katherine soplando su mano y haciendo que la manada de animales volara a gran velocidad hacia el sacerdote. Este logró cortar algunos a la mitad o en tres partes, pero mientras más destruía más aparecían, clavó sus ojos sobre Kat y esta se dio cuenta que se había pasado así que, con disimulo, sopló su mano de nuevo y algunos animales desaparecieron, el hombre se abalanzó sobre ella y con la mano que tenía libre la agarró por el cuello y acercó, con la otra, la espada a su estómago.
-¿Crees que se lo está creyendo?-le susurró Osiris a Cruz, el cual asintió sonriendo.
Escondido donde estaba, Edward adelantó un paso al ver la situación de Katherine, pero se detuvo al ver que ella solita había golpeado en la entrepierna (fingidamente, pero eso él no lo sabía) al enemigo, quien dejó caer la espalda y se inclinó hacia delante.
-No lo haces nada mal...pero se te olvidó algo-sonrió cínico el sacerdote.
-¿Sí? ¿Qué?-le espetó ella apuntándolo con su propia espada, amenazadoramente, ella le devolvió la sonrisa al hombre, sabía lo que iba a decir.
-¡¡Westread nunca trabaja solo!-exclamó él y ella lo acompañó con un movimiento de labios, sintió como algo cayó pesadamente tras de ella y como se levantaba y le tapaba la boca poniéndole una navaja en el cuello, dejó caer la espada de Cruz.
-Preciosa, estás en nuestras manos.-escuchó que decía la provocativa y sensual voz de Vermillion. Puso cara de sorpresa, a pesar de estar riendo por dentro. Todo aquello le parecía muy gracioso. Bala la rodeó hasta quedarse al lado de Cruz, y la apuntó a la cabeza con su pistola.
-Así que...Estoy rodeada...-suspiró. Edward, que vio conveniente salir de una buena vez, apoyó la mano en el suelo e hizo que donde estaban ellos cuatro, se convirtiera en una plataforma de metal que subió y los hizo tambalearse hasta caer de culo.
-¡Tienes ayuda! ¡Por esta vez, te dejaremos estar!-dijo un Cruz fingidamente sorprendido antes de desaparecer junto a los otros.
Tan desconcertado se quedó Edward que no se dio cuenta del excesivo poder que había puesto a su ataque-defensa, se dio cuenta de que la morena se rascaba con dolor la cabeza.
-¿Estás bien?-le preguntó corriendo hacia ella, ese brillo de preocupación y desesperación en los ojos dorados del rubio se mezclaban con el miedo de perder a la persona que amaba. Cuando estuvo lo bastante cerca la detalló, temblando. Esos asesinos la habían tenido en sus manos.
-Bala, dispara ¡¡mátalo ahora que puedes, hazlo! Mátalo ahora que Osiris no puede salvarlo-exigió Cruz mientras Bala apuntaba con la pistola al cuello del alquimista.
-Como digas.-de nuevo lo acometía aquella sed de sangre, y apretó el gatillo. Katherine intuía que lo iba a hacer, así que cuando aceptó la mano que Edward le ofrecía para levantarse, seguidamente lo empujó hacia un lado. La bala le penetró en el hombro y ella chilló. Y él no supo qué ocurría, ni qué hacer.
El terror se apoderó de él al ver cómo la ropa de Kat comenzaba a tomar un tono entre rojo y morado ante el contraste azul marino de su camisa. La chica agarró a Ed por la camiseta y lo atrajo hacia ella, al tiempo que una segunda bala pasaba rozándole la cabeza, lo abrazó para servirle como escudo en caso de que Bala volviese a disparar, sus compañeros se fueron dando un resoplido, ya hablarían con Katherine y le pedirían disculpas.
El lugar quedó en completo silencio y solo existían ellos dos, Acero y Osiris, ambos formando una sola persona en ese abrazo, él rompió un pedazo de tela de su pantalón y lo amarró con fuerza pero a la vez delicadeza en el brazo de Katherine la cual cerró los ojos ante el dolor que le provocaba la herida. Luego se puso de pie y la cargó, aunque ella había protestado que podía caminar y que el tiro fue en su brazo mas no en su pierna, pero Ed se negó rotundamente a la idea así que la levantó del suelo.
La llevó de nuevo al hotel donde pidió a gritos que llamaran a una ambulancia. Esta no se hizo de rogar y al poco rato escucharon el sonido que indicaba su proximidad. Salía tanta sangre que Katherine empezaba a marearse y perder la vista.
Los paramédicos se la quitaron de los brazos a Ed, quien estaba lleno de su sangre, el chico se levantó de golpe mientras ella como pudo se aferró a la camisa del muchacho.
-No...Me dejes...sola...-le pidió en un susurró casi inaudible. Este asintió y le agarró la mano, para transmitirle fuerza. Le dijeron que se fuese, pero con enseñar lo que lo adjudicaba como militar le dejaron estar en el box. Abrieron más la herida de la chica y con unas pinzas le extrajeron, poco a poco, la bala, la cual no se había insertado del todo. Le habían dormido esa parte y alrededores, así que Katherine no sentía nada.
-Señorita Tucker necesitamos que su novio salga un momento de aquí-ella que estaba entre inconsciente y conciente negó con la cabeza y se aferró más a la mano de Edward- Señorita Tucker por favor...-Ed se acercó a ella y le acarició la cabeza suavemente.
-Estaré afuera, por si necesitas algo, te amo-dijo besando su frente. Ella volvió a negar con la cabeza.
-No...No me...por favor Ed, no te vayas...yo...-balbuceó antes de caer dormida ante la anestesia que le aplicaron para que quedase inconciente del todo.
Cuando la luz que indicaba que estaban ocupados operando se apagó, suspiró más que aliviado y con el corazón latiéndole a mil por hora. Él no era más que un joven impulsivo, fácilmente irritable, cabezudo y pequeño de estatura. Había intentado revivir a su madre, acabando todo en desastre, y ahora que conocía a una chica a la cual amaba de verdad, no sabía si lo haría de por vida, había estado en peligro.
Le dijeron que volviera a su casa a descansar, pero él negó y como ya estaba fuera de peligro y no tenían que llevarla a la UCI ni nada parecido, decidió quedarse a su lado toda la noche y el día si hacía falta, pero tuvo que apartarse un momento de ella para llamar por teléfono a informar de lo ocurrido. Con un grito, después de llamarlo enano estúpido, Roy le dijo que irían a buscarlos al día siguiente.
El alquimista volvió a entrar en la habitación en penumbras y vio con pesadumbre como Kat aún seguía dormida por el efecto de la anestesia. Acercó una silla a la orilla de la cama de la chica y le apartó dulce un mechón de cabello de los ojos.
-No te imaginas…lo que sentí al verte en peligro, Dios...-agarró la mano de Katherine y levantándola un poco apoyó su frente en ella- No me la quites…sé que muchas veces he querido ser más que tú, y, aunque sé que no lo soy, sigo intentándolo, pero ya me arrebataste a mi madre de mi lado…mi hermano está encerrado en una armadura por mi culpa…pero a ella no…por lo que más quieras, no a Katherine…-añadió aferrándose más a la mano de la chica-No a la persona que más he amado…-dejó la mano de Kat en la cama y se durmió con ella entre las suyas.
