El recibimiento de los alumnos nuevos fue celebrado con una cena formal en el Gran Salón. Las escuelas involucradas en el intercambio estudiantil eran de Bulgaria, Francia, Chile, Estados Unidos y Marruecos, y cada grupo de alumnos eran tan diferentes entre si como el día y la noche. Hogwarts ya había recibido a Beauxbatons y Durmstrang anteriormente, así que la curiosidad estaba centrada en las escuelas de Chile, cuyos alumnos eran de tez morena, con grandes ojos castaños, y cabello que variaba del castaño claro al negro; varios de ellos, sin embargo, usaban colores extraños en el pelo, como fucsia o verde, y varios aros en la nariz o las cejas (La profesora McGonagall daba un respingo cada vez que los veía);los alumnos de Estados unidos eran rubios y bulliciosos, muy bien arreglados, sobre todo las chicas, que sacaban un espejito para mirarse y se alisaban la túnica cada dos minutos. Los estudiantes de Marruecos vestían elegantes túnicas de colores claros, y algunas de las chicas usaban un velo que les cubría el pelo. Tenían los ojos almendrados y reían mucho, pero eran muy corteses, a diferencia de los alumnos estadounidenses. Harry los observó a todos sin fijarse mucho, pues todavía tenía la garganta apretada de tanto preguntarse cómo sería la ceremonia de iniciación; lo que había alcanzado a presentir, por el tono de Malfoy, no era nada bueno. Ron, por su parte, parecía tan miserable que ni siquiera miró a las chicas de Beauxbatons que tanto le habían gustado hacía tres años. Tampoco probó su comida, y se limitó a jugar con ella mientras murmuraba para sí mismo. Harry no pudo evitar sentirse responsable de lo que le pudiera pasar a Ginny; tenía la sensación de ser el culpable de ese cambió dramático que se operó en ella aquel día en la mañana. Se dio cuenta de que muchos de los alumnos extranjeros lo miraba insistentemente mientras cuchicheaban entre ellos, e instintivamente se llevó la mano al pelo para ocultar su cicatriz.

-No puede ser, ella nunca me dijo nada…Krum…

Harry escuchaba a Ron murmurar cosas como esa cada aproximadamente tres minutos.

-Y ahora, alumnos, espero que todos les den una cálida bienvenida a nuestros nuevos compañeros que nos acompañarán durante tres meses…

Harry también escuchaba vagamente al director parlotear sobre amistad, convivencia, cooperación mágica y tiempos difíciles, pero no había caso: su mente estaba en otra parte. Ginny se encontraba al otro extremo de la mesa con su mejor cara de poker, muy atenta a lo que decía el profesor, y no se daba cuenta de que muchos de los alumnos nuevos la miraban embobados como si tuviera un aire de veela. El estómago de Harry se llenó de una espuma corrosiva cuando se dio cuenta, y tratando de pasar desapercibido, se levantó mientras Dumbledore terminaba su discurso y era saludado con el aplauso vibrante de todo el salón.

No se equivocó, pensó con una sonrisa de satisfacción, cuando pensó que Ginny lo seguiría. Alcanzó apenas a acomodarse la capa de la invisibilidad cuando la vio salir hacia el pasillo. La chica miró hacia ambos lados y al no ver a nadie, exclamó molesta:

-Te quieres sacar esa estúpida capa para que podamos hablar? O vas a seguir mirándome con cara de cordero degollado cada vez que nos sentemos a la mesa?

Harry no soportó esa provocación, y con su ya legendario mal carácter, se descubrió la cabeza.

-Claro, se me olvidaba que ahora eres la única chica bonita que hay en esta escuela- dijo irónicamente.- Han llegado bastantes caras nuevas y ya estoy decidiendo de quien me haré amigo.

Ginny sonrió acercándose a él.

-Harry, deberías cobrar por tus servicios, sabes? Te harías millonario y le harías un favor a todas esas chicas que matarían por saber que se siente estar con el chico que sobrevivió.

-Ginny, que diablos….?que pasó con lo nuestro, con lo que me decías ayer? Pansy no es más que una piedra metida en mi zapato, y por mucha poción dietética que tome, jamás va a estar a tu altura.

Juró haber visto los ojos de Ginny brillar con lágrimas, pero ella caminó aún más hacia él, saliendo de la luz que le llegaba desde el comedor y uniéndose a Harry en las sombras del pasillo, ocultando así su rostro.

-Lo sé, no soy tan ciega, pero debo hacer esto, o si no…correrás un grave peligro.

-Que? De qué hablas?- susurró exaltado Harry, tomando a Ginny del brazo.

-Pansy no da puntada sin hilo, Harry-dijo tristemente Ginny.- Cuando nosotros nos separamos ayer en la noche, Goyle (llevado por Malfoy, que tiene un poco más de seso que ese jamón con piernas) corrió al despacho de Snape para vaciar la memoria de habernos vistos juntos en su pensadero- él la miró horrorizado; había olvidado por completo a Snape, y ahora que lo recordaba, creyó haber visto una mirada de satisfacción en la cara de su profesor de Pociones cuando se cruzó con el al inicio de la cena-. Snape nos tiene en sus manos, Harry, y tengo un presentimiento horrible con respecto a todo esto.

-Snape… te quiere en su bando para espiar a la Orden?

-Eso creo. Y la moneda de cambio eres tú, porque si no accedo a lo que sea que desee de mí, nos expondrá y al ministerio no le quedará otra opción más que echarnos…y entonces estarías desprotegido y a merced del señor oscuro y sus mortífagos.

-Que me echen! Con tal que vuelva a la casa de mis tíos…

-No, Harry, no es tan simple! –sollozó ella haciendo un gran esfuerzo por hablar.-Tú tienes que continuar en Hogwarts para aprender y entrenar! Tienes que derrotar al Señor Oscuro, nadie más que tú puede hacerlo, y aún quedan dos años de estudios aquí! Nadie que esté afuera es lo suficientemente poderoso o tiene el tiempo como para sentarse a enseñarte lo que necesitas saber. Tu única opción es quedarte aquí con Dumbledore.

Harry la abrazó, envolviéndola con la capa, de modo que sólo sus cabezas eran visibles. La besó muy fuerte, sintiendo el sabor salado de las lágrimas mezclándose en el beso. De a poco el deseo de besar y abrazar a Ginny fue haciéndose más apremiante y Harry se encontró recorriendo desesperadamente con sus manos el cuerpo de su novia, mientras ella le correspondía desabrochándole el pantalón con una experticia inusitada en alguien novata en las artes amatorias. No se detuvieron cuando escucharon que el colegio en pleno salía del Gran Salón, sino que simplemente se cubrieron las cabezas con la capa y siguieron concentrados en sus quehaceres con todo el alumnado pasando frente a ellos.

Ginny corrió desaforada para llegar al séptimo piso luego de dejar a Harry recuperándose de la que debió haber sido el encuentro más extremo de todos las que llevaba en Hogwarts, incluyendo aquella vez con esa chica de Ravenclaw en la sala de adivinación mientras la profesora Trelawney estaba en trance, y esa ocasión en que usó el armario de pociones de Snape con otra Gryffindor donde hizo un testeo de calidad al ungüento prolongador. Estaba feliz de haber podido explicarle a Harry la situación en que se encontraban y asegurarle una vez más su amor incondicional; pero al mismo tiempo estaba furiosa con Snape y sobre todo con Draco, por aprovecharse tan descaradamente de su desventaja. Ginny era muchas cosas, pero no era tonta, y recordaba perfectamente las miradas que Draco le dirigía cuando se encontraban en los pasillos; la hacía sentir como un mero pedazo de carne, sobre todo tomando en cuenta la reputación de playboy del Slytherin. "Claro, es otro campo en el que puede competir con Harry, el muy imbécil" pensó Ginny mientras se acercaba al muchacho que la esperaba impacientemente frente a la tapicería del ogro bailarín.

-Buenas noches, Ginevra- siseó Malfoy cuando la vio llegar.- Llegas cinco minutos tarde, y la impuntualidad es un defecto que no admito en la Cofradía.

"Calma, hazle creer que estás bien, no le des la satisfacción que verte derrotada".

-Perdóname, Draco. Potter me retuvo, se moría de la curiosidad, nos vio juntos en la mañana. Y llámame Ginny, no tienes por qué ser tan formal conmigo

-Ginny? Es un nombre un poco tonto, pero está bien, te llamaré así si te complace. Ahora, si me disculpas…

Y Draco se paseó tres veces frente a la pared, concentrado. A la tercera vuelta se dibujó una puerta en la pared. El se paró al lado y la abrió, dejándole el espacio a Ginny para entrar primero.

-No…no vamos a esperar a los demás?

-A quienes? Somos sólo tú y yo, Ginny. La cofradía la componemos tú y yo esta noche. Pasa, por favor.

Tragando saliva asustada, porque de tanta amabilidad no podía salir nada bueno, ella entró en la habitación y se quedó helada. Las paredes de la habitación estaban cubiertas de escobas, de todos los modelos y años posibles; en un estante se acumulaban varios libros sobre historia y técnicas de Quidditch, unos maniquíes antiguos exhibían los uniformes de los equipos más importantes del mundo, y al lado de la ventana que daba al lago, había una mesa llena de Brujas Fritas y cerveza de manteca, los dos alimentos favoritos de Ginny. Ella se dio vuelta para observar a Draco, anonadada, y él advirtió su incapacidad de articular palabra y rió como nunca lo había escuchado: relajado y casi tierno.

-Vamos, Ginny, no creas que no sé ser un buen anfitrión. Mi madre me ha enseñado que es de buena educación demostrar interés en las aficiones de un invitado. Y sucede que compartimos la pasión por el Quidditch, así que decidí entretenernos un poco con ello.

-Draco, esto es maravilloso!- exclamó Ginny.- Mira esas escobas! Ahí está la Lucero Verde, la escoba oficial del mundial del año pasado! Y mira! Oh, por merlín, me voy a desmayar---es el uniforme de los Windy Lions, mi equipo favorito!

-Quédate con él- le dijo alegremente Draco mientras la observaba como quien mira a un niño extasiado en una juguetería.- No sabía qué equipo te gustaba, así que los traje todos. Son de mi colección personal.

-Oh, no, no podría---

-Claro que puedes, los traje para ti!

Ginny se ruborizó intensamente mientras pasaba la mano por la sedosa tela de la túnica.

-Draco, no…no me hubiera imaginado…

-Que un Malfoy pudiera ser amable?

Ella se lo quedó mirando, como evaluando si podía ser sincera con él.

-Pues sí-dijo finalmente cuando vio que la sonrisa de la cara de él no se desvanecía.- Sobre todo tratándose de agasajar a una Gryffindor.

-Ginny- dijo él suavemente y se acercó. Ella se estremeció cuando vio sus ojos grises tan de cerca.- En público debo mantener una conducta que mi padrino tacharía de "impecable"; esto es, ser arrogante como un sangre limpia que se precie de tal, demostrar mi superioridad sobre el resto de esta escuela, relacionarme con la gente adecuada, y ese tipo de cosas; pero en privado soy libre de hacer lo que quiero y estar con quien quiera. No me entiendas mal – agregó parándose tan cerca de Ginny que pudo contar las pecas de la pelirroja.- No es que ame a los sangre sucia ni que ande recogiendo florecillas por el bosque prohibido con el limítrofe que tenemos de guardabosques. No soy un hipócrita, y creo cada palabra que me has escuchado decir. Es sólo que…cuando estoy solo puedo relajarme y dejar de afirmar mis convicciones tan tajantemente. Puedo ser yo. Y verás que yo soy una persona muy agradable.

Ginny estaba muda. No había pensado en Harry desde que entraron a la sala, y ahora tampoco lo hizo, hechizada como estaba por el seductor discurso del rubio. Casi se sintió curiosa frente a la perspectiva de llegar a conocer al verdadero Malfoy.

-Tu iniciación está completada- dijo él sonriendo, satisfecho por el efecto de sus palabras.- Me estás empezando a conocer, y con eso espero que seas mi amiga. Siempre te encontré muy interesante, Ginny. Inteligente, divertida y bonita. O quizás sea que no hay muchas pelirrojas en las mazmorras.

Ella sonrió, muda aún, agradablemente sorprendida. Y el resto de la velada transcurrió entre risas y revelaciones que terminaron con Ginny durmiendo en su cama de Gryffindor vistiendo una camiseta verde y violeta.